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Realidad y ficción en «Perico Lija» de Antonio Machado

Reyes Vila-Belda

La faceta de Antonio Machado como autor de unos pocos cuentos es poco conocida por el público. En esta ponencia me intereso por «Perico Lija», un cuento que apenas ha despertado la atención de los estudiosos. Esto se debe, en parte, a que existen dos versiones distintas y a que, además, solo está recogido en algunas de las ediciones de Los complementarios pero no en todas1. Escrito al parecer en París y pensando en la nación desde fuera de sus fronteras, Machado medita sobre los españoles. En este trabajo, propongo que se trata de un texto híbrido en el que difumina las barreras entre los géneros literarios, combinando la escritura de ficción con un planteamiento ensayístico. Aunque mantiene rasgos propios de la escritura creativa, también da cabida a la crítica social para transmitir un mensaje moral en el que verbaliza su preocupación por España.

La preocupación nacional también está presente en otro cuento, el más conocido, la versión en prosa de «La tierra de Alvargonzález» -que había publicado con anterioridad en Mundial Magazine, en enero de 1912-, así como en algunos de los poemas que escribirá por esos mismos años en Baeza. Allen Phillips en un estudio sobre las dos versiones en prosa y en verso de «La tierra de Alvargonzález» destaca que, al escribirlas, Machado era plenamente consciente de «las posibilidades expresivas de cada género»2. Por su parte Margaret Persin, considera que esas dos versiones son un reflejo de la poética de oscilación dialógica de la España de su tiempo3. Para la crítica americana, este texto doble evidencia la actitud interrogadora del escritor y la dialéctica de opuestos operante en esa sociedad4.

En «Perico Lija», Machado mantiene esa misma actitud de contrastar opuestos. Una actitud que se detecta en los temas y la polarización de los personajes pero también en la experimentación formal, con la verosimilitud del ensayo y la ficción del cuento, demostrando así que las barreras entre los géneros son inestables. Esta yuxtaposición de géneros es una manifestación de modernidad, pues esa oscilación refleja como un espejo los cambios emergentes en la época, así como el profundo sentimiento de ansiedad que caracteriza a la sociedad de fin de siglo. Una angustia que estaba originada por múltiples factores entre los que destacan los descubrimientos científicos que cuestionaban el saber y desestabilizaban la certeza; la industrialización y el desarrollo de las grandes ciudades frente al atraso del campo o la masificación de la población entre otros. Son cambios que presagian y estimulan las transformaciones que se producirán en la cultura, las artes y la literatura.

Comenta R. Lane Kauffman que las formas literarias híbridas, como la novela intelectual o el ensayo filosófico, surgieron como respuesta a la crisis de la cultura europea. Para Kauffman, fueron los intelectuales independientes, al margen de la academia y la cultura oficial, quienes respondieron a la fragmentada vida moderna, aportando una auténtica perspectiva ética y una nueva estética5. Según este crítico, en cada país la crisis tuvo manifestaciones diferentes, también en España. Los escritores españoles respondieron a la crisis con formas híbridas, como Unamuno con su nivola, Azorín y Baroja, con sus novelas filosóficas o Antonio Machado, con la poesía filosófica6.

Desde esta perspectiva, la hibridación textual de «Perico Lija» responde a varios niveles de ansiedad. Además de la angustia causada por las propias circunstancias personales que vivía Machado -la repentina enfermedad de Leonor, el precipitado regreso de París a Soria, el fallecimiento de su mujer y el posterior traslado a Baeza-, que sin duda debieron pesar en la elaboración de este escrito, la yuxtaposición de géneros también refleja la preocupación crítica por la sociedad de su tiempo, un desasosiego que tiene implicaciones en la configuración del texto mismo. Y, por último, también está patente la ansiedad por querer hacer llegar su visión sobre los españoles al máximo número de lectores, buscando que su mensaje alcanzase una mayor difusión entre el público, aspecto que dejo anotado pero que no puedo tratar ahora.

