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Sonetos

Francisco de Medrano

Ramón García González (ed. lit.)




ArribaAbajoDatos biográficos de Francisco de Medrano

Nace en Sevilla en el año 1570.

Hijo de Miguel de Medrano y María de Villa.

En 1584 entra en los jesuitas de Montilla donde pasados dos años recibe los votos bienales.

Después de pasar por Córdoba se desplaza a Salamanca en 1592 por motivos que afectan a su salud, donde se ordena sacerdote. Sigue sus estudios tanto en Salamanca como en Valladolid. En 1597 marcha al Colegio de Monterrey en Galicia. Más tarde vuelve Salamanca, abandonando la Compañía en 1602 para retirarse a su Sevilla natal donde residió hasta su muerte.

Después de su muerte aparecieron sus poesías Remedios de Amor junto a las de Pedro de Venegas y Saavedra, publicadas en Palermo en 1617, en esta edición aparecen 52 sonetos entre otras poesías de Medrano.

La dedicatoria de sus sonetos son a Flora, identificada como Inés de Quiñones, y a Amarilis, seguramente María de Esquivel, dama sevillana casada por aquella época en que el poeta le dedica sus versos.

Se dice que más que representar a los poetas sevillanos pertenece a la escuela salmantina y sobre todo a la influencia de Fray Luis de León.

La muerte pronto vino a visitarle; murió en el año 1607 en Sevilla.






ArribaAbajoSONETOS




ArribaAbajo- I -


A Fernando de Soria Galvarro


   Sé que allá corre el mundo asaz ligero
donde, fatal ministro de su muerte,
pródigamente ponzoñoso vierte
más de dulzura el verso lisonjero;

   bien como a instante pues, que sin entero  5
seso, el remedio de su mal no advierte,
beba lo falso y a beber acierte,
yendo engañado al bien lo verdadero.

   Sólo aquel toco el punto que prudente
con lo dulce templó lo provechoso,  10
y ¿a quién fue Apolo, a quién fue así clemente?

   Yo, Soriano, lo intento, codicioso
del pro común; tú apruebas que lo intente;
suceso de los cielos venturoso.




ArribaAbajo- II -


A Flora


   Tus ojos, bella Flora, soberanos,
y la bruñida plata de tu cuello,
y ese, envidia del oro, tu cabello,
y el marfil torneado de tus manos,

   no fueron, no, los que de tan ufanos  5
cuanto unos pensamientos pueden sello,
hicieron a los míos, sin querello,
tan a su gusto victorioso llanos.

   Tu alma fue la que venció a la mía,
que, expirando con fuerza aventajada  10
por ese corporal apto instrumento,

   se lanzó dentro en mí, donde no había
quien resistiese al vencedor la entrada,
porque tuve por gloria el vencimiento.




ArribaAbajo- III -


A San Pedro, en una borrasca viniendo de Roma


   Pescador soberano, en cuyas redes
los mayores monarcas han estado
dichosamente presos, y cambiado
en gloria sus prisiones, y en mercedes;

   tú, que abrir y cerrar el cielo puedes  5
con poderosa llave a tu ganado,
y alcázar en la tierra has alcanzado
con columnas de pórtico y paredes,

   los ojos vuelve al mar enfurecido;
y pues tal vez osó mojar tu planta  10
aun siendo hollado de tu fe animosa.

   Su hinchazón rompe, acalla su ruido,
y enseñado discípulo, levanta
mi fe y mis pies con mano poderosa.




ArribaAbajo- IV -


En la playa de Barcelona, volviendo de Roma


   Pláceme ver el mar cuando se enoja
y a montes de agua montes acumula,
y al experto patrón que disimula,
prudente su temor, puesto en congoja.

   También me place verlo cuando moja  5
la orilla mala vez, y en leche adula
a quien sus culpas lleva o bien su gula
a cortejar cualquier birreta roja.

   Turbio me place y pláceme sereno;
verlo seguro, digo, desde afuera,  10
y éste medroso ver, y éste engañado;

   no porque me dé gusto el mal ajeno,
mas por hallarme libre en la ribera
y del mar falso asaz desengañado.




ArribaAbajo- V -


   Vine y vi, y sujetóme la hermosura
de un serafín que en apariencia humana
a los mortales ojos tal se allana,
que aunque flacos, sostengan su luz pura.

   Así mirarse, deja con segura  5
vista el temprano sol de la mañana,
y entre nubes de nieve, tinta en grana,
permite a nuestra vista su figura.

