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Esta condición de vida transgresora y funesto destino final la comparten multitud de escritores varones en el estudio de cuyas obras, sin embargo, no ha sido la dimensión biográfica la que ha primado: Arthur Rimbaud, Mariano José de Larra, Charles Baudelaire, Leopoldo Lugones o Rubén Darío son solo algunos de los ejemplos. Cosa muy distinta sucede con las escritoras «malditas» que no pueden escapar de sus propias vidas, de sus propias muertes. Recuérdense a tal efecto a Alfonsina Storni, Susana Soca o Alejandra Pizarnik.

 

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Yvette López, «Delmira Agustini, sus lectores iniciales y los tropos de autoridad», La Torre: Revista de la Universidad de Puerto Rico, 9:34 (1995), pág. 266. La autora del artículo documenta su opinión a través de uno de los titulares aparecidos en la prensa local el día de la muerte de Agustini: «El amor que mata. La poetisa Delmira Agustini ha muerto trágicamente. Ayer su esposo Enrique J. Reyes, la ultimó a balazos y luego se suicidó descerrajándose un tiro en la cabeza. Detalles completos del sangriento episodio. (La tribuna popular, 7 de julio de 1914, citado por Arturo Sergio Visca en Correspondencia íntima, de Delmira Agustini, Montevideo: Biblioteca Nacional, 1969)».

 

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Pierre Bourdieu, The Fields of Cultural Production, Cambridge: Polito Press, 1993 y Dominique Maingueneau, Féminin fatal, Paris: Descartes and cie., 1999; Le discours littéraire. Paratopie et scène d'énonciation, Paris: Armand Colin, 2004.

 

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Resulta, en este sentido, gratuito que se compare la obra de Agustini con la de autoras como Mistral o Peri Rossi, con las que poco o nada tiene que ver más allá del origen geográfico o la tematización de los universales Eros, Muerte, etc., y solo en función de una «lógica de género», como en el artículo de M. R. Olivera-Williams: «Retomando a Eros: tres momentos en la poesía femenina hispanoamericana: Agustini, Mistral y Peri-Rossi», Revista Iberoamericana, 186 (1999), págs. 117-133. Es un ejercicio arriesgado, especialmente, porque todavía no se ha analizado en profundidad el contacto de Agustini con autores contemporáneos y más afines a su personalidad poética como Herrera y Reissig, Villaespesa o Darío. Recordemos, además, que el modernismo está especialmente preocupado por la representación femenina y, cuando el sujeto de enunciación empieza a ser la mujer, todas aquellas fantasías masculinas revertidas en la literatura, la pintura, la fotografía modifican sus sentidos y proyección.

 

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Para ilustrar esto tomemos algunas citas: «Actualmente no conozco ninguna personalidad femenina que pueda igualarla» asevera Villaespesa, en la edición de M. García Pinto: Delmira Agustini, Poesías Completas, op. cit., pág. 209; «Todo le augura el camino triunfal de una Ada Negri americana» certifica Francisco Aratta, Ibid., pág. 215. La misma opinión suscribe Barrett: «Será tal vez en Sudamérica lo que en Francia Mme. de Noailles», Ibid. pág. 265. El propio Darío, mentor principal de nuestra poeta, utiliza este prejuicio crítico segregativo cuando elogia su poesía: «De todas cuantas mujeres hoy escriben en verso, ninguna ha impresionado mi ánimo como Delmira Agustini», en M. Alvar, La poesía de Delmira Agustini Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1958, pág. VII. Pero estas opiniones contemporáneas a nuestra autora se prolongan en el tiempo más de lo imaginable. Sarah Bollo, muchos años más tarde, la compara tanto con Safo como con Santa Teresa valiéndose además del criterio de un varón, Rubén Darío, para dotar de autoridad y validez a su poesía: «que la acerca a la magna voz de la isla de Lesbos que cantó estremecida y vibrante la "Plegaria de Afrodita", y la unen a la divina inspirada de Ávila cuando recibe de lo íntimo o de lo alto sus prodigiosas visiones y sus fervores espirituales y místicos nunca sobrepasados, como dijo Darío» (Sarah Bollo, Delmira Agustini. Espíritu de su obra. Su significación, Montevideo: Impresora Uruguaya, 1963, pág. 3), aunque, en el caso concreto de esta crítica, es cierto que más tarde, parangona la originalidad de su lenguaje con la que tienen algunos poemas de Vasseur, Herrera y Reissig, Asunción Silva, Nervo, y en el contexto estadounidense, Walt Whitman o Edgar Allan Poe (Ibid., pág. 8).