Tres versiones de un mismo texto

Existen varias versiones de este cuento pero mi propósito no es hacer un estudio, comparativo, algo que ya ha hecho Jordi Doménech. Aquí me limito a resaltarlas como signo de la desazón del escritor que, en un plazo breve de apenas dos años, ofrece a los lectores varias versiones de un mismo texto. También es necesario destacar la urgencia que le lleva a publicar este mensaje crítico en publicaciones diferentes, dirigidas a lectores de países distintos, en tan corto tiempo.

Según Doménech, existe un borrador manuscrito, con el título «Gentes de mi tierra», cuya transcripción fue publicada en el número especial de homenaje a Antonio Machado de Cuadernos Hispanoamericanos en 19497. La primera versión, con el título «Casares», apareció en La Tribuna, el 20 de febrero de 1912. Doménech considera que aunque se publicó más tarde fue escrita coetáneamente a «La tierra de Alvagonzález», durante su tercera estancia en la capital francesa, entre enero y septiembre de 1911. La versión última se publicó en París, en la revista Mundial Magazine, en junio de 1913, con el título de «Perico Lija» y con ilustraciones de Buste. Cuando salió, Machado se encontraba instalado en Baeza, en donde escribió poemas de contenido crítico semejante8.

Desde el París de la alta cultura y la vida bohemia, Machado observa a sus compatriotas y ofrece sus reflexiones sobre ellos, interesándose especialmente por los de provincias. Los títulos de cada uno de estos textos anticipan ya este propósito, pero de modo especial el del borrador «Gentes de mi tierra». Su intención meditativa estaba subrayada, además, en el segundo párrafo, después eliminado. En él, Machado observa que la mayoría de los españoles que han tenido que huir a Francia proceden de las grandes ciudades y son perseguidos políticos, desertores militares y golfos9. Pero junto a estos, afirma haber conocido en la capital gala, a «gentes provincianas, de capitales de tercer orden, cuyas vidas me interesaron más»10. El escritor se centra en esta ocasión en dos arquetipos que le sirven para canalizar en ellos sus preocupaciones sobre la nación. En las dos versiones cambia el título inicial, más ensayístico, por otros en los que concede el protagonismo a cada uno de los dos caracteres principales del relato, destacando con ello las posturas que según él representan cada uno.

Dos prototipos españoles

En «Perico Lija», un narrador relata su encuentro fortuito con dos compatriotas, antiguos conocidos, en los cafés bohemios de París, así como describe y comenta sus respectivas personalidades y experiencias vitales. Combinando campos de referencia distintos, Machado utiliza un narrador en primera persona, ofrece información sobre el marco de la acción, e incluye observaciones personales que transmiten la impresión de ser una experiencia vivida y verosímil, rasgos propios del ensayo. Por otra parte, los personajes, Casares y Lija, los detalles de su psicología, de su comportamiento y sus acciones son propios del cuento. La aproximación ensayística le permite a Machado ofrecer comentarios sociales, involucrarse en la crítica y abordar temas conflictivos. A la vez, los rasgos de la ficción proveen entretenimiento y hacen que la prosa resulte más amena a los lectores y, como consecuencia, sea leída por un mayor número de ellos.

Graham Good, en su estudio fundamental sobre el ensayo, se interesa más por el funcionamiento interno del género que por los aspectos formales que lo definen11. Para este estudioso, la información autobiográfica, centrada en un episodio y no en toda la vida del autor, los encuentros ocasionales, la observación y las preocupaciones personales son rasgos de este tipo de escritura12. Todos ellos son evidentes desde el comienzo en este texto. En las líneas introductorias de «Gentes de mi tierra» se lee: «Durante el tiempo que he vivido en París, más de dos años, por mi cuenta, he tratado pocos franceses, pero en cambio he podido observar algunos caracteres de mi tierra»13. En la versión definitiva elimina este primer párrafo dando a su prosa un tono menos personal, aunque mantiene la información del lugar donde se desarrolla el encuentro: «Una tarde que me encontraba en París tomando cerveza con un amigo en la terraza de un café del Quartier, se me acercó un hombre cuya traza no me era desconocida, y a quien sin embargo, yo no acertaba a conocer»14. La información geográfica (París) y el lugar del encuentro (un café del barrio latino) indican al lector que se trata de un texto autobiográfico, más aún si conoce las estancias de Machado en la capital francesa, aunque esta información no es imprescindible.