   Vencióme, y tan dichoso fui vencido
cuanto sin tiempo de gozarme en sello,  10
porque me priva ausencia de gozarlo;

   que de muy sin ventura siempre ha sido
llegar al bien, y vello ya y tocayo,
y para más dolor luego perderlo.




ArribaAbajo- VI -


Al licenciado Cristóbal de Mesa en su poema de «La restauración de España»


   Hizo astillas el yugo, y la coyunda
afrentosa rompió con que oprimida
se vio España, la espada no vencida
que imperio nuevo al gran Pelayo funda.

   Tanto mal grato el tiempo con profunda  5
envidia olvida gloria tan crecida,
y a los ojos del sol y a nueva vida
hoy la ofrece tu pluma sin segunda.

   A aquella la morisca infame muerta,
a esta el olvido bárbaro vencido,  10
y a una y otra su gloria debe España.

   Mas, si una de los moros la liberta,
y si otra la liberta del olvido,
¿cuál hace de las dos mayor hazaña?




ArribaAbajo- VII -


   Estaba de mi edad en el florido
abril, que fruto asaz me prometía,
y de mi Flora en el regazo un día
vi reposar al niño Amor dormido.

   Las alas que tan alto lo han subido,  5
por no bajar, abandonado había;
yo, que de celos y de envidia ardía,
tenté con ellas usurparle el nido.

   Volar tenté; mas, de la luz medroso
de tus soles, ¡oh Flora! mudé intento,  10
con el fracaso de Ícaro avisado;

   que es mal valor tal vez ser temeroso,
y no siempre fortuna da al osado
favor, ni quiere el gusto ser violento.




ArribaAbajo - VIII -


   Borde Tormes de perlas sus orillas
sobre las yerbas de esmeralda, y Flora
hurte para adornarlas, a la aurora
las rosas que arrebolan sus mejillas

   Viertan las turquesadas maravillas,  5
y junquillos dorados que atesora
la rica gruta, donde el viejo mora,
sus driadas en cándidas cestillas,

   para que pise Margarita ufana,
tierra y agua llenando de favores;  10
mas si uno y otro mira con desvío,

   ni las ninfas de Tormes viertan flores,
ni rosas hurte Flora a la mañana,
ni su orilla de perlas borde el río.




ArribaAbajo- IX -


   Soberano Señor, cuyo semblante
tal vez nos representa a Marte crudo
con el estoque vengador desnudo
y la túnica estrecha de diamante,

   tal nos pone pacífico delante  5
preso el cabello con curioso nudo
de lauro, y con un libro por escudo,
no menos sabio a Apolo que elegante.

   Honra ahora las letras, y con ellas,
émulo de tu padre y de sus leyes,  10
da a la paz el dominio de tu tierra,

   de tu abuelo después sigue las huellas,
pues igualmente es propio de los reyes
amar la paz y ejercitar la guerra.




ArribaAbajo- X -


A Fernando de Soria Galvarro


   Vos ¡oh común Señor! esta criatura
vuestra hiciste del polvo, y vuestro aliento
le prestó ser y vida y movimiento,
y la razón derecha y la figura.

   Yo ciego, y, como ciego, la dulzura  5
seguí, de un breve y falso bien sediento
(¿qué útil pudo al polvo traer el viento?)
y olvidéos, fuente llena y siempre pura.

   ¡Oh agravio sin igual! ¿Qué recompensa
dar puedo, si aun me duelo escasamente,  10
y otra repito luego y otra ofensa?

   Largadmélas, Señor, que si las sañas
guardáis vos, un tan franco y tan paciente
Dios, ¿en quién habrá fáciles entrañas?




ArribaAbajo- XI -


   Veré al tiempo tomar de ti, señora,
por mí venganza, hurtando tu hermosura;
veré el cabello vuelto en nieve pura,
que el arte y juventud encrespa y dora.

   Y en vez de rosas, con que tiñe ahora  5
tus mejillas la edad, ¡ay!, mal segura
lilios sucederán en la madura,
que el pesar quiten y la envidia a Flora.

   Mas cuando a tu belleza el tiempo ciego
los filos embotaré, y el aliento  10
a tu boca hurtaré soberana,

   bullir verás mi herida, arder el fuego;
que ni muere la llama, calmo el viento,
ni la herida, embotado el hierro, sana.




ArribaAbajo- XII -


A Fernando de Soria Galvarro


   En el secreto de la noche suelo,
Sorino, contemplar las luces bellas,
y mudo platicar así con ellas,
porque envidioso no me estorbe el suelo:

   «Ya, ya, soberbios astros, vuestro cielo  5
Flora pisa inmortal con firmes huellas;
ya, eternamente hermosa, pisa estrellas;
y ¡cuál sin ella yo! más cese el duelo.

