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ArribaAbajoEl teatro López de Ayala. El teatro en Badajoz a finales del siglo XIX (1887-1900)

Ángel Suárez Muñoz



(Mérida: Editora Regional de Extremadura, 2002)

El 2002 es un año importante en la historia del Teatro López de Ayala de Badajoz. En mayo se han conmemorado diez años desde su restauración, momento clave porque supuso una especie de «renacimiento», ya que a punto estuvo de ser derribado, víctima de la especulación urbanística. Su mantenimiento como edificio destinado a espectáculos culturales y de ocio, en general, se vio acompañado por la constitución de un Consorcio, que lleva el mismo nombre que el Teatro, en que se dan la mano tres instituciones fundamentales en la vida local y regional (Ayuntamiento de Badajoz, Diputación Provincial y Junta de Extremadura) y una entidad colaboradora (Caja de Badajoz). Desde entonces, hemos asistido al periodo más fructífero de su historia, sólo comparable con aquellos primeros catorce años que se rescatan en este libro. También el presente año supone, en el mes de octubre, la conmemoración de veinticinco años del Festival Ibérico de Teatro, que prioritariamente ha acogido el Teatro López de Ayala.

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Tantas celebraciones y efemérides no podían pasar sin un reconocimiento destacado. Cuando en 1994 defendió su tesis de doctorado en la Facultad de Filología de la UNED el autor se comprometió con el profesor José Romera, director de la misma, a continuar las investigaciones que le habían aportado tantos datos e informaciones (y que, en definitiva, habían «aconsejado» fijar el año de inauguración del Teatro como cierre de dicha tesis) y completar todo el siglo XIX, enlazando así con el periodo por donde otros investigadores habían comenzado sus estudios.

La publicación de este libro cumple un doble objetivo: ver cumplido el compromiso asumido y contribuir al conjunto de actos por las conmemoraciones antes mencionadas. Sirvan estas primeras reflexiones como explicación de las motivaciones personales y de otra consideración que justifican este libro.

La elaboración del mismo ha continuado un proceso que el autor desarrolló en la tesis de doctorado, publicada por Támesis, en el año 1997. La contribución que supuso a las Fuentes para la historia del teatro en España, con el número XXVIII, también llena de satisfacción. La elaboración de este libro ha supuesto la consulta y seguimiento puntual de la prensa de la época; labor paciente (como toda la que se dedica a la investigación), acompañada de la posterior organización de la información obtenida, selección de los datos más relevantes y su ordenación para que tengan coherencia y no se ofrezcan como el listado frío y muchas veces telegráfico con que estas noticias fueron apareciendo en su época. En concreto, merece una consideración especial la reconstrucción de la cartelera de aquellos catorce años (1887-1900), formada por 1003 funciones teatrales, 579 obras representadas, 46 compañías profesionales, más 9 agrupaciones de aficionados, que conforman el panorama en cifras de unos años de esplendor teatral en una ciudad de provincias de segunda o tercera fila en el panorama nacional, como Badajoz.

Si tuviera que sintetizar el contenido del libro, prologado por el Dr. José Romera Castillo, en unas pocas ideas (lo que por otra parte debe caracterizar una reseña como ésta), destacaría las siguientes:

a) El libro se estructura en tres partes. Tras el prólogo y la introducción, se sitúa el estudio de los espacios teatrales en general y del teatro López de Ayala en especial, los horarios, los precios, las compañías, la crítica, el intermedio, los regalos, los elementos de la representación,   —721→   el repertorio, los espectáculos parateatrales, la asistencia de público, la temporalidad, etc. En suma, un análisis de las funciones teatrales durante esos años desde distintas perspectivas o ángulos que permita un mejor conocimiento de la proyección social y cultural que esta manifestación artística tuvo sobre toda la población de Badajoz y, dado el carácter de ciudad más poblada de la región, sobre el resto de la misma. La segunda parte está constituida por la cartelera; y, finalmente, la tercera por los índices de obras, autores y figuras, tan necesarios en una publicación de estas características.

b) El libro ha servido para dar a conocer a los interesados en el tema, y también a quienes no lo están tanto, por qué el teatro de la ciudad más importante de Extremadura se llamó así. Adelardo López de Ayala había nacido en Guadalcanal unos años antes de que esta población, hoy perteneciente a la provincia de Sevilla, dejara de serlo de la de Badajoz. Nunca renunció López de Ayala a su condición de extremeño y, como político, representó en el Congreso a circunscripciones electorales como Castuera, Mérida y Badajoz. Había fallecido el 30 de diciembre de 1879 y apenas registramos reacciones importantes. Sin embargo, tres años después, la compañía que entonces actuaba todavía en el viejo teatro del Campo de San Juan, curiosamente dirigida por Ricardo Simó, el mismo que unos años después tendrá el honor de inaugurar el nuevo, celebró una función en memoria del malogrado escritor y político, poniendo en escena Consuelo. La función estuvo «adornada» con tantas muestras de reconocimiento y gratitud hacia López de Ayala que, cuando el Ayuntamiento se vio obligado a enajenar las obras del nuevo teatro, solicitará a los propietarios que tengan a bien ponerle como nombre el del insigne personaje. Así fue. Después, ya en el teatro que llevaba su nombre, se celebró, justo el día en que se conmemoraban siete años desde su fallecimiento, otra función de homenaje, representándose en esta ocasión, también a cargo de la compañía dirigida por Ricardo Simó, El tanto por ciento.

