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21

Incluso se permite don Marcelino una corrección biográfica: «La primera mujer de Manzoni, Enriqueta Blondel, no era genovesa, sino ginebrina (Genève en francés es Ginebra). Te hago estos reparos para que enmiendes una y otra cosa en la fe de erratas». En la respuesta de Estelrich este dice haber leído el dato de la traducción de Lista en la Antología de Llausás (noviembre, 1888, E 9-396).

 

22

«Discípulo también, pero no imitador ni copista senil, en los dos principales caracteres, don Diego Pérez de Ongayo y Fr. Rodrigo. ¿Quién al contemplar el verdadero desenlace de nuestra novela en la cristiana y resignada muerte de aquel desalmado solariego, Caín de sus hermanos, amansado ya y traído a penitencia por la solemne, a par que cariñosa voz de su hermano el fraile, no se acuerda involuntariamente del Innominato y de Fra Cristóforo? (ED, VI: 315).

 

23

Los fragmentos de este estudio sobre Amós de Escalante referidos a la novela histórica se publicaron también en Los Lunes de El Imparcial el 10 de marzo de 1907. Sobre la relación entre Manzoni y E. Gil y Carrasco se han pronunciado ya D. G. Samuels (1939: 185) y posteriormente E. Meregalli (1977: 204- 205), quien está de acuerdo con el primero en la influencia de I promessi sposi en El señor de Bembibre tanto en los contenidos como en los modos expresivos.

 

24

«Y para que mayor sea el contraste, suena de vez en cuando entre esas rudas voces, que traen la impresión de resaca de la playa, la voz medio marítima, medio frailuna, del Padre Apolinar, el tipo de fraile más asombroso que yo he visto en novelas, desde el Fra Cristóforo, de Manzoni, personaje de más noble alcurnia que el de Pereda, pero no más rico de aquella elevación moral que, por lo mismo que nace como fruto espontáneo y agreste, y se desarrolla sin más riego que el de los cielos, trae estampado el sello de primitiva grandeza que acompaña a la fuerza del bien cuando se desenvuelve sin conciencia de sí propia» En ED, VI. Estudios críticos sobre escritores montañeses, «Don José María de Pereda»: 379.

 

25

Historia de la Poesía Hispano-Americana (en adelante HP), I: 104 y 468; II: 356, respectivamente.

 

26

Cita las referencias bibliográficas de Colomés que ofrece V. Cian en L'immigrazione dei Gessuiti Spagnuoli letterati in Italia, Torino, Carlo Clausen, 1895 (Memorias de la Academia Real de Ciencias de Turín): en ED, IV, «Jesuitas Españoles en Italia»: 99.

 

27

Coincide en esta última apreciación Arce, para quien «i romantici italiani che diventeranno più presto famosi, saranno quelli di minore capacità rivoluzionaria, più equilibrati e conservatori» (J. Arce 1968: 396).

 

28

ED, V: 150. En la introducción a Ensayos religiosos, políticos y literarios, de J. M. Quadrado (1893), señala: «tengo para mí que Alejandro Manzoni debía de parecerse no poco en su vida y costumbres y en el temple de su alma, al uno [Quadrado] y al otro [Milá]» (ídem: 196).

 

29

Síntesis de este aspecto en Meregalli (1977: 207 y 209), quien recoge las indicaciones en este sentido de W. T. Pattison (El naturalismo español, Madrid, 1965) y S. Beser (Leopoldo Alas, crítico literario, Madrid, 1968). Cfr. también J. Arce, Literaturas Italiana y Española frente a frente, Madrid, Espasa, 1982.

 

30

Significativamente M. A. Wellington («Galdós's Gloria and Manzoni's I promessi sposi». Festschrift José Cid Pérez. Nueva York. Senda Nueva de ediciones, 1981, pp. 289-296). M. N. Muñiz (1986) y L. Romero Tobar («Reflejos italianos en Las tormentas del 48». Studi Ispanici, 1997-1998, 22/23, pp. 121-129).