Escena I
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PROCURADOR, SARMIENTO, y detrás
ROLDÁN, en hábito roto con su espada y calcillas.
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SARMIENTO.-
Tome, señor Procurador; que ahí
van los doscientos ducados, y doy palabra a usted que aunque
me costara cuatrocientos, holgara que fuera la cuchillada
de otros tantos puntos. |
PROCURADOR.-
Usted ha hecho como
caballero en dársela, y como cristiano en pagársela;
y yo llevo el dinero, contento de que me descanse y él
se remedie. |
ROLDÁN.-
¡Ah, caballero! ¿Es usted procurador?
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PROCURADOR.-
Sí soy; ¿qué es lo que manda usted?
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ROLDÁN.-
¿Qué dinero es ese? |
PROCURADOR.-
Dámele
este caballero para pagar la parte a quien dio una cuchillada
de doce puntos. |
ROLDÁN.-
Y ¿cuánto es el dinero?
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PROCURADOR.-
Doscientos ducados. |
ROLDÁN.-
Vaya usted
con Dios. |
PROCURADOR.-
Dios guarde a usted. (Vase.) |
Escena
II
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ROLDÁN, SARMIENTO.
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ROLDÁN.-
¡Ah caballero!
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SARMIENTO.-
¿A mí, gentil hombre? |
ROLDÁN.-
A
usted digo. |
SARMIENTO.-
Y ¿qué es lo que usted manda?
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ROLDÁN.-
Cúbrase usted; que si no, no hablaré
palabra. |
SARMIENTO.-
Ya estoy cubierto. |
ROLDÁN.-
Señor
mío, yo soy un pobre hidalgo, aunque me he visto en
honra; tengo necesidad, y he sabido que usted ha dado doscientos
ducados a un hombre a quien había dado una cuchillada;
y por si usted tiene deleite en darlas, vengo a que usted
me dé una adonde fuera servido; que yo lo haré
con cincuenta ducados menos que otro. |
SARMIENTO.-
Si no estuviera
tan mohíno, me obligara a reír usted; ¿dícelo
de veras? pues venga acá: ¿piensa que las cuchilladas
se dan sino a quien las merece? |
ROLDÁN.-
Pues ¿quién
las merece como la necesidad? ¿No dicen que tiene cara de
hereje? pues ¿dónde estará mejor una cuchillada
que en la cara de un hereje? |
SARMIENTO.-
Usted no debe de
ser muy leído; que el proverbio latino no dice si
no que necessitas caret leye, que quiere decir, que la necesidad
carece de ley. |
ROLDÁN.-
Dice muy bien usted; porque
la ley fue inventada para la quietud, y la razón es
el alma de la ley, y quien tiene alma tiene potencias: tres
son las potencias del alma: memoria, voluntad y entendimiento.
Usted tiene muy buen entendimiento, porque el entendimiento
se conoce en la fisonomía, y la de usted es perversa,
por la concurrencia de Saturno y Júpiter, aunque Venus
le mire en cuadrado, en la decanoria del signo ascendente
por el horóscopo. |
SARMIENTO.-
Por el diablo que acá
me trujo, esto es lo que yo había menester, después
de haber pagado doscientos ducados por la cuchillada. |
ROLDÁN.-
¿Cuchillada
dijo usted? está bien dicho: cuchillada fue la que
dio Caín a su hermano Abel, aunque entonces no había
cuchillos; cuchillada fue la que dio Alejandro Magno a la
reina Pantasilea, sobre quitalle a Zamora la bien cercada,
y asimismo Julio César al conde don Pedro Anzures,
sobre el jugar a las tablas con don Gaiferos, entre Cabañas
y Olías; pero advierta usted que las heridas se dan
de dos maneras, porque hay traición y alevosía:
la traición se comete al Rey; la alevosía,
contra los iguales; por las armas lo han de ser; y si porque
dice Carranza, en si yo riñere con ventaja, su Filosofía
de la espada, y Terencio en la Conjuración de Catilina...
