Soledades
Poesías
Antonio Machado
[Nota preliminar: El texto que presentamos a continuación reproduce fielmente la edición impresa por A. Álvarez en 1903. Únicamente se han corregido errores tipográficos claros.]
A mis queridos amigos
Antonio de Zayas
y Ricardo Calvo
DESOLACIONES Y MONOTONÍAS
I
Fué una clara tarde, triste y soñolienta,
del lento verano. La hiedra asomaba
al muro del parque, negra y polvorienta...
Lejana una fuente riente sonaba.
Rechinó en la vieja cancela mi llave;
con agrio ruido abrióse la puerta
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
sonó en el silencio de la tarde muerta.
En el solitario parque, la sonora
copla borbollante del agua cantora,
me guió á la fuente, que alegre vertía
sobre el blanco mármol su monotonía.
II
La fuente cantaba: ¿Te recuerda, hermano,
un sueño lejano mi copla presente?...
Fué una tarde lenta del lento verano.
Respondí á la fuente:
No recuerdo, hermana,
más sé que tu copla presente es lejana.
Fué esta misma tarde: mi cristal vertía
como hoy sobre el mármol su clara harmonía.
¿Recuerdas, hermano?... Los mirtos talares,
que ves, sombreaban los claros cantares,
que escuchas ahora. Del árbol obscuro
el fruto colgaba, dorado y maduro.
¿Recuerdas hermano?...
Fué esta misma lenta tarde de verano.
-No sé qué me dice tu copla riente
de ensueños lejanos, hermana la fuente.
Yo sé que tu claro cristal de alegría
ya supo del árbol la fruta bermeja;
yo sé que es lejana la amargura mía
que sueña en la tarde de verano vieja.
Yo sé que tus bellos espejos cantores
copiaron antiguos delirios de amores:
más cuéntame, fuente de lengua encantada,
cuéntame mi alegre leyenda olvidada.
III
-Yo no sé leyendas de antigua alegría,
sino historias viejas de melancolía.
Mis claros, alegres espejos cantores
te dicen riendo lejanos dolores.
Fué una clara tarde del lento verano...
Tu venías solo con tu pena, hermano;
tus labios besaron mi linfa serena,
y, en la clara tarde, dijeron tu pena.
Dijeron tu pena tus labios que ardían:
la sed que ahora tienen, entonces tenían.
-Adiós para siempre, la fuente sonora,
del parque dormido eterna cantora.
Adiós para siempre, tu monotonía
alegre es más triste que la pena mía.
Rechinó en la vieja cancela mi llave;
con agrio ruido abrióse la puerta
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
sonó en el silencio de la tarde muerta.
A Ruben Dario.
I
de viejas cadencias,
que los niños cantan
en las tardes lentas
del lento verano,
cuando en coro juegan
y vierten en coro
sus almas que sueñan,
cual vierten sus aguas
las fuentes de piedra:
con monotonías
de risas eternas
que no son alegres,
con lágrimas viejas
que no son amargas
y dicen tristezas,
tristezas de amores
de antiguas leyendas.
II
En los labios niños,
las canciones llevan
confusa la historia
y clara la pena;
como clara el agua
lleva su conseja
de viejos amores,
que nunca se cuentan.
III
A la paz en sombra
de una plaza vieja
los niños cantaban...
La fuente de piedra
vertía su eterno
cristal de leyenda.
Cantaban los niños
canciones ingénuas,
de un algo que pasa
y que nunca llega,
la historia confusa
y clara la pena.
Vertía la fuente
su eterna conseja:
borrada la historia
contaba la pena.
en la espalda desnuda
del Mármol del Dolor,
-soñada en piedra contorsión ceñuda-
la carcajada fría
del agua, que á la pila descendía
con un frívolo, erótico rumor.
Caía al claro rebosar riente
de la taza, y cayendo, diluía
en la planicie muda de la fuente
la risa de sus ondas de ironía...
Del tosco mármol la arrugada frente
hasta el hercúleo pecho se abatía.
Misterio de la fuente, en tí las horas
sus redes tejen de invisible hiedra;
cautivo en tí, mil tardes soñadoras
el símbolo adoré de agua y de piedra.
Aun no comprendo el mágico sonido
del agua, ni del mármol silencioso
el cejijunto gesto contorcido
y el éxtasis convulso y doloroso.
Pero una doble eternidad presiento
que en mármol calla y en cristal murmura
alegre copla equívoca y lamento
de una infinita y bárbara tortura.
