Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice


Abajo

Observaciones críticas sobre la «Crónica de don Pedro I de Portugal»

Antonio Sánchez Moguel







––––––––   70   ––––––––

Entre los manuscritos de nuestra Biblioteca Nacional hay uno registrado con la signatura I. 9, cuya primera página dice así:

«Lo que contiene este Libro es lo que se sigue:

»Chrónica de los Reyes de Portugal D. Pedro el 1.º de este Nombre

––––––––   71   ––––––––

y de los Reyes VIII y del Rey Fernando el 1.º de Nombre y de los Reyes el IX. Están en Portugues.»


El examen que hice no há mucho de este manuscrito me permite poder afirmar seguramente que las Crónicas anónimas que contiene son las mismas que corren impresas atribuídas al patriarca de los historiadores portugueses Fernando López.

La primera, la Crónica del rey D. Pedro I, fué dada á luz en el pasado siglo por el Padre José Pereira Bayão, el cual, al decir de la Academia de Ciencias de Lisboa, queriendo «por sistema perverter a edição» «foi tão demasiada a libertade que tomou na publicação daquella obra, que pareceo absolutamente necessario consideralla ainda como realmente inedita.» En tal concepto, publicóla de nuevo la misma Academia de Ciencias, juntamente con la Crónica del Rey D. Fernando, inédita hasta entonces (1816) en la Collecção de livros ineditos de Historia portugueza.

En esta edición siguióse «con o maior escrupulo o exemplar do Real Archivo» con ciertas variantes de algunos códices, pero «não se puserão por em todas» ni se tuvieron presentes todos los códices de Portugal, y mucho menos los manuscritos existentes fuera del vecino reino, como el de nuestra Biblioteca Nacional.

Asimismo, excepción hecha de algunas disquisiciones preliminares, que distan mucho de ser completas, sobre el autor de ambas Crónicas, ni las fuentes de estas, ni la crítica de los hechos contenidos en ellas, ni siquiera la publicación de ilustraciones y documentos comprobantes, fuera objeto de la docta Corporación lisbonense, la cual aspiró únicamente á dar á luz por vez primera la Crónica de D. Fernando y un texto mejor que el ya conocido de la Crónica de D. Pedro.

Falta, pues, una verdadera edición crítica de ambas Crónicas tal como hoy se entienden estos trabajos, esto es, teniendo en cuenta todos los códices y las variantes todas, y, lo que más importa, estudiando el contenido, comparando dichas Crónicas con las peninsulares y extranjeras de aquellos tiempos ó que á los mismos hechos se refieran, y enriqueciéndolas, además, con los documentos, ilustraciones y notas correspondientes: estudio por mí ensayado, y del que son no más que pequeña parte las observaciones que tengo el honor de comunicar á la Academia.



––––––––   72   ––––––––

Estas observaciones versan exclusivamente sobre la Crónica del rey D. Pedro, y de esta respecto á una sola cuestión, es, á saber, el examen de los hechos castellanos referidos en ella, del cual examen he deducido las siguientes conclusiones:

1.ª La Crónica del rey D. Pedro se valió de fuentes castellanas anteriores; ó, en otros términos, la historiografía portuguesa, que comienza con dicha Crónica y las demás del siglo XV, es, al menos en parte, hija de la historiografía castellana.

Y 2.ª La Crónica portuguesa nos refiere hechos importantes, puramente castellanos, que las Crónicas de Castilla olvidaron registrar, ó que incompletamente relatan; ó, de otro modo, la Crónica del rey D. Pedro de Portugal es fuente, á su vez, de la historia de Castilla, y como tal debe ser tenida y estudiada.

Hé aquí ahora la demostración de ambas conclusiones, que he creído conveniente anticipar para fijar mejor la atención sobre las pruebas que en su abono paso á ofrecer á la Academia.

Los hechos de la Crónica portuguesa, de fuente castellana, se refieren casi en exclusivo á la grande guerra e muito crua amtre el Rei Dom Pedro de Castella e el Rei Dom Pedro Daragom. Además de la relación de esta guerra, detiénese nuestro autor en caracterizar la figura del monarca de Castilla, refiriendo sus principales hechos, señaladamente sus mayores crueldades.