En cuanto a la estructura, Good considera que el ensayo es una forma esencialmente peripatética en la que destacan el azar y los encuentros ocasionales, fruto del deambular15. Con frecuencia, los encuentros inesperados dan estructura a la narración ensayística. En esta ocasión el encuentro inicial del narrador con Casares da pie al relato de su historia. Transcurridos varios meses, un segundo encuentro fortuito con este antiguo conocido sirve para introducir al segundo personaje Lija, también viejo conocido, marcando la segunda parte16. Por último, el relato concluye cuando el narrador, que afirma no haber vuelto a ver a Casares, se pregunta sobre su paradero, mientras cree haber visto a Lija de juerga, como es habitual en él.

Good resalta la importancia de la voz ensayística, de alguien que más que ofrecer una autoridad moral, trae una nueva voz a la conversación17. En este texto, sobresale claramente la voz del narrador, que interrumpe de cuando en cuando para hacer comentarios a favor o en contra de los personajes, expresar dudas y aportar una valoración moral sobre ellos. Así, declara la simpatía que le producen los hombres como Casares, siempre dispuestos a combatir valientemente por sus ideas. De él dice: «No sé si admirar o comparecer a estos hombres»18. Y concluye: «Este hombre batallador y romántico, absurdo si queréis [...] me inspira una profunda simpatía»19. Por el contrario, critica a Lija, de quien afirma que «su inconsistencia mental [...] le lleva a discutirlo todo»20. Más adelante, destaca su «aire de superioridad» y registra un comentario personal reprobatorio: «La vanidad escolar no se cura nunca»21.

La ficción como herramienta crítica

El cuento, por la brevedad de su extensión, no permite un argumento excesivamente complejo. A diferencia del ensayo que reflexiona sobre un tema, se sirve de sus protagonistas, ya sean estos mezcla de ficción o realidad o enteramente producto de la ficción, para encarnar su mensaje. En esta ocasión, Machado presenta dos personajes antagónicos. Casares es periodista, anarquista y librepensador. En España, fundó varios periódicos, destacando El Desmoche, en los que con su pluma atacaba a los poderosos locales, mientras era «un furibundo defensor de los intereses del pueblo»22. Llevado a los tribunales por un canónigo local, fue condenado al destierro23. Tras su puesta en libertad, siguió blandiendo la pluma contra los propietarios de las tierras que se aprovechaban de los trabajadores del campo o haciendo campaña contra los militares. Terminó huyendo a Francia. Tampoco en tierra gala las cosas le han ido demasiado bien y, tras muchas ocupaciones, ahora se dedica a malvivir dando lecciones de español. Cree que pronto la policía, que lo vigila, le forzará a abandonar el país24. Por su parte, el andaluz Lija es listo, con aires de superioridad, discutidor y vago. Es asimismo un tipo que abunda mucho en España. Hace traducciones y copias a máquina pero sobre todo, es «un parásito de sudamericanos ricos» y aspira a explotar su vanidad25.

La elaboración sicológica, propia de la ficción, añade profundidad a estos dos prototipos. De Casares sabemos que es romántico, pobre y apasionado, mientras que el narrador define a Lija como «embustero y trapalón, charlatán y polemista»26. Los detalles ahondan su sicología, como el egoísmo de Lija y su ingratitud hacia sus padres, el abandono de su mujer y su hijo en España y su actual situación sentimental de amancebado con una muchacha embarazada a la que piensa dejar. En cambio de Casares resalta su generosidad, siempre defendiendo a los más desprotegidos frente a los poderosos o su bondad ya que, al final, no abandona a la mujer ni al niño recién nacido repudiados por Lija.