Y doquiera que me halle, en mi memoria,
-sin que mis pasos á la fuente guíe-
el símbolo enigmático aparece...
y alegre el agua brota y salta y ríe,
y el ceño del titan se entenebrece.
Hay amores extraños en la historia,
de mi largo camino sin amores,
y el mayor es la fuente,
cuyo dolor anubla mis dolores,
cuyo lánguido espejo sonriente
me desarma de brumas y rencores.
La vieja fuente adoro;
el sol la surca de alamares de oro,
la tarde la cairela de escarlata
y de arabescos fúlgidos de plata.
Sobre ella el cielo tiende
su loto azul más puro;
y cerca de ella, el amarillo esplende
del limonero entre el ramaje oscuro.
Misterio de la fuente, en tí las horas
sus redes tejen de invisible hiedra;
cautivo en tí mil tardes soñadoras
el símbolo adoré de agua y de piedra;
el rebosar de tu marmórea taza,
el claro y loco borbollar riente
en el grave silencio de tu plaza,
y el ceño torvo del titan doliente.
Y en tí soñar y meditar querría
libre ya del rencor y la tristeza,
hasta sentir, sobre la piedra fría,
que se cubre de musgo mi cabeza.
el rojo hogar en el rincón obscuro
busca medrosa. El huracan frenético
ruge y silba; y el árbol esquelético
se abate en el jardín y azota el muro.
Llueve. Tras el cristal de la ventana,
turbio, la tarde parda y rencorosa
se ve flotar en el paisaje yerto,
y la nube lejana
suda amarilla palidez de muerto.
El cipresal sombrío
lejos negrea y el pinar menguado,
que se esfuma en el aire achubascado,
se borra al pié del Guadarrama frío.
bajo el sol, sobre el mármol de la fuente:
si te inquieta el enigma del presente
aprende el son de la salmodia mía.
Escucha bien en tu pensil de Oriente
mi alegre canturía,
que en los tristes jardines de Occidente
recordarás mi risa clara y fria.
Escucha bien que hoy dice mi salterio
su enigma de cristal á tu misterio
de sombra, caminante: Tu destino
será siempre vagar ¡oh peregrino
del laberinto que tu sueño encierra!
Mi destino es reir: sobre la tierra
yo soy la eterna risa del camino.
dentro los toscos murallones roidos
del puerto viejo. Sopla el viento norte
y riza el mar. El triste mar arrulla
una ilusión amarga con sus olas grises.
El viento norte riza el mar, y el mar azota
el murallón del puerto.
Cierra la tarde el horizonte
anubarrado. Sobre el mar de acero
hay un cielo de plomo.
El rojo bergantín es un fantasma
sangriento, sobre el mar, que el mar sacude...
Lúgubre zumba el viento norte y silba triste
en la ágria lira de las járcias recias.
El rojo bergantín es un fantasma
que el viento agita y mece el mar rizado,
el fosco mar rizado de olas grises.
cerca de mi, en negro manto
mal cubierto el desdeñoso
gesto de tu rostro pálido.
No sé dónde vas, ni dónde
tu vírgen belleza tálamo
busca en la noche. No sé
qué sueños cierran tus párpados,
ni de quién haya entreabierto
tu lecho inhospitalario.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Deten el paso, belleza
esquiva, deten el paso...
Besar quisiera la amarga,
amarga flor de tus labios.
cuando su lanza tórrida blande el viejo verano,
copiaban el fantasma de un triste sueño mío
mil sombras en teoría y enhiestas sobre el llano.
La gloria del Ocaso era un purpúreo espejo,
era un cristal de llamas, que al infinito viejo
iba arrojando el triste soñar en la llanura...
Y yo sentí la espuela sonora de mi paso
repercutir lejana en el sangriento Ocaso,
y aun más allá, la alegre canción de un alba pura.
para quemar, tras el azul del monte,
la mirra amarga de un amor lejano
en el ancho flamígero horizonte.
Roja nostalgia el corazón sentía,
sueños bermejos, que en el alma brotan
de lo inmenso inconsciente,
cual de región caótica y sombría
donde ígneos astros como nubes, flotan,
informes, en un cielo lactescente.
Caminé hacia el crepúsculo glorioso,
congoja del estío, evocadora
del infinito ritmo misterioso
de olvidada locura triunfadora.
De locura adormida, la primera
que al alma llega y que del alma huye,
y la sola que torna en su carrera
si la ágria ola del ayer refluye.
