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ArribaAbajoEvolución intermedia (1940-1959)

Josefina Pla


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La revista Juventud. Las primeras inquietudes actualizantes

El grupo de la revista JUVENTUD (1923-1927)65 compuesto de jóvenes nacidos entre 1900 y 1907, recoge el legado modernista de CRÓNICA, trata de dar vértice a las experiencias que ésta, desertora, no remató, y les suma en cada caso eventuales atisbos o sugerencias intimistas, nativistas, filosóficas, que no alcanzan a formar vertiente ni definir contornos originales. Varios hechos contribuyen a la rápida frustración en masa de este grupo. Entre ellos pueden enumerarse:

1.- La desconexión cultural nunca superada en los aspectos literarios propiamente dichos (poesía, novela, teatro), pero que en esos años (1920-1930) adquiere caracteres asfícticos.

2.- La Primera Guerra Mundial (1914-1918) y sobre todo su postguerra, con las inevitables y formidables consecuencias; la revisión y replanteamiento de problemas en todos los órdenes del pensamiento: lo político, lo social, lo ideológico; por consiguiente, también, en lo literario. El imperativo revisionista de valores se hizo sentir también como es natural, localmente; pero debido a la circunstancia primera, lo hizo en forma desarticulada, confusa. En otras palabras: las noticias y comentarios que llegaban constituían un efectivo estímulo; pero no alcanzaban a configurar esquema orgánico, al presentarse en esa inevitable forma fragmentaria y no hallar para su apoyo el imprescindible trasfondo experiencial, en lo histórico como en lo cultural.

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3.- La proximidad de un nuevo y grave conflicto patrio: la guerra del Chaco. Ella agudiza por una parte las tensiones internas y por otra parte desconcierta a las juventudes, desorientando sus intereses culturales.

A estas tres razones de orden básico y mayor se añadían otras que no eran características exclusivas de esta época, ya que venían de atrás pesando psicológicamente en la gestación y desarrollo de estas vocaciones. Gravitaban sobre la poesía preconceptos no nacidos precisamente del auge de lo histórico, pero agudizados por éste, que hacían de la historia la única vocación seria, digna de justificar la dedicación de una vida a la pluma; y de aquélla un ejercicio convencional, mezcla de diversión y ocio, tan brillante, pero tan sin trascendencia, como un juego pirotécnico; y del poeta un bohemio con todas las connotaciones peyorativas que sobre esta palabra acumuló un siglo de prejuicios burgueses.

El grupo, numeroso al principio (quizá el más copioso hasta hoy de nuestra historia literaria) y en el cual se contaron jóvenes sin duda poseedores de una auténtica sensibilidad (Raúl Battilana [1904-1924], José Luis Nicora [1905-...], Pedro Herrero Céspedes [1902-1924]), para sólo citar algunos (cuyos poemas primeros recogieron las páginas de JUVENTUD) va dejando pronto atrás a los más de ellos; fallecidos, prematuramente desintegrados, o transbordados, por decirlo así, ya casi desde el principio del viaje, para otros rumbos (entre estos se cuentan los mejores historiadores; los sucesores de la generación del 900: Julio César Chaves (1907), Efraím Cardozo (1906-1975), Hipólito Sánchez Quell (1907), Carlos   —91→   Zubizarreta (1904-1970) (citamos sólo a los principales y porque esta recensión no incluye la historia). Dos excepciones sin embargo se darán a la masiva deserción. Una la constituye, aunque sólo recoge su obra muy tarde (EL MINUTO FUGITIVO, 1970) Hipólito Sánchez Quell, caracterizado por la búsqueda de una autenticidad a nivel de la confidencia irónica. La otra excepción se da en narrativa y no tiene lugar aquí.

En realidad, al llegar 1927, fecha en que fallece en París Heriberto Fernández, la revista desaparece, y el grupo se dispersa, sin dejar huella posterior en la poesía.

Entre los que podemos dar, por definición, como poetas, se dan también no obstante algunas excepciones. Una la constituye el propio Heriberto Fernández (1903-1927). Otra, Herib Campos Cervera (1905-1953) quien adquirirá relieve y prestancia en una etapa posterior.

Heriberto Fernández, que ha fundado y dirigido la revista del grupo, va en 1925 a París. Publica allí (1926) VOCES DE ENSUEÑO y enseguida VISIONES DE ÉGLOGAS. Fallece al año siguiente, 1927. LOS SONETOS A LA HERMANA aparecidos antes de su muerte en revistas locales no llaman la atención por el momento. En todo caso, nadie sigue la huella por ellos señalada.

En 1957, o sea treinta años después, los editará Miguel Ángel Fernández en la serie poética La Piririta. Sólo entonces se descubrirá que en ellos afloran los primeros rasgos vanguardistas en esta poesía, bien que en forma atenuada. Es probable que Heriberto Fernández haya tratado, o por lo menos tenido ocasión   —92→   de oír, a César Vallejos, residente por esas fechas en París. En esos poemas, el fervor del poeta ansioso de autenticidad, vacila sin embargo en lanzarse de lleno en el vórtice de las formas extremas que lo solicitan con la intensidad de lo intuitivamente esperado.

Un poco más tarde que Heriberto, viaja también Herib Campos Cervera, quien ya en el exterior, acumulará experiencias para la superación de su fase postmodernista. Retiene sin embargo la levadura romántica, que nunca desaparecerá, porque ella se integra con la angustia existencial. Pero Herib permanece en el extranjero durante muchos años y no influye en el medio hasta tiempo después, a su regreso último, en 1936.

Dos más entre esos poetas dispersos han continuado a través de los años la línea inicial en una labor recogida e impretenciosa: José Concepción Ortiz (1900-1974) quien publica en 1923 un soneto antológico, y persiste luego en su línea poética confidencialista, en una serie de poemas reunidos en AMOR DE CAMINANTE, 1943; Vicente Lamas introverso y meditativo (1900) quien fiel a su arranque inicial, reúne sus poemas en un libro con el sugestivo título LA SENDA ESCONDIDA, 1954. Finalmente, alguno se ha actualizado en fecha muy posterior: Manuel Verón de Astrada (1903), Hipólito Sánchez Quell (1907), caracterizado por una estría irónica, del que se hablará más adelante.

Perteneciente por la edad a la generación anterior, surge contemporáneamente con JUVENTUD, pero al margen de ésta, Natalicio González (1897-1967), quien hace suya la consigna del mexicano: «Tuércele   —93→   el cuello al cisne»; pone el búho en la tapa de sus BALADAS GUARANÍES, 1925; y ensaya el mundonovismo como respuesta individual a movimientos contemporáneos en el Brasil y la Argentina. Natalicio González no ha perseverado en esta línea, aunque aún se encuentra algún poema suyo con posterioridad a la guerra del Chaco y publica muchísimos años después en México POEMAS DE LA TIERRA ESCARLATA, pero su breve obra poética se caracteriza, en palabras de Francisco Pérez Maricevich, «por su rigor formal y su temática tan apasionada como cultivada lúcidamente».

Desde un plano distinto al de los dos poetas mencionados más arriba (Fernández y Campos Cervera cuya actuación podemos adscribir al perspectivismo distinto también al plano teórico de Natalicio González, ejerce su influencia Julio Correa, que halla su verdadera voz al estallar la guerra del Chaco (1932-1935).

A esta generación hay que adscribir, pese a no desdeñables discrepancias o desajustes temporales, las dos poetisas nativas más importantes surgidas entre 1927 y 1950. Ida Talavera de Fracchia aparece en las postrimerías de la revista JUVENTUD; publica muy esporádicamente durante muchísimos años, y lanza su primer libro ESTO DE ANDAR, en 1963; la discontinuidad de su actuación hace difícil seguir el proceso de clarificación en la poesía de esta autora, de tono confidencial y forma sencilla y emotivamente eficaz. Dora Gómez Bueno se inicia en la prensa local hacia 1932 y desde el comienzo es su tónica un erotismo que la distingue y sella, un erotismo «tropical», aunque esporádicamente aborde otros motivos.   —94→   Esa vena erótica le da un lugar aparte en la poesía local de pluma femenina. Ha publicado Flor de caña, 1940, Barro Celeste, 1945, Luz en el abismo, 1954, Vivir es decir, 1977.



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La guerra del Chaco: su repercusión en la expresión de esta literatura. La narrativa nacional de la década 1930-40

El conflicto del Chaco (1932-1935) trae consigo un estímulo subsidiario a los ya establecidos enfoques nacionalistas. Así la dura experiencia humana colectiva no consigue rebasar desde el punto de vista motivacional la fijación previa, a pesar de los hechos que ponen de relieve en esos años la sacudida espiritual profunda de un pueblo.

La obra teatral de Julio Correa, en guaraní, que lógicamente no es de este lugar, representa el punto más alto hasta entonces conseguido en la reacción antitópico: se detuvo en la superficie de los hechos, pero no por eso fue menos importante su papel en el movimiento de aproximación que la literatura intenta por entonces a todos los niveles, con distinto éxito y medida, hacia hitos más auténticos.

El éxito del teatro vernáculo de Correa llevó a algunos a formular la tesis de que sólo un teatro en guaraní era viable en el Paraguay. No se llegó a afirmar lo mismo de la novela, aunque con la misma razón -o sinrazón- habría podido hacerse66; pero desde ese instante el bilingüismo se constituye en problema explícito para el escritor.

En efecto, considerado el idioma vernáculo como factor integrante de la realidad histórico social, debía tener paralela cabida objetiva en la realización literaria. En otras palabras, una novela que no presentase al campesino hablando en guaraní, no podía ser expresión auténtica de una realidad local.

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Esta premisa ingenua implicaba a su vez una restricción o limitación inevitable: sólo la novela rural resultaba posible, y dentro de ella, las modalidades más directas, intransformadas, del costumbrismo. Se olvidó algo tan simple y elemental como que la realidad por sí sola no configura arte; no se tomaron tampoco en cuenta, por el momento, al menos, otras vertientes narrativas, ni se detuvo nadie a considerar algo igualmente obvio: que todo valor de autenticidad afincado en los rasgos del lenguaje había de resultar nulo, no sólo para la gran masa del lector hispanoparlante no familiarizado con el guaraní, sino también en la eventual traducción. En otras palabras, que con ello esta narrativa devenía puro consumo interno; ni tampoco, y finalmente, que nada impedía, a los autores que lo quisieran, expresarse en guaraní.

Enfrentados no obstante al problema, los autores propusieron distintas soluciones. Algunos incluyeron en el relato esporádicas frases o expresiones vernáculas, lo bastante breves y transparentes a la luz del contexto como para no precisar traducción. Otros, más escrupulosos, incluyeron tiradas que requirieron equivalentes llamadas de pie de página. Otros, en fin, con un sentido ocasionalmente más certero, emplearon el castellano guaranizado de uso corriente, o «yopará».

Pero como la simple inclusión de rasgos vernáculos o de color local no basta de por sí sola para dar autenticidad a una literatura; como esa autenticidad se nutre ante todo de la psicología y del enfoque raigal de los problemas y conflictos, y como éstos, continuaron siendo el punto débil de la novelística, el nivel de la narrativa encarada desde este ángulo demoró en repuntar. Más todavía; la novela de guerra   —97→   que condensara la protesta o la interrogante por los destinos humanos truncos, tuvo escasas representaciones mencionables. En realidad, la problemática profunda del hombre enfrentado a esa experiencia límite, deshumanizadora, no se insinúa en el horizonte de esta literatura; y sólo empezará a avivar rescoldos para esa interpretación 30 y 40 años más tarde, respectivamente, en la obra de Roa Bastos y Jorge Ritter.

Entre tanto, y aparte Bajo las botas de la bestia rubia, colección de relatos -o crónicas- de Arnaldo Valdovinos (1908) sólo cabe mencionar Cruces de quebracho, 1934, del mismo Valdovinos, y Ocho hombres, 1934, de José S. Villarejo (1906). Esta última novela ejemplifica las anteriores observaciones.

Villarejo, que fue combatiente, quiso, -y sin, duda pudo- darnos un cuadro del hombre paraguayo abocado a la trágica situación; pero el índice acusador del prólogo -que es, literariamente, lo mejor del libro- señala a países o a organismos políticos o económicos internacionales; es un alegato de circunstancias, no un enjuiciamiento de orden humano y validez ecuménica.

La novela, que no sólo en el título, sino también en el esquema (desarrollo paralelo de la aventura en varios combatientes reunidos por el azar en la misma unidad y sector) sugiere reminiscencias de aquella otra famosa de la guerra de 1914, Cuatro de infantería; pero soslaya el problema humano por el atajo de un descriptivismo marginal. El autor emplea a veces palabras o frases en guaraní para ambientar el relato; pero enfrentado a la interpretación de la psiquis del combatiente, no se resuelve a ahondar lo bastante   —98→   en el secreto espiritual del hombre arrancado a su limbo hogareño y arrojado al infierno de la trinchera: ese secreto queda intacto. Con todo, Ocho hombres permanecerá como hecho capital, no sólo dentro de la escasa narrativa paraguaya de guerra, sino también en el proceso global de esta narrativa. Pérez Maricevich ha señalado en la obra rasgos anticipatorios que contribuyen a hacerla interesante67.

En conatos menores producidos esos años, vemos cómo el personaje novelístico, llegado a esta situación sin otra alternativa desde los convencionalismos románticos, ajustado a premoldes heroicos, vaciados obre principios que paralizan su posibilidad de devenir, se debate, sin poder darse a luz a sí mismo en la autenticidad de sus reacciones: de su vigencia humana e histórica por tanto.

Así la tragedia no expresada del hombre se convierte en la tragedia de su narrativa; y como el hombre de la máscara de hierro, este personaje parece destinado a que su verdadera fisonomía no sea conocida nunca. Es lógico pensar, dadas estas premisas, que una literatura en guaraní habría dado la solución del caso. Sin embargo y a pesar de todo lo expresado, los defensores de la literatura vernácula no hicieron acto de presencia68.

La experiencia bélica deja pronto de interesar como motivo literario, quizá porque ya la narrativa se siente incapaz de redimir esa pesada carga dentro de los premoldes convencionales69.



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El perspectivismo y la novela moderna paraguaya en su primera etapa (1940-1950)

Durante la década 1940-1950, tan decisiva para la poesía, habría debido también reflejarse la actitud revisiva en la novela. Pero no fue así. Las novelas que por esos años tratan de evadir lo tópico sólo lo consiguen buscando motivos en la realidad contemporánea fuera del propio dintorno: la muy apreciable Cabeza de Invasión, 1945, de José S. Villarejo70; volviéndose al pasado como Teresa Lamas (1889) en Huerto de odios, 1944, o regresando a los cauces motivacionales previos: al costumbrismo sentimental, al nativismo. En 1942 aparece Tava-í de Concepción Leyes de Chaves (1889) verdadero breviario folklórico71 primer premio del concurso Ateneo Paraguayo, 1941.

La labor del grupo del 40, aunque interesada en la difusión y conocimiento de la narrativa exterior, no dedicó a la creación narrativa interés digno de nota, aparte el cultivo del cuento fantástico por Molinari Laurín y la participación de Augusto Roa Bastos en un concurso local con una novela, Fulgencio Miranda, cuyo texto sería hoy inencontrable.

El hecho progresista en la narrativa paraguaya se gestó en el exterior, en esta década crítica en las tres obras de Benigno Casaccia Bibolini (1907): El Guajhú, cuentos, 193872; Mario Pareda, novela, 1940; El Pozo, cuentos, 1947.

