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ArribaAbajo- IX -

Otras obras dramáticas


I. Loa famosa. Del Doctor Mira de Amescua. Empieza: «Decíanle al Magno Alejandro.» Se imprimió en el tomo de Autos de 1655, inmediatamente antes del auto del mismo escritor titulado Las Pruebas de Cristo. Es graciosa. Al final, en vez de pedir, según costumbre, atención y silencio, dice:

   Yo les doy licencia que hablen;
díganse historias y cuentos;
alégrense aquesas damas;
merienden ellas con ellos;
hagan fiestas y saraos;
suelten a la lengua el freno;
canten, bailen, dancen, griten;
haya sonajas, panderos.
¡Lleve el diablo a quien no hable!
Ea, señores, hablemos.


II. Otra loa del Doctor Mirademesqua: Empieza: «Perdonad; mas suspendamos.»

Se imprimió en la colección de Autos de 1655, y otra vez en la segunda colección de 1675, en las circunstancias que hemos indicado en una nota anterior.

Fue escrita para la representación de un auto en Valladolid, ante la Chancillería, el Cabildo municipal, el de la Catedral, nobleza y pueblo, que a todos saluda el autor en la loa.

III. Entremés de los Sacristanes.

Se imprimió primero en el tomo de Autos de 1655, como hemos dicho al hablar del auto de La Viña, y se repitió en el otro tomo de Autos de 1675, pero calificándolo aquí de «Mojiganga».

Es la única pieza que conocemos de esta clase escrita por Mira de Amescua, y verdadera mojiganga, por lo burlesca e inverosímil. Un vejete ridículo, una hija y una criada que se burlan de él e introducen en la casa dos sacristanes, que hacen diabluras con el vejete y un litigante que viene a consultarle.




ArribaAbajo- X -

Obras apócrifas



I

La adversa fortuna de Don Bernardo de Cabrera


Se atribuye esta comedia a Mira de Amescua en una impresión suelta de fines del siglo XVII; pero muchos años antes había sido impresa a nombre de Lope de Vega, a quien pertenece, así como la primera parte de ella, titulada Próspera fortuna de D. Bernardo de Cabrera, ambas en un tomo colecticio, impreso hacia 1634 o poco después. De esta primera parte no hay edición ni manuscrito en que se atribuya a Mira.

En los prólogos a los tomos III y VIII de la nueva colección de Obras de Lope de Vega, publicadas por la Real Academia Española, creemos haber demostrado que sólo Lope es el autor de ambas obras dramáticas.

La portada o encabezado de la impresión suelta dice:

La versa (sic) fortvna de | Don Bernardo de Cabrera. | Comedia | famosa, | compuesta por el Doctor Mira de Mescua. | Representola Morales. La impresión parece sevillana, y es copia servil de la de 1634.




II

El animal profeta, San Julián


Tres manuscritos antiguos, uno de ellos con la fecha de 1631, existentes en la Biblioteca Nacional, atribuyen esta comedia al doctor Mira de Amescua, cosa muy de tener en cuenta. Pero enfrente de este dato hay el de que a nombre de Lope se imprimió en un tomo del siglo XVII, que vio don Juan Isidro Yáñez Fajardo, y que hoy no conocemos, y la tradición bibliográfica constante, que mantiene dicha atribución a favor de Lope durante el siglo XVIII.

Tenemos noticia de estas impresiones sueltas.

Núm. 170. El animal profeta y dichoso patriada, S. Jvlian. Comedia famosa de Lope de Vega Carpio. Al final: «Con licencia: En Sevilla, por Francisco de Leefdael, en la Casa del Correo Viejo.» Sin año (hacia 1720); 32 páginas numeradas.

Suelta, antigua, a nombre de Lope (Bib. de Parma), y otra suelta, del siglo XVIII, con iguales circunstancias, en la misma Biblioteca.

Suelta, sin lugar ni año; 32 páginas (Bib. de Ticknor).

Se reimprimió en el tomo IV de las Obras de Lope de Vega, primera serie, publicadas por la Academia Española. Madrid, 1894, página 395.

Del examen interno de la comedia resultan, a juicio de Menéndez Pelayo, de cuyo sentido crítico y conocimiento de Lope no puede uno, sin grandes pruebas, apartarse ni dudar, mayores indicios a favor de este gran poeta que al de Mira de Amescua.




III

Los celos de Rodamonte


Una comedia de este título se atribuye a Mira de Amescua en el raro tomo titulado Doze comedias de varios autores... Tortosa, Francisco Martorell, 1638.

