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ArribaAbajoCanto Octavo

Argumento del Canto Octavo


Ve el gobernador de Calecut varias pinturas recamadas en las banderas de la Armada, y oye la esplicacion que le hace de ellas Pablo de Gama. Origen del nombre de Lusitania: hechos gloriosos de los Reyes de Portugal y de sus vasallos, hasta el Rey D. Alfonso V: manda el Samorim á sus Arúspices que consulten lo futuro respecto de la Armada: informan contra los navegantes: pretenden destruir á Gama, el cual satisface al Rey sobre sus injustos cargos y sospechas.




I

   Vimos que el Catüal se detenia
En la primer figura que hay pintada,
Que en la diestra por signo un ramo erguia,
Blanca barba luciendo dilatada.
Saber quien es, y la razon quería
De por qué lleva la señal narrada;
Y dice Pablo, caya voz discreta
El Mauritano al Indio le interpreta:


II

   «Estos varones todos que parecen
Tan fieros á la vista en sus aspectos,
Más fieros y más bravos aparecen
De su esfuerzo y valor por los efectos:
Antiguos son, y aun ora resplandecen
Grandes entre los hombres más perfectos:
Luso es este que ves, por quien la fama
A nuestro reino Lusitania llama.


III

   «Fue hijo, ó compañero del Tebano
De quien se cuenta el conquistar contino:
Parece que á parar al suelo Hispano,
Siguiendo el curso de sus armas vino.
Del Guadiana y del Duero el campo ufano,
Ya Elisio dicho, tanto le convino,
Que nombre allí dejar quiso á los nuesos,
Y sepultura á sus cansados huesos.


IV

   «El ramo que le ves como divisa,
El verde Tirso fue de Baco usado,
El cual á nuestra edad muestra y avisa
Que fue su hijo ó compañero amado.
Ese otro que del Tajo el suelo pisa,
Despues de haber tan largo mar sulcado,
Muros perpetuos á su orilla eleva
Y á Palas templo, de su amor en prueba.


V

   «Es Ulises quien labra santa casa
Al Númen que le da lengua facunda
Que si en Asia á la grande Troya abrasa.
En Europa á Lisboa insigne funda.»
«¿Quién es ese otro acá que el campo arrasa,
Con presencia entre muertes furibunda,
Y destroza legiones cien guerreras,
Que las águilas llevan por banderas?»


VI

   Dice el gentil; y le responde Gama.
«Ese que ves, pastor fue de ganado:
Viriato sabe el mundo que se llama,
En espada más diestro que en cayado:
De Roma á escurecer llegó la fama,
Vencedor invencible y celebrado.
Con él no alcanzan, ni tener pudieron,
Los modos que con Pirro antes tuvieron.


VII

   «Con fuerza no, con maña vergonzosa
Le quitaron la vida: ¿qué os espanta?
Si la gente, aun la grande y generosa,
La ley á veces de virtud quebranta.
Contra su patria ese otro, que orgullosa
Le trata, con nosotros se levanta:
Y cierto escoge bien con quien se alzase,
Para que eternamente se ilustrase.


VIII

   «Tambien, con nos, abate las banderas
De esas aves de Júpiter amadas;
Que desde el tiempo aquel las más guerreras
Huestes son por nosotros ya arrolladas.
Ve de qué artes se vale, y qué maneras
Para ganar los pueblos amañadas:
Fatídica una cierva se lo avisa:
Él es Sertorio, y ella su divisa,


IX

   «Mira esotra bandera y ve esculpido
Al gran tronco de Reyes Lusíberos:
Nos Húngaro le hacemos: que nacido
En Turingia le dicen estranjeros.
Despues que tiene al Moro ya vencido
Y á Galicia y Leoneses caballeros,
Porque la real raiz se santifique,
Pasa al Santo Sepulcro el Santo Enrique.»


X

   «Dime quien es ese otro, que me espanta
(Pregunta el Malabar maravillado),
Que escuadrones sin fin de gente tanta,
Con tan poca ha vencido y destrozado:
Que á tantos hijos de Ismael quebranta,
Tantas batallas da, jamás cansado,
Y que coronas huella en todas partes
A sus pies derribadas, y estandartes.»


XI

   «Es Alfonso Primero (dice Gama),
Que todo Portugal al Mauro toma;
Por quien jura al Estigio ya la fama,
Que más no ha de ensalzar glorias de Roma
Este es aquel piadoso á quien Dios ama,
Por cuyo brazo al Moro adverso doma,
Y de su reino abátele los muros,
No dejando que hacer á los futuros.