Casaccia, ausente del país durante su adolescencia y luego a partir de la postguerra del Chaco, no tuvo vinculación alguna con el grupo del 40. Pertenece   —101→   de derecho a la generación de JUVENTUD, con la cual por otro lado tampoco tuvo absolutamente nada en común. Pero de hecho, se sitúa dentro del grupo del 40, porque, aunque trabajando solitario y en el exterior, coincidió no obstante en un todo con las rectrices de aquél, y luchó solitariamente su propia batalla para la actualización de nuestra narrativa, a la cual representaría en dicho grupo; máxime que éste, como se ha dicho, olvidó la narrativa en sus preocupaciones hasta luego de consumada su diáspora.

Es en El Guajhú (El Aullido) donde un novelista local se aproxima por primera vez a la psicología profunda del hombre de la tierra. Dice Francisco Pérez Maricevich: «El personaje campesino se despoja de la máscara romántico-idealizada con la que había transitado por la mayoría de sus cuentos y relatos, y se lanza a desnudarse para presentársenos en lo que es: un desposeído sujeto fronterizo entre la racionalidad incipiente y la magia envolvedora». Casi todos los críticos paraguayos consideran a El Guajhú como punto de partida de la narrativa vital paraguaya73.

El crítico norteamericano74 F. C. Feito dice a propósito de la misma obra:

«Es el primer asomo a ese mundo de introspección cuyo escenario natural es el pueblo de Areguá y sus inmediaciones; pero el verdadero teatro de su dinámica se encuentra radicado en el inconsciente de un hombre, Tomás Riquelme, de donde proceden las fuerzas auténticamente impulsoras de su conducta: un bien desarrollado complejo de Caín (desde niño odia   —102→   a su hermano Ceferino); subsecuentemente, nace en él un fuerte sentimiento de culpabilidad por la muerte de éste, en la que, si bien la ha deseado con morbidez anímica, no ha tenido participación; y, estrechamente relacionado con lo anterior, ocurre un desplazamiento de ese enconado sentimiento de odio al hermano, hacia un elemento sustitutivo: el perro de Ceferino -llamado Barcino- al que finalmente mata en fratricidio simbólico, con lo cual logra eliminar para siempre la tensión padecida»75.

En Mario Pareda, la pintura convencional de ambiente, predominante en la producción local previa, pasa a último término, y la intimidad del personaje se erige en materia primordial del relato. En ella aparece el elemento onírico, que en El Pozo (otra colección de cuentos) construye ya totalmente la narración sobre la estela de la laberíntica kafkiana, anunciando en el autor una vertiente subjetivista que no ha tenido continuación.

Esta novela, por sus características, no sólo permanece única dentro de la obra de Casaccia, sino inclusive dentro de la narrativa nacional. Como bien lo destaca Francisco Feito76 en su trabajo analítico de la obra de Casaccia, esta novela representa «un cambio de modelos literarios (en el autor) de una brusquedad sin precedentes». No se trata sólo de enfoques formales, sino sobre todo en lo que se refiere a la motivación. Del hombre enfrentado a la Naturaleza o enfrentado a la sociedad aún caótica y en formación77, Casaccia pasa al enfrentamiento del hombre consigo mismo, «en su autoanálisis más o menos exhaustivo»78. (Esta vertiente, ya formando parte de una urdimbre de curioso desarrollo, aparece en   —103→   Hijo de Hombre de Roa, para mostrarse de nuevo en una síntesis estructural extraordinaria que busca el «englobamiento» de esos problemas como indivisibles porciones de un todo, hombre-cosmos, en Yo el Supremo). Pero si Feito ve en el adolescente Mario un antecedente del Atilio de La Llaga, 1964, del mismo Casaccia, también es evidente que en las novelas anteriores, sucesivas, y a partir de La Babosa, 1952. Casaccia introduce esa urdimbre psicoanalítica en la trama de su acontecer, pero ya no haciéndola función individual, sino buscando sus interrelaciones, en un juego de apoyo múltiple, de más en más evidente de La Llaga a Los Exiliados, 1970, y finalmente a Los Herederos, 1975 (obras que caen ya, como las de Roa publicadas después de 1960, fuera de la órbita cronológica de este capítulo).

Ni Mario Pareda ni El Pozo tuvieron gran repercusión en el ambiente nacional. En el exterior, sólo fueron leídos por un público restringido; y el primero, ni aún en éstos llegó a ser muy conocido. En El Pozo, rechazado en los círculos nacionales, donde venía a contrastar en medida tan global con las «técnicas» y contenidos del cuento al uso, señala sin embargo la crítica exterior virtudes que conscientemente dirigidas y ampliadas, reforzarán el avance ya señalado anteriormente de Casaccia hacia una amplitud mayor de enfoques humanos y recursos literarios.

Con estas tres obras mencionadas, la narrativa nacional ensaya en esa década decisiva su actualización desde el exterior. El hecho perspectivista79 asienta así su evidencia en el desarrollo de esta literatura.



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La generación de 1940 y el grupo de 1940

Si Heriberto Fernández (1903-1927) director de la revista JUVENTUD, fallecido en París, había publicado LOS SONETOS A LA HERMANA, atisbo renovador no percibido a su hora; y si Facundo Recalde (1895-1968) había dado por la misma época una nota de reacción contra el sentimentalismo tópico, la guerra del Chaco dio oportunidad a otro poeta, éste de la generación de CRÓNICA, (aunque inactivo en ella) para iniciar, al calor de la hora, la articulación existencial de que tan necesitada estaba esta poesía.

Con el coraje cívico de Julio Correa (1890-1953) avanza, de 1932 a 1936, el despeje retórico ya iniciado por los poetas nombrados y algún otro, y se instala el hasta entonces desconocido contacto primero y directo con la realidad social.

Otro poeta de la generación de JUVENTUD, Herib Campos Cervera (1905-1953) sale del país, desterrado, a fines de la década del 20, y tiene ocasión de ponerse en contacto en Montevideo y Buenos Aires con la actividad literaria, bullente en esos años. Regresa al país en 1936 para tomar parte en el proceso vitalizador de los aspectos culturales.

Esta acción se cifra en el grupo LA PEÑA, que de 1936 a 1938 propugna la actualización de recursos y actividades teatrales, y organiza citas radiales en las cuales se dan a conocer poemas de escritores foráneos y paraguayos. En 1938 regresa Josefina Pla de Europa y se suma al grupo. Pero la situación política pone trabas a estas experiencias, llegando hasta la censura de los textos para la radio. LA PEÑA entra en receso.

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Alguno de los miembros de ella sin embargo (Roque Centurión Miranda y Josefina Pla) procuran continuar esa acción con PROAL (primero y hasta ahora único diario literario radial en el país) imprimiendo tono crítico al programa difusivo; dando a conocer poetas contemporáneos señeros españoles, ingleses, franceses, alemanes.

Campos Cervera y Josefina Pla publican en diarios y revistas locales poemas de cariz superrealista; sin hallar, por el momento mucho eco fuera de los cenáculos mencionados. Desaparecido en 1939 PROAL, todos los nombrados, a la par de algunos escritores extranjeros de paso por el país, se limitan a intercambiar durante algún tiempo sus experiencias a la espera de circunstancias más propicias a la acción cultural.

Tales son, brevemente resumidos, los precedentes o prolegómenos de la acción decisiva que desde 1940 imprimió a esta poesía un nuevo rumbo, y el momento en el que cabe hacer su aparición a una generación nueva.

Hacia 1940 hemos fijado por conveniencias de método la fecha tope para la aparición de la nueva generación de poetas, la que lógicamente debería seguir a la de JUVENTUD. Los jóvenes que surgen son pocos y en ellos los rasgos generacionales son nulos: ni siquiera los unifica, como a aquéllos, una mística de orden romántico. Trabajan solos, aislados entre sí y de las corrientes que desde 1920 modifican mundialmente la faz de la poesía. De la penosa desorientación sólo se salvan cuatro.

Estos jóvenes son Hugo Rodríguez Alcalá (1917), Augusto Roa Bastos (1918), Ezequiel González Alsina   —107→   (1918), Óscar Ferreiro (1922). Circunstancias plausibles aumentarán pasado el 50 este grupo con otro nombre, el de José Antonio Bilbao (1919). Dos llegan a darse a conocer antes de esa fecha (1940). Hugo Rodríguez Alcalá ha publicado ESTAMPAS DE LA GUERRA (1938); Augusto Roa Bastos se ha dado a conocer con EL RUISEÑOR Y LA AURORA, 1939, de corte clasicista y preceptivo.

En el grupo además, formaron otros, que aunque no poetas, funcionaron dentro de él positivamente de algún modo, y a los cuales, ausentes desde hace muchísimos años, no cabe olvidar; Bartolucci Tsugamori, Lolinari Laurín, Mariana Morínigo. Alguna vez habrá que decir la participación que el grupo tuvo en la fundación de la Escuela de Humanidades, embrión de la Facultad de Filosofía.

Son los poetas salvados de la dispersión general o frustración de la generación de JUVENTUD, unidos:

1.º a algunos otros de generaciones anteriores,

2.º a los pocos que forman la generación de 1940 propiamente dicha,

3.º a algún adelantado o heraldo de una promoción posterior,

los que promoverán alrededor de 1943 el cenáculo Vy'á Raity (Lugar o Rincón Alegre) en donde por vez primera ensaya cristalizar una paradójica conciencia generacional frente a los hechos universales que ingresan por fin en la corriente del pensamiento local y hallan sintonía en la crisis espiritual de estos poetas: el grupo de 1940.

Como se desprende de lo explicado, en este grupo sólo tienen lógica cabida (es decir, sólo pueden   —108→   considerarse miembros de él) aquellos que en un período perfectamente definido en sus coordenadas cronológicas y en sus circunstancias históricas y socioculturales tomaron a su cargo la renovación de los contenidos poéticos, es decir la actualización literaria en estructura y pensamiento.

No podrían figurar en él aquellos poetas que no tuvieron participación activa con la obra o la palabra en esa renovación, aunque fueron bastantes los frecuentadores del grupo, y algunos de ellos lograron actualizarse en fecha muy posterior, ya en virtud tardía de otras circunstancias.

Desde el punto de vista fundamental expresado, por tanto, sólo pueden considerarse componentes del grupo activo y generador Julio Correa, Herib Campos Cervera, Josefina Pla, Hugo Rodríguez Alcalá, Augusto Roa Bastos, Ezequiel González Alsina, Óscar Ferreiro y Elvio Romero.

Sólo a través de ellos realizó la poesía paraguaya en esos años (1940-1947) la búsqueda fervorosa de la contemporaneidad. La huella del esfuerzo del grupo por insertarse en la autenticidad de esa renovación puede ser perfectamente documentada en las publicaciones que entre los años 1940 y 1946 llenaron los diarios y revistas locales80, pero, característicamente, las «Páginas de los Jueves» de EL PAÍS.

Como se ha podido observar, y como desde luego hizo constar hace tiempo Walter Wey81 esta lírica no tuvo oportunidad de pasar por las experiencias extremas que en otras literaturas sirvieron de previo ejercicio para la decantación neorromántica y neohumanista. Y esto se refleja en más de un caso en el laborioso proceso de cada poeta en pos de una propia configuración formal.

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El esfuerzo de esos poetas por insertarse en el cuadro de lo contemporáneo, buscando la identificación del hombre del ámbito con el hombre universal en crisis, o por lo menos su caracterización auténtica a través de sus constantes íntimas, no ha sido apreciado críticamente todavía en sus exactas dimensiones.

¿Qué harán esos poetas en quienes la conciencia misional y solidaria entrañablemente sintonizada en poetas como Rilke, Dylan Thomas, Spender, alcanza la medida necesaria para cualquier responsabilidad, en tanto la conciencia de su propia dimensión sólo penosamente integra sus coordenadas? Aparte los problemas subsidiarios que supone el despojo de preconceptos, preceptivas y tópicos, y a los que ya se ha aludido.

Alguna vez valdrá la pena analizar a fondo la angustia que para esta poesía representó, entre otras circunstancias, el vacío de etapas previas; la ausencia, en su trayectoria, de la experiencia penitencial de los ismos. Ningún ejercicio de los extremismos poéticos había contribuido localmente a la revisión de los cauces expresivos, al reajuste de las estructuras lingüístico-poéticas; salvo en los ensayos neosimbolistas o surrealistas de algunos de ellos en la etapa previa 1935-1940.

Favorece sin embargo por otro lado la ascensión de estos poetas la apertura que, después de 1940, y coincidiendo con la Segunda Guerra Mundial, se efectúa hacia otros ambientes literarios.

Así como en la Primera Guerra Mundial el Paraguay había permanecido a la orilla de los acontecimientos, asistiendo a su desarrollo como a un racconto remoto, ahora la atmósfera de angustia universal   —110→   llega, aunque amortiguada por la distancia, hasta él. Es lógico, ya que instaladas nuevas formas de comunicación, como la radio, no queda ahora país, por recoleta que sea su geografía, que pueda evadirse a la solidaridad con los hechos mundiales, a nivel, no ya de mesa de café (especulación estratégica o toma de partido) sino de conciencia de humanidad. (Quizá pudiera decirse que a través de los poetas de ese período el Paraguay ha vivido su más alto momento de comunión con los destinos humanos).

A favor de la circunstancia universal, el Paraguay pasa ya a ser pieza en el juego de intereses internacionales; y ello tiene su reflejo en los demás aspectos económicos, sociales y culturales. Instituciones extranjeras (norteamericanas, inglesas, francesas) alguna existente ya, otras de nueva fundación, se preocupan por establecer puentes de comunicación con sus respectivas culturas: abren salones para conferencias, cursos de literatura, fundan bibliotecas, etc.

Los grandes poetas y novelistas contemporáneos empiezan a llegar, aunque no todos, al medio. Se lee a Walt Whitman82, a Rilke, a Joyce, a Virginia Woolf, a Hernández, a Dylan Thomas, a Lorca, a Valéry: se dan conferencias sobre estos mismos novelistas o escritores. Al grupo del 40 se debe la atmósfera que propició la apertura de las primeras librerías de tono realmente literario en Asunción: SALAZAR, de   —111→   Sánchez Quell y Sánchez; INDIA, de Ernesto Báez y Araujo.

A su conocimiento de las formas poéticas en vigencia, estos poetas añadían un acendrado sentido vocacional y misional. Para ellos la poesía no era ya un slogan romántico, una manifestación dilettante, sino función trascendente, preocupación y ocupación definidora, justificación vital.

La deuda con la expresión auténtica, demorada pesa sin embargo sobre estos poetas, y los enfrenta a serias cuestiones ante el hecho expresivo. Se impone a esta poesía el paso desde las formas atenuadas de un posmodernismo confidencial o eglógico, o desde la protesta directa, a las formas estilladas o en fusión de una lírica capaz de contener toda la complejidad y violencia del instante humano individual y colectivo. Y en esto radica el problema.

En cada uno de esos poetas sufre el hombre de la hora, abocado a la empresa testimonial de los valores eternos del espíritu. Pero al propio tiempo les resulta difícil desprenderse de la vieja piel romántica, del tatuaje temático. Por otra parte, sienten la pesadumbre del hombre de la tierra, que reclama su epifanía tanto tiempo postergada; que se yergue pidiendo prioridad para su redención.

Dos corrientes se formulan desde el principio en esta poesía. La introversa, buceadora de la intimidad profunda. La extroversa de solidaridad humana que trata de captar la onda del destino o misión común del hombre. Ésta a su vez se bifurca: surge el cauce de la simple y conmovida projimidad y el que acuña sus anhelos solidarios en el troquel del compromiso ideológico. Pertenecen en general al primer cauce Herib   —112→   Campos Cervera, Augusto Roa Bastos y Elvio Romero; al segundo los demás.

Campos Cervera es entre todos estos poetas el que ha alcanzado rango representativo para las generaciones posteriores.

