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Peligrar en los remedios

Francisco de Rojas Zorrilla



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PERSONAS
 

 
EL REY
CARLOS,   su hermano.
EL CONDE FEDERICO
EL MARQUÉS ROBERTO
EL DUQUE CONRADO,   padre de Violante.
EL ALMIRANTE DE SICILIA
LA INFANTA DE SICILIA
BOFETÓN,   lacayo.
LA DUQUESA VIOLANTE
CELIA,   criada.





ArribaAbajoJornada primera

 

Salen VIOLANTE y CELIA.

 
CELIA
Deja ese llanto, Violante,
y mira que no es razón
quitársele al corazón
para dársele al semblante.
No te convenza el dolor,
y guarda en estos desvelos
el sentir para los celos,
pero no para el amor.
Mira que es acción errada
poner a riesgo tu vida;
¿Qué has de hacer aborrecida
si estás llorando adorada?
VIOLANTE
Aunque tu celo procura
atajarme esta pasión,
tienen muy antigua unión
la desdicha y la hermosura.
Mas sólo porque no ignores
lo que en mi dolor previenes,
yo estoy deseando desdenes
como otras damas favores.
Nadie me ve, oh Celia bella,
que en mi fuego no se apura,
o ya lo haga mi hermosura
o lo disponga mi estrella.
De cuatro a un tiempo querida
y de uno solo pagada,
traigo la pasión turbada
y temerosa la vida.
Difícil asalto emprenden
al muro del corazón;
oye, y te diré quién son
los cuatro que me pretenden.
El Rey mi favor desea
con más cauteloso ardor,
y a su batalla de amor
es mi recato trinchea.
Carlos, su hermano, el Infante,
es a quien adoro yo,
no sólo obligada, no,
sino rendida y amante,
roca a la fuerza del hado,
pues óyeme lo que digo:
Carlos tiene un grande amigo
y el Rey tiene mi gran privado.
El privado, poco atento
a las órdenes del Rey,
hace de su afecto ley
y amor de su pensamiento,
como inadvertido ignora
que el Rey me adora y estima,
y el Rey su esperanza anima
y el vasallo su amor llora;
y sin ser comunicado
entre los dos este amor,
ni es el vasallo traidor
ni el Rey tampoco injuriado.
Pues el Infante en rigor,
Carlos, que es mi amante digo,
aun a su mayor amigo
no le ha contado su amor.
Y el amigo, como ignora
a quien adora el Infante
firme, obligado y amante
me pretende y enamora.
Y así, en competencia tal,
aspirando a mis favores,
siendo a sus dueños traidores
no hay ninguno desleal.
CELIA
Sola una cosa he dudado
desa llama o dese ardor,
cuando siendo grande amor
no ha sido comunicado.
¡Oh como se encubre, digo,
pues de tus razones hallo,
que el Rey le calla al vasallo
cuando el infante a su amigo!
Mas cánsame tu desden;
¿ves? tus cuatro enamorados,
tienen a treinta criados,
y a todos los quiero bien.
 

Sale BOFETÓN.

 
BOFETÓN
¿Señora?
VIOLANTE
¿Qué hay, Bofetón?
BOFETÓN
Con el conde Federico
se ha entrado el infante Carlos,
muy confuso y divertido
hasta este cuarto primero,
y por cosas que le he dicho
no le he podido atajar.
VIOLANTE
Bofetón, no te he entendido;
que si a visitarme viene,
siempre viene solo.
BOFETÓN
Digo,
que se acoge acá, que llueve.
VIOLANTE
Esperarle aquí es preciso.
 

Sale EL CONDE y CARLOS, triste.

 
CONDE
¿Adónde, Infante y señor,
turbado, triste y remiso,
sin queja para el dolor
y sin voz para el alivio
te llevan tus propios pasos
hecho estatua de ti mismo?
CARLOS
Déjame, Conde, llorar,
supuesto que eres mi amigo,
una pena que no es mía
y un mal tan introducido
que no quiere que la lengua
o de piedad o de oficio
le comunique al consejo
lo que recela advertido,
que llegara a ser menor
si yo te lo comunico.
CONDE
En la calle te he encontrado;
viéndote a solas contigo
quise saber lo que tienes;
¿Qué traes, qué te ha sucedido?
Suelta la pena al consejo,
la voz presta a mis oídos,
no te aconsejes tu propio,
porque errarás el destino
si para el acierto buscas
las pasiones por amigos.
CARLOS
Ya te dije, Conde, ahora,
que los males que publico
con la lengua de mis ojos,
con la voz de mis suspiros,
ni son venganzas ni ofensas,
sino unos afectos vivos
tan buenos para callados,
tan malos para decirlos,
que para sentirlos menos
o los guardo o los reprimo.
Que si al riesgo de la voz
valeroso lo suplico,
vendré a ser como el que está
de acero mal defendido:
le aqueja más el remedio
que la ejecución del filo.
Y así, pues que ya me dejas
en esta casa, te pido,
que el paso de tu cuidado
restaure el tiempo perdido.
Al duque Conrado busco
para un negocio preciso,
hablaré en su casa ahora;
y así, Conde, te suplico
me dejes en ella, y vete,
que aunque es oficio de amigo
porfiar en ocasiones,
no es de amigos entendidos.
CONDE
Digo, que yo te obedezco;

 (Ap. 

