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Luisa Valenzuela, la maravilla de escribir

Gwendolyn Díaz





¿Qué podemos decir de Luisa Valenzuela? ¿Decir que es una escritora extraordinaria? ¿Decir que lleva más de treinta libros escritos? ¿Que ha viajado el mundo entero invitada a leer su obra? ¿Que a pesar de haber vivido en Francia y Nueva York donde tuvo interesantes propuestas laborales eligió volver a su país natal? ¿Decir que es una persona solidaria y de gran integridad?

Sí, eso se puede decir, pero hay algo que va aún más allá, Luisa sabe mirar al mundo que la rodea como si fuera una maravilla; tal como Alicia en el país de las maravillas, Luisa ve su ciudad, su país y todo su entorno con la perspectiva de alguien que lo ve por primera vez, de allí la maravilla, pero al mismo tiempo con la sabiduría de quien sabe que la realidad es complicada, y por eso se juega a que sus libros podrán abrir puertas, como las de Alicia, a realidades más profundas, donde lo cotidiano se convierte en maravilloso, tanto por lo que hay de bello como por la otra cara del naipe, la cara oscura.

Las novelas de Luisa reflejan no sólo el mundo en que le tocó vivir, sino también los impulsos profundos que motivan al individuo y a su cultura a movilizarse, sean estos sus deseos más oscuros o sus ilusiones más brillantes. En sus novelas, la autora va tejiendo un tapiz complejo e imaginativo donde las constantes son el poder, el lenguaje, el erotismo y el humor, y, la dinámica es siempre la búsqueda. Es una obra que se escribe con el cuerpo. Esa es la consigna estética de Valenzuela según ella misma: ESCRIBIR CON EL CUERPO. Ponerse en el lugar mismo de lo que se busca, de lo que se esconde en los sitios más recónditos de la ciudad o del inconsciente para sorprendernos con una revelación; así cómo lo explicaba Cortázar cuando dice que:

[La ficción] consiste, entre otras cosas, en lograr ese clima propio de todo gran cuento, que obliga a seguir leyendo, que atrapa [p. 26] la atención, que aísla al lector de todo lo que lo rodea para después, terminado el cuento, volver a conectarlo con su circunstancia de una manera nueva, enriquecida, más honda o más hermosa1.

Su obra casi completa ha sido traducida al inglés y obras individuales al francés, italiano, portugués, alemán, japonés, holandés, serbocroata, coreano y checo. Objeto de múltiples simposios, conferencias y volúmenes académicos en los Estados Unidos, en Europa y en algunos países asiáticos, el propósito de las presentes Jornadas, avaladas por la Biblioteca Nacional Argentina, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, la revista Anfibia y UNSAM, es el de celebrar y reflexionar sobre su obra en su país natal, en su ciudad natal, ciudad que en el 2014 le otorgó el nombramiento de Ciudadana Ilustre. A partir de su primera novela Hay que sonreír (1966) y de los experimentos narrativos en El gato eficaz (1972), la crítica se ha interesado por los aspectos lingüísticos y el erotismo en sus textos. En esta etapa inicial de sus ensayos teóricos y obras de ficción ya aflora su empeño por articular lo que ella llama un «lenguaje hémbrico» liberado de constricciones patriarcales y de autocensuras («Mis brujas favoritas», 1982).

Otro eje fundamental de la obra valenzueliana es la relación entre individuo, palabra y poder. A partir de Aquí pasan cosas raras (1975), una colección de cuentos de tono político y Como en la guerra (1977), novela que fue censurada, la escritura de Valenzuela adquiere una dimensión política en cuanto inscribe la conflictiva realidad de la represión en textos transgresores que intentan desentrañar los mecanismos del poder estatal. Cuando la dictadura militar se instala en el país, la autora se traslada a Nueva York, donde permanece diez años entre 1979 y 1989. En esta época escribe las obras que más han ocupado a la crítica, obras que ponen en tela de juicio la represión y los abusos de poder, por ejemplo, Cambio de armas (1982), cuentos erótico-políticos, Cola de lagartija (1983), sobre López Rega, y las que publica a su regreso: Novela negra con argentinos (1990), Realidad nacional desde la cama (1992), Simetrías (1993) y La travesía (2001). El tema del poder en la obra valenzueliana adquiere una dimensión tanto ética como estética, que se refleja en la voluntad de narrar «aquello que se resiste a ser verbalizado», o como ella dice escribir con el cuerpo: «debemos seguir escribiendo sobre los horrores para que no se pierda la memoria y vuelva a repetirse la historia» (Escritura y Secreto, 2002). El contexto histórico, social y político de su producción literaria amplía su visión más allá de los asuntos de género y de la estética del lenguaje. Los textos de Luisa Valenzuela se prestan a variadas e ingeniosas interpretaciones sobre la memoria, el desplazamiento, el exilio, la consciencia social, el discurso político, el erotismo y el humor.

