��Ah traidor! Permita el cielo
Al sentir de la lluvia
Ambicioso desvelo
Ambicioso desvelo
Ameno valle de pintadas flores
Aquí está Jaime Alfonso, aquel barbudo
�Ayer pasé y me miraste
Azules son como el alba
Bajaron los ángeles
Bien guardas tus secretos
Cayeron una a una
Cielos azules
Como brilla en los hermosos
Corre manso y suave
Crece al pie de la ventana
Cuando a las puertas de la noche umbría
Cuentan que fue concebido
Cuentan, y es positivo
Dame �oh Musa gatuna!
Dame, Señor, el poderoso don
De adorno, como lujo, la cabeza
De calor y tristeza fatigado
De la plebe en los últimos barrancos
Del tallo de una rosa
Dentro de mí siento el don
De oro brillante y puro
Desde las cumbres
De ti se burlan con fingido asombro
De un antiguo manuscrito
Dicen que en la ausencia
Dices llorando que voló impaciente
Dices que sospechan... Bueno
�Dónde están los perfumes y las flores
Duerme la niña una a una
Dulce niña, a quien convida
El ángel de mis ensueños
El encanto de mis ojos
Ellos los años son, bella es la vida
El mundo es un abismo
El perezoso vuelo
Él vuela en el valle ameno
�En alta voz me dice tu memoria
En buen hora vayas tú
En la luz de la aurora
En la sonrisa de tus labios rojos
En mi mortal partida
En religioso silencio
En sabios libros leí
En un valle riquísimo
Era, una flor: dulcísimo tesoro
Era una tarde de apacible ambiente
Era un galán bello, y era
Eres hermosa, y te quiero
Esas que besan los vientos
Esas que bulliciosas
Es el mundo un mercader
Es la flor dulce cáliz
Estos versos oscuros
�Fuego! �Fuego!... y nadie acude
Hablemos si hemos de hablar
Halcones y ventanas
Hay una flor hermosa
Helado el corazón y el alma loca
Hija querida de la dulce aurora
Honda revolución: ya sé que vienes
Hoy es aniversario de tu muerte
Hoy triste el alba llegó
Huyó, por fin, el perezoso Invierno
Juntos formaron la infantil gavilla
La cándida mañana es la alegría
La dulce frente inclinada
La escarcha fría en el cristal blanquea
La hermosísima pastora
La más modesta página
La ruin traición, de aplausos coronada
Las auras leves
Las ilusiones, niña
La tarde triste por la cumbre asciende
Lectora: tú, por supuesto
�Los grandes y valientes corazones
Luego que arde en destructora llama
Luz, la graciosa aldeana
Mayo recoge el virginal tesoro
Me abraso de calor... ven, Laura mía
Mi amor, mi fe..., me dices suspirando
Mientras el aura del ardiente estío
Mientras la tersa luna
Mira a Dios Lucifer; místicas galas
Naciendo la mañana, alzábase pomposo
Nacieron juntas y vivieron solas
Al fin de lluvioso invierno
Apenas dulce
�Cuán rápidamente pasan
�La dalia es hermosa,� cantaban las aves
�Tu ingratitud no me aflige
Ni Cortés ni Cisneros, ni Pelayo
Niña de rostro galano
Niña, que en dulce placer
Niña, tú la alegre tierra
�No conocéis a Laura? �No habéis visto
�No lo ves? Ahí está: la tierra dura
No se ve su faz en vano
Oculto entre las hojas
Pasa feliz la juventud ufana
Planta graciosa
Por aquí va la senda
Por burla o precaución, según se tome
Por las flores proclamado
�Porqué la noche callada
�Por qué siendo tan puras
�Por qué suspira el agua
Por ti, Laura hermosa, mis flores contaron
Por un misterio profundo
Preguntábase inocente
�Qué me traes?
�Qué misterio de amor reside en ti
�Que no te quiero?... Pues mi amor confiesa
�Qué súbitos antojos
�Quien consuela a la tórtola
Quizá al coger una rosa
Rasga la noche triste
Recoge la magnolia
-Responde: �quién eres?
Si amor, que tantas veces
Siento una voz lastimera
Siglo de la inquietud y el movimiento
Si me presta sus favores
Si no llorara a mi amante
Si son espejos los ojos
Si tú eres rosa
Sueltos los rizos suaves
Sueño que al alma fatiga
Suspiro de los ángeles
Tan leve como un suspiro
�Te miré porque pasaste
�Tengo y un ángel tan bello!
Tristes son las mañanas
�Tu carta no me sorprende
Tú de Benamejí, famoso chato
Tu padecer es bastante
Tú sabes, Circe mía
Ufana juventud, sueño ligero
Una diamela cándida
Un cefirillo joven
Un cefirillo lozano
Un jacinto bellísimo servía
Vanidades de la tierra
�Verdugos son del ánimo afligido
Virgen de negros ojos
Vive la adelfa triste
Vivo en el alma tu recuerdo llevo
Yo la he visto tranquila; suelta en blancos celajes
Yo te vi, Laura mía
�Y pueda el alma enamorada así