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ArribaAbajoCanto décimo


El honor



I

ArribaAbajo   Es el honor inestimable alhaja,
Y en tan clara verdad ¿quién no conviene?
A su precio ni un ápice rebaja
Aun el mismo gandul que no lo tiene;
Ni hay criatura tan soez, tan baja  5
A cuyo oído sin respeto suene
De esta palabra el mágico sonido...,
Aunque en muchos no pase del oído.


II

   Pero ¿qué es el honor? Ahí está el cuento.
Cada cual a su modo lo interpreta;  10
Descarta sus pecados ciento a ciento
Y al que no le remuerde lo concreta.
Al pobre, verbigracia, un avariento
Cierra herméticamente su gaveta
Y su alma a la piedad; pero «soy probo,  15
Dice, y si a nadie doy, a nadie robo.»


III

   Su mano aquel rentista, el de las gafas,
Mete en el arca pública hasta el codo;
Mas ¿negar de su mesa las piltrafas
Al huérfano infeliz? De ningún modo.  20
Al contrario, sin duelo a las estafas,
Con hidalgo esplendor lo gasta todo,
Porque el honor prescribe a un caballero
Antes pródigo ser que cicatero.
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IV

   Ostenta el fausto de marqués o conde  25
Otro que no ha heredado una tahúlla. -
Pues ¿de dónde le viene?... -¿Que de dónde?
Del juego. -¿Tiene suerte? -Las enfulla.
Mas por el reo que en su casa esconde,
Lejos de denunciarle a la patrulla;  30
Arrostrará mil muertes temerario;
Que honor le manda ser hospitalario.


V

   Hasta los salteadores de caminos
Tienen allá un honor a su manera.
Quien lo funda en ser otro Calaínos  35
A los pies de su maja retrechera;
Éste en cumplir, aun dada entre asesinos,
La fe de su palabra, viva o muera;
Aquél en no sufrir, hecho un escuerzo,
Que otro donde él está pague el almuerzo.  40


VI

    Y ¿cur tam varie? Porque el falso honor
Al honor verdadero se subroga.
Boileau lo dijo, y aunque aquel autor,
Como clásico al fin, ya no está en boga,
Por ventura, su fuerza y su vigor  45
¿Ha perdido después la hechiza droga?
No; que hoy el habla con mayor barullo
Los fueros del honor presta al orgullo.


VII

    Definir pues la voz será preciso
Tal como el buen filólogo la estima,  50
Porque al verla en tan grave compromiso
Temo que enteramente se suprima;
Mas para tanto ¿me darán permiso
El arduo metro y la rebelde rima?
¡Eh, pecho al agua! La intención es buena,  55
Si más que puede dar pido a mi vena.
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VIII

   Honor, en su acepción la más genuina,
Es el móvil secreto que nuestra alma
A las nobles acciones encamina,
Ora en la tempestad, ora en la calma,  60
Y el ejemplo asociando a la doctrina,
Hace que el hombre a la adquirida palma
Prefiera y del aplauso al vano estruendo
Poder decir: «De nada me reprendo.»


IX

   Y honor es conservar puros, ilesos  65
Los timbres heredados en la cuna;
Que no para que estúpidos y aviesos
Dilapiden sus nietos la fortuna
A costa de su sangre y de sus huesos
Ganada a la enemiga Medialuna,  70
Ínclito campeón grabó en la tapia
Trofeos que dan prez a su prosapia.


X

    El honor y la honra hermanos son,
Y en nada a veces los distingue el mundo;
Ingénito, no obstante, es aquel don  75
Si material y práctico el segundo;
Vive aquel sin la pública sanción.
Y en ella el lustre de la honra fundo;
Dando en fin breve fórmula a mi juicio,
La honra es el honor en ejercicio.  80


XI

   Pero como la honra es frágil vaso
Que el aire rompe y el aliento empaña,
Y no siempre depende su fracaso
Del desdichado a quien afrenta y daña,
Se da más de una vez el triste caso  85
(¡Tanto en sus fallos el mortal se engaña!)
De que el vulgo, sin sombra de delito,
Cuelgue a un hombre de honor un sambenito.
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XII

    Ya la fatalidad o la injusticia
Hacen que, por jurídica sentencia,  90
De la calumnia ceda a la malicia
Incauta y desvalida la inocencia;
Ya de facción triunfante la sevicia
Te inflige ignominiosa penitencia,
Y de mármol después la plebe fatua,  95
Si te alzas vencedor, te erige estatua.


XIII

   O bien la mala pécora que al yugo
Unció contigo cándido himeneo,
No guarda de tu honra, antes verdugo,
Te infama con cualquiera chichisveo  100
Que menos vale pero más la plugo;
Y aunque ignores el torpe merodeo
Juzgando a tu mujer digna de lauro,
Cátate inscrito en el padrón de Tauro.


XIV

   ¡Oh crueldad!... Pero doblo aquí la hoja  105
Y la desplegaré más adelante;
Y por si ya algún crítico se enoja
Y me endosa el apodo de pedante,
Basta de sinonimia; que harto floja
Se confiesa mi péñola ignorante  110
Para emular la merecida fama
De Huerta, de Cienfuegos y Jonama.