Una cosa he presumido,
que añade mayor materia
al fuego de mis sentidos.
¿Si Carlos quiere a Violante
a quien adoro y estimo,
y sin decirme su amor
confusamente indeciso,
arde errada mariposa
en sus rayos encendidos?
Pero esto no puede ser,
pues cuando ¡ay afectos míos!
la adorara, yo supiera
su inclinación por su amigo.
Pero ya Carlos la adore
o ya los cielos benignos
permitan que no la quiera,
a un tiempo me determino
a atajar y reprimir
este volcán en que vivo;
porque yo le quiero tanto,
que al riesgo de mil peligros
antepondré mi lealtad;
que él que adora inadvertido
dama que su amigo quiere,
es traidor y no es amigo.)

 (Vase.) 

BOFETÓN
Ea, señor, ¿no te llegas?
Violante está aquí, y yo he visto
que te está acechando el alma
por la vista, que es resquicio
por donde mira el amor
rayo a rayo y viso a viso.
CELIA
Llégate a hablarle, por Dios,
que bien mirado es delito
que disimulen las obras
lo que los ojos han dicho.
Y si engañas al amor,
repara bien que es preciso
que castigue como Dios
lo que calla como niño.
BOFETÓN
Ea, llégate, ¿qué esperas?
¿No parece en lo remiso
que quiere pedir prestado
a hombre poco conocido?
CELIA
Habla al Infante, ¿qué aguardas?
¿Piensas que es ya tu marido?
No ensombreres el semblante
ni encapotes el hocico.
CARLOS
Yo me llego.
VIOLANTE
Yo le hablo.
CARLOS
¡Dulce prenda!
VIOLANTE
¿Dueño mío?
En buen hora, Infante, vengas
con tu vista a dar alivio
a este raudal de mis ojos,
que desangrando hilo a hilo
por dos fuentes que eligió,
riega el sentimiento mío
para que crezca el dolor
como si en el pecho mismo
no estuviese el corazón,
que es un arroyo nativo
que en el término del alma
por líneas y caminos
tiene a las penas en flor
y en el fruto los suspiros.
CARLOS
Guárdete el cielo, Violante.
VIOLANTE
¿Cómo tan necio y tan tibio,
con sola una voz pagáis
un discurso que, repito,
en las palabras también,
como en las obras remiso?
¿Qué es esto? Señor Infante,
¿Qué se hizo aquel cariño?
¿Qué se hizo vuestra fineza?
¿Y vuestro amor, qué se hizo?
¿Vos los ojos sin objeto?
¿Las razones sin aliño?
¿Sin voz la lengua en el labio
y sin obras los sentidos?
¿Hablando a solas con vos,
y a que os vea habéis venido?
Disculpaos, señor Infante,
cumplid siquiera conmigo,
fingid de lo que soléis,
pues no os cuesta lo fingido;
mirad, que os he dicho a solas
que os adoro y que os estimo,
y que me echéis a perder
un amor tan bien nacido
por no fingirme siquiera.
Y así, señor, os suplico,
pues no pagáis lo que os amo,
que me igualéis lo que os digo.
CARLOS
¡Ay Duquesa de mis ojos!
¡Oh, nunca te hubiera visto!
¡Oh, siempre tu rostro hermoso
se me hubiera resistido
con sus rayos! Aunque en ellos
la luz viera en que respiro;
bien así como sucede
a ese planeta divino
que con lo mismo que ofende
da luz a prados y a riscos.
Yo no te puedo decir,
señora, los males míos;
no adelantes la sentencia,
porque entiendo que, al decirlos
no he de poder refrenarlos;
ya presumo que habrás visto
foso de nieve cuajado
el que era corriente río,
que porque le heló el invierno
densamente entumecido,
de hueco espejo del prado
se trocó monte macizo;
y siendo cielo en la selva
sustituye al cristalino,
siendo trinchera de nieve,
cristal de roca castizo,
helada leche que el tiempo
presenta al prado florido,
y si le derrite el sol
empieza por el abismo
con lento paso a correr,
hasta que del ejercicio
polilla de plata limpia
roe su propio vestido;
y abriendo puertas al mar,
corre alado y vuela frío,
atropellando las flores
y haciendo penachos rizos,
lleva las peñas a saco,
porque el sol, su juez altivo,
mandó al tiempo, alcaide suyo,
que le quitase los grillos;
así mis males corrían
hechos caudalosos ríos
por el alma, que es el prado
más espacioso y florido.
Pero helándolas el riesgo,
las trocó en nuevo granizo,
adonde el sol de tus ojos,
mejor juez y más activo,
de su helada cárcel manda
que se arrojen derretidos
a la lengua, que es el mar;
mas temo, que si los digo,
como helados estuvieron,
han de arrojarte tan vivos
que no han de querer parar;
y así ahora los destilo
en palabras por los ojos,
por ver si en esto consigo
que se paren cuando vean
que van por otro camino.
VIOLANTE
Hacer lenguas de los ojos
más es propiedad que vicio,
que de las voces del alma
son intérpretes divinos.
Pero no es razón, Infante,
quitar a la voz su oficio
para dársele a la vista;
ni está mi ingenio tan fino
que siendo tus penas tantas
y tus males tan prolijos,
ha de entenderte por señas;
no sabe la voz decirlos,
con ser quien más los entiende
de costumbre o de ejercicio,
¿y quieres tú que los ojos
me digan lo que no han visto?
CARLOS
Pues óyeme.
VIOLANTE
Ya te escucho.-
Véte fuera.
CELIA
Ya he entendido.

