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1

En sus libros respectivos, Ortega. Circunstancia y vocación, Madrid, Revista de Occidente, 1960, págs. 285-310; y Lengua y estilo de Ortega y Gasset, Salamanca, Acta Salmanticensia, 1964, págs. 125-161.

 

2

Según Wayne C. Booth, sólo en 1977 se habían publicado más títulos sobre este tropo que en todos los años anteriores a 1940; cfr. «Metaphor as Rhetoric», Critical Inquiry, 1978, V, 1, pág. 49.

 

3

«Las dos grandes metáforas», en Obras completas, Madrid, Revista de Occidente 3ª edición, II, 1954, 387.

 

4

Cfr. Jacques Derrida, «La mytologie blanche (La métaphore dans le texte philosophique)», Poétique, 5, 1971, pág. 25; y Paul Ricoeur, La métaphore vive, París, Seuil, 1975, pág. 375, el cual concluye, tras el examen de dicho pasaje: «Así pues [según Aristóteles], la filosofía no debe metaforizar ni poetizar, ni aun cuando trata de las significaciones equívocas del ser»; aunque Ricoeur se pregunta a renglón seguido: «Pero esto que no debe hacer, ¿puede dejar de hacerlo?»

 

5

«The Epistemology of Methapor», Critical Inquiry, vol. cit., pág. 15.

 

6

Cfr. el admirable ensayo de Paul de Man citado en la nota anterior.

 

7

Apud H. Lausberg, Manual de retórica literaria, Madrid, Gredos, 1966, II, pág. 225.

 

8

Así, Bernard Dupriez, Gradus. Les procedes littémires, París, U. G. E., 1980, pág. 240.

 

9

Crítica del juicio, trad. de M. García Morente (1914), Madrid, Espasa-Calpe, 1981, páginas 260-262.

 

10

Sobre la doble procedencia, metafórica o metonímica, de la catacresis, véase Michel Le Guern, La metáfora y la metonimia (1973), trad. de A. de Calvez-Cañero, Madrid, Cátedra, 1976, págs. 93 y sigs.