La soledad, la musa que el misterio
revela al alma en silabas preciosas
cual notas de recóndito salterio,
los primeros fantasmas de la mente
me devolvió, á la hora en que pudiera,
caida sobre la ávida pradera
ó sobre el seco matorral salvaje,
un áscua del crepúsculo fulgente,
tornar en humo el árido paisaje.
Y la inmensa teoría
de gestos victoriosos
de la tarde rompía
los cárdenos nublados congojosos.
Y muda caminaba,
en polvo y sol envuelta, sobre el llano,
y en confuso tropel, mientras quemaba
sus inciensos de púrpura el verano.
no tiene leyendas
para mi. Los salmos
de las frondas muertas,
jamas he escuchado,
que el viento se lleva.
Yo no se los salmos
de las hojas secas,
sino el sueño verde
de la amarga tierra.
DEL CAMINO
leer un dulce salmo sobre mi viejo atril.
Acordaré las notas del órgano severo
al suspirar fragante del pífano de Abril.
Maduraran su aroma las pomas otoñales,
la mirra y el incienso salmodiarán su olor;
exhalarán su fresco perfume los rosales,
bajo la paz en sombra del tibio huerto en flor.
Al grave acorde lento de música y aroma
la sola y vieja y noble razón de mi rezar,
levantará su vuelo suave de paloma
y la palabra blanca se elevará al altar.
I
Daba el reloj las doce... y eran doce
golpes de azada en tierra...
...¡Mi hora! -grité-... El silencio
me respondió: -No temas:
tú no verás caer la última gota
que en la clepsidra tiembla.
Dormirás muchas horas todavía
sobre la orilla vieja,
y encontrarás una mañana pura
amarrada tu barca á otra ribera.
II
Sobre la tierra amarga
caminos tiene el sueño
laberínticos, sendas tortuosas,
parques en flor y en sombra y en silencio;
criptas hondas, escalas sobre estrellas;
retablos de esperanzas y recuerdos.
Figurillas que pasan y sonrien,
-juguetes melancólicos de viejo-
imágenes sombrías
á la vuelta florida del sendero,
y quimeras rosadas
que hacen camino... lejos...
III
En la miseria lenta del camino
la hora florida, brota,
de tu amor, como espino solitario
del valle humilde á la revuelta umbrosa.
El salmo verdadero
de tenue voz hoy torna
lento á mi corazón y da á mis labios
la palabra quebrada y temblorosa.
Mis viejos mares duermen; se apagaron
sus espumas sonoras
sobre la playa estéril. La borrasca
camina lejos en la nube torva.
Vuelve la paz al cielo;
la brisa tutelar esparce aromas
otra vez sobre el campo, y aparece
en la bendita soledad tu sombra.
IV
Dime, ilusión alegre,
¿dónde dejaste tu ilusión hermana,
la niña de ojos trémulos
cual roto sol en una alberca helada?
Era más rubia que los rubios linos.
Era más blanca que las rosas blancas.
Una mañana tibia sonreía
en su carne nevada
dulce á los besos suaves.
Liviano son de cítaras lejanas,
triste como el suspiro de los bosques
cuando en la tarde fría el viento pasa,
hubo en su voz. Y luz en flor y sombra
de oro en sus cejas tímidas brillaba.
Yo la amé como á un sueño
de lirio en lontananza;
en las vísperas lentas, cuando suenan
más dulces las campanas,
y blancas nubes su vellón esparcen
sobre la espuma azul de la montaña.
V
Crear fiestas de amores
en nuestro amor pensamos,
quemar nuevos aromas
en montes no pisados,
y guardar el secreto
de nuestros rostros pálidos,
porque en las bacanales de la vida
vacías nuestras copas conservamos,
mientras con eco de cristal y espuma
rien los zumos de la vid dorados
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Un pájaro escondido en la enramada
del parque solitario,
silba burlón...
Nosotros exprimimos
la penumbra de un sueño en nuestro vaso...
y algo, que es tierra en nuestra carne, siente
la humedad del jardín como un halago.
VI
Arde en tus ojos un misterio, virgen
esquiva y compañera.
No sé si es odio ó si es amor la lumbre
inagotable de tu aljaba negra.
Conmigo irás mientras proyecte sombra
mi cuerpo y quede á mi sandalia arena.
¿Eres la sed ó el agua en mi camino?
Dime; virgen esquiva y compañera.
VII
¡Tenue rumor de túnicas que pasan
sobre la infértil tierra!...
¡y lágrimas sonoras
de las campanas viejas!
Las ascuas mortecinas
del horizonte humean...
Blancos fantasmas lares
van encendiendo estrellas.