|
SARMIENTO.-
Váyase con el diablo, que me lleva sin
juicio; ¿no echa de ver que me dice bernardinas? |
ROLDÁN.-
¿Bernardinas
dice usted? y dijo muy bien, porque es lucido nombre; y una
mujer que se llamase Bernardina estaba obligada a ser monja
de San Bernardo; porque si se llamase Francisca, no podía
ser; que las Franciscas tienen cuatro efes; la F es una de
las letras del A, B, C; las letras del A, B, C, son veinte
y tres: la K sirve en castellano cuando somos niños,
porque entonces decimos la... que se compone de dos veces
esta letra K: dos veces pueden ser de vino; el vino tiene
grandes virtudes; no se ha de tomar en ayunas y aguado, porque
las partes raras del agua penetran los poros y se suben al
cerebro, y entrando puras... |
SARMIENTO.-
Téngase,
que me ha muerto, y pienso que algún demonio tiene
revestido en esa lengua. |
ROLDÁN.-
Dice usted muy bien;
porque quien tiene lengua, a Roma va; yo he estado en Roma
y en la Mancha, en Trasilvania y en la Puebla de Montalbán:
Montalbán era un Castillo, de donde fue señor
Reynaldos; Reynaldos era uno de los doce Pares de Francia,
y de los que comían con el Emperador Carlomagno en
la mesa redonda, porque no era cuadrada ni ochavada. En Valladolid
hay una placetilla que llaman el Ochavo; un ochavo es la
mitad de un cuarto, un cuarto se compone de cuatro maravedís;
el maravedí antiguo valía tanto como agora
un escudo; dos maneras hay de escudos; hay escudos de paciencia
y hay escudos... |
SARMIENTO.-
Dios me la dé para sufrille;
téngase, que me lleva perdido. |
ROLDÁN.-
Perdido
dijo usted, y dijo muy bien; porque el perder no es ganar;
hay siete maneras de perder: perder al juego, perder la hacienda,
el trato, perder la honra, perder el juicio, perder por descuido
una sortija o un lienzo, perder... |
SARMIENTO.-
Acabe, con
el diablo. |
ROLDÁN.-
¿Diablo, dijo usted? y dijo muy
bien; porque el diablo nos tienta con varias tentaciones:
la mayor de todas es la de la carne; la carne no es pescado;
el pescado es flemoso; los flemáticos no son coléricos.
De cuatro elementos está compuesto el hombre: de cólera,
sangre, flema y melancolía; la melancolía no
es alegría, porque la alegría consiste en tener
dineros; los dineros hacen a los hombres, los hombres no
son bestias, las bestias pacen; y finalmente... |
SARMIENTO.-
Y
finalmente me quitará usted el juicio o poco podrá;
pero le suplico en cortesía, me escuche una palabra,
sin decirme lo que es palabra, que me cairé muerto.
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ROLDÁN.-
¿Qué manda usted? |
SARMIENTO.-
Señor
mío, yo tengo una mujer, por mis pecados, la mayor
habladora que se ha visto desde que hubo mujeres en el mundo;
es de suerte lo que habla, que yo me he visto muchas veces
resulto a matalla por las palabras, como otros por las obras:
remedios he buscado, ninguno ha sido a propósito;
a mí me ha parecido que si yo llevase a usted a mi
casa, y hablase con ella seis días arreo, me la pondría
de la manera que están los que comienzan a ser valientes
delante de los que ha muchos días que lo son. Véngase
usted conmigo, suplícoselo; que yo quiero fingir que
usted es mi primo, y con este achaque tendrá a usted
en mi casa. |
ROLDÁN.-
¿Primo dijo usted? ¡Oh, qué
bien dijo usted! Primo decimos al hijo del hermano de nuestro
padre; primo, a un zapatero de obra prima; prima es una cuerda
de guitarra; la guitarra se compone de cinco órdenes;
las órdenes mendigantes son cuatro; cuatro son los
que no llegan a cinco; con cinco estaba obligado a reñir
antiguamente el que desafiaba de común, como se vio
en Don Diego Ordoñez y los hijos de Arias Gonzalo,
cuando el Rey Don Sancho... |
SARMIENTO.-
Téngase y
téngase, por Dios, y véngase conmigo; que allá
dirá lo demás. |
ROLDÁN.-
Camine delante
usted; que yo le pondré esa mujer en dos horas muda
como una piedra; porque la piedra... |
SARMIENTO.-
No le oiré
palabra. |
ROLDÁN.-
Pues camine; que yo le curaré
a su mujer. (Vanse.) |
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MUTACIÓN |
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Sala en casa de
SARMIENTO. Una estera arrollada, etc., etc.
