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«Un automobile ruggente, che sembra correre sulla mitraglia è più bello della Vittoria di Samotracia... Noi vogliamo glorificare la guerra -sola igiene del mondo- il militarismo, il patriottismo, il gesto distruttore dei libertarî, le belle idee per cui si muore e il disprezzo della donna.» «Manifesto del Futurismo», Fin de Siglo 6-7 (1983): 11.

 

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Las citas corresponden al artículo de Marzo de 3903 titulado «Una poetisa precoz» que apareció en la revista La Alborada. En él se presentó formalmente a Delmira Agustini. La referencia ha sido tomada de Sidonia Carmen Rosenbaum (65). Manuel Medina Betancort recrea el episodio en el «Prólogo» a LB (Agustini, PC 65-70).

 

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Para un análisis del tema del invalidismo en la representación finisecular véase el primer capítulo del estudio de Bram Dijkstra, «Cult of Invalidism; Ophelia and Folly; Dead Ladies and the Fetish of Sleep» (25-63).

 

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A modo de ejemplo pueden anotarse las afirmaciones de Renoir, citadas por Whitney Chadwick: «I consider woman writers, lawyers, and potilicians... as monsters and nothing but five-legged calves.... The woman artist is merely ridiculous» (215).

 

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La propuesta teórica «ginocrítica» («gynocritics») apareció formulada por vez primera en Elain Showalter, «Towards a Feminist Poetics», The New Feminist Criticism (Princeton: 1977) 3-36. El modelo de análisis ginocrítico propuesto por Showalter se basa en la experiencia de la mujer escritora y su interacción con un discurso intelectual de mujer: cuestionamiento del lenguaje, indagación en la historia individual y colectiva, estudios textuales, etc. Tal aproximación, frente al análisis «feminista» basado en la revisión de textos masculinos, permitiría, según criterio de Showalter, una metodología nueva en vez de readaptar los modelos y teorías del hombre.

 

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La metáfora que traduzco como «ansiedad de autoría» literaria revisa, en el estudio de Gilbert y Gubar, los postulados neofreudianos de Harold Bloom respecto a la «ansiedad de influencia» del artista. Según ambas autoras, las mujeres escritoras adolecen de una «ansiedad de autoría» («anxiety of authorship») en vez de la tradicional «ansiedad de influencia» («anxiety of influence») propia del artista hombre, concepto que alude, en criterio de Bloom, a «his fear that he is not his own creator and that the works of his predecessors, existing before and beyond him, assume essential priority over his own writings» (Gilbert y Gubar 46).

 

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El testimonia es de André Giot de Badet, documentado por Silva (108). También Emir Rodríguez Monegal registra el suceso en el testimonio de Manuel Ugarte (64).

 

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La vida y, particularmente, la muerte de Delmira Agustini dieron lugar a numerosas especulaciones, por lo general sensacionalistas, que contribuyeron a la construcción y pervivencia del mito. El material de que se dispone es amplio y podría servir para un estudio ginocrítico importante. Los «últimos días» de Delmira han sido documentados por el estudio de Clara Silva, quien tampoco escapa a la especulación y al sensacionalismo. Según opinión de Silva, Enrique Job Reyes, divorciado de Delmira tras mes y medio de matrimonio, «estaba enfermo de un agudo complejo de derrota y de inferioridad.... A Delmira, por su parte, sus familiares la notaban terriblemente nerviosa en aquellos últimos días.... Dicen también que había manifestado que ese día quedaría solucionado todo» (90). Por mi parte me aventuro a anotar una propuesta de acercamiento a la biografía de Agustini, no exenta de especulación, y que precisaría desarrollarse en un estudio biográfico más amplio.

 

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Clara Silva se muestra con la imagen externa de Delmira Agustini, que asocia a su muñeca. Después de elogiar la poesía de Delmira, la crítica señala: «Y todo esto sin que dejara de ser, en lo exterior, en su vida cotidiana, la señorita burguesa y la niña mimada que escribía cartitas idiotas, y en cuyo "rincón familiar predilecto" (según palabras de sus propios familiares) señoreaba la muñeca aquella que hemos visto, rubia, vestida de raso celeste, con su sonrisa de porcelana y parecida a ella misma» (32). El «rincón predilecto» y la «muñeca» de Delmira aparecen documentados por Silva en fotografías de páginas 49 y 53.