Pero esta comedia es la misma que la titulada Comedia famosa de los celos de Rodamonte, compuesta por Lope de Vega Carpio, de que hay manuscrito antiguo en la Biblioteca Nacional, número 16.907, al cual pertenece.

No solamente la cita como suya Lope en El peregrino en su patria, edición de 1604, sino que se introduce él mismo con su habitual seudónimo de Belardo. La obra fue escrita en 1602, e impresa en el tomo XIII de la primera colección de Obras de Lope de Vega, Madrid, 1902, páginas 371 y siguientes.




IV

La fe de Abraham


Auto sacramental que Barrera atribuye a Mira de Amescua, sin más indicaciones. Medel, página 128, lo trae como anónimo, y así debe quedar por ahora.




V

El Marqués de las Navas


En la Parte VIII de la colección de Escogidas se ha publicado esta comedia a nombre de Mira de Amescua. Para probar la falsedad de esta atribución bastará decir que existe en el Museo Británico, procedente de lord Holland, el autógrafo de Lope, fechado a 22 de abril de 1624.

Esta comedia ha sido reimpresa en el tomo XIII de la primera colección de Obras de Lope de Vega (Madrid, 1902), y muy bien ilustrada por Menéndez Pelayo.




VI

Los mártires de Madrid


Sin apoyo ninguno cita Barrera un auto sacramental de este título a nombre de Mira. Debe de ser confusión con la comedia del mismo Mira El mártir de Madrid, o con la comedia de Lope Los mártires de Madrid. Medel no menciona tal auto.




VII

El negro del mejor amo


Esta comedia, refundición de otra escrita por Lope de Vega con el título de El santo negro Rosambuco, se imprimió a nombre de Mira de Amescua en la Parte IV de la colección de Escogidas y, sucesivamente, en un buen número de impresiones sueltas durante el siglo XVIII.

Pero en la Biblioteca Nacional, manuscrito número 17.317, hay una copia con el título de El negro del Serafín, cuyos últimos versos dicen:

D. PEDRO.
Con que acaba la comedia,
pidiéndoos perdón, senado,
vuestro servidor Luis Vélez
de las faltas por aplauso.


Y a continuación la censura original de Juan Navarro de Espinosa, fechada en Madrid a 8 de febrero de 1643, y la licencia para la representación, fechada en Madrid el 13 del mismo mes y año122.

Era, por consiguiente, reciente o poco anterior esta obra al año de la censura. Ahora bien; hacía más de diez que Mira estaba retirado en Guadix, sin pensar en comedias ni en nada de la Corte.




VIII

El pleito que tuvo el diablo con el cura de Madrilejos


En la Parte titulada Flor de las mejores comedias... Madrid, 1652, en el tomo de Doze comedias las más grandiosas que hasta ahora han salido... Lisboa, 1653, se publicó esta comedia, como de tres ingenios, omitidos los nombres en la segunda, pero expresos en la primera colección: Vélez, Rojas y Mira.

Pero esta comedia no pudo ser escrita antes de 1638, en que fue nombrado prior de las Órdenes el que ya lo era de la de San Juan, Filiberto de Saboya, el cual interviene con aquel carácter y autoridad en la comedia. Pero fue compuesta entre 1639 y 1640, pues dice la escena tercera del acto II:

TEMBLEQUE.
Marina se adelantó:
quiero alcanzarla, y cogiendo
el perico a la ocasión,
que ya no se usan copetes,
decirla todo mi amor.


Los copetes fueron prohibidos en 1639, cosa que se advierte muy bien en los retratos y láminas de aquella época.

En cualquiera de dichas fechas Mira no pudo ser colaborador en la comedia, pues desde 1632 estaba retirado en Guadix. Sería Cáncer o Moreto el coautor del Pleito, que eran los que solían escribir de consuno con Vélez y Rojas.




IX

El rico avariento


Don Cayetano A. de la Barrera cita como de Mira un auto de este título, sin añadir prueba alguna de tal atribución. Probablemente lo habrá confundido con el de don Francisco de Rojas Zorrilla, o bien con la comedia, no auto, de Mira, así titulada, la cual se imprimió, como hemos visto, en el tomo de Autos sacramentales de 1655.




X

Ruy López Dávalos


En la Biblioteca Nacional hay un manuscrito del siglo XVII con una comedia de este título, atribuida a Mira de Amescua. Pero es la misma obra que la Próspera fortuna de D. Álvaro de Luna y adversa de Ruy López Dávalos, impresa en Segunda parte de las comedias del Maestro Tirso de Molina. Madrid, 1635. Sólo podría admitirse que Mira colaborase en esta obra y en la segunda parte de ella, o sea la Adversa fortuna de Don Álvaro de Luna, que se imprimió a continuación de la primera en el mismo tomo, y debe de ser del mismo autor. Pero ésta no se atribuye a Mira ni en todo ni en parte.






