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ArribaAbajoXenes, Nieves

Quivicán (La Habana, Cuba). 1859 - La Habana. 1915




Anónimo


   No siento del amor la honda tortura
cuando contemplo con tenaz fijeza
la rara perfección de su cabeza
y su cuerpo de helénica escultura.

   Como imprimiendo a su gentil figura  5
sello de augusta y varonil nobleza,
en su mirar de fúlgida limpieza
la luz del pensamiento no fulgura.

   Al contemplarlo sin afán ni anhelo,
de un artista inmortal digno modelo,  10
su belleza magnífica que encanta

   sólo en mi alma a despertar acierta
la admiración tranquila que despierta
la belleza del bruto o de la plata.




Boudoir


   Del arte y la riqueza los primores,
blancas cortinas de ligero encaje,
caprichoso y magnífico mueblaje
de oro y seda de vívidos colores.

   En un óleo se besan dos pastores  5
escondidos de un bosque entre el ramaje;
y airados luchan con igual coraje
en un grupo de mármol dos Amores.

   Una ninfa gentil de porcelana
al viento esparce su cabello suelto  10
arqueando el talle en actitud graciosa.

   Yacen en un diván dorado y grana
un libro, y un corsé blanco y esbelto,
y en un búcaro azul, muere una rosa.




Julio


   Ostenta el campo su verdor lucido,
de intenso azul el cielo se colora,
y el Sol vierte su luz deslumbradora
ardiente como el oro derretido.

   Es un amante de pasión rendido  5
ante la hermosa Cuba a quien adora,
que a su ávida caricia abrasadora
abandona su cuerpo enardecido.

   Y en languidez erótica postrada,
voluptuosa, gentil y enamorada,  10
a sus besos ofrece incitadores,

   perfumados con lúbricos aromas,
ya los erectos senos de sus lomas,
ya los trémulos labios de sus flores.




Día de primavera


   De la arboleda hojosa en la espesura,
blando suspira el viento entre el ramaje,
y los pájaros lucen su plumaje
cantando sus endechas de ternura.

   Su monólogo eterno el mar murmura  5
balanceándose en lánguido oleaje,
y tiende de su espuma el blanco encaje
de sus orillas en la roca oscura.

   Las flores se abren frescas y rientes
derramando su esencia embriagadora;  10
la nube, de matices relucientes

   en el azul del cielo se colora;
y magnífico el sol lanza a torrentes
los rayos de su luz deslumbradora.




A la bandera cubana


   Te alzó con mano firme el heroísmo,
de patriótico amor enajenado,
sobre un pueblo oprimido y humillado,
como un rayo de luz sobre un abismo.

   El yugo del odioso despotismo,  5
por crímenes sin cuento ensangrentado,
rompió bajo tus pliegues, denodado,
en desigual combate, el patriotismo.

   Tú, que sólo ondulaste estremecida,
de la batalla al pavoroso estruendo,  10
sobre escenas de duelo, horror y muerte,

   ¡flota sobre la patria redimida,
cual talismán sagrado, protegiendo
a un pueblo libre, venturoso y fuerte!




Al pueblo de Cuba


   Pueblo que ayer, en lucha pavorosa,
tu libertad sagrada defendiste,
no pierdas el derecho que adquiriste
derramando tu sangre generosa.

   No olvides en inercia vergonzosa  5
la empresa que valiente a cometiste;
no abandones la senda que emprendiste,
cumple abnegado tu misión gloriosa.

   ¡Heroico paladín de santa idea,
sé grande como ayer en la pelea,  10
no te ciñas tú mismo tu mortaja;

   no en mezquinas e inútiles porfías
agotes tus potentes energías;
si libre quieres ser, piensa y trabaja!




ArribaAbajoYanguas, Aurelio

España. Siglo XIX - XX

Poeta.




La torrentina


   En medio de la huerta valenciana
plugo a Dios demostrarnos su grandeza
reuniendo los tesoros de belleza
diseminados en la raza humana.

   Tomó de la adorable circasiana  5
el caudal de hermosura y gentileza;
de la amante odalisca, la fiereza,
y la heroica virtud de la cristiana.

   Tras un estudio rápido y profundo,
fusionó con su gracia peregrina  10
las que supo reunir en un segundo,

   y, por augusta voluntad divina,
el más lindo ejemplar brilló en el mundo
de arrogante mujer: la torrentina.




La comedia humana


   De tal modo en la vida el arte impera,
que con éxito enorme, y a diario,
del mundo en el magnífico escenario
hace de histrión la humanidad entera.

   Finge, miente, disfraza o exagera  5
cada cual su sentir, que es necesario
ocultar las ruindades del armario
con el velo traidor de la quimera.