No dice el cronista portugués cuál fué ó cuáles fueron la obra ú obras que tuvo presentes para escribir la suya en esta parte, la más extensa y quizá la más importante de todas. La comparación minuciosa de esa Crónica con las demás peninsulares referentes á los mismos acontecimientos evidencia en absoluto que, á excepción de algunos, contadísimos hechos, la sola fuente, la única obra en que nuestro cronista se funda, siguiéndola paso á paso, compendiándola fielmente hasta el punto de reproducir sus mismas frases y locuciones, casi siempre traducidas á la letra, es la Crónica del rey D. Pedro de Castilla del canciller López de Ayala.

Y en prueba de ello, hé aquí ahora la correspondencia exacta, capítulo por capítulo, de la Crónica portuguesa y la Crónica castellana, en todos los puntos en que esta es fuente de aquella:



––––––––   73   ––––––––

CRÓNICA PORTUGUESA.
___
Capítulos.
_____________________
CRÓNICA CASTELLANA.
___
Capítulos.
_____________________
XIII. Año 1355. XV.
XVI. » 1351. VI y XV.
» 1352. V.
» 1353. I, III, IV, V, XI, XXI.
» 1355. IX.
XVII. » 1350. II-VI, VIII, X, XII.
» 1351. III, XX.
» 1352. V.
» 1353. VI, X, XIX, XXVIII.
» 1354. III, IV, VI, XIX, XXI, XXII.
» 1355. I-XIV.
XVIII. » 1356. VII, IX, X.
XIX. » 1356. XI.
» 1357. I, III, IV-VII.
XX. » 1358. II, III.
XXI. » 1358. III, IV-VII.
XXII. » 1358. VIII, IX, X, XI.
XXIII. » 1359. I-X.
XXIV. » 1359. X, XI-XVII, XXIV.
XXV. » 1359. XVIII, XXII, XXIII.
» 1360. I.
XXVI. » 1360. II-V, VII-X, XII, XIII.
XXXII. » 1360. XV, XVI, XVIII, XX-XXIII.
» 1361. I, II.
XXXIII. » 1361. V, VII, VIII.
» 1362. I-VI, VIII, X, XII.
XXXIV. » 1362. VIII-X, XII.
» 1363. I, II.
XXXV. » 1364. I-VI.
XXXVI. » 1365. IV.
» 1366. I-VIII.
XXXVII. » 1366. IX.
XXXVIII. » 1366. IX, X.
XL. » 1366. XI-XIII.
XLI. » 1366. XV-XIX.


––––––––   74   ––––––––

En este compendio de la Crónica castellana no he notado un solo error de hecho, y sí algunas diferencias en los apellidos ó nombres de personas ó lugares, reducidas á las siguientes, con expresión de los capítulos que las contienen:

Capítulo 35 Castello Exarez. Castro Xeriz.
Qualhan. Cullera.
26 Cofra. Azofra.
32 Almançom. Almazan.
34 Turiel. Teruel.
» Carinana. Cariñena.
16 Emperellores. Perellós.
» Rodriguez. Perez.
» Joham. Alfonso.
32 Rodriguez. Ruiz.
36 Bain. Beaujeu.
» Carbai. Caurelai.
» Obrem. Evreux.
» Boito. Hugo.
37 Lopez. Martinez.

Tocante á otras diferencias, debo decir que en la Crónica portuguesa no son 300, sino 500, los caballeros portugueses que vinieron á Castilla con el maestre de Santiago de Portugal; que nuestro autor suele añadir el nombre de Portugueses al de Castellanos las veces que Ayala menciona solo á estos, acaso por la escasa significación numérica de aquellos en el ejército de Castilla, y, por último, que un mismo hecho, la muerte de Doña Leonor de Guzmán, viene referida dos veces en los capítulos XV y XVI, ambas siguiendo á Ayala á la letra, esto es, diciendo que «a mandou matar a Rainha Dona Maria per Affonso Fernandez de Ollmedo seu escripvam», pero una de ellas añadiendo por su cuenta el cronista portugués, que «posto que alguuns digam que foi per mandado da Rainha Dona Maria... çerto he que ella nom mandaria fazer tal cousa sen consentimento del Rei seu filho.».

