A la memoria del joven patriota D. Francisco Muñoz, comandante del tercer batallón de Guardias Nacionales, muerto de dolencia en la línea, al frente del enemigo |
Al Sr. D. Melchor Pacheco y Obes
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| Tú que sabes llorarlo, buen amigo, | | | | quiero mi llanto compartir contigo. | | |
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No preguntéis sus hechos de guerrero | | | |
ni los viejos blasones de su cuna. | | | |
Los que amáis la virtud del ciudadano | | | |
derramad una lágrima en su tumba. | | |
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No es el panteón magnífico que encierra | | | |
en urna de cristal la nada impura | | | |
del que ayer reventara con su planta | | | |
del débil pueblo la garganta muda, | | |
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y grande y vencedor se apellidara, | | | |
la sien alzando entre la idiota turba, | | | |
porque su acento tronador se oía | | | |
en medio al caos de la sangrienta lucha, | | |
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y grande y vencedor cuando temblaba | | | |
la tierra al peso de su planta ruda: | | | |
grandeza del torrente despeñado | | | |
que sin edificar todo derrumba. | | |
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Es la tumba no más del ciudadano | | | |
que de su patria en la mortal angustia | | | |
armó su brazo y descendió a la arena | | | |
a defender la libertad augusta. | | |
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Ese coloso que en la patria mía | | | |
sobre montes de cráneos se columpia | | | |
y en cráneos bebe la caliente sangre, | | | |
néctar sabroso de su boca impura; | | |
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que embriagado con ella y sus pasiones | | | |
de honor y muerte y de lascivia ruda, | | | |
para escarnio mayor en el incesto | | | |
ardiendo el alma su descanso busca; | | |
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que de los brazos criminales se alza | | | |
para de nuevo centellear su furia | | | |
sobre la frente del postrado pueblo, | | | |
uncido inerte a la fatal coyunda, | | |
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giró en su loco frenesí de sangre | | | | ávidos ojos de mayores tumbas, | | | |
y atravesando al Plata sus miradas, | | | |
dijo, vertiendo sanguinaria espuma: | | |
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| «Esa Patria Oriental la esclava sea | | | |
de mi solo poder. Dentro se amura | | | |
a la odiada libertad, y tan vecina | | | |
puede mañana visitarme adusta. | | |
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Mi esclava sea, pues.
¡Oh, mis lebreles! | | | |
Desenfrenad alegres vuestra furia, | | | |
que el botín es espléndido a vosotros | | | |
cuando el cuello prosterne a la coyunda. | | |
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¡Oh, mis lebreles!, pronto. Sus campañas | | | |
vean tintas de sangre sus lagunas | | | |
y en lodazal hediondo convertidas | | | |
sus verdosas, magníficas llanuras. | | |
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Convertid en hogueras las ciudades | | | |
para que el humo que a los vientos suba | | | |
les regale a los vientos la grandeza | | | |
que a su adorada libertad escuda. | | |
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¡Oh, mis lebreles!, pronto. Esa bandera | | | |
en que altiva sus glorias acumula, | | | |
atadla bajo el pie de los caballos | | | |
que en ella estamparán sus herraduras. | | |
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Sus templos penetrad. Para vosotros | | | |
de sus altares la riqueza suma, | | | |
y para yo mofarme de su Cristo | | | |
quiero el lugar que en el altar ocupa. | | |
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Pronto, lebreles, pronto. Verla quiero | | | |
uncida de mi pueblo a la coyunda, | | | |
y os doy para vosotros sus mujeres, | | | |
ricas de gracia y de mortal angustia». | | |
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Así dijo ese déspota insolente, | | | |
de América borrón. La cifra muda | | | |
del tiempo que pasó de servilismo, | | | |
el fuego fatuo de lejana tumba. | | |
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Así dijo, y al punto sus legiones | | | |
profanaron de Oriente las llanuras | | | |
de un oriental apóstata regidas | | | |
que presta al tigre su obediencia muda. | | |
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Y con su voz vendida al extranjero | | | |
brindó, imbécil, al pueblo, su fortuna, | | | |
y el silbo de las balas orientales | | | |
confundió el eco de su voz impura. | | |
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Y vio temblando en la azulada enseña | | | |
sus bellos rizos desplegar sañuda, | | | |
y al pie del asta sus valientes hijos, | | | |
de ella abrazados, que salvarla juran. | | |
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De ella abrazados, libertad o muerte, | | | |
repite el eco de su voz robusta. | | | |
Venga el tirano; si vencernos puede, | | | |
será el amo no más de nuestras tumbas. | | |
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Y entre esas voces de coraje henchidas, | | | |
allí estaba, Muñoz, también la tuya. | | | |
Allí también al pie de tu bandera | | | |
juraste altivo:
¡Libertad o tumba! | | |
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No eras ya ciudadano. Eras guerrero: | | | |
