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Poesías

José Selgas

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Flores y espinas



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Prólogo

I.

                                  Lectora: tú, por supuesto,
Tendrás los ojos azules
Como el cielo cuando el alba
Sus resplandores difunde;
 
   O negros como la noche
Que con más sombras se enlute,
Pudiendo ser tus miradas
Las estrellas con que alumbren;
 
   O pardos como las ondas
Indecisas de las nubes,
Donde el crepúsculo incierto
Sombra y claridad confunde.
 
   Ojos que, en fin, sea el que quiera
El color que los dibuje,
Han de ser claros, ardientes,
Rasgados, vivos y dulces.
 
   Ojos que mirando matan
Con los rayos de sus luces,
Y pues que matando miran,
Dichosos los que sucumben.
 
   Ojos que también mirando
Tal vida en el alma infunden,
Que pueden dar vida a un muerto
Aun después que lo sepulten.
 
   Ojos, que si amantes lloran,
Tesoros de amor descubren
Que lágrimas en tus ojos
Serán perlas en estuches.
 
   Si los bajas, �qué modestos!
Y �qué altivos! si los subes;
Y como la luz alumbran,
Y queman como la lumbre.
 
   Ojos que envidiara Venus,
Ojos que adorara Júpiter,
Ojos que miran y triunfan,
Porque Dios quiere que triunfen.
 
   Ya comprenderás, lectora
Que estas palabras escuches,
Si de discreta te precias
Y de perspicaz presumes,
 
   La razón que aquí me obliga,
Aunque la alabanza excuses,
A celebrar de tus ojos
La hermosura con que lucen.
 
   Porque siendo hermosos ellos,
No dirán los que murmuren,
Que con malos ojos miras
Las hojas de este volumen.
 
   Y si es libro cuyo encanto
Tu imaginación seduce,
A los demás no me importa
Que les guste o no les guste.
 
   Que así como el sol risueño
Cuando de la aurora surge,
Montes, riveras y valles
De nuevos encantos cubre,
 
   La mirada de tus ojos
Cuando estas hojas inunde,
Entre nubes de pestañas,
Será el sol que las alumbre.

II.

                                  Aunque es verdad que en el mundo
Todo el tiempo lo consume,
Y toda deuda se paga,
Y todo plazo se cumple;
 
   Y en movimiento continuo
Todo llega, y pasa, y huye;
Y no hay bien que no se acabe,
Ni mal que cien años dure;
 
   Aunque es el tiempo, lectora,
Incansable transeúnte,
Que año tras año en la vida,
Sin saber cómo, discurre;
 
   Y aunque es ley nunca burlada,
Que todo cambie y se mude,
Y que el tiempo al fin destruya
Bellezas y juventudes;
 
   Y aunque es fácil que los años
Que al contar tu vida sumes,
Dejando de ser abriles,
Comiencen a ser octubres,
 
   Y que, por tanto, del tiempo
La cansada pesadumbre
Consiga que al fin la aurora
De tu hermosura se nuble,
 
   Que tu faz se descolore,
Y que tus ojos se enturbien;
Que tu cintura se ensanche,
Y tus mejillas se arruguen;
 
   Que en lo negro de tus rizos,
O en lo rubio de tus bucles,
El alba del tiempo asome
Y en blancas ondas se anuncie,
 
   Como vemos que el invierno
Su helada huella descubre
En la escarcha de los montes
Y en las nieves de las cumbres;
 
   Tengo yo por cosa cierta
Que en encantador resumen,
Gran tesoro de hermosura
Y de juventud reúnes.
 
   Así, pues, si en este libro
No encontraras lo que busques,
No le pondrás mala cara,
Por mucho que te disguste.
 
   Ya en luz afable a tus ojos
La satisfacción acude,
Y, entre si quiero o no quiero,
La graciosa boca frunces.
 
   Ya tus sonrisas me indican
Que a todo temor renuncie,
Porque es libro peregrino
Este que en tus manos puse.
 
