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Un análisis detallado de este corrido, que Chávez compuso para conmemorar la muerte de Obregón, y sus distintas versiones presenta Waseen (2005). Éste y el poema «El treinta treinta», a que puso música Óscar Chávez, presentándolo como «corrido zapatista», son los únicos de Gutiérrez Cruz que entretanto gozan de cierta difusión. Además, se recuerdan los versos dirigidos al minero que Diego Rivera copió en el mural sobre el tema en la Secretaría de Educación Pública y que no obstante las protestas tuvo que reemplazar por versos menos agitadores.

 

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Tanto García Gutiérrez (2002: 27) como Mora (1999: 117-118) argumentan en este sentido. Curiosamente, desde hace algunos años la obra de Gutiérrez Cruz empieza a reevaluarse en círculos lectores defensores de una «nueva» poesía comprometida.

 

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Novo, Salvador: «Algunas verdades acerca de la literatura mexicana actual». En: El Universal Ilustrado, 19.02.1925, citado según Novo (1999: 11-114).

 

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Este pasaje se halla en su reseña «Clásicos para niños» (Excelsior, 22.03.1925) de un libro de Edmundo de Amicis, citado según Díaz Arciniega (1989: 92).

 

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El entonces gobernador de Veracruz en 1925 había llamado a los estridentistas a colaborar con él en la implementación de una cultura y educación masivas acordes con el nacionalismo revolucionario de izquierda. Maples Arce y otros estridentistas se instalaron en Xalapa, donde desplegaron actividades culturales, políticas y administrativas de todo tipo. Para la información detallada sobre esta etapa remito a Schneider (1970), en Niemeyer (1999) emprendo un análisis más ceñido a lo que ella significaba para la posición del Estridentismo en el campo literario y la reformulación y, finalmente, el abandono de su programa estético. Sánchez-Prado (2006: 52) ofrece una explicación distinta, atribuyendo el «fracaso» de su proyecto al desencuentro entre la ideología defendida dentro del campo literario y las posiciones que ocupaba de hecho en la literatura y el poder: «si bien en el imaginario logró articular la versión más progresista y radical de las "naciones intelectuales", en la práctica fue incapaz de construir una posición política autónoma, lo cual los sentención [!], en el caso de Maples Arce, a convertirse en un intelectual orgánico al poder». Indudablemente, el deseo de poder fue una de las razones para la agitación de Maples Arce contra los Contemporáneos, pero a la disolución de los movimientos de vanguardia contribuyeron factores múltiples, entre ellos varios relacionados con la autodinámica estética de sus planteamientos así como con procesos culturales supranacionales, como he intentado demostrar en Niemeyer (2004: 238-245).

 

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Cito por García Gutiérrez (2008: 6-7), quien ofrece una detallada historia del Agorismo y las circunstancias políticas de su existencia breve: primero el apoyo del presidente Portes Gil como medida para contrarrestar un tanto la influencia del CROM y de Calles, después la ruptura del gobierno mexicano con la URSS como reacción al distanciamiento del PCM frente al gobierno mexicano impuesto por la Tercera Internacional, y la consiguiente retirada del respaldo oficial al Agorismo.

 

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Para el concepto que en México se divulgaba de la poesía pura y la discusión polémica en torno a éste, que ya se inició a mediados de los años 20, sigue siendo imprescindible el capítulo correspondiente en Schneider (1975); la oposición entre poesía social y poesía pura, como producto de la «deshumanización del arte» que debía «apartar a los intelectuales de la lucha revolucionaria» se halla explicitada, entre muchos otros textos, en el prólogo de Torrent Rozas al libro de Bustos Cerecedo (1934: 7-8).

 

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Este fue precisamente el caso de varios integrantes del Grupo Noviembre y de la LEAR, que empezó con el lema «Ni con Calles, ni con Cárdenas» y que terminó afirmando la política de Cárdenas a la vez que fue apoyada por el régimen.

 

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La polémica está ampliamente documentada y estudiada en Sheridan (2001); desde la teoría del campo literario la analiza Sánchez-Prado (2006: 88-112).

 

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Entre los dos o tres trabajos que dedican más de unas cuantas líneas a estos poemas hay que mencionar a Hernández-Rodríguez (2002), a Murgia (2008) y, claro está, a Monsiváis (2004: 127-131), quien llega a la opinión siguiente sobre el poemario: «El mensaje subyacente no ofrece dudas: el cristianismo tiene razón y nada cambia porque la naturaleza humana, inmodificable, es mezquina y es cruel. Novo [...] ve en la Revolución el desorden que no amerita el sacrificio» (130). Como intento demostrar en lo siguiente, Poemas proletarios ofrece una lectura más diferenciada, en todo caso nada esencialista. Casi sobra insistir en que la doctrina cristiana se apoya precisamente en la noción del cambio (teleológico) tanto histórico -el nacimiento de Cristo es el comienzo de lo nuevo-, como individual (del homo vetus al homo novus).