 (Vase.) 

CARLOS
¿No te vas ya?
BOFETÓN
Ya me voy.
VIOLANTE
Prosigue, Infante.
CARLOS
Prosigo:
Sigismundo, el rey, mi hermano,
de Nápoles dueño invicto,
mucho más que de su imperio,
monarca de su albedrío,
tuvo guerras en Sicilia
con Eduardo, su primo,
sobre que intentó casar
con el grande rey Basilio
de Polonia, a la primera
hija suya, habiendo sido
concierto, que el Rey, mi hermano,
fuese su esposo debido;
fue la guerra tan cruel
y el daño tan excesivo,
que el mar, espejo del cielo,
dos veces en sangre tinto,
pintó de carmín las naves
y trocó en coral los riscos.
Los sicilianos salientes,
o de precepto o de oficio,
con tal ánimo embistieron
nuestras fustas y navíos
en la playa de Sicilia,
que el plomo, que fue el granizo
que arrojó la saña al riesgo
de sus balas resistido,
lo más que hizo fue estorbar,
pero no lo más que quiso.
Peleaban sin temores
valerosamente altivos,
que ha menester más valor
quien sin valor ha reñido.
Y viendo nuestros soldados,
enemigos los amigos,
valientes a los cobardes,
soberbios los abatidos,
y con razón los culpados,
con mérito los indignos,
que siempre tiene razón
el que vence a su enemigo.
Por no perder el derecho
apelaron al peligro,
y sentenciando el valor,
saltando en tierra atrevidos,
firmaron con sus espadas,
que es la pluma del castigo,
en el papel de sus pechos,
con tinta de coral tibio,
habiendo visto las causas
el fallo de sus delitos.
Talando campos y montes
obró el enojo tan vivo
que las parvas que a los cielos
por puntales o por riscos
rubia competencia hicieron
a aquellos montes altivos
fueron despojos del viento,
en cenizas reducidos,
y no acordando del oro
el soldado vengativo,
hizo saco del rigor
y de la venganza asilo.
Nadó en corales el monte,
y creciendo en alarido,
subió a los cielos la queja,
mas no llegó a los oídos.
Horror era cada bulto,
tiniebla el humo prolijo.
Susto el amago, el mal vida,
la mayor memoria olvido:
la luz desmayo, el bien pena,
riesgo el valor, la ira vicio.
Y sólo era en tantos males
la muerte el menor peligro;
pero Eduardo, su Rey,
dio bordo por compasivo,
que la lástima es temor
con máscara de cariño.
Tocó a recoger su gente,
prometiendo a un tiempo mismo
otra vez a la Princesa
a mi hermano vengativo.
Levantó el campo mi hermano,
y para este asiento vino
como por embajador
el Almirante, su tío.
Hasta aquí mi amor en calma,
o como contento indigno
en el mar de tu hermosura
hallo tus ojos tranquilos.
Ahora va la tormenta,
ya el Euro y el Noto a silbos
a este leño racional
le conducen al abismo.
Pidiote el embajador
por esposa; es noble, es rico,
no te merece, y soy yo
quien te amo y quien te estimo;
yo, infelice, él venturoso,
lo demás ya te lo he dicho;
pues no para aquí el efecto
de aquesos astros impíos.
El Rey de Sicilia pide
(¡Oh si los cielos benignos
a mi voz pusieran graves
de la parca el fiel cuchillo!)
que pues él tiene dos hijas
case el Rey con la Princesa,
pero la Infanta conmigo;
llamome el Rey, yo le escucho,
prometo lo que te digo,
con el semblante lo niego
y con la voz lo confirmo;
no me entendió el Rey mi hermano,
o si me entendió no quiso,
diole al Almirante el sí,
púsose luego en camino,
y es concierto que la Infanta
dará infeliz su principio,
antes que el Rey se despose
al himeneo divino;
primero me he de casar,
que en secreto me lo ha dicho;
y tú con el Almirante,
digno, pues te ha merecido;
hoy dicen que llegarán,
hoy, nuestros dos enemigos,