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Escena III
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DOÑA BEATRIZ, INÉS.
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BEATRIZ.-
¡Inés!
¡Hola! (Llamando.) ¡Inés! ¿Qué digo? ¡Inés!
¡Inés! |
INÉS.-
Ya oigo, señora, señora,
señora. |
BEATRIZ.-
Bellaca, desvergonzada, ¿cómo
me respondéis vos con ese lenguaje? ¿No sabéis
vos que la vergüenza es la principal joya de las mujeres?
|
INÉS.-
Usted, por hablar, cuando no tiene de qué,
me llama doscientas veces. |
BEATRIZ.-
Pícara, el número
doscientos es número mayor, debajo del cual se pueden
entender doscientos mil, añadiéndole ceros;
los ceros no tienen valor por sí mismos. |
INÉS.-
Señora,
ya lo tengo entendido; dígame usted lo que tengo de
hacer porque haremos prosa. |
BEATRIZ.-
Y la prosa es para
que traigáis la mesa para comer vuestro amo; que ya
sabéis que anda mohíno, y una mohína
en un casado es causa de que levante un garrote, y comenzando
por las criadas remate con el ama. |
INÉS.-
Pues ¿hay
más de sacar la mesa? voy volando. (Vase.) |
Escena
IV
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DOÑA BEATRIZ, SARMIENTO y ROLDÁN. Después
INÉS.
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SARMIENTO.-
¡Hola!¿No está nadie (Dentro.)
en esta casa? ¡Doña Beatriz, hola! |
BEATRIZ.-
Aquí
estoy, señor; ¿de qué venís dando voces?
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SARMIENTO.-
(Saliendo.) Mirad que traigo este caballero,
soldado y pariente mío, convidado; acariciadle y regaladle
mucho, que va a pretender a la corte. |
BEATRIZ.-
Si usted
va a la corte, lleve advertido que la corte no es para Carlos
tan encogido; porque el encogimiento es linaje de bobería,
y el bobo está cerca de ser desvalido, y lo merece;
porque el entendimiento es luz de las acciones humanas, y
toda la acción consiste... |
ROLDÁN.-
Quedo,
quedo, suplico a usted; que bien sé que consiste en
la disposición de la naturaleza, porque la naturaleza
obra por los instrumentos corporales y va disponiendo los
sentidos; los sentidos son cinco: andar, tocar, correr y
pensar y no estorbar; toda persona que estorbare es ignorante,
y la ignorancia consiste en no caer en las cosas; quien cae
y se levanta, Dios le dé buenas Pascuas; las Pascuas
son cuatro, la de Navidad, la de Reyes, la de Flores y la
de Pentecostés; Pentecostés es un vocablo exquisito...
|
BEATRIZ.-
¿Cómo exquisito? mal sabe usted de exquisitos;
toda cosa exquisita es extraordinaria: la ordinaria no admira;
la admiración nace de cosas altas; la más alta
cosa del mundo es la quietud, porque nadie la alcanza; la
más baja es la malicia, porque todos caen en ella;
el caer es forzoso, porque hay tres estados en todas las
cosas; el principio, el aumento y la declinación.
|
ROLDÁN.-
Declinación dijo usted y dijo muy
bien; porque los nombres se declinan, los verbos se conjugan;
y los que se casan se llaman con este nombre, y los casados
son obligados a quererse, amarse y estimarse, como lo manda
la Santa Madre Iglesia; y la razón de esto es...
|
BEATRIZ.-
Paso, paso, -¿que es esto marido? ¿tenéis
juicio? ¿Qué hombre es este que habéis traído
a mi casa? Por Dios, que me huelgo, que he hallado con qué
desquitarme. Dad acá la mesa presto y comamos, que
el señor Roldán ha de ser huésped mío
seis o siete años. |
BEATRIZ.-
¿Siete años? malos
años; ni una hora, que reventaré, marido.
