Ricardo Palma, neólogo por excelencia
Roy L. Tanner
Truman State University
Durante su larga vida, Ricardo Palma mantuvo un interés activo en su lengua materna -su evolución y desarrollo. Le interesaban mucho la gramática y la sintaxis y siempre se esforzó por expresarse con corrección porque creía que era importante preservar la estructura inherente o fundamental del idioma. También le cautivaba el léxico, el cual, según su parecer, debía siempre mantener bastante flexibilidad para poder acomodar las continuas olas de acepciones y voces nuevas ocasionadas por los inevitables cambios y avances de una sociedad en movimiento. Para él, si un término gozaba de uso general y no violaba la índole de la lengua, merecía su inclusión en el diccionario.
A lo largo de los años este gran afán lexicográfico lo impelió a coleccionar cantidades de neologismos, fueran ellos americanismos, peruanismos, limeñismos o españolismos. Los comentó con frecuencia en sus tradiciones y en su masivo epistolario y más tarde en su vida los recogió en dos opúsculos -Neologismos y americanismos (1896) y Papeletas lexicográficas (1903). Palma practicó lo que predicó empleando una o más veces en sus Tradiciones peruanas un 24% de los vocablos propuestos en Neologismos y un 18% de los recomendados en Papeletas. En varias ocasiones y en particular en 1892-1893, don Ricardo propuso numerosas palabras a la Real Academia Española de la Lengua. Aunque al principio desairado en muchos casos, Palma persistió hasta el fin de su vida en abogar ante la Academia por las voces que él creía merecían entrada en el léxico. A fines del siglo XX notamos que el 68% de los términos propuestos en Neologismos ya había logrado entrada en el Diccionario de la lengua española y que el 88% se hallaba en el Pequeño Larousse (Compton 148). En efecto, el tradicionista merece nuestro agradecimiento por enriquecer el idioma.
Ricardo Palma
admiraba a los grandes neólogos contemporáneos del
castellano y cambió ideas y cartas con muchos de ellos. En
sus misivas ensalza a este respecto a Eduardo Benot, Juan Valera,
Pereda, José de Echegaray, y, en particular a Unamuno y a
Galdós. A éste lo llamó «creador de infinitos neologismos»
(Epistolario I: 465)1.
Al rector de la Universidad de Salamanca lo identificó como
«el más fecundo de los
neólogos»
(Epistolario II: 393). Por
supuesto, Palma mismo tampoco titubeó en acuñar
términos nuevos cuando la ocasión lo exigía:
«Si para expresar mi pensamiento necesito
crear un vocablo, no me ando con chupaderitos ni con
escrúpulos: lo estampo, y santas pascuas»
(Tradiciones 1509-1510).
Ahora bien. El propósito del presente trabajo es analizar con cierta profundidad y desde varios ángulos 1) las voces presentadas por don Ricardo en sus dos escritos lingüísticos principales; y 2) la naturaleza de su presentación.
En estos estudios,
Palma sigue un plan algo variado. En muchos casos simplemente anota
la palabra y añade una definición breve: «Vizcachera: La cueva de la
vizcacha en los cerros»
2.
Otras entradas asientan el término y ofrecen solamente un
ejemplo de su uso: «Apellidado: El apellidado
Martínez y la apellidada López fueron pasados a la
cárcel»
(23). Para varias voces provee tanto una
definición como un ejemplo:
(209) |
En algunos casos
el autor se sentía obligado a comentar por extenso cierto
vocablo. Por ejemplo, dedica unas tres páginas a
presupuestar, término por el cual había
luchado largos años mediante epístolas y en persona
ante la Real Academia de la Lengua. Lo mismo ocurre con
independizar. A varias palabras consagra al menos media
página: adefesiero, clausurar, cablegrama, cobrar,
desapercibido, desdoncellar, hurrá, incásico,
prestigioso, quechua, quichua, talonario, vivar. En raras
ocasiones sólo comenta: «Atenuador, a: No siempre es lo
mismo que atenuante»
(27), presumiendo cierto nivel de
familiaridad con el idioma entre los lectores.
Al repasar los términos alistados en Neologismos y americanismos y Papeletas lexicográficas una persona del siglo XXI se sorprende al darse cuenta de la gran cantidad de voces sumamente comunes hoy día que hace un siglo todavía no habían ganado entrada en el léxico. Por ejemplo, consideren panamericano, feminista, cheque, espécimen, egotista, subtítulo, rango, pericote, desplazamiento, pormenorizar, revancha, imperialista, portavoz, rudimentario, superficialidad, etc. Algunos vocablos, que nunca fueron aceptados generalmente, nos llaman la atención por lo preciso de su definición; otros, por la lógica que encierran.
Copólogo: Músico que saca harmonías de las copas de cristal. |
(60) |
Chupamelona: Vida regalada a expensas de otro. |
(71) |
Chupatomates: Adulador grosero. |
(71) |
Varias voces nos interesan hoy por lo inusitada o humorística que resulta la descripción:
Guillotinable: Persona que merece la guillotina; |
(134) |
[voz que carecería de corrección política hoy en día]
Desorejador: Que corta orejas; |
(86) |
[oficio poco ejercido en los días que corremos].