   No has de pagarme con menos
El favor de que te adule,
Cuando pagáis las lisonjas
Al precio de las virtudes.
 
   La vanidad es el horno
Que el oro del alma funde;
La lisonja es el martillo,
Y la adulación el yunque.

III.

                                  Flores y espinas te traigo
Que en suaves versos compuse,
Para que tristes o alegres
Tus pensamientos circundes.
 
   Flores, delicadas notas
En que la tierra prorrumpe,
Como ofrenda de colores
Al cielo que la circuye.
 
   Versos, flores delicadas
Que rica el alma produce,
Que el sentimiento fecunda
Y les da el amor perfume.
 
   Flores, que la tierra pinta
En copiosa muchedumbre,
Ya en las cimas que se alzan,
Ya en los valles que se hunden.
 
   Versos, que del alma brotan
Y en son armonioso fluyen,
Del agua azul imitando
La apacible mansedumbre.
 
   Versos que al oído halagan,
Ecos que el aire difunde,
Como cánticos que suenan,
Sin que nadie los pronuncie.
 
   Versos, mi vida, que son,
Aunque los necios lo duden,
Y los sabios los desdeñen,
Y el negocio los repugne,
 
   Lengua del cielo, en que brilla
Con más radiantes vislumbres
El rayo de luz que al alma
Su excelso origen descubre.
 
   Lengua que ninguno aprende,
Por más que ansioso la estudie,
Porque el don de poseerla
Es un privilegio ilustre.
 
   En ella ha querido el cielo
Que la gloria se vincule,
Que los nombres se eternicen
Y las hazañas se encumbren;
 
   Que, en vínculos misteriosos
Y en lazos indisolubles,
Forma y pensamiento unidos
En doble belleza junte.
 
   Lengua, en fin, que en toda lengua,
Porque más se perpetúe,
Encuentra notas ocultas
Que sus cadencias modulen.
 
   Flores son y espinas tienen;
No por eso las rehuses,
Que no hay flor que sin espinas
En el alma se fecunde.
 
   Como no hay vida sin penas,
Ni amor sin incertidumbre,
Ni gloria sin amargura,
Ni placer sin inquietudes,
 
   Cuando la dicha te ahogue
O la desdicha te angustie,
Y por huir de ti misma
En ti misma te refugies,
 
   Abre este libro, que acaso
En sus páginas oculte
El bálsamo que mitigue
Las tristezas que te abrumen.
 
   Entre dichas y pesares
Nuestra vida se consume...
Ni por dichosa lo dejes,
Ni por infeliz lo excuses.



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A vosotras

                                  Estos versos oscuros;
Que por varias razones
         Muy tristes van,
   Están, niñas, seguros
Que a vuestros corazones
         Agradarán.
 
   Para todas galanos,
�Oh niñas candorosas!
         Los escribí,
   Porque los hombres vanos
No entienden de estas cosas;
         Vosotras sí.
 
   En ellos, está el dolo
Y está la fe perdida
         Por la ambición,
   Mientras vosotras sólo
Vivís la hermosa vida
         Del corazón.


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Siempre

                                  Pasa feliz la juventud ufana,
Soñando dichas que el amor le envía,
Como risueña pasa cada día
La hermosa luz de la gentil mañana.
 
   El breve sueño de su pompa vana
La sombra apaga de la tarde umbría,
Como apaga en el alma la alegría
La oscuridad de la tristeza humana.
 
   Huyó mi juventud; todo el encanto
Que vi risueño en mi candor primero,
Fue a sepultarse en el tremendo abismo;
 
   Pero dichoso yo vivo entre tanto,
Porque este dulce afán con que te quiero,
Aquí en mi corazón siempre es el mismo.


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La sepultura de mi madre

Bienaventurados los que lloran

                                  En mi mortal partida
Vi la Esperanza que en la Fe se encierra,
         Porque probé en la vida
Todas las aflicciones de la tierra.


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La vida

I.

