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Poesía y prosa

Felipe Maximiliano Chacón

Portada

Retrato

—[3]→

Prefacio

Al presentar este libro a los que lo leyeren, lo hago libre de presunciones de vanidad, que son tan chocantes en las personas.

Estoy por admitir que las obras de que se compone adolecen de imperfecciones, que podrían palparse al sujetarse a restricciones fundamentales. Por lo tanto, las ofrezco únicamente como una simple contribución a la Lectura Recreativa, para las masas populares de los pueblos, con debidas apologías a teólogos, filósofos, retóricos y lógicos.

Con estas breves aclaraciones, espero que mi libro sea acogido con el mismo espíritu en que lo ofrezco; y si el mismo alcanza a servir de solaz y recreo, para hacer amenas las horas que se dediquen a su lectura, dentro de sus admitidas limitaciones, quedará ampliamente remunerado el modesto esfuerzo de

EL AUTOR.

—[4]→ —5→

Felipe Maximiliano Chacón

El autor de este libro muy acertadamente ha dicho, al presentar al público cierto periódico, por medio de un artículo de fondo de su brillante pluma, lo que sigue:

Al paso que los años desenvuelven su curso en los confines del tiempo, van dejando como huella distintas épocas que caracterizan, de un modo especial, las continuas sucesiones del progreso humano.


Comentando yo lo mismo, no hallo duda de que, en curso de esta evolución del tiempo, las obras literarias de Felipe Maximiliano Chacón, están destinadas a dejar como huella una época distinta en la historia literaria de los Estados Unidos de América.

Digo una época distinta, por haber producido un genio netamente americano, el primero que diera lustre a su Patria en el bello idioma de Cervantes.

El poeta Chacón no debe ninguna apología por haber escogido la lengua castellana para dar forma —6→ a las brillantes producciones de su talento. En sus Cantos Patrios Chacón ha querido manifestar que las alabanzas y loores de los héroes que ha producido el pueblo americano, al cual él pertenece, no se limitan a nuestro propio idioma, idioma que tanto amamos, el inglés, sino que lo mismo se cantan, con lujo de belleza, en otros idiomas del mundo civilizado, que los hijos de América han alcanzado a cultivar en curso de sus numerosas conquistas.

Nació Chacón en la población de Santa Fe, capital del estado de Nuevo México, el día 6 de diciembre, de 1873, por lo tanto; he tenido yo el gusto de conocerle desde su muy tierna niñez, y en curso de largos años he acostumbrado llamarle simplemente, «Felipe». Era su padre el finado don Urbano Chacón, uno de los primeros exploradores en el campo del periodismo en la parte sur del estado de Colorado, y la parte norte del entonces territorio de Nuevo México.

Don Urbano publicó El Explorador, en Trinidad, Colorado, durante los últimos años del 60, y El Espejo, en Taos, N. M., en los primeros años del 70. Este último periódico don Urbano después trasladó a Bernalillo, N. M., viniendo a ser una singular coincidencia que Felipe estableciera y dirigiera otro periódico en el mismo lugar, El Faro del Río Grande, exactamente 30 años después. El padre del autor de este libro, don Urbano, publicó también La Aurora, en Santa Fe, durante los primeros años del 80, y por fin murió a fines de 1886, cuando servía su segundo —7→ término de Superintendente de Escuelas del condado de Santa Fe, quedando Felipe huérfano de padre a la tierna edad de 13 años.

La madre de Felipe es la señora doña Lucía Ward viuda de Chacón, quien actualmente reside en Albuquerque.

El autor de este libro recibió su educación elemental en las escuelas públicas de Santa Fe, y su instrucción más avanzada en el Colegio de San Miguel, que los Hermanos Cristianos de la Orden de San Juan Bautista de la Salle aún dirigen en Santa Fe.

Felipe siempre fue de suyo muy estudioso, dedicando todo el tiempo que sus ocupaciones le permitían, al estudio o lectura de buenos libros. Una prueba de lo bien que nuestro poeta ha sabido aprovechar su tiempo, es la manera en que ha alcanzado aprender y cultivar la lengua castellana, sin ninguna ayuda superior, en un país cuyo idioma es el inglés, y donde hay pocas o ningunas oportunidades de aprender el castellano con propiedad.

El que este escribe siempre ha sentido que Felipe no se dedicara más exclusivamente a la literatura, habiendo dado ya la mayor parte de su vida al comercio. Esto habrá sido, tal vez, obra del Destino más bien que de su inclinación natural, pues, como él mismo dice en una de sus estrofas:

El Destino es un sordo que no escucha

la voz del sufrimiento que le invoca,

y no hay bicho que estando ya en la lucha,

se escape de la suerte que le toca.



Una de las cosas que todos los que le conocemos —8→ admiramos, es la facilidad con que escribe lo mismo el castellano que el inglés, lo mismo en poesía que en prosa. Felipe ha escrito muchas poesías en inglés, serias, festivas y de amor, y para dar una idea de su feliz ingenio en el particular, no me parece fuera de lugar el reproducir, como muestra de lo mismo, las siguientes tres composiciones en el dicho orden, respectivamente:

Parting

Not dead but living whilst they be,

to me my loved ones die,

and one by one they pass from me

whith but my last good bye.

Yet feel disheartened? I refuse!

My haughty spirit soars on high,

and with each knock and slap and bruise

unmoved I give my last good bye.


México

We met: for me'twas love at sight,

she was divine;

I prayed her then my soul delighit.

Asked her to make my future bright,

to be but mine,

said she: «No entiendo!»

I love you more than tongue can tell,

I yield supine;

whithout thee life, in sadness' spell,

is but a winter's barren dell,

won't you be mine?

Said she: «No sabe».

Unbounded wealth at your command,

rich, superfine,

all at your feet, belle of this land,

you'll find anon as you demand,

if you'll be mine,

cried she: «¡Ay Dios!»

—9→
Diamonds, gold, all lo surprise,

a treasure's thine;

I'll give you, love, a paradise,

a home that queens may long for twice,

won't you be mine?

said she: «Oh yes me quiere».



Estos versos deben tomarse en el espíritu que el autor los intentó: como una ocurrencia de buen humor, y bajo ningún concepto, en sentido ofensivo. Entre sus composiciones en amor se encuentra el siguiente soneto:

Wouldst thou?

Sad I long as in life I stroll

for the days of the past to return;

not the time but its pleasures I mourn

in the folly so plain in the scroll.

Of the woes I now sadly enroll;

yet I see them but giving in turn

recollections I willing spurn

for another new hope in my soul.

Couldst thou only perceive in my heart

but to fathom my deepest regret,

couldst thou only perceive ere we part

How it beats all alone for you yet,

wouldst thou know we why drifted apart,

then perchance you'd forgive and forget.



Como traductor del inglés al castellano, y viceversa, sólo tenemos que referirnos a las traducciones de obras de grandes poetas de habla inglesa, que aparecen en este libro, para palpar la pericia del autor; sus íntimos conocimientos de ambos idiomas.

—10→

Las obritas que constituyen este libro, han sido escritas al impulso de condiciones aisladas, y son más bien fruto accidental, que intencional, del autor: no las escribió con el intento de publicarlas en forma de libro, lo cual queda probado con el solo hecho de que las mismas cubran tan extenso número de años, pues Felipe escribió la poesía titulada «Una Ilusión», que aparece en este libro, cuando sólo contaba 17 años. Escribió también versos de carácter político, cuando sólo tenía 14 años de edad, los cuales a la sazón fueron extensamente celebrados en Nuevo México.

En su carácter personal, «El Cantor Neomexicano» es de índole filosófico. Esto se puede fácilmente palpar de su conversación misma: «He sufrido rudos golpes de la suerte en varias distintas épocas de mi vida -dice él- pero no conozco pena que no haya podido conquistar. He sabido afrontar infortunios, acerbas tribulaciones, nutriendo el sentir de que hubieran podido ser peores aún, y así he podido triunfar de la adversidad. Es tan inútil como falto de sensatez el apenarse uno por lo que no tiene remedio. Con eso uno sólo agrava la situación. Hay que vencer las penas de la vida para poder vivir muchos años y ser feliz».

Otro característico de Chacón es, su aversión a la publicidad, su aborrecimiento de aparecer notorio. Su hermoso poema titulado «Oda, a los Héroes», que escribió al impulso de justos sentimientos patrios, que le inspirara la victoria de los Aliados en la Guerra Mundial, jamás la publicó antes de que apareciera en este libro. El Autor no quería hacer —11→ el papel del que busca ser notorio por cosas triviales, no porque considerase trivial el triunfo de las armas de su Patria, sino por su falta de aprecio de tan hermoso esfuerzo de parte suya. Chacón es un genio, y como todos los genios, no se sabe estimar a sí mismo.

Cierta escritora, que responde al nombre de Anita Acevedo, bajo el tema de «El Arte y la Poesías» ha dicho:

El arte es un sol esplendente, sin ocaso, que deslumbra todas las pupilas, hacia cuyo llameante y fragoso incendio tienden su titánico y luminoso vuelo los gigantes cóndores de las aspiraciones legítimas; es un piélago inmenso sin orillas, sobre cuya límpida y sonora superficie se deslizan los blancos cisnes de los anhelos castos, desgranando las rosas líricas canciones entre el rumor de las olas y el beso de las espumas; es un luminoso y dilatado arco iris tendido sobre la azul diafanidad de un cielo y hacia cuyos vívidos colores baten sus poderosas alas las mariposas de los supremos deseos: es la radiante estrella que ilumina el amplio derrotero que conduce hacia la cumbre excelsa de la gloria y bajo cuyos vibrantes ósculos de oro abren sus broches los adorantes lirios de los sueños. Y la poesía, la poesía es la más hermosa flor del lírico jardín del arte; la poesía es la flor de todos los tiempos y todas las razas, flor que crece fulgente y regia, lo mismo bajo los abrasadores rayos del sol del trópico, que bajo el frío glacial del polo; es la mariposa que ha derramado sobre el manto de todos los tiempos el polvo de oro de sus brillantes alas; es —12→ el pájaro mágico de blancas plumas, que en dulce lenguaje de los trinos ha revelado a todas las generaciones la secreta pasión de Romeo, el ósculo de Paolo, las promesas de Abelardo, la pasión de Otelo, ciego de locura, y armado de puñal; la agonía de Desdémona, y el viaje triunfal de Dante al Paraíso, en la amable compañía de Beatriz.


Poniendo estas apreciaciones al lado de las obras de Chacón, no puede uno menos que ver la Poesía íntimamente relacionada con el Arte. Los bellísimos cuadros de la fantasía que Felipe hace resaltar en sus versos, son una viva inspiración para las artes del pincel y del cincel. Tómense por ejemplo aquellas estrofas de «La Creación», que nos dan escenas típicas de épica hermosura, ubérrimos paisajes de pintoresca naturalidad, hablando del efecto del nacimiento del sol, entre ramajes y flores y aguas.

Deslumbrante cayó del quieto lago

cual ornato en las aguas cristalinas,

do el ramaje teñido de su halago

daba júbilo en torno a las ondinas.

Floripondios floridos destacaban

contrastado blancor al verde campo;

do felices oréadas entonaban

gratos loores al beso de su lampo.

Y del campo bellísimos brocados

que formaban palmeras y abedules,

aspiraban sonrientes y extasiados

creciente vida en matizados tules.



¿Quién puede leer estas estrofas sin ver en ellas magnífico alimento para el ingenio del Arte?

—13→

Ha dedicado Felipe siete años de su vida al periodismo: fue editor asociado de La Voz del Pueblo, de Las Vegas, N. M., desde el otoño de 1911 hasta la primavera de 1914; fundó y dirigió El Faro del Río Grande, en Bernalillo, N. M., en 1914, y en la primavera de 1915 trasladó este semanario a Albuquerque. Corto tiempo después vendió su interés en este periódico y se fue otra vez para Las Vegas, en donde tomó cargo de El Independiente como editor y gerente. También tuvo a su cargo y dirección, El Eco del Norte, de Mora, N. M., en 1918, pero a fines del mismo año se retiró del periodismo y de nuevo se dedicó al comercio. En noviembre de 1922, sin embargo, por fin volvió al campo del periodismo, tomando cargo de La Bandera Americana, semanario que se publica en Albuquerque, N. M., del cual es actualmente editor y gerente.

En mi humilde concepto, el pueblo de los Estados Unidos debe sentirse orgulloso de haber producido uno de sus conciudadanos, que diera lustre a su Patria con las producciones de su talento, en la lengua de aquellos reyes, los reyes Católicos, que tan señaladamente contribuyeron al descubrimiento de América, el continente que habitamos.

Por otra parte, los pueblos de habla española, lo mismo americanos que europeos e insulares, deben dar la más generosa acogida a las obras de Chacón, obras de uno que, desde extranjero suelo ha sabido hacer honra al dulce idioma de España, lengua de sus propios países, hecho que de suyo reviste méritos acreedores a profundo aprecio.

—14→

Muchas de las poesías que Chacón ha escrito durante su vida, no verán jamás la luz de la publicidad: «Se han perdido en el naufragio de la desidia», como él mismo lo dice, indicando que nuestro poeta no se ha preocupado mucho qué digamos de los méritos de sus obras en lo pasado; no las ha apreciado suficiente para conservar los manuscritos y darles publicidad en alguna forma, por algún medio, aparte de las que componen este libro, el cual, sin presumir yo virtudes de profeta, está destinado a labrar una memoria imperecedera para este hijo privilegiado del gran estado de Nuevo México.

En conclusión, deseo advertir que este prólogo ha sido vertido al castellano por el autor mismo de este libro, aprobando yo, implícitamente, su versión de mis conceptos y sentir en el particular.

Benjamín Maurice Read

Santa Fe, Nuevo México,
a 18 de febrero de 1924.

—[15]→

Primera parte

Cantos patrios y misceláneos

A mi madre, doña Lucía Ward viuda de Chacón, dedico estas páginas.

El autor

—[16]→ —[17]→

Oda a Los Héroes

A la Legión Americana.

I

Con el alma de orgullo rebosando,

en medio del placer de la victoria,

quiero expresar, vuestro valor cantando,

mi admiración de la perenne gloria

que allá en los campos del honor luchando
5

vuestra proeza incorporó en la Historia,

su lealtad demostrando consistente

el Estado del Sol Resplandeciente1.

El mundo retorcíase angustioso

al ímpetu atrevido del tirano
10

que arrasaba la tierra proceloso;

que saciaba sus furias el prusiano

en los templos y hogares del hermoso

suelo de Bélgica y de Francia, en vano.

Hasta que al mundo horrorizó Germania
15

en la hecatombe cruel del Lusitania.

Y pasmado de horror el Universo

ve de sangre inocente enrojecidas

las aras de Neptuno, y al anverso,

las manos del teutón empedernidas
20

llevando al colmo su maligno esfuerzo:

—18→
verdugos del hogar, de hijas queridas,

madres y esposas, que en bestial fiereza

hacían carnaval de la Pureza.

Y desde el fondo de la mar nutridos
25

lamentos de dolor el alma hendieron;

la civilización estremecidos

vio sus cimientos y a la vez se oyeron

de mil Brenos los «¡Ay, de los vencidos!»

que amenazantes de furor rugieron,
30

queriendo anonadar con loca audacia

¡la causa misma de la Democracia!

Así pasaron días y semanas

y los meses en años se trocaron

y en lides submarinas inhumanas
35

las infamias teutonas aumentaron;

y a grado tal sus correrías insanas

los derechos de América violaron,

que Usona2 expide su inmortal proclama

De «¡Armas al hombro, que la Patria os llama!»
40

II

Ahí fue do vosotros respondisteis

con denuedo y valor de americanos,

ahí donde ofrecisteis

pelear por los derechos soberanos

del hombre, hasta morir por rescatarlos;
45

y al dejar a la esposa y a los hijos,

y a los padres queridos al dejarlos,

con vuestros ojos fijos

en el hogar risueño

que guardara en amor vuestros amores,
50

—19→
«Adiós» dijisteis vos, y con el ceño

del espartano izando los colores

de la Patria querida,

«¡Presente!» respondisteis,

tiñendo en el honor la despedida.
55

Y marchando allá vas, hueste gloriosa,

al toque del clarín que el alma inflama;

ya tu antorcha encendiste

de la Justicia en la suprema causa

y el Orbe con sus vítores te aclama;
60

ya no habrá espera, ni cuartel, ni pausa,

hoy que dejaste de la Industria el arte

y por la libertad de las naciones

el culto de los dioses diste a Marte

tomando al enemigo tus cañones.
65

Y marchando allá vas, hueste gloriosa,

hasta cruzar indómita los mares

donde te espera Francia jubilosa

en medio de sus múltiples pesares.

