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21-11. Nada sabemos de Juan de Herrera de Gamboa, ni de su fábula de Céfalo y Pocris. Con este título cita La Barrera una obra dramática de D. Manuel Vidal y Salvador (m. 1698) y una comedia de Calderón (en la Parte novena de las suyas, publicada en 1691). Decíase Pocris, en vez de Procris, como es de ver en los títulos de las dos obras citadas. En cuanto a maganto, significa, según Covarrubias, «el que està flaco y desluzido». (N. del E.)

 

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22-4. El texto: «vn vnas». (N. del E.)

 

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30-12. Frase que trae a la memoria aquellos versos del romance viejo de la infanta y el hijo del rey de Francia:

«Tiempo es, el caballero, -tiempo es de andar de aquí, que ni puedo andar en pie, -ni al emperador servir, que me crece la barriga -y se me acorta el vestir.» (N. del E.)

 

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35-27. Alusión al famoso libro De Casibus, del Boccaccio, quizá la primera obra de éste popularizada en España. Los ocho libros primeros fueron traducidos por el canciller Pero López de Ayala; versión completada más tarde por Alonso García, y publicada en Sevilla, en 1495, con el título de Cayda de principes. Consúltense los estudios de A. Farinelli, Note sulla fortuna del Boccaccio in Ispagna nell’ Età Media, en el Archiv für das Studium der neueren Sprachen, tomos CXIV, pág. 397; CXV, pág. 368; CXVI, pág. 67; CXVII, pág. 114. (N. del E.)

 

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36-32. El texto: «competir». (N. del E.)

 

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37-11. El texto: «â la al». (N. del E.)

 

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37-25. Aquí el texto trae interrogación final, que nos parece ociosa. (N. del E.)

 

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49-13. Bartolomé de Villalba y Estaña, en El pelegrino curioso y grandezas de España (edición de la Sociedad de Bibliófilos Españoles; Madrid, 1886; I, 239 y siguientes), describe extensamente el monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe, acerca del cual se conservan historias manuscritas, de los siglos XV y XVI, en las Bibliotecas del Escorial y Nacional, siendo además bien conocida la Historia universal de la primitiva y milagrosa imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, de Fr. Francisco de San Josef (Madrid, 1743). Villalba cuenta que la famosa imagen databa de los tiempos del Papa San Gregorio (siglo VI), que la tenía en grandísima veneración; que el Papa se la envió a San Leandro, arzobispo de Sevilla; que, durante la invasión musulmana, algunos clérigos y devotos sevillanos la enterraron en unas montañas, junto al sepulcro de San Fulgencio, en las sierras de Guadalupe; que así estuvo la imagen, bajo tierra, hasta los tiempos de Alonso XI (siglo XIV), el que ganó a Algeciras; y que se descubrió con motivo de haberse hallado muerta una vaca por causa de haberse echado sobre la imagen. Añade que el cabo del altar «es muy rica pieza, el qual es enterramiento de reyes..., el qual está adornado de cinquenta y quatro lamparas de plata lindissimas, que una que hacía entonces (en 1577) el Rey, nuestro señor, de dos mil ducados de plata, no sé si será la mejor. La reja es rica y sumptuosa; hay alrededor de la iglesia novecientas cadenas y grillos que cativos han dexado alli, sin muchos millares que quitan para las oficinas, las cuales son de casa Real... Y si yo me detuviese en contaros los que por intercesion desta santisima imagen han resucitado, cativos librados de Berbería, hombres sacados de grandes peligros, ciegos que han visto, coxos que han andado, leprosos que han curado, mudos que han hablado, doy os mi fe que en mas de dos manos de papel no cupiesen.» Vide también al P. Sigüenza, Segvnda parte de la Historia de la Orden de San Gerónimo; Madrid, 1600; I, 17. (N. del E.)

 

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50-21. El texto: «la». (N. del E.)

 

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50-31. El texto: «hermana». (N. del E.)