                                  Apenas dulce
Del alba amiga
La luz risueña
Tímida brilla,
 
   Cuando lejana
Tiende indecisa
La tarde triste
Sus vagas tintas.
 
   Pasan las noches,
Pasan los días,
Pasan los años,
Pasa la vida.

II.

                                  Ayer alegre
Me sonreía
Del mundo vano
La perspectiva.
 
   Hoy ven mis ojos
Con luz distinta:
Todo fue sueño,
Todo mentira.
 
   Pasan las noches,
Pasan los días,
Pasan los años,
Pasa la vida.

III.

                                  Antes encantos,
Glorias, delicias:
�Cuánta esperanza!
�Cuánta alegría!
 
   Ahora pesares,
Sombras, desdichas:
�Cuánta tristeza!
�Cuánta fatiga!
 
   Pasan las noches,
Pasan los días,
Pasan los años,
Pasa la vida.

IV.

                                  Ayer eterno
Risueño prisma
Hizo del mundo
Mi fantasía;
 
   Hoy de mis ojos
Turbia la vista,
Sólo ve sombras,
Sólo ve ruinas.
 
   Pasan las noches,
Pasan los días,
Pasan los años,
Pasa la vida.

V.

                                  La vida entonces,
En sueños rica,
�Qué larga era!
�Qué lenta iba!
 
   Ahora que triste
Se precipita,
�Qué solitaria!
�Qué fugitiva!
 
   Pasan las noches,
Pasan los días,
Pasan los años,
Pasa la vida.



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La cuna vacía

                                        Bajaron los ángeles,
      Besaron su rostro,
Y cantando a su oído, dijeron
      �Vente con nosotros.�
 
         Vio el niño a los ángeles,
      De su cuna en torno,
Y agitando los brazos, les dijo:
      �Me voy con vosotros.�
 
         Batieron los ángeles
      Sus alas de oro,
Suspendieron al niño en sus brazos,
      Y se fueron todos.
 
         De la aurora pálida
      La luz fugitiva,
Alumbró a la mañana siguiente
      La cuna vacía.


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La luz del alba

                                  Rasga la noche triste
      Su sombra incierta,
Porque allá en la alta cumbre
      La luz despierta,
      Luciendo ufana
Los más bellos colores
      De la mañana.
 
   Recamando las nubes
      Finge a mis ojos
Reflejos amarillos,
      Blancos y rojos,
      Que el alba envía
Para que ansioso en ellos
      Se encienda el día.
 
   La niebla sobre el valle
      Muestra su velo,
Su majestad el monte,
      Su pompa el cielo;
      Y el agua ondea,
Y la luz de las ondas
      Relampaguea.
 
   Noche es mi pensamiento
      Callada y triste;
Tú eres la luz que al día
      De rayos viste;
      La luz que alcanza
A disipar las sombras
      De mi esperanza.
 
   Dio a tus ojos la aurora
      Su faz risueña;
Nubes son los deseos
      Que el alma sueña,
      Y en dulce calma
Al rayo de tus ojos
      Se enciende el alma.
 
   Mi corazón suspira,
      Vela el deseo,
Porque en la luz del alba
      Tu imagen veo.
      Mas aparece,
Brilla un instante, y pronto
      Se desvanece.
 
   Somos, gentil encanto
      Del alma mía,
Tú claridad, yo sombra;
      Mi amor el día,
      Que la serena
Bóveda de los cielos
      Inmenso llena.
 
   Rasga la noche triste
      Su sombra oscura
Que resplandor lejano
      Débil fulgura;
      Las cumbres salva,
Yen las nubes sonríe
      La luz del alba.


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No lo sé

                                     �Qué súbitos antojos
      Me anuncian los desvíos
      Que en ti mi inquietud ve?
      �Por qué bajas los ojos
Al encontrar el fuego de los míos?
               Di, �por qué?
 
      -Mi corazón sondeo,
      Y en él mi afán advierte
      Que teme, y duda, y cree...
      O esperanza o deseo,
No sé lo que en el alma siento al verte...
               No lo sé.
 