XV

   Ello es que, porque olvidan o no saben
El valor verdadero del vocablo;
O porque, aunque lo sepan y lo alaben,  115
Cual a severo juez lo dan al diablo,
¡Cómo de esos que aspiran a que graben
Sus nombres en marmóreo retablo,
De honor hablando a salga lo que salga,
Ni lo tienen, ni cosa que lo valga!  120
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XVI

   Nace este error de la costumbre zurda
Que honor y honra a su antojo clasifica:
Ésta da a los que visten lana burda
Y a gente encopetada aquél aplica.
Por eso es honorable (¡idea absurda!)  125
El que en el alto cargo prevarica,
Y decimos con frase más modesta
El honrado concejo de la Mesta.


XVII

   Y a fe que entre la clase menestral,
Que ciertas gentes miran con desdén  130
Comparando el espíritu al sayal,
De nobleza y honor rasgos se ven
Que en imitar, pardiez, no harían mal
Más de cuatro magnates; que también
Sin deberla a la cuna ni a la gracia  135
Hay en el corazón aristocracia.


XVIII

   Aquel que, aunque no ostente los perfiles
De la delicadeza cortesana,
De actos se abstiene vergonzosos, viles
(Que tal vez dora complacencia urbana),  140
Y ayuno de procesos y alguaciles
Sin fausto ejerce la piedad cristiana;
Sobre honrado, quizás en lo honorable
No cede a un senescal ni a un condestable.


XIX

   Ya se ve; no hace el pueblo diccionarios,  145
Ni sabe el Cristus-a de la etiqueta,
Ni de esa jerarquía de vestuarios
De que es última grada la chaqueta,
Y por qué se apellidan honorarios
(Cuando jornal se llama su peseta)  150
Los que gana un usía sin zozobra,
O acaso no los gana aunque los cobra.
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XX

   Y aunque allá para sí murmure y ría
Viendo que es maza en muchos la venera,
Y el chapeo con pluma es ironía  155
En quien calaba ayer tosca montera,
Y tal nombre honorífico en la Guía
No lo es tanto en la voz de la tendera,
Y mona es siempre aunque de seda vista
La mona, como dijo el fabulista;  160


XXI

   Yo, que de popular aspiro al nombre,
Mas ni soy ni seré populachero,
Confieso que algo influye en un prohombre
De placa y escusón el reverbero,
Y algo el llevar un título que asombre  165
(Aunque al favor lo deba y al dinero)
Para alejar de sí ruines conatos
Y el qué se me da a mí de un pelagatos.


XXII

   Su índole dañina acaso ablanda
Quien con lana se abriga de vicuña;  170
Leyes impone la costosa holanda
Que excusan el vivero y la coruña;
No ha de votar quien cruza ilustre banda
Cual rudo mayoral de Cataluña;
Y al fin si peca un hombre de importancia,  175
Es siempre con decoro y elegancia.


XXIII

   Dice empero el refrán: «Lo que reluce
No todo es oro.» A formas exteriores
En más de dos hidalgos se reduce
El decantado honor. Gracias y flores  180
Su afable lengua sin cesar produce;
Las leyes del buen tono esos señores
Observan por costumbre o por instinto;
Mas ¿las leyes de Dios?... Eso es distinto.
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XXIV

   Tengo el honor... es frase de cartilla  185
Que escribiendo y hablando menudean;
El honor es su eterna muletilla,
Aun cuando en el ajeno merodean,
Y cuando dos o tres, o una pandilla,
Para intrigas y vicios compadrean,  190
Con gravedad de reyes visogodos
Su palabra de honor empeñan todos.


XXV

   Que como el siete de oros y el de copas
En la vetusta báciga casera,
O cual cuerpo de pobre, a todas ropas  195
Apto, para ellos es (¡quién lo creyera!)
Comodín el honor; y hasta a don Opas,
Que a España trajo la morisma fiera,
Alcanzaría su graciosa bula,
Pues tanto es lo que absuelve o disimula.  200


XXVI

   De tan laxa y elástica moral
Dado una vez al caprichoso rito,
Así es deuda de honor en don Pascual
La que contrajo anoche en un garito;
Y cuando exige honrado menestral  205
De su sudor el precio al señorito,
Clama: «¡Afuera de aquí! Por tal bicoca
A un hombre como yo no se sofoca».


XXVII

   Así (y vuelvo a coger el suelto cabo)
Hombre que desafía al sursum corda  210
Por quisquillas que valen un ochavo,
O no ve que a su honor con lima sorda
Atenta falso amigo, o nuestro bravo
Hace sin aprensión la vista gorda,
No sé si por filósofo o por necio  215
O porque a precio pone su desprecio.
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XXVIII

   Y tal que de su cónyuge no cuida,
Única que en su honor puede hacer mella,
Si osa alguno mirar a su querida
Le mueve a sangre y fuego una querella.  220
¡Oh estulta vanidad, menos sufrida
Que el honor!... (Nota. -En la comedia aquella
Que Escuela intitulé del Matrimonio
De tan triste verdad di testimonio.)


XXIX

   Aunque Madrid a celebrarlos va,  225
Y no mucho, en dramática ficción,
¡Oh cuán inverosímiles son ya
Los maridos de Lope y Calderón!
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Tanto este siglo progresando va,
Sobre este punto es tal la ilustración,  230
Que el comunismo, que a Prudhon desmanda,
Ya es en Europa un hecho, o cerca le anda.


XXX

   Mas sobrado severa mi Talía
Con negras tintas exagera el cuadro.
Célibes, desechad por vida mía  235
La perspectiva atroz con que os taladro.
No tembléis; que la honrada cofradía
A quien morder no quiero, aunque la ladro,
Fausta es a muchos como al prado el alba;
Otros... lo creen, y la fe los salva.  240


XXXI

   Ni sólo Aries y Tauro su siniestro
Influjo sobre España han ejercido
En este siglo que rimado os muestro.
Otros, que ya en la noche del olvido
Yacen, fueron más míseros que el nuestro.  245
Sin remontarme al de la tiria Dido,
No falta quien apoye mi opinión
En el mismo de Lope y Calderón.