XII

   «Sí César y Alejandro así tuvieran
Tan pequeño poder, tan poca gente,
contra enemigos tantos cuantos eran
Los que venció este Príncipe escelente,
No creas que sus nombres se estendieran
Con renombre inmortal tan largamente:
Mas deja hazañas suyas, no esplicables,
Que asaz las de su gente son notables.


XIII

   «Este á quien ves decir con gesto airado
Al derrotado alumno mal sufrido
Que recoja el ejército sembrado
Y en su campo se encierre defendido
Es el que anciano al mozo ha libertado,
Y en vencedor le torna de vencido;
Egas Moñiz se llama el fuerte viejo:
De súbditos leales claro espejo.


XIV

   «¡Ved que va con sus hijos á entregarse!
La cuerda al cuello, en ropas de villano,
Porque el mozo no quiso ya doblarse
Cual él lo ha prometido, al Castellano,
Cuando hizo con ofertas levantarse
El cerco en que cayó su soberano:
Con hijos y mujer busca la pena,
Y por salvar al Rey, él se condena.


XV

   «No tanto el Cónsul hizo que, cercado
En las Caudinas horcas ignorante,
A pasar por debajo fue obligado
De aquel yugo Samnítico triunfante.
Este por el su pueblo desdeñado,
Entrega su persona, audaz, constante:
El otro, á él y á lo que más le duele:
A la esposa sin culpa, al hijo imbele.


XVI

   «Ved aquel que saliendo de celada
Da sobre el Rey que cerca un muro fuerte:
Ya le prende y la villa es descercada,
¡Hecho inmortal que coronó la suerte!
Vedle que va pintado en esta Armada.
Dando en el mar tambien al Moro muerte,
Cogiéndole las naves, con la gloria
De la primer marítima victoria.


XVII

   «Es Don Fúas Rupiño, que en la tierra
Resplandece y la mar con el cruento
Fuego con que encendió, junto á la sierra
Abilense, del Moro el armamento:
Mira cuál, por tan justa y santa guerra,
De morir combatiendo está contento:
Desde las manos del Infiel el alma.
Sube al cielo, feliz con justa palma.


XVIII

   «¿Ves allí mucha gente de estranjero
Traje salir de grande armada y nueva,
Que á combatir ayuda al Rey primero
A Lisboa, y de si da tanta prueba?,
¿Ves de Enrique, famoso caballero,
Una palma nacer junto á la cueva?
Milagro hace por ellos Dios no visto:
Hermanos son los mártires de Cristo.


XIX

   «La espada un sacerdote lleva erguida
Contra Arronches, que toma por venganza
De Leiria, que de antes fue vencida
Del que por Mahomede enristra lanza:
Es Teotonio el Prior. Vé aquí ceñida
A Santarem, y vé la aseguranza
De esta figura que alza la primera,
Sobre el muro, de quinas la bandera.


XX

   «Y mira aquí dó Sancho desbarata
Los moros de Vandalia en dura guerra;
Rompe las huestes, al Alférez mata,
Y el Hispano pendon echa por tierra:
Es Mem Móñiz, que el gran valor retrata
Del padre, que en su tumba no le cierra:
¡Digno es de esas banderas, pues la suya
Ensalza ¡oh castellano! á costa tuya!


XXI

   Mira aquel que desciende por la lanza,
Con las cabezas dos de los vigías,
La celada ocultando con que alcanza
La ciudad, por sus artes y osadías;
La cual toma por armas la semblanza
Del vencedor que las cabezas frias
Lleva en la mano: ¡esfuerzo jamás hecho!
¡De Giraldo sin miedo este es el pecho!


XXII

   «¿No ves á un castellano, que agraviado
De Alfonso Nono por el odio antigo
Al Moro, con los Laras, se ha pasado,
De Portugal haciéndose enemigo?
De Abrantes la ciudad toma, ayudado
De Máura multitud que trae consigo:
Mas vé que un Portugués con poca gente
Lo desbarata y prende bravamente.


XXIII

   «Martin Lopez se llama el caballero
Que de este rico honor gana el tesoro.
Mas mira un eclesiástico guerrero,
En lanza convertir báculo de oro:
Mírale entre dudosos tan entero
En no negar batalla al fuerte moro:
Vé el signo que en el cielo le aparece
Con que en sus pocos el esfuerzo crece.