Mas densos nubarrones obscurecen
70

de nuevo el horizonte,

mientras las hordas enemigas crecen

en formidable avance por el monte,

gritando «¡Hasta París!» en voz de lema;

y Francia entristecida y agobiada
75

escucha sin temor el anatema

tocando a sus guerreros retirada.

Pero la escena cambia repentina

y el sol de la mañana

como antorcha divina
80

sale vertiendo rayos de esperanza

—20→
Cual nuncio de victoria en lontananza.

Es primero de junio

y avanzando a lo lejos

¿Qué voces cantan con marcial acento
85

sus místicos festejos?...

Y las hordas germánicas vacilan

y en las alas del viento

vuelan más claras las ingentes notas;

la furia del embate se detiene
90

y de tierras indígenas remotas,

con el tropel de sus camiones viene

un ejército audaz desconocido.

Viene cantando, «¡Hasta acabar con ellos

que no volvemos hasta haber vencido!»
95

Y suben más arriba los destellos

de aquel orbe encendido

que visteis bendecir en Monte Belleau

vuestra marcha magnífica, estratégica,

do al rugir del cañón, con patrio celo,
100

«¡Os cubristeis de gloria, hijos de América!»

Y el reino de Plutón en lid horrenda

se oye estallar cual huracán rugiente

de vuestro acero en la triunfal contienda;

y la sombra de Washington ingente,
105

impávida y tremenda,

que allí aparece entre su regia prole,

terror infunde al luchador germano

que va en retreta con su inicua mole.

Y fue tal en la lid vuestra bravura
110

que el huno mismo os diera en patrimonio,

por título de honor en su pavura,

el encomio de «Perros del Demonio».

—21→
Pero altivos seguís, neomexicanos,

En Château Thierry y San Miguel luchando,
115

y en alianza de hermanos

laureles de victoria conquistando.

Y volvían de nuevo los destellos

de aquel orbe encendido,

a ver de vuestras armas los descuellos
120

y oíros el solemne prometido

de no cesar hasta acabar con ellos,

de no dar treguas hasta haber vencido...

Cada golpe que daban vuestras armas

hendían los teutónicos salientes
125

llevando al enemigo las alarmas

de continuas derrotas contundentes.

Y el trono del Imperio se mecía

con el odio del mundo en la balumba;

mas llega de noviembre
130

el undécimo día

y en abyecta derrota se derrumba...

La nación altanera del prusiano

ve rodar por el fango su corona

y al Káiser con Nerón y Diocleciano
135

burlado en el desprecio de Belona;

le ve también en vergonzosa fuga

perderse el bemol de pan de profundis

que se arrastra en el cieno de la oruga

suspirando «Sic transit gloria mundis»...
140

Está ya la conquista consumada,

vuestra santa misión está cumplida;

¡mirad vuestra victoria coronada

y en gloriosa epopeya, convertida!

—22→
Cuan hermosos ondean los colores
145

del pendón estrellado,

mientras os canta universales loores

en éxtasis el mundo rescatado.

Y en vosotros, los hijos de este suelo,

En vos, neomexicanos,
150

que en formidable duelo

vencisteis con valor de americanos,

el mismo eterno Olimpo que os aclama

en un coro de vítores creciente,

¡un torrente de gloria en vos derrama!
155


—23→

A la Patria

Cuatro de julio 1776-1918

Permíteme pulsar ¡oh, Patria mía!

Mi lira deficiente para darte

de sus férvidas notas la armonía,

y empuñando felice tu estandarte,

pletórico mi pecho de alegría,
5

mi patrio amor solícito brindarte,

que resistir no puede ni el cinismo

las glorias sin igual de tu heroísmo.

Contemplo en tus anales esplendentes

de Napoleón bizarro la proeza
10

que pudo conmover los continentes;

la contemplo teñida en la nobleza

de las almas de aquellos insurgentes

altivos que fundaron tu grandeza,

y un templo libre alzaron para el hombre,
15

do cantara alabanzas en tu nombre.

Por el suelo rodó la tiranía

al oír de John Adams la elocuencia

precursora de aquel glorioso día

en que Jefferson, lleno de preciencia,
20

trazó de su inmortal sabiduría

la gran Declaración de Independencia,

¡Madre bendita de los patrios lares

donde hoy alza mi musa sus cantares!

—24→
Quisiera yo la esplendorosa lira
25

que ha labrádole a Homero eterna gloria

para cantaros lo que al alma inspira

ese nimbo brillante de tu historia;

pintaros con el fuego del que admira,

los lauros que circundan tu memoria,
30

y en una Iliada hermosa, proficiente,

darte en mi trova lo que mi alma siente.

Mas al pensar bendigo yo la estrella

que dirige en la tierra mi destino,

y que guía mis pasos con su huella
35

de cívica igualdad por el camino,

bajo el pendón augusto que descuella

sobre tu altar cual símbolo divino,

do Washington trazó con letras de oro

«La Libertad», el sin igual tesoro.
40

Recibe, por lo tanto, Patria mía,

las notas de mi ardiente patriotismo

en este aniversario de aquel día

en que al suelo rodó el imperialismo,

con su yugo fatal de tiranía
45

y el mísero baldón de su cinismo,

y nació como el sol de la mañana

¡La eterna Independencia Americana!


—25→

A Santa Fe

Suelo bendito de la antigua villa,

histórico vergel donde las flores

abren gustosas ante el sol que brilla

sus broches de perfumes y colores;

allí donde florecen de tu arcilla
5

frutas y mieses, entre mil amores,

bajo tu azul repleto de fragancia

se ha mecido la cuna de mi infancia.

Bendito es para mí tu suelo hermoso

como es bella la flor de tus pensiles,
10

bendito por el ósculo afectuoso

que ha brindado a mis labios infantiles

el amor maternal que cariñoso

mi ser alimentó en otros abriles,

que allí sufrió sobre amoroso lecho
15

por darme vida de su noble pecho;

bendito porque abrigas en tu seno

del autor de mi tiempo la ceniza,

y porque tú eres relicario ameno

de hermanos que la muerte arrojadiza
20

arrebató, como la voz del trueno

arrebata la calma; y tu inverniza

escarcha ya, mi madre ha bendecido

con lágrimas que viuda allí ha vertido.

—26→
Y aunque tristes memorias aparecen
25

cuando van mis recuerdos al pasado

y forman una escena en que me ofrecen

mil dolores que mi alma han penetrado,

al mirar tus espinas que adolecen

también miro el arbusto perfumado
30

de la rosa halagüeña del cariño

que me dieron mis padres cuando niño.

Nunca olvido esos toques peregrinos

que manan de tus regios campanarios

ni de tus aves los vibrantes trinos
35

que anuncian dulces tus albores diarios;

lo mismo tus arrullos vespertinos,

susurro de tus árboles agrarios

que me arrebatan con deseo ardiente

una vez más de respirar tu ambiente.
40

Mas si la suerte inevitable mía

quiere llevar a mi bajel bogando

lejos de ti con gélida apatía,

y nunca llegan a tu ambiente blando

los tristes ecos de mi nostalgia,
45

mira en el éter y verás brillando

de mis recuerdos la constante estrella,

que tú entre halagos estarás con ella...


—27→

Alternados

Una vieja de Orizaba

tan sorda que nada oía,

cuando alguien la interrogaba

tan sólo «sí» respondía.

Una vez mortificado,
5

mas con calma, su marido

le dijo, -Si te han hablado,

como ahorita ha sucedido...

Toma consejo de mí,

que bien te aconsejo yo,
10

una vez diles que «sí»

y otra vez diles que «no».


Fragmentos

No critiquéis desdeñoso

lo que viereis a otro hacer,

que no todo es malicioso

lo que suele parecer.

Hay cosas inofensivas,
5

hijas de buena intención,

que las convierte en nocivas

la mala interpretación;

—28→
y alegrías que son penas

bajo lo superficial,
10

y cosas que siendo buenas

por encima se ven mal.

Juzgar a primer partida,

a la calumnia equivale,

que en las cosas de la vida
15

la intención es lo que vale.


Celos y amor

(Canción)

Me celan las mariposas

   que vuelan en tu jardín,

   porque ellas buscan las flores:

   en él te buscan a ti;

    me celan los petirrojos
5

   que alegres vienen y van,

   porque ellos conmigo buscan

   los balcones de tu hogar.

Coro

Porque yo, niña, voy suspirando,

   siempre buscando con ansia voy,
10

   cual mariposas y petirrojos,

    ¡ay! de tus ojos cándido amor;

   porque tus ojos son expresivos,

   cual dos misivos del alma son,

—29→
    yo veo en ellos con esperanza,
15

   la venturanza que anhelo yo.

Quisiera yo ser abeja,

    y en el carmín y azahar

   de tu nectárea boquita,

   ¡un mar de dicha libar!
20

   Que si fuera golondrina,

   buscaría con afán,

   el arrayán de tu seno

   dichoso para nidar.

Coro

Porque yo niña voy suspirando
25

siempre buscando con ansia voy,

cual mariposas y petirrojos,

¡ay! de tus ojos cándido amor;

porque tus ojos son expresivos,

cual dos misivos del alma son,
30

yo veo en ellos con esperanza,

la venturanza que anhelo yo.

Me dicen niña que el cielo

es paraíso eternal,

y galardón de los buenos,
35

¿lo podré, niña, alcanzar?

Tú sabes, porque a tu lado

surge de dicha un edén,

y yo en tu amor ¡todo un cielo

alcanzara a poseer!
40

Coro

Por eso, niña, voy suspirando

siempre buscando con ansia voy,

cual mariposas y petirrojos,

¡ay! de tus ojos cándido amor;

porque tus ojos son expresivos,
45

cual dos misivos del alma son,

yo veo en ellos con esperanza,

la venturanza que anhelo yo.


—30→

A María ante su altar

¡Criatura sin igual! ¡Blanca azucena!

Fulgente aurora que introduce el día,

disipando las horas de la pena,

llenando de esperanza el alma mía,

a ti mi acento férvido levanto
5

y festejo tus glorias con mi canto.

Apenas niña en el mundano suelo

era tu alteza ya tan encumbrada,

que mediante un arcángel, desde el cielo

fuiste tú por el Verbo proclamada
10

para madre del Hijo que viniera

y al hombre con su sangre redimiera.

¡Bello broche de augusto crisantema

que al abrirse desplega su hermosura!

Tú a quien ciñe magnífica diadema
15

de estrellas con el sol por vestidura,

ilumina mi senda tenebrosa

con tu luz celestial esplendorosa.

Comprendo que es muy grande mi flaqueza,

y que tres enemigos peligrosos,
20

con suave, lisonjera sutileza,

me persiguen con dardos ponzoñosos,

y yo de sus hechizos fascinado

temo al báratro eterno ir arrastrado.

Por eso, dulce madre, aquí rendido
25

—31→
ante el florido altar de tu santuario,

en férvida plegaria yo te pido,

por tus penas atroces del Calvario,

no me ciegue el engaño ni me espante

la lucha que depárase delante.
30

¡Oh, madre sacratísima y piadosa!

Cuando llegue yo al fin de mi sendero

no permitas que sea mi alma odiosa

a la vista de tu Hijo justiciero:

sí que un solio de célicos querubes
35

la eleven hasta él en blancas nubes.

Entonces yo sus glorias ensalzando,

a ti, llena de gracia y de ternura,

en júbilo mis ojos elevando,

te confiese que debo mi ventura,
40

acogiendo benigna tú, entretanto,

el homenaje de mi pobre canto.


—32→

Caso florido

Era Soila hija querida

de un tal Anselmo Corona,

y era atractiva persona

de unos veinte años de vida.

Por fin la solicitó,
5

jurándole sus amores,

un joven, Jacinto Flores,

y con éste se casó.

Aquí resulta en primores

el nombre de nuestra dama,
10

pues veréis que ahora se llama

«Soila Corona de Flores».


Ayer y hoy

Flor del campo purpurina,

casta como la pureza

       de la niñez,

miré tu aurora divina

velada por la belleza,
5

tan sólo ayer.

—33→
Llegó tu vestal mañana

y te adornó con su armiño,

      la doncellez,

y a la mariposa ufana
10

diste halagos de cariño,

   tan sólo ayer.

Pues eras niña inocente

que por el campo corrías

      en el vaivén
15

De este mundo inconsistente

que tú aún no conocías

       tan sólo ayer...

Pero temprano en tu día

llegó el invierno escarchado
20

    que marchitó

las flores que poseía

el arbusto seco, ajado,

que tú eres hoy...


—34→

El obrero

Hundido en las rocas

      estalla el barreno

hendiendo peñoles,

      montañas abriendo;

y el pico y la pala

       con gran movimiento

nivelan la ruta

       por monte y desierto,

y en cambio aparecen

       las vías de acero

cortando distancias

       en menos que medio;

florece la industria

       de modos diversos

con mil bendiciones,

      favor al obrero.

Las ruedas fabriles

       que giran al vuelo

de rica labranza

      forjando el apero,

o materias primas

       así convirtiendo

en útiles telas

       que viste el labriego,

o luce en festines

—35→
       el rico banquero,

Dios hizo posibles

      favor al obrero.

Dibuja sus planos

      perito ingeniero,

los que desarrolla

      cualquier arquitecto;

se cavan y fundan

       los firmes cimientos,

los muros grandiosos

      armados de acero,

y altivos levantan

       hacia el firmamento

los mil rascanubes,

      colegios y templos

sus picos y espiras

       y cúpulas regios,

y todo se alcanza

      favor al obrero.

Si altivos tiranos

      de exótico suelo

la Patria amenazan

       con tono altanero;

si acaso en millones

      recluta el Gobierno

para defenderse

       con firme denuedo,

esos que trabajan

      responden con celo

que el de cualesquiera

      patriotas no menos;

—36→
y cuando ya exhala

      clarín halagüeño

toque de victoria

       tras combate fiero,

la sangre de aquestos,

       que fluye a riachuelos,

escribe gloriosa,

      «¡Que viva el obrero!»


Desengaños

Cuando joven aun y muy hermosa

ha tiempo yo te vi

y te pedí tu mano, desdeñosa

me la negaste a mí.

Y quitaste de un mundo muy risueño
5

el néctar y la flor,

dejándome el acíbar de tu empeño

en cambio de mi amor.

Mas pasaron tus días y llegaste

al desengaño cruel,
10

do el cáliz de dulzura en que soñaste

se convertía en hiel.

Y hoy que el mundo nocivo tan temprano

tu armiño ya empañó,

ninguno como amigo os da su mano,
15

¡ninguno, sólo yo!


—37→

A la señora Adelina Otero-Warren

Candidata Republicana para el Congreso, 1922

Ceñida está tu frente de laureles,

y tu nombre de honores irradía;

hoy se asoma tu estrella en los dinteles

de la aurora triunfal de un nuevo día.

El mundo avanza con la idea humana
5

y nacen nuevas cosas en la vida;

hoy refleja la luz de la mañana

en otra esfera la mujer nacida.

Nacida en el sufragio igual al hombre,

pero en lo espiritual, más elevada;
10

en pureza moral labra su nombre

y la tierra va bien en su jornada.

Aquesta evolución tan meritoria,

marcando el alto paso del Progreso,

cubrirá Nuevo México de gloria
15

poniendo una mujer en el Congreso:

habilidosa, competente, honrada,

de alma gentil, de corazón sincero,

¡hela ahí, la del pueblo proclamada,

la dama típica, Adelina Otero!
20

—38→
Vástago noble de español linaje,

y más aún, americana pura,

pero ¡qué importa el exterior ropaje

del que amerita distinguida altura!

No es exclusiva la grandeza humana,
25

que no limita con nación ninguna;

del alto Cielo su poder dimana

y a quien le place su belleza aduna.

Mas no es esta lisonja que motiva

el servil interés del egoísmo,
30

que sólo encierra mi intención altiva

teñir en la Justicia un idealismo.

¡Salud! ¡Salud! Un brindis de alegría,

placer del progresivo ciudadano,

os manda junto con la trova mía,
35

¡El saludo de un pueblo soberano!


Filosofando

Mientras Sofía estudiaba

   libros de filisofía.

Zenón, su esposo, afilaba

   un cuchillo que tenía.