XXXII

   La vida entera de Felipe Cuarto
(De quien fue cortesano el de la Barca)  250
Harto mi tesis prueba y más que harto;
Y aunque el autor perdone del Tetrarca,
Cuyas glorias empero no coarto,
El pueblo va por donde va el monarca,
Y más cuando el monarca es absoluto  255
Y un Olivares ¡ay! su sustituto.


XXXIII

   Y harto mejor que aquel cómico enredo
(Donde hay menos verdad que poesía)
Con sus donosas jácaras Quevedo
La fiel pintura de su siglo hacía.  260
Entonces, como ahora, con el Credo
En los labios el prójimo vivía
Marido de una hermosa; que es pecado
Añejo el codiciar fruto vedado.


XXXIV

   Mas porque en él sus contingencias haya,  265
¿Hemos de suprimir el himeneo,
Y sin pudor ni rienda... ¡Vaya, vaya,
No se armaría entonces mal jaleo!
Mar proceloso sin fanal ni playa
Fuera la humanidad, y en tal bureo,  270
Sin paz, honra ni amor en los hogares,
Sólo el vicio procaz tendría altares.


XXXV

   De tal calamidad, de abismo tanto
Dios piadoso nos libre y nos defienda.
Y sí hará; que de amor al dulce encanto  275
¿Quién no pide legítima una prenda
Que herede, ora el armiño de su manto,
Bien o mal adquirida ora la hacienda,
Ora, si falla el gesto de papá,
Siquiera el lindo rostro de mamá?  280
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XXXVI

   Sin los que hacen amor y simpatía
Casorios fragua la codicia a pote.
¿Qué Megera se queda para tía
Si en Venus la convierte el rico dote?
Quién por verla en mayor categoría  285
Da la mano de su hija a un monigote;
Quién se resigna a la de mal casado
Por redimir la suerte de soldado.


XXXVII

   Y pues la conyugal institución
Es útil y precisa y veneranda,  290
Para vivir en paz hembra y varón
¿Tienen más que vivir como Dios manda?
Ni a todos la fatal constelación
Aflige; y aquí, en fin, como en Irlanda,
Aunque sea otra Cava su mujer,  295
Es hombre honrado el que lo quiere ser.

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ArribaAbajoCanto undécimo


La virtud



I

ArribaAbajo   Ya hemos visto, protea y multiforme,
Cómo la Desvergüenza se encapilla
De toda institución el uniforme,
Y cómo lleva a todas su mancilla,38
Y cómo es rea de lesión enorme  5
Hasta al valor y hasta a la negra honrilla;
Y ¿qué dirá el lector cuando le pruebe
Que aun la virtud a falsear se atreve?


II

   Virtuoso se llama a boca llena,
Y, lo que aún es peor, de buena fe  10
Presume serlo, el que feroz condena
Al que de otra manera juzga y ve;
Y a Dios piensa servir si hecho una hiena,
Ante la Santa Cruz do Cristo fue
Hostia que te salvó, linaje humano,  15
Tuesta si puede aun a su propio hermano.


III

   Por dicha, ya de moda en nuestra era
No son ni el empinado cucurucho,
Ni el aspa ruda, ni la horrible hoguera
Que al pueblo un día divertían mucho:  20
¡Tal se abusaba de su fe sincera!
Cuando más, si ha lugar, negro cartucho
Prefiere algún presbítero al misal;
Mas ¿los autos de fe? ¿Quién piensa tal?
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IV

   Ni ya con la frecuencia que solía  25
De alma virtud al rostro se acomoda
Carátula falaz la hipocresía;
Que tampoco es ya artículo de moda
De un Orgón la sandez cándida y pía;
Y quien no tiene viña no la poda;  30
Y es tan verdad como que tres son nones
Que no hay Tartufos donde no hay Orgones.


V

   Hoy lo que priva es lo que el vulgo llama
Despreocupación, y tan de quicio
Suelen muchos sacar a esta madama,  35
Que, mofando el ayuno y el cilicio,
No con mentir virtud buscan su fama,
Sino con ser hipócritas del vicio.
Allá se irán, como su ejemplo venza,
Despreocupación y desvergüenza.  40


VI

   Mas aun en los que se echan a la espalda,
Como suele decirse, el alma rea
(¡Y algunos no ha tres lustros que en la falda
Lloraban de nodriza filistea!);
Aun en los que desertan de Ripalda  45
Para alistarse en la milicia atea,
Hay una santa a quien se otorga indulto,
Y hasta, veraz o no, se rinde culto.


VII

   ¿Y quién la mártir es, o quién la casta
Virgen en cuyas aras no se ceba  50
La segur del impío iconoclasta?
¿Cuál es esa deidad, vetusta o nueva,
Que, cuando de otras mil se hace subasta,
Al alto firmamento España eleva
De Irún a Cádiz, de Ampurdán a Lemus?  55
Santa Moralidad.- Muy bien. Oremus...
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VIII

    Mas tanto de ese nombre bendecido
Como del nombre del honor se abusa.
Lo invoca sin escrúpulo el perdido
Que por no trabajar vende la blusa,  60
Y el que la ley más santa da al olvido
Y anónimos sus hijos a la Inclusa;
Y hasta el que hurta un millón, jugando en falso,
Contra el que roba un pan pide el cadalso.