XXIV

   «Ve los Reyes de Córdoba y Sevilla
Aquí con otros dos correr el llano,
Para morir al fin ¡oh! maravilla
Hecha por Dios, que no por brazo humano!
Vé, ya se rinde de Alcacer la villa,
Que todo muro y ardimiento es vano,
A Mateos, Obispo de Lisbona,
A quien palma celeste allí corona.


XXV

   «Mira un Mestre, que baja de Castiella
Portugués de nacion, cómo conquista
Tierra de los Algarves, y ya en ella,
No encuentra quien por armas le resista:
Con arte, esfuerzos, y benigna estrella,
Castillos, villas toma á escala vista:
Vé á Tavira ganada á sus señores
Por vengar á los siete cazadores.


XXVI

   «Vé que á Silves tomando, al Moro engaña
Que antes la conquistó con fuerza ingente,
Don Payo de Correa, cuya maña
Y valor es envidia de la gente;
Y vé los tres que en Francia y en España
Hácense conocer perpetuamente
En torneos, en lucha, en desafíos,
Dejando en ellos fama de sus bríos.


XXVII

   «Con nombre los ve entrar de aventureros
Castiella do la prez solos llevaron,
De los juegos de Marte verdaderos,
Que de muchos con daño ejercitaron.
Ve muertos á los bravos caballeros
Que de los tres al principal retaron;
De Gonzalo Ribeiro esa es la alteza,
Y la ley del morir con él no reza.


XXVIII

   «Mira aquel que su fama tanto estiende
Que con ninguna antigua se contenta,
Y el pais, que de un hilo flaco pende,
Sobre sus hombros sólidos sustenta:
¿No le ves, de ira lleno, que reprende
La desconfianza vil, inerte y lenta
Del pueblo, y le somete al dulce freno
De su Rey natural, no del ajeno?


XXIX

   «Vé que por su consejo que tomaba,
De Dios guiado y do su santa estrella,
Puede lo que imposible se juzgaba:
Vencer al pueblo ingente de Castiella.
Vé, por industria suya y fuerza brava,
Otro estrago y victoria clara y bella,
En la gente feroz, cuanto infinita,
Que entre el Tartesio y el Guadiana habita.


XXX

   «¿Mas no ves cuasi aquí desbaratado
El poder Lusitano, por la ausencia
Del Capitan devoto, que apartado
Invoca en su oracion la Trina Esencia?
Vélo, con prisa de su gente hallado,
Que le dice que falta resistencia
Contra tal fuerza, y pídele que acuda
Para que á los ya flacos lleve ayuda.


XXXI

   «Pero vé con qué santa confianza,
Que no era tiempo aún le respondia,
Como quien tiene en Dios la aseguranza
Del triunfo que luego le daria:
Así Numa al oir que la pujanza
Del contrario las tierras le corria,
Responde al que la nueva le esta dando:
¿Pues no miras que estoy sacrificando?


XXXII

   «Si ora el nombre á decir quieres que pruebe
Del que fiado en Dios así campea,
Escipion Portugués llamarse debe,
Mas con el de Nuñ'Alvarez se arrea:
¡Patria dichosa que á tal hijo lleve!
Padre aun mejor, que en cuanto el sol rodea
El gran globo de Céres y Neptuno,
Nunca cual este se hallará ninguno.


XXXIII

   «Vé que en la misma guerra presa apaña
Este otro Capitan de poca gente.
Comendadores vence en la campaña,
Y su botin rescata bravamente.
Vé que otra vez la lanza en sangra baña
Solo por libertar con celo ardiente
Al preso amigo: ¡ejemplo de leales,
Pero Rodriguez es de Landroáles!


XXXIV

   «Mira el traidor aquel, y cómo paga
El perjurio que fizo, y vil engaño:
Es Gil Fernandez d'Elvas quien 1e amaga
Y hace luego sufrir el mayor daño:
Do Jerez roba el campo y le encenaga
En la sangre del mísero aledaño:
Y mira á Ruiz Pereira cual de frente,
Escudo á las galeras es potente.


XXXV

   «Vé cómo diez y siete Lusitanos
De lo alto de eso otero se defienden,
Fuertes de cuatrocientos castellanos,
Que por cogerlos en redor se estienden:
Mas pronto anunciarán ayes vanos
Que no se guardan solo, mas que ofenden:
¡Accion que debe el mundo hacer eterna
Grande en la edad antigua y la moderna!