Llamando esto su atención,
5

   preguntó ella lo que hacía,

y le respondió Zenón;

   «Poco más filo, Sofía».


—39→

Otoñal

Hojas que el viento arrebata:

se ven doquier arrolladas,

marchitas, secas, ajadas,

cual quiso la suerte ingrata.

Antes de regia verdura
5

frondosos bosques formaron

y el horizonte pintaron

deslumbrante de hermosura.

Y con ellas los cantores

jilgueros en el follaje,
10

rindieron en homenaje

sus matinales loores.

Y en torno de ellas surgía

suave, aromado el ambiente

que aspiraban de aliciente
15

palpitando de alegría.

Pero esos días pasaron

con los goces que trajeron

y en cambio sólo nos dieron

los recuerdos que dejaron.
20

Hoy por incierto camino

al ir la vida cursando,

van como yo, suspirando,

al impulso del Destino.

—40→
Pues donde todo remata,
25

ellas son del hombre iguales,

que al fin somos los mortales

¡Hojas que el viento arrebata!


A Mayo

Mes bendito en que las flores,

con sus múltiples colores,

vienen todo a matizar,

es tu bálsamo el que inspira

los acentos de mi lira
5

para poderte cantar.

De verde se viste el monte,

polícromo el horizonte

destaca rico esplendor,

y entre vivientes alfombras
10

cantan dulce las alondras,

canta alegre el ruiseñor.

Nútrese de aroma ingente

y de elixir el ambiente

que respira todo ser,
15

y en ti la vida renace,

vivifica, satisface,

todo es dicha por doquier.

—41→
Ceres con magia fecunda

en pródigo mar inunda
20

de riqueza sin igual,

los huertos y los sembrados

que respiran extasiados

tu néctar primaveral.

Canta el líquido fluyente
25

de la cristalina fuente

alabanzas a tus pies,

y llega a mí su murmullo

como celestial arrullo

de mi ventana al través.
30

Mes bendito en que las flores

con sus múltiples colores

inspiran gozo y placer,

tú que traes la nueva vida

¡Deja que en mi alma entumida
35

vuelva Dios a renacer!


—42→

El ingrato

Si has tenido en la vida desengaños,

habrás sido también casual testigo

do algún ingrato que creíste amigo,

andaba desvalido en los antaños;

pisando abrojos mil en sus peldaños,
5

y tú le diste, como un padre, abrigo.

¿Tú le ayudaste cuando fue mendigo?

Aguarda, pues, los venideros años:

Si algún día el destino le enaltece

y a ti te abruma suerte malhadada,
10

el que de humano corazón carece,

ni verte a ti, su bienhechor, le agrada,

mas si el mundo a pedradas te adolece

¡con el mundo él te arroja su pedrada!


—43→

A Nuevo México

En su admisión como Estado

Por fin habéis logrado, suelo mío,

de lauros coronar tu altiva frente,

alcanzando del cielo del estío

una estrella gloriosa y esplendente;

estrella cuyos lampos matinales
5

os proclaman Estado soberano,

que brille de la Patria en los anales

¡Eterno en el pendón americano!

Honor para tus hijos, que han sufrido

contigo numerosos desengaños,
10

y con ellos tan sólo conseguido

el injusto baldón de muchos años;

no obstante la lealtad indisputable

que a la Patria tus hijos ofrecieran,

luchando con el indio ingobernable
15

y contra los del Sur que se cedieran;

no obstante que valientes se lanzaran

a batir a sus étnicos hermanos

y con sangre que en Cuba derramaran

probaran ser del todo americanos.
20

—44→
Cuántas veces recuerdo os encontrara

buscando en el espacio nebuloso

un destello de luz que os animara

de nuevo en el sendero fatigoso.

Y ¿lo viste? Lo viste en lontananza
25

perderse de la niebla en la espesura

y perdiste con eso la esperanza

y exhalaste suspiros de amargura.

Luchaste contra el hado endurecido

batiendo del Congreso la injusticia
30

y con ella el insulto proferido

del prejuicio racial por la malicia.

Mas sufriendo contigo si sufrías

yo seguí de tus pasos tras la huella...

Hasta que al fin, en claras lejanías,
35

presentose bellísima tu estrella,

nacida entre arreboles orientales:

y gustoso tomándola el Destino

hoy te da sus fulgores celestiales

inundando de gloria tu camino...
40

Ahora yo quiero, mi querido suelo,

que digno de esa gloria, tu gobierno

tienda sus alas por el ancho cielo

y sepulte en el golfo de lo eterno

leyes injustas que tu nombre manchen;
45

quiero ver tus archivos relucientes

de datos limpios que tu nombre ensanchen

a través de los siglos sucedentes;

—45→
Ver que el honor para tu historia escriba

con luz de su pincel inmaculado,
50

hechos que lleven la mirada arriba

y te hagan de la Unión feliz dechado.

Entretanto, tus hijos hoy elevan

de vítores un coro entusiasmado,

cuyos ecos de júbilo resuenan...
55

«¡Que viva Nuevo México, el Estado!»


—46→

La vida

(Soneto)

    Errática vagaba por doquiera,

con vario giro de incesante vuelo,

palomita ambiciosa cuyo anhelo

un nectáreo vergel tan sólo era.

    Y continuando unfana su carrera,
5

vino la noche y la metió en desvelo,

y ya en mi casa, en su ambición y celo,

tomó el candil por flor en primavera.

   Y sus alitas rápidas girando,

ansiosa por lograr su prometida,
10

se fue a la llama del candil volando;

    y en fragmentos quemados convertida

la vi después, y suspiré exclamando:

¡Es un dolo de engaños esta vida!


—47→

Al explorador del oeste

    ¡Valiente explorador, cuánto os admiro!

Vos os legasteis en perenne gloria

la página brillante en que hoy os miro

del gualdo oeste rubricar la historia,

historia escrita en eternal papiro,
5

por Lexington y Concord principiada

y en los grandes patriotas perpetuada.

   Tenías el hogar, sus bendiciones,

los tiernos hijos, la querida esposa,

todos aquellos temporales dones
10

en que la vida plácida reposa;

pero tenías más, tus convicciones

y la resolución siempre afanosa

de acometer inciertas prospectivas

y hacerlas realidades positivas.
15

    Mas al pensar imaginar bien puedo

tu corazón titánico oprimido,

con un suspiro penetral y quedo

responder el adiós enternecido

del hogar que dejabas por tu credo,
20

credo tal vez de inspiración nacido

al resplandor de algún florido sueño

que os diera sus colores halagüeño.

—48→
    Y como el Mago en rumbo a la Judea,

por una estrella guiado en su camino,
25

seguiste el incentivo de una idea;

y de Colón cursando con el tino

del Astro Rey la luminosa tea,

llegaste felizmente a tu destino,

y con proeza indómita tu hueste
30

buscose las riquezas del Oeste.

    Tu camino rugoso y escarpado

intrépido cursaste y decidido,

y sufriste en el monte, desolado,

sus rigores enfermo y entumido,
35

expuesto del salvaje encarnizado

al golpe desalmado, embrutecido,

que ha logrado en terrífica matanza

darle a Custer eterna remembranza.

   En mil formas la muerte desafiaste
40

travesando los montes y espesuras,

y las áridas pampas do iniciaste

todo ese panorama en que hoy figuras

cual móvil prototipo de un contraste:

Uniste las oceánicas honduras
45

y sembraste por medio continente

del progreso la magia floreciente.

   Esa marcha continua de dolores

conduciste resuelto y valeroso,

hallando penas en lugar de amores,
50

cuidado por doméstico reposo.

—49→
Mas de todo ese mar de sinsabores,

enérgico tu empeño laborioso

pudo, elevando tu inmortal estrella,

marcarle al mundo provechosa huella.
55

    Ya de Webster el cuadro se deshizo,

que al oeste le dio calamidades,

perpetuas nieves por eterno piso...

Hoy tus rústicas chozas son ciudades

y las pampas fecundo paraíso,
60

y ya les diste a las posteridades

aquel tesoro de valor magnífico

excavado a la costa del Pacífico.

    Quisiera yo la prodigiosa lira

que ha labrádole a Homero eterna gloria,
65

para cantaros lo que al genio inspira

ese nimbo brillante de tu historia;

elaborarte cuanto mi alma admira

de tus grandes hazañas la memoria,

y en una Iliada hermosa, proficiente,
70

darte en mi trova lo que mi alma siente...

   Torvo, severo, inculto, denodado,

espíritu en esfera distinguida,

titán por los peligros indomado,

vencedor en batalla endurecida;
75

hoy tiene vuestro nombre asegurado

su puesto en los anales de la vida,

esculpido en valor y sufrimiento,

y alzado en perdurable monumento.

—50→
    Por esto la moderna arquitectura
80

hoy ostenta en sus dombos arrogantes

cincelada tu mágica figura

y en sus frisos y frescos deleitantes;

y así como la eterna cinosura

su ser presenta en célicos brillantes,
85

¡hoy luce, continente a continente,

el gran explorador del Occidente!


A la niñez

    Eres tú la edad bendita

de inocentes ilusiones,

en que el corazón se agita

contento porque palpita

do no existen aflicciones.
5

    Cruzan por límpida mente

blancas palomas volando:

notas de un alma inocente

que vibran por el ambiente

como del cielo bajando.
10

    Es tu pena momentánea,

cosa que en placer se funde,

que tu lágrima espontánea

sólo es risa simultánea

que con ella se confunde.
15

—51→
    Tus penas no son abrojos,

sino hijas de la ilusión

sencilla de tus antojos;

¡son lágrimas de los ojos

y no las del corazón!
20

    Tierna emoción jubilosa

nace en el alma del niño

cuando ve a la mariposa

nutriendo sobre la rosa

los brocados de su aliño.
25

    ¡Vuela! Allá va en pos de ella,

lleno de inmensa delicia

de flor en flor tras la huella,

y del mundo en la querella

esa es toda su codicia.
30

    ¡Dulces horas matinales,

sin pesares ni desvelos,

en que gozan los mortales

dicha plena entre timbales,

carritos y caramelos!
35

    Y siendo tú tan preciosa,

nada vale mi cariño:

¡Qué diera, niñez hermosa,

en la vida borrascosa,

yo por volver a ser niño?
40

   Todo era flores ¡ay! flores

que sin espinas nacieron

de la vida en los albores,

—52→
mas su fragancia y colores

en el capullo murieron...
45

   Mas eres la edad bendita

de inocentes ilusiones,

en que el corazón se agita

contento porque palpita

do no existen aflicciones.
50


Una ilusión

    ¿Por qué me llena de encanto la sonrisa

que vierten de tu hechizo los fulgores,

tan suave como el beso de la brisa

que nace del perfume de las flores?

   ¿Es, acaso, una gloria trascendente
5

el suelo que te vio nacer un día,

o por qué es tu mirada tan ingente

y tu acento celeste melodía?

   ¿Serás la Venus de divina alteza

que en otra edad idolatró el pagano,
10

y así, favor a tu ideal belleza,

amor infundes al tender la mano?

   Miro yo de tus ojos la hermosura,

con su rayo de luz fascinadora,

cual prodigio que torna mi ventura
15

en un caos de pasión abrasadora.

—53→
    Miro tu imagen de castaños rizos:

ondina tierna de pasiva calma,

que velada de mágicos hechizos

me arrebata con éxtasis el alma.
20

    Tienes tú magnetismo sobrehumano,

y aunque te estudio, deslumbrado quedo,

eres mujer y por lo tanto arcano

que yo, como hombre, comprender no puedo.

   Mas si eres diosa que adoró el romano
25

cuando sólo eras ilusorio mito,

¡Con gusto haré mi corazón pagano

y elevaré tu ser a lo infinito!...

   Perdone el Cielo el loco devaneo

que a mi cerebro causa tu hermosura:
30

el cielo te hizo de esplendor febeo

y obra del Cielo causa mi locura.

    Mas ¡ay! en vano el corazón se agita

cuando miro tu imagen prepotente,

y ese túrgido seno que palpita
35

y el candor que fulgura de tu frente...

   Es mejor consignarte a lo futuro

como sueño ilusivo del pasado,

que de la noche bajo el manto oscuro

nació tan sólo para ser soñado.
40

    Así es que ¡adiós! te dice mi existencia,

quiero truncar la flor en el botón,

quiero borrar tu imagen con mi ausencia

y que el tiempo se lleve... ¡una ilusión!


—54→

Caso singular

Un anciano aconsejaba

    a un borracho habitual,

   contrario al vicio del cual,

   de éste modo se expresaba

   con acento paternal:
5

El ser humano embrutece

   con ese jugo infernal,

   que la razón entorpece,

   y la cabeza enloquece,

    y al hombre vuelve animal...
10

Pero el súbdito de Baco,

   bamboleándose repone:

   -No le atina usted, don Paco,

   la manera en que a Climaco

   el traguito le indispone:
15

Mis crápulas sempiternas

   las sigo desde muchacho,

   y el néctar de las tabernas

   no me causa más empacho

    que hacerme aguadas las piernas.
20


—55→

La Navidad

    Era la noche de calma plena,

mostraba el cielo su claridad,

y a media noche, de gloria llena

dábase al hombre la enhorabuena

por ser del Cristo la Navidad.
5

    Baja del cielo, diáfano, hermoso,

vertiendo un ángel gloriosa luz,

y a los pastores, con alborozo

dice les traigo nuevas de gozo,

¡que hoy en Judea nace Jesús!
10

    Canta en seguida del cielo un coro

su dulce antífona celestial,

¡GLORIA IN EXCELSIS...! eco sonoro

que se difunde con notas de oro

por todo el ámbito terrenal...
15

    Llenos de dicha, fe y esperanza

van los pastores hasta Belén,

y allí postrados en alabanza

píos contemplan su bienandanza

dando al Mesías el parabién.
20

    César Augusto vese ignorado

y distinguido el casto pastor:

—56→
¡el que se exalta se ve humillado

y el que se humilla se ve exaltado

por el heraldo del Redentor!
25

    Vuelen las notas angelicales

de aquel mensaje de amor y paz,

a las naciones que hoy en fatales

lides derraman rojos raudales

de sangre y ruina con furia audaz.
30

   Séales este glorioso día

fúlgido foco de inspiración;

¡truéquese la hórrida lid impía

en dulces cántigas de alegría

dignas de célica bendición!
35

    En santo júbilo estimulemos

entre los hombres el buen humor;

nuestras rencillas hoy olvidemos

y con los ángeles prodiguemos

al desvalido bondad y amor.
40


Desencanto

En una noche del mes de junio

   un plenilunio

       vi que se hundió,

de densas nieblas en la espesura

   do su hermosura
5

      desvaneció...

—57→
Así la luna de mis amores,

   en anteriores

       días perdí,

entre las nieblas del desencanto
10

   cuyo quebranto

       bien merecí.

Pasión ardiente de mil ensueños,

   entre desdeños

       vi que se hundió,
15

pero con ella, frágil, inquieta,

   ¡una coqueta

      desvaneció!...


Asunto enredado

Un médico le decía,

en audiencia consultoria,

a un mancebo que tenía

averiada la memoria:

-Tome usted esta receta,
5

es un remedio eficaz,

le costará una peseta

y quedará usted en paz...

Unos tres días después

volvió el mancebo afligido,
10

dijo al doctor, «Mal me ha ido,

salió la cosa al revés:

porqué no me cura usted

primero la enfermedad,

que con memoria podré
15

tomar con puntualidad

la medicina después,

que hoy se me olvida tomar»...


—58→

A los legisladores

Primer Sesión Legislativa de Estado, del Estado de Nuevo México

    En el puesto estáis ya los escogidos

del Cuerpo Soberano del Estado,

de laureles ceñidos.

A vosotros el pueblo ha consagrado

el honor de su fe, de su confianza,
5

de vuestra integridad ya convencido;

os ha hecho su objeto de alabanza

y al pináculo augusto

do el gran Solón eternizó su nombre,

os elevó con espontáneo gusto
10

a que os labrarais inmortal renombre.

   ¿Queréis gozar felices esa gloria,

y que perdure inmaculada y pura

a través de los siglos de la Historia?

¿Queréis ser acreedores al respeto
15

y admiración de la nación futura?