(110) |
Margarina: Mantequilla falsificada que se elabora en algunos pueblos. |
(179) |
Dos que, a mi ver, debieron haber cundido son:
Chanchada: Acción digna de un cerdo. |
(63) |
Pulguiento: Persona o animal a quien las pulgas acosan. |
(229) |
[Hace falta como equivalente de flea-bitten en inglés.]
A veces cuestionamos la necesidad de cierta palabra:
Onanista: Que comete el pecado de Onán. |
(197) |
Enfrailador: Persona que conquista a otra para que se meta fraile o para que proteja intereses de frailes. |
(103) |
Palma ha
articulado su criterio sobre el desarrollo del léxico
castellano en varios escritos suyos -cartas, las tradiciones,
etc. En Papeletas y
Neologismos se traslucen sus opiniones por todas partes. A
veces se toma la molestia de articularlas con exactitud,
normalmente para reforzar su argumento a favor de la voz en
cuestión. Por ejemplo, al discurrir sobre
desapercibido señala que las «lenguas son eminentemente democráticas, y
hay que acatar las imposiciones de la mayoría habladora.
Otra cosa es ir contra la corriente, por exageración
pedantesca de purismo»
(77). En cuanto a
silenciar declara en forma semejante que no le
gustaba al principio el verbo pero que había transigido al
percatarse de su empleo generalizado. «Para mí las imposiciones de la
mayoría, en materia de lenguaje, merecen
acatamiento»
(255). A veces, cuando discrepa con el
Diccionario, ofrece su perspectiva personal:
Para mí, desapadrinar, es retirar nuestra protección, nuestro apoyo o favor. |
(78) |
(316)3 |
Cuando Palma
arrostra a la Academia, la expresión de sus ideas puede
cobrar audacia. De incásico dice: «Es de esperar que la Academia tenga en cuenta
que somos los peruanos dueños de la palabra... y que toda
imposición infundada crea resistencias, y aún aleja a
los pueblos»
(147-148). Tocante a exquisitez
aconseja que lo «discreto [para la
Academia] es transigir y dar cabida a vocablo que encontramos muy
expresivo y nada forzado. Sustantivar el adjetivo
exquisito dista mucho de ser pecado, ni gordo, ni venial,
en filología»
(308-309).
En Neologismos
y americanismos y Papeletas lexicográficas
Palma aboga por varios vocablos relacionados con su propio oficio
de creador de anécdotas históricas. En aquél
propone muy apropiadamente la voz tradicionista
definiéndola como «El que relata o
escribe tradiciones populares»
. Respondiendo de antemano
a la crítica esperada añade: «Y no me digan que abogo en causa propia al
apuntar el vocablo. A nadie, que yo sepa, se le ha ocurrido hasta
ahora decir o escribir el tradicionalista Ricardo
Palma»
(NA 1405). En el segundo
opúsculo defiende el verbo tradicionar.
(315) |
No ha de
sorprendernos que también apoyara voces que precisaban para
describir el tono y el estilo mismos de las tradiciones. Me refiero
a los términos humorismo, humorista,
humorístico y humorísticamente. Noten
cómo define el primero: «Estilo en
que hermana la gracia con la ironía»
(141) -una
buena descripción de lo que se aprecia en una
tradición palmiana. Propuso una segunda acepción del
término neólogo diciendo que no «es sólo el que emplea neologismos, como
dice el Léxico, sino también el que los
crea»
. Luego agrega: «Para
mí el más fecundo neólogo del día, en
esta segunda acepción, es Unamuno»
(192).
También le pareció apropiada la voz
neología (NA 1398).
Cuando don Ricardo
se pone a discurrir en sus estudios lingüísticos, a
menudo se percibe el mismo tono y estilo que permean e informan las
Tradiciones peruanas. Como pasó en los Anales
de la Inquisición de Lima, no pudo evitar que su
natural tendencia a la burla y la sátira influyese a veces
en comentarios que normalmente deberían expresarse en forma
seria. Por ejemplo, hablando de dos voces sinónimas sugiere
que si coexisten en el Léxico no hay «peligro de que se hunda la tierra»
(154). De susceptibilidad mantiene que el «vocablo está tan generalizado que no
habrá guapo que logre expulsarlo de casa»
(263).
Refiriéndose a ovacionar precisa que el «verbo es más usado por los periodistas
que las uñas para rascarse»
(199). Reprende a la
Academia por imponer que un urinario tenga que ser
cómodo y decente, notando que quien «se ve precisado a acudir a un urinario
público no pide gollerías»
(274).
También la reprocha por cambiar el género de la voz
llama, el cual siempre ha sido femenino. Lamenta
así: «El siglo XX nos ha
traído la novedad de cambiar el artículo a un
utilísimo e inofensivo animal de carga que tiende ya a
desaparecer, ofendido acaso por la innovación
lexicográfica. A este paso la vicuña
será pronto el
vicuña»
4
(175). Propone una serie de términos para designar al que
«pronuncia un pobre discurso»
o
«desempeña mal su
papel»
: ajusticiable, ahorcable, fusilable,
guillotinable, etc. (126,
286).
Varios vocablos
comentados por Palma reflejan su vínculo con los masones:
mallete, masón, masonería, recipiendario,
etc. Su inquina a los jesuitas
se infiere en voces como jesuíticamente, jesuitada,
jesusitizable o jesuitismo -vocablo este
último que ya se había eliminado del
Diccionario. Según Palma, el término se
había encaprichado en vivir. «Es
curioso que la Compañía de Jesús impere hasta
en el Diccionario»
(163-164).