Ambos personajes están inspirados en modelos literarios. Casares tiene claras connotaciones cervantinas pues es un personaje quijotesco, exaltado en su lucha por sus ideales y a favor de quienes no tienen un defensor. Como Don Quijote, la apariencia humilde y «trasnochada» encubre a un individuo que, a pesar de sus fracasos y constantes derrotas, continúa luchando en batalla épica contra quienes abusan del poder27. Por su parte, Lija es vago, arrogante y vulgar. Es un sableador que subsiste a expensas del prójimo. Dominado por un «egoísmo bestial» y una sensualidad desenfrenada, a quien nunca falta para emborracharse o divertirse, cree que la misión de la humanidad es ayudarle y mantenerle28. Además de estar inspirado en el pícaro, Lija tiene características de la cigarra que vive a costa del prójimo, la protagonista de la fábula griega atribuida a Esopo y recreada después por Jean de La Fontaine en Francia y por Félix María Samaniego en España. Asimismo, como ha identificado con acierto Doménech, se trata de un intertexto del personaje creado por su hermano Manuel, también llamado Perico Lija, protagonista de su poema titulado «El sablista» que publicó en su juventud en La Caricatura en 189329. Por último, la descripción satírica de los personajes lleva a Phillips a relacionarlos con los creados por Larra30. Ambos escritores se sirven de caracteres de ficción para denunciar los problemas nacionales.

Aunque los personajes son producto de la ficción, parecen estar modelados sobre posibles seres reales y circunstancias concretas de la vida española de esa época. Por destacar solo unos pocos datos, Jesús María Latorre Macarrón ha puesto de relieve que el periódico El Desmoche existió en Soria31. También afirma que aunque con nombres imaginarios y un final diferente, hay claros paralelismos entre los protagonistas del cuento con personajes de la realidad32. Doménech aporta más detalles ahondando en la semejanza que existe entre Casares y dos periodistas de Soria, José María Palacio -muy amigo del poeta- y Benito Artigas33. Este estudioso refiere al enfrentamiento entre dos diarios de Soria, a favor o en contra del cacique local34. Por un lado, estaba el independiente Tierra Soriana, que dirigía Palacio y en el que colaboró regularmente Machado desde su llegada a Soria35. Su contrincante era El Avisador Numantino, con el que siempre mantuvo un enfrentamiento, pues como apunta este crítico, ese periódico apoyaba al cacique local, el vizconde de Eza36.

Aunque estos paralelismos con la realidad dan verosimilitud al relato, el interés de estos dos caracteres radica en que son contrapunto moral de dos modos de ser y de actuar de los españoles. Como afirma Phillips, son dos caricaturas de dos tipos clásicos de la España finisecular: el periodista radical y sufrido y el «apicarado oportunista». En lo que resta de este estudio me voy a centrar en Casares.

El relato muestra a Casares como un periodista en contra «de la uniformidad mental» que representan los caciques, los políticos, los usureros y el clero, mientras defiende los intereses del pueblo37. Para Phillips, Machado hace un «escorzo» con el que critica al caciquismo local, al mismo tiempo que «aprueba al periodismo liberal que trata de combatirlo»38. Su progresivo compromiso con la lucha social transforman físicamente al personaje, que aparece ante nuestros ojos cada vez más delgado y pobre. El narrador afirma haber conocido en los pueblos españoles a muchos hombres con el mismo «temple y talla»39. Son los rebeldes quienes luchan contra la homogeneidad de pensamiento, impuesta por el rodillo del turno pacífico.

José-Carlos Mainer enumera tres ideas regeneracionistas que destacan especialmente en la vida intelectual española del fin de siglo: el anticaciquismo, el anticlericalismo y el antimilitarismo40. Son precisamente las tres «consignas de combate» del periodista Casares41. Para el estudioso español, eran tres objetivos concretos que llegaban muy de cerca a la experiencia del pueblo42. Según Mainer, caciques, clérigos y militares limitaban el derecho universal al voto43.

Respecto al caciquismo, recuerda Mainer que, en esos años, había adquirido tales dimensiones que había sobrepasado la simple corrupción para convertirse en un problema de «dimensiones morales»44. Lo más preocupante es que, frente al abuso de los caciques, destacaba la «mansedumbre» de la población local que se sometía sin hacer nada contra esa dominación. De ahí la importancia de Casares como un agitador local, dispuesto a despertar las conciencias de la gente de los pueblos, buscando con su pluma hacerles salir del aletargamiento.