De vos mismo depende:

pues ya sabéis lo que el deber exige

y que en la vida quien lo cumple asciende,

y en el orgullo de su prole rige.
20

    Hoy los ojos del mundo,

cual justiciera, veladora tea,

fijos están con interés profundo

de vuestro cargo en la inicial tarea

—59→
por lo tanto, atención a mis acentos,
25

hispanoamericanos,

hijos de padres nobles y valientes,

bravíos, soberanos,

que no han sabido doblegar sus frentes

ni han conocido superior ninguno
30

por muchos siglos ya retrocedentes;

hijos libres de aquellos capitanes

que surcaron indómitos los mares

de la tierra del Cid y los Guzmanes,

y aquí en el continente americano
35

os han legado los benditos lares

que a sangre y sacrificio conquistaron

bajo el nítido azul neomexicano.

   Guardáos de la malévola impostura

de tiranuelos de anteriores años,
40

que quisieren con blanda donosura,

y al móvil de sus típicos amaños,

haceros instrumentos de sus fines;

recordad vuestro origen con orgullo

de cuerda discreción en los confines,
45

y elevadlo dechado a lo infinito

tan limpio como flor en el capullo,

mas firme como roca de granito.

Sed vosotros el par de los modelos

y no seáis por otros dirigidos,
50

y alzaréis vuestros nombres a los cielos

del óleo santo del honor ungidos,

y vuestra gloria en el presente caso

será la luz de una constante aurora,

que irá brillando de la vida al paso,
55

¡que en oriente nació deslumbradora

para nunca ponerse en el ocaso!


—60→

Nocturno, a...

Sátira Política, adaptación del «Nocturno, a Rosario», de Manuel Acuña

I

¡Pues bien! yo necesito

   deciros que si lloro,

hiriendo con mis quejas

   al frígido aquilón,

tan sólo consideren

    que el Hado a mi desdoro

me arranca de mi silla,

    me quita mi tesoro

y paso yo al olvido

   cual rápida ilusión.

II

Quiero que el pueblo sepa

   que ya hace muchos días

estoy atolondrado

    de tanto no dormir;

que el diablo se ha llevado

   las esperanzas mías,

que en lápida mortuoria

   mis fatuas fechorías

sellaron para siempre

    de Oñate3 el porvenir.

—61→

III

De noche, cuando pongo

    mis sienes en la almohada,

queriendo que Morfeo

    me calme el padecer,

horrendas pesadillas

   perturban mi jornada,

fantasmas enemigas

    me dan su carcajada

y loco y aturdido

    yo vuelvo amanecer.

IV

Comprendo que la silla

   que dejo yo vacante,

mis anchas posaderas

   jamás ocuparán...

Mas la amo, y al mirarla

   con otro tan distante,

Bendigo sus desdenes

   con alma sollozante

y en vez de amarla menos,

   la quiero mucho más.

V

A veces pienso en darle

   mi eterna despedida,

borrar en mis recuerdos

    a toda esta región...

Mas si es en vano todo

    y el alma no se olvida

Del pueblo trasquilado

   que dejo a mi partida,

—62→
¡Qué quieren, pues, que yo haga

con este corazón!

VI

Y luego que ya estaba

   concluido mi santuario,

y alzado yo a la dicha

    de un dios sobre su altar;

mamando del Gobierno

    mi bien gordo salario,

del pueblo con destreza

   talando el honorario

de todos los destinos

    que pude legislar...

VII

¡Qué hermoso hubiera sido

   vivir bajo aquel techo,

con Pancho y don Jacinto

    que hoy gimen de mi azar!

Los dos previlegiados,

    yo siempre satisfecho,

los tres una sola alma

    (un tercio en cada pecho),

¡Y yo de sus lisonjas

    en medio como un zar!

VIII

¡Figúrense qué hermosas

   las horas de esa vida!

¡Qué dulce y bello el viaje

   por una tierra así!

Mas viendo ya en la huesa

   mi santa prometida,

—63→
¡quisiera que estallara

    de nieble estremecida

centella fulminante

    por mí, no más por mí!

IX

Bien sabe Dios que ese era

   el insular desvelo

que como a Sancho Panza

   me pudo mantener...

Bien sabe Dios que en nada

   cifraba yo mi celo

Sino en LLENAR LAS BOLSAS

   en el fecundo suelo

que me envolvió en pañales

   cuando me vio nacer.

X

Esa era mi esperanza...

   mas ya que a sus fulgores

se opone «Teddy» Roosevelt

   de allá de Washingtón,

¡Adiós, por la vez última,

   halagos y rencores,

mi gloria de cacique,

    mis tachas y mis flores,

mi garra ejecutiva

    a mi poder, adiós!


—64→

Es el amor

    Calentura de lágrimas y risa;

causa de insomnio que a demencia tira;

dulce placer, dolor que martiriza

cuando a su impulso el corazón delira;

es una comezón que se desliza
5

del ojo al alma y en el alma gira

sin poderse rascar; fuente de errores;

lecho de espinas que parecen flores.


Una agudeza

    Una jara en cada mano

Josefita, y ella en medio,

fue a confundir a su hermano

para quebrantar el tedio.

   -Oye, Juanito, repite
5

lo que te voy a ir diciendo,

pero tal como lo oíste:

   «De Guadalajara vengo,

Jaras traigo, jaras vendo,

a medio doy cada jara,
10

¡qué jaras tan caras vendo!...»

—65→
    Como el hermano Juanito,

más que Juanito era Juan,

y más que Juan era truhán,

así respondió diciendo:
15

   «De Guadalajara vengo,

jaras traigo, jaras vendo,

y en medio de jara y jara

¡qué cara ajada estoy viendo!


Paradoja

    Con frecuencia común y lamentada,

cuando tú hayas palpado de la vida

la dura realidad en tu jornada,

hallarás, en verdad que desagrada,

la gratitud del hombre desmentida:
5

    Sin pensar en el perro agradecido,

creerás hallar la gratitud, sin yerro,

en el hombre que tú has favorecido,

pero hallarás tu error esclarecido:

humano más que el hombre lo es el perro.
10


—66→

In memoriam

    Nada extraño el mirarte ahí tendido,

convertido en materia inanimada;

el lapso de tu vida ya vencido,

está ya tu misión desempeñada;

por la noche tu lámpara ha vertido
5

varia luz que le fue predestinada,

y hoy al verla sin luz en su peana

comprendo que ha llegado la mañana.

    Pero siento mi pecho deprimido;

el alma de dolor arrebatada;
10

¿quién no siente al partir un ser querido

que se va para siempre en su jornada!

Sé también que con labio enternecido,

al dejar esta mísera morada,

un «adiós» a mi nombre tu alma unía
15

cuando el último aliento se perdía.

   Ausente estaba yo; ni en ti pensaba

en aquel trance de inefable pena

en que la muerte prematura entraba

ya de tu vida en la final escena,
20

ni cuando tu ceniza ya ofertaba

a la tierra en final la enhorabuena,

pero hasta el cielo elevaré un sudario

que te valga ante el Cristo del Calvario...

   De nobles sentimientos adornada
25

cruzó tu alma la efímera existencia,

—67→
y a través de tu vida infortunada

brillaba extraordinaria inteligencia;

fue tu pecho sensible la morada

de cándida lealtad a la conciencia,
30

y asilo fue tu corazón sincero

a dolor de tu humano compañero.

   En vista de tan bellas cualidades,

que adornan una fase de tu historia,

contemplo que del tiempo en las edades
35

cada estrella lucífera cursoria

que compone de pléyades miríades,

ha tenido una sombra transitoria:

se ha trocado en capuz la luz del día

y el plenilunio en abismal umbría.
40

    Vi la joya en el fango que rodaba

mancillar sus primores diamantinos,

mientras mi alma tus yerros deploraba;

vi la linfa en hervores cristalinos

que túrbidos el cieno los trocaba,
45

y entendí que quien traza los destinos,

como práctico ejemplo contra el vicio

le dio al mundo tu ser en sacrificio.

    ¡En esto ha sido tu misión sublime!

¡Grande es quien vive para bien del hombre!
50

Que tu vida en sus páginas imprime,

sin letras, sin alarde, sin renombre,

un volumen de máximas que anime

a odiar los yerros y a elevar el nombre;

es un faro que alumbra el arrecife
55

do se chocara el navegante esquife.

—68→
    ¡Duerme feliz! El llanto que han vertido

Concha y René4, amargo y doloroso,

el Cielo calmará compadecido;

bajará del consuelo el sol piadoso
60

de ellas en torno al suelo humedecido,

y de ese suelo elevará vahoso

blanco dosel para la triste fosa

do tu cadáver en la paz reposa.


—69→

Sueños y realidades

I

    Es el Destino aquel monarca ingente

que dijo al hombre en su primer mañana:

«Levántate y camina»...

El hombre levantose y caminando

de aquel impulso prepotente al móvil,
5

fue cursando del tiempo las edades

sin más luz que alumbrara su sendero,

acerca del futuro a que camina,

que aquella gran verdad que dijo Iriarte

con certeza que todo lo ilumina,
10

que la muerte por fin «con pies iguales

mide la choza pajiza y los palacios reales».

   Así quiso el Destino caprichoso

levantar de los hombres en la vida

al César poderoso;
15

ese altivo titán que rivaliza

con el genio de Aníbal en la guerra

y el del gran Cicerón en el Estado,

sobrepuja a Alejandro en la conquista

y a los Pompeyo los derrota en Munda;
20

ese mílite audaz que se ha lanzado

contra el fiero simún de los desiertos

y la tromba temible de los mares,

y en su lucha febril ha penetrado

del enemigo en los pomposos lares
25

y todo el Universo conquistado.

—70→
Mas después de sus múltiples victorias,

ya de eternos laureles coronado,

le halla el fin terminante de sus glorias

transido de dolor, decepcionado...
30

   Son los idus de marzo: ya es el tiempo,

y la escena, el Senado:

los trágicos actores se preparan

con seguro puñal bajo la toga

para inmolar la víctima del drama.
35

Entra el César incauto en el proscenio

y encuentra a sus amigos:

de cada amigo espera una sonrisa,

la sonrisa bendita de un hermano,

pero llega la ráfaga inverniza
40

y arrebata las flores del capullo

y marchita sus hojas de esmeralda,

dejando sólo en su lugar espinas.

Y todo desvanécese en la nada...

    Las heridas primeras las resiste
45

con su típica audacia,

pero al sentir la del querido Bruto

más profunda en el alma que en el cuerpo,

exclama con la voz del sentimiento,

y el alma rebosando de amargura,
50

«¡También tú, caro Bruto, me condenas?

Entonces, ¡muera el César!» y perdida.

Su voz en la emoción de su quebranto,

cae al suelo sin quejas y sin vida:

¡Ruedan glorias, grandeza y todo aquello
55

a los pies de la estatua de Pompeyo!

    Así da ese monarca sus decretos,

del todo indiferente,

—71→
-Y ¿a qué fuera el llamarlos indiscretos?

El Destino es un sordo que no escucha
60

la voz del sufrimiento que le invoca,

y no hay bicho que entrando ya en la lucha

se escape de la suerte que le toca.

II

    Siendo la dama Natura

de virtudes rica fuente
65

ha brotado a su vertiente

a raudales la hermosura.

    Ella le ha prestado al día

del Astro Rey los fulgores,

al iris bellos colores
70

y a las aves melodía;

    al páramo le dio arenas,

al prado extensa llanura

y a los montes la verdura

con sus aromas amenas;
75

    celajes al firmamento,

su resplandor a la luna,

y es del Universo cuna

desde su primer momento.

    Al despuntar los albores
80

serenos de una mañana,

andaba Natura ufana

entre perfumes y flores;

    Van los primeros destellos

hasta el riachuelo sonoro,
85

y se ve brillar el oro

entre sus blondos cabellos;

—72→
    Y sus formas peregrinas

su blanca tez desplegando,

se veía contemplando
90

en las aguas cristalinas.

   Ángelo y Rafael tiñeron

en bellezas de aquel día,

la gloria que hoy irradía

do sus nombres se inscribieron...
95

   Perdido de arrobamiento

y encendido de pasión,

puso el Destino al momento

en ella su admiración...

III

    Y los dos por el Cielo vinculados,
100

desde aquel día hermoso en que se vieron,

acompañan al hombre.

Y lo mismo al pastor en su cabaña

que al magnate perdido en sus riquezas,

del tiempo en la carrera transitoria
105

ella a todos les brinda sus bellezas

y él traza los eventos de su historia.


—73→

Complacencia

    Un galán que pasaba por el parque,

con paso muy elástico y veloz,

encontrose una dama que al instante,

saludó tan gracioso cual precoz:

   -¡Cuánto admiro, mujer, esos tus ojos,
5

que el Dios de las bellezas te donó,

su mirada mitiga mis abrojos

por ser la de OJOS NEGROS que amo yo.

   Muy lejos de brindarle una sonrisa,

la dama al galán se dirigió,
10

y empuñando su mano arrojadiza,

¡dos grandes OJOS NEGROS le plantó!


—74→

Devoción

(Soneto)

    Hay en el mundo un jardincito hermoso

que yo cultivo con amor y esmero,

y ni el mundo, su lujo y su dinero

son para mí tesoro tan precioso.

    Pero es también un cáliz doloroso
5

que yo en el alma con pavor venero,

y lo bendice el corazón sincero

con lágrimas que nutren mi sollozo.

   ¡Oh, cielo, qué tesoro me ha costado

ese albergue de un polvo tan querido,
10

ese sitio de flores nacarado!

    Su cadáver precioso está dormido

bajo esa bóveda que yo he regado

con lágrimas del alma que he vertido.


—75→

Indiferente

    No me mueven los seres presuntuosos,

de su propia importancia alucinados,

que como pavos reales vanidosos

quisieran darme su desprecio inflados.

    Porque yo no me presto para tanto:
5

cébense bien en su vacío orgullo,

que de la indiferencia bajo el manto

triplicado desdén les retribuyo.

   ¡Pobrecitos, ridículos pigmeos,

más dignos de piedad que de censura,
10

que se creen insignes corifeos,

de bajo servilismo en la llenura!

    Mas yo gozo mirando al sapo inflarse,

que quería del buey las dimensiones,

y en su empeño acabó por reventarse
15

y murieron con él sus ilusiones.

    Sigan, pues, adelante con empeño,

murmuren hasta el colmo de su agrado,

mas sepan que su inquina y su desdeño

a mi ser no le llegan ni a cuidado.
20


—76→

Mi escogido y mis razones

Al honorable Octaviano A. Larrazolo

Leída por el autor ante la «Sociedad Larrazolo», en Las Vegas, Nuevo México, en octubre de 1908

    ¡Salve, ilustre campeón, sois bienvenido!

Si oís el eco de la voz que os llama

proclamando que sois el escogido,

sabed que no es el eco de un Partido

únicamente el eco que os aclama
5

de nuevo el candidato enaltecido

para su delegado en el Congreso;

que si bien el demócrata ha querido

alzar tu nombre en su estandarte impreso,

es el amor universal que grita,
10

«¡Que viva Larrazolo y el Progreso!»

Y de orgullo entusiástico se agita;

¡es la unánime voz del pueblo egrégico

del histórico y culto Nuevo México!

   Dos años ha que nominado fuiste
15

contrario a la facción predominante,

y en lucha subsiguiente conseguiste

de esa misma facción salir avante.

Mas favor al pillaje organizado

de villanos que impulsa el egoísmo,
20

del villano el sirviente está sentado

—77→
en tu silla con gélido cinismo;

el sufragio del pueblo despreciado,

ha triunfado el apóstol del cohecho,

de bajo servilismo propagado,
25

y el gusto popular está deshecho.

    Mas hoy de nuevo a la batalla vienes

armado cual Minerva la instructora,

de Júpiter nacida de las sienes

con su lanza y broquel de vencedora;
30

hoy el cetro empuñado firme tienes

de Palas la de Atenas fundadora,

y como Aquiles su favor obtienes;

hoy vienes cual reflejo de la aurora

que sube al claro azul de la esperanza,
35

¡el ídolo del nuevomexicano

que si bien es adverso a la venganza

su amor a la justicia es soberano!

   ¿Cuánto más elevado en el concepto

de todo concienzudo americano
40

fuera de Andrews el grato retrospecto;

cuánto más encumbrado

en los pechos de un pueblo agradecido,

si hubiera sus deseos acatado

y el triunfo a Larrazolo concedido;
45

si hubiera renunciado,

accediendo a la voz de la conciencia,

la victoria ficticia que le dieron

los crímenes de Colfax y Valencia?