XXXVI

   «Sábese, de muy lejos, que trescientos
Contra un mil de Romanos pelearon
En tiempos que civiles ardimientos
De Viriato las glorias levantaron:
Que de aquellos, logrando vencimientos,
Herencia memorable nos dejaron,
(Como despues probamos en cien luchas)
De arrostrar pocas fuerzas á las muchas.


XXXVII

   «Los infantes vé aquí Pedro y Enrique,
de Juan progenie ilustre y generosa:
Hace aquel que su fama certifique
Germania, con su muerte valerosa:
Este, que ella en los mares le publique
Por su descubridor, y la orgullosa
Ceuta postre su Islámica jactancia
Y rinda, con sus puertas, su arrogancia.


XXXVIII

   «Mira al Conde Don Pedro, que sustenta
Dos cercos contra toda Berbería;
Y otro Conde ve allí que representa
En la tierra, de Marte la osadía;
Con defender no solo se contenta
Á Alcacér contra inmensa compañía,
Mas de su Rey la vida, en grave apuro,
Salva y pierde la suya allí en el muro.


XXXIX

   «Verias muchos más que los pintores
Aquí tambien de cierto pintarian:
Mas les faltan pinceles y colores,
Honra, premio y favor que ingenios crian:
Culpa es de los viciosos sucesores.,
Que en verdad se degradan y desvian
Del lustre y del valor de sus pasados,
En gustos y altiveces atollados.


XL

   «Los altos padres que principio dieron
Á la generacion que de ellos baja,
Mucho por la virtud entonce hicieron,
Que tambien por formar nietos trabaja.
¡Ciegos que de las penas que sufrieron
Si la fama las glorias nunca ataja,
Oscuros deja siempre á sus menores,
Con dejarles descansos corruptores!


XLI

   «Tambien hay otros grandes y abastados
Que de troncos ilustres no provienen,
Por la culpa de Reyes, que á privados
Dan más que á los que esfuerzo y saber tienen
Á estos, sí, que á los suyos ver pintados
No place, y diz que orgullos no convienen;
Y es su contrario natural la tabla,
Y quieren mal á la pintura que habla.


XLII

   «No niego que hay á veces descendientes
De generoso tronco y casa rica,
Cuya nobleza en usos escelentes
Su blason heredado magnifica;
Y si la antigua luz de sus parientes
Con su valer no aumenta y clarifica,
Al menos no se apaga ni hace escura:
Mas de estos halla pocos la pintura.»


XLIII

   Gama así con acentos no prolijos
Los hechos cuenta que, con varia tinta,
Claros, perfectos, del pincel son hijos
Del artífice docto que allí pinta.
El Catüal los ojos prestos, fijos
Tiene en la historia vívida y distinta,
Mil veces preguntando y mil oyendo
Las gustosas batallas que está viendo.


XLIV

   Mas ya la luz mostrábase dudosa
Porque la inmensa lámpara se hundia
Bajo del horizonte, y luminosa
Llevaba á los antípodas el dia;
Cuando la Naire gente numerosa
De la gran Capitana ya salia
A buscar el reposo, que descansa
Los lasos miembros en la noche mansa.


XLV

   En tanto los Arúspices famosos
De la ciencia Gentil, que en sacrificios
Dicen adivinar casos dudosos
Por señales diabólicas ó indicios,
Por el Rey mismo enviados, estudiosos
Ejercian el arte y sus oficios
Sobre esta gente y su venida estraña
Del mar remoto de la ignota España.


XLVI

   Dáles signo el demonio verdadero
De aquel nuevo pueblo les seria
Cautividad y yugo postrimero,
Destruccion de su gente y su valía;
Y espantado el atónito agorero
Al Rey le va á decir (cual lo entendian)
Las señales que halló fieras y estrañas
De las víctimas viendo las entrañas.


XLVII

   Y á todo esto se añade que á un devoto
Que profesa la ley de Mahomede,
Del odio concebido no remoto
A la fe santa que sufrir no puede,
En forma del Profeta, que tan noto
Del hijo de la esclava Agar procede,
Baco, que de sus odios no desiste,
En sueños se le muestra fiero y triste.


XLVIII

   Y le dice: «¡Oh mi gente! estad alerta
Del daño que os prepara el enemigo,
Que por los mares ya el camino acierta,
Antes que esteis más cerca del castigo.»
Esto escuchando, el Moro se despierta
De la vision absorto; mas consigo
Piensa que es de comun sueño el efeto,
Y se vuelve á dormir tranquilo y quieto.