ArribaAbajo- XI -

Mira, poeta lírico


Lo mejor de su poesía lírica está en sus obras dramáticas, y a ellas tuvo que acudir, salvo en contados casos, don Adolfo de Castro cuando quiso ofrecer ejemplos del arte lírico del doctor Mira de Amescua.

Además de los elogios poéticos estampados en obras ajenas que ya hemos citado en la biografía, se conservan algunas otras composiciones líricas, que iremos citando en lo que sigue:

I. Oda del «Doctor Mescue», alusiva a las piraterías de los ingleses, escrita en 1595, cuando el saqueo de Cádiz.

Se publicó en las Flores de poetas ilustres, de Pedro Espinosa. Valladolid, 1605, 4º, 216 hojas, núm. 107. Esta poesía se reimprimió en la Biblioteca de Autores españoles, tomo 42, pág. 19.

Esta composición, muy oscura de sentido y muy artificiosa, empieza:


   España, que en el tiempo de Rodrigo
viste sus vegas anchas
holladas de un feroz bravo enemigo
que en láminas de bronce y duras planchas
dejó para memoria
su mal, su bien, su fin y su vitoria,
haciendo de tu sangre rojas manchas,
levanta la cerviz sin yugo y brava...



II. «Canción al instable y fatal suceso de las cosas de esta vida».

La publicó, como de Bartolomé Leonardo de Argensola, Sedano en su Parnaso español, III, 222, tomándola de un códice que poseía el consejero de Castilla don Miguel María de Nava. Sedano la llamó Canción real; pero en dicho códice tenía el título de: «A la poca seguridad y firmeza de las cosas de esta vida, bajo el sujeto de una dama». Pero Baltasar Gracián, en su Agudeza y arte de ingenio (Discurso IX), dice que es de Mira de Amescua, «feliz ingenio».

Empieza:


   Ufano, alegre, altivo, enamorado,
cortando el aire el suelto jilguerillo,
sentóse en los pimpollos de una haya,
y con el pico de marfil nevado,
entre el pechuelo verde y amarillo
las plumas concertó pajiza y gaya...



III. Acteón y Diana, poema.

Consta de 58 octavas reales. Fue impreso en el tomo de Poesías varias, publicadas por Tomás Alfay, en Zaragoza, en 1654, y se reimprimió en la Floresta de rimas castellanas, parte tercera, de don Juan Nicolás Böhl de Faber y en Autores españoles.

Empieza:


   Coronado de paz y de blasones
reinaba en sus tesoros otro Midas,
el que dientes sembró y cogió escuadrones
deshechos con recíprocas heridas...



Como toda esta poesía falsa de dioses mitológicos, tratados como seres reales, el poema, aunque bien versificado, resulta cansado de leer desde la cuarta o quinta octava. Hay copia manuscrita en la Biblioteca Nacional: M. 82, pág. 165.

IV. Canción. A Cristo en la cruz.

Impresa en el tomito titulado Avisos para la muerte, recopilado por Luis de Arellano. Madrid, 1634, 8º. Se reimprimió en Autores Españoles.

Empieza:


   A vos, fruto sagrado
del árbol de la vida,
en la sierpe de bronce figurado,
ofrezco un alma herida
del áspid del pecado...



V. A las profecías de San Francisco Javier. Coplas de arte mayor.

Se imprimieron en la Relación de las fiestas... en la canonización de S. Francisco, publicada por don Fernando de Monforte en 1622, y en Autores españoles.

Ya hemos citado en la biografía de Mira el comienzo de esta singular composición, que imita perfectamente el tono y empaque de las poesías de Juan de Mena.

VI. Parabién y gracias a la Villa (de Madrid). Madrigales.

Impresa en la misma colección que la anterior y en Autores españoles. Es también muy linda poesía, de gran elevación y estilo poético.

En la biografía hemos copiado su principio.

7. Décimas (a San Isidro en las fiestas de su canonización). Del Doc. Mira de Amesqua, capellán de su Alteza.

Se publicaron en la Relación de las fiestas que la insigne villa de Madrid hizo... por Lope de Vega Carpio. Madrid, 1622. Reimpresa en la Colección de Obras sueltas de Lope. Tomo XII. Véase la página 219. No sé por qué don Adolfo de Castro dejó sin incluir esta composición entre las escasas (y dos o tres de ellas apócrifas) del doctor Mira.

Empieza:


   Cuando el ave generosa
de púrpura coronada
llama al sol, con voz sagrada
a su deidad luminosa,
y despierta el alba hermosa..., etc.






