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Este artículo apareció publicado en la revista Explicación de textos literarios, Vol. XXIX - 2, Número ordinario, 2000-2001, pp. 76-91.

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No entramos aquí en el debate de la terminología del vocablo chicano, pues a ello se han dedicado ya trabajos puntuales, desde los primeros de Tino Villanueva (1978, reelaborado para la introducción de su edición de 1980) hasta los más recientes de Ignacio M. García (1997), entre otros. Para una visión crítica y antológica de la literatura chicana en español, véase la edición de Manuel M. Martín-Rodríguez (1987).

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Para comprobar el mayor interés por parte de las editoriales a la hora de publicar obras creativas chicanas en lengua inglesa baste consultar los recientes volúmenes antológicos preparados por Martín Espada (1997) y Bryce Milligan (1998).

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Al margen de múltiples referencias y alusiones a su obra, así como varias ponencias y comunicaciones sobre Cota-Cárdenas, se han elaborado también algunos estudios y reseñas particulares como los de Roger Smith (1979), Justo S. Alarcón (1979), Tey Diana Rebolledo (1980), Clara Lomas (1986) y el trabajo inédito de Karen Christian (1991) sobre la ironía en la poesía de Cota-Cárdenas. En la vertiente crítica y académica de la propia Cota-Cárdenas, caben mencionarse sus estudios críticos sobre Carlos Fuentes, José María de Heredia y Luis Spota, entre otros.

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Sin pretender elaborar aquí un listado de estudios críticos sobre la literatura chicana, son recomendables los acercamientos de Francisco A. Lomelí (1984), el de Héctor Calderón y José S. Saldívar (1991), así como el análisis de Rafael Pérez-Torres (1995).

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Pueden también mencionarse los trabajos de Marta E. Sánchez (1985), Cordelia Candelaria (1986), Teresa Córdova (1986), Carla Trujillo (1991), Norma Alarcón (1993) y las mencionadas Tey Diana Rebolledo (1995), María Herrera-Sobek (1995 y 1996), en cuya bibliografía selecta (1996: 257-286) el lector podrá encontrar una mayor información respecto a la literatura chicana escrita por mujeres. A todo esto pueden añadirse también los trabajos de Laura Gutiérrez Spencer (1994), Annie O. Eysturoy (1996) -respecto a la novela femenina chicana- y Alvina E. Quintana (1996), así como las recientes tesinas y tesis doctorales de Margarita T. Barceló (1995), Mary P. Brady (1996) y Lisa Flores (1999).

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Cota-Cárdenas estudió la vertiente feminista de la literatura chicana en un artículo de 1994 lo que no obliga nunca a leer su poesía desde un feminismo intransigente, sino más bien como humanismo conciliador entre el hombre y la mujer. En los últimos años, como se ha apuntado, son varios los trabajos que aplican diferentes acercamientos feministas a la producción cultural chicana. Buena parte de estos análisis podrían complementarse con los acercamientos feministas a otras literaturas, como la hispanoamericana, y a partir también de los trabajos teóricos de Debra Castillo (1992), Amy Kaminsky (1993) o Liliana Trevizán (1997). De igual manera, la dimensión testimonial de este tipo de obras chicanas podría enmarcarse en el ámbito del testimonio femenino hispanoamericano (Emma Sepúlveda, 1995) y el genérico poético (Susana Reisz de Rivarola, 1996).

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Martín-Rodríguez ha resumido con claridad el valor de la novela Puppet al definirla como «la toma de conciencia política y personal de una mujer que se ve sacudida por el asesinato de un joven chicano. Es una novela experimental, con una fuerte dosis de oralidad, en la que los registros coloquiales del lenguaje forman uno de los principales sustratos ideológicos. Hasta la fecha, Puppet es una de sólo dos novelas en español escritas por chicanas. La responsabilidad social y personal de la escritora, junto al tema de la injusticia social y la complicidad de los medios de comunicación para silenciarla, son las dos cuestiones fundamentales de la novela» (84).

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Véase, por ejemplo, la reciente edición de Carla Trujillo, Living Chicana Theory (1998), donde se incluyen variados trabajos críticos respecto al lesbianismo en la producción cultural chicana, como los de Emma Pérez (87-101), el de la propia Carla Trujillo (214-231), y los de Gloria Anzaldúa (263-276), Yvonne Yarbro-Bejarano (277-305) y Yolanda Chávez Leyva (429-434). En cuanto a la creación literaria chicana-lesbiana, puede consultarse la referida antología Chicana Lesbians de Carla Trujillo (1991).

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Baste recordar, por ejemplo, respecto a doña Marina, los poemas «Marina» de Lucha Corpi, «La Malinche» de Carmen Tafolla, «La Malinche a Cortés y Vice Versa» de Ángela de Hoyos, «Somos la tierra» de Beverly Sánchez-Padilla, «Malinchista, A Myth Revised» de Alicia Gaspar de Alba; y lo mismo respecto a sor Juana Inés de la Cruz, el poema sincrético de Lydia Camarillo «Mi reflejo», entre otros. Para una mayor profundización en el valor y tratamiento de estos personajes en el ámbito de la literatura chicana, puede consultarse el capítulo de «Myths and Archetypes» de la edición antológica de Diana Tey Rebolledo y Eliana S. Rivero (1993: 189). En el género del teatro, puede citarse la pieza «Sor Juana» de Estella Portillo Trambley y en prosa las referencias a la Malinche de Erlinda Gonzales-Berry en «El pasado de la Malinche», de Paletillas de Guayaba (1991) y de la propia Margarita Cota-Cárdenas el «Discurso de la Malinche», incluido en Puppet (1985).

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