No fue un poeta prolífico. Publica CENIZA REDIMIDA en 1950. Este libro abarca, si no toda su producción por lo menos lo principal de ella. Ya en él pueden observarse fácilmente los dos niveles o corrientes señalados. Al principio su poesía es profundamente agonística, traspasada por la angustia del ser para la muerte. Luego de la segunda catástrofe mundial, los viajes a los yerbales, la guerra civil de 1947, con sus episodios fratricidas, coinciden para remover en él los estratos, siempre a flor de espíritu, de projimidad y solidaridad; y escribe sucesivamente sobre las ciudades liberadas, el hachero y el mensú, los compañeros anónimos o no, sacrificados.

Salido para el destierro en 1947, trabaja en Buenos Aires, entre otras actividades83 y allí aparece su único libro, poco antes de su muerte.

Se le atribuye la afirmación de que «toda poesía debe servir». Frase un tanto ambigua, que ha sido interpretada de diversas maneras, hasta hacerla coincidir inclusive con el compromiso ideológico. Pero del conjunto de su obra -donde la poesía de acento protestatario es lo más superficial y menos valioso; y también lo más retórico- se desprende otro sentido. Para Herib, la poesía debe servir siempre en cuanto a través de ella se realiza la liberación del ser: el del poeta en primera instancia, ya que en la poesía no libera al poeta intrínsecamente tampoco podrá liberar a otros hombres. Y el hombre liberado en la poesía debe antes ser el Hombre, con mayúsculas;   —113→   no el hombre rotulado de acuerdo a postulados ideológicos o partidistas84.

Ello no implica la negación de la existencia de otras escalas poéticas dedicadas a esa postulación. Sólo cuestiona categóricamente los términos toda poesía, que en sí mismas aparejan la limitación ab ovo de la creación. Su riqueza metafórica, su lujo verbal, ya señalado por Walter Wey85 han impedido sin embargo a los poemas de Herib adquirir relieve popular.

El más conocido de todos y desde luego el más valioso quizá, y que siendo uno de los últimos anticipa la entrada del poeta en una nueva fase que la muere impidió madurar es UN PUÑADO DE TIERRA, biografía lírica del hombre arrancado a su terrón y conciliado luego con su destino, porque donde quiera el hombre va, «la patria camina con sus huesos».

Campos Cervera ha tenido seguidores que sólo han investido la motivación, sin alcanzar la profunda resonancia, precisamente a causa de la arbitraria interpretación dada a su poesía, y ya citada.

Augusto Roa Bastos, que se inicia en un acento solidario de clara raíz humana, reviste luego la más cara agonística, y a través de ella nos da algunos de los más herméticos poemas de esta cosecha. Sólo en 1960 se recogen algunos de sus versos en un cuaderno EL NARANJAL ARDIENTE donde a su vez pueden hallarse algunos de los más bellos sonetos de esta literatura.

Elvio Romero ha publicado entre otros volúmenes, DÍAS ROTURADOS, 1948; RESOLES ÁRIDOS, 1950; DESPIERTEN LAS FOGATAS, 1953; EL SOL BAJO LAS RAÍCES, 1956; DE CARA AL CORAZÓN,   —114→   1961; MIGRACIONES, 1964; ESTA GUITARRA DURA, 1967 y sus últimos y bellísimos DESTIERRO Y ATARDECER y EL VIEJO FUEGO, verdaderos hitos de nuestra lírica. Sus poemas corren por dos cauces paralelos; el primero el del compromiso ideológico en el cual la serie de libros ha llegado quizá a la cristalización de una retórica personal, rota a veces por estallidos denunciatorios y personalistas; y el cauce de la intimidad donde se revela libremente, paradójicamente, la dimensión auténtica del poeta.

Dueño de un oficio rotundo y seguro, en estos últimos poemas alcanza positiva hondura y emotividad. Es indudablemente entre todos los poetas paraguayos el que ha alcanzado mayor resonancia internacional. Elvio Romero pertenece por su edad a la generación de 1950; pero su frecuentación temprana en el grupo del 40, su aparición asimismo precoz en las páginas literarias -1943- hace que se lo adscriba a este grupo en vez de al siguiente, del cual sería afortunado avant-coureur.

Hugo Rodríguez Alcalá, publicó o leyó de 1940 a 1945 algunos poemas ya encauzados dentro de una más clara visión de los propios recursos y sensibilidad; Walter Wey le adjudicó por ellos el título de «primer poeta imaginista paraguayo». Se trasladó en 1945 a Norteamérica, y a partir de esa fecha se dedica a la docencia. Pareció así abandonar la poesía; y en efecto la abandonó durante bastantes años; pero en 1960 da a estampa una colección de poemas cortos: ABRIL QUE CRUZA EL MUNDO, cuya inspiración arraiga en el ámbito de los matices delicados y fugaces en 1968 publica LA DICHA APENAS DICHA, en la cual se acendran exquisitamente las cualidades aparentes en el anterior poemario. Más tarde   —115→   ha publicado LA SOMBRA DEL ALJIBE y LA PARRA, variaciones de esa misma poesía visional (no visionaria) y crepuscular, que bien cupiera bajo el título genérico de «la búsqueda del tiempo perdido» si toda poesía no fuese eso mismo: «tiempo recuperado». En los últimos poemas, parece haber vuelto a las vivencias líricas de su primer libro ESTAMPAS DE LA GUERRA, bien que ahora en un sentido más heroico o épico.

González Alsina, fino poeta de amor, auténticamente caudaloso, no ha editado nada, lo cual es muy sensible. La musa erótica, en esta literatura, adolece salvo raras excepciones, de seco naturalismo, tediosa retórica o farragoso artificio: González Alsina le dio profundidad y auténtica palpitación de espiritual vivencia.

Óscar Ferreiro, único del grupo que persiste en su huella inicial signada por sus juveniles traducciones de Rimbaud, no ha editado nada, salvo un brevísimo compendio de su labor86 y que por su brevedad apenas puede considerarse representativo de una valiosa producción dispersa en diarios y revistas y sobre todo inédita a lo largo de casi 40 años.

El ineditismo, o el editismo tardío, patente en las fechas -con la excepción de Elvio Romero- signa a estos poetas, como a anteriores promociones. Es cierto que este grupo, si bien no se hace patente en libros, deja su huella, persistente y continuada durante años en las páginas culturales de los jueves de EL PAÍS y en su acción incesante prédica personal o discusión colectiva en todas las ocasiones de encuentro con las jóvenes generaciones e inclusive en la cátedra.

Alejados del país, su obra de allí en adelante experimenta la acción de ese factor importante ya señalado:   —116→   del perspectivismo. Estos poetas -Campos Cervera, Roa Bastos, Romero- pueden llamarse los del destierro. Dispersados y consagrados al exterior a raíz de la guerra civil del 47, ya no han regresado a la patria. Campos Cervera falleció en el exilio.

La obra de estos escritores pues se decanta, se realiza o se publica en el exterior; lo cual sin duda destruye la posibilidad de una acción o influencia inmediata y sostenida sobre las generaciones que van surgiendo, y abre un hiato en la continuidad local de la influencia creativa. En efecto, los poetas de esta generación, con la excepción de una o dos poetisas, no han publicado obra hasta 1963, cuando ya se había manifestado édita la generación de 1960; y algunos de ellos, y de los mejores, no lo han hecho hasta 1979. Sin embargo, desde afuera continúan con su labor y con sus actitudes personales asentando premisas en medida hasta ahora no bien apreciada pero insólita en esta literatura.

Al margen del grupo, experimentando sin duda la influencia de los poetas comprometidos, se actualiza Manuel Verón de Astrada (1903), ya nombrado; continuador del cauce protestatario87.

José Antonio Bilbao, quien cultiva por esos años una poesía tradicional y académica en sus eglógicas CLARO ARROBO, 1946, y VERDE UMBRAL, 1954, «hace pie en la reciente poesía hispánica»88 en LA ESTRELLA Y LA ESPIGA, 1959 (después de un viaje a España) y alcanza personal y fina calificación poética en LA SAETA EN EL ARCO, 1968 y poemarios posteriores.

Hipólito Sánchez Quell, que en su Librería Salazar dio cauce inicial a la actuación bibliográfica, publicó en 1970 su MINUTO FUGITIVO.

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Al grupo del 40 se debe asimismo la dignificación de la misión poética, la creación de un ambiente de respeto hacia las manifestaciones literarias hasta entonces desconocida. Los poetas del 40 jerarquizaron el quehacer lírico. Hasta entonces el poeta había sido un poco juglar y otro poco panegirista gratuito. Los poetas del 40 le devolvieron la dignidad esencial. El quehacer poético con ellos ascendió a su rango cabal dentro del cuadro de las preocupaciones del espíritu; a su papel sacramental de fundación del hombre por la palabra. El grupo desbrozó el camino por el cual podrían ya explayarse en un medio más consciente del valor vocacional y el rango humano social del poeta, las siguientes generaciones.

No fue el del 40 como hemos visto un movimiento generacional, en cuanto éste supone coetaneidad; tampoco la formación básica literaria y vivencial de sus componentes fue homogénea: algunos quizá estuvieron aún más alejados entre sí, por lo que a esa formación se refiere, que por las coordenadas temporales. Ni nació su nucleación de una concreta elaborada coincidencia en un credo estético dado. No existió un programa explícito de acción. El grupo jamás formuló manifiesto alguno: su línea de pensamiento hay que reconstruirla a través de sus poemas, conferencias y ensayos; de actos como el que bajo el título «Sobre la poesía y lo poético: un acto de enclaustramiento cultural» se celebró el 5 de julio de 1946.

No tuvieron revista; pero sí dispusieron del Suplemento de EL PAÍS, donde cada jueves aparecían sus ensayos, comentarios, poemas y cuentos, mostrando lo que podía ser el suplemento cultural de su diario en manos de auténtica gente de letras.

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Su unidad y coherencia fueron pues sólo el resultado simple de una conciencia unánime: la necesidad de renovarse. Necesidad que surgida y expresada por los poetas mayores halló exacta sintonía en las indefinidas inquietudes de los más jóvenes, ejerciendo en ellas función catalítica.

La acción de los poetas del 40 se hizo visible a niveles críticamente distintos; pero el fundamental fue el ético: aquel en el cual el hombre identifica palabra con vivencia y no usa sino aquellas que han recibido el bautismo inequívoco de sus fuegos interiores.

Si un slogan, pudiera atribuírsele al grupo, éste sería: vivir plenamente su tiempo en la angustia, la responsabilidad, la solidaridad. Por eso, a pesar de todos los obstáculos, y malogrado las muertes tempranas y las defecciones, cumplen su misión de testigos, cubren una época y dejan una obra personal y nutrida de valores humanos.



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Las promociones de 1950 a 1960

Alrededor de 1950 surge la nueva promoción, agrupada en dos constelaciones, conocidas en el ambiente y ya en el consenso general como de la Facultad de Filosofía y de la Academia Universitaria, o grupo del San José.

Favorecen la aparición y ascensión de estos grupos, y tienen decisiva influencia, especialmente en el grupo de la Facultad de Filosofía, varias circunstancias, inclusive algunas históricamente penosas.

Por una parte, la labor fervorosa e intensa del grupo del 40, que no sólo se ahínca en la renovación de las formas como resultancia de una «revaluación del ser», sino que también y como consecuencia lógica, impone una revisión de valores de la propia personalidad del poeta, dignificando su posición en la sociedad como fundador de módulos espirituales.

Por otra, las proyecciones, no sólo de la guerra mundial segunda (ya comentadas en su relación con la trayectoria del grupo del 40; pero que, por razones temporales, afectan a esta otra generación más intelectual que emotivamente) sino también las de la creciente complicación de la trama de la historia internacional, con cuyo ambiente estas generaciones van poco a poco sintiéndose solidarias humanísticamente.

Esas proyecciones por lo demás, prosiguen la lenta pero positiva apertura iniciada en 1940. Hechos e ideas circulan por cauces más amplia y lógicamente articulados, merced a los canales que siguen abriéndose mediante un intercambio de la actualidad literaria cada vez mayor a través de la prensa, revistas, radio, etc.; de las librerías, que se multiplican (aunque no   —120→   con la necesaria amplitud y variedad de catálogo). La revista literaria89 ALCOR, dirigida por Rubén Bareiro Saguier, en mucho ha contribuido a la difusión y a la apertura mencionadas, al alcanzar auténtico vuelo internacional entre los años 55 y 66, con colaboraciones extranjeras de categoría. (Su trayectoria posterior hasta el 71 fue muy discontinua).

Por último, la dolorosa experiencia de la guerra civil (1947) ha dado margen a vivencias de orden diverso que no tardarían en rendir fruto, positivo o negativo, en todos los órdenes vitales.

Ella ha privado a los jóvenes poetas del apoyo que habría supuesto la presencia activa de los poetas mayores; y si el exilio de éstos es como un estímulo al testimonio, por otra parte disminuye los puntos de referencia directos; porque esos poetas -salvo Elvio Romero- no han publicado todavía libros (Elvio Romero publica su primer poemario en el exterior, en 1948; Herib Campos Cervera publicará el suyo igualmente fuera del país, en 1950). Sin embargo, la semilla está echada, y los «nuevos» continuarán la vocación de contemporaneidad.

Esta generación pues -podemos considerarla así, aunque en ella no todos los rasgos propios de tal se encuentren parejamente acusados- ha hecho sin duda emotivamente sus ídolos de los poetas combativos de 1940; pero, en realidad, pocos han seguido el rumbo señalado por aquéllos. Los más han elegido de preferencia la primera corriente, la confesional o confidencial.

Ella prima en la orientación original del grupo del San José. En la ascensión lírica de estos jóvenes ha tenido decisivo papel guía el sacerdote y poeta padre   —121→   César Alonso de las Heras90; español; esta última circunstancia lógicamente se ha reflejado en las modulaciones formales de más de uno de estos jóvenes. Son casi todos nacidos entre 1927 y 1932 (el precursor de esta generación, como se ha visto, fue Elvio Romero). Muchos poetas de este grupo dejan entrever ampliamente esas espirituales y formales vinculaciones con los poetas españoles de la generación del 27; y, eventualmente, con otros anteriores, como Antonio Machado.

La promoción de la Facultad de Filosofía ofrece, merced a su misma formación, al margen de un foco irradiante personal un mayor eclecticismo en sus temas y por supuesto en sus contactos iniciáticos.

Actualmente, casi todos estos poetas se encuentran en plena madurez; pero la mayoría se han hecho éditos con bastante retraso. Quizá la posibilidad de publicar en ALCOR abierta durante muchos años, disminuyó el estímulo a la aventura del libro. En rigor, todos publican su primer título después que los de la generación siguiente (la de 1960).

Ramiro Domínguez (1929) juntamente con José María Gómez Sanjurjo (1930), Ricardo Mazó (1927) y José Luis Appleyard (1927) habían publicado, es cierto, una breve compilación: Academia Universitaria, Poesía, en 1953. Pero hasta diez años después, ninguno aventura un poemario de firma individual. Varios de ellos no lo hicieron sino en ediciones mínimas (5, 10 poemas) en 1977. La definitiva cristalización en libro, para algunos de los más importantes, se realiza sólo en 1979-80. Lo cual lógicamente contribuye a la dislocación, en más de un caso, de los esquemas crítico-temporales.

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La poesía de Ramiro Domínguez (1929) denuncia temprana y profundas impregnaciones bíblicas y clásicas: Zumos, 1962, Salmos a deshora, 1963, Ditirambos para coro y flauta, 1964, poemas de amarga «confidencia en voz alta». Las 4 fases del Luisón, 1967, Los casos de Perú Rimá, 1969, son los poemarios representativos de una segunda etapa en la cual da primacía a temas de la tierra; llevando adelante esta vertiente, ha publicado también poemarios en vernáculo (Mboi yaguá, 1973). En este poeta confluyen corrientes espirituales diversas y contradictorias cuya amalgama da por resultado una sugestiva personalidad poética: es, en palabras de Rodríguez Alcalá, «sombrío y alegre, trágico y humorista»91.