-Abre el balcón. La hora
de una ilusión se acerca...
La tarde se ha dormido
y las campanas sueñan.
VIII
¡Oh, figuras del átrio, más humildes
cada día y lejanas;
mendigos harapientos
sobre marmóreas gradas;
miserables ungidos
de eternidades santas,
manos que surgen de los mantos viejos
y de las rotas capas!...
¿Pasó por vuestro lado
una ilusión velada,
de la mañana luminosa y fría
en las horas más plácidas?...
Sobre la negra túnica su mano
era una rosa blanca...
IX
Quizás la tarde lenta todavía
dará inciensos de oro á tu plegaria,
y quizás el zenit de un nuevo día
amenguará tu sombra solitaria.
Más no es tu fiesta el Ultramar lejano,
sino la ermita junto al manso río;
no tu sandalia el soñoliento llano
pisará, ni la arena del hastío.
Muy cerca está, romero,
la tierra verde y santa y florecida
de tus sueños, muy cerca, peregrino
que desdeñas la sombra del sendero
y el agua del mesón en tu camino.
X
Algunos lienzos del recuerdo
tienen luz de jardín y soledad de campo;
la placidez del sueño
en el paisaje familiar soñado.
Otros guardan las fiestas
de días aun lejanos;
figuritas sutiles
que caben de un juglar en el retablo...
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Ante el balcón florido
está la cita de un amor amargo.
Brilla la tarde en el resol bermejo...
La hiedra efunde de los muros blancos...
A la revuelta de una calle en sombra
un fantasma irrisorio besa un nardo.
XI
Crece en la plaza en sombra
el musgo y en la piedra vieja y santa
de la iglesia. En el átrio hay un mendigo...
Más vieja que la iglesia tiene el alma.
Sube muy lento en las mañanas frías
por la marmórea grada,
hasta un rincón de piedra... Allí aparece
su mano seca entre la rota capa.
Con las órbitas huecas de sus ojos
ha visto como pasan
las blancas sombras, en los claros días,
las blancas sombras de las horas santas.
XII
Las áscuas de un crepúsculo morado
detrás el negro cipresal humean...
En la glorieta en sombra está la fuente
con su alado y desnudo Amor de piedra,
que sueña mudo. En la marmórea taza
reposa el agua muerta.
XIII
¿Mi amor?... ¿Recuerdas, dime,
aquellos juncos tiernos,
lánguidos y amarillos
que hay en el cauce seco?...
¿Recuerdas la amapola
que calcinó el verano,
la amapola marchita,
negro crespón del campo?...
¿Te acuerdas del sol yerto
y humilde en la mañana
que brilla y tiembla roto
sobre una fuente helada?...
XIV
Siempre que sale el alma de la obscura
galería de un sueño de congoja,
sobre un campo de luz tiende la vista
que un frío sol colora.
Surge el hastío de la luz; las vagas,
confusas, turbias formas
que poblaban el aire, se disipan,
ídolos del poeta, nebulosas
amadas de las vísperas carmíneas
que un sueño engendra y un oriente borra.
Y á martillar de nuevo el agrio hierro
se apresta el alma en las ingratas horas
de inútil laborar, mientras sacude
lejos la negra ola
de misteriosa marcha,
su penacho de espuma silenciosa...
¡Criaderos de oro lleva
en su vientre de sombra!...
XV
Me dijo un alba de la primavera:
Yo florecí en tu corazón sombrío
ha muchos años, caminante viejo
que no cortas las flores del camino.
Tu corazón de sombra ¿acaso guarda
el viejo aroma de mis viejos lirios?
¿Perfuman aun mis rosas la alba frente
del hada de tu sueño adamantino?
Respondí á la mañana:
Solo tienen cristal los sueños míos.
Yo no conozco el hada de mis sueños
ni sé si está mi corazón florido.
Pero si aguardas la mañana pura
que ha de romper el vaso cristalino,
quizás el hada te dará tus rosas
mi corazón tus lirios.
XVI
¡Oh, dime, noche amiga, amada vieja,
que me traes el retablo de mis sueños
siempre desierto y desolado
y solo con mi fantasma dentro,
mi pobre sombra triste
sobre la estepa y bajo el sol de fuego,
ó soñando amarguras
en las coplas de todos los misterios,
dime, si sabes, vieja amada, dime
si son mías las lágrimas que vierto!
Me respondió la noche:
Jamás me revelaste tu secreto.