La cuestión está ahora en determinar claramente de cuál texto de la Crónica de Ayala se valió nuestro autor, si del de la Abreviada ó si del de la Vulgar. Desde luego, en los casos que uno y

––––––––   75   ––––––––

otro concuerdan, no cabe establecer preferencia; pero, en los que difieren, no hay duda alguna que el texto seguido en estos casos fué el de la Vulgar. Sirva de ejemplo el pasaje que se refiere al hecho que sirvió de causa real ó de pretexto á la guerra de Aragón y Castilla, esto es, el apresamiento de dos bajeles placentinos, en Sanlúcar de Barrameda, por las galeras catalanas que mandaba Mosén Francés de Perellós. Dice la Crónica portuguesa que estas galeras «hiam per mandado del Rei Daragom em aiuda del Rei de França, contra el Rei de Ingraterra:» nada de esto refiere la Abreviada; en cambio la Vulgar escribe que dichas galeras «iban por mandado del Rey de Aragón al de Francia en su ayuda, que avia guerra con el Rey de Inglaterra;» lo mismo exactamente que la Crónica portuguesa copió luego palabra por palabra.

Llegamos á los hechos en que, á no dudarlo, se valió nuestro cronista de otras fuentes, cuestión importantísima que prueba la existencia de otras Crónicas ó Memorias relativas á nuestro Don Pedro, distintas de la Crónica de Ayala.

Sirva de ejemplo la toma de Cariñena, en 1363, por el monarca de Castilla. Tratando de este hecho, el cronista portugués escribe lo siguiente: «e quamdo entrou per força Carinana, mandou matar quamtos no logar avia», añadiendo que «non fincou soomente huum; e a razom por que dizem que os assi mandou todos matar, foi por que el teemdoa çercada e nom a podemdo tomar, alçou o çerco de sobrella, e os da villa quamdo os virom assi partir, començaron de braadar do muro dizemdo seus doestos e maldiçoões, cada huum como lhe prazia; e el Rei ouve disto gramde menemcoria, e mandou tornar suas gentes sobre o logar, e tan rijamente lhe deu o combato que o emtrou logo per força: e por esto mandou fazer aquella gramde mortijmdade.»

Ahora bien; Ayala, tratando de la toma de Cariñena, dice solamente estas palabras: «E entró por fuerça á Cariñena, e fizo matar quantos y falló». Es, pues, indudable que la relación del cronista portugués, fuera de las primeras palabras, traducción á la letra del cronista castellano, tiene que proceder de otras fuentes. No pudo ser esta la Crónica de D. Pedro IV de Aragón, atribuida á este monarca, que dice aún menos que Ayala, porque ni

––––––––   76   ––––––––

menciona siquiera la toma de Cariñena ninguna de las dos veces que trata del cerco de esta villa por su rival el rey castellano. No pudieron serlo tampoco ni la Crónica de San Juan de la Peña, ni la Historia de Aragón de Fr. Gauberto Fabricio de Vagad, ni las Histories de Mossén Pere Tomich, porque ninguna de estas obras contienen la relación que leemos en el cronista portugués. La primera de dichas Crónicas, la de San Juan de la Peña, no alcanza á la guerra de Aragón y Castilla, ni siquiera al reinado de D. Pedro IV; la última guarda el mismo silencio que el monarca aragonés. Solamente la de Fr. Gauberto parece indicar que tuvo alguna noticia de lo ocurrido en Cariñena después de tomada, como lo prueban estas lacónicas y significativas palabras: «Cercó á Caringena y entrola por fuerça y fizo en ella crueldades desigualadas», que no especifica.

Que Fr. Gauberto se refiere aquí á un relato del cerco y toma de Cariñena, al que alude claramente al hablarnos, no de que los habitantes de aquella villa fuesen pasados á cuchillo, como, á secas, dice Ayala, sino objeto de crueldades desigualadas, pruébalo claramente la existencia real y efectiva de dicho relato, que más tarde vió y reprodujo, en parte, Zurita en sus Anales. Refiere «cómo fué Cariñena entrada por combate y fuerza de armas», añadiendo «y segun don Pedro Lopez de Ayala escriue, mandando el Rey de Castilla passar á cuchillo á todos los que estauan en su defensa». Y á renglón seguido escribe lo que copio á la letra: «Y EN OTRAS MEMORIAS DE AQUELLA GUERRA, se afirma q se señaló mas alli el rey de Castilla en mandar executar el castigo, y vengança cruelissimamente, que en otras partes: á unos matādo, y otros cortandoles manos y pies, y á otros las narices, q fué pena mas graue y miserable que la misma muerte».