XLIX

   Y torna Baco, y dice: «¿No conoces
Al gran legislador que á tus pasados
El precepto enseñó, que reconoces,
Sin el cual fuérais muchos bautizados?
Yo velo, si tú duermes á mis voces:
Pues sabe que los otros, que llegados
Serán despues, harán daño infinito,
En el culto que al hombre dejé escrito.


L

   «Mientras flaca es la fuerza de esta gente,
Ordenad que con fé se la resista,
Pues cuando sale el sol, bien fácilmente
Se puede en él poner fija la vista:
Mas así que subió claro y ardiente,
Ciego queda el que á verle un tiempo asista,
Cual quedareis vosotros, si raices
Permitís que estos crien ¡infelices!»


LI

   Dice Baco; y se ausenta, con su trama
Espantado dejando al Agareno:
Salta del lecho, y luces pide y clama,
Labrando en él el férvido veneno;
Y en cuanto aquella, á quien el sol inflama,
Muestra su rostro angélico y sereno,
Junta á los jefes de la torpe secta
Y del sueño les da version perfecta.


LII

   Pareceres diversos contrarios
Allí se oyen segun que lo entendian:
Engañosa traicion y ardides varios,
Perfidias inventaban y decian;
Mas dejando consejos temerarios,
La destruccion del Luso pretendian
Con artes más sutiles y mejores,
Y empiezan á ganar á los rectores.


LIII

   Con joyas, oro, y dádivas secretas
Vienen á su opinion los principales;
Y con razones prueban muy discretas
Que á su ruina ya van los naturales,
Diciendo aquellas ser gentes inquietas
Que los mares corriendo Occidentales,
Viven del robo y vil fraude malina,
Sin Rey, sin ley humana, ni divina.


LIV

   ¡Oh cuánto debe el Rey que bien gobierna
Ver que los consejeros y privados
De honor, conciencia y de virtud interna,
Y de sincero amor, sean dotados!
Pues como se halla en sede tan superna,
Mal puede de los hondos y apartados
Negocios adquirir relato entero
Más que el del labio mismo consejero.


LV

   Mas tampoco diré que cuesta tanto
La conciencia encontrar límpida y cierta,
Que solo se halle en pobre humilde manto,
Dó acaso la ambicion ande encubierta:
Y hombre hay tambien, que bueno, y justo, y santo,
En negocios del mundo poco acierta;
Que mal podrá cuidarlos entre el dolo
Dulce conciencia puesta en Dios tan solo.


LVI

   En tanto los avaros Catüales
Que al Gentílico pueblo gobernaban,
Inducidos por gentes infernales,
Despacho al Portugués dificultaban.
Mas Gama, que no busca en las señales
De cuanto allí los Moros preparaban,
Si no á su Rey llevar relato cierto
Del mundo que dejaba descubierto:


LVII

   De eso cura no más; que bien sabia
Que despues que llevara esa certeza.
Armas, naves y gente mandaria
Manuel, que ocupa allá la suma alteza,
Con que á su yugo y ley someteria
De esos mares y tierras la grandeza;
Puesto que él no era más que un diligente
Descubridor del mundo del Oriente.


LVIII

   Y para hablar al Rey, hora designa
En que pedir que fiel le despachase;
Que en todo viendo está que la maligna
Gente quiere impedir que lo lograse.
El Rey, que de la nueva falsa, indigna,
No es mucho de admirar que se espantase,
Pues es en sus agüeros tan creyente,
Ora afirmados por la Máura gente:


LIX

   Ante el relato tiembla que le han hecho,
Si bien por otra parte ba codicia,
Que es prenda innata de su bajo pecho.
Con deseo inmortal su sangre vicia;
Pues vé bien cuán amplísimo provecho
Tendrá si con verdad y con justicia,
El comercio y el trato acepta sanos
Que le propone el Rey de los Lusianos.


LX

   Sobre esto en los consejos que tomaba
Recibia contrarios pareceres;
Que en los que él su poder depositaba,
Ejercia el dinero sus poderes.
Al fin, venir al Capitan mandaba,
Y en llegando le dice: «Si quisieres
Decirme la verdad limpia y desnuda,
A tu culpa daré perdon y ayuda,


LXI

   «Bien informado estoy que la embajada
Que me diste de un Rey tuyo es fingida:
Pues tú ni tienes Rey ni patria amada,
Sino que arrastras vagabunda vida:
Que ¿quién desde la Hesperia así apartada,
Rey ó señor, de insania desmedida,
Ha de venir á entrar con gente y flotas
Tierras dél tan inciertas y remotas?