¡oh la galera al soltar
al ligero viento el lino,
a ser despojo del mar
choque en el primer bajío!
Perderte, ¡qué grande mal!
Me tiene tanto astraído,
que neutralmente en sí propio,
no bien muero ni suspiro
¡ay de mi amor, si te pierdo!
¡Ay de ti, si me has perdido!
Que también lloro tu pena
por duplicar mis suspiros;
pero ya para la muerte,
cuando inconstante agonizo
en la causa del dolor,
el mirarte es el indicio,
el tormento, el adorarte;
mi confesión, el peligro;
el casarme, la sentencia;
el admitirlo, el delito;
la voz del pueblo, el pregón;
el Rey, quien manda el castigo;
la Infanta, quien lo ejecuta;
la obligación, el ministro;
será el sí, la ejecución,
y dar la mano, el cuchillo;
mirarte en ajenos brazos,
¡qué dolor tan excesivo!
Decir yo a otra dama amores,
¡qué indecente sacrificio!
Morirme de imaginarle
es de mi dolor capricho,
porque la imaginación
es el estoque más fino.
No llorarlo tú, ¡qué ofensa!
Erró amor los albedríos:
discúlpaseme el amor
su error, siendo ciego y niño.
Éste es, hermoso portento,
el cuidado que reprimo;
éste es, dulce prenda mía,
por quien muero y quien suspiro.
Ésta, gloria mía, el riesgo,
que tiene mi amor remiso,
tu aliento es soplo a esta llama,
por quien muero y resucito;
y estos son mis males todos,
estos los afectos míos;
pocos para ser contados
y muchos para sentidos.
VIOLANTE
De suerte, señor, de suerte,
está el dolor compasivo,
de llorar lo que tú sientes,
que al entregarle al oído,
si le lloro como a tuyo
le hago ofensa como a mío;
pero antes que no a las quejas
sean los remedios arbitrios,
y obre el discurso en el daño,
ya que no obra el albedrío.
Tú me quieres, yo te adoro;
tú me pagas, yo lo admito;
que amantes son industriosos
cuando son amantes finos.
Señor, busca tú el remedio,
porque al riesgo o al delito
expuesta mi voluntad,
ha de ser peñasco fijo.
Apenas el riesgo nace,
cuando está el remedio vivo.
Y aun yo buscaré el remedio;
mas cuando me significo
tan obediente a tu amor,
tu precepto solicito;
porque me debas siquiera
la obediencia a mis retiros;
que es fineza obedecerte
y es mandato el elegirlo;
prosigue y dame el remedio.
CARLOS
Oye lo que determino:
pues ha de venir la Infanta
por ese mar cristalino
porque no admito su fe
a dar a mi amor martirio,
si el Almirante con ella
vendrá a casarse contigo,
atajémosles los pasos,
y sea el remedio mismo,
casarnos antes que venga,
pues cuando el Rey al suplicio
determine mi garganta,
primero habré conseguido
en tus brazos amorosos
los afectos repetidos;
si el Rey desto se ofendiere,
venga a la vida el castigo,
como no mueran las almas,
los cuerpos hagan su oficio.
Muera de haberte ganado
y no de haberte perdido,
que de dos muertes forzosas
la más venturosa elijo.
VIOLANTE
Dices bien, Carlos mi esposo,
atropellar el peligro,
aunque sea con el riesgo,
será consejo advertido;
mi padre Conrado el Duque
que está con el Rey te aviso
cada noche hasta las doce,
con secreto te suplico
que vengas aquesta noche,
y traerás también contigo
quien nos despose en secreto.
¡Oh! el cielo compadecido
me deje ver en tus brazos,
donde mariposa en giros
las alas del corazón
entregaré al sacrificio.
CARLOS
Pues admito la elección.
VIOLANTE
Y yo tu consejo admito,
no te goce, no, la Infanta
y obre el rigor vengativo.
CARLOS
Ni te goce el Almirante,
antes en mil precipicios
los arroyos dese monte
turben al prado Narciso.
VIOLANTE

 (Ap.) 

