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Para el estudio de la crítica existente en relación a la obra de Delmira Agustini se ha seguido el siguiente criterio. En primer lugar, se ha dividido el recorrido por los estudios publicados a lo largo del siglo XX en dos períodos: el primero, surgido con la «Carta abierta» de Zum Felde, repasa la lectura primera, más tradicional y patriarcal, de los versus de Agustini; el segundo se centra en la recepción crítica de los últimos veinticinco años, más innovadora. Sin embargo, y a pesar del carácter minucioso del que se quiere dotar al capítulo, se excluyen algunos trabajos, lo que obedece a una decisión personal y subjetiva y, como tal, cuestionable pero que me parece lícita, en tanto que los estudios descartados no ofrecen nuevas y originales perspectivas en tan controvertido, y cada vez más amplio, debate. Véase para una bibliografía total sobre Agustini hasta el año 1995: Ana Gil Seoane, «Delmira Agustini: una bibliografía», en Nuevas penetraciones críticas, coord. Uruguay Cortazzo, Montevideo: Vintén Editor, 1996, págs. 158-181.

 

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Dominique Maingueneau, Féminin fatal, op. cit., pág. 73.

 

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No se puede obviar en este punto algo sobre lo que la crítica ha hablado con profusión, aunque en la mayoría de los casos sin fundamento y coherencia: la influencia de la figura materna en Agustini y la controvertida relación que las liga. Se puede, me parece, esbozar una breve aplicación práctica desde el psicoanálisis a la peculiar manera en que se refleja el dominio materno en la escritura de Agustini. Dice Kristeva que la pérdida de la madre es el primer signo de emancipación, tanto para el hombre como para la mujer y cuando este matricidio no se produce se internaliza el objeto materno y «sobreviene la condena depresiva o melancólica del yo», Julia Kristeva, Sol negro. Depresión y melancolía, Caracas: Monte Ávila Editores, 1991, pág. 30. La melancolía tiñe todos los poemas de Agustini: Delmira tiene encerrado un fantasma, la representación de su madre, en su interior, como trasluce su poesía, tal vez esta sea el reflejo directo de la frustración vital al no poder enfrentarse a ella directamente: «Para proteger a mamá, me mato sabiendo -saber fantasmático y protector- que eso proviene de ella, diabla infernal y mortífera», Julia Kristeva, Ibid., pág. 30.

 

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Es interesante señalar la importancia que adquieren los espacios cerrados, íntimos, privados en la sociedad burguesa decimonónica, especialmente opresivos en el caso de la mujer. Tanto S. Gilber y S. Gubar, The Madwoman in the Attic, New Haven: Yale University Press, 1979, como Foucault en Historia de la sexualidad, desarrollan esta idea y dejan constancia de las repercusiones en el sujeto: «Hay también sociedades en las cuales la vida privada está provista de gran valor, en que es cuidadosamente protegida y organizada, en que constituye el centro de referencia de las conductas y uno de los principios de su valorización -es, al parecer, el caso de las clases burguesas en los países occidentales en el siglo XIX- pero, por eso mismo, el individualismo en ellas es débil y las relaciones de uno consigo mismo apenas se desarrollan», M. Foucault, Historia de la sexualidad, op. cit., vol. 3, pág. 41. A este respecto Lucía Guerra apunta asimismo: «El silencio es, por consiguiente, parte de una profusa espiral de la hermeticidad que tiene como territorios concretos el espacio de la casa, el cuerpo femenino y el ámbito intangible del entendimiento o capacidad intelectual», Lucía Guerra, La mujer fragmentada: Historias de un signo, Santiago: Editorial Cuarto Propio, 1995, pág. 56.

 

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Algunos poemas que tiene ya escritos para la obra son publicados póstumamente en 1924 bajo el título de Obras completas de Delmira Agustini.

 

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José Olivio Jiménez, Antología crítica de la poesía modernista hispanoamericana, Madrid: Hiperión, 1989, pág. 437.

 

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Según declara la hermana del joven, Alina Reyes, confesión esta recopilada en la obra de Clara Silva: Genio y figura de Delmira Agustini, Buenos Aires: Editorial Universitaria, 1969, pág. 62.

 

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Existe una abundante bibliografía a propósito de las diversas hipótesis e interpretaciones sobre su muerte: ¿suicidio pactado?, ¿asesinato?: los estudios de Ofelia Machado, Clara Silva y Emir Rodríguez Monegal, citados en la bibliografía final, son esclarecedores en este sentido.

 

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Delmira Agustini, Poesías completas, ed. Magdalena García Pinto, op. cit., pág. 23. La crítica argentina Beatriz Colombi hace una nómina de novelas actuales que recrean sus circunstancias vitales, lo que revela hasta que punto se ha alimentado el mito de su vida incluso a un nivel más popular y comercial: «Su novela ha inspirado novelas recientes, como Un amor imprudente (1994) de Pedro Orgambide, que ficcionaliza la relación de Delmira con el que se dice fue su gran amor, el argentino Manuel Ugarte, Delmira (1996) de Omar Prego Gadea, que reproduce poemas, cartas, y material documental y Fiera de amor (1995) de Guillermo Giucci. A esta lista, habría que agregar la reciente puesta en escena en Buenos Aires de La pecadora, con texto de Adriana Genta, que da cuenta del impacto perdurable de este destino femenino rioplatense», Delmira Agustini, Los cálices vacíos, ed. Beatriz Colombi, Buenos Aires: Simurg, 1999, pág. 12.