Yo nunca supe, amado,
si eras tu ese fantasma de tu sueño,
ni averigüé si era su voz la tuya,
ó era la voz de un histrión grotesco.
Dije á la noche: Amada mentirosa,
tu sabes mi secreto,
tu has visto la honda gruta
donde fabrica su cristal mi sueño,
y sabes que mis lágrimas son mías,
y sabes mi dolor, mi dolor viejo.
¡Oh! yo no sé, dijo la noche, amado,
yo no sé tu secreto,
aunque he escuchado atenta el salmo oculto
que hay en tu corazón, de ritmo lento;
y aunque he visto vagar ese que dices,
desolado fantasma, por tu sueño.
Yo me asomo á las almas cuando lloran
y escucho su hondo rezo,
humilde y solitario,
ese que llamas salmo verdadero;
pero en las hondas bóvedas del alma
no se si el llanto es una voz ó un eco.
Para escuchar tu queja de tus lábios,
yo te busqué en tu sueño,
y allá te ví vagando en un borroso
laberinto de espejos.
SALMODÍAS DE ABRIL
A D. Ramón del Valle Inclán.
lento, muy lento y sibilante y suave...
De la campana resonó el tañido
como un suspiro seco y sordo y grave.
El pífano de Abril lento decía:
Tu corazón verdece,
tu sueño está ya en flor. Y el son plañía
de la campana: Hoy á la sombra crece
de tu sueño tambien, la flor sombría.
I
frente á mi ventana.
Entre los jazmines
y las rosas blancas
de un balcón florido
vi las dos hermanas.
La menor cosía,
la mayor hilaba...
Entre los jazmines
y las rosas blancas,
la más pequeñita,
risueña y rosada,
su aguja en el aire
miró á mi ventana.
La mayor seguía,
silenciosa y pálida
el lino en su rueca
que lenta giraba.
Abril florecía
frente á mi ventana.
II
Una clara tarde
la mayor lloraba
entre los jazmines
y las rosas blancas,
siguiendo la rueca
que lenta giraba.
Lejanas tañían
tristes las campanas.
¿Que tienes? -le dije
silenciosa pálida.
Señaló el vestido
que empezó la hermana:
en la negra túnica
la aguja brillaba,
sobre el blanco velo,
el dedal de plata.
Señaló á la tarde
de Abril que soñaba
al son dolorido
de lentas campanas.
Y en la clara tarde
me enseñó sus lágrimas...
Abril florecía
frente á mi ventana.
III
Fué otro Abril alegre
y otra tarde plácida.
El balcón florido
solitario estaba...
Ni la pequeñita
risueña y rosada,
ni la hermana triste
silenciosa y pálida,
ni la negra túnica,
ni la toca blanca...
Tan solo en la rueca
el lino giraba
por mano invisible;
y en la oscura sala
la luna del limpio
espejo brillaba...
Entre los jazmines
y las rosas blancas
del balcón florido,
me miré en la clara
luna del espejo
que lejos soñaba...
Abril florecía
frente á mi ventana.
(FRAGMENTO)
El agua un ténue sollozar riente
en las alegres gárgolas ponía
y por estrecho surco, á un son doliente,
entre los verdes evónimos corría.
Era un rincón de olvido y sombra y rosas
frescas y blancas entre lirios. Era
donde pulsa en las liras olorosas
recónditas rapsodias Primavera,
y más lejos se ve que el Sol esplende
oculto tras la tapia ennegrecida,
que el aire sueña, donde el campo tiende
su muda, alegre soledad florida.
¡Noble jardín, pensé, verde salterio
que aternizas el alma de la tarde,
y llevas en tu sombra de misterio
estrecho ritmo al corazón cobarde
y húmedo ároma al alma!, en tus veredas
silenciosas, mil sueños resucitan
de un ayer, y en tus anchas alamedas
claras, los serios mármoles meditan
inmóviles secretos verticales
más graves que el silencio de tus plazas,
donde sangran amores los rosales
y el agua duerme en las marmóreas tazas.
Secretos viejos del fantasma hermano
que á la risa del campo, el alto muro
dictó y la amarga simetría al llano
donde hoy se yergue el cipresal oscuro,
el sáuce llora y el laurel cimbrea,
el claror de los álamos desmaya
en el ambiente atónito y verdea
en el estanque el esplendor del haya.
Cantar tu paz en sombra, parque, el sueño
de tus fuentes de mármol, el murmullo
de tus cantoras gárgolas risueño,
de tus blancas palomas el arrullo,
fuera el salmo cantar de los dolores
que mi orgulloso corazón no encierra:
otros dolores buscan otras flores,
otro amor, otro parque en otra tierra.
