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«Mucho cuento», de Juan García Hortelano

Dolores Troncoso





Cinco años después de recibir el Premio de la Crítica por Gramática parda, Juan García Hortelano publica Mucho cuento, una colección de veinte relatos escritos entre 1978 y 1986 con la que vuelve a confirmarnos -¿hacía falta?- su capacidad para el oficio de escritor.

Pese a los años transcurridos desde la publicación de Gente de Madrid (1967), puede observarse cierto parentesco entre la ordenación temática de aquélla colección y la de Mucho cuento. Se inicia el libro con cuatro relatos de marcado carácter autobiográfico -Gigantes de la música, Carne de chocolate, El cielo palurdo o mística y ascética y Detrás del monumento- ambientados en la guerra civil y la posguerra. En ellos reencontramos al mismo narrador-protagonista de Las horcas caudinas y Riánsares y el fascista -los dos primeros cuentos de Gente de Madrid- que nos amplía ahora sus recuerdos de la infancia .y la adolescencia. A continuación, La capital del mundo, podría considerarse como enlace entre esa época y la actualidad, ya que se trata del mismo personaje evocando sus relaciones con Madrid desde que conoció a Silverio Abaitúa en plena guerra hasta «más de diez años» después de la muerte de Silverio, fechada por el narrador en 1973. Si dejamos por el momento los dos relatos siguientes -Cuestiones flabelígeras y Los diablos rojos contra los ángeles blancos- más cercanos por su temática y tono a Apólogos y milesios que a Gente de Madrid, los once últimos cuentos del libro nos sitúan en el presente y nos permiten observar, desde la perspectiva irónica que los preside, en qué se ha convertido el futuro de aquella infancia marcada por la guerra tal como lo hacían los últimos relatos de la colección de 1967.

Pero una mayor diversidad temática y, sobre todo, una notable complejidad técnica en la que los recursos irónicos, el dominio de diversos registros lingüísticos y el casi continuo disloque de la temporalidad revelan la evolución sufrida por el autor desde los inicios de su carrera literaria hasta Mucho cuento.

Los relatos del primer bloque se caracterizan por los constantes saltos temporales con que el narrador-protagonista rememora una época de su vida, el paso de la infancia a la adolescencia, en dos ambientes bien diferenciados: la casa de la tía abuela Dominica en la que vive unos meses del 38 y los veranos de los años siguientes y el internado escolapio en que estudia el bachillerato durante la posguerra. Como se afirma al comienzo de El cielo palurdo o mística y ascética: «El convulso y misterioso mundo de hijos de Pasionaria fue sustituido por el simplón universo de los hijos de María» (p. 59).

La reconstrucción de esa etapa esencial para la formación de la personalidad del narrador se lleva a cabo de forma conscientemente desordenada en la que alternan las anécdotas externas y las reflexiones que ellas provocan en el personaje. Es, como él mismo dice, «el tiempo de la confusión» en que nace su afición a la música, su facilidad para ficcionalizar recuerdos o proyectos y su vocación literaria, aunque desconociese entonces «los artificios de la verdad, los juegos de la apariencia» que sin embargo maneja a la perfección en su presente de narrador. Una frase de Gigantes de la música puede definir el aparente caos y la conexión profunda de la materia narrada en estos cinco primeros cuentos: «igual que veía reconstruir mi barrio con sus propios escombros, comenzaba a construir mi vida con los cascotes de las renuncias». No falta en ellos el humor, la ironía, el culturalismo y la parodia. Por debajo de todo ello, la profunda reflexión sobre las consecuencias de un entorno hostil en un niño de sensibilidad exacerbada.

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Los cinco primeros cuentos pueden resultar un avance de las anunciadas memorias que García Hortelano está escribiendo en la actualidad. El género cuento ha servido al autor desde siempre de lugar de experimentación para sus obras mayores y además, por otra parte, estos cinco relatos coinciden con la descripción de sus futuras memorias que Hortelano ha dado en una reciente entrevista: «Es una mezcla de relato y memorias [...] a veces se acentúa el aire histórico de lo que ocurrió: lo que sucede es que, a veces, no sé lo que ocurrió y entonces conjeturo y especulo. Lleno el hueco de la memoria con especulación literaria [...] [Estas memorias] están escritas en episodios independientes. El orden cronológico es arbitrario. En este sentido, se parecen más a un libro de relatos»1 .