   Tú fuiste, Flora, y vos, que la robaste,
divinas luces, para mí inhumanas,  10
pues solo y vida y seso me dejaste.

   Mas, porque tú no toda mueras, Flora,
ni en las miserias vivas toda humanas,
viva yo y pene, y tú los cielos mora.»




ArribaAbajo- XIII -


   Ya sentí de la muerte el postrer hielo
correr a largo paso por mis venas,
y dos nubes, de angustia y rabia llenas,
un mar donde mis ojos dar al suelo,

   cuando, así ardiendo en compasivo celo,  5
a Flora vi turbar sus dos serenas
luces, por no aliviar sólo mis penas,
mas pudo en el abismo abrirme un cielo.

   «Vete, me dijo triste, y si el camino
así te es breve, pide a tu deseo  10
alas para volver, y a mí esperanza».

   Dichoso mal, que alcanza tan divino
remedio; amable infierno, donde veo,
no ya por fe, mi bienaventuranza.




ArribaAbajo- XIV -


   Suelta la carta y brújula el piloto,
cansado de luchar con agua y viento;
azota de la nave el mar hambriento
este costado abierto y aquel roto.

   Del impío marinero, ya devoto,  5
envuelto en voces sube el sentimiento
al cielo, que desprecia mal contento
del pasajero humilde el casto voto.

   Embiste el casco en un escollo duro,
y al más dichoso, en una tabla asido,  10
escupe el mar en las arenas muerto.

   Yo lucho con la ausencia, y sostenido
de mi esperanza, ¿llegaré seguro,
Flora, a tus ojos? Muera yo en tal puerto.




ArribaAbajo- XV -


A don Alonso de Santillán, que se embarcaba en los galeones de la armada de las Indias


   Tú surcas ¡oh Santiso! el mar furioso,
y de este sol huyendo la tardanza,
te avecinas al otro en esperanza
del hado, que te aguarda más piadoso;

   y sabio el rostro opones y animoso  5
a una y otra fortuna sin mudanza;
uno te ve y te admira la bonanza,
y uno el Euro más turbio y proceloso.

   Yo quedo en tierra firme y mal constante;
de dolor embestido y de alegría,  10
altero por momentos el semblante;

   mas si un mar brama dentro en la alma mía,
no fuera, no, cual tú lo ves delante.
Júpiter ¿cuántas formas mudaría?




ArribaAbajo- XVI -


   Mustia la vid, de aquella y de esta vara
llora el robo, y del fruto que le espera
mal cierta, a la hoz culpa. ¡Oh si supiera,
oh cómo si supiera no llorara!

   El rústico novel con mano avara  5
fía a la tierra en breve sementera
el grano, de cogerlo en fértil era
medroso; el bien experto ¡oh cómo osara!

   El otoño enriquece, y el estío
corona al uno y otro de racimos  10
y de espigas los senos y las sienes.

   Sufre y osa, varón corazón mío;
que a la paciencia y a la audacia vimos
ricas y coronadas de mil bienes.




ArribaAbajo- XVII -


A don Gutierre de Ocampo


   Cuanta la tierra es toda comparada
con el inmenso cóncavo del cielo
un punto breve, y de este punto el hielo
dos partes y una al sol tiene abrasada,

   de otras que restan dos, que está ocupada  5
de tierra con los mares, ¡qué de suelo
yermo está por inútil, ¡oh Marcelo!
y a nos un quinto resta de esta nada.

   Sobre él naciones tantas a porfía
sangrientas, y sin fin se mueven guerra  10
(durarles ha su posesión, ¿qué día?);

   mas, pues tal es, y a estos llaman bienes,
en el quinto de un punto, que es la tierra,
para te envanecer ¿qué parte tienes?




ArribaAbajo- XVIII -


A las ruinas de Itálica


   Estos de pan llevar campos ahora
fueron un tiempo Itálica; este llano
fue templo; aquí a Tedosio, allí a Trajano
puso estatuas su patria vencedora.

   En este cerco fueron Lamia y Flora  5
llama y admiración del vulgo vano;
en este circo el luchador profano
del aplauso esperó la voz sonora;

   ¡cómo feneció todo, ay! mas erguidas
a pesar de fortuna y tiempo, vemos  10
estas y aquellas piedras combatidas;

   pues si vence la edad y los extremos
del mal piedras calladas y sufridas,
suframos, Amarilis, y callemos.