El anticlericalismo no era nuevo en España, venía de antiguo. En este relato, Casares desde El Desmoche, el periódico que había fundado en una ciudad provinciana que bien podría ser Soria, ataca a El Sabueso de Cristo, lanzando sus improperios contra un supuesto don Julián Chupalcuzas, nombre con el que apodaba irónicamente al sacerdote que había fundado y dirigía el diario rival45. El apodo, como hace con los demás nombres que emplea Machado en este relato, es irónico. Es una crítica al abuso de la iglesia que se dedica a apropiarse de la riqueza ajena. Es importante destacar que Casares acomete contra el clérigo local no por su religión sino como alguien que quiere controlar la vida pública46. Para Mainer, esa es la manifestación moderna de la lucha contra el clero47.

Por último, Casares huye a Barcelona donde aboga por la causa antimilitar. Allí organiza campañas antimilitaristas y coincide con la Semana Trágica, de la que tiene que salir huyendo a Francia. El antimilitarismo era otro pleito social que adquirió actualidad con la guerra colonial y el envío de tropas a Marruecos. Los acontecimientos de Barcelona, todavía recientes en la memoria de los españoles, fueron una reacción popular ante la injusticia de las quintas que algunos resolvían con dinero o la compra de un sustituto, algo que solo podían hacer los ricos. Tema que, sin entrar en detalles, Machado deja al menos apuntado en este texto.

En conclusión, en «Perico Lija» Machado emplea las posibilidades expresivas de dos géneros. Mientras que el ensayo le facilita mostrar su crítica social, el cuento le ayuda a hacerla de forma más amena y alcanzar así a un público más amplio. Más allá de la experimentación formal, el texto refleja la ansiedad que caracteriza al fin de siglo. Por medio de los personajes Casares y Lija el escritor toma postura ante esa sociedad fragmentada y expresa su visión ética sobre los españoles.

Obras citadas

  • GIBSON, Ian, Ligero de equipaje. La vida de Antonio Machado, Madrid, Aguilar, 2006.
  • GOOD, Graham, The Observing Self. Rediscovering the Essay, London, Routledge, 1988.
  • KAUFFMANN, R. Lane, «Nitzschean Traces in the Essayism of the Generation of 98», Nuevas perspectivas sobre el 98, Madrid, Ed. John P. Gabriele, Iberoamericana, 1999, pp. 43-52.
  • LATORRE MACARRÓN, Jesús María, Periódicos de Soria (1811-1994), Soria, Soria Edita, 1996.
  • MACHADO, Antonio, Los complementarios y otras prosas póstumas, Ordenación y nota preliminar de Guillermo de Torre, Buenos Aires, 2.ª edición, Losada, 1968.
  • MACHADO, Antonio, Escritos dispersos (1893-1936), Barcelona, Ed. Jordi Doménech, Octaedro, 2009.
  • MAINER, José-Carlos, Historia de la literatura española, 6. Modernidad y nacionalismo 1900-1939, Barcelona, Crítica, 2010.
  • MARRAST, Robert, «Tres versiones de un texto en prosa de Antonio Machado "Casares", "Perico Lija", "Gentes de mi tierra"», Cuadernos Hispanoamericanos 304-307 (1975-1976), pp. 1050-1063.
  • PERSIN, Margeret H., «Antonio Machado's "La tierra de Alvargonzález" and the Questioning of Authority», Nuevas perspectivas sobre el 98, Madrid, Ed. John P. Gabriele, Iberoamericana, 1999, pp. 99-106.
  • PHILLIPS, Allen W., «Sobre una prosa de Antonio Machado», Ínsula 367, 1977, pp. 1, 15-16.
  • PHILLIPS, Allen W., «La tierra de Alvargonzález: verso y prosa», Nueva Revista de Filología Hispánica, 9, 2 (1955) pp. 129-148.