461
Que hom cant fa. (119, 5).
462
E si no ho hauia. (119, 6).
463
Los antiguos hebreos no tuvieron, al parecer, idea alguna del paraíso celeste ó de la gloria de los elegidos. El premio prometido á los buenos limitábanlo quizás á los goces de la vida terrestre, al bienestar temporal en este mundo. Omiso en su ley el dogma de la inmortalidad no vieron acaso que la existencia presente fuese el tráns to para otra existencia futura. Mas los judíos formados en la teología del Talmud creen en el paraíso, que colocan en la séptima esfera celeste, y tiene dos puertas guardadas por setecientos mil ángeles resplandecientes que esperan la llegada de los justos para coronarles de mirto, y convidarles al placer y á la alegría. Parecido al que describe el Korán, no faltan allí ríos de leche, de miel y de vino, mesas de piedras preciosas y árboles que dan deleitosa sombra á infinitas legiones angélicas dedicadas á cantar las excelencias de Dios. En el centro hay el árbol de la vida que lo cubre todo con su ramaje. (119, 7).
464
Edit. lat. Hominibus infernalibus. (120, 1).
465
Edit. lat. Melius convenit cum causa. (120, 2).
466
Los diferentes códices que se tienen á la vista difieren algún tanto en este pasaje. Uno de los más correctos dice así: Se demostrara eternalment sa justicia, e sera pus fortment couinent ab esser la raho per que Deus ha creat hom se coue ab esser, e son contrari ab no esser, que no fora home si infern no fos; e per aço infern es signifficable. En vista de la falta de sentido que ofrece en este punto el códice citado, adoptamos el texto del que mejor concuerda con la traducción latina. (121, 1).
467
Edit. lat. Culpa infinitae durationis. (121, 2).
468
Edit. lat. Durabilis in aeternum. (122, 1).
469
Maniffestable en esser perdurable (122, 2).
470
Edit. lat. Ad odiendum aeternaliter. (123, 1).