ArribaAbajo- XIX -


El mismo soneto mejorado


   Estos de rubia mies campos agora,
ciudad fue un tiempo: Itálica. Este llano,
templo fue, en que a Teodosio y a Trajano
puso estatuas su gente vencedora.

   En este cerro fueron Lamia y Flora  5
llama y admiración del mundo vano;
en este mismo el luchador ufano
del aplauso esperó la voz señora.

   ¡Cómo se murió todo! Mas erguidas,
a pesar de fortuna y tiempo, vemos  10
estas piedras, del hado combatidas.

   Pues si vencen la edad y los extremos
del mal piedras calladas y sufridas,
como piedras suframos y callemos.




ArribaAbajo- XX -


A don Juan de Arguijo


   Si con poco nos basta, ¿por qué, Argio,
porque no, y animoso yo y prudente,
me breve censo estimaré igualmente
que de América el ancho señorío?

   Dulce es de un gran montón de plata mío  5
suplir mi falta, y ¿no es tan suficiente
cogida el agua de una breve fuente
a mitigar la sed, como de un río?

   Bebe pues de el; que suele arrebatado
Guadalquivir con súbita avenida  10
llevarse a quien lo bebe mal templado.

   ¿Quién hay, quién hay que con lo asaz se mida?
Ni charcos este apurará afanado,
ni entre ondas fieras perderá la vida.




ArribaAbajo- XXI -


   ¡Oh tú, que al sol tan desdeñosa miras,
y de verte más bella que él te engríes!
¿Por qué en mi dolor triste alegre ríes
después que las osadas flechas tiras?

   Reserva esas en risa envueltas iras  5
para cuando más cuerda te desvíes
de ese que porque de él tu pecho fíes
colora con lisonjas sus mentiras.

   Cambia, Amarili, cambia pensamiento,
da luz a la razón; que es grave daño  10
haberte a error o deslealtad rendido.

   Mas ¡oh cómo eres ciego, Amor! al viento
das y a la ingratitud un bien tamaño,
debiéndolo a los años que he servido.




ArribaAbajo- XXII -


   No sé cómo ni cuando ni qué cosa
sentí que me llenaba de dulzura;
sé que llegó a mis brazos la hermosura,
de gozarse conmigo codiciosa;

   sé que llegó, si bien con temerosa  5
vista resistí apenas su figura;
luego pasmé como el que en noche oscura,
perdido el tino, el pie mover no osa.

   Siguió un gran gozo a este pasmo o sueño
-no sé cómo ni cuando ni qué ha sido-  10
que lo sensible todo puso en calma.

   Ignorarlo es saber: que es bien pequeño
el que puede abarcar solo el sentido,
y éste pudo caber en solo el alma.




ArribaAbajo- XXIII -


A don Juan de Arguijo, contra el artificio


   Cansa a la vista el artificio humano
cuanto mayor más presto; la más clara
fuente y jardín compuestos dan en cara
que nuestro ingenio es breve y nuestra mano.

   Aquel, aquel descuido soberano  5
de la naturaleza, en nada avara,
con luenga admiración suspende y para
a quien lo advierte con sentido sano.

   Ver como corre eternamente un río,
cómo el campo se tiende en las llanuras,  10
y en los montes se anuda y se reduce,

   grandeza es siempre nueva y grata, Argío,
tal, pero es el autor que las produce
¡oh inmenso Dios! en todas tus criaturas.




ArribaAbajo- XXIV -


De Fernando de Soria al autor


   No puedo desatar de este cuidado
un punto mi engañado pensamiento,
que está, cual Ixión en su tormento,
a la cadena y dura rueda atado.

   En balde del camino comenzado  5
apartarlo con fuerza o maña intento,
si de mi sangre y mal está sediento
el tirano de Amor fiero y airado.

   Medrano, ¿qué haré? Romper los lazos
no puede fuerza flaca y ya rendida,  10
ni vencer tanto monte de embarazos.

   Mostradme vos de afuera la salida,
sin remitirla a mi rigor ni brazos;
que si es así no la hallaré en mi vida.




ArribaAbajo- XXV -


Respuesta del anterior soneto


   Si ya de la razón el rayo ha dado
luz a nuestro cerrado pensamiento;
si estimáis cuerdo ahora por tormento
lo que un tiempo placer se os ha antojado,

   osad, osad romped el anudado  5
lazo que el alma os mide y el aliento;
que por si tiene al cielo un noble intento,
y a la fortuna tiene el que es osado.