El grupo de los once últimos cuentos, que nos traen al presente, tiene mayor heterogeneidad temática. Cuatro de ellos -Preparativos de boda, Rebuznos de conciencia, El regreso de los bárbaros y Un crimen- recrean diversas historias sobre las relaciones de la pareja humana siempre en tono irónico. En Preparativos de boda y Un crimen, ambos narrados desde la primera persona, reaparece un motivo muy caro a García Hortelano, motivo que había sido importante en El gran momento de Mary Tribune, y tangencial en Gramática parda: el del personaje frustrado en sus aspiraciones amorosas. En El regreso de los bárbaros, la organización dual del relato recuerda de forma marcada a los capítulos de Gramática parda que narran las peripecias amorosas del matrimonio Dupont. Desde la decisión de abandonar la vida familiar hasta el regreso de ambos, seguimos el periplo paralelo de un matrimonio alternando lo que sucede a uno y a otro. La historia de Un crimen comienza a finales del verano de 1975 y termina el verano siguiente, es decir que coincide con el año que rodeó a la muerte del general Franco, por lo cual lo que es pura ficción se entremezcla con la revisión irónica del ambiente de la época en Madrid. Algo similar sucede en Fines de semana históricos, donde las peripecias amorosas y profesionales del Cronista que protagoniza el cuento coinciden con la entrada de España en el Mercado Común. Frases como: «era un mundo de champán prematuro, de confirmaciones fidedignas y desmentidos fidedignos, de teléfonos de madrugada, de renovación de pasaportes, un mudo de heces en forma de melena», o «esta península está a punto de cambiar de continente, como quien no quiere la cosa» abundan en ambos cuentos y ponen de manifiesto el humor hortelaniano. La actualidad española se convierte en asunto central en Las variaciones del uno que narra de modo sarcástico el oportunismo y la acomodación a la democracia de quien se tuvo por luchador contra la dictadura. Parecido ascenso, ahora como motivo secundario, protagoniza el marido de Apoteosis en En forma de mujer, un cuento en el que, sin abandonar el humor, puede apreciarse cierto tono nostálgico. Ese tono preside también Los domingos del barrio, variación en cierto sentido de La capital del mundo y Extravíos, un relato muy breve en el que un hombre de negocios ve interrumpido de modo fugaz durante unas horas lo que es habitual en su vida. Por último, La oficina invadida y El dueño del hotel presentan mayor universalidad y caen hasta cierto punto en la ciencia ficción. El primero recuerda a uno de los primeros cuentos de García Hortelano, Un vagón lleno de monos, de 1958. También ahora algo inexplicable, la poesía, invade una oficina durante breve tiempo y lo que interesa no es el suceso en sí sino las reacciones que el inesperado suceso provoca en los responsables del lugar. Mientras en La oficina invadida lo fantástico aparece desde la primera frase y todo es relatado como si se tratase de un suceso verosímil, en El dueño del hotel el procedimiento elegido es precisamente el contrario. Todo sucede en principio con la mayor verosimilitud y suavemente se van introduciendo indicios que nos conducen hasta un inesperado final.

Cierto parentesco con estos dos cuentos, por el predominio de la fantasía y el consiguiente alejamiento del mundo real que en ellos puede observarse, tienen los relatos que he dejado para el final: Cuestiones flabelígeras y la serie de tres cuentos muy breves subtitulada Los diablos rojos contra los ángeles blancos. El primero, «una historia delirante con una debilísima estructura narrativa» según definición del propio autor2, es parodia de una polémica sobre el origen de los abanicos en que el lenguaje pedante y pretendidamente científico ocupa el papel protagonista. Los otros tres narran respectivamente las muertes de tres personajes desde la interesada perspectiva de dos demonios y Dios. En los dos primeros, Mutis y Nostalgia, nada nos hace suponer en principio la extraordinaria condición de sus respectivos narradores; en el último, en cambio, inician la historia los problemas de Dios con sus ineptos colaboradores.

En conjunto, la colección está presidida por el humor. La ambientación en la España actual de la mayor parte de sus cuentos no indica localismo ni uniformidad ya que la variedad de los lenguajes utilizados, la heterogeneidad temática y la visión irónica amplían los horizontes de mundo de Mucho cuento hacia la universalidad que viene caracterizando la narrativa de Juan García Hortelano desde la publicación de Apólogos y milesios.





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