Veamos ahora
algunas de las categorías en las que se pueden clasificar
los términos propuestos por Palma. Algunos provienen de
determinados ámbitos o esferas -términos
científicos o médicos o del comercio. Muchas fueron
generadas por el ambiente peruano o americano. Me refiero, por
ejemplo, a la geografía -puna, puquio, estero
merece- o a la fauna, la ornitología y el mar:
güerequeque (avecilla americana), cuaresmero
(una ave del Perú), pericote, cuy, charapa (tortuga
americana), choro (marisco), bagre
(pequeño pez), equis (víbora),
viscachera. En sus estudios Palma incluyó una
plétora de términos botánicos. Entre ellos
podríamos citar gramalote, pacay, quinua, jora,
zapallo. De ñorbo dice que es «la flor que el Diccionario llama
pasionaria»
(194).
Papeletas y
Neologismos contienen numerosas voces provenientes del
quechua. Son términos que habían cundido en el
ambiente andino y, para Palma, merecían el reconocimiento
que un lugar en el diccionario les daría. En la
mayoría de los casos el autor simplemente indica «del
quechua» o «del quichua» para luego presentar una
breve definición. A veces añade mayores comentarios:
«Anaco: (Del quechua) La
definición de esta palabra en el Diccionario es
completamente falsa. El anaco no es el peinado de las indias sino
el brial o pollera»
(19). Varios de los vocablos
describían fenómenos sumamente propios del ambiente
andino / incaico y en muchos casos siguen empleándose hoy
día. Me refiero, por ejemplo, al verbo asorocharse
basado en el término quechua soroche -«Dolencia, a veces mortal, que acomete a los
viajeros en las cordilleras andinas»
(260)- o,
paralelamente, a apunarse -«Sufrir el malestar propio de las
frigidísimas punas (del quechua) andinas»
(24).
Garúa, término fundamental para describir el clima de
varios pueblos de la costa, se define como «Ligerísima lluvia peculiar a algunos
pueblos en donde, como en Lima, nunca hay aguacero ni se conoce el
uso del paraguas»
(NA 1394). Indispensables
han llegado a ser las voces huaico y huaca.
(140) |
Huaca: Del quechua. Cementerio de los antiguos peruanos. De las huacas se extraen hoy objetos curiosos de la cerámica incásica. |
(NA 1395) |
También de uso constante son otros términos propuestos por Palma y derivados de la lengua de los incas: yapa, yaraví, jora, charango, etc.
En sus
opúsculos Palma también propuso para el
Diccionario otras voces relacionadas con la cultura
andina, voces que él no especifica como provenientes del
quichua. Algunas denotan cierto baile o capacidades vinculadas al
baile. Considérense: cueca, zamacueca, zamacuequero,
cachuar («bailar cachua
["baile popular de los indios en el Perú"]»)
(39).
Otras, como camareta -«Especie
de petardo que queman los indios en las fiestas»
(40)-,
aluden a las festividades. Palma dedica varios renglones al
término bragueta y en particular a la frase
«hablar como el gigante por la
bragueta»
, expresión nacida de los figurones
empleados en las fiestas del Corpus y que se refería a
alguien que hablaba de algo que ignoraba en realidad, pero que
presumía saber (35). Algunas palabras fueron generadas
dentro del desarrollo histórico de la zona. Por ejemplo, don
Ricardo corrige a la Academia en cuanto a la voz
chapetón y luego aboga por la locución
pagar la chapetonada, la cual se utilizaba para indicar
que «todo español para aclimatarse
tenía que sufrir algunas semanas... de una fiebrecilla
endémica, propia del país, conocida con los nombres
de terciana y de cuartana»
(66). Palma también
apoya el adjetivo tercianiento, con la que indicaba la «persona propensa a adquirir la
terciana»
(267).
Numerosas voces
propuestas por Palma denotan una comida o bebida peculiar al
ambiente peruano. La mitad de ellas provienen del quechua, otras
no. Dos se atribuyen a los esclavos africanos -anticuchos,
choncholí. Para Palma el protocolo normal para tales
términos es indicar su procedencia, si le parece importante,
y luego ofrecer una definición. En algunos casos trae a
colación una frase idiomática basada en la voz en
cuestión: «Armar patasca
es embochinchar, formar gresca, buscar camorra»
(207). En
algunos casos, dando por sentado que su audiencia ya conoce cierta
comida, simplemente relaciona la voz que propone con la otra:
«Fritanga: Un guisado
americano que en algo se diferencia de lo que, en España, se
llama fritada»
(125). Entre estos neologismos
culinarios figura una cantidad de guisados -choncholí,
pepián, picante, charquicán, patasca, pimentada.
Uno, con el curioso nombre de ropavieja, se define
sencillamente como «un guiso tan de
familia como el puchero»
(250), aludiendo al plato que en
el siglo XIX «ocupó el primer
lugar entre los guisos nacionales»
(Weston 60). Varios
otros tienen que ver con el maíz, incluso choclo,
motear, coronta [«el corazón
del choclo»
] (61), chuchoca [«maíz tostado y molido»
] (71) y
jora [«maíz para la chicha»], todos
subrayando la importancia de esa hortaliza en la historia
agrícola del área. La harina de maíz figuraba
como ingrediente principal en varias mazamorras, incluso el
sango, el cual servía como «principal alimento de los esclavos en las
haciendas y plantaciones»
del Perú
decimonónico (Weston 63). Palma propuso solamente
dos verbos vinculados con el acto de comer -churrasquiar
[«convidar a comer
churrasco»
] (72) - y motear, o sea, comer
mote.