José Luis Appleyard ha dado a la imprenta Entonces era siempre, 1963, y El sauce permanece y Tres motivos, 1965. Sus poemas de fina transparencia, apoyados en la austeridad de una armadura clásica, glosan el «tiempo perdido»; se caracterizan, en palabras de Francisco Pérez Maricevich, «por su diestro manejo de las estructuras lingüístico-poéticas» y con ellos se hace sutil angustia «el sinsentido de la existencia». En sus últimos poemas, de próxima edición, se hace de más en más penetrante la atmósfera de consumación temporal.

Ricardo Mazó publicó en 1971 su primer poemario, mínimamente trascendido al público por haber sido destruida casi en su totalidad la edición (la quemó el propio autor, en un simulacro de happening). La Librería Liquen lanzó, mecanografiada, una breve colección de poemas de este autor, en 1977, que trasuntan una voluntad de precisión y nitidez expresiva en una desengañada pero no melancólica visión del mundo.

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José María Gómez Sanjurjo, de clarificado lenguaje, gran musicalidad y finura evocativa, es, con Appleyard y Mazó, aquél en quien se muestra más evidente la huella de la generación hispánica del 27. Tampoco de él existe hasta 1977 otra referencia édita que un corto poemario editado en mimeógrafo: en 1978 publica su primer libro, Poemas, seguido en 1979 de otro. Otros poemas y una elegía, libros ambos que autorizarían para este autor la calificación de «poeta de la transparencia».

Otro poeta del grupo, Gustavo Gatti (1927) es autor de Livia, 1967, diáfanos poemas del amor conyugal.

La característica general de esta promoción es, pues como se deduce de esta breve enumeración, lo confidencial, lo íntimo, lo amoroso, lo evocativo; con distintos matices que van de lo tierno a lo irónico, de lo analítico a lo nostálgico. La única excepción la constituye, en sus últimos poemarios, Ramiro Domínguez, mencionado. Un intento de verticalidad es decir, de contacto con la angustia inmanente se da en los primeros poemarios de Ramiro Domínguez y en muchos de los poemas de José Luis Appleyard.

Hasta aquí los miembros del grupo de la Academia Universitaria. Siguen los del grupo de la Facultad de Filosofía.

A Elsa Wiezell (1927) corresponde en rigor abrir la lista de estos poetas de demorada presentación édita. Su primer libro Poemas de un mundo en brumas, aparece en 1950. Desde entonces publica con regularidad realmente extraordinaria en nuestro medio poético más de veinte poemarios en los que traza, con algunas alternativas, el sostenido proceso de cristalización   —124→   de sus iniciales módulos. Una poesía donde la asociación, yuxtaposición o contraste de imágenes al parecer inconexas busca hacer surgir un estado de ánimo, una intuición en ocasiones un destello metafísico. Tronco al cielo, 1960, Tiempo de amar, 1965, Temblor de acacias, 1966, Mensajes para hombres nuevos, 1966, La cosecha del viento norte, 1974, son quizá sus mejores poemarios. Esta asiduidad en el quehacer poético no es por cierto imitada por sus compañeros de promoción.

A ésta pertenece también Ester de Izaguirre (1924) paraguaya pero radicada en Buenos Aires hace ya muchos años, y cuya obra, que la colocaría en primer lugar entre las poetisas nacionales, cae ya en el ámbito argentino.

Rodrigo Díaz-Pérez (1924) residente en Estados Unidos desde hace muchos años como miembro del Cuerpo Médico del Annapolis Hospital de Wayne, Michigan (Director de Laboratorios) escribió poesía desde muy joven, pero sólo en los últimos años ha dado a edición sus poemas publicando en pocos años Astillas de sol, 1971, El minuto de cristal, 1969, Los poros del viento, 1970, Playas del sur, 1974, Iterum, 1979, donde trasciende delicada y coloridamente la congoja recóndita del exilio, en un crescendo clarificador de los recursos expresivos.

Rubén Bareiro Saguier (1930) fundador de la revista ALCOR, de tan efectivo papel en el desenvolvimiento de las formas literarias de esos años, al favorecer «la vinculación efectiva de nuestras letras con los otros medios latinoamericanos»; actualmente catedrático universitario en Francia, ha publicado Biografía de ausente, 1964, donde maneja expertamente módulos   —125→   acumulativos; y, recientemente La víbora de la mar, delicado poemario donde la forma deliberada mente elegida reúne, los rasgos de los «hai-kai» a otros rasgos orientales más próximos a la intuición hispánica.

Carlos Villagra Marsal (1932) y Luis María Martínez (1933) formarían el límite superior de esa generación. Son los dos únicos en los cuales se manifiesta la vena de protesta; esporádica, en el primero; definida claramente en el último, cuyos libros trasuntan un inicial, nunca apagado, fervor por Elvio Romero. Ráfagas de la tierra, 1961, El jazmín azorado, 1969, Arder es la palabra, Desde abajo es el viento, 1970, Clarea el firmamento (sin fecha) son sus títulos más representativos.

Villagra Marsal ha permanecido en rigor inédito hasta 1977, cuando se publican mimeografiados algunos poemas suyos, apenas los suficientes para poder apreciar los rasgos que hacen de él uno de los más definidos poetas de esta generación. Su poesía de clara y penetrante palabra, se concreta por fin en libro en 1979; Guarania del desvelado; reúne prácticamente toda su producción.

Al margen de las citadas promociones cuya obra ofrece, en virtud de los hechos brevemente apuntados, rasgos generacionales, se anotan otros poetas de actuación discontinua o anclada en un libro primerizo como Jesús Amado Recalde (1922) en Siembra sonora, 1950, Santiago Dimas Aranda (1924) Metal es la fragancia, 1973, Mario Halley Mora (1924) dio en 1967 Piel adentro donde palpita una angustia existencial de interesante retiñir, a la que el autor no ha dado continuación.



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La novela desde 1950 a 1960 y sus prolongaciones


a) En el país


La narrativa de la tierra

Al terminar la década y como respuesta a la solicitación de las inquietudes actualizadoras desde el exterior, se inicia dentro del país la era de la narrativa de intención social o analítica, que lucha desde el comienzo con las inhibiciones múltiples ya indicadas.

De 1949, al filo de la nueva década, es Del surco guaraní, de Juan F. Bazán (1900). Estructura y estilo adolecen en evidentes deficiencias; persiste en los personajes el ingenuismo psicológico que los distribuye en buenos y malos, con reacciones elementales; pero el conocimiento de primera mano del ambiente permite asignar a Bazán el puesto de precursor de la novela de la tierra. Ciertos rasgos de esta obra hacen pensar, vagamente, en La tierra es ancha y ajena de Ciro Alegría.

Polen al viento colección de cuentos publicados en 1975 no representa avance alguno sobre la novela mencionada, ni en concepción ni en estilo. En 1975 publica Juan F. Bazán la que es hasta ahora su última obra, El valle de las tormentas, posiblemente escrita años antes, ya que repite y no supera los esquemas conceptivos y formales de Del surco guaraní, aparecido más de un cuarto de siglo antes.

En 1951 ve la luz en México La raíz errante de Natalicio González (1895-...) que se coloca en la   —128→   misma línea de Tava-í (aparecido diez años atrás) al diseñar al hombre contra un fondo exhaustivo y ambiente tradicional y folklórico, aunque difiere desde el comienzo en su intención, sobre todo al darnos al final el cuadro de los yerbales con su inhumano repertorio de trabajo forzado, abuso y crimen. Su evidente propósito de diseñar un panorama total del vivir del hombre paraguayo enraizado en la tierra por la tradición, desarraigado de ella por un sistema ajeno a su espíritu e idiosincrasia (no debemos olvidar la vocación sociológica y etnocentrista del autor) colocaría esta obra en el casillero nativista, a no ser por su evidente intencionalidad de protesta social. El planeado realismo pierde relieve bajo la horizontalidad descriptiva, donde la prolijidad del detalle objetivo prima sobre lo humano.

Reinaldo Martínez (1908) tras algún ensayo poco feliz, reincide en 1957 con Juan Bareiro, novela. Escrita en primera persona (el protagonista es un peón de estancia elevado por azar a un superior nivel cultural y no es difícil percibir en él reminiscencias de algún personaje de Güiraldes) describe el ambiente campesino con sencillez y no sin cierta soltura realista, aunadas a rasgos humorísticos apreciables, por lo mismo que no son frecuentes en esta literatura. En Reinaldo Martínez, como en Bazán, podríamos, incidentalmente, ver a dos representantes de la generación de JUVENTUD pertenecientes respectivamente a los niveles inferior y superior de la misma, que han permanecido inertes al llamado en su momento debido, y se manifiestan tardíamente estimulados por determinadas circunstancias.

Con retraso considerable también acude a la cita   —129→   Jorge R. Ritter (1914-1976) quien publicó en 1964 El pecho y la espalda en la cual la trayectoria de un médico novel destinado al interior del país le da ocasión a presentar el drama angustioso del desamparo campesino. Pero la fecha de su aparición, impide darle un lugar acá.




Exotismo americano. Novela histórica. Novela poética

En 1951 publica su Río Lunado, colección de leyendas, Concepción Leyes de Chaves, ya mencionada. La obra entra de lleno en lo que se ha dado en llamar exotismo americano, del que ya había dado algún anticipo Natalicio González desde 1922 y especialmente en la revista Guarania, de 1933 a 1936. Inclusive se hallan conatos anteriores, no mencionados, porque su valor literario es poco apreciable, aunque pueden aportar cierto valor documental.

La novela histórica apenas si ha tenido cultores en este país, de crónica, sin embargo, tan agitada y rica. Después de Huerta de odios, mencionada, sólo, se anota en esta línea Madame Lynch, 1956, de Concepción Leyes de Chaves. Es una biografía novelada de la hermosa irlandesa compañera de Francisco Solano López. Posee innegable unidad en su plan y reconstruye con sabrosura una época. Se ha objetado la veracidad histórica de algunos detalles, pero tal vez se ha olvidado, al hacer estos reparos las licencias permitidas al novelador. La figura de Elisa Lynch está dibujada con evidente simpatía, que el lector comparte, aunque ese entusiasmo se apoye ocasionalmente en recursos más emocionales que literarios: por ejemplo,   —130→   al denigrar a la rival de Elisa, Pancha Garmendia, para destacar más la figura de la primera.

En Mancuello y la perdiz, de Carlos Villagra Marsal (1932) premiada en el segundo concurso de narrativa La Tribuna, 1966, lo folklórico imbrica sus elementos mágicos con la realidad con indudable acierto poético y recreador de un clima propio. Es la única pieza novelística -es más bien un cuento largo- de esas características dentro de nuestra narrativa y también dentro de la obra del autor, que no ha reincidido en una vertiente en la cual le prometía amplio éxito su temperamento creativo.




Novela de ciudad. Novela psicológica y social

La novela de ciudad no ha tenido hasta ahora presencia apreciable cuantitativamente en esta narrativa. Como un despunte del género podría considerarse Huerta de odios, 1944, ya citada, si el cariz evocativo pronunciado no la colocase más bien en la línea histórica.

En lo que respecta a Mario Pareda, nuestra hasta ahora única novela psicológica, el protagonista es un capitalino, aunque el ámbito de su acontecer es el campo; pero el medio en esta novela carece de importancia ante la expansión espiritual del personaje, y este predominio del hecho interior sitúa la novela en la línea mencionada.

En 1952 José María Rivarola Matto (1917) publica Follaje en los ojos, subtitulada «Los confinados en el Alto Paraná». La novela se construye en torno a las vicisitudes de un hombre de ciudad que sólo   —131→   eventualmente se halla en los yerbales. La pendulación espiritual del personaje entre la mujer del pueblo, inculta, pera dispuesta a todos los sacrificios, y la mujer de ciudad, capaz de sutilezas y matices, pero difícil de dominar, podría bien ser un símbolo de la pendulación del hombre paraguayo entre la ansiedad de formas vitales nuevas y la gravitación poderosa de las fuerzas tradicionales. Escrita en un moderado realismo, en un lenguaje sobrio reacio a las fáciles idealizaciones, Follaje en los ojos que se colorea por momentos de matices costumbristas y en otros roza cuestiones de pungencia social, es sin embargo todavía una novela de conclusión moralizante.

Rivarola Matto es autor de unas breves y agudas evocaciones de la llamada belle époque en sus modalidades locales. Apuntes a vuelapluma que sin embargo encierran en su fuerza descriptiva, certeza y humorística más valores de lo que su propio autor pensó al describirlos y que quizá valiera la pena verlos realizados en libro. Esta forma expresiva, que aplicada al teatro le ha producido escenas de logrado ritmo farsesco92 no ha sido desarrollado por Rivarola Matto en la novela donde sin duda hallaría campo eficaz.

Mención especial en el concurso LA TRIBUNA 1965 mereció La quema de Judas, novela corta de Mario Halley Mora, novela apreciable por su construcción a la vez sencilla y significativa y su humana intención.






b) En el exterior

Siempre en el exterior, Casaccia Bibolini nos da en 1952 La Babosa; por fin la novela sin protagonista,   —132→   a pesar de su título y a pesar de la importancia que en ella asume el personaje así llamado. El sujeto en ella es el espíritu de un medio y de un instante político, social y cultural. El ambiente elegido es el de un pueblo relativamente cercano a Asunción: es un pueblo de veraneo, lo cual le permite enfrentar y conjugar en un mismo medio las distintas clases sociales. El acierto analítico de la psicología de frustración es indudable.

En La Babosa se instala por primera vez en la novela local el tiempo como protagonista invisible y esencial. «Su estructura cronológica, dice el crítico Feito, es lineal: los acontecimientos se desarrollan con lentitud tediosa, y al final de la novela pudo muy bien haber sido sustituido por el comienzo sin que cambiase para nada lo esencial de la anécdota. El procedimiento sirve para crear la impresión de que en el Paraguay el tiempo no existe: pasado, presente y futuro están condenados a permanecer unidos en una masa estática, inmutable, sin esperanzas»93.

En la atmósfera aún psicológicamente rarificada de la narrativa nacional, los personajes antitópicos de La Babosa cayeron pesadamente con el peso tremendo de su recién adquirida presencia agonística. No es de extrañar que esta obra provocara furibundas diatribas locales. Las compensó la crítica extrafronteras, cuya atención refluyó favorablemente sobre las letras paraguayas. Pero la pluma de Casaccia como quería Barrett, «se había hundido hasta el mango» y no se lo han perdonado todavía; máxime cuanto que posteriores novelas no han rectificado ciertamente aquel primer diseño.

Con La Babosa se instala definitivamente en la   —133→   novela nacional lo psicológico imbricado en lo social. Como se ha dicho, también en esta obra los personajes, aunque tienen por escenario un pueblo son casi todos procedentes del ambiente capitalino. Esta ambigüedad repetida refleja quizá entre otras cosas la ausencia de una definida caracterización de clases, en esta estructura social donde la cultura desciende lentamente desde una reducida élite a los estratos medios. Con esta novela la de Rivarola Matto, Follaje en los ojos, y el volumen de cuentos El trueno entre las hojas, de Roa Bastos, aparecidas todas tres en el término de pocos meses (las tres en el exterior) se instala la modernidad en la novela paraguaya.

