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11

En este poema, que complementa los dos anteriores, «Testamento I» y «Testamento II», Neruda solicita ser enterrado en Isla Negra, y se complace en la idea de su fusión con la tierra, con el apoyo de la lluvia: «Quiero ser arrastrado / hacia abajo en las lluvias que el salvaje / viento del mar combate y desmenuza, / y luego por los cauces subterráneos, / seguir hasta la primavera profunda que renace».

 

12

Villegas, J., Escrituras míticas y arquetipos en el Canto General de Neruda, Barcelona, Planeta, 1976, pág. 71.

 

13

Rodríguez, O., «La poesía póstuma de Pablo Neruda: viaje indagatorio al no-ser», en Ensayos sobre poesía chilena, Roma, Bulzoni, 1994, pág. 18.

 

14

Cabe recordar aquí que, según advierte Alain Sicard, una gran parte de la obra de Neruda «fue escrita en los barcos, que el poeta prefería al avión para viajar» (El pensamiento poético de Pablo Neruda, Madrid, Gredos, 1991, pág. 473). El trasatlántico moderno conservaba, probablemente, para el poeta elementos aún asociables al navío legendario, frente a la frialdad y la excesiva rapidez de la aeronave, aniquiladoras de la fruición del acercamiento demorado, sensaciones que habían de resultar más desazonantes cuando el destino del viaje era una isla tan sugestiva como Rapa-Nui.

 

15

Especificando más esta situación, Durán y Safir observan, con razón, marcadas concomitancias entre la descripción del prototipo humano-visitante, con sus agobiantes trajes y equipajes, y el contenido de «Ritual de mis piernas» de la primera Residencia (Durán, Manuel and Margery Safir, Earth tones. The poetry of Pablo Neruda, Bloomington, Indiana University Press, 1981, pág. 151), donde, -recordamos- el poeta abomina de los artificiosos «productos manufacturados» que separan el cuerpo humano de la tierra, es decir, que escinden la vida. Interesa también, aunque es algo obvio, la relación que los mencionados críticos advierten en la valoración de la naturaleza en La rosa separada y otros libros nerudianos.

 

16

Bellini, G., «La poesía póstuma de Pablo Neruda: entre la angustia y la esperanza», AA.VV., Coloquio Internacional sobre Pablo Neruda (La obra posterior al Canto General), Centre de Recherches Latino-Américaines de l'Université de Poitiers, 1979, pág. 29. En el mismo sentido se pronuncia Charles Marcilly, al aflorar esta experiencia: «No recibió la gran contestación a la gran pregunta del destino humano, pero sí recibió una luz, y esto es el papel purificador de la Isla para Neruda» («La meditación nerudiana sobre la Isla de Pascua desde el Canto General hasta La rosa separada», ibidem, pág. 160).

 

17

Rodríguez, O. La poesía póstuma de Pablo Neruda, Gaithersburg, Hispamérica, 1995, pág. 15.

 

18

«Le conté de nuestra Isla de Pascua, le di detalles de esa isla maravillosa y de cómo sus grandes figuras enfrentan el cielo con la mirada perdida en el océano». Palabras recogidas por Matilde Urrutia en Mi vida junto a Pablo Neruda (Memorias), Barcelona, Seix Barral, 1986, pág. 248.

 

19

Ibidem, pág. 92.

 

20

«El poeta, rebautizador incorregible y contumaz, cambia de nombre el diminuto poblado de tres familias. Lo llama Isla Negra, toponimia que denota su desvergonzada fantasía, porque no es isla [...] y su color no es negro» (Neruda, Santiago, Bat, 1991, pág. 244). Al parecer ese lugar tomó tal denominación «porque le recordaba a Neruda el paisaje Insular del Índico» ( A. F. Rubio, «En la casa de Neruda», Extra El País, 16-6-91, pág. 65).

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