Las bebidas que
don Ricardo quería que figurasen en el Diccionario
abren otra ventana cultural sobre la sociedad peruana. Por ejemplo,
en las tabernas de menor calidad se solía tomar
ojigallo, una mezcla «de mal
vino con pésimo aguardiente»
(197). En las
haciendas los negros se emborrachaban con onfacomeli,
«un licor de aguardiente, miel,
ámbar y otros condimentos»
(197). Después
de una noche en vela muchos peruanos acostumbraban tomar
gloriado -un ponche matinal hecho con ron y otros
ingredientes. Las carnes que señala también reflejan
gustos peruanos y americanos bien arraigados- gustos que
debían hallar cabida en el Diccionario. Vienen muy
a cuenta el charqui, el churrasco y el
cuy. Tocante a las famosas papas andinas Palma propone la
voz chuño: «Harina de
papas con la que se hace un alimento muy nutritivo para
niños y enfermos»
(72).
En sus dos libros sobre los neologismos Ricardo Palma plantea básicamente dos proposiciones. O recomienda otra acepción de una palabra que ya figura en el Diccionario o aboga por un término que falta en el léxico. Veamos dos ejemplos representativos.
Camal: Lo que en España se conoce por rastro o matadero de reses. Aunque el Diccionario trae la palabra, no ha considerado esta acepción. |
(40) |
Panfleto: Folleto, opúsculo. Ha cundido tanto entre los bibliófilos el empleo de esta voz, que ya merece admisión, lo mismo que el fascículo italiano. |
(202) |
A veces don
Ricardo no ofrece ninguna justificación para la
añadidura del nuevo significado o la inclusión de la
voz nueva. Para otros vocablos se siente obligado o motivado a
presentar una defensa, la cual puede variar desde una palabra hasta
más de una página. Palma apoya varios términos
porque son los que se usan en América y no los que se
encuentran en el Diccionario. «Irisado [...] El
Diccionario trae iridiscente, voz que nunca hemos
encontrado usada»
(160). La diferencia puede ser
solamente la última vocal: «Pulguero: Habitación en
que abundan las pulgas [...] El Diccionario trae
pulguera»
(229). En el caso de
cornúpeto el tradicionista dice lo siguiente:
«La Academia impone
cornúpeta; pero no conocemos escritor taurino de
España o de América que emplee la palabra del
Léxico»
(61). Irónicamente cogemos a Palma
utilizando ambas voces en las Tradiciones
peruanas5.
En forma semejante
el escritor peruano propone muchas voces por ser las que se emplean
en América y no las que se prefieren en España.
«Ñato, a:
Equivale al chato de España»
(194); «Cucufato, a: Lo que, en
España, se entiende por santurrón o
santurrona»
(64). En algunos casos a Palma le
pareció importante ampliar su defensa del vocablo
sugerido:
(48) |
Puede ser que la
justificación se base en el que el neologismo propuesto
simplemente sea más usado que otra voz o que la palabra del
Diccionario se haya vuelto arcaica: «Jetón, a: No es muy
usado en América el jetudo del léxico. Lo
corriente es decir indio jetón, negra
jetona»
(164); «Denunciante: No está en
el Léxico esta voz que es más usada que
denunciador, sobre todo en lenguaje
jurídico»
(74); «Juzgamiento: El
Diccionario sólo trae la palabra anticuada
juzgamento, que hoy nadie emplea»
(166).
Palma favorece otros términos por ser más útiles, precisos o expresivos. Noten la interesante explicación que presenta sobre condolencia:
(56) |
Opta por términos más expresivos y precisos en los casos de fecundizable y desbarrancarse:
Fecundizable: El fecundable del Léxico no expresa lo mismo que el adjetivo que apuntamos, nacido del verbo fecundizar y no del verbo fecundar. |
(119) |
Desbarrancarse: Rodar por un barranco, lo que es distinto de despeñarse. No siempre hay peñas en los barrancos de América. |
En el caso de
influenciar Palma intenta articular una distinción
explícita entre influencia e influjo para
justificar la voz. Indica que la Academia ha sostenido «cuestión batallona»
contra el
verbo a pesar de que (para Palma) los vocablos «no expresan idéntica idea. En la
influencia hay algo de sugestivo. La influencia se impone, el
influjo no»
(154). También distingue entre
preciosura (refiriéndose a una persona) y preciosidad
(aludiendo a «objetos susceptibles de
precio metálico»
) (216).
En muchos casos
don Ricardo simplemente sugiere que se permita que dos
términos de igual valor y de uso igualmente generalizado
coexistan en el léxico, sin necesidad de que ni el uno ni el
otro sean excluidos «de la
familia»
(124). Nótese su razonamiento:
(92-93) |
A veces el autor
peruano mete una voz en Papeletas para poder discrepar con
la definición dada por la Academia y así plantear
otro término más correcto o lógico. Esto
ocurre en el caso de inconstitucional. «Dice la Academia que es lo que no está
conforme con la Constitución. Pues lo que no está
conforme con la Constitución va contra ella, y debe llamarse
anticonstitucional»
(148). Es interesante notar
que hoy día en el Diccionario de la lengua
española se hallen los dos vocablos con
definición casi idéntica (94, 738). De vez en cuando
Palma simplemente dice que una palabra tiene más derecho de
existir que otra. «Más
razón de existencia tiene este verbo [majaderear]
que el majadear que trae el Diccionario»
(176).