   Y como nadie de inquirir se cura
si con honra llegaron a la altura  10
los primeros actores de la farsa,

   subir, por cualquier senda, es lo importante,
llegar hasta la cúspide triunfante,
ser actor distinguido, no comparsa.




¡Paz!


   Conmueve los cimientos de la tierra
el seco retumbar de los cañones,
al grito de fortísimas naciones,
que, ronco dice en su delirio: ¡Guerra!

   Tan bárbaro rencor la lucha encierra;  5
tan grande fueron ya sus proporciones;
tan duros los quebrantos y emociones,
que al alma hiere y al cerebro aterra.

   ¡Piedad, Señor! ¡Magnánimo, perdona
el grave delinquir de los humanos!  10
¡Su insólita ceguera les abona!

   ¡Perdónalos, Señor, son mis hermanos!
¡Tú que ciñes del mártir la corona,
el ramo de la paz pon en sus manos!




¡No importa!


   Tristezas y dolor, desde la cuna,
acosan a los hombres con tal saña,
que siempre, del palacio a la cabaña,
buscar uno feliz fue gran tontuna.

   Sonrisas de la estúpida fortuna  5
en muchas ocasiones los engaña;
mas luego que comprueban la patraña
no encuentran bienestar en parte alguna.

   Las dichas del placer son un instante,
y el golpe del dolor tan espantoso,  10
tan duro, tan tenaz y tan constante,

   que pasta de titán o de coloso
el hombre ha de tener. Pero, no obstante,
la vida es bella; el mundo, muy hermoso.




La causa del talento


   ¡El talento! La causa no concibo
de sus siempre pasmosas producciones.
¿Es el alma? ¿Serán las vibraciones
que agitan la materia su motivo?

   ¿Qué agente singular mueve al que, altivo,  5
luce su ingenio y elevados dones?
Ya me doy del fenómeno razones,
y tal como las siento las escribo.

   Fuentes de inspiración, de ciencia focos,
son escasos los hombres que yo cuento;  10
son necios, pues, los más; los sabios, pocos.

   Luego deben su fama de talento,
esos hombres que el vulgo llama locos,
a una excentricidad del pensamiento.




El beso de Judas


   Besa la madre al querubín dormido,
alma y vida vertiendo por su boca,
y aunque, ardiente, le estruja y le sofoca,
no le arranca un reproche ni un gemido.

   Las tiernas avecillas, en el nido,  5
también se besan con ternura loca,
y todo cuanto el beso de amor toca
queda santificado y bendecido.

   Mas, ¡ay!, que en el destierro de la vida,
donde crimen y dolo son azote,  10
no siempre con el ósculo va unida

   la savia de bondad, de amor el brote.
¡Cuántos siguen las huellas del deicida!
¡Cuántos besan lo mismo que Iscariote!




Dulcinea del Toboso


   No importa que carezca su semblante
del mágico primor de la hermosura,
ni que falte esbeltez a su cintura,
ni que sea endiablado su talante.

   Que toda su rudeza no es bastante  5
a deshacer la estúpida locura
con que admira Quijada su figura,
que juzga de belleza deslumbrante.

   Siempre en amores sucedió lo mismo;
yo nunca, para mar, encontré feas;  10
se vuela tanto en alas del lirismo

   por el mundo inmortal de las ideas,
que, en virtud de quimérico espejismo,
son siempre las que amamos Dulcineas.




Don Quijote


   Del sublime ideal enamorado,
constante adepto, paladín ferviente,
si, púdico, en amor fue consecuente
en nobles aventuras, esforzado.

   Con los grandes, correcto, delicado;  5
con los chicos, magnífico, indulgente;
tan sabio en el hablar, como prudente;
tan católico viejo, como honrado.

   Así aparece la inmortal figura
del hidalgo manchego de Cervantes,  10
cuyos hechos motejan de locura

   los que no los admiran por gigantes;
y no falta algún sandio que asegura
que así los españoles fueron antes.




Sancho Panza


   Ignorante, ladino, marrullero,
hablador sin discurso ni templanza,
prosélito ferviente de la holganza,
egoísta. cobarde y embustero.

   Ridículo, soez y majadero,  5
ayuno de instrucción y de crianza,
sin más bello ideal que la pitanza,
sin otro concebir que lo rastrero.

   Este fue Sancho; pozo de simpleza,
repugnante plantel de villanías,  10
semillero fecundo de torpezas,

   rémora de sublimes hidalguías;
compendio de ese ambiente de bajezas
que respira la España de estos días.




