Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

251

Baguer, François: «La luz que agoniza. Crónica», El Crisol, La Habana, 28 de mayo de 1955.

 

252

Amado Blanco, Luis: «Teatro Nacional. Blancos», Información, La Habana, 3 de febrero de 1946.

 

253

Amado Blanco, Luis: «Electra Garrigó. Escenario y Taller», Información, La Habana, 26 de octubre de 1948.

 

254

Amado Blanco, Luis: Ídem.

 

255

Piñera, Virgilio: «¡Ojo con el crítico!», Prometeo, La Habana, año II, N.º 11, noviembre 1948, pp. 2-3.

 

256

Amado Blanco: «Los intocables. Escenario y Taller», Información, La Habana, 15 de diciembre de 1948.

 

257

Carta de Adela Escartín y Carlos Piñeiro a Luis Amado Blanco, La Habana, Sala Teatro 260, 8 de junio de 1957. Archivo personal Luis Amado Blanco.

 

258

Estas ediciones son: Nuestra Natacha, ed. William H. Shoemaker, New York, Appleton-Century-Crofts, 1947; La dama del alba, ed. Juan Rodríguez-Castellano, New York, Charles Scribners, 1947; La sirena varada, ed. Ruth C. Gillespie, New York, Appleton-Century-Crofts, 1951; Los árboles mueren de pie, ed. Juan Rodríguez-Castellano, New York, Holt, Rinehart and Winston, 1953; La barca sin pescador, ed. José A. Balseiro y J. Riis Owre, New York, Oxford University Press, 1955, reimpresión en 1962; Corona de amor y muerte, ed. José A. Balseiro y J. Riis Owre, New York, Oxford University Press, 1960; y El caballero de las espuelas de oro, ed. José A. Balseiro y Elena Suárez Rivero, New York, Oxford University Press, 1968.

 

259

Seis de estas introducciones, algunas de ellas por profesores que eran paisanos y amigos del dramaturgo, han sido comentadas por Rodríguez Richart, que las considera imprescindibles en la bibliografía casoniana. Véase J. Rodríguez Richart, «Casona en Norteamérica», Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, XX, 57 (1966), págs. 174-203 y XX, 58 (1967), págs. 145-190.

 

260

Francisco Ruiz Ramón dice que Casona «escamotea la dimensión social del conflicto planteado en el primer acto» y pregunta si Ricardo Jordán puede pagar su culpa «con la simple conversión moral». Sin embargo, Ricardo sabe que tendrá que trabajar toda su vida para reparar su culpa: «Contra ése [su viejo ser] estoy luchando desde que llegué aquí; contra ése lucharé toda mi vida. Y el día que no quede en mi alma ni un solo rastro de lo que fui, ese día Ricardo Jordan habrá matado a Ricardo Jordán» (O. C., I, pág. 884). Ver Francisco Ruiz Ramón, Historia del teatro español. Siglo XX, Madrid, Cátedra, 1975, pág. 235.