En el caso de amueblado anota que es de uso generalizado «aunque sería más castizo decir
casa amoblada»
(19). Curiosamente el
Diccionario trae hoy ambas voces. A veces Palma apoya un
término precisamente porque las condiciones en
América difieren de las que en España ocasionaron el
del léxico, cosa que ocurre en el caso de
contralmirantazgo: «La Academia
ha admitido solo [sic] almirantazgo. En muchas
repúblicas, donde no existe la clase de almirante, usamos la
voz apuntada»
(59).
En Neologismos
y americanismos y Papeletas lexicográficas
existen numerosos casos en los que don Ricardo aboga por un
americanismo ya corriente y de uso amplio. Con frecuencia ofrece
cierto comentario sobre el término. Típicas son las
frases siguientes: «es locución
corriente», «es frase general», «es frase
muy usual en América», «es frase que se oye
diariamente», «decimos familiarmente, en
América», «es americanismo muy corriente»,
«es de uso bastante generalizado en América»,
«apenas habrá verbo más usado»
,
etc. A veces expande el
comentario.
(12) |
Términos
encajados en esta categoría incluyen calabacear,
mamandurria, caricaturar, acriollarse, cucarachero, amolar,
vigencia, clausurar, panfleto, latinista, etc. De pucho dice que «en América nadie arroja la colilla sino
el pucho»
(228). La voz plebiscitario
viene comentada así: «En las
democracias no se puede hablar ni escribir prescindiendo de este
adjetivo. A cada paso tropezamos con las actas
plebiscitarias o el mandato
plebiscitario»
(NA 1401). Tocante a
tramitar anota que «Tramitar un asunto,
tramitar una solicitud, [...] son frases que todos, doctos e
indoctos, empleamos en frecuencia sin acordarnos de que el verbo no
lo trae el léxico»
(NA 1405).
Como lector
perspicaz y voraz Palma pudo observar cuando el empleo de un
vocablo había cundido en ambos hemisferios. No
hallándose todavía en el Diccionario, tales
voces encuentran apoyo y justificación en los
opúsculos palmianos. «Este
neologismo»
, dice de germanizar, «y sus derivados se han aclimatado en
América, y aún en la prensa
española»
(130-131). Aludiendo a editar
mantiene que pocos «verbos hay
más generalizados en España y
América»
(95). A veces inserta una nota
etimológica: «Desde la
invasión francesa se generalizó, en España y
en América, la palabra [papillota]»
(204). Palma escribe prolijamente sobre desdoncellar, voz
antigua que, según él, había caído en
desuso en España, pero que aún se conservaba en
algunas repúblicas de América (82).
El escritor
peruano planteó y defendió varias voces por no
existir palabra equivalente que expresase con concisión la
misma idea. Por ejemplo, apunta que turista merecía
entrada en el Léxico porque el galicismo se había
impuesto «por falta de voz castellana
para designar al que hace viajes cortos y recreativos»
(272). Como ya se ha señalado, pasa lo mismo con
huaico -no habiendo «voz
castellana equivalente»
(140). Su explicación
sobre el siguiente vocablo ejemplifica su capacidad de definir con
precisión.
(269) |
Don Ricardo
propone muchos términos por haber percibido la frecuencia de
su uso en esferas específicas. La mayoría provienen
del ambiente jurídico. «Conyugicidio: En lenguaje
jurídico es el asesinato realizado en el matrimonio, por uno
de los cónyuges»
(58). Otros eran de uso frecuente
en la oratoria sagrada o la curia eclesiástica
-secularizador, panegirizar o en cierto juego, como
tresillo (horqueta). Según Palma, en países
mineros se había hecho indispensable el empleo de
catear, «que significa
expedicionar buscando minas»
(46) -como la palabra
to prospect en
inglés.
Por supuesto, por
ser limeño abogó por los términos más
arraigados en la Ciudad de los Reyes y en terruño peruano
que todavía faltaban en el Diccionario. Me refiero
a vocablos como cunda, lisura, o ñeque.
Este último lo define como brío, fuerza o robustez,
notando que «Juan de Arona, en largo
artículo, hace la apología de este
peruanismo»
(194), referencia, por supuesto, al
Diccionario de peruanismos de éste. Arona
también presenta la voz disfuerzo, la cual designa como
«peruanismo formidable, y tan
legítimo, que hasta hoy no hemos tenido el gusto de
encontrarlo, ni en Diccionario o libro de
España»
(183). Palma también la defiende
diciendo que contra «el
disfuerzo y su verbo es impotente la exclusión
académica». «Este es el verbo que morirá
junto con la última limeña
disforzada»
(92). Sus comentarios sobre
chichirimico son impresionantes en la convicción
que irradian.
