Poesía. Selección
La esperanza
Piérdase antes vida que esperanza. QUINTILIANO | |
I | |
¡Ven, ninfa celestial de la esperanza, | |
ven, dulce amiga, que tu amor imploro! (1), | |
y enséñame en hermosa lontananza | |
el bien que busco y anhelante adoro. | |
Muéstrame un sol de gloria y bienandanza | |
con tus reflejos de esmeralda y oro; | |
lanza torrentes de tu luz querida | |
en el triste horizonte de mi vida. | |
II | |
Yo desde niña te buscaba ansiosa | |
en medio de mis juegos seductores; | |
yo desde niña procuré afanosa | |
ornar mi frente con tus blancas flores, | |
y cuando ya la juventud preciosa | |
me cubrió de sus mágicos favores, | |
he buscado también enajenada | |
la bendita expresión de tu mirada. | |
III | |
¡Cuántas noches, al rayo de la Luna, | |
en tus inmensos dones meditando, | |
he contado las horas una a una, | |
con cien visiones de placer soñando! | |
Tus contentos, tus goces, tu fortuna, | |
por mi agitada mente resbalando, | |
brillantes horizontes bosquejaban | |
y mundos de delicias me brindaban. | |
IV | |
¡Cuántas veces pensé que acá en la tierra | |
eras del existir lumbrera y guía, | |
o beso de piedad que puro encierra | |
bálsamo de consuelo, y alegría! | |
Y a la manera que en la altiva sierra | |
más vivo lanza su fulgor el día, | |
en tu adorable templo te miraba, | |
y sin saber por qué siempre esperaba. | |
V | |
La tierra virgen que descansa hermosa | |
en delicado lecho de azucenas, | |
a quien la blanda risa presurosa | |
con sus amantes besos hiere apenas, | |
viendo de la corriente bulliciosa | |
las ondas apacibles y serenas, | |
en inefable gozo embebecida | |
se queda con tu imagen adormida. | |
VI | |
Lanza un grito de muerte en la batalla | |
el arrojado, intrépido guerrero, | |
valiente cruza la enemiga valla, | |
y el muro rompe su cortante acero; | |
nada le enfrena; su furor estalla | |
cual el fuerte crujir del rayo fiero, | |
y sin cesar un punto de llamarte | |
levanta de la gloria el estandarte. | |
VII | |
Al pálido lucir de llama inquieta | |
en solitaria estancia retirado, | |
medita y vela el pensador poeta | |
sobre el vetusto libro reclinado; | |
siempre quedara su canción secreta, | |
y del fuego divino despojado, | |
callara el trovador, muriera en suma, | |
si no te viera a ti junto a su pluma. | |
¿Y qué fuera la mísera existencia | |
acosada del negro sufrimiento, | |
si no aspirara la fragante esencia | |
que vierte suave tu aromado aliento? | |
Lago sin cristalina transparencia, | |
el mar sin ondulante movimiento, | |
abrasado arenal, ciudad desierta, | |
a toda sensación un alma muerta. | |
IX | |
Ven, ninfa celestial de la esperanza, | |
ven, dulce amiga, que tu amor imploro, | |
y enséñame en hermosa lontananza | |
el bien que busco y anhelante adoro; | |
muéstrame un sol de gloria y bienandanza | |
con sus reflejos de esmeralda y oro, | |
vierte los rayos de su luz querida | |
en el triste horizonte de mi vida. | |
X | |
Muéstrame sí, tu cielo engalanado | |
con riquísimas franjas de colores, | |
de trémulas estrellas salpicado, | |
y sus lindos luceros brilladores. | |
Vierte en mi corazón acongojado | |
mil afectos de paz, consoladores, | |
y tocaré del porvenir la puerta | |
latiendo el pecho con la fe despierta. | |
XI | |
Tu dulce voz me animará gozosa; | |
y sus anchos umbrales traspasando | |
mi suerte desgraciada o venturosa | |
irán mis ojos sin temor mirando; | |
en torno de mis sienes cariñosa | |
tus purísimas alas desplegando, | |
alentarás tal vez mi fantasía, | |
dándome inspiración, luz y armonía. | |
XII | |
Cíñeme con tus lazos deliciosos, | |
encanto de mi ser, flor argentina, | |
y por senderos fáciles y hermosos | |
mis débiles pisadas encamina. | |
Estréchame en tus brazos amorosos, | |
esperanza feliz, Virgen divina, | |
y al darme la vejez su mano helada | |
en tu seno me encuentre reclinada. |