En el nuevo milenio y desde la publicación de Cuentos completos y uno más (1999), su obra se ha diversificado y repartido en antologías que contienen textos ya publicados en otras ediciones, colecciones de ensayos teóricos y conferencias, así como antologías de un nuevo género: el microrrelato. En sus ensayos Peligrosas palabras-Reflexiones de una escritora (2001), y Escritura y secreto (2002) la autora ha reunido sus reflexiones sobre el arte de escribir y su propia escritura, mientras que en Los deseos oscuros y los otros. Cuadernos de Nueva York (2002), Valenzuela explora una veta personal, que ella denomina una autobiografía apócrifa. Su maestría en juegos de palabras brilla en sus brevísimos textos reunidos en Brevs. Microrrelatos completos hasta hoy (2004), Juego de villanos (2008) y en los cuentos de Tres por cinco (2008).

Durante su auto exilio en Nueva York, donde dio cursos y talleres en Columbia University y en New York University, participó activamente en el PEN Freedom to Write Committee (ahora es la presidenta del Centro PEN Argentina) y fue miembro del New York Institute for the Humanities. Valenzuela se volvió a radicar en Buenos Aires en 1989. Ya para fines de 1990 el nombre de Valenzuela pasó a ser imprescindible en la realidad nacional literaria.

En el año 2001, a raíz de la publicación del libro académico Luisa Valenzuela sin máscara, se celebró un simposio en honor a la autora en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA). Entre otros premios, recibió el Esteban Echeverría de la organización argentina Gente de Letras y fue homenajeada por la Sociedad de escritores y escritoras argentinos (SEA). En México fue miembro del Consejo Consultivo de la prestigiosa Cátedra Alfonso Reyes del Tecnológico de Monterrey. En 2007 organizó, junto con Raúl Brasca y Sandra Bianchi, el primer Encuentro internacional de microrrelatos, que se llevó a cabo en el Centro Cultural de España en Buenos Aires y ese mismo año fue homenajeada por el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires, donde durante un mes el museo destacó su trayectoria literaria en una muestra con textos, fotografías, videos y conferencias sobre su relevancia, otorgándole a la autora un galardón de aprecio nacional. En octubre de 2009 le fue dedicado el Coloquio Literario de la Feria Internacional del Libro de Monterrey, México.

Y qué decir de sus ingeniosas microfábulas del abecedario, cada letra un animal y todas las palabras de la fábula comienzan con la misma letra: «Astuta Aracné, araña arquetípica, ambientalista, al atardecer ara las almohadas de ambiciosos andariegos para amarrarlos, asegurándolos con autosegregadas ataduras afinadas», empieza la fábula de la araña nocturna, cuya moraleja es: Cuando llega la noche entregate nomás al sueño. Si sos un vagabundo de lúcida vigilia podés caer en la red. El fresco sentido del humor se suma a un vocabulario extraordinario para embocar en una moraleja que tiene mucho de picardía y también de verdad.

En los últimos cinco años su producción literaria ha avanzado a galope con la publicación de seis libros más, tres novelas: El mañana (2010), sobre la aventura de escribir, Cuidado con el tigre (2011), sobre la militancia de izquierda y La máscara sarda, el profundo secreto de Perón (2012), donde retoma la extraña relación entre Perón y López Rega. Los otros tres son libros de ensayos: Entrecruzamientos, Cortázar -Fuentes, Fuentes -Cortázar (2014), Diario de máscaras (2014) y Lecciones de arte, el entusiasmo (2014).

Hay que mencionar también todos los libros que se han escrito sobre su obra. Hay numerosos estudios académicos, libros y tesis doctorales provenientes tanto de la Argentina como del extranjero. Estudiosos de los Estados Unidos, de Francia, de España, Italia, de México, también de Corea, de Japón, de China, de Australia y de África se han dedicado a su literatura. Se suma a estos estudios una larga lista de simposios sobre su obra, como el que organizamos en la Universidad de Viena en 2008, y los organizados en Nueva York, en Italia, en Australia y diversos países más. Es notable el simposio Puterbaugh, que tuvo lugar en la Universidad de Oklahoma, sede de la prestigiosa publicación World Literature Today, que incluye un tomo dedicado exclusivamente a la obra valenzueliana. También son numerosos los honores que ha recibido, de los que mencionaré solo uno: fue elegida fellow por la American Academy of Arts and Sciences (La Academia Estadounidense de Artes y Ciencias).

Como la Alicia de Lewis Carol, Luisa-Alicia, sabe que el país de las maravillas no está sólo del otro lado del espejo, o del lado oscuro de la luna, sino también del lado donde brilla el sol; su obra ilumina lo oscuro para que cada uno, a su manera, pueda ver mejor. Durante el simposio realizado en Viena, Valenzuela se maravilló, de que su obra: «abriera las compuertas a un torrente de ideas que [la] trascendieron». La intención de estas Jornadas, tal como su vertiginoso título sugiere, es justamente ampliar las compuertas del torrente de ideas que su obra nos propulsa a explorar.





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