IX

   ¿Y quién no ha visto a alguna Magdalena  65
(Pecadora se entiendo, no contrita)
Que se da en espectáculo a la escena
Más que el actor que su papel recita,
Y si un concepto equívoco resuena,
Se pasma, se sonroja, se espirita,  70
Y vela el rostro, y pudorosa exclama:
«¡Santo Dios, qué inmoral es este drama!»


X

   ¡Ah! no está de ordinario la malicia
En tal frase inocente o tal vocablo,
Sino en la mente llena de inmundicia  75
Del que cursa las cátedras del diablo.
Hay gentes cuya lúbrica pericia
Aun del mismo san Juan o de san Pablo
Viera en las apostólicas leyendas
Infamias y herejías estupendas.  80


XI

   Ni es la moralidad aislada y sola,
Que sin cultivo (¡prodigiosa planta!)
Abunda en la península española,
La que más se enaltece y se decanta.
Cuando un club la proclama y la acrisola,  85
Entonces sí que es grande y firme y santa;
Que aquí, aunque calcen diferentes puntos,
Todos son héroes en estando juntos.
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XII

   Pero cada pandilla, y hay ochenta,
El privilegio de invención se arroga,  90
Y al pobre que en sus filas no se cuenta
Cátele usté inmoral. ¡Vaya, que es droga!
Y como una tan sola nos regenta
Y al cuello las demás tienen la soga,
Consta de oficio que por esta banda  95
Sólo hay moralidad en el que manda.


XIII

   ¡Absurdo! Y no lo es menos la doctrina,
Que pasa entre los zoilos por axioma,
De que todo el que manda y predomina
Es un caco, un traidor, una carcoma...  100
Mas si ha de ser estéril mi paulina,
¡Alto!; que bien está san Pedro en Roma,
Y antes que un comisario la secuestre
Torne mi musa a su humildad pedestre.


XIV

   La virtud jactanciosa y pregonera  105
No al cristiano edifica; le empalaga.
Quien sus buenas acciones vocifera
Menos al cielo que a su orgullo halaga.
No diga doy quien da de esa manera.
Si él propio en humo el rédito se paga,  110
Esa largueza que propala indemne
Es una desvergüenza y muy solemne.


XV

   Y es desvergüenza aun más desvergonzada
La del que miente caridad perfecta
Y sin sacar de su bolsillo nada  115
La luce con las sumas que colecta.
¡Y aun si la caridad bien ordenada
(Como la entienden muchos de su secta)
No le induce a sisar unos realejos...
El diablo suele dar malos consejos.  120
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XVI

   Pero siempre es virtud, aun con lo ajeno,
Al pobre procurar sopa y abrigo. -
Sí, señor, sí, señor; santo y muy bueno
Cuando sólo al socorro del mendigo
Del pío cuestador aspira el seno;  125
No a abrirse por tal vía algún postigo
De los que a la modestia no están francos,
Y así de mogollón ponerse en zancos.


XVII

Pues ¿qué diré de la virtud salvaje
Que en la acción más venial e indiferente  130
Contra Dios o los santos ve un ultraje;
Que ni al amigo exime ni al pariente
De su pesquisidor espionaje,
Y si al quemarse un dedo oye al paciente
Decir ¡demonio! por decir ¡Jesús!,  135
¿Nubla al santo o la santa un patatús?


XVIII

    No es esa la virtud que los doctores
Enseñan en sus santas homilías;
No siguen, no, tan tétricos censores
El ejemplo de Job ni el de Tobías;  140
No entre tantas injurias y dolores
Así dio al hombre el Redentor Mesías
Con su sangre vertida en holocausto
De dulce caridad río inexhausto.


XIX

   Hace vida ejemplar doña Mencía,  145
No la hay en todo el barrio más devota,
No pierde jubileo o letanía,
Dice que ayuna, dice que se azota...
Aunque no dice tal su lozanía;
Pero ni sabe hacer una compota,  150
Ni gusta de lavados y amasijos,
Ni cose los guiñapos de sus hijos.
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XX

   Así el marido con escasa renta
Nunca sale de trampas y de roña,
Y en vano ruega humilde a su parienta  155
No tema tanto la infernal ponzoña,
Y aunque al rosario salte alguna cuenta
Cuide más de la prole que retoña. -
«Calla, responde, que por ella, oh Lucas,
Rezo..., ¡calla!, y por ti. Ne nos inducas...»  160


XXI

   Cielos, ¡qué cristiandad! Pues ¿desde cuándo
No es máxima muy cuerda y muy católica
«A Dios rogando y con el mazo dando»?
¿Impide acaso a un pobre la apostólica
Sede, ni san José, ni san Fernando  165
Que gane honradamente la bucólica?
¿No tiene, por ventura, otro quehacer
Que parir y rezar una mujer?


XXII

   Hailas que no se pican de gazmoñas,
Pero o duermen o gruñen (¡lindo!) y hailas  170
Que te arruinan con dijes y con moñas,
Sin tregua en sus antojos y lilailas;
Y vituperios son sus carantoñas
Si algún día, oh marido, desenfrailas;
¡Y tal vez la conciencia te remuerde  175
Si el freno rompes y te das un verde!