LXII

   «Y si de grandes reinos poderosos
Tiene tu Rey las regias majestades,
¿Qué presentes me traes valerosos,
Señal de tus incógnitas verdades?
Con prendas suelen y actos generosos
Los Reyes enlazar sus amistades:
Que no es prenda de ley ni don sincero.
La palabra de un vago aventurero.


LXIII

   «Si venís por ventura desterrados
Cual hombres ya lo han sido de alta suerte,
En mi reino sereis agasajados,
Que toda tierra es patria para el fuerte:
Mas si piratas sois del mar probados,
Decidlo sin temor de infamia ó muerte;
Que por buscar de sustentarse el modo,
Vital necesidad obliga á todo.»


LXIV

   Esto así dicho, Gama que ya tiene
Sospecha de la insidia que ordenaba
El odio Mahometano, de dó viene
Ese que el Malabar tan mal celaba,
Con gran seguridad, como conviene
A quien seguro crédito alcanzaba
De Vénus Accidalia al dulce amparo,
Este sacó del pecho acento claro.


LXV

   «Si antiguas culpas, que mortal nequicia
En la primera edad cometió humana,
No hicieran que en el vaso de malicia
(Azote crudo de la grey cristiana)
Cayera la perpetua inimicicia
¡Oh poderoso Rey! de la pagana
Raza de Adan, que secta torpe estrecha,
No concibieras tú tan vil sospecha.


LXVI

   «Mas porque ningun bien grande se alcanza
Sin gran lucha tambien, y en todo hecho
Sigue el temor el paso á la esperanza,
Que siempre vive con sudor del pecho.
Por eso miro en tí tal desconfianza
De mi verdad, sin conceder derecho
A razones, que justas hallarias,
Si no escuchases voz que no debias.


LXVII

   «Que si de robos yo solo viviese
Undivago, sin patria, desterrado,
¿Cómo imaginas que hasta acá viniese
A buscar nido incógnito, apartado?
¿Qué intereses me harian que corriese
Así sufriendo por el mar airado,
El Antártico frio, y los ardores
De los pueblos del Aries moradores?


LXVIII

   «Si con grandes presentes de alta estima
Me exiges la verdad de lo que digo,
Sabe que, solo á hallar vine este clima
Dó puso el cielo tu imperial abrigo:
Mas si tanto la suerte me sublima
Que retorne á mi reino y suelo amigo,
La alta prenda verás rica y preciada
Con que mi vuelta te será anunciada.


LXIX

   «Si te parece de imposible efecto
Que el Rey de allá de Hesperia á tí me mande,
Mente sublime, generoso afecto,
Ningun caso posible juzga grande;
Aunque es verdad que el mérito perfecto
Del Lusitano espíritu demande,
Para creerlo, fe de más alteza:
¡Tan inaudita y tanta es su grandeza,


LXX

   «Sabe que há muchos años los antigos,
Reyes nuestros vencer se propusieron
Firmemente los riesgos y castigos
Que siempre á grandes cosas se opusieron;
Y luchando en los mares, que enemigos
Son del muelle descanso, pretendieron
Saber que fin tenian y dó estaban
Las playas postrimeras que lavaban.


LXXI

   «Digna fue inspiracion del Tirso raro
Del venturoso Rey que holló el primero
Los mares yendo á echar del nido amparo
Al morador del Ábila postrero.
Ese de industrias y saber avaro.
A un madero juntando otro madero,
Descubrió aquella parte, que hacen clara
De Hidra y Argus la luz, de Liebre y Ara.


LXXII

   «Aumentando en los pechos las primeras
Venturas la osadía, descubrieron
Poco á poco más vias estranjeras,
Que siempre unos tras otros prosiguieron:
Las gentes que del Africa postreras
Las Siete Llamas en lo Austral no vieron,
Fueron vistas de nos, atras dejando
Á los que están los Trópicos quemando.


LXXIII

   «Así con fuerte pecho hemos vencido
Y alta constancia á la fortuna impía,
Hasta que á tu terreno hemos venido
Al mundo á abrir del mar la mejor vía.
Entre el furor del golfo entumecido,
De negro cielo, y tempestad bravía,
A tí llegamos, de quien pido ardiente
Solo señal que á nuestro Rey presente.


LXXIV

   «Esta es, Rey, la verdad; pues nunca haria
Por un incierto bien, un flojo premio,
(Como esperar, no siendo así, podria)
Tan largo y vano artificial proemio:
Mas antes descansar me dejaria
En el no descansado y fiero gremio
De Tétis, cual pirata descreido
Con ajeno trabajo enriquecido.


