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Once poetas españoles. Seis pinturas y cinco dibujos de Gregorio Prieto. Ediciones Ínsula, 1950

Ricardo Gullón





Hay artistas con ángel y artistas desangelados, fríos en la perfección, si perfección alcanzan. Gregorio Prieto tiene a su vera un ángel inspirador: el ángel de la gracia. El retrato en línea de Manuel Altolaguirre prueba, por sí solo, esta tesis. Al mirarlo cede a la sugestión del vuelo implícito en la mano, no soporte sino ala, más útil para sugerir que para sostener. Confieso que entre los diversos «Gregorios» prefiero al más sencillo (otro ejemplo de refinada sencillez lo hallamos en el retrato de Salinas), al artista que para decir su palabra se atiene a lo sucinto de la línea, configurando sin adornos un perfil, en cuya traza, por la eficacia del rasgo preciso y justo, se encuentra potenciada y como resumida el alma del modelo.

Un retrato es en cierto sentido una biografía; en él y de él deben emanar revelaciones, detalles significantes. Para lograr en sus cuadros esa penetración en lo vital del personaje, Gregorio Prieto recurre a dos sistemas igualmente eficaces y lícitos. En los retratos de Unamuno, Machado, Juan Ramón y Aleixandre, como fondo de la figura o alrededor de ella, agrupa alusiones a determinados horizontes o tendencias de cada poeta y utiliza tales elementos para conducir al espectador hacia la evocación. En otras invenciones, así las de Altolaguirre y Salinas, su tentativa es más ardua porque combate a cuerpo limpio; la intensidad y justeza de la expresión le bastan para transmitir algo más que la apariencia del retratado.

Salinas y Altolaguirre no están aquí únicamente en apariencia, sino en presencia, en su individualizada y diversa gracia; irónica en el primero, juvenil en el segundo. Y Miguel Hernández, surgido en el nervioso rasguear de la pluma como una aparición, no espectral sino vivísima, está también presente en el dramatismo de la penetrante mirada, de la boca a punto de abrirse. El artista sustituyó el contorno neto de la línea continuada y el ancho espacio blanco por la multiplicidad de trazos cortos insertos unos en otros y ordenados con intensa precisión. Por la precisión y el expresivo vigor con que fueron compuestos estos retratos nos ayudan a comprender mejor la obra de los poetas representados. Y, sobre todo, aportan un precioso testimonio de cuán multiforme y rico es el talento de Gregorio Prieto.





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