   Cuando esos fraudes a la luz salieron,
50

como rasgo manchado de la Historia,

si hubiera entonces con viril nobleza

—78→
su falsa mayoría repudiado,

y dando voz del alma a la grandeza,

de este modo exclamado:
55

«¡No soy yo quien abriga esos delitos,

que son hijos de espíritus menguados

en el Honor y en la Moral proscritos!

¡No soy yo quien burlados

quiere dejar del pueblo los deseos
60

por ver sus propios fines realizados!

Aprobarme yo electo delegado

por medio de un sistema deshonroso,

trocaría un honor muy encumbrado

en fruto de un origen vergonzoso.
65

¡Tome el cargo del pueblo el preferido,

la voz del pueblo es ley, y la respeto,

y sin bien en mi contra ha decidido

yo sincero bendigo su decreto!»

¡Oh, cuánta admiración hoy circundara,
70

con su nimbo de gloria,

el recuerdo que fúlgido brillara

de «Bull» Andrews ornando la memoria!

   Pero una acción magnánima como esa

procede de un espíritu gigante,
75

noble y viril en toda su entereza;

que abarca en sí los atributos bellos,

Andrews, que tú ni por encima ensayas,

y de esta clara luz a los destellos

¿Puedes ver, por ventura, dónde te hallas?...
80

   ¿Qué pierde él cuyo triunfo le es robado?

¿Qué gana la victoria mal habida?

¿Olvida el mundo el genovés honrado

—79→
que dio a España la tierra apetecida;

que desafió la furia de los mares
85

por mirar conseguida

esa gloria de glorias singulares,

porque Vespucio arrebatarle quiso

la diadema inmortal que hoy irradía

del templo de Colón en los altares?
90

Hoy los hechos cual sol arrojadizo

lanzan sus rayos al eterno día,

mas su luz imparcial y justiciera

pone aquel en las sombras de la Historia,

de Colón elevando la lumbrera
95

al pináculo augusto dé la gloria.

   Así a ti, Larrazolo, ya encendida

la sangre que circula por las venas,

en el orgullo ibérico teñida

del nuevomexicano, las cadenas
100

rómpense ya de la opresión temida

que al libre los tiranos depararon,

por vindicar la ofensa cometida

cuando a ti la victoria te frustraron.

Y al fin de la carrera ya emprendida,
105

cual Corebus de olímpicos honores

tu altiva frente de laurel ceñida,

con Temis justiciero en su dictamen,

cumplido el gusto popular expreso,

entrarás con tu enseña enaltecida,
110

irradiante de honores al Congreso.

    Que el sol de junio al despuntar apenas

sus rayos en el límpido horizonte,

en ti ha dado un Pericles, cual de Atenas,

—80→
que al enemigo sin temor afronte;
115

nos ha dado tu lógica elocuencia,

bello don del «nativo» predilecto,

para destruir la despreciable creencia

del que tacha al latinoamericano

de inferior al sajón por intelecto.
120

Pues como el cóndor que arrogante sube

a la cúspide altiva de los Andes,

tú elevas al «nativo» hasta la nube

con esos timbres de tu mente grandes.

Y hoy que fogosa la campaña avanza
125

tienes al pueblo por tu fiel escudo,

y la voz de ese pueblo en alabanza

que te brinda su férvido saludo:

    ¡Salve, ilustre campeón, sois bienvenido!

Si oís el eco de la voz que os llama,
130

proclamando que sois el escogido,

sabed que no es el eco de un Partido

únicamente el eco que os aclama

de nuevo el candidato enaltecido

para su delegado en el Congreso;
135

que si bien el demócrata ha querido

alzar tu nombre en su estandarte impreso,

es el amor universal que grita,

«¡Que viva Larrazolo y el Progreso!»

Y de orgullo entusiástico se agita;
140

es la unánime voz del pueblo egrégico

del histórico y culto Nuevo México.


—81→

Caso doloroso

Doloritas; hija amada

    de don José Armando Fuertes,

   casó, pero mal no aciertes,

   con persona respetada.

Gonzalo Ijar, licenciado,
5

   hijo del mismo lugar,

   con ella se ha desposado,

   y así su nombre ha quedado

   «Dolores Fuertes de Ijar».


—82→

Se aleja y se va

    La vida es un iris de instables colores,

los varios primores de un prisma trivial;

efímero ensueño de llanto y de risa,

y así se desliza, se aleja y se va...

   Tan sólo es mirage que el ojo fascina
5

de aquel que camina sediento detrás;

vapor que transita por el firmamento,

y en breve momento se aleja y se va...

   Es sueño ilusorio, florido y dorado,

que no han realizado los hombres jamás;
10

escena confusa de luchas preñada,

que a poco a la nada se aleja y se va...

   Pero hablo del hombre que deja esa vida

pasar consumida por la ociosidad:

su vana existencia, volátil historia,
15

con breve memoria se aleja y se va...

   Porque sólo el hombre que lucha cada hora,

y en eso mejora la posteridad,

transmite su nombre perenne a la Historia,

¡Jamás su memoria se aleja y se va!...
20


—83→

El ateo y la verdad

   «Mentira el más allá», dice el ateo,

erguiéndose con tono de profundo,

y con ese falace balbuceo

quiere tan sólo convencer al mundo.

   Así colmado de ilusión que ciega,
5

de orgullo audaz y vanidad maldita,

de aquel que le hizo la existencia niega

y la esperanza al porvenir le quita.

   Alimentando con insano empeño

los devaneos de su mente loca,
10

no ve que da a lo Eterno su desdeño

y la Justicia Divinal derroca.

    La causa de los justos anonada;

el premio de los buenos lo destruye,

y al bueno y al injusto hunde en la nada,
15

sin premio y sin castigo, pero arguye:

    -¿De dónde vino Dios? ¿Qué le produjo?

¿Hay acaso otro ser más poderoso,

que le dio ser al Ser que nos condujo

a soñar en un mundo pesaroso?
20

   Titulan ese Dios justo y benigno:

sin embargo creó un mundo de inocentes

que destinó a sufrir todo lo indigno

de un semejante al Dios de los creyentes.

   ¿Pudiera un ser piadoso destinarnos
25

a sufrir los dolores de este mundo,

—84→
y después, siendo justo, condenarnos

al tormento de un Érebo profundo?

¡Absurdo! La feraz naturaleza

es la potencia que nos da la vida;
30

es la madre de toda la grandeza

que está en el Universo comprendida.

   Y cuando ésta se agota desvalida,

con todos los vigores de su esencia,

¡adiós las ilusiones de otra vida,
35

que todo se acabó con la existencia!...

   Así nutre tan sólo una quimera:

la insostenible, insubstancial doctrina

que la materia mísera quisiera

darnos por fuente de Creación Divina.
40

   En tal concepto es acreedora ella

al desplego de Gran Sabiduría

que da en legiones la brillante estrella,

la mies que nutre el luminar del día.

    Así pues, son poderes naturales
45

los que al hombre le dan inteligencia,

sublimes creaciones, ideales,

y en su pecho la voz de la conciencia...

   Aquí es do la razón ya se rebela

y ofrece vigorosa su protesta,
50

y la conciencia que en el alma apela,

con sobrada razón nos amonesta.

   Porque si todo acaba con la muerte,

si no hay un porvenir en ultratumba,

¿qué importa el bien o el mal para tal suerte
55

si en ella la Justicia se derrumba!...

—85→
    ¿Qué puede el pobre, insuficiente humano?

No alcanza aún ni a comprenderse él mismo,

Cuánto menos medir todo un Arcano

con razones que rayan en cinismo.
60

    Grande es el hombre que a medir alcanza

la grande pequeñez que le adolece,

y al medir le da al Cielo su alabanza

y por ello en el Cielo se enaltece.

   Encuéntrase razón muy bien certera
65

el que sabe apreciarse en lo finito,

que en todo caso lo imposible fuera

el medir con lo humano lo infinito.

    Aquí ha llegado la verdad que alumbra

y vemos esto en claridad patente:
70

Dios es luz tan brillante que deslumbra

los pobres juicios de la humana mente.


—86→

El Ángel de la Guarda

    En una tarde plácida y serena,

por cierta calle popular pasaba

una joven viniendo de la escuela,

de un convento de Hermanas.

    Sus graciosos y púdicos gracejos,
5

con sus labios angélicos de grana

y el endrino esplendor de sus cabellos,

encendían el alma...

    ¿Cuántos hay en el mundo depravado

que presas de la gula se proscriben!
10

¿Que talaran por un deseo insano

la virtud de una virgen!...

    Pero a esta joven atrayente, amable,

otro ser al hogar la acompañaba;

era tan sólo su bendita madre;
15

¡El Ángel de la Guarda!


—87→

Axiomas

    Nunca de sabio te alabes:

ten presente a todas horas,

que aun si es mucho lo que sabes,

es mucho más lo que ignoras.

   No te infle lo que te viene
5

de mera casualidad;

más vale lo que se obtiene

de fiel laboriosidad.

    Se engaña en su propia vista

quien, irrisorio a porrillo,
10

se presume ser legista

porque huele a tinterillo.

   Ninguna gloria conquista

Quien a los grandes remeda,

que «aunque la mona se vista
15

de seda... mona se queda».


—88→

Anita

    Vi una virgen hermosa, inmaculada,

en un cuadro magnífico pintada:

obra de algún pincel

como el de Rafael:

y en su faz exquisita,
5

con sus ojos radiantes de belleza,

vi un reflejo de mística pureza:

¡Vi tu retrato, Anita!


—89→

Al enviudar mi madre

    En mis días pasados yo veía

sin nieblas el azul,

en que mi sol esplendoroso ardía

cual bella antorcha en zafirino tul;

   Suave el ambiente que me circundaba
5

de dicha sin igual,

con aquel ser querido que yo amaba

como quiere la flor al manantial...

   Pero se trueca en ráfaga el ambiente

que surge a mi redor,
10

y sólo deja el huracán rugiente

cabe una tumba, una marchita flor.

   Invadió la penumbra el firmamento

con su negro capuz,

y ominosas, mi triste sufrimiento,
15

me daba sombras en lugar de luz.

   Traspasada de mil tribulaciones,

sola, sola lloré,

y al tenderme la noche sus crespones,

mi llanto con suspiros agoté.
20

    Y sus arrullos de dolor nutridos,

el aquilón dejando

en estridores lúgubres fundidos,

me perdí entre las sombras... suspirando...


—90→

A la santa Adela Cruz

En el Día de su Graduación, de la Escuela Superior

    Allí estás de laureles coronada

de Minerva en el templo luminoso,

de tus padres y amigos admirada

do alcanzastes un éxito glorioso.

   Allí estás como límpida azucena
5

que abriera su capullo en la alborada,

tu tierna vida de esperanza llena,

y un feliz porvenir en tu jornada.

   Hoy dieciséis abriles han pasado

desde que al seno del hogar viniste,
10

y es tan grande el honor que has conquistado

como el orgullo que a tus padres diste.

    Así eres a la vez nítida emblema,

que simboliza el paternal cariño,

que guió tus pasos y labró el diadema
15

que hoy ciñe de tu frente el albo armiño.

   Has sido diligente en tus estudios

y hoy te son tus laureles escolares,

presagio de la vida en los preludios

de un viaje hermoso en los mundanos mares,
20

   mas no olvides, Adela, en tu alegría,

al mirar tus esfuerzos coronados,

que tus padres velaron noche y día

tus pasos con tan bellos resultados;

—91→
    que hoy reposan en ti sus esperanzas,
25

rebosando de amor sus corazones,

sé digna de sus tiernas alabanzas

y en la vida tendrás más galardones.

   Sigue así como vas: flor que perdura

de la intemperie en el jardín ilesa,
30

conquista admiración con su hermosura:

nectáreo dulce de sin par pureza.

    Y tú eres una flor: flor delicada

que en la dulzura y el honor se mece,

y debes mantenerte inmaculada
35

do la virtud en su blancor florece.

   Yo a tus padres y a ti los felicito,

rogando que en el libro del destino

tengas en letras de diamante escrito,

un mar de venturanza en tu camino.
40


—92→

La Creación

I

    Fijó el Señor su divinal mirada

de la tierra en el átomo perdido:

una masa sin formas, escarpada,

un aborto en tinieblas inmersido

que nació de la nada.

Todo era oscuridad en aquel seno,

salvo el destello de la chispa ardiente

que Júpiter mandaba con el trueno

de su voz estridente,

y el fogonazo del volcán rugiente...

   Mas al ver en su mente retratados

los fulgores sin fin de la Hermosura,

Dios de siete colores combinados

produjo la criatura

que trocó aquel abismo tenebroso

en ámbito de luz esplendoroso.

   Entonces vino ya el segundo día

en claridad suavísima inundado,

y el perfil de la tierra se veía

sobre diáfano fondo dibujado.

    Y todo estaba bien: Dios complacido

siguió por el camino del Progreso,

y allá en la inmensidad dejó tendido

el manto que circunda el Universo;

   Ese manto de azul tan delicado

que desplega su bóveda en altura,

—93→
de innumerables soles tachonado

y de celajes de sin par blancura.

    Con esto el beso de la blanda brisa,

como influjo de virgen seductora,

de tierno halago, de vestal sonrisa,

nos dio divina la siguiente aurora...

II

«¡Y adelante, hasta la cima!»

   dijo entonces el Señor,

con el éxtasis que nace

    de los mares al rumor,

que trocábase la tierra

    en un imperio linfal

do gobernaba Neptuno

    cual monarca universal.

Pero estos vastos dominios

   quiso el Señor dividir,

para que también la tierra

   comenzara a producir.

Concentráronse las aguas

    en un lugar separado

y nació el prado anchuroso

    de rica esmeralda ornado;

flores de gran hermosura

   bellos jardines formaron

y los valles expansivos

    de colores resaltaron;

de Ceres en el dominio

   nacieron aljofaradas

por las gotas del rocío

    las mieses aprisionadas;

—94→
Las colinas tapizadas,

    las montañas primitivas

imponentes levantaron

    sus regias crestas altivas,

y por doquier ostentaron

    rica estera sin igual

de terciopelo radiante

    de belleza vegetal.

Se oyó el sonoro murmullo

   de la cristalina fuente

que gustosa alimentaba

    las flores a su vertiente;

aparecieron los lagos

    y los mares ondulantes,

do refleja el firmamento

   focos de luz rutilantes;

la inmensidad del océano

   apareció majestuosa,

cual fantástico idealismo

    de potencia misteriosa.

En tanto el blando susurro

   del follaje cipresino,

sus eólicos arrullos

    tocando en laúd divino,

entre uno y otro horizonte

   de verdor sin paralelo,

describían sin palabras

    la omnipotencia del Cielo...

III

    Al cuarto día el astro más fulgente

apareció en el éter incrustado,

—95→
y al ver el rayo de su luz ardiente

su mismo Autor quedó maravillado:

   Se concibe un espléndido retrato,

e impulsando su inmenso poderío,

ordena que cediendo a su mandato

nazca el bello Monarca del Estío.

   Y del campo bellísimos brocados

que formaron palmeras y abedules,

aspiraban sonrientes y extasiados

creciente vida en matizados tules.

   Y las rosas sus pétalos de grana,

y los lirios sus broches purpurinos,

bañaban a la luz de la mañana

en medio de cristales diamantinos.

   Deslumbrante cayó del quieto lago,

cual ornato en las aguas cristalinas,

do el ramaje teñido de su halago

daba júbilo en torno a las ondinas.

   Floripondios floridos destacaban

contrastado blancor al verde campo,

do felices oréades entonaban

gratos loores al beso de su lampo.

    Del mar inmenso en las rizadas ondas,

cayó brillante su fulgor naciente,

allende brizos de espigares blondas,

formando un cuadro de belleza ingente.

    Después en el crepúsculo se hundía,

y ocultando sus últimos reflejos,

una visión grandiosa aparecía

decorando la bóveda a lo lejos.

—96→
    Con su rápida luz mi fantasía

cruzó los siglos que abarcó el pasado,

para ver las bellezas de aquel día,

que en medio de ellas medité pasmado:

   -¿Podrán ser una lluvia de diamantes

caída de regiones ignoradas,

o por acaso de placer brillantes

lágrimas tiernas de inocentes hadas?

   ¿Podrán ser el horóscopo que indica

de los seres humanos el destino;

que en signos misteriosos pronostica

la suerte individual del peregrino?

   ¿Reflejos de esperanza, los que animan

del ingenio el arranque repentino,

o las chispas brillantes que iluminan

de las Musas el ámbito divino?...

