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Algeciras era el puerto por donde venían del África los Banu merines a combatir a los cristianos, y el intento de Muhammad, al apoderarse de aquella ciudad, fue abrir paso a tan poderosos auxiliares. (N. del A.)



 

641

Quiero decir con esto que da seguridad hasta a sus vasallos más ínfimos y desvalidos. (N. del A.)



 

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El ban parece ser una especie de sauce que destila un líquido, al que se atribuyen grandes virtudes medicinales. (N. del A.)



 

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Varios de los versos de que constaba esta composición se hallan hoy ininteligibles; tales son los dos primeros de la quinta estrofa y todos los de la sexta y octava. Schack los traduce todos, y nosotros seguimos a Schack, valiéndonos de la copia y traducción que hizo Alonso del Castillo, en cuyo tiempo la inscripción estaba aún bien conservada y podía leerse íntegra. El Sr. Emilio Lafuente Alcántara nos sirve de guía al afirmar todo esto. Véanse sus Inscripciones árabes. (N. del T.)



 

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El Sr. D. Emilio Lafuente Alcántara, en el prólogo de sus Inscripciones árabes, dice como sigue: «Entre estos relieves y como parte integrante de la ornamentación, vense a cada paso elegantes letreros, que en varias formas y caracteres cubren frisos, fajas y recuadros, encerrando piadosas leyendas, pomposos elogios, o poesías henchidas de hiperbólicas imágenes. Los que contienen poesías o versículos de alguna extensión, se hallan escritos en caracteres africanos, con todos sus puntos diacríticos, signos y mociones. Las frases laudatorias o de otro género, que constan de pocas palabras, suelen estar en caracteres cúficos, de vistosa y complicada forma: pero como también se encuentran repetidas en africano, fácil es por la comparación asegurarse de su lectura».- Muchos autores han dado, con más o menos exactitud y escrupulosidad, la traducción de las inscripciones árabes de Granada, y particularmente de las del Alhambra, habiendo sido el primero el morisco Alonso del Castillo, intérprete de Felipe II, y encargado de su correspondencia con el rey de Marruecos. El último libro sobre este asunto es el ya varias veces citado de D. Emilio Lafuente Alcántara, y sería de extrañar, si no supiésemos lo mal que en España se hace el comercio de libros y la poca publicidad que se da a los mejores, que, habiéndose publicado el de Lafuente en el año de 1859, y siendo el de Schack, que traducimos, de 1865, Schack no le cite para nada, ni diga que se sirve de él. De todos modos, la índole del trabajo del Sr. Lafuente Alcántara y la de esta parte de la obra de Schack son tan distintas, que apenas si puede esta última perder o deslucir en nada por la comparación con aquél.- Prescindiendo de la descripción artística y poética de los monumentos en la que Lafuente Alcántara poco se detiene, los mismos versos están traducidos por Schack, procurando revestirlos en un idioma ario o europeo, de aquella gala y primor de la forma que en el original semítico deben de tener, y en lo que reside con frecuencia todo el encanto de no pocas poesías, las cuales, a no ser las más excelentes, no suelen resistir a la prueba de una traducción literal y prosaica. No me dejo yo llevar del entusiasmo de traductor, ni soy muy apasionado de las poesías arábigas que he traducido, pero creo que hay algunas muy bellas, y no pocas bastante bonitas. El sabio orientalista D. Emilio Lafuente Alcántara me parece sobrado severo al estimar en tan poco como estima la poesía arábigo-hispana. «La sutileza de los conceptos, dice, las extrañas metáforas y la ambigüedad de las expresiones, confunden frecuentemente y dejan el ánimo perplejo. Los juegos de palabras, las paranomasias, los equívocos, y el sacrificio, en fin, del pensamiento a la forma, es lo que constituye la índole de la poesía árabe». Ciertamente que tal vez podríamos llegar a tan severo juicio si apreciásemos la poesía árabe sólo por las inscripciones de la Alhambra; pero esto sería lo mismo que si apreciásemos la moderna poesía española por los Álbums encomiásticos, coronas fúnebres y demás versos de encargo y compromisos. Repetimos, además, que la forma, salvo raras excepciones, entra por mucho en toda poesía lírica de cualquier literatura, y que la más celebrada entre las mejores, traducida palabra por palabra a lengua muy diversa, tal vez dejaría fríos a los lectores más indulgentes y apasionados. Odas hay de Píndaro que, traducidas palabra por palabra, tal vez parecerían más confusas, más insignificantes y más insufribles, que muchos de los versos que hemos traducido en esta obra. (N. del T.)



 

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MAQQARI, I, 282, 284.- Según Mármol Carvajal, la palabra Comares tiene otra etimología. En el cap. VII del Lib. I, dice: «El primero y más principal, llamado cuarto de Comares, del nombre de una hermosísima torre labrada ricamente por dentro de una labor costosa y muy parecida entre los persas y surianos, llamada Comaragia». (N. del A.)



 

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«La techumbre, dice D. Miguel Lafuente Alcántara, es admirable, embutida de piezas de madera de distinto color, y de otras blancas, doradas y azules, que forman círculos, coronas y estrellas, imitando a los luceros y a la bóveda del cielo». (N. del T.)



 

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La creencia de que estas señales rojas del mármol son manchas de sangre, existía ya poco después de la conquista de Granada (Cosas de Granada, de Hernando de Baeza, página 62), sólo que entonces eran tenidas por el rastro de la sangre de un joven príncipe de la familia real de Granada, que allí fue asesinado. (Véase también MÁRMOL, Rebelión, pág. 139.) (N. del A.)



 

648

MÁRMOL, Rebelión, c. VII. (N. del A.)



 

649

MENDOZA, Guerra de Granada, Colección de Rivadeneyra, p. 65.- ARGOTE DE MOLINA, Nobleza de Andalucía, L. 1, c. XCVII. (N. del A.)



 
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