      -El pensamiento vano,
      �Acaso me fingía
      La dicha que soñé?
      Dime, �por qué tu mano
Tiembla impaciente al estrechar la mía?
               Di, �por qué?
 
      -Si el agua azul se mueve
      Del aire al suave aliento
      Toda temblar se ve,
      �Seré yo la onda leve?
�Podrás tú ser la ráfaga del viento?
               No lo sé.
 
      -Cuando a mis ojos brillas
      Y miro en ti la aurora
      Del bien que imaginé,
      �Por qué de tus mejillas
Los blancos lirios el carmín colora?
               Di, �por qué?
 
      -También el alba al paso
      Del sol que la sorprende,
      Enrojecer se ve.
      �Soy yo la aurora acaso?
�Eres tú el rayo que mi faz enciende?...
               No lo sé.
      -El bien que me enajena
      A ti mi amor confío...
      �Vana esperanza fue?
      �Por qué profunda pena
Sienten al par tu corazón y el mío?
               Di, �por qué?
 
      -El alma que te adora
      Fingió en risueño prisma
      La dicha que esperé.
      �Por qué al gozarla ahora
En hondo afán mi corazón se abisma?...
               No lo sé.
 
      -Ninguna dicha existe
      De las que el hombre afana
      Donde el dolor no esté.
      �Por qué �mentira triste!
Dicha llamamos a la dicha humana?
               No lo sé.


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Tú y yo

                                  Si tú eres rosa
De nieve y grana,
Lirio pomposo,
Cáliz de flor,
 
   Yo seré brisa
De la mañana,
Fresco rocío,
Soplo de amor.
 
   Si eres corriente
De gracia suma
Que alzas alegres
Ondas de tul,
 
   Yo seré encaje
De blanca espuma
Que iré besando
Tu manto azul.
 
   Si eres risueña
Flor de romero,
Que el monte cría
Y ostenta en él,
 
   Yo seré abeja
Que en son ligero
Vuele rondando
Tu dulce miel.
 
   Si mariposa
Fugaces mueves
Las limpias alas
De oro y rubí,
 
   Seré yo el aire
Que en ondas leves
Iré volando
Detrás de ti.
 
   Si eres del alba
La nube umbría
Que en la alta cumbre
Flotar se ve,
 
   Yo seré el fuego
Que alumbra al día,
Y en rayos de oro
Te encenderé.
 
   Si eres paloma,
Yo seré el nido;
Si tú eres fuente,
Seré raudal;
 
   Si eres tristeza,
Seré gemido;
Si eres la gloria,
Seré inmortal.
 
   Si eres del sauce
Sombra doliente
Y eterno duelo
Tu pompa es,
 
   Para que pueda
Perpetuamente
Llorar contigo,
Seré ciprés.


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Aire, sombra, polvo, humo

I.

                                  Vanidades de la tierra,
Fugaces pompas del mundo,
Glorias que el tiempo consume,
Placeres de amargo fruto;
 
   Quimeras que fugitivas
Pasan en rápido curso,
Ciencia que hasta Dios levanta
La arrogancia de su orgullo;
 
   Ansia que la vida enciende,
Fuego que apaga el sepulcro;
Poder, riqueza, hermosura,
Aire, sombra, polvo, humo.

II.

                                  Grande es el mundo en que habito,
Pero mi nombre es más grande,
Porque las glorias del mundo
Dentro del mundo no caben.
 
   Yo moriré, y mi recuerdo
Irá en los siglos que pasen;
Tendré mi nicho en la historia,
Será mi nombre un cadáver.
 
   �Gloria! resplandor humano
Que solo brilla un instante,
Vapor que el sol desvanece,
Humo, sombra, polvo, aire.

III.

                                  Ciencia que en ti sola fías
Y de ti misma te asombras,
Que no hallas luz ni misterio
Que a tus miradas se esconda;
 
   �Quién insondable te oculta
En oscuridades hondas,
La medida sin medida
De la inmensidad que ignoras?
 