ese es tu galardón, esa es tu cuna; | | | |
la vez primera que empuñaste espada | | | |
fue a defender la libertad augusta. | | |
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Y en ese día que al sultán del Plata | | | |
torrentes hartarán de sangre suya, | | | |
al victorear la libertad, volvieras | | | |
ciudadano a domésticas venturas. | | |
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Mas no basta el valor, como la savia | | | |
no le basta al arbusto que lo abruma | | | |
la constancia del viento que lo azota | | | |
y débil cede a su continua furia. | | |
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¡Murió! No mira del sepulcro oscuro | | | |
la aurora hermosa que el oriente anuncia... | | | |
Los que amáis la virtud del ciudadano | | | |
derramad una lágrima en su tumba. | | |
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La lápida que cubre las virtudes | | | |
toca en el corazón la desventura... | | | |
Yo no soy oriental y siento acaso | | | |
que alguna gota mis pupilas nubla. | | |
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Ese joven, sabedlo, es el modelo | | | |
de lo que falta en la sangrienta lucha | | | |
que los pueblos de América devora, | | | |
hombres y leyes devastando ruda. | | |
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Cuando sepamos todos que en el sable | | | |
la libertad del pueblo se asegura, | | | |
ya no habrá esos colosos que a su antojo | | | |
sobre montes de cráneos se columpian. | | |
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Ya no habrá el pensamiento esos nublados | | | |
donde errante vegeta y se perturba; | | | |
ya no habrá para el pueblo entumecido, | | | |
de astuto gaucho la servil coyunda. | | |
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| Con los tiranos, luego que la misión del sable | | | | vencido en las batallas concluye el paladín, | | | | para salvar la patria la del puñal es dable, | | | | porque si el medio es malo lo santifica el fin5. | | |
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| Ya es tiempo, sí, porteños: pensad que hay una mancha | | | | que vuestra sien y nombres oscureciendo está, | | | | y en pos de los momentos su colorido ensancha, | | | | y en pos a vuestros hijos hereditaria va. | | |
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| Yo tengo para hablaros derechos en mis venas; | | | | para poder deciros apóstatas, también. | | | | El astro que abrillanta del Plata las arenas, | | | | lo mismo que a vosotros iluminó mi sien. | | |
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| ¿Adónde están ahora? ¿Por qué vuestros hermanos | | | | por empuñar el sable dejaron el hogar? | | | | ¡Cobardes! Porque vieron uncidas vuestras manos | | | | y al grito de un tirano la libertad callar. | | |
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| ¿Adónde están? Buscadlos sobre los campos, yertos, | | | | con hondas cicatrices el noble corazón, | | | | o en extranjeras playas peregrinando inciertos; | | | | de orgullo y de miseria magnífico padrón. | | |
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| Llorando, no por ellos, al contemplar extrañas | | | | las nubes cuando muere del día el arrebol: | | | | acaso un ser anima la esposa en sus entrañas | | | | ¡¡¡y nacerá proscripto bajo extranjero sol!!! | | |
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| ¿Qué hacéis, decid, en tanto que abruma nuestra frente | | | | la carga de amargores y de infortunio tal? | | | | ¡Estúpidos, postraros al déspota inclemente | | | | porque dormir os deje sin miedo del puñal! | | |
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| ¿Qué hacéis cuando dejamos en extranjeros suelos | | | | de nuestros viejos padres los huesos y la cruz, | | | | y el pan de nuestros hijos compramos con desvelos | | | | desde que asoma el alba su primitiva luz? | | |
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| Pasad, pasad… Vosotros, los que dobláis la frente | | | | delante del que os pone sobre la frente el pie, | | | | ni merecéis la honra de estar dentro la mente | | | | de quien al huir la patria dignificado fue. | | |
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| Quedad embrutecidos bajo el pesado yugo | | | | de hierro y vilipendio que a vuestra sien está. | | | | Si al eco del salvaje fraternizar os plugo, | | | | muy bien en vuestras sienes el vilipendio va. | | |
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| No es vuestra, no, la patria que un día en su regazo | | | | bisoña, sin saberlo, su libertad ahogó; | | | | cual la inexperta madre que en amoroso brazo | | | | su primitivo fruto dormida sofocó. | | |
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| No es vuestra, no, mentira; la patria no se vende, | | | | ni se profana nunca su hermosa libertad; | | | | la patria es de quien sólo su libertad defiende, | | | | legando bellos días a su posteridad. | | |
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| ¡¡Ay triste del que joven y fuerte todavía | | | | nos mire a nuestra patria volver alguna vez, | | | | y a comprender alcance de nuestra sien sombría, | | | | por medio de sus pliegues, el sello de altivez!! | | |