Si Zurita, en vez de referir lo que pasó en Cariñena una vez tomada, nos hubiera contado, como el cronista portugués, los motivos que impulsaron al Rey de Castilla para tratar tan bárbaramente á los habitantes de aquella villa, cabría la duda si las memorias de aquella guerra á que se refiere no serían otras que la Crónica del rey D. Pedro de Portugal, no siendo esto así, se ve claramente que el analista de Aragón y el historiador portugués, se refieren á las mismas fuentes, no sabemos si de origen castellano

––––––––   77   ––––––––

ó aragonés ó acaso portugués, hoy solo conocidas por las noticias que uno y otro nos dejaron de ellas.

Aún más importantes, si cabe, que las noticias que acabamos de ver, son aquellas otras que la Crónica portuguesa nos ofrece tocante á acontecimientos de mayor alcance que los anteriores. En otra ocasión daré cuenta á la Academia del estudio especial que he hecho sobre la materia: bástame ahora compendiarlo aquí en sus términos más sustanciales, completando este Informe.

De las relaciones que mediaron entre los dos Pedros, tío y sobrino, poco, lo más esencial únicamente, es lo que Ayala nos refiere: mucho, en comparación, lo que el cronista portugués nos cuenta.

Así, por ejemplo, mientras que Ayala nos dice, en forma muy somera, que el Rey de Portugal auxilió al de Castilla con diez galeas e una galeota, para la guerra de Aragón, la Crónica portuguesa confirmando este hecho, nos relata prolijamente las posturas e aveémças celebradas entre ambos Reyes y que dieron por resultado aquel auxilio.

Refiere Ayala el inicuo pacto por el que ambos monarcas se obligaron, el castellano á entregar á su tío los asesinos de Doña Inés de Castro, refugiados en Castilla, y el portugués, en cambio, á su sobrino, los caballeros castellanos que habían ido á Portugal huyendo de sus crueldades; el cronista portugués, conforme en lo esencial, añade al relato castellano hechos y noticias importantes, como, por ejemplo, lo relativo á la fuga de Diego López Pacheco, que nos cuenta con todos sus poéticos pormenores.

Háblanos Ayala del proyectado casamiento de Doña Beatriz, hija de nuestro D. Pedro, con D. Fernando, hijo del de Portugal, y la Crónica de este Rey, en cambio, se extiende sobre la materia, dándonos á conocer los tratos y contratos celebrados así sobre este matrimonio, como tocante á otros de hijas del Rey de Castilla con hijos del Monarca portugués, de los cuales nada nos dice el Canciller en su Crónica.

Poco leemos en esta relativo á la ida de D. Pedro de Castilla á Portugal, huyendo de su victorioso hermano, y antes de salir para Bayona y poner su causa en manos de los ingleses. Por el contrario, la Crónica portuguesa nos relata con más riqueza de noticias la salida de D. Pedro de Sevilla, los tesouros que tenía y

––––––––   78   ––––––––

trató sacar de Castilla, los tratos y diferencias que mediaron luego entre los reyes castellano y portugués, y de la carta que este escribió al príncipe de Gales «por se disculpar do que el Rei Dom Pedro dizia».

Importa advertir que entre lo que el cronista portugués nos relata y lo que el castellano nos refiere, no hay contradicción que de notar sea, lo cual habla muy alto en abono de ambos cronistas, y es una prueba más, y elocuentísima, de la gravedad histórica del Tucidides español, maestro y guía del cronista portugués, en la narración y en el sentido crítico, como lo fué más tarde del mayor de los historiadores aragoneses, el gran Zurita, su discípulo igualmente.

La semejanza del cronista portugués con el cronista castellano es tan grande como la del Rey de Castilla y el monarca de Portugal, sobre todo, en los hechos que les han valido igualmente de la historia el dictado de Crueles, de la poesía, el de Justicieros. Uno y otro cronista, aunque en diverso grado, por las causas que veremos, se asemejan singularmente en la manera de pintar al vivo las crueldades de sus respectivos reyes, como en la entereza con que les rehusan la ciega admiración que el vulgo les tributa. La diferencia está en que para D. Pedro de Portugal precedió la leyenda escrita á la historia propiamente, y, por el contrario, para D. Pedro de Castilla, la historia á la leyenda. Ayala nos pinta á D. Pedro, por decirlo así, de primera mano, como contemporáneo, testigo y actor á veces de los sucesos que narra. Por el contrario, el cronista portugués, al escribir su obra cerca de un siglo, al menos, después das justiças que relata, se encontró con la leyenda formada ya y con nombre y color de historia en los escritos anteriores á él, á los cuales, aunque sin decirnos los nombres ni los títulos de sus obras, se refiere á menudo en las expresiones «pois deste Rei achamos escripto,» bem achamos, solamente, ó estas más directas y terminantes: «screvem alguuns louvando este Rei Dom Pedro ó scripto achemos del Rei de Portugal,» etc. En su situación, hizo lo que podía entonces, lo que más tarde nuestro Mariana: aceptar unas cosas, rechazar otras y hacer las salvedades consiguientes.