XXIII

   Mas para ser tan déspota tu adjunta.
¿Qué méritos alega o qué virtudes?
¿Qué majuelo te trajo ni qué yunta
Para excusar que tú remes y sudes?  180
¿Qué le debes?... -¡Donosa es la pregunta!
¿Y es posible, hombre ingrato, que aún lo dudes?
Pues ¡qué! ¿no es harta gloria en doña Sancha
Ser guarda firme de tu honor sin mancha?
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XXIV

   Ya; sí;... es verdad; el conyugal recato  185
Es meritorio; mas según en quiénes.
Lo aplaudo en las hermosas que al conato
De ninfo audaz responden con desdenes;
No en la fea sin sal ni garabato,
Que tal vez fuera pródiga de amenes  190
Si valiese la pena de que un cuco
Se atreviese a decirle: «Envido y truco».


XXV

   Mas ¿qué tenemos con que el sacro voto
De la fe conyugal guarde una hembra?
¿A qué santo ese púdico alboroto  195
Con que en su casa la discordia siembra?
¿Qué buleto sus vínculos ha roto,
Que así su austera castidad remembra?
Al dar el sí y al recibir las arras
¿No oyó leer la epístola de marras?  200


XXVI

   Harto ya el Evangelio te emancipa,
Oh Mujer, de la antigua servidumbre;
Y sobre ser acaso una chiripa
Que para ti Himeneo el ara alumbre,
¿No es una iniquidad que fuma en pipa,  205
Aunque a reírla el vulgo se acostumbre,
Hacer de intruso artículo vedado
Editor responsable a un desdichado?


XXVII

   A ese marido que te viste y calza
Y para proveer a tu regalo  210
Apenas del papel los ojos alza,
O suda en el taller sin intervalo;
A ese hombre que te adora y que te ensalza
¿Es, dime, alguna hazaña ¡pese al malo!
El dejarle llevar sin cirineo  215
La ponderosa cruz del himeneo?
—484→


XXVIII

   Y dado que virtud se te repute
(Por lo rara tal vez) la continencia;
¿Sólo por no ser rea de un matute
Para todo tendrás amplia licencia,  220
Y no ha de haber en casa quien refute
De tu imperioso genio la insolencia,
O razón, ni pragmática ni bula
Que ponga coto a tu insaciable gula?


XXIX

   ¡Oh! si entre tanto criminoso anhelo  225
Sólo una buena cualidad bastara
(Y esa tal vez traída al redropelo)
Para que abriendo Pedro la mampara
Derechitos nos fuésemos al cielo,
¿Cuál es el monstruo de maldad tan rara  230
Que para entrar en la celeste corte
Gratis no se agenciara un pasaporte?


XXX

   Mas de virtud usurpa el nombre augusto
La que es ceñuda, intolerante y hosca;
Ni manda Dios que al pecador el justo  235
Mientras él santamente hace la rosca,
La hoz reserve en el estío adusto
Y el aguijón del cínife y la mosca.
Cueste algo, aun a los santos, ¡pesia tal!
La bienaventuranza celestial.  240


XXXI

   Ni por ser del Decálogo observante
(Por él cómodamente interpretado)
Su inerte probidad don Blas decante
Y nos humille a título de honrado;
Pues a probarle basta un estudiante  245
Que no es virtud la ausencia del pecado,
Ni la gloria conquista del Edén
Quien no hace el mal, sino quien hace el bien.
—485→


XXII

   En la Ordenanza militar se escribe
(Y más ardua milicia es la del cielo):  250
«El oficial que nunca se desvive
Por dar muestras insignes de su celo,
Y todo su conato circunscribe
A cumplir, sin que falte o sobre un pelo,
Con la estricta liturgia del oficio,  255
Vale muy poco para el real servicio.»

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ArribaCanto duodécimo


Miscelánea



I

Arriba   Ya en lo más culminante y colectivo
He dado, aunque harto pálido, un bosquejo
Moral del siglo próspero en que vivo.
Ya con más o con menos salmorejo,
¡Oh Desvergüenza!, de tu vasto archivo  5
Inventariado en consonantes dejo
Lo que a tu gloria póstuma bastara
Si lira te cantase más preclara.


II

   Sin apurar los fétidos retales
Con que remiendas tu grasienta capa,  10
Ahora te hilvanaré los principales,
Salvo si alguno a mi memoria escapa;
Mas no ya en sendos cantos especiales;
Que tantos no cupieran en el mapa;
Sino haciendo en revuelta trapisonda,  15
Como suelen decir, cama redonda.


III

    Averiguado está que la pobreza,
Con paciencia llevada, es meritoria;
Excusa de mil vicios la torpeza
Y hace llano el camino de la gloria;  20
Pero el que sólo mira la corteza
De esta afanosa vida transitoria
Y de la fe no siente la eficacia,
Ve en la pobreza la mayor desgracia.
—487→


IV

   Así, aun mirado con mundano prisma,  25
Interesa y aflige a una alma recta
Todo pobre, ora lleve el santo crisma,
Ora le afilie descreída secta;
Ni es de aplaudir que con falaz sofisma,
O dando por limosna una indirecta,  30
Discierna un hombre a quien el oro sobre
El cuánto y el porqué de cada pobre.


V

   De quien no es alguacil o vigilante
Tan cavilosa inquisición no es propia.
Del veraz, del honrado mendicante  35
Distinguir al intruso en tanta copia,
Y del desvergonzado al vergonzante
Que no hace gala de su misma inopia,
Toca al Gobierno, y dar a cada uno
Lo suyo: al pobre, pan; presidio al tuno.  40


VI

   Mas si es harta desdicha y harta pena,
Triste blanco a desaires y empellones,
Mendigar (por su culpa o por la ajena)
Las migajas de altivos epulones,
Que devoran tal vez en una cena  45
Lo que nutrir pudiera a mil peones;
También en la pobreza cabe abuso,
Y aunque lo compadezco, no lo excuso.


