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ArribaAbajoNovela histórica europea

María Teresa Navarro Salazar, ed.



(Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2000, 121 páginas)

El evidente auge que ha experimentado la ficción histórica en la narrativa europea de los últimos años es un fenómeno que ha estimulado la reflexión filológica desde perspectivas muy distintas, si bien son escasos los estudios que rebasan los márgenes de una literatura concreta para adentrarse en el enorme calado de este hecho cultural que ha impregnado a buena parte de la cultura europea, reflexionando sobre los paralelismos y vínculos reales en el manejo no sólo de técnicas y procedimientos narrativos, sino también en ideas y concepciones sobre la historia y sobre la realidad que la literatura es capaz de crear. Éste es, precisamente, el propósito del libro que presentamos: indagar en la conflictiva definición del género y ofrecer, al tiempo, un panorama riguroso de la novela histórica en diversas literaturas europeas. El resultado es este volumen, que arranca de un Seminario que con el mismo título que el libro se celebró en Madrid, en abril de 1998, bajo la dirección de la profesora M.ª Teresa Navarro Salazar, en colaboración con la profesora Brigitte Leguen. La iniciativa, tan apropiada   —702→   como difícil de afrontar, se ha materializado en un trabajo solvente, bien planteado y extremadamente sugerente.

La obra se vertebra en dos grandes secciones. La primera de ellas («Novela histórica europea: rasgos y diferencias») ofrece seis estudios de fondo que tienen como base las conferencias que diversos especialistas en la materia pronunciaron en el mencionado Seminario. Esta primera sección gira en torno a una doble perspectiva: por una parte, la necesidad de una aproximación a la caracterización de los rasgos formales y de contenido que en la teoría literaria plantea la definición del género de la novela histórica; de otra, el examen detenido del tratamiento real de que es objeto en algunas de las literaturas europeas de nuestro entorno, concretamente en la alemana, francesa, italiana, anglosajona y en la española. La segunda sección («La historia novelada por un escritor de frontera») presenta la reflexión de un escritor italiano recientemente fallecido, Fulvio Tomizza, sobre los mecanismos de los que se sirve en la creación de sus novelas.

Tras unas palabras de presentación de María Teresa Navarro, el trabajo que abre la obra («La novela histórica: rasgos genéricos», pp. 15-35) ofrece un lúcido acercamiento de José Domínguez Caparrós a la definición de la novela histórica como género literario, tomando como punto de partida algunos de los intentos más relevantes de caracterización propuestos por la teoría literaria. Domínguez Caparrós arranca de la tipificación de rasgos que llevó a cabo Lukács de la modalidad clásica de la novela histórica del primer tercio del XIX, cuyo punto de referencia es la obra de W. Scott: el sentido histórico; la revitalización del pasado con una proyección pretendidamente realista; el carácter popular, entendido como el reflejo de la realidad social y popular; la preferencia por personajes cuya individualidad refleja un carácter medio o típico; la aplicación al presente; la incidencia del anacronismo necesario y, finalmente, la condición de forma en crisis que entraña constitutivamente el género, toda vez que encierra un conflicto entre historia y ficción, que conduce a un nueva forma de novela, como es la novela realista, encarnada, según Lukács, en la obra de Balzac. A continuación, Domínguez Caparrós sintetiza algunos acercamientos teóricos sobre manifestaciones concretas de la novela histórica francesa (M. Raimond y P. L. Rey) y en el mundo anglosajón (A. Goldman, Ch. Baldick, J. A. Cuddon, K. Spang) para plantear seguidamente algunos problemas generales que surgen habitualmente en la discusión sobre la naturaleza de este género: la relación entre literatura y ficción, entre historia y literatura y, por último, una consideración sobre la índole pragmática de la novela histórica   —703→   , que a juicio del autor, no se diferencia de otras clases de novela en lo que se refiere al texto como tal, sino más bien desde el punto de vista temático, en la medida en que se presenta como una demostración artística de la vida del pasado, que además se hace explícita a través de introducciones a las obras con aclaraciones previas, o por alusiones en el mismo título o la adscripción a una determinada colección de narrativa histórica. El artículo de Domínguez Caparrós es una sólida y esclarecedora introducción a la definición del género.