Si él supiera que me quieren,
Roberto, el Rey y su amigo.
CARLOS
El remedio antes del daño
desta manera consigo.
VIOLANTE
Sin ti ¿qué vale la vida?
CARLOS
La muerte venga contigo.
 

(Ruido dentro.)

 
VIOLANTE
Ruido siento en esta sala.
CARLOS
Duquesa, lo dicho dicho.
VIOLANTE
¿Vendrás esta noche?
CARLOS
Sí.
VIOLANTE
Mira, señor, que he temido.
CARLOS
La que no tiene recelos
no tiene el amor muy vivo.
VIOLANTE
¿Qué señal me das?
CARLOS
Los brazos,
que son la paga y testigos.
VIOLANTE
¡Oh quién jamás se apartara!
Pero adiós, esposo mío.
 

(Ruido dentro.)

 
CARLOS
Adiós, dueño restaurado,
aun ántes de estar perdido.
VIOLANTE
Sol, anégate en el mar.

 (Vase.) 

CARLOS
Noche, tiende el manto frío.

 (Vase.) 

 

Salen EL MARQUÉS, ROBERTO, EL CONDE, EL DUQUE, EL REY y ACOMPAÑAMIENTO.

 
REY
¿Llegó el aviso ya, marqués Alberto?
MARQUÉS
Ya las alas batió, y entregó al puerto
el velamen veloz la carabela
que deja de ser ave cuando vuela
por pasarse a elemento,
siendo penacho al mar, donaire al viento.
El patrón ha avisado, que la Infanta
viene con priesa tanta,
que ya estará en la orilla,
si no es que el edificio por la quilla,
cuando esos mares toque,
o se rompa, o se sorba, o se desboque,
siendo ejemplo infelice de sí mismo,
a sorber los cristales del abismo.
REY
Duque Conrado, para daros fama,
al árbol vuestro arrimaré una rama,
de cuyo heroico fruto
renuevos verdes coja el tiempo astuto.
Casada está Violante, vuestra hija,
que antes que amor le elija,
yo le señalo dueño;
sacáraos mi amistad de aqueste empeño,
pues hoy la caso, digo,
con quien es de mi sangre, y es mi amigo.
DUQUE
Vuestra elección, señor, es mi obediencia,
y sin apelación vuestra sentencia,
puesto que capitán y juez severo
vibráis en una mano el docto acero,
y la diestra razón medís constante,
o el cavado metal único cante,
por cuanto Arabia la felice llora;
varía el mar, corre el viento y el sol dora.
MARQUÉS

 (Ap.) 

El Rey dijo, que el que ha de ser su esposo
es su amigo y su sangre, y es forzoso,
según de su razón he imaginado,
que siendo yo su sangre y su privado,
hoy sea de su mano el elegido;
no le he dicho mi amor, ya le he entendido;
el Rey único, en fin, docto y perfeto,
generoso señor, grave y discreto.
CONDE

 (Ap.) 

Al Rey a la Duquesa le he pedido,
y aunque nunca a mi amor ha respondido,
hoy sin dar la respuesta me responde;
su amigo y sangre soy, bien corresponde
lo que dice dudoso,
a mi amor y su afecto generoso.
DUQUE

 (Ap.) 

Su amigo a quien más quiere y sangre suya,
aquí es razón que arguya,
que es su hermano el Infante a quien señala,
y que a su sangre mi nobleza iguala,
el Infante a mi hija, amante adora,
halo sabido el Rey y quiere ahora
mezclar su sangre con la real que gozo,
la alegría, el contento, el alborozo
para llenar mis esperanzas vanas,
han de reverdecer mis blancas canas.
REY

 (Ap.) 

¡Que yo case a Violante desta suerte,
y que yo sea el ministro de mi muerte!
¡Que me vea en sus afectos abrasado,
y me corrija la razón de Estado!
¡Que sea mi valor mi propio miedo,
y que prometa lo que dar no puedo!
MARQUÉS
¿Cuál es, señor, el dueño venturoso
que ha de ser de Violante el dulce esposo?
CONDE
¿Cuál es, señor, porque el amor lo cante,
el que ha de ser esposo de Violante?
DUQUE
¿Cuál mi hijo ha de ser en vuestro estado,
porque adelante el bien a mi cuidado?
REY
El que ha de ser su dueño y es su amante.
TODOS TRES.
¿Quién es?
REY
Es de Sicilia el Almirante.
¿De qué os turbáis? ¿No es noble y generoso?
¿No es activo, prudente y valeroso?
MARQUÉS
Sí; mas siendo extranjero,
los títulos de Italia eran primero.
REY
Primero es mi palabra.
CONDE
Así lo digo;
pero un hombre que ha sido tu enemigo...
REY
Quien supo ser contrario buen soldado,
amigo será en paz más acertado.
DUQUE
No sé yo si mi hija ha de sentirlo.
REY
Como vos lo mandéis, ha de admitirlo.
DUQUE
Sí; mas...
CONDE
Señor...
REY
Callad.
MARQUÉS
El Duque siente...
REY
Otra vez digo, que ninguno intente
contradecir el gusto a mi grandeza,
o le pondré a sus plantas su cabeza;
tal mi imaginación está turbada
que castigo lo propio que me agrada.
 