(68) |
Palma
también estaba consciente de otros «-ismos» que
se habían difundido en las Américas -argentinismos,
chilenismos, mexicanismos. Términos de la Argentina que
aún faltaban en el léxico incluían payar,
payador, churumbela, chiripá, matear, matero. De Chile
saltan a la vista fregar, leso, remolienda. De
soldadera dice lo siguiente: «En México y repúblicas
centroamericanas, se llama soldadera a la mujer que, en el
Perú, Ecuador y Bolivia, es rabona o
compañera del soldado»
(258).
A veces Palma
anota una palabra para favorecer una frase idiomática que
aún no figura en el léxico. Para otros neologismos da
la definición del término y luego menciona que
también se usa en ciertas locuciones, de las cuales da
ejemplo. De lata inscribe simplemente que en el
Léxico falta «la muy generalizada
locución dar una lata, es decir, fastidiar contando
lo que no interesa al oyente»
(168). Comenta brevemente
tener pantorrilla para luego encaminar al lector al ameno
artículo de Juan de Arona sobre la frase. Alaba la
expresividad de la locución tener hipo de
notoriedad, la cual «merece
lugarcito entre las acepciones»
en el Léxico
(137).
Don Ricardo vio la necesidad de crear una cantidad de vocablos nuevos a fin de poder expresar sus ideas con mayor precisión. Muchos de ellos se hallan en sus estudios semánticos También fue lector empedernido y, como era de esperar, mediante una lectura tan amplia y larga dio con abundantes términos que no figuraban en el Diccionario. Los fue apuntando y recogiendo junto con sus fuentes. Al componer sus opúsculos se valió de esa labor y en muchos casos a lo largo de sus obras lingüísticas defendió y apoyó los neologismos recomendados basándose en las diversas autoridades y escritores que o habían ejemplificado el uso de la voz en cuestión o la habían defendido. Para Palma tal empleo confirmaba que tal o cual término se había arraigado en el idioma y, por ende, debía figurar en el léxico oficial.
Los escritores o
documentos referidos abarcan desde del Siglo de Oro hasta el siglo
XIX. Del pasado lejano la alusión puede ser general
(«se encuentra en prosadores de los
siglos XVI y XVII»
[5]) o más específica
(«Creo haber leído el verbo en
una jácara de Quevedo»
[82]). Se apoya en
historiadores, crónicas, libros de cabildo, etc. De la época
contemporánea abundan referencias tanto a escritores
peninsulares como americanos. Pueden ser novelistas, oradores,
editores o académicos. Como ya hemos dado a entender, de
España cita más a menudo a Miguel de Unamuno, seguido
por Galdós, Valera, Campoamor, Zorrilla, Menéndez y
Pelayo y Fernán Caballero. Del Perú y de
América busca apoyo en Juan de Arona, Manuel Ascencio
Segura, Pardo y Aliaga, Montalvo y Bartolomé Mitre. «Fulanismo: Con repique de
campanas debe admitirse este neologismo de Unamuno, que le ha
servido de tema para un interesante libro»
(309). Para
respaldar la voz carisucio se expresa
sinecdóticamente -«Bastantes
plumas doctas lo han escrito»
(44). A veces provee la
cita misma, a veces no.
Paralelamente el
escritor de Papeletas aboga por la inclusión de un
término en el Diccionario basando su
apología en la extensión de tiempo durante el cual se
ha empleado. Parece que en la opinión de Palma la longevidad
de una voz bastaba para probar que merecía entrada. Son
comunes frases como «es de muy antigua
circulación»
(188) o tiene «ya larga existencia en el lenguaje»
(257). En muchos casos especifica el siglo o la era. Por ejemplo,
en lo tocante a la locución sacar un entierro apunta que
«se emplea desde el siglo de la
conquista»
(105). En cuanto a resondrar mantiene que
«se ha usado en el Perú desde el
siglo XVI»
(246). El peruanismo lisura recibe este
comentario: «Tanto lisura como
liso, a, son voces empleadas desde el siglo XVIII por los
más prominentes escritores del Perú, y son de uso
diario en la conversación»
(172).
Don Ricardo
compuso sus trabajos semánticos estando siempre
filológicamente consciente de la formación de los
vocablos que proponía. Le interesaba sobremanera preservar
la integridad castiza del idioma hasta donde fuera posible y por
eso admitía pocos anglicismos, de los cuales «[era] poco devoto»
(48). Tuvo que
aceptar sport
y meeting
«por carencia de vocablo
equivalente»
(260) y por lo «generalizado de la palabra»
(186)
respectivamente. En Neologismos y Papeletas comenta de vez
en cuando para mayor justificación de un término lo
apropiado de su formación. «Nada
de forzado tiene el verbo»
, dice refiriéndose al
verbo subvencionar (NA 1404). De otras voces
afirma que «están en la
índole de nuestra lengua»
(48). Con
relación a este tema es significativa la entrada a
continuación:
(294-295) |
De
descalzonado anota que le parece «tan castiza [...] como descamisador y
descamisado»
(80).
En este
último ejemplo se percibe otro punto de justificación
utilizado por Palma, es decir, el de señalar un paralelo
entre el término propuesto y otro ya aceptado. O sea,
según el razonamiento de Palma, si la Academia lo
había hecho en un caso, no había por qué no
hacerlo en otro caso semejante. Por ejemplo, ya que el
léxico traía comestible, no tenía
nada de chocante «el americano
bebestible (lo que se puede beber)»
(291). En
Neologismos arguye que la «misma razón que tuvo la Academia para
sacar de pronóstico, pronosticar, existe
para admitir diagnosticar»
(NA 1392). En el caso de
carilampiño Palma ofrece una serie de paralelos:
«puede figurar en el Léxico al
lado de carifruncido, carigordo, carilargo, carilleno,
carilucio, carirredondo, etc.»