Bien claro nos dice, por ejemplo, al tratar de si era ó no D. Pedro

––––––––   79   ––––––––

graado e ledo em dar, que no conocía hechos dignos de tanto louvor, pero que, sin embargo, por no «desviar daqueles louvores que os antiigos em suas obras encomendarom, contamollo, añade, da guisa que o elles disserom.» Del mismo modo, después de relatar cuanto había leído en pro y en contra de la legalidad del matrimonio de D. Pedro y Doña Inés de Castro, dice: «mas nos que nom por determinar se foi assi ou nom, ma soomente por aiumtar em breve o que os antiigos notarom en escriptos posemos aqui parte de seu razoado, leixando carrego ao que isto leer que destas opiniooens escolha qual quiser.»

Fiel al cometido que se había impuesto, prosigue su tarea, relatando simplemente los hechos, hasta que llega al más grave de todos los de su D. Pedro y quizá del nuestro, el cambio inicuo antes mencionado.

Al referir este hecho, el cronista castellano añade estas palabras: «E los que esto vieron tovieron que los Reyes ficieron lo que la su merced fué; mas que el tal troque non debiera ser fecho, pues estos Caballeros estaban sobre su seguro en los sus Regnos». Inspirado en tan noble ejemplo, el cronista portugués, que tan de cerca siguió los pasos del canciller de Castilla, se muestra no menos justo y seguramente más enérgico, revolviéndose con gran entereza contra los panegiristas anteriores del rey portugués: «O fruito, principal de alma, dice, he a verdade, e ella ha de seer clara e nom fingida moormente nos Reis e senhores» - «e posto que escripto achemos del Rei de Portugal que á toda gente era manteedor de verdade, nossa teemçon he nom o louvar mais; pois contra seu juramento foi consentidor em tam fea cousa como esta.»

La leyenda del rey Justiceiro, tan poderosa en los días de nuestro cronista, tan sustentada luego por los Acenheiros, Galvaõs, Barbosas, Sousas y Bayaõs, puede decirse que ha muerto en la historia de Portugal. O segundo Trajano na justiça, era ya para Herculano, um doido con intervallos lucidos de justiça e economia, y es hoy á los ojos del más moderno de los historiadores portugueses, Oliveira Martins, simplemente «um tyramo a moda antiga; em cujo espirito encarnára toda a brutalidade popular;» y que «por isso mesmo era adorado!» «O povo via-se rei na pessoa de D. Pedro».



––––––––   80   ––––––––

Por el contrario, las crueldades del rey de Castilla, con sus propios caracteres de verdad, magistralmente narradas en la Crónica de Ayala, tomando luego por obra de la poesía las apariencias de justicias, han tenido, y aun tienen, fervorosos admiradores, no solo en el vulgo, sino entre los cultivadores mismos de los estudios históricos, los cuales, más poetas que historiadores, en vez de prescribir severamente la poesía de la historia, sacrifican, por el contrario, en aras de la fábula los sagrados derechos de la verdad.

Para concluir: en la Crónica portuguesa hallamos referidos hechos importantes de la historia de D. Pedro de Castilla que pasa en silencio su cronista, que han sido luego imperfectamente conocidos, y que solo pueden ser claramente apreciados por lo que dicha Crónica portuguesa contiene. Tal sucede en lo tocante á la translación del cadáver de la reina Doña María de Portugal á Sevilla. Nada nos dice Ayala de esta translación: refiérela el analista sevillano Ortíz de Zúñiga, pero incurriendo, por desconocer las fuentes portuguesas, en gravísimos errores. «Careció Doña María, escribe, de sepultura, conforme á su estado, muchos años, hasta que reinando D. Enrique II fué traído su cuerpo á Sevilla, y puesto en el templo del Convento Real de San Clemente, donde yace, con túmulo alto é insignias regias en la capilla mayor á la parte del Evangelio, y, según insinúan papeles de su Archivo, solicitud de sus Religiosas consiguió su traslación».