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SARMIENTO.-
Él era mejor para serlo vuestro. -¡Hola!
Dad acá la comida. |
INÉS.-
(Saliendo.) ¿Convidados
tenemos? Aquí está la mesa. |
ROLDÁN.-
¿Quién
es esta señora? |
SARMIENTO.-
Es criada de casa. |
ROLDÁN.-
Una
criada, que se llama en Valencia fadrina, en Italia masara,
en Francia gaspirria, en Alemania filimoquia, en la corte
sirvienta en Vizcaya moscorra, y entre pícaros daifa.
Venga la comida alegremente; que quiero que vuesas mercedes
me vean comer al uso de la Gran Bretaña. |
BEATRIZ.-
Aquí
no hay que hacer, sino perder el juicio, marido; que reviento
por hablar. |
ROLDÁN.-
¿Hablar dijo usted? y dijo muy
bien: hablando se entienden los conceptos; éstos se
forman en el entendimiento; quien no entiende, no siente;
quien no siente, no vive; el que no vive, es muerto; un muerto
échale en un huerto. |
BEATRIZ.-
¡Marido? ¡marido?
|
SARMIENTO.-
¿Qué queréis mujer? |
BEATRIZ.-
Echadme
de aquí este hombre, con los diablos, que reviento
por hablar. |
SARMIENTO.-
Mujer, tened paciencia; que hasta
cumplidos los iete años no puede salir de aquí;
porque he dado mi palabra, y estoy obligado a cumplirla,
o no seré quien soy. |
BEATRIZ.-
¿Siete años?
Primero veré yo mi muerte. Ay! ay! ay! |
INÉS.-
Desmayóse.
¿Esto quiere usted ver delante de sus ojos? Vela ahí
muerta. |
ROLDÁN.-
¡Jesús! ¿de qué le
ha dado este mal? |
SARMIENTO.-
De no hablar. |
ALGUACIL.-
(Dentro.)
Abran aquí a la justicia! abran a la justicia! |
ROLDÁN.-
¡La
justicia! ¡Ay, triste de mí! que yo ando huido, y
si me conocen me han de llevar a la cárcel. |
SARMIENTO.-
Pues,
señor, el remedio es meterse en esa estera usted;
que las habían quitado para limpiarlas, y así
se podrá librar; que yo no hallo otro. |
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(Métese
ROLDÁN en la estera.)
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Escena V
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Dichos. El ALGUACIL.
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ALGUACIL.-
¿Era para hoy el abrir esta puerta? |
SARMIENTO.-
¿Qué
es lo que usted manda que tan furioso viene? |
ALGUACIL.-
El
señor Gobernador, manda que, no obstante que usted
ha pagado los doscientos ducados de la cuchillada, venga
usted a darle la mano a este hombre, y se abracen y sean
amigos. |
SARMIENTO.-
Quería comer agora. |
ALGUACIL.-
El
hombre está aquí junto, y luego se volverá
usted a comer despacio. |
SARMIENTO.-
Vamos, y entretanto,
poned la mesa. |
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(Vanse todos, menos ROLDÁN, BEATRIZ
e INÉS.)
|
INÉS.-
Vuelve en ti, señora;
que si de no hablar te has desmayado, agora, que estás
sola, hablarás cuanto quisieres. |
BEATRIZ.-
Gracias
a Dios, que agora descansaré del silencio que he tenido.
|
ROLDÁN.-
(Sacando la cabeza de la estera.) ¿Silencio
dijo usted? y dijo muy bien; porque el silencio fue siempre
alabado de los sabios, y los sabios hablan a tiempos y callan
a tiempos, porque hay tiempos de hablar y tiempos de callar;
y quien calla otorga, y el otorgar es de escrituras, y una
escritura ha menester tres testigos, y si es de testamento
cerado siete; porque... |
BEATRIZ.-
Porque el diablo te lleve,
hombre, y quien acá te trujo. ¿Hay tan gran bellaquería?
