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ArribaAbajoEl personaje nihilista. La Celestina y el teatro europeo

Jesús G. Maestro



(Madrid/Frankfurt am Main: Iberoamericana/Vervuert, 2001, 208 páginas)

El personaje nihilista sigue la misma tendencia que otros libros escritos anteriormente por Jesús G. Maestro, al tomar como objeto de estudio obras de autores heterodoxos (Rojas, Cervantes, Unamuno...). Esta obra, como su propio título indica, tiene como objeto de estudio el personaje nihilista en el teatro europeo.

Por otra parte, hacer comprensible el contexto histórico y literario del «personaje nihilista» no es tarea fácil, ya que este estudio no se limita a ninguna época en particular, sino que analiza obras (La Celestina, Timon of Athens, Faust, Actes sans paroles...) pertenecientes a diferentes épocas y corrientes literarias, y escritas por autores de distintas nacionalidades (Goethe, Rojas, Shakespeare, Beckett...). El personaje nihilista es, pues, el resultado de un estudio comparatista de la literatura.

Conviene destacar la importancia del pensamiento nietzscheano. El filósofo alemán fue quien justificó en el discurso filosófico el concepto   —682→   de nihilismo durante el último tercio del siglo XIX, sobre todo a partir del fragmento 125 de La gaya ciencia. Hay dos momentos decisivos, en el largo proceso de desmitologización que experimenta la cultura europea, detalladamente examinados en el libro de Jesús G. Maestro, y que tienen mucho que ver con el pensamiento de Nietzsche. Los dos momentos a los que me refiero, muy implicados en corrientes de filosofía moralista, encuentran sus máximos representantes en Sócrates y Cristo (pp. 22-24).

En el punto tercero de la introducción se expone el problema hermenéutico de una interpretación nihilista de la literatura. La cuestión fundamental radica en si es posible considerar como obras nihilistas textos escritos antes de la configuración contemporánea del término «nihilismo». De todas formas, una interpretación nihilista de La Celestina, por ejemplo, parece en nuestro tiempo mucho más justificable que una lectura pretendidamente moralista, que, por otra parte, y paradójicamente -o al menos eso es lo que parece-, es la más difundida en los institutos y centros de enseñanza media.

La tragicomedia de Rojas constituye una obra singular para el estudio del personaje trágico -Melibea- y del personaje cómico -Calisto-. Además, los cánones preceptivos, que debían ser respetados para la elaboración del texto literario, son completamente ignorados por Rojas. El nihilismo de Celestina y de aquéllos a quienes arrastra la vieja bruja es resultado de la perversión humana más absoluta, todos ellos se comportan de manera hipócrita; se sirven del discurso (lexis) para ocultar sus verdaderas intenciones y acciones (fábula), transgrediendo de esta forma todos los cánones posibles, desde el punto de vista literario, jurídico y religioso.

Naturalmente, también es posible diferenciar tipos de discursos nihilistas, tal como hace el autor, a partir de la interpretación literaria del discurso de los personajes de las obras literarias expuestas en este estudio.

El nihilismo de personajes como Don Juan, el bulero de The Canterbury Tales o la propia Celestina, es consecuencia de una perversión innegable de las formas de conducta humana. Estos personajes niegan (mediante sus acciones) la existencia de cualquier realidad trascendente, con la única intención de justificar su propio comportamiento, que a su vez sólo pueden explicarse a partir de la misma realidad trascendente en la que (mediante sus palabras) simulan creer.

En este sentido, el discurso nihilista de Alceste (en el misántropo cómico de Molière) o de Timón de Atenas (en el prototipo del misántropo   —683→   trágico de Shakespeare) es completamente opuesto al de personajes como Celestina, Don Juan o el bulero que peregrina a Canterbury, ya que en aquéllos no surge como consecuencia de su perversión, sino que es más bien una expresión de rebeldía en contra de la necedad y malicia de los demás seres humanos. Alceste acusa de hipocresía absoluta a una sociedad que, sin embargo, no le ha dado motivos para adoptar una actitud tan radicalmente misantrópica. Timón se exiliará de Atenas pronunciando un soliloquio cuyos atributos son el odio al género humano y el deseo de exterminación de todo cuanto vive.

El nihilismo de los personajes de Woyzeck, de Georg Büchner, viene condicionado por su situación estamental dentro de la sociedad en que vive. Sin duda el discurso del propio Woyzeck (p. 179) sobre las limitaciones de su forma de vida es el que mejor explica las consecuencias de su trayectoria vital.

Por último, el estudio del teatro de Beckett constituye, podríamos decir, un «aparte» en relación con el resto de obras expuestas anteriormente. El de Beckett es un teatro que refleja únicamente un universo nihilista. Los personajes que Beckett nos presenta son personajes desorientados y fragmentados, y el propio texto literario, sobre todo en Actes sans paroles y Breath, es tan pobre que incluso nos lleva a pensar en la inexistencia de todos sus referentes, en la medida en que no nos transmite nada más que una vaga idea de vacío. Los personajes repiten constantemente las mismas acciones, que, además, son absolutamente ineficaces e inútiles, en un intento que simboliza indudablemente la incompetencia propia de muchos de los sectores, ámbitos e instituciones de nuestra sociedad moderna. No hay nihilismo más radical que éste, en la medida en que califica a nuestro presente como un mundo desprovisto de todo sentido y carente de metas futuras definidas.

Creo conveniente subrayar también el hecho de que en el teatro europeo siempre haya existido una idea acerca de la nada. Las normas religiosas -morales-, que en otras épocas alcanzaban a todos los ámbitos de la vida, incluido el arte, han favorecido siempre la conservación de una determinada especie de hombres, y han reprendido a todos aquellos seres humanos cuyas formas de conducta no se atenían a tales normas. No es, pues, casual el hecho de que la mayoría de los autores heterodoxos hayan creado en algunas de sus obras personajes con rasgos claramente nihilistas, figuras que atestiguaban demasiado bien que las normas morales no habían sido creadas por ningún Dios, sino por simples seres humanos que, en el ejercicio del poder,   —684→   esgrimían estas leyes con el único propósito de perpetuarse en el poder, sin atenerse por supuesto, en la mayoría de los casos, a las normas por ellos mismos establecidas, y siempre en nombre de una humanidad equilibrada y moralista.

La disposición de los diferentes apartados de este libro no es arbitraria, ya que el autor analiza las obras por orden cronológico. Y cuanto más avanzamos en el tiempo más nihilistas resultan las obras literarias, en la forma y en el contenido. La culminación de todo este proceso es el teatro de Beckett, que como he dicho constituye la expresión más radicalmente nihilista de la tradición teatral europea. Es la antítesis del teatro heleno antiguo. En éste se encuentran abundantes elementos míticos, mientras que en aquél la metafísica se desmitifica por completo, hasta su negación. Con los griegos nació el teatro. Esperemos que el antihéroe nihilista no haya marcado su final.

Juan Vázquez García