VII

   Deslindar, ante todo, es conveniente
La pobreza de estado y la de oficio.  50
De vago tiene más que de indigente
Quien (aunque aptos estén para el servicio
Sus brazos y sus piernas) indolente
De alcázar o basílica en el quicio,
Sin variar a su tono una corchea,  55
A todo el que entra o sale pordiosea.
—488→


VIII

   Y ¿qué diré del que ulcerada ostenta
La pierna que un grillete merecía,
Y él mismo hizo la llaga purulenta
Con que a ojos y narices desafía,  60
O finge que le azoga y atormenta
Temblona y contumaz la perlesía,
Y con tan vil industria y tales trazas
Es escándalo y grima de las plazas?


IX

   Ni cuando al pobre auténtico y genuino  65
Con otros en pacífica congerie
Sopa y albergue da San Bernardino,
Apruebo que prefiera a la intemperie
Curtir su ya rugoso pergamino,
Y de sus cuitas prolongar la serie,  70
Y que, como al bandido y al espía,
Le persiga doquier la policía.


X

   Él dirá, y a su modo con razón:
«Amor de libertad a tal me obliga». -
Y ¿la hay para el desnudo pobretón  75
Que gorra en mano el óbolo mendiga? -
«Sí, dirá; que si hoy saco provisión
Con que tres días llene la barriga,
Huelgo a mis anchas satisfecho y harto
Y ronco o bebo hasta que alumbre el cuarto.  80


XI

   «Y menos me molesta y me amohína
El perdone por Dios, hermano mío,
Y que el perro me ladre hasta la esquina
Furioso con mi trágico atavío,
Que la rígida y grave disciplina  85
Del instituto que me brinda pío
Con una angosta celda y un mal rancho,
Siendo este mundo sublunar tan ancho.»
—489→


XII

   Él ve así la cuestión; mas de otra guisa
La sociedad es justo que lo entienda,  90
Y ningún reglamento me precisa
A dirimir en verso esta contienda.
¿Quién sabe si algún genio, hoy sin camisa,
Decretará mañana un plan de hacienda
Que diga en el parágrafo segundo  95
«Otrosí: ¿no haya pobres en el mundo»?


XIII

   Vague entre tanto libre como el ave
(Si tal vida le es grata, aunque la abrevia);
Pues apreciar el bien no quiere o sabe
De que es objeto, la infeliz Eusebia;  100
Mas ya que contra el método y la llave
Ejerce arisca su censura previa,
No su propio abandono y su desidia
Las miserias aumenten con que lidia.


XIV

   No, como credencial de su penuria,  105
De intento arrastre fétidos andrajos;
No su cabello cual rabiosa furia
Deje flotar en asquerosos gajos;
No, ya que es imposible a la lujuria,
A horror y náuseas muevan sus zancajos;  110
No la mano que tiende suplicante
Cubra de añeja mugre espeso guante.


XV

   Menos así la caridad despierta,
A que la necesita su hado impío,
Que la aversión con que su herrada puerta  115
Le cierra displicente señorío.
De su contacto, cual de peste cierta,
Huye más de un cristiano con desvío
Que, a no verla en pelaje tan siniestro,
«Tome, diría, y rece un Padrenuestro».  120
—490→


XVI

   Ya que no por el Público decoro,
Por la salud, que la inmundicia estraga,
Y es más preciosa que el mayor tesoro,
Y por libraros de la hambrienta plaga
Que os da un verdugo para cada poro,  125
Esa pereza repugnante, aciaga
Debierais sacudir, cuitada gente;
Que no quita lo pobre a lo decente.


XVII

   Peine, aguja, dedal, tijeras, hilo
Y algún otro utensilio necesario  130
Tener es dado, sin que sude el quilo,
Al último y más triste proletario;
Ni es menester que al Ródano o al Nilo
Vaya a lavarse. A todo vecindario
Agua da Dios, ya en fuente, ya en cisterna,  135
Y toda no se apura en la taberna.


XVIII

   Mas basta, y a otra cosa. No me digan
Los que en morder se gozan cuanto escribo
Que ni los pobres que su pan mendigan
Se libran de mi numen corrosivo.  140
¡Mal me conocen los que así me hostigan!
¿Cómo olvidar que, si hoy holgado vivo,
Pobre pasé mi juventud lozana
Y a un soplo adverso lo seré mañana?


XIX

   Si alguien envidia el distinguido puesto  145
Que gané encaneciendo y grado a grado;
Si a alguno asombra el bienestar modesto
Del que a vate ascendió desde soldado,
Cuando quizá con apacible gesto
Contemple a más de un pícaro encumbrado,  150
Sea cual yo en remar un galeote,
Y al fin él medrará, si no es un zote.
—491→


XX

   Mas hoy (y es desvergüenza tan de bulto,
Que pasarla no es lícito en silencio)
Cargos que honraran a varón adulto,  155
Lumbrera de Compluto o San Fulgencio,
Desdeña imberbe mozo porque culto
Rindió una vez, no a Esquilo y a Terencio,
Sino a Comella en verso baladí
O en fementida prosa a Bouchardy.  160


XXI

   Antaño desde humilde meritorio
Aprendía su oficio un intendente,
Y el hijo de un Girón o de un Osorio
Era a una bandolera pretendiente:
Hoy en término breve y perentorio  165
Cualquier charlatanzuelo adolescente
Quiere mandar... (¡y que él lo quiera, pase!...
Una provincia de primera clase.