En 1964 publica Casaccia una nueva novela, ésta de protagonista: La Llaga, que obtuvo el premio de ese año de la Editora Kraft de Buenos Aires. En esta novela que acaso podría calificarse de corta, o cuento largo, hacen confluencia las dos corrientes de Casaccia: la social y la psicológica: el adolescente Alipio es una víctima de sus propios complejos, pero a la vez agente del proceso sórdido que en torno suyo gestan, en turbio caldo lo social y lo político. Sumamente sugestiva no obstante, y digna de un meditado estudio (ya el crítico Francisco Feito lo ha insinuado en su trabajo) resulta la unidad profunda que hace de las novelas de Casaccia mencionadas y las que las siguen, agrupadas aquí bajo rótulos temáticos, un análisis, en planos sucesivos, de más en más penetrantes, de lo profundo paraguayo, de su subconsciente histórico, de la lucha de las fuerzas que en la oscuridad pugnan por definir su perfil colectivo.

Dentro de lo social -quizá sería mejor decir sociosicológico- entra la última novela de Casaccia:   —134→   Los Herederos, 1975, de la cual se habla en el apartado final.

De 1969 es Yvy Yara de Juan Bautista Rivarola, residente en Buenos Aires, intento de situar al hombre paraguayo en su dintorno, dando papel esencial en su devenir sicológico al «espíritu de la tierra».

Al filo de lo social quedan los relatos de Carlos Garcete (1922) La muerte tiene color, 1957; por primera vez hallamos en esta literatura la relación madre-hijo con acento de dramático desgarramiento94.


La novela del destierro

En 1968 se publica en Buenos Aires Los Exiliados, novela de Casaccia, donde culminan las virtudes y virtualidades del novelista. Ella recoge personajes de La Llaga y los suma a la multitud de los que refugiados al filo de la frontera, esperan cada día el regreso a la patria. A esta obra nos referiremos al final.

También se explayó sobre el tema del destierro José Luis Appleyard (1927) en Imágenes sin tierra, 1966. José Luis Appleyard, al cual ya se ha mencionado como poeta en el capítulo correspondiente a la generación de 1950, ha construido su novela en preciso y claro estilo, sobre un contrapunto de situaciones dentro y fuera del país: lo que el desterrado sueña, y lo que el país es en realidad, son dos cosas distintas: el desencuentro inconsciente en el cual naufraga todo ímpetu idealista es profundamente dramático. En el relato abundan los rasgos de observación aguda y no faltan los rasgos de valiente denuncia.

Appleyard es también autor de un volumen de   —135→   Monólogos (que recoge sólo una parte pequeña de los muchos «sketches» de ese género por él publicados en la prensa diaria). Son bosquejos que quedan a media distancia entre lo narrativo y lo teatral, y recogen aspectos diversos del acontecer más cotidiano y corriente del pueblo, con innegable gracia y agudeza que subraya aspectos psicológicos y sociales característicos. Estos Monólogos poseen además gran valor documental en el aspecto lingüístico.









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ArribaAbajoTestimonio - Teatro - Ensayo - Agregados (1950-1960)

Rodrigo Díaz-Pérez


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Volvamos a soñar con los orígenes,
el dios, el ser, el átomo, la fuerza
más allá siempre de la absurda nada.
Creación, creación en obras, obras
por donde van pasando los fugaces.


Jorge Guillén                


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- I -

Introducción


Después de 1947


Al grupo o promoción que siguió a la guerra civil de 1947, no se lo puede estudiar sin considerar previamente una acertada observación de Guillermo de Torre95 donde aclara que

el espíritu, el aire del tiempo, la atmósfera epocal que cada momento posee, del que nadie se libra, pero que sólo son capaces de captar con plenitud de impregnación los más jóvenes...



Y la pregunta que sigue a esta referencia es obvia: ¿quiénes suceden a la hornada del 1940? Trataremos de responder cronológicamente, aún con las reservas de que sabemos lo que ello implica: continúa en la brecha una pléyade de escritores que -en su mayoría- nació en el decenio de 1924 a 1934. La segunda interrogación es aún más apropiada que la formulemos: ¿Cuál era el espíritu del tiempo; la atmósfera epocal?... Y otra respuesta lógica asoma: dicho spiritus no es más que aquel vaho deprimente que sigue a toda guerra civil, no siempre el más apto para producir y crear en el campo literario debido a circunstancias dominantes, que de una forma u otra, restringen o aplastan la imaginación creadora. En esa endosfera, con ese aire poco salubre, hubimos de comenzar o proseguir lo que la cisura bélica fratricida había tajado tan drásticamente. La promoción post   —140→   1947, o si se quiere dar una cronología más aceptada, la de 1950, no constituyó parte de una escuela estética o literaria bien definida, pues estaba buscando las sutiles nervaduras de una parábola creacional, una exploración ansiosa en las trochas poco transitables del momento.

Los más representativos intelectuales del grupo del 40, como negativo corolario de la guerra civil, quedaron en el exilio, y la vanguardia cultural y creativa la constituye la promoción que nos ocupa, aún verde y ansiosa, que se reunía en grupos muy pequeños para no llamar la atención de las autoridades «con mando» (los mbaretés del momento) y ser destruidos o arrinconados en celdas como entes peligrosos o «subversivos» antes de ni siquiera poder pensar... Esa «atmósfera del tiempo» no era por cierto la que reinó en la Alemania del Weimar. El grupo del 50 -nunca se aclaró esto- vivió angustias en una era de difícil comunicación humana, en terreno hostil y poco propicio.




- II -

La guerra civil de 1947 colocó a hermanos mayores y menores en centros dispares. Los de afuera soñando el retorno imposible y los de adentro -que de suerte o circunstancia diferentes-, quedamos en Asunción con la definitiva ruta trazada en los días más difíciles por los que pasó el país en lo que va de este siglo.

Existe la tendencia de querer llamar al grupo post 1947 con el atractivo nombre de generación del 50. En ello hay que andar con cuidado. Si bien expresa   —141→   Carlos Federico Sáinz de Robles96 que para hablar de generación la existencia de una fecha decisiva central es necesaria, y en este caso dicha condición existe, para concebir rigurosamente una generación faltan muchos otros requisitos que no entraremos a discutir. Es probable no obstante, que al grupo de 1950, en un futuro no muy remoto, se lo una a otros movimientos también representativos que lo siguieron y se lo conozca como el grupo de medio siglo, ya que en Alcor, en la Facultad de Filosofía, o en la Academia Universitaria, autores del grupo 50 o de la década que le sigue se entrelazan en la cronología.

Una especial recordación merece el escritor y poeta hispano-paraguayo reverendo padre César Alonso de las Heras por haber sido el creador y mentor de la Academia Universitaria del Colegio de San José, institución que nos acogió a todos con el único afán de aunar esfuerzos y de romper las vallas del momento. Su obra será siempre evocada con cariño por quienes hemos recogido de él el Verbo y el empuje necesario, su entusiasmo sin límites y su clara trayectoria en el campo de las letras.

Existe otro índice de autores coetáneos que no pertenecen por circunstancias diversas a ninguna de las instituciones arriba mencionadas, pero han dejado obras de mérito y serán considerados como componentes de este grupo del 50. Ignorarlos, sería un acto de arbitrariedad que siempre hay que evitar en recuentos de este tipo para no caer en partidismos o ismos insalubres.

El grupo de 1950, que tuvo una definitiva gravitación en la cultura paraguaya, no era muy numeroso pero sus componentes participan en diversos géneros   —142→   como veremos en este texto ulteriormente. En la obra de Josefina Plá97, Literatura paraguaya del siglo XX, figuran algunos escritores de nuestro grupo y agrega ella con acierto, la función aglutinante que ejerció la revista Alcor, fundada por Rubén Bareiro Saguier y Julio César Troche en diciembre de 1955, cuyos dos números iniciales aparecieron con el nombre de Cuenco. En sus editoriales está la voz del grupo y hasta diríamos, la palabra sin concesiones. Los autores del grupo 1950 -permítase la repetición- nacieron todos entre 1924 a 1933-34. Algunas excepciones lógicas existen, como el caso de Elvio Romero, quien de acuerdo a la cronografía puede ser ubicado en la misma década, y no estuvo sin embargo vinculado a nosotros sino al final, cuando ya una parte del grupo se hallaba dispersa en los Estados Unidos de Norte América y Europa.

A esta altura (1980) se puede comenzar a valorar y a estimar la obra del grupo post 1947 con cierta perspectiva. Muchos han errado, por juicio precipitado y quizá con una visión parcial, al juzgar la obra del grupo. Hoy podemos decir que esta promoción ha meditado la voz, intentando así que el verbo tenga su peso y su medida precisa. De a poco se desatan y se liberan las inhibiciones iniciales y comienza el continuo mensaje de la palabra esperada. No es cierto que la promoción haya sido estrictamente intimista o personal. En ella se notan -poesía, prosa o ensayo- todos los acentos universales, desde la protesta más violenta que traspasa los umbrales del grito hasta el murmullo de un viento apenas perceptible. Y esto se aplica a todas las ramificaciones culturales, es preciso repetirlo.

Salvo alguna excepción que no corresponde detallar,   —143→   todos los miembros de nuestra promoción permanecieron. Existen con una idéntica enseña. Ninguno ha llegado a la literatura comprometida ni aceptó la tarea fácil de la prostitución intelectual. Creemos que el mensaje de Viriato Díaz-Pérez, escuchado desde las aulas de la Facultad de Filosofía de Asunción, su reconocida, repulsión al vellocino de oro, entró y se incrustó en el espíritu de sus componentes representativos.

Es probable que algunos nombres no los recordemos en estas pocas páginas, escritas lejos del terruño. Por otro lado, no todos prosiguieron el camino de las letras, al menos no han dejado obra escrita y deben ser considerados como estrellas que han tomado un curso errático o que sencillamente se han extinguido. No es intencional ninguna omisión que pudiera ocurrir salvo la mía propia. Puedo decir que hoy día en el exterior, y quizá en el Paraguay -no lo sé- se habla de los grupos de la Facultad de Filosofía de Alcor, y de Academia Universitaria. Luego de un cuarto de siglo los miembros del grupo han demostrado que la tarea literaria en ellos no era una postura momentánea, superficial y diletante. Persiste. Y como dice William Faulkner98, ello en sí, constituye la función del hombre, la que finalmente lo distingue y lo eleva. No solamente llegar sino resistir, perseverar.



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- III -

El teatro


Josefina Plá nos habla de numerosas caídas y levantadas99 de nuestro teatro en general. No hace referencia desde luego al grupo que nos ocupa en estas páginas. O sea, habla de la existencia de vaivenes u oscilaciones que a veces conllevan una lamentable etapa de muda esterilidad. Rubén Bareiro Saguier quizá apunta con certeza cuando dice100 «los regímenes dictatoriales desconfían del impacto directo que puede tener el teatro». Y agrego: ¿equivaldría ello a pensar que hacer teatro es estimular la subversión? ¿El mero pensar es subversivo? Fiat Lux! Audi alteram partem!... Manuel E. B. Argüello cree que nuestro teatro no cumple con sus funciones101 y finalmente Rudi Torga102 piensa que «La alternativa es entender el teatro como se lo entendió siempre: una actividad humana que no sólo es la expresión de un pueblo o de una nación, sino el testimonio más verdadero y viviente de una civilización». -Cuatro opiniones escritas en cuatro épocas algo separadas, aplicadas a un mismo problema: nuestro teatro. Naturalmente que ello incide en el reducidísimo número de coetáneos que hace teatro. Y explica la reticencia de nuestros autores para volcarse hacia la obra teatral. No hablamos aquí del teatro sainetero o barato. Ni del pagado o apoyado. Hacemos referencia a la seria dramaturgia. No debe culparse al público, que hoy, en una ciudad de medio millón de habitantes posee receptividad para un teatro de ideas, un teatro que huya del fácil halago y   —145→   que trate de elevar creativamente. Pero un teatro serio, por otra parte, requiere madurez cívica, y por sobre todas las cosas, debemos decirlo con franqueza, exige libertad. Un mundo sin temores a represalias o a coacciones de diversa índole, que impone una constante autocensura depresiva y poco estimulante. En las décadas que serán brevemente bosquejadas por nuestro compañero de labor, el profesor Guido Rodríguez-Alcalá, se podrá observar que los entusiastas grupos de teatros vocacionales o independientes, han sido blanco de injustas persecuciones. Ello no es estimulante, por cierto. Si el autor teme ser perseguido por sus ideas, es lógico que no halle campo propicio para seguir produciendo. O en nuestro grupo, para pensar producir algo que escape las esferas concesivas o los mundillos cursis del melodrama. Un grupo brillante de autores como Sastre, Arrabal, Buero Vallejo, etc., de la España actual, no existe en nuestro teatro, y siempre debo decir bien claro que me refiero a nuestra década.

Dejemos que el lector concluya las razones o causas, pues la polémica no es nuestro objetivo.

No obstante todas las reservas apuntadas, que no son pocas, hay dramaturgos como Mario Halley Mora (1928), que han producido obras de mérito. Citemos, sólo para recordar algo de su cosecha, las piezas recogidas en el volumen Teatro paraguayo de Mario Halley Mora103 que demuestran su interés y su activa participación en el teatro: Interrogante, Un rostro para Ana, Magdalena Servín, etc. Halley Mora es también periodista y en tal concepto, es jefe de redacción de Patria, vocero oficial del gobierno.

José Luis Appleyard en 1961 obtiene el Premio   —146→   Municipal del Teatro con su drama poético Aquel 1811104. Esta obra fue representada en la Casa de la Independencia con música del eximio concertista de guitarra paraguayo Sila Godoy. En el jurado que concedió el premio, figuraba entre otros, Rubén Bareiro Saguier. También periodista, es jefe de la Sección Literaria de La Tribuna, diario independiente.

Ramiro Domínguez en el libro Teatro Breve105 publica un drama en acto único que titula Cantata Heroica, en el que una voz rebelde elogia la varonil prestancia de Pedro Juan Cavallero.

Julio César Troche (1927) posee una pieza premiada, que titula El pan de tus maizales, concluida en 1955 de la que se dio a conocer una parte en la obra de Manuel E. B. Argüello (MEBA), publicada en 1956106 con el título de Introducción a la literatura.

Entre los de la promoción del 50 seriamente interesados en el teatro, debe mencionarse a Manuel E. B. Argüello, actor y director de la Escuela de Arte Escénico «Roque Centurión Miranda». Su dedicación al arte teatral es excepcional.

Y desde donde estamos, no conocemos otros exponentes cronológicamente hablando, que hayan publicado. Una década es un trecho mínimo para juzgar a toda una veintena de autores, la mayoría de ellos inéditos, cuya labor no ha llegado a las tablas. Una observación de Josefina Plá quizá valga para concluir este sumario: «Decenas de obras permanecen desde hace treinta años en carpeta, sólo leídas en cenáculos, pasadas como fragmentos por la radio, o estrenadas precariamente en algún rincón como un pecado secreto...»107.



