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1

La mera presencia de la literatura pastoril nos revela, como han indicado la mayoría de los críticos, un descontento con el mundo y un hastío de la vida urbana. La Historia de la Literatura nos confirma que, esta obras, escritas principalmente por cortesanos o por hombres relacionados con la vida cortesana (Garcilaso, Montemayor, Gil Polo, etcétera), esta corriente de escritura representa una reacción a la artificialidad de la misma, un sentimiento de haber perdido la inocencia, y una ansia de una existencia más tranquila y el deseo de regresar a la Edad Dorada. La Edad Dorada, como es sabido es un tópico clásico (por ejemplo, en su «Metamorfosis» Ovidio se refiere a ella) que concuerda bien con el ejemplo judeocristiano de Adán y Eva, cuando el hombre vivía en armonía perfecta con la Naturaleza. Esta edad imaginada se representa a través del marco de un paisaje idealizado: el «locus amoenus» (lugar ameno). Sin embargo, en los modelos españoles, en vez de Arcadia, el lugar descrito tiende a ser un lugar español conocido por el escritor. Podemos decir que el escritor español, orgulloso de sus propias tierras las describe en una manera idealista, libre de las preocupaciones de sustento y de los quehaceres de la supervivencia.

 

2

El marco agradable, el paisaje deleitoso, tiene una función importante de mostrarnos un contraste con nuestra vida urbana. A través de hacerlo tan hermoso, nos hace que cuestionemos la superioridad y la artificialidad de nuestra existencia. La armonía perfecta encontrada en este locus amoenus es exactamente lo contrario a la complejidad del amor y del comportamiento social en las cortes de Europa, y la actividad bulliciosa de las ciudades. Tan cercana es el hombre a la Naturaleza que sus lamentos le impresionan, y típicamente le pide el hombre a la Naturaleza que solucione sus desdichas. Sin embargo, desde el tiempo de Virgilio el lugar ameno no sirve de refugio porque está presente algún intruso que no permite la tranquilidad. Y aquí vemos la contradicción de lo pastoril. Ese intruso es la artificialidad misma. Aunque la literatura pastoril pretenda mostrarnos las virtudes de una vida más cercana a la Naturaleza, el mundo pastoril pintado es completamente artificial y refleja ideales humanistas en vez de mostrar el medioambiente verdadero en su diversidad espléndida.

 

3

Emilio Orozco, 1968, Paisaje y sentimiento de la naturaleza en la poesía española, Madrid, Prensa Española: 100.

 

4

Dámaso Alonso, 1955, Estudios y ensayos gongorinos, Madrid, Gredos.

 

5

No está de acuerdo con esta apreciación Alcalá Galiano quien, en su estudio sobre Meléndez Valdés, afirma que «nada dista más de la anacreóntico que lo pastoril». Anacreonte -dice- «era por excelencia el poeta de la vida de las ciudades, de los convites, del regalo, de los amores sensuales y varios, de cuanto corresponde a un estado de sociedad avanzado, lujoso, muelle, corrompido.

Es cierto que no recomienda el exceso, pero también es verdad que de su doctrina se deduce que la templanza es un modo más exquisito de aprovechar el deleite.

 

6

La revalorización de nuestros sentidos que llevaron a cabo los pensadores ilustrados haciendo depender de ellos la certidumbre o incertidumbre de aquello que se quiere conocer presupone de alguna manera la subjetividad radical que defienden los románticos.

Pero estos últimos rechazaron las limitaciones que apresaban la actividad del conocimiento guiado únicamente por la Razón y la experiencia, basándose en la unidad del hombre, en el hombre como una totalidad, imagen del Universo.

 

7

Colford ha analizado la evolución que experimenta el sentimiento de la naturaleza en la poesía de Meléndez Valdés. Advierte que, en sus primeras anacreónticas, el poeta sólo ofrece meras descripciones, a diferencia de lo que ocurre con Ancreonte y Horacio, para quienes el campo significa la fuga del mundo urbano ultracivilizado. Ya a partir de los Romances, se advierte un sentimiento de la naturaleza más íntimo y personal.

 

8

Op. cit.: 14.

 

9

«Así son inseparables en Darío la experiencia que Gundolf llama "Bildungserlebnis", esto es, experiencia de cultura. En esta parte de su poesía, lo exótico integral, es donde da más fruto ese enlace. Crea entonces Rubén unos ambientes concretados en unos paisajes que no son naturales, sino "culturales", porque hasta sus mismos componentes de naturaleza están pasados, casi siempre, a través de una experiencia artística ajena. Para componerlos se aprovecha de materiales de varias épocas y lugares, pero hay unas ciertas áreas exóticas, unas cuantas zonas histórico-geográficas, unas sobre todo, favoritas de la imaginación de Rubén. Si se piensa que lo que él desea encontrar en estos mundos traslaticios es otra forma de satisfacción, cuando se cierne sobre las muchas figuraciones que le brinda el exotismo, vaya a posarse sobre las más ricas en primores de la sensualidad, en inspiración erótica, y que se contemplen envueltas en el prestigio de la tradición más refinada del erotismo, ya sea literaria o artística».

 

10

1969, Nueva Antología Poética, Buenos Aires, Losada, 4º ed.: 278.