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1

Cfr. Diego Martínez Torrón, Mirar la luna. Poesía completa (1974-2002), Madrid, Sial Ediciones, 2003.

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Sobre su poesía incide de modo importante, como en otros miembros del 27, el Cancionero musical de los siglos XV y XVI, transcrito y comentado por Francisco Asenjo Barbieri. El tema del cancionero popular español me parece apasionante. Remito al lector interesado a: Julio Cejador y Frauca (ed.), La verdadera poesía castellana (1921-1930), Madrid, Arco Libros, 1987, 9 volúmenes, que debió conocer Alberti; Francisco Rodríguez Marín (ed.), Cantos populares españoles, Madrid, Atlas, 1981, 5 vols.; y más recientemente, entre otras ediciones de Margit Frenk Alatorre, su Corpus de la antigua poesía lírica popular hispánica (siglos XV-XVII), Madrid, Castalia, 1987.

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3

Ver, por ej., Blas Matomoro, «La anagnórisis cultural española en la Argentina durante la postguerra de 1939», en Cuadernos Hispanoamericanos, n.º 384, 1982, pp. 576-90. Ver tb. de modo específico Vicente Granados, «La etapa argentina de Rafael Alberti», Epos, 1, 1984, pp. 71-84. Cfr. Luis García Montero, «Símbolos y paraísos artificiales en la poesía del exilio de R. A.», en Cuadernos Hispanoamericanos, n.º 485-486, 1989, pp. 179-88, con alguna breve referencia a Pleamar. Antonio Jiménez Millán en La poesía de R. A. (1930-1939), Cádiz, Diputación de Cádiz, 1984, considera Pleamar como un texto no comprometido, aunque con alusiones autobiográficas a la guerra. Un estado general de la cuestión hace Francisco Javier Díez de Revenga en Panorama crítico de la generación del 27, Madrid, Castalia, 1987. Ver tb. Ricardo Senabre, La poesía de Rafael Alberti, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1977.

Remito también a la compilación de Manuel Durán (ed.), Rafael Alberti, Madrid, Taurus, 1975 (Persiles, 85. El Escritor y la Crítica), con un hermoso prólogo de Durán donde habla de la afición de Alberti a la pintura y la musicalidad de su verso, unido a su sentido del humor (pp. 14-16). Allí hay un excelente artículo de Azorín (de ABC 16 enero 1930) que acertó a situar a nuestro poeta en la línea de compromiso social, aunque estima éste debe estar postergado al arte; defienden a Alberti en este volumen Ricardo Gullón, Concha Zardoya, C. B. Morris, Juan Cano Ballesta. Solita Salinas Marichal -que escribió un libro pionero sobre Alberti- se refiere a sus «paraísos perdidos». Luis Felipe Vivanco llama a su poesía «una palabra felizmente superficial» llena de Gracia de estirpe becqueriana. Vicente Lloréns lo apoda «el poeta bucólico de la revolución» (p. 307).

Felipe B. Pedraza Jiménez y Milagros Rodríguez Cáceres, en Manual de literatura española, vol. XI, Novecentismo y vanguardia: líricos, Tafalla, Cenlit, 1993, pp. 616-17, dicen: «Pleamar (1944) es la primera obra escrita íntegramente en América. En ella el poeta mezcla el dolor del pasado con la esperanza del futuro que representa su hija Aitana. [...] Alberti ha recuperado el mar y su contemplación le inspira los vigorosos versos sueltos que recoge en Arión. Una vez más se remonta a sus raíces. Pleamar es un libro sencillo y claro [...]», y destacan su nostalgia de la tradición literaria y la vida española. Discrepo sin embargo con que el Alberti de Pleamar no haya evolucionado desde Marinero en tierra, como por el contrario afirma en su por otra parte interesante libro Javier Alfaya en Alberti, un poeta en la calle, en Los suplementos n.º 81, Madrid, Cuadernos para el Diálogo, 1977, p. 38.

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4

J. R. J., Ideolojía (1897-1957), Metamórfosis vol. IV, ed. de A. Sánchez Romeralo, Barcelona, Anthropos, 1990.

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5

José Bergamín, Las ideas liebres: aforística y epigramática (1935-1981), ed. de Nigel Dennis, Barcelona, Destino, 1998.

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6

Cfr. ahora la reedición facsimilar de Cancionero musical de los siglos XV y XVI, transcrito y comentado por Francisco Asenjo Barbieri, Málaga, Centro Cultural Generación del 27, 1987.

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7

Cfr. Rafael Alberti, Obra completas, ed. Luis García Montero, vol. I, Poesía (1920-1938), Madrid, Aguilar, 1988, p. 301. Se trata de un texto de La arboleda perdida que se ofrece como introducción a Cal y canto.

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8

De otro modo lo ha estudiado con acierto Marina Mayoral en «'Se equivocó la paloma' de R. A.», en El comentario de textos, Madrid, Castalia, 1982, pp. 343-50, donde se refiere al error del instinto. García Montero en su documentada edición de Obras completas, vol. I, Poesía (1920-1938), op. cit., pp. XCVI-XCVII, interpreta la paloma en un sentido político de la España equivocada; pero yo veo más bien el símbolo de España en el toro en esta obra (ej.: pp. 102, n.º 11; 107, n.º 21; y, n.º 22, 109; n.º 25 y 26, 110; n.º 27 y 28, 111; n.º 29, etc., etc.).

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9

Este panteísmo de Alberti ha sido muy bien detectado por García Montero en la introducción a su edición de la poesía, vol. I, cit.

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10

Aquí sí, en la parte 7, se vuelve al estilo de Marinero en tierra. Es hermosísima la parte 5: «De los álamos y los sauces». La parte 6: «Del pensamiento en un jardín», retorna al tema cívico, sin romper el aire lírico de todo el libro.

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