   Ciencia de delirios llena
Que nuestra soberbia forja,
Rebelde ambición del hombre;
Humo, polvo, aire, sombra.

IV.

                                  Hoy la gentil hermosura
Que resplandece en tu rostro,
De admiración llena el alma,
De dulce encanto los ojos.
 
   Mañana, fecha terrible,
Plazo que se cumple pronto,
Serán tus encantos ruinas,
Será tu hermosura escombros.
 
   La vida en la tierra es breve,
La juventud es un soplo,
Relámpago la belleza...
Humo, sombra, aire, polvo.

V.

                                  Gloria es la llama que enciende
En el corazón oculto
Amor como el alma eterno,
Y como eterno profundo.
 
   Ciencia es la fe que ilumina
Los arcanos más oscuros,
Luz de la virtud que humilde
Vive ignorada en el mundo.
 
   Hermosura es la esperanza,
Conciencia de un bien augusto,
Germen de inmortal belleza
Que Dios en el alma puso.
 
   Lo demás que a nuestros ojos
Pasa en rápido tumulto,
Es vanidad, es locura,
Aire, sombra, polvo, humo.



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Ni tú ni yo

                                        El mundo es un abismo
      Que se abre entre los dos;
Salvarlo es imposible, no podernos
               Ni tú, ni yo.
 
         Mi corazón... �te acuerdas?
      Se unió a tu corazón,.
Y a romper este lazo no alcanzamos
               Ni tú, ni yo.
 
         Distancia nos separa
      Que es cada vez mayor,
Y olvidar... no podemos... imposible,
               Ni tú, ni yo.
 
         En rápida carrera
      Pasa el tiempo veloz,
�Y qué importa, si aquí nada esperamos
               Ni tú, ni yo?
 
         Espléndido es el cielo,
      Magnífico es el sol;
Mas ya hallar no podemos alegría
               Ni tú, ni yo.
 
         El sauce fue testigo
      De aquel eterno adiós;
Jamás bajo su sombra volveremos
               Ni tú, ni yo.
 
         �Ay! Nuestras almas, una
      En sus tristezas son:
Ni tú ni yo podemos separarlas;
               Ni tú, ni yo.
 
         El mundo es un abismo
      Abierto entre los dos;
No podemos salvarlo, no podemos
               Ni tú, ni yo.


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Uno viene y otro va

                                  Por un misterio profundo
Que vedado al hombre está,
En la sucesión del mundo
Uno viene y otro va.
 
   Los que van, los que vinieron
Sienten la misma aflicción:
Los muertos, por lo que fueron;
Los vivos, por lo que son.
 
   Y sólo en vivir resuelven
Los hombres todo su afán;
Y los que se van no vuelven,
Y los que vienen se van.
 
   Ambos a la vez suspiran
En ansias de opuesto bien:
Los vivos, por lo que miran;
Los muertos, por lo que ven.
 
   Oscuro arcano contiene
La vida que el mundo da:
Viene llorando el que viene;
Va muy triste el que se va.
 
   Por razón o por manía
Que no alcanza mi razón,
Causa el que nace alegría,
Causa el que muere aflicción.
 
   Siempre de esta vida amarga
Distintas cuentas se harán:
Para los que vienen, larga;
Corta para los que van.
 
   �Qué tristes esfuerzos hacen!
�Qué pena deben sentir
Los que nacen, cuando nacen,
Los que mueren, al morir!
 
   Hondo secreto profundo
Que al hombre vedado está;
Desde el principio del mundo
Uno viene y otro va.


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Todo

                                  Bien guardas tus secretos,
            Niña discreta,
Que a mis preguntas muda
            Calla tu lengua.
            Pero tus ojos...
�Pícaros habladores!
            Lo cuentan todo.