Abandoné el jardín, sueño y aroma,
bajo la paz del tibio azul celeste.
Orlaba lejos de oro el sol la loma;
el retamar daba su olor agreste.
Corva la luna, blanca y soñolienta,
sobre la clara estrella solitaria,
iba trazando en el azul la lenta
ingrávida mitad de su plegaria.
La vida hoy tiene el ritmo de los ríos,
la risa de las aguas
que entre los verdes junquerales corren
y entre las verdes cañas.
Sueño florido lleva el manso viento;
bulle la savia joven en las nuevas ramas;
tiemblan alas y frondas,
y la mirada sagital del águila
no encuentra presa... treme el campo en sueños,
vibra el sol como un arpa.
¡Fugitiva ilusión de ojos guerreros
que por las selvas pasas
á la hora del cenit: tiemble en mi pecho el oro
que llevas en la aljaba!
En tus labios florece la alegría
de los campos en flor; tu veste alada
se aroma de las gualdas velloritas,
las violetas perfuman tus sandalias.
Yo he seguido tus pasos en el viejo bosque,
arrebatados tras la corza blanca,
y los ágiles músculos rosados
de tus piernas silvestres entre verdes ramas.
¡Pasajera ilusión de ojos guerreros
que por las selvas pasas
cuando la tierra reverdece y ríen
los ríos en las cañas!
¡tiemble en mi pecho el oro
que llevas en tu aljaba!
I
de la Primavera:
Si buscas caminos
en flor en la tierra,
mata tus palabras
y oye tu alma vieja.
Los mismos ungüentos
y aromas y esencias
que en tus alegrías
verteré en tus penas.
Que el mismo albo lino
que te vista, sea
tu traje de duelo,
tu traje de fiesta.
Ama tu alegría
y ama tu tristeza;
si buscas caminos
en flor en la tierra.
II
Respondí á la tarde
de la Primavera:
Tu has dicho el secreto
que en mi alma reza:
yo odio la alegría
porque odio la pena.
Más antes que pise
tu florida senda,
quisiera traerte
muerta mi alma vieja.
A JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .berce sur l’azur qu’un vent doux effleurel’arbre qui frissonne et l’oiseau qui pleure.
Verlaine.
de gema en gema en el azul... El viento
un doble acorde en su laúd tañía
de tierra en flor y sideral lamento.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Era un árbol sonoro en la llanura,
dulce cantor del campo silencioso,
que guardaba un sollozo de amargura
ahogado en el ramaje tembloroso.
Era un árbol cantor, negro y de plata
bajo el misterio de la luna bella,
vibrante de una oculta serenata,
como el salmo escondido de una estrella.
Y era el beso del viento susurrante,
y era la brisa que las ramas besa,
y era el agudo suspirar silbante
del mirlo oculto entre la fronda espesa.
Mi corazón tambien cantara el almo
salmo de Abril bajo la luna clara,
y del árbol cantor el dulce salmo
en un temblor de lágrimas copiara,
-que hay en el alma un sollozar de oro
que dice grave en el silencio el alma,
como en silbante suspirar sonoro
dice el árbol cantor la noche en calma-
si no tuviese mi alma un ritmo estrecho
para cantar de Abril la paz en llanto,
y no sintiera el salmo de mi pecho
saltar con eco de cristal y espanto.
I
A Francisco Villaespesa.
Frente al horizonte de rosa moría
la luna, muy blanca y opaca; tras ella,
cual ténue ligera quimera, corría
la nube que apenas enturbia una estrella.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Como sonreía la rosa mañana
al sol del Oriente abrí mi ventana;
y en mi alcoba triste penetró el Oriente
en canto de alondras, en risa de fuente
y en suave perfume de flora temprana.
Y le dije al alba de Abril que nacía:
Mañana de rosa: ¿aquél peregrino
que está en el camino, será la alegría?
-Si tal, la alegría que viene en camino,
dijo el Alba rosa de Abril que reía.
II
Como ya sabía que aquel peregrino
era la alegría, lejos y en camino,
al sol del Oriente cerré mi ventana.
Y el sueño me trajo, de Abril y de Oriente,
el lindo retablo de un sueño riente
cuando sonreía la rosa mañana.
III
Plañir de campanas lejanas, llorosas,
suave de rosas aromado aliento...
... ¿Dónde están los huertos floridos de rosas?
¿Dónde están las dulces campanas al viento?...