Arriba- XII -

Juicio general acerca de Mira de Amescua. Su puesto en la historia de nuestro teatro


Desde luego puede afirmarse que Mira no es más que un discípulo y continuador de Lope de Vega. No introdujo ningún cambio en la manera de concebir y presentar el drama nacional.

Pero dentro de este círculo tiene no poca importancia, considerando la época en que floreció, que fue la del primer período de establecimiento de nuestro teatro, del cual puede considerarse como uno de los fundadores. Hay, pues, en este común impulso bastante de personal em los dos únicos puntos que ya Lope dejó a sus continuadores: la elección de asuntos y su desarrollo en cuanto al arte y el lenguaje, versificación y estilo poético; pues, como es sabido, el teatro español hasta el siglo XVIII se escribió siempre en verso.

Mira poseyó en grado superior la primera de las condiciones de autor dramático, esto es, la invención. Verdad es que en la época en que él comenzó a escribir, 1604, no siendo a Lope, no tenía a quien imitar, porque Tirso de Molina fue, no anterior, sino coetáneo suyo, como lo fueron Vélez de Guevara y Guillén de Castro. Todos los demás autores de algún nombre fueron más o menos posteriores.

Pero su originalidad no fue siempre feliz y plausible. Sin duda por efecto de su carácter austero y su carencia de afectos dulces y humanos, no reflejó en su teatro los sentimientos comunes, del contraste de los cuales suelen brotar situaciones y efectos dramáticos que más interés producen en las obras que los reflejan, como el drama y la novela.

Mira, dejándose llevar, más que del ansia de novedad, de su condición áspera y seca, en lo que quizás influiría el respeto a su hábito, según su modo de entenderlo, eligió como temas de sus dramas los conflictos más extraordinarios, los personajes excepcionales, a veces grandes y nobles, pero otras crueles, inverosímiles y casi siempre exagerados en la pintura que de ellos hace y los sucesos menos teatrales, ya por su escaso interés dramático o ya por su desmesurada extensión, que le obliga a ser oscuro y deficiente en la exposición de los mismos. Las excepciones, en bastante número, quedan señaladas al examinar cada comedia.

En el desarrollo de los asuntos o argumentos de sus dramas tiene también grandes defectos en cuanto al arte. No los va tratando de un modo lógico y orgánico, haciendo brotar unos de otros, siempre siguiendo un enredo previsto de antemano y que por sí mismo se va desenvolviendo de un modo natural y continuo, no obstante los episodios e incidentes que parezcan entorpecerlo. La primera mitad de sus obras la forman escenas y episodios que muchas veces nada tienen de común con el fondo de la obra, y de los cuales se olvida cuando tiene que ponerle término.

Casi nunca el asunto es único; por lo común hay dos casi con igual importancia y conducidos del mismo modo, como si el autor temiese que un solo tema no ofreciese bastante interés, con lo cual lo que consigue es que el interés se divida y fatigue con exceso la atención del oyente o leyente.

Pero como Mira escribió mucho, estos defectos no son constantes. Bastantes comedias tiene bien planeadas y conducidas con acierto. También en la elección de asuntos estuvo algunas veces feliz, y la prueba es que fueron imitados o casi plagiados por otros autores de mérito, como hemos ido viendo en el examen individual de sus piezas de teatro.

En lo que no se le puede, sin evidente injusticia, regatear el aplauso es en las condiciones poéticas y en las de lenguaje y estilo. Aunque algunas veces propende al énfasis y aun al gongorismo, son éstas muy contadas y pocas en relación al conjunto de su producción literaria. En general, el lenguaje es correcto, limpio, escogido y propio. El estilo, adecuado a los personajes y al tema de la obra, por lo común digno y aun elevado, y la versificación esmerada, armoniosa y variada, si no en los metros, en la entonación y en el difícil empleo de la rima. En el uso del idioma puede servir de modelo.

Ahora bien; ¿qué lugar le podremos señalar entre los poetas dramáticos de su tiempo? No creemos que deba ser postergado o reducido a la categoría de autor de tercer orden, como hasta aquí se le venía considerando, especialmente por los grandes historiadores extranjeros de nuestro teatro, como Schack, Klein y aun Adolfo Schaefer, y eso que éste examina con detenimiento cinco obras de Mira, pero muy a la ligera otras muchas. Creemos, pues, que debe ser colocado francamente entre los dramáticos de segundo orden del siglo XVII, al lado de Montalbán, Guillén de Castro, Jiménez Enciso y Vélez de Guevara, por citar sólo los más antiguos y próximos a Lope de Vega123.