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Un cuento

                                        Mientras la tersa luna
         Del espejo armonioso
         Reproduce una a una
         En sin igual conjunto
Las ricas gracias de tu rostro hermoso,
         Quieres que el raro asunto
         De un cuento entretenido
Distraiga tu indolente pensamiento.
         Pues bien: sólo te pido
Que en tanto que tu vista se recrea
En el cristal por tu hermosura herido,
Me dejes meditar sólo un momento.
 
         �Un cuento quieres!... sea.
Te voy a complacer... Vaya de cuento.
         Cuéntase que en la orilla
         De un arroyo sereno,
         Que al prado maravilla
         Y hace que el valle ameno
         Las márgenes alfombre,
Por donde paso su corriente halla;
         Se abrió al viento suave
         Una flor cuyo nombre
         La crónica se calla,
Probablemente porque no lo sabe.
 
         Mas dice y asegura
         Que era mucho el encanto
         De su rara hermosura;
         Que al sol de la mañana
Desplegaba gentil en rico manto
La ufana pompa de sus hojas bellas
         De nácar y de grana,
         Para mostrar en ellas
         La delicada tinta,
         Los pálidos colores
         Con que el otoño pinta
Sus dulces frutos y sus frescas flores.
 
         Corre a sus pies ligera
         La onda fugitiva,
         Trazando lisonjera,
         Con gracia encantadora,
         En el cristal brillante
La limpia imagen de la flor altiva;
         Mas en el mismo instante
         Ella se ve y se adora,
La vanidad de su hermosura siente
         Ante la gracia suma
De aquella imagen que el cristal le fragua,
Y ansiosa inclina la risueña frente;
         Pero al besar la espuma
         Que salta sobre el agua
         Cuando más afanosa
         Sobre el tallo se inclina,
De su propia hermosura codiciosa,
         Con ímpetu impaciente,
         Con furia repentina
Arrebató sus hojas la corriente.
 
         Tú, luz de mi alegría,
Casta belleza en cuyos ojos arde
La claridad con que ilumina el día
         Las sombras de la tarde;
Si la hermosura tu pasión provoca;
Si buscas en la luz de tu reflejo
         Satisfacción tan loca,
Contémplate, mi bien, en este espejo.


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Perlas y lágrimas

I.

                                              Desde las cumbres
            Tímida el alba
            Borda los cielos
            De oro y de nácar;
            Inquieto el aire
            Mece las ramas
            Y alegre corre
            Saltando el agua.
 
               Abren las flores
            Sus hojas castas,
            Los ramos tienden
            Las frentes alzan,
            Y del rocío
            Que las halaga
Doble corona de brillantes perlas
            Lucen ufanas.

II.

               La tarde espira,
            La luz se apaga,
            Y el monte enluta
            La sombra vaga.
            El aire triste
            Gime en las ramas,
            Y entre las piedras
            Solloza el agua.
 
               Cierran las flores
            Sus hojas pálidas,
            Los ramos doblan,
            Las frentes bajan;
            Y es el rocío
            Que las esmalta,
El llanto con que lloran afligidas
            Sus muertas galas.

III.

                                  Hasta las dulces gotas
Con que el rocío baña
De las sencillas flores
Las hojas perfumadas,
 
   Son para ejemplo triste
De las pompas humanas,
Por la mañana perlas
Y por la tarde lágrimas.



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La luz y la sombra

                                  La tarde triste por la cumbre asciende,
Y el rojo manto de vapor desplega
Del alto monte a la tendida vega;
El aire mudo su inquietud suspende;
 
   El cielo en vago resplandor se enciende,
Que hasta el confín del horizonte llega;
Se apaga el sol mientras la sombra ciega
Las negras alas por el valle tiende.
 
   La luz exclama: -Con tenaz porfía
En pos me sigues; mas tu negro manto
Rasgará el fuego que en mis ojos arde,
 
   Que soy la luz, la vida y la alegría.
-Yo soy la oscuridad, el luto, el llanto,
Dijo la sombra, y espiró la tarde.


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Esperanzas y recuerdos

I.