    No sé lo que serán: que pobre humano,

no alcanzo a comprenderme ni a mí mismo,

¿Cuánto menos medir todo un Arcano

con el mismo criterio en que me abismo!

   Paréceme risible más que serio

el mortal en mil modos circunscrito,

que pretende sondear aquel Misterio

que se ensancha y se pierde en lo infinito.

   Grande es el hombre que a medir alcanza

la grande pequeñez que le adolece,

y al medir le da al Cielo su alabanza

y por ello en el Cielo se enaltece.

   Nace la luna do refleja hermosa

la luz febea que a lo lejos gira,

—97→
y con semblante de beldad piadosa

el gran axioma del Creador inspira...

IV

La luna y las estrellas

    que fúlgidas nacieron,

y bellas adornaron

    su campo de zafir,

al irse la penumbra

    por fin palidecieron,

del sol a los destellos

    de súbito se hundieron

pasando a las antípodes

    su luz a difundir.

El sol blandió de nuevo

    sus lampos orgulloso,

y el mundo presentaba

   riquísimo esplendor;

acuátiles criaturas

    en número cuantioso,

poblaron de su especie

    el piélago anchuroso,

Naciendo entre las aguas

   del mundo al rededor.

La délfica Polimnia,

    de Apolo la inspirada,

nos dio los dulces trinos

   de alígero cantor,

que Dios de la armonía

    el arte tan preciada,

dispensación divina

    de todos admirada,

—98→
ha creado en los gorjeos

   que vierte el ruiseñor.

El pavo con su pluma

    de galas ofuscante,

del cisne en la laguna

    el ampo encantador;

jugando la pantera

    con la gacela errante,

las tímidas palomas

    en cúspide arrogante,

recíprocos afectos

   brindaban al cóndor.

Los tigres y leones

    vivían lado a lado;

lamían al cordero

    de instinto fraternal;

era este un paraíso

    de amor ilimitado,

de vida confraterna

   bellísimo dechado,

un vástago celeste

   trocado en terrenal...

V

    Aquí tenéis la tierra transformada

y en un elíseo campo convertida;

Virgen que fue, la veo inmaculada,

su pecho lleno de inocente vida,

bañada por la límpida cascada

o al lado de la fuente cual nereída

que se deleita con las notas de ella

dándole en cambio halagos de doncella...

—99→

VI

    Tomando barro del bendito seno

de esta doncella hizo Dios al hombre,

y de su aliento prodigioso, ameno,

le dio un alma inmortal al casto cieno,

y «Adán», le dijo, «tomarás por nombre».

   Le hizo a su imagen; sobre lo creado

le dio dominio pleno y bienandanza;

así que del Señor por el agrado,

sus obras en el hombre han culminado,

y es el hombre de Dios la semejanza.

   En el séptimo día descansaba

lleno el Señor de tierno regocijo;

después sus ojos al Olimpo alzaba

y a todo aquel Edén do se recreaba,

para el bien de los hombres lo bendijo...

VII

    Y todo el Universo complacido,

aleluyas de júbilo entonando,

por la mano del Cielo bendecido,

y de múltiples galas revestido,

ebrio de gozo continuó cantando...

VIII

    Pero Dios no quedó complacido,

aun poniendo a las plantas de Adán

un Edén de bellezas henchido

que pudiera feliz gobernar.

    Porque el hombre, ¡sublime criatura,

el aliento y la imagen de Dios,

—100→
merecía en excelsa ventura,

todavía más grande favor!...

   Baña el Cielo de luz esplendente

de aquel valle florido el matiz,

y nos da una mañana preingente,

que no puédese bien describir;

   Surge suave, balsámica brisa,

perfumada de nítida flor,

y su halago de amor electriza

el ambiente que Adán respiró.

   Contribuye sonora fontana

sus arrullos de suave rumor,

y cediendo a tan linda mañana

en un sueño profundo se hundió.

    Dios se acerca, le encuentra dormido,

y resuelve hacer de él otro ser,

para darle la esposa al marido,

para darle una reina aquel rey.

   Pero Adán entretanto soñaba

que del cielo bajaba un querub,

cuya diestra al tender señalaba

dos estrellas en un cielo azul;

    que le dijo el querub suspendido

en el ampo de gasa etereal:

-Este cielo a dos astros unido

trae consigo el destino de Adán...

   A la dicha que el hombre sentía,

contemplando tan grata visión,

como en sueño infantil sonreía,

cual sonríe ante el cielo la flor.

—101→
    Mas de pronto una niebla ominosa,

impelida de fuerte aquilón,

en su fuga llegó procelosa

y aquel cielo brillante opacó.

    En seguida un arcángel parece,

ataviado de diáfano tul,

y estallar en su mano parece

de una espada de fuego la luz;

   fulminante tronó sucedida

de volcánico estruendo fatal,

y la tierra sintió estremecida

en su sueño pronóstico Adán.

    Sin poder comprender lo que vía,

de aquel rayo estridente a la voz,

despertó, y a su lado tenía

más hermosa que célico sol,

    A la madre primera en lo creado,

a la Eva que el Cielo le dio,

cuyos ojos en sueño inspirado

de dos astros tomaron fulgor.

   Tiene formas de Venus Citerea,

tiene el alma de niño al nacer,

y sus ojos rasgados recrea

muy gozosa por todo el Edén.

   Los copiosos castaños cabellos

que bañaban su tez de marfil,

sus mejillas rosadas con ellos,

y sus labios de rico carmín,

    rebosaban al hombre de agrado,

de contento, de dicha, de amor...

—102→
¡Ah! Las nieblas no habían llegado...

Muy felices quedaron los dos...

IX

    Y todo el Universo complacido,

aleluyas de júbilo entonando,

por la mano del Cielo bendecido

y de múltiples galas revestido,

ebrio de gozo continuó cantando...


FIN DE LA PRIMERA PARTE

—[103]→

Segunda parte

Cantos del hogar y traducciones

—[104]→ —[105]→

A mi hija, Herminia

Perlita del océano

    incierto de mi vida,

erótico trofeo

    del triunfo de mi amor;

abriga en ti mi seno

    la joya más querida,

la marca de pureza,

   pureza enriquecida

por la inocencia casta

    de la niñez fulgor.

Esas miradas tiernas

    que nacen de tus ojos,

radiantes de hermosura,

   brillantes como sol,

prodíganle a mi vida

   placeres por abrojos,

tornando en mi sendero

   del hado los despojos

en celestial delicia

    de paternal amor.

Herminia, ¡mi chatita!

   manjar de mil amores,

auréola que circunda

—106→
    mi ardiente corazón;

quisieran emularte

    del campo bellas flores,

quisieran describirte

    mis débiles loores,

mas eres obra magna

    de celestial creación...

El lapso de tres años

    se cumple en pocos días

desde que tú viniste

    la dicha a despertar;

en mi alma estumulaste

   las esperanzas mías,

mi corazón colmaste

    de goces y alegrías

y en un edén tornaste

   tu natalicio lar.

Felices desde entonces

    papá y mamá vivimos,

contigo muy dichosos

    los días pasan bien,

limpiose el horizonte

    y despejado vimos

el sol de tus fulgores

    y tanto te quisimos

que ya no sé ni cómo

   brindarte el parabién.

El cielo nos la preste

    con alma pura y bella,

estímulo de dicha

    sin límite, ideal;

que brillen sus virtudes

—107→
    constantes como estrella,

que fluyan a raudales

    las venturanzas de ella,

y Dios la guarde ilesa,

   ¡perlita angelical!


A mi hijo, Felipe

    A la sombra de un helecho

que majestuoso se erguía,

a la margen do corría

un caudaloso raudal,

sobre el césped yo sentado
5

con mi vara y con mi anzuelo,

esperaba con anhelo

he la pesca algún caudal.

   La tarde estaba serena,

y aumentaba mi delicia
10

la placentera caricia

de la brisa ocasional.

Estando así destraído

y al rumor de la vertiente,

apareció de repente,
15

cual visión espiritual,

    un grupo de blancas ninfas

en tenues nubes flotando,

que se venía acercando

hacia mí, sin vacilar;
20

conjeturé que serían,

tal vez, ufanas ondinas

que las aguas cristalinas

venían a contemplar.

—108→
    Mas luego cambió la escena:
25

veía yo un arbolado

en un campo decorado

por las flores de un vergel:

de las blancas azucenas

a las violetas pasaba
30

una abeja, que libaba

de los nectáreos la miel.

    Caminando entre las flores

por doquiera la seguí

esperando hallar así
35

el sitio de su taller.

Pero de nuevo aparecen,

en tenues nubes flotando,

y vienen a mí volando

las ninfas que antes miré:
40

   Un panal de rico almíbar

en mis manos me pusieron

y cantando me dijeron,

«Las flores os dan la miel».

Por un momento, pasmado,
45

ante cuadro tan curioso,

perdime en lo misterioso

y en seguida desperté.

   Desperté, nada veía,

pero en vano fue mi empeño,
50

quise explicarme aquel sueño

pero no lo conseguí.

Mas hoy que ven mis recuerdos

lo que pasó en aquel día,

conjeturo que sería
55

esto lo que en él yo vi:

—109→
    Era el jardín nuestro hogar:

y todas aquellas flores,

símbolo de dos amores

que en el nuestro el cielo unió;
60

la abeja era mi destino

que yo seguía en mi anhelo,

cuando nos mandaba el cielo

al hijo de nuestro amor.

    Sí, el panal era sin duda,
65

nuestro hijito idolatrado:

miel que la vida ha endulzado,

cera que luz vierte ya,

luz que disipa las sombras

que cruzan por nuestra senda,
70

y del mundo en la contienda

nuestro impulso animará.


A mi hija, Josefina

    Era mañana de primavera,

surgían auras del mes de abril,

y yo esperaba que floreciera,

de tanta vida que renaciera,

una maceta de mi pensil.
5

    Vi entre sus hojas que pendulaba

de un jazmincito blanco el botón,

y yo con éxtasis aspiraba

la suave aroma que de él manaba,

soñando en sueños de la ilusión.
10

   Estando en esto muy destraído

vi que el espacio se oscureció,

y yo en la sombra quedé inmersido,

—110→
sentí mi pecho de pena hendido

y de mí todo pasó... pasó...
15

   Mas todo aquello pasó al instante,

cual breve soplo del vendaval,

y el sol de nuevo nació brillante,

de nueva vida reverberante,

típica vida primaveral.
20

    Volví los ojos a la florera,

como atraído por el amor,

y ¿cómo explico lo que sintiera

viendo en el acto que se volviera

mi botoncito fragante flor!
25

    Flor que me daba feliz llenura,

dicha completa a mi bienestar,

¡era mi Melba, mi hijita pura,

mi Josefina, sol de hermosura,

jazmín precioso, luz de mi hogar!
30

   Dos años dista ya esa mañana,

de mil delicias fiel manantial:

de ella recibe mi vida ufana,

dulces gracejos, labios de grana,

blondos cabellos, un ideal...
35

    Logre mi anhelo ver concedido,

del mismo Cielo que me la dio,

que tras de mucho de haber vivido,

vuelva a su seno como ha venido,

¡así tan pura como nació!
40


—111→

A mi hija, Julieta

(Soliloquio)

    Veo que estás sonriéndote dormida:

duermes un sueño de inocente calma

en tu cunita de plumón mullida.

    Sueñas tal vez, blanquísimas palomas,

que cambian sus cucúes a tu lado,
5

en medio de un edén rico de aromas;

   aromas que las dalias y las rosas

ofrecen como incienso a tu sonrisa

en el sueño infantil en que reposas.

    Hace tres meses que viniste al mundo,
10

cual nuncio celestial de nuestra dicha,

querub hermoso de mi amor profundo.

    Y si un regio monarca me ofertara

por tu ser sus riquezas y su trono,

¡Mi anatema a su insulto le arrojara!
15

    Que tus deudos y yo cuando nos vemos

en esos tus ojitos perspicaces,

y un mar de amor inmenso te ofrecemos,

   en cambio recibimos, extasiados,

en triple recompensa, tu sonrisa,
20

¡más preciosa que un mundo de reinados!

   Hoy, dos almas que unidas forman una,

y en una por tu dicha le desvelan,

desde el lado halagüeño de tu cuna,

—112→
    Invocamos al Dios de tu destino
25

que en tu alma resplandezcan bellos dones,

y doquiera que curses tu camino,

derrame sobre ti sus bendiciones.


A mi hija, Elvira

(Sonetos)

I

    Cual diáfano celaje que circunda

la cúspide que altiva se levanta,

y en ondas de blancura sacrosanta

la tosca formación toda se inunda;

   cual vierte su belleza en la rotunda,

que en grietas de aspereza se quebranta,

do el verdor de los pinos se levanta

del sol ornado por la luz fecunda,

   así, mi bien, con plácida ternura,

tú difundes la esencia de tus flores

por el tosco sendero de mis días;

    la cúspide soy yo, tú la hermosura

que envuelve mi aspereza en sus fulgores

y cubre mis abrojos de alegrías...

II

    Y al ósculo del hálito surgente

que trajo repentina su frescura,

se torna blanca niebla en gota pura

de líquido cristal; en prisma ingente

   do nace un esplendor iridescente;

y aspiran de su bálsamo la altura

—113→
y el valle pintoresco que fulgura,

un mar de bendiciones floreciente.

    Si acaso mi alma anhela excelsitudes

o en mi árida ventura hay flor amena

la que alguna virtud a mi alma inspira,

    es fruto celestial de tus virtudes,

es bálsamo que libo en la azucena

de tu alma angelical, mi tierna Elvira.


A mi Elvira

    Tengo yo un parecito de estrellas,

cada día que brillan más bellas

en el cielo amoroso de mi alma;

que le marcan el paso a mis huellas

por un valle de goces y calma.
5

    Son un par fulgurante de soles,

en mi senda de rudos peñoles,

son la luz en mi oscura jornada,

y por ellos un mar de primores

cada día me da la alborada.
10

    Si mi hogar tiene un rasgo del cielo

en que cifro devoto mi anhelo

encendido en doméstico encanto;

si es la planta que en mi árido suelo

a mi vida le da su amaranto;
15

    si mis campos se visten de flores,

y difunde sus ricos fulgores

en altura gratísimos Febo;

si mi pecho rebosa de amores,

a esas dos estrellitas lo debo.
20

—114→
    Porque son los destellos vivaces,

juguetones que ríen perspicaces

cuando a darme una broma conspira,

ese cielo do brillan audaces

¡esos ojos de luz de mi Elvira!
25


A mi hijito, Buenaventura

    Volaste al cielo, ángel mío,

de alba pureza aureolado,

y con tu ausencia ha quedado

el mundo opaco y sombrío.

   Tus padres y tus abuelos
5

de dolor están transidos,

porque al irte ven perdidos

muchos floridos anhelos.

    No olvidamos ni un momento,

tus gracejos celestiales,
10

tus miradas ideales

y las notas de tu acento.

   Eras todo nuestro encanto,

luz de sol en nuestra vida,

la que hoy vemos extinguida
15

por las lágrimas del llanto...

   Pero el alma halla consuelo

cuando en esto yo me fijo:

¡dimos en el mundo un hijo

por un ángel en el Cielo!
20


—115→

A mi hijita, Melba

    Era una noche de otoño,

que yo con pena y cuidado

veía que un viento helado

ajaba un tierno retoño.

   Retoño que había nacido
5

en el jardín de mi amor,

tan puro como la flor

que de él hubiera crecido.

    Unos cuantos días vivió

en este valle de duelos,
10

cuando dichosa a los cielos

sus blancas alas tendió.

    Hoy su ceniza reposa

al pie de una triste selva,

pero el alma de mi Melba
15

es una estrella gloriosa;

    No estaba en propio local

de esta vida en el vaivén,

porque un ángel no está bien

en la vida temporal.
20


A mi ahijada, Rosa Córdova

I

    ¿Puedes tú comprender por qué palpitan,

al impulso de tiernas emociones,

de tus padres los dignos corazones

y en ancho piélago de amor se agitan?

—116→
    ¿Puedes tú comprender por qué para ello;
5

tienen hechizos la sonriente aurora,

el beso de la brisa arrobadora,

y del orbe del día los destellos?

    Es por ti, bella Rosa, que sus vidas

son un sueño de blancas ilusiones,
10

que unieron para ti sus corazones,

formando un alma en cuyo amor anidas.

II

    ¿No ves los campos y los jardines,

cuyos jazmines te dan su amor?