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Pregunté á la tarde de Abril que moría:
¿Al fin la alegría se acerca á mi casa?
La tarde de Abril sonrió: La alegría
pasó por tu puerta -y luego, sombría:
Pasó por tu puerta. Dos veces no pasa.
Al venerable maestro D. Eduardo Benot.
Un vino risueño me dijo el camino.
Yo escucho los áureos consejos del vino,
que el vino es A veces escala de ensueño:
Abril y la noche y el vino risueño
cantaron en coro su salmo de amor.
La calle copiaba, con sombra en el muro
el paso fantasma y el sueño maduro
de apuesto, embozado, galan caballero:
espada tendida, calado sombrero...
La luna vertía su blanco soñar.
Como un laberinto mi sueño torcía
de calle en calleja. Mi sombra seguía
de aquel laberinto la sierpe encantada,
en pos de una oculta plazuela cerrada.
La luna lloraba su dulce blancor.
La casa y la clara ventana florida,
de blancos jazmines y nardos prendida,
más blancos que el blanco soñar de la luna...
-Señora, la hora, tal vez importuna...
¿Que espere? (La dueña se lleva el candil).
Ya se que sería quimera, señora,
mi sombra galante buscando á la aurora
en noche de estrellas y luna, si fuera
mentira la blanca nocturna quimera
que usurpa á la luna su trono de luz.
¡Oh, dulce señora, más cándida y bella
que el éxtasis casto de llanto en la estrella
más casta del cielo! ¿por qué silenciosa
oís mi nocturna querella amorosa?
¿Quién hizo, señora, cristal vuestra voz?...
La blanca quimera, parece que sueña.
Acecha en la obscura estancia la dueña
-Señora, si acaso otra sombra emboscada,
teméis, en la sombra, fiad en mi espada...
Mi espada se ha visto á la luna brillar.
¡Oh bella señora, más bella y más blanca
que el sol que en los parques azules arranca
su luz de jazmines! ¿Por qué mi querella
oís silenciosa con pasmo de estrella?
¡Mal haya la luna si es pasmo del sol!
¿Acaso os parece mi gesto anacrónico?
El vuestro es, señora, sobrado lacónico.
¿Acaso os asombra mi sombra embozada
de espada tendida y toca plumada?...
¿Seréis la cautiva del moro Gazul?...
Dijéraislo, y pronto mi amor os diría
el son de mi guzla y la algarabía
más dulce que oyera ventana moruna.
Mi guzla os dijera la noche de luna,
la noche de cándida luna de Abril.
Dijera la clara cantiga de plata
de patio moruno, y la serenata
que lleva el aroma de floridas preces
á los floreados altos ajimeces,
los salmos de un blanco fantasma lunar.
Dijera las danzas de trenzas lascivas,
las muelles cadencias de ensueño, las vivas
centellas de lánguidos rostros velados,
los tibios perfumes, los huertos cerrados;
dijera el aroma letal del haren.
Yo guardo, señora, en mi viejo salterio
también una copla de blanco misterio,
la copla mas suave, mas dulce y mas sábia
que eleva á las claras estrellas de Arabia
aromas de un moro jardín andaluz.
Silencio... En la noche la paz de la luna
alumbra la blanca ventana moruna.
Silencio... Es el musgo que brota y la hiedra
que lenta desgarra la tapia de piedra...
El llanto que vierte la luna de Abril.
-Si sois una sombra de la Primavera,
blanca entre jazmines, ó antigua quimera
soñada en las trovas de dulces cantores,
yo soy una sombra de muertos cantares,
y el signo de un álgebra vieja de amores:
Los ácres, lascivos dezires mejores,
los árabes albos nocturnos soñares,
las coplas mundanas, los salmos talares,
los nobles, sutiles concetos de flores
poned en mis labios:
yo soy una sombra también del amor.
Ya muerta la luna, mi sueño volvía
por la retorcida, moruna calleja.
El Sol en Oriente reía
su risa mas vieja.
¡Amarga luz á mi rincón obscuro!
Tras la cortina de mi alcoba, espera
la clara tarde bajo el cielo puro.
En el silencio turbio de mi espejo
miro, en la risa de mi ajuar ya viejo,
la grotesca ilusión. Y del lejano
jardín escucho un sollozar riente:
trémula voz del agua que borbota
alegre de la gárgola en la fuente,
entre verdes evónimos ignota.
Rápida silba, en el azur ingrave,
tras de la ténue gasa,
si obscura banda, en leve sombra suave,
de golondrinas pasa.