Sale BOFETÓN.

 
BOFETÓN
Ahora en aqueste punto
de una galera se apean
una dama tan gallarda
que puede ser pioquintesa,
y un mancebo la acompaña
de tan señaladas prendas,
que es gordo de erre que erre
y bermejo de anatema.
Ella tiene muy buen talle,
un poquito virolenta,
trigueña lo que le sobra,
y Blanca lo que le queda;
todo lo que es necesario
para vivir trae con ella:
pabellón para el verano,
y para el invierno esteras;
sábanas en las enaguas
y para colchones felpa;
para cubrir, guardainfante;
y por si está de pendencia
trae en la cabeza espada
y en la cotilla defensa;
para hacer caza mejor,
redes por valona y vueltas,
jaula para pajaritos,
para gallinas pollera;
para dar coz, ponleví,
en el zapato una prensa,
los guantes para pedir,
espejo es su cara mesma.
En las bandas y listones,
manillas, sortijas, trenzas,
colonias, cintas y vidrios,
trae bien cumplida una tienda.
En efecto, ellos llegaron;
lleguen muy enhorabuena,
porque a casar a tu reino
han venido de sus tierras;
cuando otros por no casarse
se van de sus tierras mesmas.
Mas con su pan se lo coman
o meriéndenlo siquiera,
que entre dos malos casados
las comidas son meriendas;
dije ya, noble auditorio,
porque estaba de represa,
Soy hablantem me quotidie,
y tú escuchantem et caetera.

 (Vase.) 

REY
Vos, Conrado, id al momento,
y haced que Violante venga
sin decirla para qué;
y vos, Conde, dad las nuevas
al Infante; pero no,
decid que hablarle quisiera,
y no digáis la venida
de su esposa, porque tenga
todas las glorias a un tiempo
el que aguarda las finezas.
DUQUE
Obedecerte es mi gusto.
CONDE
Tu precepto es mi obediencia.
DUQUE

 (Ap.) 

¡Que esto suceda a mis males!
CONDE

 (Ap.) 

¡Que esto a mi amor le suceda!
MARQUÉS

 (Ap. 

¡Que viniese el Almirante!
¡Qué presto los males llegan!
Tienen alas las desdichas,
son ruines, vienen apriesa.)
Salgamos a recibir,
Marqués, la Infanta.
 

Salen LA INFANTA, EL ALMIRANTE y ACOMPAÑAMIENTO.

 
INFANTA
Su Alteza
escuche las prevenciones,
y los brazos le prevenga
a un deseo efetuado
y a una debida obediencia.
REY
Si yo merezco los suyos
los admita vuestra Alteza.
ALMIRANTE
Sus reales plantas permita
a mi labio tu grandeza,
porque tenga buenos fines
quien tiene principio en ellas.
REY
Almirante, levantaos,
ya espero a Violante, bella
Infanta, a mi hermano espero,
porque a un mismo tiempo tengan
premio vos y yo tormento,
vos quien os sirva y os quiera.
INFANTA
Señor, cuando con mi padre
tuvisteis injustas guerras,
todas presumo que fueron
por mi hermana, la Princesa,
vencisteis, hubo fortuna,
y yo obediente y resuelta
con vuestro hermano a casarme
vengo a vuestra patria regia.
Yo había de ser vuestra esposa,
rompiose la conveniencia,
y lo que en vos era amor
se trocó después en tema.
En fin, yo vengo a casarme,
y en esta ocasión quisiera
que lo que ha sido concierto
hubiera sido fineza.
REY
Si el Rey vuestro padre entonces
por amistad lo pidiera
yo me casara con vos;
pero que al polaco exceda
por materia de gobierno
y me niegue a la Princesa
por elección, eso no:
negármela y ofrecerla,
es atropellar a un tiempo
su palabra y mi grandeza.
Ya este concierto esta hecho,
dejemos estas materias
porque se irrita la sangre
cuando se acuerda la ofensa.
ALMIRANTE
Pues yo para interrumpir
os quiero pedir licencia
para desposarme hoy
con Violante, la Duquesa.
REY
Yo os la concedo, Almirante,

 (Ap. 

