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Afuera el fuego, el lazo, el hielo
y flecha
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Ante la luz de unos serenos
ojos
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A ti me vuelvo, gran Señor,
que alzaste
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Bien puse yo valor a la
defensa
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Cintia, si desengaños no son
parte
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Crezcan las simples ovejuelas
mías
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Cual si estuviera en la arenosa
Libia,
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Cuando Preciosa el panderete
toca,
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En la sazón del erizado
invierno,
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En vano, descuidado
pensamiento,
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Gracias al cielo doy, pues he
escapado
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Huye el rigor de la invencible
mano,
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¡Ay dura, ay importuna, ay
triste ausencia!
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¡Ay, que al alto designio que
se cría
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¡Oh grande, oh poderosa, oh
sacrosanta,
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¡Oh sombra oscura que
continuo sigues
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¡Rica y dichosa prenda, que
adornaste
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¿Quién dejará
del verde prado umbroso
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Ligeras horas del ligero
tiempo,
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Maestro era de esgrima
Campuzano,
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Mar sesgo, viento largo, estrella
clara,
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Más blando fui que no la
blanda cera,
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Por ásperos caminos voy
siguiendo
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Por medio de los filos de la
muerte
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Por ti, virgen hermosa, esparce
ufano,
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Que de un lacá la fuerza
poderó-
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Raro, humilde sujeto, que
levantas
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Sabido he por mi mal adonde
llega
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Si al fuego natural no se le
pone
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Si de este herviente mar y golfo
insano,
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Si el áspero furor del mar
airado
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Tan bien fundada tengo la
esperanza,
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Tanto cuanto el amor convida y
llama
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Voy contra la opinión de
aquel que jura
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Vuela mi estrecha y débil
esperanza