   Diréis, Sorino: ¿Cómo y tantos lazos
romper podrá una fuerza ya rendida,  10
y vencerá un tal monte de embarazos?

   En el Dios muerto para darnos vida
hallaréis fuego vos, hallaréis brazos
que abrase el monte y libre os den salida.




ArribaAbajo- XXVI -


Otra respuesta al mismo argumento


   Despierto al fiero incendio y del cercado
veis ya, veis que el caballo fue don griego,
y no mujer Elena, sino fuego;
mal admitido don, bien mal buscado.

   ¿Qué teméis? ¿Qué esperáis así ocupado,  5
sordo a las voces y a las llamas ciego?
Salid por medio de ellas, salid luego;
no esperéis, no; huid, y habréis triunfado.

   Mas ya, si con el uso envejecido
para vencer huyendo un mal tamaño,  10
la fuerza os ha, Fernando, fallecido,

   en sus hombros el nuevo desengaño,
por do estuviere el fuego más tendido,
sacaros sin lesión podrá y sin daño.




ArribaAbajo- XXVII -


   Vive engañada mi fortuna loca
si de mi centro desasirme piensa,
porque no vio del mar la furia inmensa
opuesta a su rigor más firme roca.

   Será que con distancia mucha o poca  5
el sentido divida sin defensa
de su gusta. Mas ¿cómo hará ofensa
al alma do su bien o mal no toca?

   ¿Qué? Destiérreme a Italia o a Castilla,
que mientras de Amarili arder me veo ,  10
más distante es mi ardor, más infinito.

   ¿Quién pero forma de esto maravilla,
si es tan madre la ausencia del deseo
como la privación del apetito?




ArribaAbajo- XXVIII -


   Sólo uno el hombre nace despojado
de bien todo, y de todos envidioso;
mísero él sólo, y sólo él ambicioso,
para nada despierto y enseñado.

   A llorar sí, que sólo esto de grado  5
le dio naturaleza, y tan vicioso
y tan rudo animal, y así lloroso
para dueño de todos fue criado.

   El sólo ni ofender ni defenderse
en diferencia tanta de animales,  10
ni comer puede o sabe, ni moverse.

   ¡Oh loco! y pensará nacer de tales
principios para sólo envanecerse!
¡Cuál es la presunción de los mortales!




ArribaAbajo- XXIX -


   El hombre solo en tantos animales,
Leonardo, nació al llanto; él solo atado
es el día que nace, desarmado,
sin defensa ni pies contra los males.

   Así empieza la vida: a los umbrales  5
de ella ofreciendo llanto anticipado,
no entonces por algún otro pecado
que el de nacer para miserias tales.

   A él fue dada insaciable sed de vida;
el solo cuida de la sepultura,  10
y en su alma brama un mar de ansia y afeto,

   por do algunos dijeron: «No es natura
madre, sino madrastra aborrecida».
Mira si error oíste más discreto.




ArribaAbajo- XXX -


Al retrato de Luciano de Negrón por el pintor Francisco Pacheco


   Este breve retrato los mayores
dos varones que al mundo dio Sevilla
nos ofrece a los ojos; maravilla
ambos y emulación a los mejores.

   Los primores del cielo, los primores  5
del arte aquí la envidia vio amarilla,
y sobrada de entrambos la rodilla
dobla, y suelta la lengua en sus loores.

   En ti ¡oh Negrón! sin límite así crece
la ciencia y la bondad, que en todos mengua;  10
la pintura ¡oh Pacheco! en ti se suma.

   Mi pluma y lengua para y se enmudece
por no llegar a tu virtud mi lengua,
por no llegar a tu pincel mi pluma.




ArribaAbajo- XXXI -


   Arde la llama, y a la oscura y fría
noche el festivo incendio vence, y cuanto
de estruendo y fuego horror fue ya en Lepanto
sirve el gusto brevísimo de un día.

   Sola una tú lo atiendes, alma mía,  5
de placer no alterada ni de espanto,
siendo en tan nueva luz y en fuego tanto
la admiración común y la alegría.

   Arde ¿quién duda? en tu más noble parte
más fiera llama y más también luciente.  10
¿Qué te podrá alegrar o qué admirarte?

   Así, presente el sol, no hay luz hermosa
ni grande; así ningún pincel valiente,
presente la verdad, parecer osa.




ArribaAbajo- XXXII -


   Las almas son eternas, son iguales,
son libres, son espíritus, María;
si en ellos hay amor, con la porfía
de los estorbos crece y de los males.