En este relato solo hay de cierto que Doña María fué transladada á San Clemente, donde yace; pero no lo es igualmente que careciera de sepultura conforme á su estado hasta el reinado de D. Enrique II, porque años antes, á poco de morir, su hijo Don Pedro la transladó solemnemente á Sevilla y la dió sepultura en la catedral, junto al cadáver de su padre D. Alfonso XI.

Abramos la Crónica portuguesa, y lo veremos claramente consignado, de modo que no deja lugar á duda. El capítulo II tiene por epígrafe el siguiente: «Como el Rei de Castella mandou per o corpo da Rainha Dona Maria sua madre, e da carta que emviou a el Rei de Portugal seu tio.» En esta carta, que el cronista portugués traduce é inserta íntegramente, se lee el párrafo que copio á la letra: «Outrossi emviamos pera trager o corpo da Rainha nossa

––––––––   81   ––––––––

madre pera a emterrar aqui em Sevilha, o Arçebispo desta çidade, e outros prellados de nossos Reinos.» Y añade la Crónica que «el Rei Dom Pedro fez outorgar o corpo da Rainha Dona Maria sua hirmaã a aquel embaixador del Rei de Castella; e foilhe feita grande honrra, assi por el Rei come per os prellados que por ella vijnham e muito acompanhada ataa o estremo, e dhi ataa çidade de Sevilha a saiu el Rei seu filho a reçeber com muita clerezia, e grandes senhores, e fidallgos que hi eram com el Rei; e feitas suas exequias muy honrradamente, foi posto o seu corpo na capeella dos Reis a çerqua del Rei Dom Alfonsso seu marido, onde ora iaz.»

Era precisamente lo que la misma Doña María había ordenado en su testamento, otorgado en Valladolid el 8 de Noviembre de 1351, mandándose enterrar en la Iglesia Mayor de Sevilla en la Capilla de los reyes, junto á la sepultura del Rey su marido, añadiendo que «si el su cuerpo se oviere ende á mudar, y poner en otra parte, quiero, decía, que pongan el mi cuerpo en aquel lugar en que el fuere puesto á par de la su supultura». ¡Notable prueba de respeto y afecto de la abandonada esposa al amigo de Doña Leonor de Guzmán! ¡Y no menos notable de piedad filial la de D. Pedro, cumpliendo religiosamente la postrera voluntad de su madre!

Ahora podemos apreciar debidamente el contraste que con su conducta nos presenta D. Enrique II, el cual, al trasladar á Córdoba el cadáver de su padre, que se había mandado enterrar allí junto al suyo, desoyendo los últimos ruegos de Doña María de yacer siempre á su lado, estando así, en la muerte, lo cerca de él que no había estado en vida, lo trasladó solo, dejando en nueva soledad y abandono á la infortunada reina y esposa.

Si la primera translación de Doña María quedó ignorada de los historiadores castellanos de aquella época, y ha sido imperfectamente conocida después, la segunda translación, desde la Capilla de los Reyes al Monasterio de San Clemente, ha sido y es aún completamente desconocida de los historiadores portugueses, hasta el extremo, que el más moderno de todos, en este punto, nuestro distinguido correspondiente Sr. Fonseca de Benevides, no há mucho escribía: «jaz (Doña María) junto de D. Alfonso XI, na capella dos reis de Sevilla».



––––––––   82   ––––––––

¿Se quiere prfueba mayor de las consecuencias á que lleva el aislamiento en que vivimos y en que no debemos vivir por más tiempo, portugueses y españoles, sobre todo, en lo que no cabe establecer separaciones ni fronteras, el culto de la verdad, y la verdad de lo pasado?

Más generosa nuestra poesía, no solo ha enaltecido las glorias sino que, noblemente, ha compartido también los duelos de la gente portuguesa. Con

voz de dolor y canto de gemido,



llora Herrera la pérdida del Rey D. Sebastián; Calderón, inmortaliza en la escena el Príncipe portugués mártir en la fe constante, y Vélez de Guevara, mejor que cuantos ya lo habían hecho, conmueve nuestras almas con los trágicos amores de Doña Inés de Castro y D. Pedro I de Portugal.

Toca á la Academia de la Historia, que tan dignamente ha sabido establecer la fraternidad en los estudios históricos entre los españoles de ambos mundos, promoverla de igual modo entre los peninsulares de ambos reinos, con publicaciones como la de la Crónica de que tratamos, tan española y portuguesa á un tiempo, con haber sido escrita después de Aljubarrota, en días no lejanos de este acontecimiento, y en pleno dominio de la Casa de Avis.

21 de Junio de 1889.





Indice