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| ¡¡Ay triste del que mire nuestros altivos ojos | | | | queriendo la mirada los suyos penetrar, | | | | y su semblante sienta quemarse de sonrojos | | | | no osando con su labio de libertad hablar!! | | |
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| Más, eh, ¿ninguno acaso la sangre de sus venas | | | | le hierve con los sueños de gloria y ambición? | | | | ¿Ninguno se contempla, y al son de sus cadenas, | | | | le grita dentro el pecho ¡venganza! el corazón? | | |
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| De un lado la ignominia, la esclavitud, la nada; | | | | la libertad del otro, la gloria perennal: | | | | ¿no hay alguien que comprenda que el filo de la espada | | | | más firme lo reemplaza la punta del puñal? | | |
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| Alzad del vilipendio, porteños, la cabeza, | | | | y la pesada inercia del pecho sacudid: | | | | ¡un golpe solamente y en sola su firmeza | | | | oscurecéis la gloria de Bruto y de Judith! | | |
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[...] |
| A los proscriptos nadie les marcará la frente | | | | con sello de cobardes o de indolentes, no. | | | | Cinco años ha que luchan y el sable solamente | | | | o el pensamiento en ellos vibrando se miró. | | |
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| La lanza, el pensamiento, la sangre y los desvelos | | | | en cada sol marcaron un grado a su misión; | | | | pero la estrella ingrata se oscureció en los cielos | | | | y solo entre las sombras nos guía el corazón. | | |
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| Vuestra misión ahora: los que podéis la mano | | | | llevar a la garganta del vándalo tenaz; | | | | la que inaugura luego del pueblo soberano | | | | sobre el herido monstruo fraternidad y paz. | | |
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| Es tiempo todavía para borrar la afrenta | | | | y levantar radiante la poderosa sien; | | | | si como grey de esclavos una época os presenta, | | | | os puede como libres otra época también. | | |
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| Bendito de los cielos quien a escuchar alcance | | | | la maldición que Rosas al espirar lanzó, | | | | y en medio de las masas atónitas se lance | | | | la daga entre sus manos y repitiendo ¡¡yo!! | | |
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| ¡Oh, cuánta sangre, cuánta, le deberá esa tierra | | | | que haber perdido debe su fuerza y su color, | | | | bañada por las charcas que el monstruo de la guerra | | | | vomita de sus venas convulsas de furor! | | |
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| Los déspotas al pueblo por conservarse hieren, | | | | su vida es una guerra, su guerra de ajedrez: | | | | si avanzan se defienden, si retrogradan mueren, | | | | y en jaque le disputan del vencedor la prez. | | |
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| Entre ellos y los pueblos la lucha es lucha a muerte | | | | y la vertida sangre no incita a la piedad. | | | | Mas bélicos se inflaman al choque de la suerte | | | | los mártires de Cristo y de la libertad. | | |
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| No hay medio entre nosotros: la veleidosa estrella, | | | | que oculte o reverbere su diamantina luz, | | | | nosotros proseguimos la comenzada huella | | | | con la entereza misma del que murió en la cruz. | | |
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| Nos roba los hermanos el plomo del combate | | | | y el himno de difuntos se entona en el fusil; | | | | el viejo se nos rinde del tiempo en el embate | | | | y el hijo lo reemplaza con brazo varonil. | | |
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| No hay medio; son momentos de eclipse fugitivos, | | | | estorbos que el incendio mañana salvará: | | | | los combustibles arden por donde quiera activos | | | | y a un hálito del viento la llama prenderá. | | |
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| ¡Oh!, no durmáis tranquilos, porteños, en el lecho, | | | | que el tigre se despierta cuando nos siente, sí; | | | | pensad que en vuestra sangre las fibras de su pecho | | | | empapa vengativo su ardiente frenesí. | | |
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| Y, creedme, en las riberas del Uruguay hermoso, | | | | en las sahumadas islas del rico Paraná, | | | | del Chaco hasta los Andes, el ruido estrepitoso | | | | de bélicas cruzadas más tarde sonará. | | |
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| Y al estampido horrible del justiciero bronce | | | | del trono los cimientos escucharéis crujir; | | | | ¡Ay de vosotros todos cuando sintáis entonce | | | | la convulsión postrera del bárbaro al morir! | | |
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| A dónde a vuestros hijos encontraréis guarida | | | | cuando el cuchillo en ellos degollador esté; | | | | cuando de hinojos lloren por su inocente vida | | | | y el chorro de sus venas os humedezca el pie. | | |
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| ¡¡¡Horrible!!! Pues entonces enmudeced la guerra | | | | cegando por vosotros el vástago del mal; | | | | la libertad buscamos nosotros en la guerra, | | | | si la teméis, entonces, buscadla en el puñal. | | |
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| No hay medio entre nosotros: si necesario fuera | | | | para vencer a Rosas dar fuego a la nación, | | | | de noche salvaremos del Plata la ribera | | | | iluminando el paso la llama del tizón. | | |