   Nacimos en fortuna desiguales,  5
no en gustos; la violencia nos desvía;
el tiempo corre lento y deja el día
de sí hasta en los mármoles señales.

   Mas tú ni a tiempo ni a violencia,
ni a aquello desigual de la fortuna,  10
ni temas a la más prolija ausencia;

   que si nuestras dos almas son a una,
¿en quién, si no ya en Dios, habrá potencia
que los gaste o los fuerce o los desuna?




ArribaAbajo- XXXIII -


A don Juan de Arguijo


   Ya sopla turbio el ábrego, ya hinchado
se encona sordo y turba el golfo Argío,
ya el aquilón arrebatado y frío
crece en montes las olas, ensañado.

   Rómpense unas con otras y erizado  5
brama espantable el mar, lanzando impío
espumas contra el cielo, y tu navío
vacila entre las ondas, afanado.

   ¿Qué? Depón el temor, a humilde playa
Dios el que admiras piélago insolente  10
rindió, «y esta, le dijo, sea tu raya,

   jamás de aquí con ambicioso antojo
oses pasar; aquí tu vanamente
espantosa hinchazón rompe y tu enojo».




ArribaAbajo- XXXIV -


   Quien te dice que ausencia causa olvido
mal supo amar, porque si amar supiera,
¿qué es la ausencia? La muerte nunca hubiera
las mientes de su amor adormecido.

   ¿Podrá olvidar su llaga un corzo herido  5
del acertado hierro, cuando quiera
huir medroso, con veloz carrera,
las manos que la flecha han despedido?

   Herida es el amor tan penetrante
que llega al alma, y tuya fue la flecha  10
de quien la mía dichosa fue herida.

   No temas, pues, en verme así distante,
que la herida, Amarili, una vez hecha,
siempre, siempre y doquiera será herida.




ArribaAbajo- XXXV -


   Cuando envidioso el tiempo haya robado
el tu cabello, espanto ahora de Flora,
y el verano, que alegre gozo ahora
y la flor de mi edad haya robado,

   no seré, no, Amarili, a tu sagrado  5
nombre ingrato que la alma humilde adora,
ni el fuego celestial que en ella mora
de la edad sentirá el invierno helado;

   mas del cisne imitando la costumbre,
con acento, por dicha más divino,  10
te cantaré, para morirme luego;

   y como llama que vigor y lumbre
cobra cuando su fin es más vecino,
más resplandecerá mi hermoso fuego.




ArribaAbajo- XXXVI -


   Otra vez, Amarili, el proceloso
invierno ensaña el mar y ciega el día;
otra vez flaca y rota nave mía
el cielo experimenta envidioso.

   El se ostenta en tu daño poderoso  5
y ¿un cielo santo irás tamañas cría?
¡oh, cómo no te basta la osadía!
piloto has menester sabio, y no ocioso.

   ¿Tememos? No, Amarili, aunque veamos
o embestir el bajel en los más yertos  10
escollos o sorberlo ya el abismo.

   ¿Qué temeré, si juntos así estamos?
Que una ola misma nos sepulte muertos,
o salvos nos de al templo un voto mismo.




ArribaAbajo- XXXVII -


Al licenciado Francisco de Rioja


   La violencia, Leucido, de los hados
¿en qué los ofendí? Lleva mi vida,
llévate, oh Amarilis, ofrecida
a mal seguros golfos y apartados.

   ¿Cómo pues yo de afanes y cuidados  5
batido miro el mar con tan erguida
frente y muda paciencia, no vencida
de estos escollos yertos y callados?

   Cedo a la fuerza cuerdo, y cedo al día,
la esperanza alargando, y si no engaña  10
su arte al sabio, Amarilis serás mía.

   Así del pez es dueño, cuando siente
fuerzas en él mayores que en la caña,
si le da cuerda el pescador prudente.




ArribaAbajo- XXXVIII -


   ¡Ay de mí! siempre, vana fantasía,
sin término dilatas tu remedio,
¿Cuándo será que libre de este asedio
de males me amanezca libre un día?

   Rendirme será infame cobardía;  5
¿aguardaré? La muerte antes que el tedio
de una esperanza. Osar sólo es el medio.
Osemos; que es dichosa la osadía.

   Hoy pondrás fin a vida tan amarga;
hoy, si bien sales hoy, corazón mío,  10
de ti sacudirás tan grave carga.

   ¿Quién aguarda a mañana mal prudente?
Que acabe de correr espera un río,
y él corre y correrá perpetuamente.