¡Qué esto mi dolor consienta!)
y puesto que vuestra es,
mandad como en cosa vuestra.
ALMIRANTE
Para ejemplo del valor
la edad de Nestórea veas.
 

Salen EL DUQUE por una, puerta y EL CONDE por otra, EL INFANTE y LA DUQUESA.

 
CONDE
Aquí está el Infante y yo.
DUQUE
Violante, a sus plantas llega.
CARLOS
Déme vuestra Majestad...
VIOLANTE
Déme a besar vuestra Alteza...
REY
Carlos, ¿de qué os suspendéis?
Violante, ¿de qué suspensa?
CARLOS
Hallar delante de vos...
VIOLANTE
Ver que está en vuestra presencia
de Sicilia el Almirante...
CARLOS
Y con él la Infanta bella...
REY
Hoy ha de ser vuestra esposa,
y de vos, Violante, es fuerza
hoy ser dueño el Almirante.
VIOLANTE

 (Ap.) 

Si los males no me anegan,
es porque se hielan todos
en los poros y en las venas.
CARLOS

 (Ap.) 

Si no muero deste agravio,
es porque con diferencia
si aquesta injuria me hiere,
aquel remedio me alienta.
REY
Dadle la mano a la Infanta,
que pues esta noche espera
en el tálamo de amor
del vuestro tantas finezas,
ofrecerle vuestra mano
sea señal o sea prenda;
y vos también ya podéis
darle la mano, Duquesa,
CARLOS

 (Ap.) 

¡Cielos! ¿Qué he de hacer ahora?
Pedirle la mano es fuerza
¡que esta injuria sufra amor!
Pero como ciego yerra.
VIOLANTE

 (Ap.) 

Vive mi pena inmortal,
que si a dar la mano llega,
que he de hacer lo mismo yo.
Él le da la mano.
CARLOS

 (Ap.) 

Ella
da la mano al Almirante.
VIOLANTE

 (Ap.) 

¡Oh traidor!
CARLOS

 (Ap.) 

¡Oh ingrata! ¡Oh fiera!
VIOLANTE

 (Ap.) 

Vengáreme.
CARLOS

 (Ap.  

Yo me vengo.)
Ésta, Infanta bella...
VIOLANTE
Ésta
es mi mano.  (Ap.  ¡Hay tal dolor!)
CARLOS

 (Ap. 

¡Hay tal tormento! ¡Hay tal pena!)
Es la que vuestra ha de ser;
pero ahora, Infanta, es fuerza,
que no le pierda el respeto
mi amor a vuestra grandeza;
y así, para la ocasión
la guardo, que es indecencia
adelantar los favores
cuando es propia una belleza.
VIOLANTE
Pero a no darla me fuerzan
obligaciones de noble;
que pues Carlos se la niega
a la Infanta, y es su esposa,
en tan amorosa guerra,
si él no la da, no la doy,
yo la diera, si él la diera.
INFANTA
Infante, vos sois discreto.
ALMIRANTE
Vuecelencia es muy discreta.
REY

 (Ap. 

¿No parece que mi hermano
niega lo mismo que aprueba,
y la Duquesa también,
lo propio que admite niega?
¡Ay de mí! que con mi acero
me estoy haciendo la ofensa.)
¿Queréis mucho a vuestra esposa,
Infante?
CARLOS
Desta manera:
la esposa que más procura,
como es más vivo mi ardor,
siendo Infanta del amor
es reina de la hermosura.
Entré, miré su luz pura,
y aunque pudiera inconstante
variar en luz semejante,
como la vi tan hermosa,
a no haber de ser mi esposa,
muriera de ser su amante.
Celar me hizo y recelar
cuando la llegué a querer,
que quien no sabe temer
no sabe lo que es amar.
No hubo causa en que dudar
a su fe y a su entereza,
que aunque es tanta su pureza,
no admiré en estos recelos
que trae consigo los celos,
la que trajo la belleza.
Hoy la mano la he de dar,
mi palabra he de cumplir,
bien me puede no admitir
mas no la puedo olvidar;
permanente ha de durar
en el alma este blasón,
que como hirió esta pasión
al corazón inmortal,
ha de durar la señal
mientras viva el corazón.
VIOLANTE
Yo al que mi esposo ha de ser
y un alma pienso entregarle,
aunque no quisiera amarle,
por fuerza le he de querer.
La que es principal mujer
a uno solo ha de estimar,
ni ha de olvidar ni variar,
luego si yo soy quien soy,
y ya ha dos años le estoy
para siempre le he de amar.
Nace en el prado una flor
olorosa, pura y bella,
y aunque otras resultan della,
la primera es la mayor;
seca el estío su ardor,
y aunque la marchita, advierte
que aun muerta fragancia vierte,
pero esotras flores no;
que la que tarde nació
llora primero su muerte.
Flor es este amor primero
que otras flores resucita;
flor, otro amor le marchita,
y éste se conserva entero;
primero nació, y infiero
que cuando la parca intente
cortar su rama eminente,
será su eclipse fatal,
que este amor es natural
y esotros son accidentes.
REY
Bien encarecido está.
INFANTA

 (Ap.) 