¿Y que te ofrece de los pinares
15

dulces cantares el ruiseñor?

    Más que las flores es tu hermosura,

cosa más pura es tu candor,

oí tu acento, místico, santo,

¡no tiene cinto ya el risueñor!
20

   Sigue la ruta ya comenzada,

rosa aromada, bella ilusión,

y del que te ama serás orgullo

que en el capullo del corazón,

ya floreció...
25

       Por eso es que palpitan

al impulso de tiernas emociones,

de tus padres los dignos corazones,

y en ancho piélago de amor se agitan.


—117→

A mi ahijado, Jacobo Aragón, hijo

    Es grande el regocijo, caro ahijado,

que siento palpitar dentro mi seno,

al ver en tu niñez pronosticado

un porvenir de venturanza lleno.

    Muy grato es ver en tu misión temprana
5

ya florecer la doctrinal semilla

de la enseñanza provechosa y sana

que hoy ejemplar en tu conducta brilla.

   Ella es el fruto, que con mucho esmero,

tus padres en tu ser han cultivado,
10

cual ricas flores del amor sincero,

que reflejan su esfuerzo coronado.

   Por eso, ahijado, sugerirte quiero,

hoy que pisas tus prístinos peldaños,

cómo cumplir con tu deber primero
15

para con ellos en futuros años.

    Sabe que aquellos que tu ser te dieron,

llenos de fe, de amor y de confianza,

desde la cuna do tu ser mecieron

han cifrado en tu vida su esperanza.
20

    El deseo más hondo que han guardado

es ver a su Jacobo ya crecido,

en medio de los hombres admirado,

de bellísimos dotes distinguido.

    En tu dicha la suya se comprende:
25

mira el amor con que tus pasos velan,

—118→
Y nunca olvides que de ti depende

que ellos realicen lo que tanto anhelan.

   Deja que sea tan sublime afecto

de tu recíproca lealtad criterio,
30

y dales de la vida en el trayecto

completa gratitud y refrigerio.

    Habrás con esto tu deber cumplido,

y ellos por eso vivirán dichosos:

será la realidad tu ser querido,
35

que adornaron sus sueños más hermosos...

   Nació la aurora, y al nacer el prado

se vio de flores y de vida lleno,

y el sol de la mañana despejado

temprano el día lo anunció sereno.
40

    Por eso yo en seguridad preveo,

sin abrojos futuros tu camino,

y por eso al brindarte mi deseo

¡el orgullo eres ya de tu padrino!


—119→

A mi amada hermanita, Lucía5

    Levanta, hermana, tu divina frente,

escucha atenta a mi quejoso canto,

quiero expresarte con amor ardiente

lo que ocultaba del silencio el manto;

    el sentimiento puro que concentro,
5

que recóndito estuvo luengamente,

y son ecos que salen de mi centro,

escúchalos, hermana dignamente:

    vino el hado vestido de furores

en un tiempo de dicha lisonjera,
10

rebatome, ¡desgracia lastimera!

mi ventura, mi paz, y mi placer.

    Vino ese hado feroz, inexorable,

mató el alma de un ser a quien yo adoro,

de la madre que estimo sobre el oro,
15

de ese ser a quien debo yo mi ser.

    No fue todo, que mientras yo esperaba

que cambiase la suerte de mi vida,

vino la parca intrépida, homicida,

y... ¡a mi padre adorado asesinó!
20

—120→
    Dardo mortal entonces a mi pecho

diole aquel lúgubre y fatal evento...

¡Ay qué triste pesar y qué tormento

cuando vi que mi gloria terminó!

    Y al verme solo, pobre, abandonado,
25

todo era triste en el contorno mío:

era mi suerte un austero sombrío,

que irritado bramaba en tempestad.

    Y en medio de esta ponderosa bruma

yacía el alma sin ningún asilo...
30

Mas vino un ángel de mirar tranquilo,

vino a calmar la bruma pertinaz.

    Tú fuiste ese ángel, mi amorosa hermana:

el iris tú que en la región del duelo

levantose, cual seña de consuelo,
35

a volver a mi cielo su turquí.

    Tú al ver mi vida en tan penoso estado,

movida de piedad y de ternura,

me dijistes en tono de dulzura:

«Pobre ser, a mi lado has de vivir».
40

   Oí tu voz dulcísima, hechicera,

y hacia tu amparo recurrí anheloso:

en ti encontré, feliz y venturoso,

una madre de amor y de piedad...

    Sí, tú has sido mi madre, hermana mía:
45

tú has mimado mi vida pesarosa;

mi marchita pupila lacrimosa

la ha enjugado tu célica bondad.

   Autora has sido de mi nueva historia:

tú me has vuelto la paz que era perdida,
50

—121→
feliz miro la gloria de mi vida

al mirarme a tu lado con placer.

   Y el recuerdo fatídico y funesto

de mi gloria perdida de otro día,

se convierte de pronto en alegría
55

a tu presencia, angelical mujer...

   Alma heroica, benigna, incomparable,

quién eres tú, que mi angustiosa pena.

Adivinaste, y de piedades llena

escuchaste la voz del corazón?
60

    Al mirar la grandeza de tu alma

se llena mi existir de sentimiento,

y me elevo hasta el mismo firmamento

proclamándote mi ángel redentor.

    Y aunque no puedo en mi ardoroso anhelo
65

compensar tu bondad como mereces,

mi ardiente pecho palpitó mil veces

inundado en tu amor y en gratitud.

   Dios sólo puede compensar tus hechos

tan heroicos, tan nobles, tan piadosos;
70

en la gloria laureles honorosos

coronarán sin duda tu virtud.


Pedro C. Chacón

—122→

Salmo de la vida

Traducido del inglés

    No digáis con acento dolorido

que la vida es un sueño sin valer;

muerto estáis en el alma si dormido,

y las cosas no son su parecer.

    La vida es cosa real, cosa tangible,
5

y en la tumba no cumple su misión;

«Polvo eres, en polvo convertible»,

para el alma no tuvo aplicación.

    Ni el dolor, ni tampoco la alegría,

es la meta mundana del mortal,
10

sino obrar con el fin que cada día

nos ayude en la vida a progresar.

    El arte es lento, pero el tiempo vuela,

y aunque fuerte y bizarro el corazón,

palpita como lánguida vihuela
15

de marcha funeraria al triste son.

    Del mundo borrascoso en la contienda,

al estar de la vida en el vivaque,

¡no viváis como reses en hacienda,

sed héroes activos y al ataque!
20

   No confiéis del tiempo venidero;

dejad lo que ha pasado, do pasó;

obrad en lo presente por entero

con el Cielo por guía y con valor.

—123→
    Las grandes vidas todas, muestran ellas
25

cómo hacer de la nuestra un ideal,

y dejar al partir eternas huellas

impresas en la arena temporal;

    huellas sí, que algún otro ser humano,

de la vida cursoria en la alta mar;
30

algún náufrago triste, algún hermano,

al mirarlas se pueda reanimar.

    Por lo tanto ¡adelante con denuedo,

todo obstáculo y suerte hasta vencer!

Conquistad en el bien, seguid sin miedo;
35

Trabajando alcanzad a merecer.


LONGFELLOW

La fénix

Traducida del inglés

    Al darse al vuelo por la vez primera

la prodigiosa Fénix al nacer,

sus plumíferos súbditos la adoran

y aclaman por su reina en su querer;

   al dirigir su vuelo hacia el oriente,
5

sus números mayores se levantan,

y los poetas del aire jubilosos

sus glorias en el éxtasis le cantan.

   Y al brindarle sus aéreos festejos

las huestes numerosas que la sigan,
10

rodeándola así en festal concurso,

con las alas aplausos le prodigan.


DRYDEN

—124→

Un sabio

(Traducción liberal)

Discreto en la encina donde moraba

   un tecolote todo observaba;

   quieto y callado todo él oía,

    pero en silencio permanecía;

   yerros ajenos de tantos cuyos,
5

   él apreciaba que no eran suyos;

   todos aquellos que alzan mitote,

   tomen ejemplo del tecolote.


(Desconocido)

Un bello ideal

(Traducción)

    Dejadme vivir donde pasa el camino

que la suerte a los hombres trazó:

son buenos, son malos, son débiles, fuertes,

sensatos o sandios, lo mismo que yo;

y siendo cual yo, ¿por qué desdeñarlos,
5

o arrojar del cinismo el baldón?...

Dejadme vivir donde pasa el camino

que la suerte a los hombres trazó:

vivir sin fijarme ni en raza ni en nombre,

amigo de todos los hijos de Dios.
10


SAM WALLIS FOSS

—125→

La visión de Baltasar6

Traducida del inglés

    El rey, del trono en la silla,

sátrapas llenan la sala,

y un millar de luces brilla

en aquel festín de gala;

mil cálices de oro en mano,
5

vasos del culto divino,

el sacrílego pagano

profanaba con el vino.

    Pero así al estar gozando,

van los dedos de una mano
10

sobre la pared trazando

las palabras de un arcano;

era mano de varón

que solitaria escribiera,

y en mística ondulación
15

las figuras recorriera.

    La vio el monarca temblando,

pidió que el festín cesara,

y con voz trémula hablando,

blanca de terror la cara,
20

dijo, «Vengan sabios seres

y magos de esta región,

expongan los caracteres

que causan mi turbación».

—126→
    Y los magos de Caldea
25

acudieron en llenura,

pero ninguno sondea

la misteriosa escritura;

la consternación reinaba

entre los hombres de ciencia,
30

mas muda, ignota quedaba

la aterradora sentencia...

   Pero un cautivo7 se hallaba

en la tierra de Babel,

y por éste el rey mandaba,
35

y viene el joven doncel;

viene, lee la profecía

y descifra su entidad,

y al amanecer el día

ve cumplida su verdad:
40

   «Llega el fin de Baltasar,

termina aquí su reinado;

la balanza al computar

falto le ha manifestado;

su mortaja, el manto real,
45

y sus culpas sin abono,

el medo está en su portal

y el persa sube a su trono».


BYRON

—127→

En la muerte de una joven

Traducción del Inglés

    Callados están los vientos,

silencia la obscuridad;

ni un céfiro exhala alientos

del bosque en la soledad;

mientras yo en su tumba helada
5

flores vengo a tributar

a Margarita8, mi amada.

    En esta estrecha celda su ceniza,

que antes con tanta animación brillara,

es presa de la parca arrojadiza;
10

ni valer, ni hermosura que integrara,

pudieron redimir por fin la vida

que el Rey de los Terrores arrancara.

   ¡Oh! si tan sólo compasión sintiera

ese Rey, o decretos tan terribles
15

el Cielo a derogar condescendiera,

aquí el doliente, en términos sensibles,

su fúnebre dolor no revelara,

ni triste esas virtudes relatara.

    Pero, ¿por qué gemir? Su alma se eleva
20

allende donde el orbe cotidiano

sus fulgores espléndidos releva,

—128→
y los ángeles la guían de la mano

adonde con placeres inmortales

se retribuyen las virtudes reales.
25

    ¿O deben los mortales presuntuosos,

locos, la Providencia reprochar?

¡Ah! no, que esos impulsos vanidosos

vuelen lejos de mí con su tentar;

jamás en estos trances angustiosos
30

mi sumisión a Dios quiero esquivar.

   Pero el recuerdo para mí es precioso

de sus virtudes y su hermosa faz,

que mueven a mi afecto lacrimoso

y adueñan en mi pecho amor feraz.
35


Byron

—129→

María Estuardo y su doliente9

Traducida del inglés

Del hacha del verdugo

    la obra consumada,

el cuerpo abandonado

    sobre una mesa está;

la tierra de legiones

    de humanos habitada

ninguno halló que fuera

    su polvo acompañar.

La obra más hermosa

    de mano de Natura

jamás que en forma humana

   espléndida brilló;

un rayo matutino

    del sol de un alma pura

que sobre un trono humano

   consume su fulgor.

—130→
La Venus de la tumba10,

    la muerte y el destino,

la voz de la sirena

    que un huracán cernió

con cada melodía

    de su acento argentino,

tal fue la que a la vida

    la intriga arrebató.

Tal fue la que la infamia

   dejaba en abandono

a corroerse aislada

    en lóbrego capuz...

¡Una estrella se hundía

    del mundo en el encono

y no hay quien eche menos

    el rayo de su luz!

¡Austero Knox, escucha,

    que aquella triste escena

   una verdad más áspera

    puede muda enseñar

a las pompas reales,

    que la ruda condena

que a los pecados reales

   pudiste predicar!

¡Su labio ya no puede

    más víctimas captarse,

su mano sediciosa

    cuán impotente está!

—131→
Oh, Dios! y ¿qué es un rey?

   ¿un ser al incrustarse

corona en la cabeza?...

   ¡Fastosa nulidad!

El mundo que está lleno

    de vida, amar y afecto,

sin duda que podía

    un ser proporcionar;

de sus millones uno,

    en el local trayecto,

que el polvo de una reina

   dignárase a velar.

Mas ni un sólo ojo humano

    se acerca a su ceniza...

Pero, ¡mirad! ¿Qué agita

    de pronto el funeral?

¿Qué queja por la sala

   doliente se desliza,

do no hay un ser humano

    que pise ni el umbral?

¡Ah! cerca de la forma

    que humanos no atendían

un ser en el olvido

    vigila el polvo fiel;

y más y más se apega

    al pecho do latían

caricias ya pasadas,

    ¡pasadas, suerte cruel!

Y mira aquellos ojos

    glaseados que aun quiere;

—132→
ansioso y anhelante

    su aliento espera oír;

no sabe que en la vida

   hasta el cariño muere,

y el amor en la muerte

   concrétase a huir.

Halaga como en antes

   aquella mano helada;

escucha de sus labios

    la voz que no habla más;

ni pompa, ni descenso

   preocúpanle por nada,

la muerta era su reina,

    ¿qué importa lo demás?

Con ojos lacrimosos

    que el mismo horror no arredra,

vigila el barro inerte

    con formas de mujer;

y así sobre aquel seno

   exánime de piedra,

vertió el postrer halago

    y aliento de su ser.

Y cuando los cerrojos

   discordes rechinaban

y llegan ya los pasos

    que cruzan el dintel,

la compasión humana,

    que cínicos negaban,

se encoge de vergüenza

   ante aquel ojo fiel;

—133→
aquel ojo que mira

    cual si un reproche diera

a los que así pudieron

    matar y abandonar;

y otra mirada tierna

    le da a su compañera

ansiando de aquel sueño

   poderla despertar.

Descubren el cadáver

    y tocan la ceniza;

se oyó un quejido tenue...

   por fin duermen los dos:

el barro de aquella alma

    que el odio martiriza,

lo mismo que la vida

    que amando se inmoló.

¡Semíramis de Albión,

    salud, el cielo estalla!

Guardado en ese crimen

   vuestro destino está;

mas cuando vuestros ojos

   repasen la rondalla

que viles escribientes

    se prestan a forjar;

cuando en remordimiento

   tardío ya enterada

de aquel esclavo triste

    que al lado se encontró

de aquella forma inerte,

   sangrienta, inanimada,

—134→
que tu implacable inquina

   voraz anonadó;

¿acaso tu alma entonces,

    en lóbregos prospectos,

no preverá la hora

    postrera de tu fin?

¿Cuando esos que se inclinan

   a tu corona abyectos

del trono tambaleante

   se aparten para huir?

¿Cuando tu grande pecho

   solloce de quebranto

y en lágrimas tus ojos

   ansíen encontrar,

buscando en el vacío,

    en vano, el eco santo

de un corazón amigo,

    y busquen... sin hallar?...

No importa que se agolpen

    el clero y la nobleza

queriendo los dolores

    de tu altivez calmar;

más vale aquella angustia

    que se agotó a entereza

cabe la cruenta víctima

    de tu malicia audaz.


E. BULWER LYTTON

FIN

—[135]→

Tercera parte

Saetas políticas y prosa

—[136]→ —[137]→

Un republicano real

I

¡Pues bien! Es el caso

   que en época atrás,

cuando hubo una guerra

   feroz sin igual,

por dar a la Patria
5

   solidaridad,

un republicano

    que dice que es «Real»,

pieza de cuartilla

    o claco no más,
10

diz que fue a la guerra...

   ¿sería a pelear?...