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| Y alzando nuestra frente sobre humeantes ruinas | | | | veremos en la pira la esclavitud arder, | | | | y en medio los escombros, con proles argentinas, | | | | en fénix trasmudada la libertad nacer. | | |
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| Nosotros trabajamos y en todo el continente | | | | inspiración y hermanos para nosotros hay: | | | | «La nieve de los Andes caerase de repente, | | | | y se hincharán las ondas del mar al Uruguay». | | |
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| La guerra a los tiranos no es guerra de naciones. | | | | No hay lanzas extranjeras para la libertad: | | | | los pueblos son hermanos y enlazan sus pendones | | | | en nombre de los cielos y de la humanidad. | | |
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| ¡Hay de vosotros todos cuando sintáis la tierra | | | | temblar a los rugidos del pampa en frenesí! | | | | ¿Teméis por Buenos Aires los males de la guerra? | | | | Pues evitáis la sangre con ultimarlo allí. | | |
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| Velada por los siglos será la nombradía | | | | de quien la daga vibre por su amarilla faz, | | | | inaugurando él solo para la patria mía | | | | sobre el herido monstruo fraternidad y paz. | | |
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| Su nombre por el mundo conservará la historia | | | | y el nieto de sus nietos elevará la sien; | | | | escuchará opulento los ¡vivas! de la gloria | | | | y el canto de los bardos escuchará también. | | |
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| Sí, Rosas, habrá alguno que a los porteños libre | | | | de la inocente sangre que anhela tu ambición, | | | | cuando el puñal de Bruto por tu semblante vibre | | | | y en nombre de la patria te rasgue el corazón. | | |
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| En nombre de la patria, sí, Rosas; no te debe | | | | sino vergüenza, llanto, baldón y esclavitud: | | | | la sangre de sus hijos quince años ha que bebe | | | | la tierra que brotaba simientes de virtud. | | |
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| Su independencia, nada: ni en rota ni en victoria | | | | se cuenta de tu nombre ni de tu brazo, no; | | | | con la primer desgracia se comenzó tu historia, | | | | con el primero crimen tu nombre se gravó. | | |
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| La nombradía, el genio, la virgen y el anciano, | | | | los códigos, la enseña, las glorias y la cruz, | | | | ¡salvaje!, ¿qué ha dejado sin profanar tu mano | | | | cuando apagó tu aliento de libertad la luz? | | |
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| Un siglo has atrasado de su vital camino | | | | el pueblo de las glorias y de la libertad: | | | | el pueblo que llevaba de América el destino | | | | con giganteos pasos a la posteridad. | | |
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| El porvenir del mundo la América levanta | | | | y el Misisipi al ángel de libertad bañó; | | | | se tiende por los aires y sobre el Plata canta, | | | | y el Plata murmurando sus playas le brindó. | | |
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| Recorre el continente y encima al Chimborazo | | | | a contemplar se para la América por sí; | | | | y vuela y torna al Plata buscando su regazo, | | | | y América contempla su porvenir allí. | | |
|
| Apóstata salvaje, paraste en sólo un día | | | | de la argentina patria su carro de zafir, | | | | y mientras la contienes agonizante, fría, | | | | la América se escapa volando al porvenir. | | |
|
| ¡¡Venganza!! Si los hombres al hombre perdonamos, | | | | al tigre de la patria los argentinos, no. | | | | ¡¡Venganza!! Y si tu trono con sable no tumbamos, | | | | proclamará el cuchillo, por donde quiera, yo. | | |
|
| Y creme, las bordonas de mi pujante lira | | | | su vibración resurten en derredor de ti; | | | | mis cantos no perecen cuando mi voz espira | | | | y combustibles llevan a la pasión en sí. | | |
|
A
Teresa |
I |
|
Alma del alma mía, | | | |
ya en tu labio los hálitos no aspiro | | | |
del aire de mi frágil existencia, | | | |
y ya en tus ojos lánguidos no miro | | | |
la clara luz de mi risueño día. | | | |
Mas
¡ay! si de la esencia | | | |
del cáliz de tu alma tu suspiro | | | |
el nombre lleva de tu triste amante, | | | |
si tu mano al pasar sobre tu frente | | | |
la imagen mía en tu memoria siente, | | | |
qué me importa de ti, llorar distante. | | |
|
II
| |
Teresa, ya el destino | | | |
nos separó ¿es verdad? Pues bien, escucha, | | | |
cuando ya no he de hallarte en el camino | | | |
de mi vida quizá; cuando aun es mucha | | | |
la juventud que a mi existencia queda; | | | |
cuando todo el aroma de sus flores | | | |
arrebate ambicioso a tus amores, | | | |
antes, bien mío, que olvidarte pueda, | | | |
la fuerza de olvidar muera conmigo. | | | |
Que en supremo embeleso, | | | |
para siempre jamás dejé contigo | | | |
con mi primer amor, mi último beso. | | |
|
III
| |
Sí, Teresa, es verdad, el pecho mío | | | |
dijo adiós al placer cuando mi mano | | | |
tocó la tuya por la vez postrera, | | | |
mientras el labio | | | |
se negaba al rigor de la palabra; | | | |
y sólo el llanto del dolor tirano | | | |
que barrenaba mi alma y ahora labra | | | |