ArribaAbajo- XXXIX -


   ¿Qué busco, ciego, yo, con tan mortales
y ansiosas bascas? ¿Pienso que podría
satisfacer la sed inmensa mía
un mar de aquestos bienes (diré? ¿o males?)

   ¿No vi ya? ¿No probé cuán desiguales  5
son de aquello precioso que ofrecía
su vanamente hermosa flor, que el día
robó, descubridor de engaños tales?

   Paremos ya, paremos: que el sosiego
en sólo aquel un Bien que sin mudanza  10
mueve cuanto ve el sol, hallar podemos.

   mas, ay, que cuando verle pienso, y llego
yo a asirle, me deslumbra, y sin tardanza,
cual rayo pasa, y ciego le perdemos.




ArribaAbajo- XL -


A Fernando de Soria


   Yo vi romper aquestas vegas llanas,
y crecer vi y romper en pocos meses
estas ayer, Sorino, rubias mieses, be
breves manojos hoy de espigas canas.

   Estas vi, que hoy son pajas, más ufanas  5
sus hojas desplegar para que vieses
vencida la esmeralda en sus enveses,
las perlas en su haz por la mañanas.

   Nació, creció, espigó, y grano en un día
lo que ves con la hoz hoy derrocado,  10
lo que entonces tan vivo parecía.

   ¿Qué somos, pues, qué somos? Un traslado
de esto, una mies, Sorino, más tardía;
y, ¡a cuántos, sin granar, los ha segado!




ArribaAbajo- XLI -


A don Diego de Quiñónez


   ¿Quién jamás en tan luengo y espacioso
proceso de los siglos ha nacido,
y un mundo tan sin términos tendido,
que usurpar ose el nombre de dichoso?

   El sobresalto sólo temeroso  5
de cambiar suerte aquel (si alguno ha sido)
que más pródigo el cielo ha enriquecido
para hacerlo infelice es poderoso;

   Y ¿ a cuántos, Sergio, a cuántos traen a extremos
males, extremos bienes, estos bienes  10
que los blasfemas junto y los adoras?

   Mas cuando otras miserias no acusemos,
¿cómo bien será alguno aventurado,
si hombre ninguno hay sabio a todas horas?




ArribaAbajo- XLII -


A Filipo III, luego que heredó y se casó


   Majestad soberana, en quien el cielo
tanto valor encierra y saber tanto,
que ya a la envidia sobras, ya al espanto,
hollando sabio el mar, valiente el suelo.

   Emulo de tu padre y de tu abuelo,  5
rompe con la memoria con Lepanto,
y adora en Asia el monumento santo
guardado para pompa de tu celo.

   El cielo esta victoria solicita,
y a Marte y Palas ha juntado en uno  10
(del sirio y persa victorioso bando).

   Un mundo es poco para cada uno,
pues ni Isabel fue más que Margarita,
ni debes ser tú menos que Fernando.




ArribaAbajo- XLIII -


   No siempre fiero el mar zahonda al barco,
ni acosa el galgo a la medrosa liebre,
ni sin que ella afloje o él se quiebre,
la cuerda siempre trae violento al arco.

   Lo que es rastrojos hoy, ayer fue charco,  5
frío dos horas antes lo que es fiebre;
tal vez al yugo el buey, tal al pesebre,
y no siempre severo está Aristarco.

   Todo es mudanza, y de mudanza vive
cuanto en el mar aumento de la Luna,  10
y en la Tierra, del Sol, vida recibe.

   Y solo yo, sin que haya brisa alguna
con que del gozo al dulce puerto arribe,
prosigo el llanto que empecé en la cuna.




ArribaAbajo- XLIV -


   Si por ser, Amarili, el amor fuego
lo pintan los filósofos desnudo,
y la belleza tuya sólo pudo
dar entrada en mi alma a aqueste ciego;

   pues bella y sabia eres sin par, te ruego  5
quieras soltarme aqueste sutil nudo.
¿Por qué, de ti arredrado, ardiendo sudo,
y tiemblo helado cuando a ti me llego?

   Dirás que eres mi fuego y que aborrezco
el morir abrasado cuando veo  10
tus llamas cerca, y de temor me enfrío;

   mas ¿cómo si arder todo en ti deseo?
Fiebre debe de ser lo que padezco;
que para más arder comienza en frío.




ArribaAbajo- XLV -


A la renunciación que hizo el emperador Carlos en el hijo y el hermano


   De sostener cual nuevo Atlante el mundo
el siempre augusto Carlos ya cansado,
«Gentes, dice, no vistas he domado,
hollado el suelo, hollado el mar profundo,

   hecho el persa monarca a mi segundo,  5
preso al francés, al moro leyes dado,
el cielo en ambos hombros sustentado,
más grave con las glorias que en él fundo.»