LXXV

   Así que ¡oh Rey! si tienes mis verdades
Como cosa leal, y no amañada,
Une á breve despacho tus bondades,
Sin quitarme el placer de la tornada;
Y si aun juzgas mis dichos falsedades,
Medítalo mejor, que bien probada.
Mi causa en claro juicio puede verse,
Que fácil la verdad es de entenderse.»


LXXVI

   Atento estaba el Rey á la pujanza
Con que Gama sus pruebas sostenía:
Concibe de él completa aseguranza
En su alma fe, certeza en su hidalguía;
Estima de su acento la confianza,
Juzga su autoridad de gran valía,
Y comienza á tener por mal servidos,
¡Estulto! á los Catuales corrompidos.


LXXVII

   Esto, junto á las ansias del provecho
Que espera del contrato Lusitaño,
Hácele obedecer más, al derecho
Del Capitan, que al Sarraceno engaño.
En fin, dícelo a Gama que de hecho
Vaya á la escuadra y sin temor de daño,
Mande á tierra á su gusto toda prenda
Que por la especería trueque ó venda.


LXXVIII

   Que envie mercancía, en fin, le manda
Que en los reinos Gangéticos no hubiere,
Si trae alguna al caso de la banda
De allá dó empieza el mar, la tierra muere.
Ya de la real presencia veneranda
Parte Gama á dó barco pedir quiere
Al Catual, que las naves y aparejos
Rige, pues que los suyos se hallan lejos.


LXXIX

   Barco le pide que á las naos le llevo:
Mas el Catual, con proceder rehacio,
Nada concede, y á idear se atreve
Cómo le haca traicion en corto espacio:
Le lleva al muelle, con la mente aleve
De detenerle lejos del palacio,
Donde sin que su Rey noticia tenga,
Su infame intento á consumarle venga.


LXXX

   Dícele que muy lejos le podria
Barco facilitar en que partiese,
O que mejor para el siguiente dia
Su poco urgente embarque difiriese.
Ya, con tardanzas tantas, comprendia
Gama que este Gentil de acuerdo fuese,
(Lo que hasta aquel momento no creyera)
Con la Máura intencion cobarde y fiera.


LXXXI

   Era este Catual de los que estaban
Ganados de los Moros por la gente,
Y de los que las villas gobernaban,
El Principal del Samorim potente:
Así que de sus fraudes aguardaban
El logro, por su medio solamente;
Y él, que con ellos pérfido conspira,
Ni la esperanza ni la accion retira.


LXXXII

   Gana (aunque en vano) activo le requiere
Le dé un batel, pues su mision es esa,
Y que así lo ha mandado, le refiere,
El Samorim, que en ello se interesa:
Le pide la razon por qué difiere
Sacar la mercancía Portuguesa,
Y alegra no poder ser derogado
Aquello que ya el Rey tiene mandado.


LXXXIII

   Razones tales el Catual corruto
Atiende poco, y sigue revolviendo
En su mente y sutil ingenio astuto
Algun fraude diabólico, estupendo:
Ya cómo bañar pueda el fierro bruto
En la sangre odiosísima está viendo,
Y ya cómo las llaves abrasase,
Por que ninguno á Portugal tornase.


LXXXIV

   Que no vuelva ninguno: eso prescribe
El consejo infernal de Mahometanos;
Porque á saber no llegue la que vive
Eóda tierra el Rey de Lusitanos.
No parte Gama, en fin, que lo prohibe
El regidor de bárbaros profanos;
Y no hay, sin sin licencia, quien se arroje,
Porque todos los barcos los recoge.


LXXXV

   Del Capitan al grito y las razones,
El Catüal le responde que mandase
Acercar sus distantes galeones,
Para que así mejor fuese y tornase;
Que enemiga parece, y de ladrones
Flota que tan lejana se apartase,
Y que no es bien que evite sus abrigos;
Que no es el desconfiar, prueba de amigos.


LXXXVI

   Conoce en estos dichos el buen Gama
Que pretende las náos en el puerto
Meter el Indio, porque á fierro y llama
Con furor las asalte descubierto:
Su inventiva eu proyectos mil derrama;
Y fantaseando en él buscar lo cierto
Del mal que amaga lo que á cargo tiene,
Todo lo trama, y piensa, y lo previene.