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- IV -

El ensayo


Existen ensayistas de realce en las diversas provincias literarias. Juan Santiago Dávalos (1925-1973) estudió filosofía en Buenos Aires, donde fue alumno de Francisco Romero. Hizo trabajos postdoctorales en España y Alemania. La Universidad de Berlín lo contó entre sus profesores visitantes, lo que debe aclararse que es una rara distinción. Su formación está basada esencialmente en la filosofía clásica alemana, que le permitió adentrarse en el conocimiento de campos nada fáciles, como es la lectura, en alemán, de Kant, Hegel, Heidegger, etc. Sus ensayos sobre las ideas políticas constituyen renovadas expresiones del pensamiento. En dicho campo -entre muchos otros estudios- se destaca «Cecilio Báez como ideólogo»108, donde la labor y la esencia del político liberal paraguayo son revisadas objetivamente con la luz de un análisis desprovisto de partidismos insanos. También se ocupó del dictador Francia y su época. Dejó sin concluir un estudio sobre «Las Ideas Esteticistas en Hispanoamérica», de vasto enfoque continental, que apareció en forma de artículos en La Tribuna y en separatas de Criterio. Fue profesor de Filosofía en la Universidad Católica de Asunción. Su ubicación filosófica -en momentos en que trágicamente le sorprende la muerte en un accidente de automóvil- podríamos decir que toca las fronteras de la teoría de la crítica social, y es evidente que su paso por la vida -breve pero intenso- ha dejado huellas y seguidores. Sus amigos, los estudiosos   —148→   paraguayos Lorenzo Livieres y Guido Rodríguez-Alcalá, intentaron después de su tránsito, una recopilación de sus obras para publicarlas, pero un excesivo celo familiar no pudo facilitar esta tarea.

Coetáneo de Dávalos es Lorenzo Livieres, alumno de la Facultad de Derecho de la Universidad de Asunción, donde egresa como escribano. Su admirable fluidez en el alemán, le permite leer en fuentes originales a los clásicos de la filosofía alemana. Ha publicado una serie de ensayos.

Es heideggeriano en su pensar filosófico. Actualmente es profesor de Filosofía en la Universidad Católica de Asunción. Publicó en Alcor109 un excelente trabajo sobre Gabriel Casaccia que tituló «Estudio sobre la babosa». En 1967 escribe conjuntamente con Juan Santiago Dávalos «El problema de la Historia en el Paraguay», seria interpretación de un viejo y delicado punto. Otro ensayista de nota es Adriano Irala Burgos, que estudió filosofía en la Argentina, Estados Unidos de Norte América y Lovaina (Bélgica), donde llegó hasta el doctorado. Su tesis doctoral es un enjundioso análisis de la «Teoría de la alienación en Marx». Es profesor de Filosofía de la Universidad Católica de Asunción. El dogma religioso posee en él un magnífico expositor. Su ensayo «El horizonte ideológico de Yo el Supremo»110 es un criterioso acercamiento a la obra de Roa Bastos y a la vez arroja conclusiones altamente reveladoras con respecto a la presencia del dictador Francia, su obra y su lucha por la preservación de la nacionalidad. En 1975 publica La ideología del Dr. Francia, estudio fascinante y substancioso. Hermano de Adriano es Jerónimo Irala Burgos, cuyas valientes páginas   —149→   de Comunidad son expresiones vibrantes y de una postura democrática sin entregas.

Rubén Bareiro Saguier es un ensayista y crítico literario severo y ecuánime. Su opinión es altamente respetada. Consideramos que su estudio sobre Yo, el supremo de Augusto Roa Bastos111 es posiblemente lo más acertado en materia de análisis e interpretación crítica que sobre dicha obra se ha escrito. No podemos por razones de espacio, hacer una lista completa de sus ensayos en estas páginas. Son realmente numerosos y han visto la luz en las más prestigiosas revistas literarias de los Estados Unidos de Norte América, Europa y América del Sur. Una mera ojeada a Revista Nacional de Cultura (Venezuela), Hispamérica (Estados Unidos de Norte América), Caravelle (Francia), Desquicio (Francia), Bordas études (Francia), Revista Iberoamericana, Revue de Psychologie des Peuples (Francia), Libre (Francia), etc., dan una idea muy restringida de la tarea enciclopédica de este autor paraguayo, cuya voz señera alguna vez ha de recuperar la patria, que no siempre será injusta con sus hijos!

Dos ensayos de Bareiro Saguier merecen ser recordados con cierto detalle: uno de ellos, Le Paraguay112 cuyos capítulos, documentos y bibliografía, son imprescindibles para el estudioso que desea tener una visión imparcial del Paraguay, sin coloridos costumbristas para el turista y sin patrioterismo barato. El libro tiene 128 páginas, con un apéndice documental en francés y en español, este último con trozos de autores nacionales seleccionados con gran rigor. El otro ensayo que creemos conveniente señalar, se titula «Le Paraguay, nation de Métis»113, que lo   —150→   consideramos como un documento de antropología cultural muy valioso, que explica nuestros orígenes y que a su vez posee una interesante bibliografía para quienes -como Alves Froes da Fonseca- quisieran ahondar en el apasionante tema del mestizaje.

Junto con Manuel E. B. Argüello, escribe un manual de literatura que titulan Cuento y novela114, donde enfocan la enseñanza de la literatura de una forma muy diferente y atractiva, sin olvidar que «el hombre está concebido a la imagen y semejanza de Dios, que nace a la Libertad y es, en la vida terrena, la medida de todas las cosas», concepto elevado que nos hace recordar a John Donne cuando dice «la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque soy parte y me hallo envuelto en la humanidad». Cuento y novela es un texto de 96 páginas, dividido en seis unidades, un anexo amén de la bibliografía. Rubén Bareiro Saguier no puede retornar al país por su calidad de exiliado político, por razones que hasta hoy no las podemos entender, pero que el tiempo aclarará en sus orígenes reales.

Juan Carlos Mendonça (1928) estudia la «Cronología de las generaciones paraguayas»115 y menciona Efraím Cardozo116 su Descubrimiento de su misión vital por el hombre americano publicado en 1953.

Alfredo Viola historiador bien documentado, autor de Desarrollo Cultural del Paraguay117, Facetas de la política gubernativa del Dr. Francia118 y de otros ensayos de importancia. Benigno Riquelme García lo recuerda como «el investigador por antonomasia: el que derriba los muros y señala horizontes nuevos»119.

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Juan F. Bazán (h) (1927). Escribe varios ensayos de mérito y nos presenta una interesante y objetiva visión del hombre docto en «El papel del intelectual»120. Es autor además de ¿Dónde está el Paraguay?121 y de Eligio Ayala, el Pensador (1976, Asunción).

Evelio Fernández Arévalos (1931). Abogado y licenciado en Filosofía (Universidad de Asunción). Profesor de Sociología, durante tres cursos lectivos (Universidad de Asunción) y durante diez años profesor de Filosofía en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Ensayista de estilo refinado, conocemos de él «El arte de nuestro tiempo»122, «La crisis protagonista de nuestro tiempo»123, «En el jardín del silencio»124, «Presupuestos para una política lingüística en el Paraguay»125. De voz medida y hondura en el pensar, es uno de los señeros exponentes del pensamiento de la promoción de medio siglo.

Laureano Pelayo García (1926). Filósofo y ensayista, egresado en la Universidad de Madrid (1955) con una tesis sobre «Las ideas estéticas de Esteban Arteaga. Contribución de Arteaga al nacimiento de la estética en España», donde se ocupa del musicólogo y esteticista español que fue estudiado por don Marcelino Menéndez y Pelayo en su Historia de las ideas estéticas. Es miembro del PEN Club de Asunción. Escribe en 1962 Filosofía y Cultura. En 1978 publica «Sobre la creación artística: concepto y artesanía»126. Durante nuestra década recordamos «Algo sobre Camilo José Cela»127, de carácter informativo donde brevemente se estudia la labor del autor de La familia de Pascual Duarte. Es profesor de las Universidades Nacional de Asunción y Católica.

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Rafael Eladio Velázquez (1926). Abogado, licenciado y doctor en Historia, Universidad Nacional de Asunción. Estudia además en Francia y España. Profesor de la Universidad Católica y miembro de la Academia Paraguaya de la Historia, director a la vez de su Anuario. Es un investigador y crítico de nuestro proceso socio-político. Autor de una interesante Breve Historia de la Cultura del Paraguay128. Publica en Alcor un detenido estudio sobre «La Real Provisión del 12 de Septiembre de 1537 en la formación de la conciencia nacional»129, donde aclara las repercusiones de dicha provisión en nuestra historia, incluyendo su efecto en el episodio de la Revolución de los Comuneros. Una bibliografía que creemos valiosa, que menciona la labor de este compañero de promoción, nos ha sido remitida desde La Asunción por el profesor don Raúl Amaral, que agregamos sin cambios

1956: Los estudios históricos en el Paraguay, Sevilla.

1957: Un antecedente próximo de la Revolución Comunera del Paraguay, Buenos Aires, 1957.

1962: El Cabildo Comunero de Asunción, Asunción.

1962: El Paraguay en 1811. Asunción, 2.ª ed., 1966.

1964: La Fundación de la Villeta del Guanipitán en 1714 y el poblamiento del Litoral paraguayo. Sevilla; 2.ª ed. Asunción, 1966.

1965: La rebelión de los indios arecayá en 1660, Asunción.

1966: La educación paraguaya en el siglo XVII, Asunción.

1972: La población del Paraguay en 1682, Asunción.

1973: Formas especiales de sustitución de gobernador en el Paraguay, Asunción.

1978: Breve historia de la Cultura en el Paraguay. Asunción; 1.ª ed., 1960.



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Ramiro Domínguez es autor de un estudio de sociología rural que titula El valle y la loma130 publicado bajo los auspicios del Centro de Estudios Antropológicos del Ateneo Paraguayo.

Gustavo C. Gatti (1930), (en colaboración con Víctor Silva) estudia La guerra del Chaco y la Revolución en el Paraguay y Bolivia131, que constituye un estudio bien documentado sobre el problema de la revolución inconclusa. Una bibliografía bien actualizada completa el esfuerzo.

Manuel E. B. Argüello (1925), junto con Rubén Bareiro Saguier, escribe la obra ya comentada sobre Cuento y novela y es además autor de varios ensayos sobre nuestro teatro. Escribe interesantes textos de literatura, de indudable impacto didáctico. Recordamos su Introducción a la literatura, Asunción. Colegio Internacional, 1956.

Como brevemente hemos anotado, el ensayo cuenta con exponentes meritorios entre los autores surgidos en esta década que nos ocupa. Demás está aclarar que la aparición de la mayor parte de dichos ensayos, escapa la cronología estricta. No nos es posible en esta breve reseña, estudiar a todos los ensayistas coetáneos ni profundizar en la labor de los mentados132. El ensayo filosófico y el histórico son dominantes   —154→   al menos en número. También ha estado presente la etnología y la sociología. La aparición de trabajos críticos en función meramente política, no cabe en los límites de este breve inventario, pero hay que agregar que posee encendidos, explosivos exponentes en ambos bandos del campo de Agramante. La crítica literaria es escasa, pero es buena y poco concesiva. Ya puede, en cierta forma, juzgar, sin que entre en el proceso de la misma, en sus orígenes creativos (hablemos como lo haría nuestro maestro el siempre recordado Luis Emilio Soto) otro aspecto que no fuese precisamente valorativo. Los críticos literarios de esta época -citemos sólo a Bareiro Saguier y a Appleyard- no demuestran ningún tipo de canibalismo contra sus maestros y más bien admiran -con entera justicia- la labor de los grupos anteriores. Expresan una visión global del mundo, sin olvidar los factores circunstanciales dominantes y a veces -muchas veces- opresivos y definitivamente peligrosos.




- V -

Agregados


José María Gómez Sanjurjo, escribe El español del almacén que obtiene en 1955, en el Premio Menorca, una distinción especial en el concurso de novelas cuyo jurado tenía altos exponentes de la literatura española contemporánea, como ser Dionisio Ridruejo, Gonzalo Torrente Ballester, Melchor Fernández Almagro, el colombiano Eduardo Carranza y   —155→   otros. En su relato, Gómez Sanjurjo presenta la enorme aflicción y luchas interiores de un joven, quien por encima del esfuerzo y preocupación de sus padres, rechaza la protección de sus padrinos, que lo quieren retener en retaguardia, y se lanza a la guerra del Chaco. En sus páginas se nota un duro realismo, que en cierta forma lo acerca a Camilo José Cela, sin llegar desde luego al tremendismo de éste. Nuestro poeta permaneció aparentemente callado por un tiempo. Las antologías y los recuentos lo ignoran (con protesta mía) hasta que últimamente su voz poética llena, pura y noble se nos presenta en dos volúmenes que publica la editorial Losada de Buenos Aires y que son comentados en otra parte de este volumen.

Coetáneo de Gómez Sanjurjo es Rubén Bareiro Saguier, el narrador que más alto ha llevado el estandarte del grupo, ganador del Premio Casa de Las Américas en 1971, por sus relatos editados en español con el título de Ojo por diente, que fueron publicados en Venezuela por la editorial Monte Ávila y vertidos al francés como Pacte du Sang «Les éditions du cerf», 1971. Bareiro Saguier actualmente se halla en el exilio y no está en París como se pretende hacernos creer «porque el autor haya preferido vivir en París»133, sino víctima de una injusta o incomprensible medida. La editorial Du Cerf dice de Pacte du Sang que «ces nouvelles nous font sentir le climat de violence sourde, de corruption, de peur, qui pèse sur la vie quotidienne...». Una segunda selección de narraciones está en prensa en este momento. Bareiro Saguier es profesor en la Universidad de París, abogado y licenciado en Literatura. Es autor además de los poemas que componen la Misa por un   —156→   Continente, con elogioso introito de Miguel Ángel Asturias, editorial Barclay, 1972.

María Luisa Artecona de Thompson (1927), poetisa de voz vibrante, licenciada en Literatura, es una de las pocas autoras interesadas en las letras infantiles, pero su obra no debe ser encasillada en dicho campo. Su voz es también expresión de protesta y de projimidad, que pulsa los temblores de una era en lucha contra la coerción, que de una forma u otra afecta a todos. De sus publicaciones recordamos El sueño heroico134, Canción para dormir una rosa, 1964, Cartas al señor sol, 1966. Haciendo un paréntesis de su obra, debemos recordar que en las peñas literarias que se realizaban en su casa se reunía inicialmente lo que después vendría a constituir la promoción de la década que nos preocupa. Sin saber, estábamos escribiendo estas páginas en su casa de la calle Pettirossi... Actualmente es profesora de Literatura en colegios de La Asunción. En 1965, obtuvo el premio Doncel de narrativa infantil. Viriato Díaz-Pérez la distinguió como alumna durante la década del 50.

Roberto Thompson Molinas (1928), narrador de mérito, hasta hoy no reunió en volumen sus cuentos que vieron la luz en revistas y semanarios culturales. Recordamos su relato «Lacu»135, donde los duelos a cuchillo en un ambiente de violencias primitivas, recobran la fuerza de silencios embrujados. Nos es difícil seguirlo, pues ha publicado con más de un seudónimo y en épocas distintas, pero esperamos de él una mayor concentración hacia el logro de la obra medular, que él es capaz de componerla. Una hora con Thompson Molinas, es un viaje a cualquier   —157→   parte del mundo, que él lo conoce de primera mano por ser viajero sin descansos. Creemos que aún reside en el Paraguay.

Gonzalo Zubizarreta-Ugarte (1930). Abogado por la Universidad Nacional de Asunción y Doctor en Letras por la Universidad de California (Riverside) en 1974. Presenta su tesis sobre «El Arte Poético de Elvio Romero» (1974) y publica reseñas en importantes revistas literarias como Ínsula (Madrid), A la luz (Universidad de California) y en otras expresiones suramericanas del pensamiento. Se ha ocupado de Ana María Fagundo y de Soto Vergés. Su libro Poemas para Judas Iscariotes es toda una revelación de nuestra lírica y por lo que conocemos de su novela (no concluida) Cantar de Gesta podemos anticipar una prosa florida y renovadora en el Paraguay. Es actualmente profesor de Literatura en el Riverside Civic College de California.