De espaldas al fuego,

   corriendo hacia atrás,

los ojos abiertos,
15

    la boca aún más,

temblando de susto

   por ver estallar

de horrísino embate

   metralla fatal;
20

y en esa figura,

   ridícula asaz,

densos nubarrones

—138→
    de humo y de gas,

por todos los poros
25

   soliose tragar,

dejando la guerra,

   volviendo al hogar,

inflado de gases

   inmenso costal.
30

Hoy el veterano,

    en su ancianidad,

delira que es poeta,

   porque delirar

bien puede quien pudo
35

    la Patria salvar...

De espaldas al fuego,

   corriendo hacia atrás...

II

De aquestos delirios

   doliente al estar
40

en días pasados

   nuestro militar,

llegole noticia,

    del todo mendaz,

que Guillermo, el Toro,
45

   ¡qué barbaridad!

Pensión venidera

    logrole aumentar,

por la bizarría

    que supo enseñar...
50

De espaldas al fuego,

    corriendo hacia atrás...

III

Al leer la noticia

    nuestro militar,

—139→
cabriolas al aire
55

    se puso a bailar,

cantando y gritando

   con júbilo tal,

primero una jiga,

   después el can can,
60

que en estas y en otras

   tropieza quizás,

y al suelo cayendo

   revienta el costal

¡Con un estallido
65

    del mismo Satán!

Y de él escapándose

    el denso caudal

que marras en guerra

   soliose tragar,
70

con luengas estrofas

    de humo y de gas,

¡por Jestas, al Toro

    se puso a encomiar!

Y a soplos y soplos
75

    de gas y más gas,

sin pensar siquiera

    en la caridad

debida a la Prensa

    y a la humanidad,
80

¡llenó una gaceta

    de verbosidad,

que parece el Cuento

    de Nunca Acabar!

En fin, las estrofas
85

    son veinte y dos más

de absurdo pleonasmo

—140→
que huele a corral;

   y en éstas afirma,

¡qué temeridad!
90

   que este mismo Toro

¡diz que es «la Verdad»,

   la misma «Honradez»

y la «Honestidad!»...

   Pero esto no importa,
95

señor militar,

   el pueblo ya sabe

del Toro incapaz

   los verdes tomates

que sabe pelar,
100

   y usted ¡ay! no puede

el sol eclipsar

   con esas estrofas

de humo y de gas,

   no importa que fuera
105

valiente a guerrear...

   De espaldas al fuego,

corriendo hacia atrás...

IV

Dice que es el Toro;

   «sin exagerar»,
110

el Cid Campeador,

    ¡ahí pudo acertar!

El Cid ya sabemos

    que muerto está ya,

y por estar muerto,
115

    yo admito en verdad,

entre el Cid y el Toro

   simil entidad,

—141→
Y no le doy contra,

   señor militar.
120

Pero aquí ya vamos

    un punto a tocar,

que es muy delicado,

   ¡cuidado al entrar!

Porque las mujeres
125

   usted al pintar

«lloronas que saben

   tan sólo llorar»,

a tanto se expone

    por versificar
130

que al fin las mujeres

   le van a linchar,

o al menos quitarle

    la ropa en un zas,

untarle resina
135

    y hacerle emplumar;

y en esa figura,

    en marcha triunfal,

por todas las calles

    sacarle a pasear:
140

funesta deshonra

    para un militar

que pudo valiente

    la Patria salvar...

De espaldas al fuego,
145

    corriendo hacia atrás...

V

Pero al fin de tanto

   sorber y soplar,

cual asno que pudo,

—142→
    por casualidad,
150

en un basurero

    la flauta tocar,

aquí nos ha dicho

   voacé la verdad:

dice que doquiera
155

   que suela tocar

el Toro la puerta

    que se la abrirán:

y yo le aseguro

    que de par en par,
160

y como a un faldero

    le dirán «¡Quía, sal!»

Para que se vaya

    sus pulgas a echar

al tórrido clima
165

    do está Satanás...

En fin, ya no quiero

    más tiempo gastar

de usted criticando

    las rimas de gas.
170

Mar siendo SOLDADO,

   cual díjolo ya,

cuya SOLDADURA

    muy antigua está,

voacé ¿cómo espera
175

   poder remendar

el roto registro

    de aquel Barrabás

que usted denomina

    la misma «verdad»!...
180

En fin, no debemos

    en serio tomar

—143→
A quien sólo exhala

   vapores y gas...

Persista en su tema
185

    tan digno de «un real»,

que tal vez consiga,

    con perseverar

en luengas estrofas

    de humo y de gas,
190

al buen San Gregorio

   del «Toro» sacar:

milagros patentes

    bien puede forjar

quien pudo ¡caretas!
195

    la Patria salvar...

De espaldas al fuego,

    corriendo hacia atrás...


—144→

Un baile de caretas

Era la ocasión de un concurridísimo baile de caretas, que cierta logia local verificaba en la casa de ópera de una mediana población del Estado de Colorado, en el año de 1898.

Muy divertido me sentía yo contemplando el singular espectáculo que presentaba una multitud de seres, ataviados en una extravagante diversidad polícroma de mil caprichos humanos: por aquí se veía un disfraz que representaba un salvaje de Borneo; por allá se veían dos que personificaban los «Gemelos de Siam»; más allá se veía otro que saltaba imitando una rana, cuyo verdor de manchas negras le daba conspicua prominencia, y por toda la platea se veían bailando caracteres alegóricos de reyes, gitanos, turcos, indios, chinos y qué se yo, sin faltar el omnipresente «tramp», perseguido de listos polizontes (tales como rara vez existen), y un sinnúmero de otros más que no diré. Estaba yo completamente obcecado por todo aquello, cuando de repente se acerca a mí una dama, al parecer joven, la cual, no obstante el disfraz que la cubría, se veía muy arrobadora, su talle tan esbelto y bien configurado, que me llenó al instante de embeleso. Me habló con voz ladina y placentera:

-Buenas noches, señor.

-Muy buenas se las deseo, le respondí con nervios agitados.

—145→

-Deseo hablar con usted unas palabras.

Yo, más que de carrera condescendí a que sus carminados labios se acercaran, si no a los míos, al menos a mi oído. Díjome quién era, y lo que deseaba, y todo vino a rematar en una grande risotada entrambos dos...

Reclinado a uno de los pilares del salón, observé a cierto conocido mío, llamado Pancho Morales: joven, cortés a lo palurdo; pulido y presuntuoso hasta ridículo extremo, y amante de las muchachas hasta la pared de enfrente, que a éstas les hacía mil dengues, guiños y agasajos para granjear su cariño, pero como fuese por lo natural, torpe y desagraciado, todos sus esfuerzos y galanterías resultaban siempre en ridículo para él, y en disgusto para ellas.

Pancho, como yo, andaba sin disfraz, habiendo ido más bien a presenciar el evento que a participar de él. Fui a donde él estaba, mas como fuese corto de vista, no me vio sino hasta que me hube acercado mucho, y eso sólo cuando con voz fuerte le dije en forma de saludo:

-¡Hola, chico, qué tal! ¿Cómo la pasas?

-Qué, ¿la vista? Pues, la paso de un lado al otro del salón, mirando todo, me respondió con una explosión de risa, que en él era característica, siempre que creía haberse lucido en una agudeza.

-¡Hombre de Dios, pues, no te aplomes! Acabo de encontrarme con una señorita Carmen Hinojosa, extranjera en el lugar, y es ella uno de los tipos más amables y encantadores que ojos hayan visto. Es para bailar, una moderna Salomé, un verdadero —146→ Terpsícore. Vente conmigo para presentarte a ella, y verás tú qué barbiana...

-¡Cáspita, bufón, no lo repitas, voy contigo aunque al punto me desnuque! -exclamó Pancho ardiendo de entusiasmo.

Presentarle yo a la señorita Hinojosa, y convidarla él a bailar la siguiente pieza, fueron una y la misma cosa.

Yo me quedé sentado haciendo el mayor esfuerzo por suprimir la risa que me ahogaba, al ver las ondulantes cabriolas, multiformes piruetas y risibles chicoleos con que el quijotesco Pancho trataba de agradar a su bella compañera.

Bailó con ella cinco o seis piezas consecutivas. Por fin vino a donde yo estaba, y con el gusto cloqueándole al gargüero, y apretándome la mano bruscamente, así me dijo:

-No te puedes figurar cuánto he gozado... y además, capitán, ¿qué no te cuento? Le he ofrecido acompañarla a casa y ella ha recibido mi humilde cortesía con una amabilidad digna de un ángel. ¡Cuán feliz yo me siento en esta noche, después de tantas y amargas decepciones! Aunque todavía no puedo ver su cara, la regia simetría de su talle, y la rica melodía de su acento, me tienen ya volando en la ilusión...

Al terminar este interesante discurso, llega la media noche, la hora de partida, ¡hora feliz para el dichoso Pancho! Se marchan ambos muy ufanos con rumbo a la casa de la señora Petra Bustillos, en donde estaba hospedada la santa Hinojosa.

-¿Por qué no se quita usted la máscara? -pregunta Pancho.

—147→

-Tan pronto como lleguemos a la casa.

-No puede usted figurarse cuánto anhelo conocerla con intimidad, y cultivar relaciones mutuas a la vez que recíprocas con usted, tal vez hasta el amor; y más aún, hasta unir mi destino al suyo en los eternos vínculos del matrimonio, iba diciendo Pancho, y continuaba: -Perdóneme usted mi franqueza, pero en verdad le digo que al través del antifaz que oculta su cara, se trasluce un alma llena de virtudes, la diosa de mis más floridos sueños...

En esto llegan a la casa, y Pancho ansioso le pregunta:

-¿Dónde podré yo verla a usted mañana, en la mañana?

Quitándose la máscara, y con voz natural le responde:

-En el «Pool de la Esmeralda», como siempre; soy José Olivas, a tus órdenes...

Yo, con otros amigos, estaba a la vuelta de una cercana esquina descostillándome de risa al ver los procedimientos; José echó a correr soltando al eco sabrosas carcajadas, mientras que el desvalido Pancho se quedó allí turbado, patitieso, aturdido y estupefacto, y por varios momentos no pudo realizar con plenitud lo que le había pasado. Por fin recobró sus facultades normales, hasta el punto de desembuchar varias indecibles imprecaciones: sapos, y culebras, con algunas víboras entremezcladas por añadidura. Acto continuo, desapareció en la oscuridad.

Esa misma noche, Pancho empacó su baúl y maletas, y se fue de la población en el primer tren que pudo tomar. Yo mismo no le volví a ver por muchos años. ¡Fue tal el choque!

—148→

Don Julio Berlanga

Fue en agosto de 1918, cuando tuve el honor de conocer a don Julio Berlanga, de... en Las Vegas, N. M.

Era don Julio un hombre industrioso de 48 años, cerca de seis pies de alto, erecto de estatura, de complexión muscular, trigueño de tez, prominente de pómulos, espeso de bigotes y pelo negros, ojos vivaces, aunque algo hundidos en sus órbitas, ajeno a bromas y chanzas, aunque sabía apreciarlas en los demás, siempre cándido y serio en su conversación, aunque se tratase de frivolidades.

Al través de las buenas cualidades de don Julio, que era sobrio, laborioso y constante en sus ocupaciones, no dejaba de traslucirse una especie de inocente vanidad, que, en una persona de su serio índole, era muy divertida. Para dar una idea más clara de su carácter peculiar, es mi propósito relatar, en manera característica, la descripción que él mismo me dio del día más feliz de su vida.

Sentados estábamos los dos en la sala de espera de la estación del ferrocarril, conversando, cuando me dijo:

-Nunca se me olvidará a mí este lugar de Las Vegas, y ¿sabe usted por qué?

Yo le di una mirada inquisitiva, y tras una breve pausa, prosiguió él: Porque aquí pasé, el año pasado, el día más feliz de mi vida. Verá —149→ usted que yo llegué aquí la tarde del día 3 de julio, de Guyuma (Wyoming), en donde había estado trabajando en las borregas durante un año. Vine con el fin de pasar unas dos semanas de recreo y descanso, atraído por la tan sonada reunión de vaqueros que se celebraba los días 3, 4 y 5 de ese mismo mes.

Tan pronto como llegué fui y tomé la comida; después, fui a la barbería y tomé un baño, me cambié de limpio, me hice el pelo y la barba, y en seguida fui a un comercio a comprarme ropa. Compré un vestido que me costó cincuenta pesos, un sombrero que me costó diez, unos zapatos que me costaron doce, calcetines de seda, una camisa de seda morada, con su respectivo cuello y correspondiente corbata amarilla. ¡Gasté allí noventa pesos lo mismo que uno, amigo! Pero con trescientos más que traía consigo, y trescientos más que había dejado en el banco de Rolin (Rawlings), ¿qué me hacía el tiempo? Fui a mi cuarto y me vestí de ropa nueva, de pies a cabeza, y como yo traía un reloj y una leontina que me habían costado sesenta pesos en Rolin, me vestí, amigo, ¡y no me las recargo! pero daba luz en aquel espejo...

Tanto en la barbería como en la calle, había oído hablar tocante a un baile que se iba a dar esa misma noche en un salón que llamaban «La Favorita». Después de vestirme, anduve paseándome en ambas plazas de Las Vegas, y aunque no conocía a nadie, por decir así, pasé muy buen tiempo, pues, fui al parque de las carreras a ver —150→ los juegos de lareateo y la domación de caballos y reses por los vaqueros, y todo me gustó mucho. Cuando venía del parque, se me puso en la cabeza ir esa noche a lucirme en el baile de La Favorita; porque hay ocasiones en que le dan a uno ganas de lucirse. Después de la cena fui a las vistas, y sería las 9 de la noche cuando llegué al baile. Luego que entré en el salón, que estaba lleno de gente, todos me miraron de pies a cabeza, porque en verdad le digo, amigo, no había allí un solo hijo de vecino que se me acercara sin quedar «eclisado», por decir así, con el primor de mi vestuario y la elegancia de mi persona.

Estuve mirando a todas las damas que allí se hallaban, hasta que vi la mujer más hermosa que he visto jamás, conversando con otra en el costado del salón opuesto a donde estaba yo. Vi que me miraba y se secreteaba con su compañera; luego fui y la convidé a bailar, y de una vez me tomó del brazo y nos fuimos paseando hasta el medio del salón. Todos nos miraban y nos admiraban, amigo, y yo luciéndome con aquella hermosa mujer. Por fin me detuve y dije: «Amigos, ¡párense a bailar un vals todos los que gusten acompañar a este humilde servidor de ustedes, Julio Berlanga! Párense todos los que gusten, ¡yo pago!»

No faltaron dos o tres que gritaran, «¡Que viva Julio Berlanga!». Y aquello fue la mar, amigo, una de vivas por Julio Berlanga que aturdía, y yo luciéndome con aquella hermosa mujer...

Por fin llegó el colector y me dijo: «Se han —151→ parado veintiséis, ¿usted va a pagar por todos?» Yo le respondí que sí, dándole un par de pesos. Me devolvía setenta centavos, pero yo le dije: «El cambio es suyo, joven». Por demás es decir, amigo, que aquel colector allí fue mío. Repetí la misma «aición» tres o cuatro veces, y aquel baile fue mi trono, amigo, todos me brindaban sus más amables atenciones y cortesías, y no más la mía venía. De las veinte o más piezas que bailé esa noche, en quince fue mi compañera aquella mujer hermosa que le dejo dicho. Por fin me permitió que la acompañara a su casa después del baile. Esta mujer era casada, pero hacía nueve meses que la había abandonado su marido, y vivía con una hermana suya. Por fin la solicité a que se fuera conmigo para Guayuma, y convino. A los tres días me fui para San Luis a ver a mis gentes, y en tres días más volví y nos fuimos.

Pero esa mujer, amigo, por fin me pagó mal. Le puse casa en Rolin y la dejé bien abastecida de dinero y víveres inter volvía yo de las borregas: una ausencia de unas seis semanas. Como mi trabajo era ambulante, casi no esperaba recibir carta de ella, pero a la semana de mi ausencia recibí una en la cual me decía que estaba bien, que me amaba lo mismo que siempre, y que esperaba que a mi regreso a Rolin me casara con ella. Yo le contesté que su gusto era el mío, pero a las seis semanas, que volví, hallé a otras gentes viviendo en la casa. Después supe que había vendido los muebles y todo y se había ido con un americano. ¡Me puse yo en sangre de perro con rabia!... y no la he vuelto a ver más. Pero nunca se me olvidará el día en que la conocí, ese día en que gocé a la medida de mi deseo, ni aquel baile, amigo, porque en ese baile yo fui el rey, ¡el mero león!: no más la mía venía.