LXXXVII

   Cual reflejo de luz que del pulido
Acero salta, ó del cristal hermoso,
Del sol brillante, por el rayo herido,
Que á otra parte á tocar va luminoso,
Y de la astuta mano ser movido,
Desde la estancia del muchacho ocioso,
Anda por la calle, y muros, y tejado,
Trémulo aquí, y allí no sosegado:


LXXXVIII

   Vagando así la mente fluctüaba
De Gama, preso ya, cuando al sentido
La viene que Coello le aguardaba
En la playa, quizá dél advertido:
Así que el avisarle solo ansiaba,
Que á la flota volviese, prevenido
De los engaños, y traicion maldita,
Que les reserva el pérfido Ismaelita.


LXXXIX

   Así ha de hacer quien quiera, en dón de Marte
Copiar hombres famosos é igualarlos;
Con la idea volar de una á otra parte;
Adivinar peligros y evitarlos:
Con militar ingenio y sutil arte
Atraer á enemigos, ó engañarlos:
Pensar en todo, en fin, que no es servible
El capitan que diga: Era increible.


XC

   Insiste el Malabar en que esté preso,
Si hasta el muelle no manda entrar la armada
Él, constante y en ira noble acceso,
Su amenaza y furor no estima en nada;
Que antes quiere cargar él solo el peso
De cuanto mal dispone la malvada
Gente infiel, que esponer á la ventura
La flota de su Rey que está segura.


XCI

   Allí sigue esa noche detenido,
Y parte de otro dia, cuando pide
Y resuelve ir al Rey; mas reprimido
Es por guardia caudal, que se lo impide,
Aquí ocurre al Gentil otro partido;
Pues del Rey el castigo pesa y mide,
Si entiende su maldad, la cual al cabo
Sabrá, si más detiene al jefe bravo.


XCII

   Las especies que el Luso trueca ó vende
Dícele que traer ordene á tierra,
Pues su comercio establecer pretende;
Que quien no quiere trato, busca guerra
Aunque el torpe designio Gama entiende
Que en su dañado corazon se encierra,
Consiente: pues al fin así podria
Ganar su libertad por mercancía.


XCIII

   Conciertan que el Gentil armar ordene
Embarcaciones propias en que venga;
Que aventurar sus barcos mal le viene,
No el Malabar los robe ó los detenga.
Las almadías salen que él previene,
A traer lo de España que convenga,
Y Gama escribe á Pablo que disponga
Cuál mercancia por rescate esponga.


XCIV

   Viene la carga al puerto donde luego
El Catüal á a agasajarla sale:
Con ella han de quedar Alvaro y Diego
Para buscar lo que con ella iguale.
Si más que obligacion, y mando, y ruego,
En pecho vil el premio puede y vale,
Bien lo muestra el Gentil á quien lo entienda
Pues si á Gama soltó, fue por la hacienda.


XCV

   Por ella lo soltó, pues prenda cara
Tiene allí de la cual sacar pudiese,
Interes muy mayor del que ganara,
Si al Capitan más tiempo detuviese.
Él, viendo que seria estultez clara
Que nuevamente á la ciudad volviese,
Despues que á sus galeras ha llegado
Estar se deja en ellas descansado.


XCVI

   En ellas quieto está, si cuidadoso
Hasta ver lo que el tiempo trae consigo:
Que no se fia más del codicioso
Regidor, ya corrupto y enemigo.
Hora aquí vea el ánimo juicioso
Cuánto puede en el rico y el mendigo
El interes y sórdida fatiga
Del dinero, que á todos nos obliga.


XCVII

   Por hacerse señor el Rey Treicio
De gran riqueza, mata a Polidoro:
Entra por el fortisimo edificio
A la hija de Acrisio lluvia de oro:
Tanto puede en Tarpeya avaro vicio,
Que, á trueque de estranjero vil tesoro,
Entrega al enemigo el muro aciago,
Entre el cual, casi ahogada, muere en pago.


XCVIII

   ¡El interes! Él rinde armas caudales:
El inicuo y traidor vuelve al amigo:
Él hace á nobles madres desleales,
Y Capitanes rinde al enemigo:
Él corrompe purezas virginales,
Sin temer honra, fama, ni castigo:


XCIX

   Él interpreta más que sutilmente
Testos, y leyes forja, y las deshace:
Él los perjurios causa entre la gente;
A los Reyes á veces monstruos hace:
Y hasta aquellos que solo á Dios clemente
Se dedican, oireis que se complace,
En corromper, al pie de sus laúdes,
No sin color entonces de virtudes.