c) En la publicación que reseñamos, asimismo damos a conocer que el emplazamiento definitivo del teatro no fue el que inicialmente se pensó. La memoria primitiva lo situaba en el centro urbano (ahora casco antiguo) de la ciudad, concretamente en la calle Arco Agüero, muy cerca de donde estuvo ubicado el Corral de Comedias que funcionó hasta finales del XVIII. Las pretensiones de construir un teatro para mucho tiempo, capaz de competir con los mejores del país en esa época, hizo inviable el emplazamiento inicial. Por eso, debió optarse por situar el nuevo teatro lejos de la población, cercano a las murallas   —722→   que, desde siempre, caracterizaron el perfil urbanístico de Badajoz. Hoy, consecuencia natural del crecimiento de la ciudad, ocupa un lugar céntrico.

d) Hay una fecha, entre todas las que aparecen en el libro, que merece una consideración especial. Esa fecha no es otra que la del 30 de octubre de 1886, día en que se inaugura oficialmente el teatro López de Ayala. Desde entonces este nuevo teatro acaparó toda la actividad escénica de la ciudad. De hecho, el viejo teatro sólo celebrará dos funciones hasta finales de siglo, cayendo en el mayor de los olvidos. La inauguración, esperada más de veinticinco años (recordemos que los primeros intentos de construir un nuevo teatro en Badajoz datan de 1861) no fue, sin embargo, la que se esperaba ni la que merecía un acontecimiento como éste. No hubo nada especial: ni poemas, ni invitación a la prensa, ni cualquier otro detalle que suele adornar actos similares. En cambio, sí hubo problemas con las localidades (ocupadas por gentes a quienes no correspondían, obligando a quienes más derechos tenían a ocupar pasillos y escaleras), la iluminación dejó mucho que desear, con quinqués rotos y, ni tan siquiera se agradeció al pintor, que había hecho las decoraciones, ni al arquitecto, sus respectivas contribuciones para ver culminadas unas obras que entonces eran el mejor referente cultural y social que podía ofrecer la ciudad y la provincia.

e) A la hora de destacar algún personaje de los que se mencionan en el libro, hemos de hacer justicia con cada uno de los más de setecientos artistas que pasaron por el escenario del teatro López de Ayala. Todos contribuyeron a engrandecer y consolidar una manifestación artística como el teatro en nuestra ciudad. Pero no podemos olvidar artistas de la talla de Antonio Vico, Eugenio Labán, Juan José Luján, Emma Nevada, Mila Kupffer, Antonia Contreras, entre otros.

f) Igualmente, hemos de señalar una cifra. Ya comentamos algunas en párrafos anteriores. Nos quedamos ahora con las que hablan de un teatro de 1400 localidades para una ciudad que no supera los veintiocho mil habitantes; más de tres millones de reales de coste en su construcción, desembolso que hace el Ayuntamiento, desprendiéndose de bienes de propios o arbolados y desatendiendo otras carencias que tenía la ciudad en esos años; y, finalmente, una venta a particulares que hace por 125.000 pesetas, que no deja de parecer ridícula, teniendo en cuenta, sobre todo, el esfuerzo realizado. Pero Badajoz ya tenía un teatro digno.

g) Un defecto de «nacimiento» del teatro fue el frío. Si al viejo teatro había que acudir bien abrigado y no despojarse de esas prendas a lo   —723→   largo de toda la función (igual que había que acudir con paraguas en días de lluvia para protegerse de las goteras), ahora en el nuevo edificio, procedente del escenario, entraba un frío capaz de dejar helado al público, aunque en otras ocasiones mostrara su frialdad hacia la representación por otras razones.

h) Y una anécdota, muy relacionada con su historia futura: el conato de incendio ocurrido en 1893, cuando todavía no disponía de luz eléctrica y un quinqué de la escena prendió un cortinaje. La decidida intervención de un bombero que se encontraba entre el público evitó consecuencias mayores; las que no se evitarán en 1936, cuando las fuerzas de ocupación de la ciudad en plena Guerra Civil le prendieron fuego para desalojar a los milicianos que se habían apostado en su terraza.

En fin, nos encontramos ante un libro que no sólo ofrece aspectos de interés referidos al teatro, sino también a la historia, a la ciudad, a sus gentes y a las vicisitudes por las que pasaron. La investigación se convierte en un eslabón más de la cadena de los estudios sobre el teatro representado que, bajo la dirección del profesor José Romera Castillo, se lleva a cabo en el Centro de Investigación de Semiótica Literaria, Teatral y Nuevas Tecnologías (UNED).

Eloy Martos Núñez

Universidad de Extremadura