con agudo puñal tu nombre en ella, | | | |
te dijo
adiós
para seguir la estrella | | | |
sin lumbre, sin destino, | | | |
que colocó el infierno en mi camino. | | |
|
IV
| |
Y si al amor no dije | | | |
¡ay! otro adiós también, mi tierna amiga, | | | |
es porque mi alma para siempre elige | | | |
este amor celestial que por ti abriga. | | |
|
V
| |
Vivirá enamorada | | | |
de tus dulces recuerdos mi memoria, | | | |
vivirá iluminada | | | |
por un rayo de amor la hermosa historia | | | |
de mi primer amor y mis placeres, | | | |
en el fondo del alma que te adora. | | | |
Y entonces
¡ay! qué pueden las mujeres | | | |
y las pintadas flores, | | | |
la blanca luna y la radiante aurora, | | | |
qué pueden
¡ay! si pienso en tus amores. | | |
|
VI
| |
Cinco de enero, ven; ven a mi mente | | | |
y vive en medio a mis amargas penas, | | | |
como la clara fuente | | | |
del desierto abrasado en las arenas: | | | |
cual la perla escondida entre las olas | | | |
del irritado mar, cual la esperanza | | | |
en el oscuro abismo de la vida, | | | |
coronando de bellas aureolas | | | |
esa cumbre fingida | | | |
do el inexperto corazón se lanza. | | |
|
VII
| |
Ven a mi mente, ven; vengan contigo | | | |
sus encantos, su amor, sus juramentos, | | | |
su dulce acento al suspirar conmigo, | | | |
sus rizos por su sien y la sien mía, | | | |
su temblor virginal y los alientos | | | |
abrasados de amor, y los sonrojos | | | |
en su pálida tez, y los desmayos | | | |
de su abrasada frente, y, como el día | | | |
del cielo tropical, aquellos rayos | | | |
que amor brotaban de sus tiernos ojos. | | |
|
VIII
| |
Ven a mi mente, ven; vengan contigo | | | |
las palabras aquellas que ninguna | | | |
¡ay! ninguna mujer pronunciar pudo: | | | | «hoy más libre que nunca, tierno amigo, | | | |
queda tu corazón; si mi fortuna | | | |
te ligó a mi existencia en dulce nudo, | | | |
el amor solamente | | | |
y no el deber y compasión inspiren | | | |
tu beso abrasador sobre mi frente, | | | |
cuando mis ojos con placer te miren». | | |
|
IX
| |
¿Quién fue jamás tan noble y generosa, | | | |
quién más abnegación hizo y más pura | | | |
que la que esos acentos | | | |
revelan tan sencilla y tan hermosa, | | | |
de la más bella y tierna criatura, | | | |
en los mismos momentos | | | |
de sostener la sien de su querido | | | |
con vértigos de amor desfallecido? | | | |
¡Mas, qué mucho, mi Dios, si todo en ella | | | |
es la dulce expresión de la más bella | | | |
y tierna poesía | | | |
que inspirada brotó tu fantasía! | | |
|
X
| |
Mujer de filigrana que al mirarla | | | |
parece que los hálitos del aire | | | |
o los rayos de luz pueden matarla; | | | |
yo no sé si a la blanca flor del aire | | | |
la podré comparar, si al esmaltado, | | | |
tímido picaflor sobre la rosa, | | | |
o a la opulenta en galas | | | |
sensible mariposa, | | | |
sobre un jazmín su pecho reclinado | | | |
y oro vertiendo sus celestes alas. | | |
|
XI
| |
Llegad, horas tan dulces de la tarde | | | |
donde se esconden de la historia mía, | | | |
mi universo, mi Dios, mi poesía, | | | |
y la suprema gloria | | | |
de que hace el corazón altivo alarde. | | | |
Llegad a mi memoria | | | |
horas en que posaba mi cabeza | | | |
desmayada de amor sobre aquel seno | | | |
rebosando de encantos y belleza, | | | |
vacío de doblez y de amor lleno. | | |
|
XII
| |
Allí la suavidad de los jazmines | | | |
mi rostro acariciaba, | | | |
allí el olor del sándalo embriagaba | | | |
mi sien que se adormía | | | |
y al despertar volvía | | | |
del tierno corazón a los latidos; | | | |
y a las auras con hálitos de rosas | | | |
que en vez de alientos por mi sien corrían | | | |
y de sus dulces labios encendidos | | | |
derramaba mi hermosa, | | | |
en besos que a mis ansias respondían. | | | |
Cuando al mirarme tierna, poco a poco | | | |
su cabeza inclinaba, y con sus rizos | | | |
cubriéndome el semblante, confundía | | | |
al fin su ardiente boca con la mía. | | | |
Y de deleite loco, | | | |
y loco con su amor y sus hechizos, | | | |
mi corazón la sangre que encerraba | | | |
a mi apagada tez precipitaba. | | | |
Así el sol en la tarde | | | |
a medida que baja su alta frente, | | | |
va enrojeciendo el pálido occidente | | | |
hasta que en llamas purpurinas arde. | | |
|
XIII
| |
¡Embriaguez celestial!
-Llegad tranquilas | | | |
como la dulce luz de sus pupilas, | | | |
horas de la oración, a mi memoria. | | | |
Yo he gozado en vosotras todo cuanto | | | |
puede a un mortal envanecer de gloria, | | | |
gloria del corazón, placer sin llanto. | | |
|
XIV
| |
¿Qué caricias me son desconocidas | | | |
bajo del pardo velo | | | |
con que cubrís tan lánguidas el cielo? | | | |
¿Qué palabras sentidas | | | |
no llegaron al fondo de mi alma, | | | |
puras y religiosas cual la calma | | | |
en que absorbéis el pálido universo? | | | |
¿Qué tierno melancólico suspiro | | | |
no enlutó mi alegría, | | | |
como en vosotras, al morir el terso | | | |
rayo del sol en perlas y zafiro, | | | |
la primer sombra de la noche umbría, | | | |
cuando con ella conversando a solas | | | |
hasta el
adiós
postrer iba la mente, | | | |
hasta el cruel más allá
de lo presente | | | |
y hasta mi nave en medio de las olas? | | | |
Y ella, dando valor al alma mía, | | | |
con sus mismas palabras más sufría: | | | |
así una débil lámpara derrama | | | |