Ana Iris Chaves de Ferreiro (1922). Inició su actividad intelectual en 1958 con colaboraciones en la revisa Ñandé. Ha obtenido premios en concursos de cuentos (1961), de teatro (1966) e Hispanidad (1975). Es fundadora de los Clubes del Libro (1968) que cuentan con 17 filiales en todo el país. Publicó dos libros de narraciones: Crónica de una familia (1966) y Andresa Escobar (1976). Ha sido presidenta del PEN Club del Paraguay. En la actualidad ejerce el periodismo profesional. Es hija del editor y educador Manuel W. Chaves y de la escritora María Concepción Leyes de Chaves; hermana del ensayista y filósofo Osvaldo Chaves y esposa del poeta Óscar Ferreiro.



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- VI -

En guaraní...


Aunque el sistema ortográfico guaraní aún tiene dos corrientes diferentes, la fonética, preconizada por el profesor doctor Reinaldo Decoud Larrosa, y la tradicional con varios meritorios exponentes, no entraremos a considerar cuál es la más apropiada, pues carecemos para ello de la perspectiva necesaria para juzgar el problema con acierto. En el presente (1980) -entre otras publicaciones- existen dos revistas, Ñemity, de orientación fonética y Hoy donde aparecen trabajos de cuño tradicionalista que presentan una parte del quehacer cultural en guaraní. En la década que nos ocupa o por lo menos trabajando conjuntamente con autores del grupo del 50, debemos mencionar a Carlos Martínez Gamba, poeta y narrador de obra importante. Su primer volumen édito, apareció en 1970, en Buenos Aires con el título de Pychäichi, prolongado por Ramiro Domínguez, quien dice que el autor vuelca en Pychäichi «su carga anímica y vivencial saturada de guaireñismos». También en 1970 Martínez Gamba publica en Buenos Aires Plata Yvyguy maravilloso relato en poesía, obsesión constante del paraguayo de todos los tiempos, quien asediado por una miseria secular, sueña con hallar un tesoro escondido alguna vez en su vida, que elimine de una vez por todas los avatares de una existencia sin luces. Martínez Gamba ha escrito mucho. Tanto en prosa como en poesía. Tradujo además los poemas de Rodrigo Díaz-Pérez al guaraní con el título de Ñe'ë Yvoty/aty poravó pyré,   —159→   con prólogo de Rubén Bareiro Saguier. (Buenos Aires, 1973). Es la primera antología de un poeta paraguayo contemporáneo vertida al guaraní hasta la fecha (1970). Allí el traductor recoge los poemas de El minuto de cristal (1969) (Sapy' ami i ñe mbo itá verava), Los poros del viento (1970) (Yvytú piré kuara mimí), Astillas del sol (1971) (Kuarahy yvyra ku'i kué), etc. Escribe además Martínez Gamba, varias narraciones que versan sobre temas sociales. Recordemos Hose Dolore Martine yvytypä üpea a guatahendape' y ha manopaha editado en Buenos Aires en 1972. Amondyryry petei ñe'ë yvyra kuapy, Buenos Aires, 1972, Tapekué Ka'á, Buenos Aires, 1975 (poemas), Amombe'úta avañe'ëme, Buenos Aires, 1972. Estos trabajos reflejan una constante dedicación a cultivar la voz de ñande ypykuéra desde lejos y con la encendida esperanza del retorno. En Hoy, la revista cultural dirigida por Aurelio González Canale, colabora con bastante frecuencia Basilídes Brítez Fariña (1929), poeta del grupo tradicionalista, miembro de la Asociación de Escritores y ensayista de nota.

Creemos que la unificación ortográfica, será de gran beneficio para el futuro de la literatura en guaraní, tan hondamente presente en el corazón del pueblo.



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Corrección

En el tomo I de LITERATURA DEL PARAGUAY, página 218, cuarta línea, donde se dice que uno de los seudónimos utilizado por Herib Campos Cervera (padre) era Juvenal, debemos aclarar que en forma independiente tanto el profesor Raúl Amaral como yo (R. D.-P.) pudimos verificar en textos separados, en fuentes fidedignas, que JUVENAL era un seudónimo utilizado por el doctor Manuel Domínguez. En homenaje a la verdad, que debe prevalecer en todo estudio de esta índole, hacemos esta puntualización. Al respecto, las Cartas íntimas de Rafael Barrett (con anotaciones de Panchita de Barret) arrojan luz sobre este punto. Referencias:

1.- Nota hológrafa de Viriato Díaz-Pérez, firmada, en la primera página de MORALIDADES ACTUALES, que se conserva en su biblioteca, hasta la fecha de esta edición. (Diciembre, 1980).

2.- Carta del profesor don Raúl Amaral, fechada Provincia Gigante de las Indias, 29 de mayo de 1980 (dirigida a R. D.-P.).





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ArribaLa poesía y la novela en el Paraguay en los últimos años (1960-1980)

Guido Rodríguez-Alcalá


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Un balance de la literatura paraguaya en los últimos veinte años (1960-1980), indica que ésta no alcanzó el nivel de la de otros países latinoamericanos. Sin embargo, lo sorprendente no es que no se produzca mucho en el país, sino que se produzca. En efecto, el Paraguay es pobre, y su aislamiento geográfico se ve agravado por el de un sistema político oscurantista. Le falta esa atmósfera de diálogo indispensable para el desarrollo de una actividad intelectual vigorosa y sostenida. Los numerosos -y a veces heroicos- esfuerzos personales se ven por lo general frustrados; los grupos y las publicaciones literarias tienen corta vida. Falta esa interacción profunda entre los escritores y su público que es necesaria para un crecimiento de la literatura en calidad y cantidad. Además dichos grupos literarios o movimientos, o como quiera llamárselos, carecen de un programa bien definido -como lo tenía el surrealismo francés, para dar un ejemplo-. Paradójicamente, los últimos cinco años han presenciado un aumento de la producción poética -como veremos más adelante.

Hechas las debidas salvedades trataremos de caracterizar el desarrollo de la literatura paraguaya de los últimos veinte años de la siguiente manera: en poesía, distinguimos tres grupos: la promoción del sesenta, los de Criterio, los del taller de poesía Manuel Ortiz Guerrero. (Hay además poetas que no pueden ser incluidos en ninguno de estos grupos). En novela, nos referiremos a Jesús Ruiz Nestosa, Augusto Casola y Lincoln Silva. (Dicho sea de paso, el desarrollo de   —168→   la narrativa ha sido muy inferior al de la poesía en número de publicaciones). Debemos disculparnos por no hablar del ensayo ni del teatro; ello se debe a la falta de material suficiente y al hecho de estar urgidos por apremios editoriales. Nuestro silencio pretende evitar juicios apresurados y omisiones injustas. De cualquier manera, aclaramos que esta breve reseña de la literatura paraguaya más reciente no pretende tener un carácter exclusivo; sus deficiencias serán debidamente consideradas en una segunda edición. Por lo pronto que salga, que colabore en algo al conocimiento de nuestra literatura136.


Poesía

(I) LA PROMOCIÓN DEL SESENTA. La década se inicia con la aparición de un grupo de poetas asuncenos al que se ha llamado promoción del sesenta, integrado por Roque Vallejos, Miguel Ángel Fernández, Esteban Cabañas y Francisco Pérez Maricevich.   —169→   Los une la amistad, ciertas ideas comunes y el hecho de haberse iniciado bajo la dirección de Josefina Pla, cuya importante y olvidada tarea cultural es revindicada por ellos.

En cuanto a las ideas comunes, puede señalarse una cierta adhesión al existencialismo y la conciencia de los problemas políticos del país. Los poetas del grupo comparten un temple propio del existencialismo de fines del cincuenta: desorientación ante un mundo extraño, angustia ante la desintegración del individuo en gestos y formas de la vida impropia. Pero además, son conscientes de la grave situación política del país y desean ser solidarios por eso tratan de que su poesía pueda servir de alguna manera a la solución de problemas concretos, sin caer por eso en el panfleto. Preconizan una poesía que siendo políticamente comprometida, no olvide ciertos problemas básicos del individuo. Lo cual los lleva a rechazar todo lo que pueda sonar a «retórica»; mediante la simplificación formal pretenden comunicar lo esencial. Sus lecturas favoritas son los existencialistas franceses (Camus y Sartre), los surrealistas, Freud y, ocasionalmente, el tomismo (Maricevich).

Roque Vallejos (1943) es el más joven del grupo. Comenzó pronto, con la publicación de Pulso de Sombra (1961) y Los arcángeles ebrios (1964), colecciones de poesías donde predomina la obsesión de la muerte y la exquisita sensibilidad de Gabriela Mistral. Desde la aparición de su último poemario, Poemas del apocalipsis (1969), Vallejos no publica poesía. También es crítico literario: escribió La Literatura Paraguaya (1971) y una Antología crítica de la Poesía   —170→   paraguaya contemporánea (1968). Últimamente se ha dedicado a distintas actividades: el periodismo, un empleo en el manicomio (es médico), la propaganda política. Su último libro, Stroessner caudillo de América (1974) es una apología del presidente del Paraguay. Esto significa un cambio radical en la posición política de Vallejos -que comenzó como dirigente de izquierda-. El hecho ha producido reacciones contradictorias, impidiendo una apreciación objetiva de los primeros libros de Vallejos.

Miguel Ángel Fernández (1938) es egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Católica de Asunción, profesor de Literatura, crítico de arte y periodista. Dirige la editorial Diálogo que ha venido realizando una importante labor por casi veinte años. Su primer libro, Oscuros días (1960), manifiesta el desconcierto del autor ante una realidad en la cual todo ha sido privado de significado. Lo hace mediante una gran economía verbal, que alcanza un sorprendente valor estético. Aunque esta poesía sea expresión de una postura individual, mejor dicho, de una reacción individual, apunta hacia lo político. En el yo del poeta se ve la presencia del nosotros en todo momento. Una actitud similar la encontramos en A destiempo (1966), donde hay, además, una reflexión sobre la escritura de la poesía. La preceptiva literaria de Fernández (tal como la expresa A destiempo) puede ser definida como un «horror a la literatura», a la vacuidad formal, a la palabra que no sea expresión de una experiencia concreta y auténtica. Posteriormente, Fernández evoluciona hacia un lenguaje aún más directo y una alusión más clara a circunstancias   —171→   políticas, especialmente en un volumen titulado El fuego (1970), centrado en el problema de la represión.

Esteban Cabañas (1937) nació en Concepción, pero muy pronto se trasladó a Asunción, para seguir estudios de Arquitectura y dedicarse a las artes plásticas. (Esteban Cabañas es en realidad un seudónimo con el que el conocido artista Carlos Colombino firma su creación poética). Comparando sus dos volúmenes de poesía, Los monstruos vanos (1964) y El tiempo, ese círculo (1979), puede observarse una evolución parecida a la de Miguel Ángel Fernández: un desplazamiento del acento de lo individual a lo político, a la expresión directa. Los monstruos vanos manifiesta el desconcierto de Cabañas ante un mundo carente de significado mediante un uso de imágenes surrealistas y un verso de gran musicalidad. El tiempo, ese círculo, es una recopilación de dos grupos de poesías: el primero «Círculos», continúa en la línea de Los monstruos vanos; el segundo, «Situaciones» es de tema político, directamente. La poesía comprometida de Cabañas nunca desciende al nivel de la invectiva. Es un sentido testimonio de la solidaridad del autor con los que sufren, un oportuno recordar lo atroz de ciertas cosas que se han incorporado a la vida cotidiana y han pasado a ser generalmente aceptadas. De allí el título de este grupo de poesías, que indica la presencia del poeta en todas aquellas situaciones donde algo valioso está siendo destruido.

Francisco Pérez Maricevich (1937) comenzó a escribir bajo la dirección del padre César Alonso (poeta   —172→   y promotor del grupo poético anterior) que influyó mucho en él. Fue director del círculo de poesía Asedio y trabaja actualmente como funcionario de la Biblioteca. De los poetas de la promoción Maricevich es el único católico; su poesía tiene un color emotivo sombrío de tipo existencialista y una estructura racional de base tomista. En ella, la visión desgarrada del mundo se ve equilibrada por pensamientos optimistas. Maricevich es, dentro del grupo, el que tiene más contacto con la tradición literaria española; escribe sonetos y composiciones de forma tradicional -lo que no significa decir que su poesía sea tradicional-. Hay en ella una gran carga emotiva refrenada por una contención que se podría llamar clásica. Lamentablemente, la producción del autor ha sido reducida; desde la aparición de Paso de hombre (1963) no ha vuelto a publicar ningún volumen de poesía.

Contemporáneos de los mencionados, son otros poetas que no pueden ser incluidos en la promoción del sesenta: Osvaldo González Real (1942) y J. A. Rauskin (1941), ambos profesores de Inglés interiorizados de la tradición literaria anglosajona -algo raro en el Paraguay, donde predomina la influencia francesa y española-. Se nota en estos poetas la influencia de los metafísicos ingleses, de Pound y Eliot. Lamentablemente, González Real no ha reunido su producción en volumen. Rauskin ha publicado Odas (1964), Linceo (1965) y Casa perdida (1972). En éstos el autor trata exitosamente de crear un mundo mítico dentro de la tradición de Pound. Mauricio Schvartzman (1939), sociólogo y profesor de Metodología de la investigación social de la Universidad Católica   —173→   de Asunción, todavía no ha reunido su copiosa producción poética en un volumen. (Ha publicado, sin embargo, extensamente en revistas paraguayas y extranjeras). Su obra tiene un carácter lírico y político a la vez; cuando aborda temas políticos, no lo hace con el tono épico de Elvio Romero sino con un acento mesurado y cordial. Luis María Martínez (1933) escribe también poesía lírica y política; en ésta puede verse a veces un espíritu y un ritmo propios del romance popular español y de Miguel Hernández. Ha publicado varios volúmenes, de los que citaremos Armadura fluvial (1961) y Ráfagas de Tierra (1962). Ovidio Benítez Pereira (1933) es, además de poeta, autor de teatro; su poesía es difícil, densa y cuidadosamente elaborada. En ella puede verse una permanente presencia de lo religioso. Raquel Chávez es una excelente poetisa lírica que ha publicado sólo una parte reducida de su producción. Juan Andrés Cardozo (1942) se inicia en 1967 con De pie frente al dolor, donde predomina la inquietud ante cuestiones filosóficas. Egidio Bernardier trata de llegar a la mayoría mediante una simplificación formal.

(II) EL GRUPO DE CRITERIO. A mediados del sesenta aparece un grupo de jóvenes que publica la revista Criterio (1966-1971): Juan Félix y Basilio Bogado, José Carlos Rodríguez, Adolfo Ferreiro, Juan M. Marcos, Emilio Pérez Chaves, René Dávalos, Nelson Roura, Juan Carlos Da Costa, Luis A. Boh137.   —174→   Apareciendo con gran impulso, a los quince años de la iniciación de Criterio puede verse la dispersión del grupo. Razones de fuerza mayor la determinaron: Nelson Roura, René Dávalos y Juan Carlos Da Costa mueren trágicamente antes de los veinticinco años. Juan F. Bogado y su hermano Basilio se ven obligados a dejar el país por razones políticas; la mayoría de los participantes del grupo han sido víctima de la represión.