XXII

   Así la pobre nave del Estado
Mal se remolcará con tanto lastre;  170
Así, río sin márgenes ni vado,
Será que un día a todos nos arrastre
La insensata ambición. Pero atestado
Está de pingos mi cajón de sastre,
Y si más diligente no los hurgo,  175
Meses y meses durará el expurgo.


XXIII

   Este lleva en su rótulo Hermosura.-
«¡Qué! (me dirá algún lánguido Macías)
¿Ni aun las hermosas de tu atroz censura
Exentas se verán? ¡Oh prendas mías!,  180
Castigad con desdenes su locura;
Poco he dicho: arañadle como arpías.
¿Cuándo ¡oh Dios! ni en Madrid ni en Olivenza
En la hermosura cupo desvergüenza?»
—492→


XXIV

   Sí tal. Tenga usted flema, Adonis tierno,  185
Y si me escucha, espero que no dude... -
«¡Ah, ya!, interrumpe el Píramo moderno;
Usté no habla de todas; usté alude
A las que el celador en su cuaderno
Apunta..., a las... Pues Dios no me salude  190
Y pierda yo la gracia del bautizo
Si aun con esas también no simpatizo.»


XXV

   ¡Oiga usted...! (No me deja meter baza.)
Harto trabajo tiene la infeliz
Que sacando su género a la plaza  195
(Triste reata del primer desliz).
A cualquier perillán de mala traza
Grata sonríe y dobla la cerviz.
Muévenme a compasión, y no las zumbo.
Mi quilla va por diferente rumbo.  200


XXVI

   No la flaqueza mujeril increpo,
Fruto del hambre o de halagüeño arrullo,
Y aun del común sentir tanto discrepo,
Que no ataca mis nervios un repullo
Si prende a tantos en su amable cepo  205
La coquetuela Inés. El vano orgullo
Culpo, al contrario, de la esquiva hermosa
Que se hace necia a título de diosa.


XXVII

   ¿Por qué a los hombres miras de soslayo
Y por qué a las mujeres de reojo?  210
¿Por qué disparas el aleve rayo,
Si has de ver en tu víctima un sonrojo?
¿Por qué, en vez de usurpar galas de Mayo
Que hiela tu altivez, triple cerrojo
A los mortales réprobos no oculta  215
Ese fiero pudor que los insulta?
—493→


XXVIII

   La que preciosa dádiva celeste
Fue para ti, no digna de tal lote,
Con la guerra emulando y con la peste
¿Será para nosotros crudo azote?  220
Y para el otro mundo o para este
¿Es la hermosura tan sublime dote,
Que impunemente la que nace linda
De ser dulce y benévola prescinda?


XXIX

   ¡Ay! no ve la que así se desvanece  225
Que en el pecado va la penitencia.
El gayo arbusto que en Abril florece
Seca de cancro ardiente la influencia.
No, cual la fatuidad, se está en sus trece
El tiempo; que, inflexible en su sentencia,  230
A muerte ha condenado cuanto nace,
Y en abreviarla a veces se complace.


XXX

   ¿Qué sociedad de crédito asegura
Tu nacarada tez, tu esbelto talle?
¡Ay! mañana insolente calentura  235
Tal vez tu rostro descolore y ralle;
Tal vez gibe tu mórbida cintura
Cierzo maligno al pasear la calle;
Rijas nublen tal vez o cataratas
Los bellos ojos con que a tantos matas.  240


XXXI

   Entonces tu soberbia y tu desvío
Maldecirás en incesante duelo.
Y al lloro inútil y al pesar tardío
Ni deudo ni amistad darán consuelo.
Para evitar futuro tan sombrío  245
Con el insigne Tasso te interpelo
Diciéndote en su lengua dolce e bella:
«Cangia, prego, consiglio, pazzerella».
—494→


XXXII

   Mas ¿qué digo? No es fuerza que la fiebre
Te injurie, o que la lima de los años  250
El frágil barro de tu orgullo quiebre,
Para que llores crudos desengaños.
Para uno que te adore y te celebre,
Cien y cien de tus párpados huraños
Huirán; que ya no es moda en los garzones  255
Sembrar suspiros por coger sofiones.


XXXIII

   Y antes que ser bonita una mujer,
Como el busto que olía la raposa,
Que sepa hacerse amar es menester;
Y quizá para amiga o para esposa  260
Más apta una romilla suele ser,
Si es viva y tierna y plácida y graciosa,
Que la que afecta (¡Amor se lo perdone!)
Fieros de Juno en fiestas de Dione.


XXXIV

   Mas quizá es mi sermón inoportuno;  265
Que todo a una deidad es permitido.
Ceso pues. Y, a propósito de Juno,
¿Podrá dejar mi sátira en olvido
El orgullo, insufrible cual ninguno,
Del cochero soez y forajido  270
Que al verse encaramado en el pescante
Disputa el cetro Júpiter tonante?