roja luz que deslumbra una pupila, | | | |
y cuando brilla más, más se aniquila | | | |
y se consume con su propia llama. | | |
|
XV
| |
Sufría, sí, porque su rostro bello, | | | |
su célica hermosura, | | | |
tienen menos de Dios el claro sello | | | |
que de su alma la cándida dulzura. | | | |
Mujer que amando vive y moriría | | | |
si a su vida el amor faltara un día. | | |
|
XVI
| |
¡Misterios del Eterno! Aquese pecho | | | |
que guarda sus más dulces afecciones, | | | |
puede sentirse de repente estrecho | | | |
al raudo temporal de las pasiones; | | | |
así en el Paraná, linfa del Plata, | | | |
y entre sus islas de aromadas flores, | | | |
la corriente sus ímpetus desata, | | | |
y las ondas estallan sus furores. | | |
|
XVII
| |
Sí, Teresa, tú en medio del embate | | | |
de la vida y el mal en torpe guerra, | | | |
eras cual blanca flor en yerma y ancha | | | |
arena de un combate | | | |
que enrojeció la tierra, | | | |
sin tener en las hojas ni una mancha, | | | |
y
sin que el ámbar agostarle pueda | | | |
el vapor de la sangre o la humareda... | | | |
¡Oh, y no te olvidaré!, y no el cederte | | | |
siento, mi corazón hasta la muerte. | | | |
¿Sabes, sí, lo que siento hasta el exceso? | | | |
No haberte dado a ti mi primer beso. | | |
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XVIII
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Mas ay, mi bien, no envidies la fortuna, | | | |
en mi primer edad, de otras mujeres; | | | |
en los brazos de cien no amé a ninguna, | | | |
amaba solamente los placeres, | | | |
las fuertes emociones, | | | |
las romanescas verdes ilusiones. | | | |
Para mi joven pensamiento loco, | | | |
era, por Dios, el universo estrecho, | | | |
y toda novedad era bien poco | | | |
a la ambición de mi agitado pecho. | | |
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XIX
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Seguía por do quiera | | | |
de mi destino el fallo. | | | |
Y asistir a la cita de una hermosa | | | |
o domar un indómito caballo | | | |
fue siempre para mí la misma cosa. | | | |
No envidies, pues, Teresa, otras mujeres | | | |
yo no amé la mujer, sí los placeres. | | |
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XX
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Era sólo la fiebre de la mente | | | |
quemando de mi ser la primer fibra; | | | |
era la tempestad que en el oriente | | | |
de mi vida se alzaba, y que en mi seno | | | |
estallaba furioso el primer trueno | | | |
que apenas hoy en mis oídos vibra. | | | |
Ese tiempo pasó, vino la calma, | | | |
vino el amor en su pureza al alma, | | | |
y te he dado, mujer, en mi embeleso, | | | |
con mi primer amor mi último beso. | | |
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Destellos del dolor |
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Cuando la noche su manto, | | | |
presagiando negro espanto, | | | |
sobre la tierra despliega | | | |
y a la oscuridad entrega | | | |
aire, cielo, tierra y mar, | | | |
y va el alto firmamento | | | |
guardando el rico ornamento | | | |
de refulgentes estrellas, | | | |
que suelen sus luces bellas | | | |
al mismo sol eclipsar; | | |
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cuando con aspecto fiero | | | |
el relámpago ligero | | | |
cruza el aire, desparece, | | | |
y más súbito aparece | | | |
con brillante luz furtiva, | | | |
y se va viendo la esfera, | | | |
en instantes, como hoguera | | | |
símil del infierno mismo, | | | |
en instantes, como abismo | | | |
de tiniebla aún más esquiva; | | |
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|
cuando mil nubes rodando | | | |
fugitivas y tronando | | | |
van siguiendo airado al viento, | | | |
que hace crujir en su asiento | | | |
al sólido negro mundo; | | | |
y, roto el preñado seno | | | |
de aquellas, se siente el trueno | | | |
retumbando sordamente, | | | |
y aterrador, de repente | | | |
vomitar rayo iracundo; | | |
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cuando, en fin, naturaleza | | | |
velozmente su belleza | | | |
cambia, como por encanto, | | | |
en lúgubre horror y espanto, | | | |
próximo fin anunciando: | | | |
entonces,
¡oh, cuál se goza | | | |
toda mi alma que rebosa | | | |
en el mar de la alegría! | | | |
La triste melancolía | | | |
se va de mí, suspirando. | | |
|
|
Los fatales sufrimientos, | | | |
los crueles presentimientos, | | | |
el destino que a mi lado | | | |
siempre en llanto y enlutado | | | |
me señala el porvenir, | | | |
por hechizo desparecen | | | |
al instante que aparecen | | | |
sobre el cielo las señales | | | |
que los tímidos mortales | | | |
miran pálidos gemir. | | |
|
|
A su aspecto, ellos sus pechos | | | |
de temor sienten deshechos, | | | |
se concentran, se resienten, | | | |
se conmueven, se arrepienten, | | | |
todo es luto y confusión; | | | |
miran solo en los horrores | | | |
al Eterno en sus rigores, | | | |
y al lucir fugaz el rayo | | | |
presagiar ven en desmayo | | | |
la celeste maldición. | | |
|
|
No así siéntese mi alma, | | | |
que embriagada en dulce calma, | | | |
al crujir los elementos | | | |
la conmueven sentimientos | | | |
de simpático dulzor; | | | |
y mi mente enardecida | | | |
sin volar al cielo herida, | | | |
se recrea en su presencia:
son, | | | |
me dice,
tu evidencia | | | |
esos piélagos de horror. | | |
|
|
¡Oh, cuán cierto!
