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321

Véase supra, pág. 112, n. 60.

 

322

Véase E. B. PLACE, Does Lope de Vega’s gracioso stem in part from Harlequin?, en «Hispania», XVII, 1914, págs. 257-270.

 

323

A propósito de la ausencia de la figura del gracioso en los primeros dramas de Lope observa J. H. ARJONA, La introducción del gracioso en el teatro de Lope de Vega, en «Hispanic Review», VII, 1939, pág. 10: «En casi todas ellas sentimos la vivaz musa de Lope hilvanando escenas cómicas, creando personajes más o menos risibles, inventando chistes y retruécanos, difundiendo, en general, el elemento del donaire que tan importante papel había de desempeñar poco después al concentrarse en el personaje del gracioso. En El Grao de Valencia hallamos un pícaro jocoso. En El ganso de oro encontramos dos rufianes: Matraón y Tragafieros, un alcahuete, un soldado viejo, cojo, manco y tuerto, un gitano y dos rameras. En La infanta desesperada hay dos hombres y una mujer presos. En Belardo el furioso el elemento del donaire es mucho más extenso..., pero falta en la comedia la centralización del elemento cómico en un personaje que podamos llamar el gracioso». Y más adelante (pág. 19) observa que la primera figura que tiene ya muchas de las características distintivas del gracioso es Pinelo de El favor agradecido; por tanto, Arjona estaría dispuesto a prestar crédito a todo lo afirmado por Lope, es decir, que La Francesilla «fue la primera en que se introdujo la figura del donaire que desde entonces tanta ocasión dio a las presentes» (Acad. N., V, pág. 665-b). Ninguna duda de que la figura del gracioso en sus codificadas características sea definida por Lope en sus años ya maduros: observaremos todavía que la presencia de un personaje con acentuadas características cómicas pertenece a una tradición antigua en el teatro valenciano, y que, en particular, en El prado de Valencia, de Tárrega, este ofrecía el rasgo fundamental de ser un lacayo. Hay que advertir, además, que las mismas citas de Arjona relativas a las primeras tentativas de Lope de introducción de personajes cómicos, nos conducen a las obras que hemos indicado como propias del período valenciano de Lope. En estas tentativas que se modelan sobre los ejemplos valencianos hay que ver los primeros esfuerzos de Lope hacia la definitiva formulación del personaje.

Al problema de la figura del donaire, escasa aportación ofrece un ensayo de conjunto bastante superficial y poco documentado: C. D. LEY, El gracioso en el teatro de la península, Madrid, 1954.

 

324

Véase supra, pág. 129.

 

325

El subrayado es mío. Véase B. GRACIÁN, Obras completas, Madrid, 1960, pág. 440.

 

326

E. JULIÁ MARTÍNEZ, «Observaciones preliminares» a las Obras de Guillén de Castro, cit., I, pág. XCV.

 

327

RICARDO DEL TURIA, «Apologético de las comedias españolas», en Poetas dramáticos valencianos, cit., I, págs. 622-627.

 

328

C. BOYL, Romance a un licenciado que deseaba hacer comedias, en «Norte de la poesía española», cit. Se puede leer en Poetas dramáticos valencianos, cit., I, págs. 627-629.

 

329

Como complemento de la bibliografía, y por lo que pueden sugerir al solícito lector para discusión de las ideas aquí expuestas, indicaremos las principales reseñas a la primera edición italiana del presente trabajo: E. JULIÁ MARTÍNEZ, en «Revista de Literatura», XXI, 1962, págs. 181-183; E. S. MORBY, en «Hispanic Review», XXXII, 1964, págs. 265-268; J. G. FUCILLA, en «Hispania», XLVII, 1964, págs. 866-867. Sobre el asunto, véase también F. LÁZARO CARRETER, «El teatro en Valencia», en Lope de Vega, cit., págs. 169-178.

 

330

J. F. MONTESINOS, La paradoja del Arte nuevo, en «Revista de Occidente», II, 15, 1964, 302-330; recogido en sus Estudios sobre Lope, Salamanca, Ed. Anaya, 1967, 1-20.