                                  Dulce niña, a quien convida
El mundo con faz risueña;
Alma inocente que sueña
En la aurora de la vida;
 
   Inquietos tus ojos lanzas
Hacia un bien que ves cercano:
Di, tu corazón ufano,
�De qué vive?-De esperanzas.

II.

                                  -�Pasó la ilusión querida
De la juventud incierta!
�Pasó!... �Cuánta dicha muerta!...
�Cuánta esperanza perdida!
 
   -�Son ya tus afanes cuerdos?
-Cordura les dan los años.
-�Qué padeces?...-Desengaños.
-�De qué vives?-De recuerdos.

III.

                                  De este modo miro yo
Cómo la vida se va:
Primero... lo que vendrá,
Y después... lo que pasó.
 
   De la dura muerte esclava
Nos da por toda riqueza
Esperanzas... cuando empieza,
Y recuerdos cuando acaba.



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El tuyo y el mío

                                        Dicen que en la ausencia
      Se engendra el olvido,
Y que el fondo del alma inconstante
      Parece un abismo.
 
         Que el tiempo engañoso
      Que va fugitivo,
En cenizas convierte la llama
      Que enciende el cariño.
 
         Y dicen que muerte
      Y ausencia es lo mismo;
Que en el mundo lo mismo se olvida
      A muertos que a idos.
 
         Dicen que es el alma
      Raudal cristalino,
Onda inquieta que fragua inconstante
      Reflejos distintos.
 
         Que amor se disipa
      Como frágil lirio,
Que lo ven, la mañana frondoso,
      La tarde marchito.
 
         Y dicen que es ave
      Que muda de nido;
Mariposa que el vuelo impaciente
      Cambia de continuo.
 
         �No habrá corazones
      De tal modo unidos,
Que ni cambio, ni ausencia, ni tiempo
      logren desunirlos?
 
         El mundo lo niega,
      Nunca los ha visto;
Pero tú y yo sabemos que existen
      El tuyo y el mío.


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Cantar

                                  Si son espejos los ojos
Donde el alma se retrata,
Las mujeres de ojos negros
Deben tener negra el alma.
 
   Pero no, que son los tuyos
Como la noche enlutada,
Y sólo a su sombra veo
La estrella de mi esperanza.


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Flores y espinas

                                  Niña de rostro galano,
De alba frente y labios rojos,
Que alegre, con aire ufano,
Llevas el alma en los ojos
Y el corazón en la mano;
 
   Flores en copioso don
El mundo que te imaginas
Ofrece a tu corazón;
Flores del mundo, que son
Flores con muchas espinas.
 
   Halaga a tus ojos verlas
Abrir el botón lozano
Que el alba cubre de perlas,
Pero ignoras que al cogerlas
Clavan la espina en la mano.
 
   La de más pompa y color,
La de más sabrosa miel,
La de más rico esplendor,
Esa suele ser la flor
Que hace herida más cruel.
 
   Tal vez a su encanto ceda
Tu corazón, porque ignora,
Sin que adivinarlo pueda,
Que al fin la flor se evapora,
Que la espina siempre queda.
 
   Si en ardiente afán te abrasa
Tu candorosa locura,
No sabe tu ciencia escasa
Que el encanto pronto pasa,
Que la herida no se cura.
 
   Hoy con risueño desdén
Oyes mis consejos mal,
Porque tus ojos no ven
Que es muy pasajero el bien,
Y que la herida es mortal.
 
   Hoy a tu impaciencia ufana
Ofrece el mundo su encanto
En flores de pompa vana;
Mas... �qué triste será el llanto,
Con que llorarás mañana!...
 
   Flores son de viva esencia;
�A cuál tu antojo acomodas?
�Cuál prefiere tu inocencia?
�Vamos! tu loca impaciencia
Quisiera cogerlas todas.
 
   Entras alegre en la vida,
Y es vida del mundo esclava;
No sabes, niña querida,
Cómo el encanto se acaba,
Cómo se encona la herida.
 