¿Qué es mi vida | | | |
sino sombra confundida | | | |
entre un éter que enlutado | | | |
lo dejó impropicio el hado | | | |
al lucir mi juventud? | | | |
Mis pensamientos,
¿qué abortan | | | |
sino chispas que confortan | | | |
un instante mi ardimiento, | | | |
y en el caos del sufrimiento | | | |
pierden luego su virtud? | | |
|
|
¿Qué es mi alma sino el seno | | | |
do se agolpan cual el trueno | | | |
mil violentas afecciones | | | |
que enlazando mis pasiones | | | |
con el genio del pesar, | | | |
las enconan, las alientan, | | | |
más violentas las presentan, | | | |
cual los vientos que encontrados | | | |
mil alientos inflamados | | | |
lanzan fieros al chocar? | | |
|
|
En la edad en que el destino | | | |
lleva al hombre por camino | | | |
donde solo sus sosiegos | | | |
ve turbados por los fuegos | | | |
del engaño y el amor, | | | |
ya mi vida, cual un fluido | | | |
de mil vientos combatido, | | | |
ha vagado sin ventura | | | |
por un valle de amargura, | | | |
bajo un cielo de rigor. | | |
|
|
Así sólo cuando el mundo | | | |
aterrado y gemebundo | | | |
llora envuelto en los horrores | | | |
de esos signos destructores, | | | |
de esa noche enardecida; | | | |
por oculta simpatía | | | |
lo venera el alma mía, | | | |
y de tanto mal rodeado | | | |
balbuceo enajenado: | | | | «es el mundo de mi vida». | | |
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Canto del Ejército Libertador |
|
¡Bendito mil veces el rayo divino | | | |
que ya en el oriente del cielo argentino | | | |
anuncia la aurora de su libertad! | | | |
¡Benditos los días de paz y de gloria | | | |
que, en pos de los tiempos de ingrata memoria, | | | |
vendrán con la aurora de su libertad! | | |
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|
Las últimas horas del crimen sonaron | | | |
y el brazo potente los pueblos alzaron, | | | |
mirando la aurora de su libertad. | | | |
Y roto ya el trono de la tiranía, | | | |
los pueblos que esclavos gimieron un día | | | |
saludan la aurora de su libertad. | | |
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* * * |
|
Levanta, patria mía, tu dolorida frente; | | | |
extíngase en tus labios del infortunio el
¡ay! | | | |
La libertad del Plata se ha alzado de repente | | | |
en las riberas tuyas que baña el Uruguay. | | |
|
|
Tus horizontes todos espléndidos destellan | | | |
del alba de tu gloria radiante claridad. | | | |
¡Mirad! En occidente las sombras se atropellan | | | |
huyendo de los rayos del alma libertad. | | |
|
|
¿No sientes a lo lejos un eco que retumba | | | |
vibrando por las olas del Plata al Paraná? | | | |
Tus hijos son que marchan abriendo la gran tumba | | | |
del viejo despotismo que se desploma ya. | | |
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|
La marcha es de tus hijos con el fusil al hombro, | | | |
el ruido de las ondas del patrio pabellón, | | | |
los vivas que fulminan al déspota el asombro, | | | |
los potros de tus llanos que arrastran el cañón. | | |
|
|
El ángel de la gloria que un día orló tu frente | | | |
con los brillantes rayos de la inmortalidad, | | | |
oculto entre tus nubes velaba tiernamente | | | |
bajo sus alas de oro tu cara libertad. | | |
|
|
Y al resplandor que vierten las armas de los libres | | | |
desciende con el ángel la libertad también, | | | |
para que el rayo santo de tu justicia vibres | | | |
y abrases del tirano la renegada sien. | | |
|
|
Para probar el temple del alma de tus hijos, | | | |
la libertad acaso cedió a la esclavitud; | | | |
y hoy goza al contemplarlos buscándola prolijos | | | |
con el fusil al hombro y en cívica virtud. | | |
|
|
Los déspotas se ofuscan al resplandor divino | | | |
que esparcen los aceros templados en la fe; | | | |
y al brillo de las lanzas, al bárbaro asesino | | | |
sobre el lugar que pise le temblará su pie. | | |
|
|
En vano a sus lebreles azuzará a la guerra; | | | |
en vano del infierno demandará valor: | | | |
cuando se va la suerte de un déspota en la tierra, | | | |
hasta el infierno mismo le niega su favor. | | |
|
|
El porvenir ha alzado de tu horizonte el velo | | | |
y sólo está abatida del déspota la faz. | | | |
Tus hijos juraremos, bajo del patrio cielo, | | | |
sobre el herido monstruo, fraternidad y paz. | | |
|
|
Como tu sol, brillante; como tus glorias, bello; | | | |
como tu río, inmenso será tu porvenir | | | |
cuando en tu frente brille de libertad el sello | | | |
y puedas ver tus hijos bajo la paz vivir. | | |
|
|
La que miró a sus hijos al sol del araucano, | | | |
la que les vio del Andes en la nevada sien, | | | |
del genio y la grandeza con brazo americano | | | |
la enseña levantando, los mirará también. | | |
|
|
¡Salud, madre de glorias! Tus hijos van marchando; | | | |
la libertad los guía con su risueña faz. | | | |
Mañana juraremos en tu regazo blando, | | | |
sobre el herido monstruo, fraternidad y paz. | | |
|
|
Mañana de tus glorias y porvenir señora, | | | |
olvidarás contenta del infortunio el
¡ay!, | | | |
la mano bendiciendo que levantó tu aurora | | | |
de las riberas tuyas que baña el Uruguay. | | |
|
|
Mañana depondremos ante tu pie, de hinojos, | | | |
las armas que en su fuego templaba el corazón, | | | |
mostrando a los tiranos que el pueblo en sus enojos | | | |
romper sabe los hierros que forja su opresión. | | |
|
A la victoria de Caseros
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|
¡Salve, campo inmortal, urna que encierra | | |
|
la perenne memoria | | |
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de la más alta y merecida gloria | | |
|