En cuanto a la caracterización del grupo, recordemos que en el Paraguay los grupos literarios tienen mucho de eclecticismo. Sin embargo se puede decir que si en los poetas de la promoción del sesenta predomina la influencia existencialista, los de Criterio están marcados por lo que se ha llamado el «espíritu del sesenta», el de los movimientos contestatarios estudiantiles que aparecieron en la década, cuya expresión más conocida es posiblemente la de mayo del 68 en París. Aunque las condiciones hayan sido muy distintas en los países donde dichos movimientos contestatarios tuvieron lugar, puede hablarse del carácter internacional y de la unidad de la contestación -sin desconocer por ello las diferencias particulares-. En América Latina se plantean ciertas reivindicaciones específicas: libertad política, desarrollo económico, cierto tipo de extensión universitaria. Los estudiantes toman conciencia de la unidad del subcontinente, viajando desde México a la Argentina. Se lee a Marcuse, André Breton, pero también a Pablo Freire, Celso Furtado. A pesar de su mediterraneidad secular, el Paraguay se integra al movimiento continental. La comunicación se ve favorecida por el aflojamiento de la censura a mediados del sesenta. Sin embargo, la represión   —175→   política recrudece en la década del setenta, a escala continental. Esto destruye, entre otras cosas, la posibilidad de crear una tradición poética continuada en el Paraguay -como en otros países.

Juan Carlos Da Costa (1944-1976), crítico literario y ensayista, aventajaba en conocimientos a los de su grupo, por lo que se constituyó en guía en cuestiones de teoría literaria; no fue poeta pero influyó decisivamente en los poetas de Criterio, haciéndoles conocer nombres e ideas originales. Da Costa, sin embargo, tenía inquietudes que iban más allá de lo literario. Negándose a ser un intelectual de laboratorio, participó activamente en política, como consecuencia de lo cual fue encarcelado y deportado, teniendo que establecerse en Chile por cierto tiempo. Luego regresó al Paraguay, sólo para ser asesinado en circunstancias no suficientemente aclaradas.

René Dávalos (1945-1969), crítico literario y periodista, estaba a punto de terminar sus estudios de Medicina cuando murió en un accidente automovilístico. Con la aparición de Buscar la realidad (1966), su único volumen de poemas, René Dávalos surge como el poeta más promisorio del grupo. A pesar de su brevedad, la obra tiene una gran unidad, expresión de la coherente actitud del poeta, decidido a buscar lúcidamente todo aquello que tenga significado: la amistad, el amor, el límite de lo humano. Aunque la influencia de Vicente Aleixandre aparezca a veces en la obra de Dávalos, el mundo de éste es más humano que el del español. El mundo poético de Dávalos no es el escenario de la lucha de fuerzas ciegas -como   —176→   en Aleixandre-, sino la exaltación de situaciones personalizadas. El amor no aparece en Buscar la realidad como una caída en el poder de fuerzas suprapersonales, sino como el resultado de una libre elección. Es necesario señalar que el volumen contiene algo bastante poco frecuente en la poesía paraguaya: la relación del amor vivido, no del soñado. Porque Dávalos es un realista en el mejor sentido de la palabra; no se pierde en la descripción de lo anecdótico ni se evade a mundos fantásticos. Su capacidad para comprender el valor de la experiencia concreta es lo que da autenticidad a su poesía, lo que nos hace ver que con su muerte se perdió la posibilidad de un gran poeta.

Nelson Roura (1945-1969), estudiante de Derecho, murió a causa de una enfermedad incurable. Aun perteneciendo al grupo cordialmente, Nelson se retrajo, publicó sólo una parte de sus poesías (Poemas, 1965) y dejó una importante obra inédita. Lo característico de la creación de Roura es la instauración de un mundo de ensueño, sustentado por imágenes brillantes y originales. Aunque la influencia surrealista sea evidente, no se trata de un surrealismo ortodoxo, porque va acompañado de una consciente y profunda carga afectiva. Como René Dávalos, Roura llevaba la potencialidad de un gran poeta.

Adolfo Ferreiro (1948), dirigente estudiantil, periodista, escritor en verso y en prosa, publicó La huella desde abajo (1966), que constituye su único volumen de poesía. Lo que es una lástima, porque Ferreiro tiene un talento que debería ser explotado adecuadamente.

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José Carlos Rodríguez (1948), es egresado de la Facultad de Psicología de la Universidad Católica de Asunción e investigador social. En Poemas de la hermana (1967) aborda el tema del amor a la mujer entendido como comunión afectiva. Hay en este volumen una concepción casi mística del amor como clave de unión entre los seres humanos y la naturaleza, expresada con delicadeza y preferencia por el medio tono que recuerdan la poesía sentimental de Juan Ramón Jiménez.

Emilio Pérez Chaves (1950), licenciado en Letras, es además crítico literario, periodista, profesor y miembro del PEN CLUB del Paraguay. En El fénix del recuerdo (1977) nos ofrece una poesía sugestiva y oscura; mediante el uso de imágenes y de símbolos personales, trata de comunicar una visión del mundo donde predomina lo misterioso y lo irracional; un mundo que recuerda al de Vicente Aleixandre. No solamente en la coloración de su poesía, sino también en la forma, Emilio Pérez manifiesta su parentesco con Aleixandre, lo que sin embargo no le impide ser original.

Juan Manuel Marcos (1948) es también licenciado en Letras, crítico literario, periodista, profesor y miembro del PEN CLUB del Paraguay. En 1970 obtuvo un premio por su libro Poemas; el mismo está constituido por un grupo de composiciones de carácter sentimental y político. Aunque predomine el verso libre, hay una cuidadosa depuración de la forma, que se destaca por su musicalidad.

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Contemporáneos de Criterio, pero sin formar parte del grupo son los siguientes: Aurelio González (1943), licenciado en Letras, crítico literario y periodista, viene realizando una importante tarea de difusión cultural como director de la revista Hoy, editada a pesar de enormes problemas materiales. Entre sus poemarios se debe mencionar Pureza (1970) y Dejar de ser en él (1973), manifestación de una tentativa de comunicación con los demás, buscada principalmente a través del amor hacia la mujer, experiencia total. Mediante un lenguaje sencillo, González Canale es capaz de establecer una comunicación con el lector.

Pedro Gamarra Doldán (1948), abogado y periodista, fue director de la revista cultural Época y ganador de un certamen poético universitario. Su poesía se caracteriza por la expresión lógica, directa, que a veces resulta algo árida. William Baecker, miembro del PEN CLUB del Paraguay, publicó En una lejanía (1972) y En este memorial (1975), expresión de un erotismo ingenuo y sofisticado al mismo tiempo. Carlos Hempel es uno de los más talentosos poetas jóvenes. Su rasgo más interesante lo constituye la conciencia de la importancia de la poesía como revelación, su responsabilidad, el rechazo de las soluciones formales fáciles. Como René Dávalos, Hempel «busca la realidad» y da testimonio de sus descubrimientos en una poesía sincera. Jorge Aguadé, licenciado en Letras, crítico de arte y periodista, publica en 1975 Poemas, volumen donde predomina un surrealismo muy especial, unido al tema político. Como en el caso de otros poetas paraguayos, Aguadé es capaz de percibir de qué manera lo político se inserta en los niveles profundos   —179→   de la conciencia humana. Su poesía es testimonio de angustia y de esperanza en un mundo más humano.

La presencia femenina en la literatura paraguaya se ha afirmado considerablemente con la aparición de excelentes poesías escritas por mujeres. Debemos mencionar a Miriam Gianni (1948), María Eugenia Garay (1950), Alicia Campos Cervera (1950) y Nila López (1954)138.

(III) EL TALLER DE POESÍA MANUEL ORTIZ GUERRERO. Luego de un empeoramiento de la situación política paraguaya durante la década del setenta, que tuvo como consecuencia una diáspora cultural, vemos aparecer a fines de la misma un grupo de poetas de veinte años que constituyen su «cuartel general» en el taller de poesía Manuel Ortiz Guerrero, creado bajo el patrocinio de la Embajada española en el Paraguay, que dicho de paso, viene realizando una labor cultural considerable. Los miembros del taller son: Moncho Azuaga, Mario Casartelli, Vicente Durá, Victoria Suárez, Sabino Giménez Ortega, Mario Rubén Álvarez, Pedro Céspedes, Gladys Casaccia, Osmar Sostoa, Jorge Gómez Rodas, Juan Valdez, Amanda Pedrozo, Lito Pessolani, Lisandro Cardozo, Enrique Denis, Ramón Silva, Miguel Ángel Meza y Marcos González. En 1979 publican una antología de lo creado   —180→   en el taller, bajo el título de Y ahora la palabra, que tiene una sorprendente unidad. Lo que permite decir que los del taller constituyen como grupo un equipo homogéneo en cantidad y calidad, con potencialidades que no se habían visto en el país en los últimos años. Si continúan trabajando unidos, aportarán muchísimo a la poesía paraguaya, que debe superar definitivamente su desventaja de haberse iniciado tarde -como lo muestra el ensayo de don Viriato.

Para terminar la reseña, citemos los nombres de autores que han publicado últimamente: Juan Pastoriza, Miguel Á. Caballero Figún, Marco Antonio Elizeche, Alfredo Rojas León, Mariel Travella, Jorge Canese, Augusto Casola, Martín Burt y Blas de Añazco. Jorge Canese publicó Más Poesía (ediciones CRITERIO, 1977), que revela una vena lírica y preocupación social.




Novela

Han aparecido muchos menos narradores que poetas en el país en los últimos veinte años. Salvo error, los únicos nombres que podemos citar en la novela son los de Jesús Ruiz Nestosa, Lincoln Silva y Augusto Casola, a los que nos referimos seguidamente.

Jesús Ruiz Nestosa (1943) es crítico de arte, periodista y narrador. Ha publicado una serie de historias cuyo género oscila entre los de la crónica periodística y el cuento, aparecidos en diversos periódicos de Asunción durante varios años. En 1973 aparece su primera novela, Las musarañas. Se trata de la crónica   —181→   del ascenso y caída de una familia arrivista, que se beneficia gracias al sistema político paraguayo actual y declina inesperadamente. El personaje central es una mujer -cuyo nombre no se nos da, como que tampoco se nos da otro nombre-, que viene del campo, se casa con un campesino ambicioso que llega a ocupar un importante cargo público, se hace rico y asciende de posición social. Ello obliga a la familia a vivir en forma aun más convencional de la que tenían en el campo: la señora trata de adquirir un barniz de cultura y se agota en compromisos sociales; el marido toma una secretaria que es también amante; la hija es preparada para comportarse como una niña bien. El hijo (a quien la familia trata de educar convencionalmente) se rebela, escribe poesía y vive con una muchacha sin casarse. Esto último es el dolor de cabeza de los padres, que tratan de hacer olvidar su origen social humilde mediante el rígido (y exagerado) cumplimiento de las leyes sociales. Sin embargo, llega un problema aún mayor con el escándalo provocado por las maniobras fraudulentas del marido, que pierde fortuna y posición social y debe mudarse a una casa humilde en el campo, donde la mujer monologa obsesivamente.

Es a través de este monólogo que nos enteramos de toda la historia. Aunque la novela no tiene ni un punto ni una coma, ni una mayúscula, se la puede leer fácilmente. Esta forma es adecuada para expresar el estado de confusión mental de la protagonista. Las primeras líneas de la novela son iguales a las últimas, de esta manera se indica que el flujo de las representaciones mentales de ésta no tienen un carácter discursivo y lógico, que se trata de un estado obsesivo. La   —182→   mujer busca recuperar lo perdido pero no hace ningún esfuerzo para ello; aún más, sabe que todo esfuerzo es inútil porque el ascenso o caída de la familia dependía y depende de factores ajenos: el favor de los poderosos. En este sentido la conciencia del personaje es como un microcosmos que refleja todo un sistema, y el mérito del autor consiste en haber presentado esta conciencia y el sistema que la hace posible.

Lincoln Silva (1941) inicia su carrera literaria escribiendo poesía, la que abandonará después por la narrativa. Por razones políticas debe abandonar el Paraguay y radicarse en Buenos Aires, donde vive actualmente. Su primera novela, Rebelión después es una denuncia del sistema político paraguayo en términos a veces demasiado directos. La segunda, General general (1975) demuestra mayor dominio de la técnica novelística siendo una sátira política. El personaje central es un izquierdista iluso que en su afán obsesivo de cambiar en forma radical la situación política del Paraguay, y con fe ciega en su misión providencial, pierde contacto con la realidad, organiza una rebelión que fracasa y muere en la cámara de tortura. Se puede ubicar la novela dentro de la línea del realismo mágico -debido a la serie de acontecimientos sobrenaturales que nos presenta-. Digamos además que ésta tiene algo poco común en la literatura paraguaya: el sentido del humor, que a veces llega a ser excesivamente cruel. Lamentablemente, la relación entre los elementos humorísticos y los trágicos no siempre está bien lograda: a veces pasa de lo primero a lo segundo sin ninguna transición. Por otra parte, la relación   —183→   entre los diversos planos de la narración no siempre es afortunada. Queremos decir la inserción de lo mágico en lo real -propia del realismo mágico-; falta además un hilo conductor que pueda integrar completamente dichos planos. Resumiendo digamos que a pesar de contener elementos muy válidos, el conjunto de la obra adolece del defecto de no haber sido trabajada con la debida detención.

Augusto Casola (1944) es poeta y narrador. En 1972 obtiene un premio por la novela El laberinto. Ésta es la historia de una joven, Susana, que trata de realizarse humanamente en medio del ambiente convencionalista de la sociedad paraguaya de nuestros días pero fracasa. En realidad, no se trata de un problema individual sino de un caso típico -en la intención de la obra-. Ésta, en efecto, pretende darnos una idea de las dificultades de la juventud paraguaya que busca su camino en un ambiente donde las posibilidades de triunfar (en el verdadero sentido de la palabra) son mínimas. Susana trata de vivir su propia vida, pero todo conspira contra ella: la educación, la familia, las amistades, el amante. Sola en un mundo que le es ajeno sin tener siquiera una clara idea de los objetivos por los cuales lucha, la muchacha termina por aceptar la imposición de los demás: un matrimonio convencional, lo que no la satisface y la envuelve aún más en un laberinto.

Casola desarrolla su obra mediante una técnica que se puede llamar cinematográfica: mediante distintas escenas o tomas, presenta la evolución de los problemas de la protagonista. La secuencia de estas tomas no es la del tiempo lineal -pasado, presente,   —184→   futuro-, sino un continuo tránsito del presente al pasado y al futuro -tratamiento del tiempo frecuente en la novela contemporánea-. En las tomas a veces aparece la voz del narrador omnisciente; a veces la de la protagonista, que habla en primera persona y reflexiona sobre sus problemas o evoca sentimientos y anécdotas en formas similares a las del monólogo interior y el flujo de conciencia. El autor llega a ser muy preciso para describir situaciones peculiares de Asunción, y el estilo tiene a veces gran intensidad poética; el diálogo, sin embargo, no está bien logrado, oscilando entre los extremos del academicismo y la excesiva simplificación.




Conclusión

La situación política, social y económica no ha favorecido el desarrollo fecundo de la literatura en el Paraguay, en lo que va de 1960 a 1980. Debido a la incertidumbre política, la carencia de estímulos y la insuficiencia de medios, el bajo nivel educacional y económico de una gran mayoría, la producción literaria ha sido deficiente, si se la compara con la de otros países latinoamericanos; no ya con la de los más grandes (México, Brasil), sino con la de los pequeños como Costa Rica. A pesar de todo, los poetas se han ingeniado para sobrevivir, y observamos un interesante surgimiento de poetas talentosos últimamente. La novela ha producido mucho menos.

Es imposible hacer predicciones, pero es lógico suponer que un mejoramiento de la situación política, social y económica, proporcionará la base sin la cual no puede haber una literatura nacional sólida. Al decir esto no pretendemos desconocer los logros individuales -algunos considerables-. Queremos decir esto:   —185→   una literatura nacional sólida es más que tal o cual escritor que trabaja aisladamente, más que un reducido número de selectos lectores. Es comunicación entre los escritores y un público numeroso. Es la creación de un repertorio de temas, la comprensión de la importancia de la actividad literaria, el establecimiento de una atmósfera propicia a la creación, la conciencia y la transmisión de una tradición.