(44). Defiende
justiciable aseverando que era de «la misma buena cepa [que] justificable que trae
el Léxico»
(166).
A veces un aire de ironía satírica subyace a la defensa:
(262) |
En varios casos
Palma quiso imponer una pléyade de vocablos definiendo una
voz nueva y luego proponiendo dos o tres más
lógicamente procedentes de la primera. Así es que
tras presentar el vocablo chuchumeco -«La ramera y el que frecuenta trato con
meretrices»
se apresura a apuntar y defender
también chuchumequería, chuchumequear,
chuchumecada. Habiendo aceptado la Academia la voz andina,
afirma Palma que debería «hacer
lo mismo con las voces cisandino y trasandino,
que usamos en el Perú, Ecuador y Bolivia como muy precisas
en el lenguaje»
(20)6.
A lo largo de los estudios lingüísticos de Ricardo Palma uno puede por lo general señalar un verbo, un sustantivo o un adjetivo ya existente como punto de partida para el neologismo recomendado. Es decir, en muchos casos una voz que ya figura en el léxico sirve de trampolín para la generación de otra. Pasemos ahora analizar brevemente este fenómeno.
Abundan los
ejemplos en los que Palma había percibido que la presencia y
el uso de cierto verbo había generado en forma natural en la
conversación y la escritura diarias un sustantivo que
reflejaba o la acción y el efecto del verbo o el hacedor de
tal acción. Por tanto, existiendo comadrear, don Ricardo
recomienda la inclusión en el Diccionario de
comadrería, la acción de comadrear
(55). Lo mismo ocurre con un sustantivo ahora imprescindible en el
habla. Me refiero a tuteo. Anota Palma: «El diccionario trae el verbo tutear,
pero no este sustantivo que expresa la acción»
(273). En el siglo XIX muchos verbos carecían de un vocablo
que indicase al que hacía la acción. Entre los
propuestos por Palma se hallan muchos que utilizamos hoy día
sin darnos cuenta de que no figuraban en el Diccionario
oficial hace un siglo. Me refiero a voces como
conferenciante, organizador, iniciador o
parrandista. Entre los términos nunca adoptados por
la Academia figuran critiquizante y
monarquizador, entre otros. Palma apoya
descamisador citando la quintilla de un partido
político (79). De curiosidad es la voz jesuseador.
Como dice Palma, «el que abusa del
nombre de Jesús tiene que ser jesuseador»
(164).
Por supuesto, de
tales vocablos varios pueden ser sustantivos o adjetivos, como en
el último caso. En Neologismos y Papeletas
don Ricardo defendió numerosos adjetivos derivados de verbos
ya existentes -comprobatorio, embrutecedor, explotable,
irrefutable, incomible, etc. Como se nota, en nuestra época
son de uso diario. Otros que gozaron de tanto éxito incluyen
tildable (persona «a la que se
puede tildar de faltas o abusos»
(268) o
bombardeable. A veces Palma sugirió un verbo de
acción contraria a un verbo ya aceptado por la Academia
-descompaginar, desnacionalizar.
Muchos
términos se derivaron de sustantivos ya en el Léxico.
Se pueden clasificar en diferentes categorías. Hay casos de
sustantivos análogos, o sea, que la existencia de uno
sugiere la creación de otro. Habiendo ya los términos
mojigato y mojigatería, Palma propone
mojigatocracia, con el cual quiere decir un «predominio social de los mojigatos»
(187). O puede ser que sólo falte la forma femenina o
masculina correspondiente. Aludiendo al término
comadrera, Palma pregunta: «¿por qué [sic] dejar en la calle
al compadrero?»
(55). Los trabajos de Palma ostentan una
amplia colección de neologismos que indican al que hace o
favorece cierta acción, incluso la de vender algo. Como ya
indicado, algunos de ellos nos llaman la atención por su
aplicación directa a Palma mismo: historietista,
humorista, satirizador o tradicionista -«El que relata o escribe tradiciones populares,
cosa muy distinta del tradicionalista que la Academia
define»
(NA 1405).
Entre los
vendedores figuran anticuchero, chicharronero, chichero,
tamalero y yerbatero -términos referentes al
ambiente limeño-peruano tan familiar al morador de
Miraflores. El mismo ambiente se refleja en términos nuevos
para designar ciertas fábricas o tiendas. Me refiero, por
ejemplo, a cachivachería, definida como «tienda donde se comercia en la compra y venta
de cachivaches»
(39) o petatería
-«Tienda destinada a la
fabricación o a la venta de petates»
(212);
también picantería, antequería,
encomendería, etc.
Otras palabras derivadas de sustantivos incluyen
canallocracia («predominio de
la canalla»
) [40] y canallada («Acción propia de un canalla»
)
[41], junto con voces contrarias (desilusión,
importador). A veces el neologismo capta una dolencia o un
campo de estudio -sordomudez, egiptología.