Luis A. Acosta («El recurso de la historia: la novela histórica alemana», pp. 37-50) aborda en su artículo la forma en que se manifiesta la novela histórica en un periodo muy concreto de la literatura alemana, la correspondiente al Tercer Imperio, y su adaptación a la caracterización propia de este género, si bien se detiene antes en un breve pero preciso panorama histórico de la novela alemana. Tras los antecedentes de la época barroca, es durante la Ilustración cuando emergen, a finales del XVIII, una serie de novelas en torno a una historia verdadera y que son tenidas como precedentes o precursoras de Scott, como son las de Fesser, Meissner o Naubert, aunque es con la consolidación del movimiento historicista cuando cristaliza, propiamente dicha, la novela histórica alemana, bajo la influencia de Scott, con la obra del romántico A. von Arnim, quien inicia el camino de la integración de la exactitud histórica con la ficción literaria, a través de la consideración de la mediación e interpretación de que son objeto los hechos, cuya presentación objetiva no se puede sustraer a la interpretación. A lo largo del XIX se van configurando las bases para el asentamiento del género de novela histórica, enfatizando diferentes elementos: las de Willibald Alexis están teñidas de un fuerte componente nacionalista, con una exaltación del mundo prusiano y del espíritu patriótico; en otras despuntan elementos políticos, como en W. Hauff (Lichtenstein, una reivindicación de un pasado mejor frente al absolutismo de Metternich) y L. Tieck, hasta desembocar en la corriente realista, que se desenvuelve en la segunda mitad del XIX y se cierra con Das Odfeld de Raabe (1888). En el primer tercio del XX la transformación del género, en la línea de la que afecta en general a la novela, se aprecia con claridad en los dos grandes autores de la época: A. Döblin y L. Feuchtwanger, pero se consolida en la novela histórica del exilio, que es obra de autores tan destacados como Heinrich y Thomas Mann, B. Brecht, E. Brocht o H. Kesten, que encuentran en este género una respuesta al régimen nacional socialista, asumiendo algunas de las técnicas de la novela moderna, como la indagación en la psicología humana o los elementos existencialistas o postexpresionistas.

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Acosta ejemplifica la situación con autores como H. Mann, E. Kesten o B. Brecht. El trabajo es, en fin, una nítida aproximación a la problemática de la novela histórica alemana.

Brigitte Leguen («Novela histórica francesa: evolución y tendencias», pp. 51-62) se adentra en la evolución del género en la narrativa francesa después de la Revolución Francesa, evolución en la que las nuevas concepciones ideológicas de la época influyen decisivamente en la configuración de la ficción histórica: el concepto de verdad, el papel del individuo y la sociedad o la integración histórica y social del sujeto. A continuación se revisan los principales hitos de la novela histórica del XIX (A. De Vigny, Balzac, Mérimée, Víctor Hugo, entre otros) para centrarse a continuación en las transformaciones de la novela del XX, que desembocan, a juicio de la autora, en dos modalidades: la novela heredera de la tradición de Walter Scott, sustentada en la pretensión de representar un periodo histórico, con un cierto alejamiento respecto al presente, y un tipo de novela centrado en la historia próxima o inmediata que introduce en la ficción documentación histórica precisa. Así el tema de la Guerra ocupa un puesto preeminente en las primeras décadas del S. XX (M. Barrès, R. Dorgelès, Barbusse o Vercel), y enlaza con la narrativa más comprometida de D. La Rochelle y de L. Aragon, que en ocasiones crean la trama literaria sobre acontecimientos contemporáneos de los que son testigos directos. La segunda guerra mundial es fuente de interés de muchos escritores, mientras otros destacados creadores escogen el pasado lejano: la Edad Media (las novelas sobre las cruzadas de Z. Oldenbourg, o el Opus Nigrum, de M. Yourcenar) y el mundo clásico (Las Memorias de Adriano, o la obra L'Olimpien o J. De Bourbon Busset). Leguen recalca la proliferación de novelas históricas de la segunda mitad del XX, caracterizado por la diversidad, tanto en la calidad como en la temática, y el carácter comercial de buena parte de esta producción. El trabajo de Leguen es, en suma, un buen acercamiento filológico a la materia.

M.ª Teresa Navarro («De la novela risorgimentale a la narrativa histórica italiana contemporánea», pp. 63-78) se centra en la génesis de la novela histórica italiana y sus relaciones con el problema de la existencia de una nación italiana, a partir de la obra de Manzoni, quien, sobre un significativo componente de reflexión teórica, encuentra en la novela histórica un cauce expresivo extremadamente abierto para combinar la historia y la ficción, aprovechando elementos de las novelas de Scott, pero con una voluntad eminentemente didáctica, popular, y envuelta en una ética religiosa de cuño providencialista y   —705→   ejemplarizante. En la segunda mitad del XIX, y una vez forjada la unificación italiana (1860), las pautas del modelo narrativo se hacen eco de la nueva realidad histórica, con el cuestionamiento de la noción de progreso y las propuestas de F. De Roberto en torno a una nueva novela histórica risorgimentale, una tendencia que continúa, con diversos matices, en la obra de Pirandello, y después en Maggiore, Lampedusa, Consolo y Nigro. Con el siglo XX, junto a una línea de obras basadas en experiencias personales y ambientes regionales o locales, el trauma de la segunda guerra mundial trajo consigo la exploración de nuevas vías de expresión ideológica que desplazan el peso de la noción de patria a la de individuo: la indagación en la conciencia personal y el pesimismo histórico conducen a un retorno al pasado en busca de claves del presente, como Maggiore en Sette e Mezzo y Lampedusa en Il Gattopardo, obra que supone una modernización del género, distanciándose de su modelo Los Virreyes, de De Roberto, tanto en la estructura narrativa como en la orientación ideológica. A continuación, Navarro revisa la situación desde finales de los sesenta, cuando empiezan a resurgir distintas exploraciones de la novela histórica: Il consiglio d'Egitto, de Sciascia, que abre la fórmula de la llamada «novela pesquisa», La Storia, de E. Morante, V. Consolo, F. Tomizza y U. Eco, R. Pazzi, R. Nigro y D. Maraini. El trabajo de Navarro es una inteligente y luminosa reflexión sobre la evolución de la novela histórica italiana atendiendo a sus rasgos formales y de contenido, en relación con el contexto político y social italiano.