Yo vuelvo a desmayarme. |
Escena VI
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Dichos, SARMIENTO,
ALGUACIL.
|
SARMIENTO.-
(ROLDÁN se esconde de nuevo.)
Ya que se han hecho las amistades, quiero que vuesas mercedes
beban con una caja. ¡Hola! dad acá la cantimplora
y aquella perada. |
BEATRIZ.-
¿Agora nos metéis en eso?
¿No veis que estamos ocupados sacudiendo estas esteras? (Muestra
el palo.) Y tú, con ese otro, (A INÉS.) démosle
hasta que queden limpias. |
ROLDÁN.-
Paso, paso, señoras:
que bien (Saliendo.) entendí que hablaban mucho, pero
no que jugaban de manos. |
ALGUACIL.-
¡Oiga! ¿qué es
esto? ¿No es aquel bellaco de Roldanejo, el hablador, que
hace las maulas? |
INÉS.-
El mismo. |
ALGUACIL.-
Sed preso
sed preso. |
ROLDÁN.-
¿Preso dijo usted? y dijo muy
bien, porque el preso no es libre, y la libertad... |
ALGUACIL.-
Que
no, no; aquí no ha de valer la habladuría;
¡vive Dios! que habéis de ir a la cárcel.
|
SARMIENTO.-
Señor alguacil, suplico a usted, que por
haberse hallado en mi casa, esta vez no se lleve; que le
doy palabra a usted de darle, con qué se vaya del
lugar, en curando a mi mujer. |
ALGUACIL.-
Pues ¿de qué
la cura? |
SARMIENTO.-
Del hablar. |
ALGUACIL.-
Y ¿cómo?
|
SARMIENTO.-
Hablando; porque como habla tanto la enmudece.
|
ALGUACIL.-
Soy contento por ver ese milagro; pero ha de ser
con condición que si la diere sana, me avise usted
luego, porque le lleve a mi casa; que tiene mi mujer la propia
enfermedad, y me holgaría que me la curase de una
vez. |
SARMIENTO.-
Descuide, señor alguacil, que cumplidos
los siete años, yo avisaré con lo que hubiere.
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BEATRIZ.-
Marido, por Dios, echadme desde luego de aquí
este hombre, que yo prometo no dar lugar a que vuelva. (Arrodillándose.)
|
SARMIENTO.-
(Levantándola.) Alzad, pues, y enmendaos,
que no está bien de rodillas la que es señora
de mi casa. |
ROLDÁN.-
Señora, dice usted, y
muy bien dicho que está, porque Roma fue señora
de todo el mundo |
ALGUACIL.-
(Interrumpiéndole.) Vete,
pícaro hablador. |
SARMIENTO.-
No me desagrada el verso.
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ALGUACIL.-
Pues si no le desagrada, oiga; que yo tengo alguna
vena de poesía. |
ROLDÁN.-
¿Poesía ha
dicho usted? Pues oigan y reparen vuestras mercedes: que
no será peor la mía.
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Aquí he venido a curar | | | | una mujer habladora, | | | | que
nunca supo callar, | | | | a quien pienso desda agora | | | | enmudecer
con hablar. | | | | Convidome este señor, | | | | y comeré
yo en rigor | | | | aunque diga su mujer, | | | | por no me dar de comer; | | | | -«Vete, pícaro hablador.» | | |
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BEATRIZ.-
(Al público.)
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Un hablador es matraca; | | | | granizada, que apedrea, | | | | torbellino,
que marea, | | | | y furia, que nadie aplaca. | | | | Cuando otro hablador
le ataca, | | | | calla por breves instantes, | | | | y con bríos
más pujantes | | | | sigue... ¡Qué dicha, señores, | | | | sí todos los habladores | | | | hablaran como CERVANTES! | | |
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