que legó al mundo el genio de la guerra! | | |
|
Aquí la humanidad quedó vengada, | | |
|
la justicia de Dios quedó cumplida, | | |
|
y la patria infeliz regenerada | | |
|
se alzó triunfante a su esplendente vida. | | |
|
Pasarán las edades | | |
|
cual soñados vestiglos | | |
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arrastrando al abismo de la nada | | |
|
hombres, generaciones y ciudades | | |
|
en las potentes alas de los siglos. | | |
|
Mas pasarán los tiempos, y al olvido | | |
|
no pasará, Casero, tu memoria; | | |
|
que después de Satán nadie ha caído | | |
|
de más altura que el soberbio Rosas, | | |
|
por una mano intrépida arrancado | | |
|
del apogeo de su negro imperio; | | |
|
y del cenit de su poder tumbado | | |
|
contemplaste su ruina, | | |
|
viste roto en su frente el despotismo, | | |
|
viste a la libertad su faz divina. | | |
|
Y cuando el tiempo las señales borre | | |
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que bordara el cañón en tus llanuras, | | |
|
cuando ya no quedara por memoria | | |
|
ningún padrón de tu opulenta gloria, | | |
|
entre estas nubes de mi patria, puras | | |
|
como las glorias de su edad primera, | | |
|
hay un aire que corre, | | |
|
hay un sol que las parte en su carrera, | | |
|
y ese sol o esa brisa | | |
|
dirían de algún modo al extranjero; | | |
|
aquí nos dio la libertad Urquiza; | | |
|
murió aquí el despotismo,
¡éste es Casero! | | |
El poeta Mármol al poeta Mitre |
El canto de la patria
|
|
Ya las nubes del Plata al fin se doran | | | |
tras larga noche de tiniebla umbría, | | | |
y al alma luz del suspirado día | | | |
los pueblos cantan, los tiranos lloran. | | |
|
|
Ya la patria del genio y las victorias | | | |
a su trono inmortal radiante sube, | | | |
envuelta, como en blanca y azul nube, | | | |
en la bandera de sus viejas glorias. | | |
|
|
Madre ardiente de amor, yerta al encono, | | | |
del Plata al Andes sus miradas gira, | | | |
y a un solo pueblo envanecida mira, | | | |
que en su hombro de titán sostiene el trono. | | |
|
|
El destino solícito levanta | | | |
a sus ojos el velo del futuro, | | | |
y ella, a través del horizonte oscuro, | | | |
ve el porvenir y su grandeza canta: | | |
|
| «Allá está iluminada por el divino rayo | | | |
que brota la mirada dulcísima de Dios, | | | |
la interminable senda que me enseñara en Mayo | | | |
cuando sonó a mi oído su omnipotente voz. | | |
|
| »Allá está atravesando del tiempo las regiones, | | | |
surcada de los siglos por el gigante pie, | | | |
cubierta con los restos de cien generaciones | | | |
que vanse trasmitiendo la herencia de mi fe. | | |
|
| »Allá está la corona del genio americano | | | |
y el libro del destino, bajo región de luz: | | | |
regalos a la esposa del porvenir humano, | | | |
a la heredera rica del mundo y de la cruz. | | |
|
| »El porvenir la espera. Allá está y se levanta | | | |
la lumbre que ilumina de América la faz; | | | |
marchemos adelante de su atrevida planta; | | | |
sobre el pasado ingrato,
¡resignación y paz! | | |
|
| »Aquí, dentro mis ríos que riegan las entrañas | | | |
de un mundo y le difunden la vida y robustez, | | | |
sobre mis anchos prados, al pie de mis montañas | | | |
que dora de mis astros la clara brillantez; | | |
|
| »Aquí no he respirado después que sonó ingrata | | | |
de la vergüenza mía la bárbara señal: | | | |
las olas no llevaron mi lágrima en el Plata, | | | |
ni el viento de la Pampa mi queja maternal. | | |
|
| »Y errante peregrina, viví con el tesoro | | | |
de los recuerdos bellos de mi rosado albor, | | | |
cuando se abrió en la historia la página de oro | | | |
que recibió mi nombre con su inmortal honor. | | |
|
| »En lágrimas bañada y ahogando en mi delirio | | | |
dentro del pecho mío la dolorida voz, | | | |
de hinojos he pasado las horas del martirio, | | | |
pidiendo por mis hijos la caridad de Dios. | | |
|
| »Mi sed amortiguaba en los torrentes fríos | | | |
que de la sien del Andes espléndidos caén; | | | |
y allí los pasos vía de los guerreros míos | | | |
marcando sempiternos la empedernida sien. | | |
|
| »Mi lecho eran los campos que hubieron por alfombras | | | |
las rotas armaduras del duelo colosal; | | | |
y allí me rodeaban las impalpables sombras | | | |
de los que al caer oyeron mi cántico triunfal. | | |
|
| »Para guardar mi sueño entre mortuoria pompa | | | |
velaban silenciosas su inmenso panteón; | | | |
pero soñando oía de la guerrera trompa | | | |
los vibradores ecos, y el trueno del cañón. | | |
|
| »La noche fue muy larga, pero sonó la hora | | | |
de la justicia eterna, y el rayo descendió; | | | |
iluminó la esfera su llama vengadora | | | |
y la proterva frente del bárbaro rompió. | | |
|
| »Abriéronse los muros del templo maldecido; | | | |
los ídolos cayeron de su sangriento altar; | | | |
pero el espeso polvo por vientos sacudido | | | |
encegueció a mis pueblos al procurarme hallar. | | |
|
| »Al fin nos encontramos, y cerco diamantino | | | |
me forman con el alma que les tocara yo; | | | |
nos vemos a los rayos del sol de mi destino: | | | |
el polvo de rüinas se levantó y cayó. | | |
|
| »¡Adiós para el pasado! Allá está y se levanta | | | |
la lumbre que ilumina de América la faz; | | | |
marchemos adelante de su atrevida planta; | | | |
tras el pasado ingrato, fraternidad y paz! | | |
|
| »¡Al porvenir seguidme! La luz lleva en su mano, | | | |
mostrándonos la senda, la hermosa libertad; | | | |
si halláramos de paso que crece algún tirano, | | | |
al águila en el huevo, de paso reventad!». | | |
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