En sus obras Palma
destaca una serie de verbos nuevos derivados de sustantivos ya
existentes. Algunos, como clausurar, evolucionar y
depreciar, nos han de parecer perfectamente normales y
corrientes, y así lo eran en la experiencia de Palma, pero
todavía no habían sido reconocidas por la Academia.
Un verbo muy preferido en el ambiente peruano y empleado por Palma
en sus Tradiciones peruanas y su epistolario fue
dragonear, que quería decir «Desempeñar accidentalmente un
cargo»
. Así es que uno podía dragonear de
abogado o de comadrona en casos necesarios (94). Palma dedica
muchos renglones a este vocablo. La entrada concerniente a
dictaminar es interesante por ser éste uno de los
términos propuestos por Palma a la Academia. Se justifica
así:
(NA 1392) |
El lingüista limeño también percibió que varios sustantivos habían generado en forma natural adjetivos de gran utilidad que todavía andaban no aprobados por la Academia. Incorporados en sus trabajos una cantidad de ellos se han hecho corrientes en la época actual: alarmante, confortable, impresionable, burocrático, sensacional. Algunos se relacionan con su labor de tradicionista humorístico, caricaturable. Al adefesiero consagra casi una página por justificar su posición y refutar a los que habían hablado en contra del término.
En escala menor Palma asentó una serie de palabras derivadas de un adjetivo que ya figuraba en el Diccionario. Estas podían ser adverbios, sustantivos o verbos. Sorprende que se preocupara por los primeros siendo tan natural la formación de un adverbio con «-mente». Sin embargo, le pareció importante y por eso en sus trabajos topamos con creaciones como bochornosamente y fantasmagóricamente, así como con voces tan comunes como locuazmente y lujosamente. Sustantivos nacidos de base adjetival incluyen constitucionalidad, burocracia y prehistoria. El comentario sobre exquisitez [citado en parte más arriba] ilumina un poco más su manera de razonar.
(309) |
Los verbos nuevos derivados de adjetivos incluyeron modernizar y masculinizar.
Curiosamente, Ricardo Palma consideró importante deslizar en sus obras lingüísticas algunos superlativos, diminutivos y aumentativos. A veces fue porque la palabra que traía el Diccionario no era la que se usaba comúnmente: dificilimo / dificilísimo, docílimo / docilísimo. Esto podía involucrar hasta sustantivos hechos superlativos: amiguísimo, enemiguísimo. La mayoría de los aumentativos emplean la desinencia -azo, y se refieren a un golpe: rebencazo, fuetazo, jarrazo. No es claro por qué Palma quería subrayar éstos excluyendo un número casi infinito de otras posibilidades. Seguramente le parecían más corrientes y su uso, de mayor probabilidad. Más interesantes son los términos calabozazo y esquinazo.
Calabozazo: En los colegios y en los cuarteles es sufrir la pena de ser encerrado en el calabozo. |
(40) |
(110) |
Palma inserta el
diminutivo jorobeta para llamar la atención a otro
equivalente de jorobadito (165). De caudillejo
comenta que es «Caudillo de poco
más o menos. Es más bien voz despectiva que
diminutiva»
(47).
Entre prefijos
sobresale el «in». Por lo visto pululaban
términos contrarios que no figuraban en el léxico
-intragable, intramitable, insaturable, etc. Algunas variaciones de las voces que
designaban nacionalidades tampoco habían logrado entrada en
el Diccionario. Por eso Palma recomienda bolivianizar
(«Ejercer propaganda en favor de
Bolivia»
), junto con bolivianizador, bolivianizado y
bolivianismo (33). Hace lo mismo con colombianizar,
cubanizar, etc. Al
sugerir españolizable («Que puede españolizarse»
)
recomienda lo mismo para todas las otras nacionalidades
-peruanizable, etc.
(306).
Como ya se ha
apuntado, a Palma le interesaba mucho el desarrollo
etimológico de las voces contempladas. Esto se nota, por
ejemplo, en sus alargados comentarios sobre incásico y sus
conjeturas concernientes a resondrar. A veces, defiende o rechaza
un término a base de su relación con el latín
(refacción [1403 NA],
insápido «de más
correcta formación que [insípido]»
[156]).
En conclusión, me parece que se podrá declarar sin reserva que don Ricardo Palma contribuyó al enriquecimiento del castellano no sólo mediante sus impresionantes tradiciones sino también por medio de décadas de estudios y contemplaciones consagrados al léxico y su desarrollo sincrónico y diacrónico. Miríadas de voces recogidas hoy en el Diccionario fueron propuestas inicialmente por el gran tradicionista, cuyo amor por la lengua había rebasado en mucho el ámbito literario que le había traído tanta fama y renombre.
- Arona, Juan de. Diccionario de peruanismos. París: Desclée De Brouwer, 1938.
- Compton, Merlin D. Ricardo Palma. Boston: Twayne Publishers, 1982.
- Diccionario de la lengua española. 19.ª ed. Madrid: Espasa-Calpe, 1970.
- Olivas Weston, Rosario. La cocina cotidiana y festiva de los limeños en el siglo XIX. Lima: Escuela Profesional de Turismo y Hotelería, 1999.
- Palma, Ricardo. Epistolario. Ed. Raúl Porras. 2 vols. Lima: Cultura Antártica, 1949.
- ——. Tradiciones peruanas completas. Ed. Edith Palma. 6.ª ed. Madrid: Aguilar, 1968.