Lejos miente otra fiesta el campanario,
tañe el bronce de luz en el misterio,
y hay más allá un plañido solitario,
cual nota de recóndito salterio.
¡Salmodías de Abril, música breve,
sibilación escrita
en el silencio de cien mares; leve
aura de ayer que túnicas agita!
¡Espíritu de ayer! ¡sombra velada,
que prometes tu lecho hospitalario
en la tarde que espera luminosa!
¡fugitiva sandalia arrebatada,
ténue, bajo la túnica de rosa!
¡Fiesta de Abril que al corazón esconde
amargo pasto, la campana tañe!...
¡Fiesta de Abril!... Y el eco le responde
un nunca más, que dolorido plañe.
Tarde vieja en el alma y vírgen: miente
el agua de tu gárgola riente,
la fiesta de tus bronces de alegría;
que en el silencio turbio de mi espejo
rie, en mi ajuar ya viejo,
la grotesca ilusión. Lejana y fría
sombra talar, en el Abril de Ocaso
tu doble vuelo siento
fugitivo, y el paso
de tu sandalia equívoca en el viento.
tórrido sueño en la hora de arrebol;
el río luminoso el aire surca;
esplende la montaña;
la tarde es polvo y sol.
El sibilante caracol del viento
ronco dormita en el remoto alcor;
emerge el sueño ingrave en la palmera,
luego se enciende en el naranjo en flor.
La estúpida cigüeña
su garabato escribe en el sopor
del molino parado; el toro abate
sobre la hierba su testuz feroz.
La verde, quieta espuma del ramaje
efunde sobre el blanco paredón,
lejano, inerte, del jardín sombrío
dormido bajo el cielo fanfarrón.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Lejos, enfrente de la tarde roja,
refulge el ventanal del torreón.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
El mar es un sueño sonoro
bajo el sol de Abril.
El mar hierve y ríe
con olas azules y espumas de leche y de plata,
el mar hierve y ríe
bajo el cielo azul.
El mar lactescente,
el mar rutilante,
que ríe en sus liras de plata sus risas azules...
¡Hierve y ríe el mar!...
El aire parece que duerme encantado
en la fúlgida niebla de sol blanquecino.
La gaviota palpita en el aire dormido, y al lento
volar soñoliento, se aleja y se pierde en la bruma de sol.
El casco roido y verdoso
del viejo falucho
reposa en la arena...
La vela tronchada parece
que aun sueña en el sol y en el mar.
A través del ambiente calino
la lancha de pesca se acerca á la orilla,
entre olas azules y espumas de plata y de leche,
su velita hinchada
de viento y de luz.
En las redes de cuerda
se agita el elástico enjambre marino,
luciente maraña,
montón palpitante
que rinden las ondas alegres entrañas del mar.
Canta el mar, bajo el sol, en sus liras azules
sus risas de plata y de leche.
Canta Abril, sobre el mar,
con su fúlgido sol blanquecino.
En el tórrido Abril,
bajo el sol y el azul, sobre el mar rutilante
canta el pescador...
HUMORISMOS
II
Yo no sé que noble,
divino poeta,
unió á la amargura
de la eterna rueda,
la dulce harmonía
del agua que sueña,
y vendó tus ojos,
¡pobre mula vieja!...
Más se que fué un noble
divino poeta,
corazón maduro
de sombra y de ciencia.
I
lejana y siniestra.
El lienzo de Oriente
sangraba trajedias,
pintarrajeadas
con nubes grotescas.
. . . . . . . . . . . . . . . . .
En la vieja plaza
de una vieja aldea,
erguía su horrible
pavura esquelética
el tosco patíbulo
de fresca madera...
La aurora asomaba
lejana y siniestra.
que, á son de cascabeles, me mostraba
el amargo retablo de la vida,
hoy cambió su botarga
por un traje de luto y me pregona
el sueño alegre de una alegre farsa.
Dije al juglar burlesco:
queda con Dios y tu retablo guarda.
Mas quisiera escuchar tus cascabeles
la última vez y el gesto de tu cara
guardar en la memoria,
por si acaso te vuelvo á ver, ¡canalla!...
Glosa
Nuestras vidas son los ríos
que van á dar en la mar,
que es el morir. ¡Gran cantar!
Entre los poetas míos
tiene Manrique un altar.
Dulce gozo del vivir:
mala ciencia del pasar,
ciego huir á la mar.
Tras el pavor del morir
está el placer de llegar.
¡Gran placer!
Mas ¿y el horror de volver?
¡Gran pesar!