Ángeles de la Concha («La novela como interpelación al discurso histórico», pp. 79-91) indaga en las consecuencias del giro epistemológico de la filosofía del lenguaje moderna, con sus inevitables consecuencias en el modo de entender las relaciones tradicionales entre literatura e historia, cuestionando, entre otras cosas, la ilusión de objetividad de esta última y subrayando su eminente dependencia profunda de una base argumental y retórica que influye decisivamente en la significación de los hechos. En ello han incidido lingüistas como Barthes e historiadores como H. White. La autora ejemplifica las consecuencias de estas reflexiones teóricas sobre dos novelas que abordan, desde distintas perspectivas, una reescritura de la historia británica de la colonización de la India: Midnight Children, de S. Rushdie, y A Suitable Boy, de V. Seth, ahormada sobre un realismo clásico frente a la narración alternativa de Rushdie, que hace emerger las voces de los nativos, rompiendo la visión dominante sobre el Imperio. La crítica a la objetividad del discurso histórico se acentúa si cabe en la obra del filósofo M. Foucault, quien insiste en el carácter relativo de las categorías de análisis y la relación   —706→   íntima entre la ideología, el poder y el lenguaje sobre el que se construyen las prácticas discursivas y las codificaciones de la historia. De la Concha ilustra este cuestionamiento en la obra ensayística y novelística de M. Warner, en su estudio histórico de Juana de Arco y en sus novelas In a Dark Wood y The Lost Father. Se trata de un artículo consistente y denso, de gran altura teórica, y muy ilustrativo sobre las relaciones entre la reflexión filosófica sobre el lenguaje y la historia y su proyección en la manifestaciones literarias.

La atención a la novela española es objeto del artículo de M.ª Isabel de Castro García («El cuestionamiento de la transmisión histórica en la novela contemporánea. Ejemplos en la narrativa española», pp. 93-104), quien, tras poner de manifiesto la diversidad de tendencias de nuestra narrativa actual, muestra cómo esa misma diversidad permite la proliferación de múltiples formas híbridas entre historia y ficción, en las cuales se recurre a diversos procedimientos para poner en cuestión la verdad histórica, ofreciendo visiones transgresoras de la visión histórica tradicional. De Castro se detiene en el discurso autorreflexivo y en clave feminista en Urraca de L. Ortiz, la introducción de la perspectiva moderna de la sexualidad en Extramuros, de J. Fernández Santos, el recurso al manuscrito hallado en El manuscrito carmesí, de A. Gala, la inserción de dos planos narrativos y la perspectiva múltiple en Galíndez de M. Vázquez Montalbán y en La saga de los Marx de J. Goytisolo. En otros casos, el componente ficcional cobra un peso creciente, como en la lla mada «fantasía histórica» de algunas obras de Torrente Ballester. La fantasía internándose entre la historia para crear una ficción histórica se aprecia en otras muchas obras, como El testimonio de Yardoz de Sánchez Ferlosio, o en Olvidado Rey Gudú de A. M. Matute, o las novelas de Carlos Rojas. Una presentación atinada de la amplísima gama de procedimientos utilizados en la novela española contemporánea.

La segunda parte del volumen incluye las palabras del escritor F. Tomizza, que pudo participar en el Seminario, gracias a la colaboración del Instituto Italiano de Cultura, poco antes de su fallecimiento. Su escrito, «Autoritratto: uomo e scrittore di frontiera», traza, a partir del bosquejo de los avatares históricos de su lugar de nacimiento, Materada, en Istria, una tierra de frontera, una encantadora aproximación al proceso creativo de sus novelas, a partir de la indagación en las fuentes locales para reconstruir literariamente ambientes, paisajes, o la indagación en los personajes.

El libro, fruto de un esmerado trabajo de la editora, se revela, en definitiva, como una referencia ineludible para introducirse en los estudios   —707→   sobre la materia, además de ofrecer una excelente oportunidad para contrastar y relacionar algunos aspectos cruciales en la evolución de la novela histórica en los países de nuestro entorno cultural. Se trata de una excelente ocasión para adentrarse en la multiplicidad de problemas que entraña la relación entre historia y literatura y para entender la amplia gama de recursos narrativos que emplea la novela histórica moderna. Su lectura no sólo es apropiada para los historiadores de la literatura, sino que ofrece al lector interesado una gama de reflexiones, datos y sugerencias, que pueden sin duda contribuir a enriquecer la lectura crítica y, a la vez, el disfrute con esta clase de novelas.

Antonio Moreno Hernández

Universidad Nacional de Educación a Distancia