 

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En este sentido, se pueden citar algunos artículos relativamente recientes que comparan la obra de Agustini solo con la de otras mujeres escritoras: Georgette M. Dorn, «Four Twentieth Century Latin American Women Authors», SECOLAS Annals: Southeastern Council on Latin American Studies, 10 (1979), págs. 125-133; Myriam Ivonne Jehenson, «Four Women in Search of Freedom», Revista Review Interamericana, 12:1 (1982), págs. 87-99; Helena Percas de Ponseti, «Reflexiones sobre la poesía femenina hispanoamericana», Revista/Review Interamericana, 12 (1982), págs. 49-55; Jaime Martínez-Tolentino, «Alfonsina Storni y Gabriela Mistral: la poesía como condena o salvación», Escritura, 16 (1983), págs. 223-230, Robert Lima, «Cumbres poéticas del erotismo femenino en Hispanoamérica». Revista de estudios hispánicos. 18:1 (1984), págs. 41-59; Dolores Koch, «Delmira, Alfonsina, Juana y Gabriela», Revista Iberoamericana, 51:132-133 (1985), págs. 723-729, o Antonio Campaña, «Desde el Cono Sur: Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou», Literatura Chilena, 13:1-4 (1989), págs. 40-62. Todos ellos continúan con este prejuicio crítico simplista, ingenuo y maniqueo, que tan negativo ha sido para la historia literaria, y que en todos los casos está relacionado con la identificación vida-creación, con juzgar la escritura de mujeres como algo aparte y al margen de la tradición masculina que sería el estándar, la tradición modélica, canónica. En ocasiones, estos estudios plantean aspectos que, aunque polémicos y debatibles, son interesantes en la medida en que revelan que hay una preocupación, una ansiedad y un debate en torno al tema y no se acepta sin más la segregación de la escritura femenina como hace décadas. Así, estos trabajos suelen justificar la elección de su corpus, con criterios más o menos válidos, pero interesantes en cualquier caso. A veces también, se utiliza ideológicamente a estas autoras como arma del feminismo activo -aunque ellas no sean feministas en sentido estricto-, es decir, se usa la literatura como medio de afirmación y avance social para la mujer. Estudios más actuales, sin embargo, empiezan a comparar la poesía de Agustini con la de autores varones consagrados en la historia literaria lo que reveía que no se establecen ya diferencias genéricas al valorar sus respectivas obras: Sylvia Molloy, «Dos lecturas del cisne: Rubén Darío y Delmira Agustini», en La sartén por el mango, Patricia Elena González y Eliana Ortega, eds., Río Piedras: Huracán, 1984, págs. 57-70; Gwen Kirkpatrick, «The Limits of Modernism: Delmira Agustini and Julio Herrera y Reissig», Romance Quaterly, 36 (1989), págs. 307-314, Gwen Kirkpatrick, «Delmira Agustini y el 'reino interior' de Rodó y Darío», en ¿Qué es el modernismo? Nueva encuesta, nuevas lecturas, Richard A. Cardwell y Bernard McGuirk eds., Boulder: Soc. of Spanish and Spanish American Studies, 1993; Kate Peters, «Fin de siglo Mysticism: Body, Mind and Trascendence in the Poetry of Amado Nervo and Delmira Agustini», Indiana Journal of Hispanic Literatures, 8 (1996), págs. 159-176, Patrick O'Connell, «Delmira Agustini, Rubén Darío y la 'tabula rasa': Sangre, cisne y creatividad femenina», Explicación de textos literarios, 26 (1997-1998), págs. 72-79.

 

7

R. Philips, Alfonsina Storni: From Poetess to Poet, Londres: Tamesis Books Limited, 1975.

 

8

Iris M. Zavala, «Modernidades sexualizadas: el corredor de las voces femeninas», en Delmira Agustini y el Modernismo. Nuevas propuestas de género, ed. Tina Escaja, Rosario: Beatriz Viterbo, 2000, pág. 110.

 

9

Ibid. pág. 112.

 

10

Incorporo aquí, para la reflexión, las citas de dos prestigiosas teóricas feministas que encabezaban este apartado y que apoyan la idea de la comunidad, la fraternidad entre mujeres no solo como deseable para fortalecerse frente al canon hegemónico, sino como casi obligatoria en un primer momento de escritura: «cada generación de escritoras se ha encontrado, en cierto modo, carente de historia, y se ha visto forzada a redescubrir el pasado nuevamente, fraguando una y otra vez la conciencia de su propio sexo», Elaine Showalter, A Literature of Their Own; British Women Novelists from Brontë to Lessing, Princeton: N. J.: Princeton University Press, 1977, págs. 11-12; «Escribir es una actividad en colaboración, una actividad comunal, que no se lleva a cabo en una habitación propia», Gloria Anzaldúa, «To (o) Queer the Writer-Loca, escritora y chicana» en Inversión, ed. Betsy Warland, Vancouver: Press Gang, 1991, pág. 255.