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We meet again, if we should understand
Each other; and if not, I shall not try
Your patience fourther than by this short sample
Twere well if others follow'd my example.


DON JUAN, Cant. I, est. 221.                


 

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NOTA I.


   Son sus versos
Cual su espíritu libres.

INDUDABLE parece que la razón ganaría no poco en la moderna poesía si de ella se desterrase el consonante. Yo empero, iniciado apenas en los misterios de las Musas, me guardaré bien de querer echar un abuso convertido ya en arraigada costumbre. Al contrario, en gracia de los filo-rítmicos, y puesto que en estas poesías hay solo una con versos aconsonantados, me arriesgo a poner aquí como el único que en mi vida he hecho el siguiente:




Soneto


   ¿Ves, Gil, un hombronazo allí sentado,
De faz profana, en sayo penitente,
Tragar la torta y chocolate ardiente
Que la devota Flor le ha presentado?
   Mírale bien: el Egoísmo ha hinchado
Su panza; Estolidez hundió su frente;
Y afectos torpes arden la impudente
Llama de su mirar: ese es Conrado.
   Nueve horas largas a la paz dedica
De un sueño estrepitoso; cinco yanta;
Cuatro en el seno de hembra corrompida
   Se revuelca; y moral que no practica,
Con bronca voz las otras seis decanta:
¡Qué piadoso varón! ¡Qué santa vida!
 

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NOTA II.

El cólera-morbo asiático.

Para la mejor inteligencia de esta oda ténganse presentes bajo un golpe de vista los siguientes hechos aunque sobradamente conocidos. El cólera-morbo pasó a Europa con los ejércitos rusos que volvieron de Persia. Ya estaba entonces encendida la guerra de Rusia con la Puerta, y continuó con estrago. Estallaron poco tiempo después los movimientos de julio en París, e instantáneamente las turbulencias de los mal aconsejados Belgas y la revolución de un pueblo generoso y engañado. El sacudimiento de los tronos europeos se hace sentir en América: viene un Monarca fugitivo a la tierra de sus padres, y ha de dormir bajo el techo del extranjero. Se apresta para la lid, y va en busca de su contrario. Los dos combatientes están ya en la arena: el vencedor será tal vez un fratricida. No son opiniones políticas las que han dictado el final de esta oda: son los afectos que, bajo cualquier creencia política o religiosa, la naturaleza ha inspirado siempre a los corazones tiernos.

 

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NOTA III.

Bien fuiste tú entonces, oh Burgos testigo.

ESTA y las siguientes estancias hacen alusión al siguiente pasaje de nuestra historia:

«Los caballeros de Castilla se juntaron en la ciudad de Burgos para acordar lo que se debía hacer. La resolución fue de recibir a don Alonso por rey de Castilla, a tal que jurase por expresas palabras no tuvo parte ni arte en la muerte de su hermano don Sancho. Don Alonso avisado desto se partió para aquella ciudad. Los más de los que presentes estaban se recelaban de tomarle la jura, por pensar lo tendría por desacato, y para adelante se satisfaría de cualquiera que lo intentase. Solo el Cid, como era de grande ánimo, se atrevió a tomar aquel cargo y ponerse al riesgo de cualquier desabrimiento. En la iglesia de Santa Gadea de Burgos le tomó el juramento, que en suma era, no tuvo parte en la muerte de su hermano, ni fue della sabidor; si no era así, viniesen sobre su cabeza gran número de maldiciones que allí se expresaron... Disimuló el Rey por entonces el desacato; mostrose alegre y cortés con todos, como el tiempo lo pedía, pero su pecho gravemente ofendido contra el Cid, como los efectos claramente le mostraron.»

MARIANA, lib. IX, cap. X.

«Por el mismo camino los nobles y caballeros se encendieron contra él (el Cid) en una nueva envidia: procuraban abatir al que más aina debieran imitar; armábanse para esto de calumnias y cargos falsos que le hacían; torcían sus servicios y sus palabras. No era dificultoso salir con su intento, por estar el Rey de tiempo atrás disgustado.

»Acordaron saliese desterrado del reino, sin dalle más término de nueve días para cumplir el destierro. No se atrevió el Cid a contrastar con aquella tempestad: encomendó su mujer y hijos al abad de San Pedro de Cardeña.»

ID. lib. IX, cap. XI.

 

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NOTA IV.

Ignoble raza de envidiosos pueblos, etc.

Los filosofadores franceses son los que más han declamado contra los horrores cometidos por los Españoles en América. Pero nosotros podríamos a nuestra vez preguntarles, ¿qué dulce y apacible trato excitó la sangrienta venganza de los Negros de Santo Domingo, cuando las colonias españolas se mantenían todavía tranquilas debajo el férreo yugo de la Metrópoli? Y en tiempos más de nuestros días, en tiempos más alumbrados que el bárbaro siglo XVI por el resplandor de una filosofía humana y tolerante, ¿qué han hecho los organizadores de pueblos, los regeneradores de naciones, los predicadores de filantropía, hordas esclavas con bandera democrática? ¿qué han hecho en España que los hospedada como amigos, en Italia, en Alemania, que a fuer de vencidas y conquistadas los acogían? El mundo lo sabe!!!