   Niña de rostro galano,
Faz gentil y labios rojos,
Que inquieta con aire ufano
Llevas el alma en los ojos
Y el corazón en la mano;
 
   Rico en encantos traidores,
El mundo que te imaginas
Te ofrece pompa y colores,
Muchas flores... muchas flores...
Y muchísimas espinas.


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Suspiros

                                  �Por qué suspira el agua
Con quejumbrosa voz
Al saltar en las piedras
De su corriente en pos?
 
   -El agua es un viajero
Que en continuo rumor
A todo lo que encuentra
Le va diciendo: �Adiós.�
 
   -�Por qué suspira el aire
Que va de flor en flor,
Con tan tristes lamentos,
Que parte el corazón?
 
   -El aire fugitivo
En ráfaga veloz,
De su propia inconstancia
Llora el cruel dolor.
 
   -�Y por qué yo suspiro
En callada aflicción?
�Podrás también decirme
Por qué suspiro yo?
 
   -Suspiras, dulce niña,
Y tus suspiros son
Las primeras tristezas
De tu primer amor.


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Tu alma

                                        En la luz de la aurora,
Bella como al amor pinta el deseo,
      Que las montañas dora,
      Y las nubes colora,
La blanda risa de tus labios veo.
 
         Cuando en la tarde umbría,
Llenando el aire de celajes rojos,
      Muere en la sombra el día,
      Parece que me envía
Los tristes rayos de tus negros ojos.
 
         Si de la noche el viento
Vuela indolente en apacibles giros,
      En su armonioso acento
      Escucha tus suspiros,
Ansioso de tu amor, mi pensamiento.
 
         Y cuando su riqueza
Despliega el cielo en la serena calma
      De su mayor grandeza,
      Entonces de tu alma
Contemplo mudo la inmortal belleza.


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Una pregunta

                                  En sabios libros leí
Que es libre mi pensamiento;
Mas �cómo, si esto es así,
No he de poder ni un momento
Dejar de pensar en ti?


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La soledad

                                  El perezoso vuelo
Mi pensamiento en calma
Tiende, creyendo ufano
Medir la inmensidad;
 
   Que encuentra más espacio
Para volar el alma,
Aquí donde respira
Silencio y soledad.
 
   Mi oscuridad me aflige,
Mi pequeñez me aterra,
Rayo de excelso origen
Siento en mi frente arder.
 
   Mis pies de frágil barro
Se arrastran por la tierra,
Y el alma aspira el soplo
De su divino ser.
 
   La bóveda del cielo
Sus términos dilata
En insondables ráfagas
De esplendorosa luz,
 
   Los vínculos mortales
Mi espíritu desata,
Y vuela sin fatiga
Por el espacio azul.
 
   Lejos del mundo ciego,
Que su ruindad no advierte,
Ven mis ojos heridos
Por viva claridad,
 
   Bajo mis pies la tierra,
La corrupción, la muerte,
Sobre mi frente el cielo,
La luz, la eternidad.
 
   Aquí el silencio en ecos
De frases nunca oídas,
Dice cómo el principio
Del universo fue;
 
   Aquí de las estrellas
Sin número encendidas,
Nuestra mirada atónita
Los límites no ve.
 
   Eternos caracteres
De espléndida escritura,
Lenguaje sin palabras
Y cánticos sin voz,
 
   Proclaman en la tierra,
Proclaman en la altura,
La pequeñez del hombre,
La majestad de Dios.
 
   De este silencio augusto,
En la solemne calma,
Mi pensamiento intenta
Medir la inmensidad.
 
   Que encuentra más espacio
Para volar el alma,
Aquí donde respira
Silencio y soledad.


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Lo pasado y lo presente

                                  Cayeron una a una
      Las esperanzas
Que en su alegre impaciencia
      Soñaba el alma.
      Huyeron todas,
Pero aún risueñas viven
      En mi memoria.
 
   �Perdidas ilusiones!...
      Yo las recuerdo,
Y les da nueva vida
      Mi pensamiento.
      Que de esta suerte
Vivo en lo que ha pasado
      Con lo presente.

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