   Luego, del mundo desdeñoso y harto,
«Tú gobierna (al hermano le decía)  10
de Roma el ancho imperio y de Alemaña.»

   Y al hijo: «Tú de la invencible España
y del indio tendrás la monarquía,
y entrambos junte amor lo que yo parto.»




ArribaAbajo- XLVI -


   Robóme, oh Julio, una cobarde fiera
(fiera y cobarde, Julio, cruel sería),
la mitad me robó del alma mía,
y ¿tú aun vives, mitad? ¡quién lo creyera!

   Ira al fin mujeril, que no cupiera  5
en varón semejante villanía
necia; los que el amor y el cielo unía,
¿quién sino tú apartarlos pretendiera?

   ¿Qué se puede? Vivamos divididos,
dulce Amarilis mía, en esperanza  10
de vencer con paciencia y vida el hado.

   Julio, ¿quién desordena mis sentidos?
Iba a hablarte, y me han arrebatado,
ya el amor, ya el dolor, ya la venganza.




ArribaAbajo- XLVII -


A Dios Nuestro Señor


   ¿Cómo esperaré yo que de mi pena
tibias las quejas toquen en tu oído,
si con la lengua libertad te pido,
y el corazón se goza en la cadena?

   Tú, Señor uno, ves cuánto esté ajena  5
la voz, que te importuna, del sentido;
y así, en bandos injustos dividido,
¿ver placada tu faz podré serena?

   Tal es; haber piedad de un quebrantado
corazón aun es obra que en un crudo  10
pecho mortal halló tal vez entrada;

   mas tirar del infierno a un obstinado
mal grado suyo, en ti, Uno, caber pudo
árbitro de la muerte y de la vida.




ArribaAbajo- XLVIII -


El rubí de tu boca


   El rubí de tu boca me rindiera,
a no haberme tu bello pie rendido;
hubiéranme tus manos ya prendido,
si preso tu cabello no me hubiera.

   Los del cielo por arcos conociera  5
si tus ojos no hubiera conocido;
fuera tu pelo norte a mis sentidos,
si la luz de tus ojos no lo fuera.

   Así le plugo al Cielo señalarte,
que no ya sólo al norte y arco bello  10
tus cejas venzan y ojos soberanos;

   mas, queriendo a ti misma aventajarte,
tu pie la fuerza usurpa, y tu cabello
a tu boca, Amarili, y a tus manos.




ArribaAbajo- XLIX -


A San Isidro


   Los campos de Madrid, Isidro santo,
donde estamparon ángeles las huellas,
sembrando vi de soles y de estrellas,
que alegres se inclinaron a su llanto.

   Sus oraciones le encumbraron tanto,  5
que en éxtasis de amor brotó centellas,
y pudo la menor de todas ellas
ser del infierno confusión y espanto.

   Al fin Isidro para el cielo oraba,
cuando araban los ángeles el suelo,  10
dando a su fe constante tal tributo.

   Y tan perfecto Labrador estaba,
que vestido de luz cogió en el cielo,
sembrando aquí sus lágrimas el fruto.




ArribaAbajo- L -


Al mismo tema


   Los campos de Madrid, Isidro santo,
cielos parecen más, gloria parecen,
pues cuando aráis, los Ángeles se ofrecen
a labrarlos gozosos entre tanto.



   Fertilizaste con alegre llanto
su terrestre dureza, donde crecen,
las memorias, que tanto os encarecen,
y que al Tartáreo seno dan espanto.

   Alábese Madrid, goce su suelo  5
en colmos de verdor agua tan pía,
sin que el más fuerte sol le deje enjuto.

   Puesto, Isidro divino, que en el cielo,
cogieron vuestros ojos de alegría,
sembrando aquí sus lágrimas el fruto.  10




Arriba- LI -


A Lope de Vega


   Parece el sol a coronar tu frente,
para que al suelo tu saber espante,
y el tiempo como a solo te levante
estatuas de oro puro en le Oriente.

   Vuele la fama ya de gente en gente,  5
y la dulzura de tus versos cante,
porque el Ocaso en salvas de diamante
mil racimos de perlas te presente.

   Lope, asombro del mundo y gloria rara,
¿quién tu divino ingenio no venera?  10
¿ y quién en alabarte no repara?

   Pues si la antigüedad te conociera,
de Apolo justamente se olvidara,
y por Dios del Parnaso te tuviera.





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