Aquí la alabanza es cierta,
puesto que a mí no me importa,
que me quiera o no me quiera;
mas que el amor me ha inclinado,
me anima el son de la guerra,
no hay requiebro para mí,
como el son de la trompeta
que en el verdor de los años
tocan a fuego las venas;
para que yo me recoja
dé licencia vuestra Alteza.
ALMIRANTE
Y para que yo acompañe
a mi esposa la Duquesa.
VIOLANTE
Mi padre está aquí, Almirante,
cuando vuestra esposa sea,
entonces recibiré
por mayor esas finezas.
ALMIRANTE
Mi obediencia es vuestro gusto,
esta noche en esta pieza
ha de ser el desposorio,
y así es bien que se prevengan
las más limpias voluntades
a la más decente ofrenda.
CARLOS
A los cielos doy palabra
y después a vuestra Alteza
de desposarme esta noche.
REY
¿Con quién?
CARLOS
Con mi Infanta bella.

  (Ap. 

Si soy el Infante yo,
no es Infanta la Duquesa?)
VIOLANTE

 (Ap.) 

Yo la doy de dar la mano
al instante que la ofrezca
Carlos a su esposa amante.
REY

 (Ap.  

Paciencia, cielos, paciencia.)
Venid, señora, a otro cuarto.
CONDE

 (Ap.) 

¡Que esto escuche y que no muera!
MARQUÉS

 (Ap.) 

¡Que viva y sufra estos celos!
REY
Venid, Almirante.
ALMIRANTE
Apenas.
INFANTA

 (Ap.) 

¡Que aun no haya llegado y ya
me desposen tan apriesa!
REY

 (Ap.) 

Pero ardides tiene amor.
MARQUÉS

 (Ap.) 

Amor sabe diligencias.
CONDE

 (Ap.) 

No hay desdicha sin remedio.
ALMIRANTE

 (Ap.) 

Fortuna para tu rueda.
DUQUE
Ven, hija.(Vase.)
REY
Infante, volved.

 (Vase.) 

INFANTA
Déme mi valor prudencia.

 (Vase.) 

VIOLANTE
¿Qué dices desto, don Carlos?
CARLOS
Que nuestros males empiezan.
VIOLANTE
¿Qué tan presto hayan venido?
CARLOS
¿Cuándo la desdicha yerra?
VIOLANTE
¿Qué remedio?
CARLOS
El empezado.
VIOLANTE
Casarnos, ¿de qué manera?
CARLOS
Véndote luego a tu casa.
VIOLANTE
¿Pues en qué tiempo, si es fuerza,
que nos llamen al instante?
CARLOS
Antes que a llamarnos vengan.
VIOLANTE
En tu amor está mi vida.
CARLOS
Y tu fe en mi diligencia.
VIOLANTE
Aquí la tardanza es riesgo.
CARLOS
Sin riesgo amor no se acendra.
VIOLANTE
A gran peligro te pones.
CARLOS
Sea el castigo mi cabeza.
VIOLANTE
Peligroso es el remedio.
CARLOS
Como yo te goce, muera.
VIOLANTE
¿Y la Infanta?
CARLOS
Amor la mate
y celos la hagan la guerra.
VIOLANTE
¿En fin, ponemos dos vidas
a un amor que nos gobierna?
CARLOS
Morir de celos es rabia;
pero de amor fortaleza.
VIOLANTE
Peligrar en los remedios
es de los astros violencia.
CARLOS
Peor fuera no haber remedio.
VIOLANTE
Y perderle peor fuera.
CARLOS
Pues a los riesgos, Violante.
VIOLANTE
Pues Carlos, a sufrir penas.
CARLOS
Ánimo para los males.
VIOLANTE
¿Cuándo en mí se vio flaqueza?
CARLOS
Pues como yo sea tu esposo...
VIOLANTE
Como yo tu esposa sea...
CARLOS
Vengan tormentos y males.
VIOLANTE
Vengan penas.
CARLOS
Riesgos vengan.
 

(Vanse cada uno por su puerta.)

 

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