XXXV

   Al ver cómo el jastial se pavonea,
Diríase que es suyo el tren suntuoso,
Y no del que le ha dado la librea.  275
¡Con qué arrogancia a roso y a velloso
El formidable látigo chasquea!
No haría más si el premio, allá en el coso
De Olimpia, disputase su fatiga
Rigiendo ufano la veloz cuadriga.  280
—495→


XXXVI

   Y no le importa al bárbaro un comino
Si ora el tinglado obstante al cubo enreda,
O mal tomando el ángulo al camino
Descantona la calle de la Greda,
O sobre algún pedestre convecino,  285
Viceversa de Ixión, pasa la rueda.
Ni atiende a gritos ni respeta bulas:
Para él sólo son prójimos las mulas.


XXXVII

   No empero siempre de desdicha tanta
Es culpable el cerril automedonte.  290
Hombre hay que del lugar donde se planta
No apartaría el mismo Faetonte,
Ni tomara lecciones de Atalanta
Aunque viera sobre él rodar un monte;
Y hay quien, por no pararse dos minutos,  295
Corre y cruza, sin ver ruedas ni brutos.


XXXVIII

   Y a veces ni al auriga ni al peón
Puede achacarse, sino al ciego acaso,
Que éste sufra imprevisto revolcón
O bote el otro sobre el suelo raso;  300
Si bien apenas leve contusión
Suele causarle el hórrido fracaso
Que hace astillas la caja y tulle al dueño.
¡El cráneo cocheril es berroqueño!


XXXIX

   Esos inconvenientes y otros tales  305
Consigo, entre los bienes que acumulan,
Llevan las populosas capitales.
Équites peditesque allí pululan;
Obstrúyense las rúas principales;
Los negocios apremian y estimulan;  310
Éste se emboba, se apresura el otro;
Se hunde una tapia; se desboca un potro...
—496→


XL

   Y porque sin saber cómo ni cuándo
Una u otra catástrofe acontezca,
O porque algún cochero infrinja el bando,  315
Bien de Baco al espíritu obedezca,
Ora de su amo al imprudente mando,
¿Se querrá que maldita desparezca
La invención seductora y regalada
De andar con pies ajenos? ¡Ahí es nada!  320


XLI

   ¡Qué! ¿Sólo al que por lujo la utiliza
Hace bien esta industria floreciente,
O a la persona débil y enfermiza
Que excusarla no puede humanamente,
Y quizá de su pan economiza  325
Lo que el jaco le come y el sirviente?
¿No mantiene a infinitos menestrales
En patios, tiendas, cuadras y corrales?


XLII

   Tal censor, que ceñudo filosofa
Al ver en auge tan preciado invento;  330
Tal, que con mil injurias apostrofa
Al que gasta su haber con lucimiento,
O del simón decrépito se mofa,
Y aun del sietemesino tres-por-ciento,
Bien colárase dentro, aunque se hubiera  335
De prensar en la humilde bigotera.


XLIII

   Cuando en calesa va majo de rumbo
Con su cuya, ora al río, ora al chiquero,
Y acá da una carrera y allá un tumbo,
¿Por ventura a pareja y calesero  340
Les importa Madrid un higo chumbo?
«¡Arrea, que me cuesta el real dinero!,
Dice él, y ella repite: «¡Arrea, arrea!»
Y con el Padre Santo se tutea.
—497→


XLIV

   Tipo es también de desvergüenza, y mucha,  345
El parásito audaz, el hombre hiedra,
El que desde Madrid huele y escucha
Lo que guisando están en Pontevedra;
Que si hace honor a la pintada trucha,
No la ignoble tarángana le arredra;  350
De cuyo vientre, en fin, cosmopolita
No hay despensa segura ni marmita.


XLV

   No hablo de aquel que, pobre y desvalido,
Del deudo o del amigo acepta el plato
Y se muestra al favor agradecido;  355
Hablo del que, por darse mejor trato
Que el de su triste sopa y pobre nido,
O porque eso le sale más barato
Que aumentar trabajando su caudal,
De todo biencomiente es comensal.  360


XLVI

   Y es de ver la marcial desenvoltura
Con que al primer envido dice quiero;
Sino es que con impávida frescura
Exclama: «He despedido al cocinero
Que mi paciencia y mi bolsillo apura,  365
Y al olor de tu próvido puchero
Aquí me tienes: te amo con ahínco,
Y donde comen cuatro comen cinco».


XLVII

   De ellos los hay que, tras comer de gorra
En una casa un día y otro día  370
Con hambre que honraría a Calahorra,
En ella ejercen dura tiranía,
Y hoy de un fámulo culpan la pachorra;
Mañana de un portero la osadía,
O con un chisme y otro (¡inicua hazaña!)  375
Siembran en la familia la cizaña.
—498→


XLVIII

   Y nada a su escrutinio se reserva,
Y mientras celo, fe, lealtad simulan,
Quizá con la consorte infiel, proterva
Y el intruso galán se confabulan;  380
O quizá cuando Temis o Minerva
Alejan al patrón que tanto adulan,
Parásitos también del yugo santo,
Se alzan con la limosna y con el santo.


XLIX

   Vuelvo al cajón... Mas si apurarlo intento,  385
Perdurable será la taracea;
Ni dieran más valor a mi argumento
Otros cien tipos de ínfima ralea,
Que es, cada cual en su órbita, elemento
De tu firme poder, horrible Dea;  390
Y harto he probado que tu cetro inmundo
Más que el de Octavio señorea el mundo.


L

   Ni todas las que faltan en la lista
Culpas veniales y plebeyas son;
Muy gordas las suprimo, que a la vista  395
Están del menos lince y más hurón.
¡Y dirán que soy vate pesimista!...
Aun lo dirían, ¡ay! con más razón
Si, venciendo el temor con que batallo,
Cantara la mitad de lo que callo.  400