La recolección


   Seguro de ser bien recompensado,
con los cuatro elementos siempre en guerra,
lo mismo en la llanura que en la sierra,
vive dichoso el labrador honrado.

   Y en el surco que abrió con el arado  5
en la dura epidermis de la tierra,
vuelca el tesoro que el granero encierra,
en la pingüe cosecha confiado.

   Bien hace el labrador que sólo fía
del nativo terruño en las bondades.  10
¡Ay del que espera cosechar un día

   del mundo en el vergel de falsedades!
Como siembre cariños e hidalguía,
cogerá ingratitud y liviandades.




Héroes anónimos


   No siempre la vesánica Fortuna
dio claro ejemplo de equidad notoria;
no siempre las mercedes ni la gloria
las supo repartir una por una.

   Contada ocasión fue, si es que hubo alguna,  5
la que dio con acierto la victoria;
contada, la que un hueco hizo en la Historia
al héroe que ni pide ni importuna.

   Ante esos, por la Diosa preferidos,
candidatos a mártir o suicida,  10
postrémonos de hinojos, conmovidos,

   proclamando su fama merecida,
que son héroes anónimos, vencidos
en la lucha espantosa de la vida.




A...


   No temas mis desdenes, amor mío;
no dudes al pensar en lo futuro,
que tienes mi cariño tan seguro
como el éter un puesto en el vacío.

   No temas que cautive mi albedrío  5
de un oculto querer el fuego impuro;
antes que me maldigas por perjuro
besarás con amor mi cuerpo frío.

   ¿Por qué te empeñas en amar sufriendo?
¿A qué me afliges con tus celos vanos,  10
si lo sabes muy bien que no comprendo

   el innoble mentir de los villanos,
y te consta que soy firme queriendo
e implacable en mis odios africanos?




De la Boetie


   De tal suerte la cólera en mí ardía,
que mi voz un bramido semejaba,
y espantosa blasfemia meditaba
mientras de ella y los dioses maldecía.

   El fuego que voraz me consumía  5
su carta lo apagó; se disipaba
leyéndola mi enojo; recobraba
su dominio mi alma y se rehacía.

   Vosotros los que amáis, decidme ahora
si no la debo amar. ¿Acaso ella  10
no fue de aquel milagro genitora?

   ¡Qué influjo sobre mí, siendo tan bella,
su cara no tendrá, si vencedora
logró ser, de sus dedos con la huella!




¿La conoces?


   Tiene pálido el rostro; la mirada
inquieta, cómo férvido oleaje;
cubre su cuerpo tétrico ropaje,
y su sombra, el capaz de la emboscada.

   Con frases de cariño disfrazada,  5
lo mismo miente al vil que al personaje;
no le arredra la culpa ni el ultraje,
con tal de su impotencia ver vengada.

   Sembrando por doquier dolo y perfidia,
se cuela por resquicios y postigos,  10
con el bien y el talento siempre en lidia.

   ¿La conoces tal vez? ¿Fueron testigos
tus ojos de sus hechos? -Sí; es la envidia;
es el mentor que tienen «mis amigos».




ArribaAbajoYanguas Alcayde, Augusto

España. Siglo XIX

Poeta.




Cerca y lejos


   Cuando el viento los árboles desnuda
arrastrando las hojas por el suelo,
aquellas que más juntas puso el cielo
más las separa su inclemencia ruda.

   Calma después su cólera sañuda;  5
y él, que cortó tan cariñoso anhelo,
al ver las tristes hojas sin consuelo
a unirse nuevamente las ayuda.

   Dios, pues, que vio nuestra desgracia impía;
Dios, que nos vio luchar contra la suerte,  10
Dios, que nuestra constancia desafía,

   con su muda elocuencia nos advierte
que otra vez se han de unir tu alma y la mía,
aunque sea a las puertas de la muerte.




La felicidad


   Me arrulló como madre cariñosa;
me acarició sencilla y complaciente;
y hasta sentí en los rizos de mi frente
sus labios hechos de jazmín y rosas.

   De mi existencia en la mañana hermosa  5
aspiramos los dos el mismo ambiente,
y ambos bebimos en la misma fuente
de la inocencia el agua deleitosa.

   Mas una vez, en su amoroso exceso,
corrió a mi cuna, la encontró vacía,  10
lloró su amor perdido y su embeleso,

   y al sorprenderla, por desdicha mía,
ya casi avergonzada, me dio un beso,
y no la he vuelto a ver desde aquel día.




ArribaAbajoZaldívar, Ignacio

Santander. 1873 - 1921

Poeta y periodista.




Samaritana


   Libre soy; mas dichoso cambiaría
esta mi libertad por tus cadenas...
¡Oh, de tus manos dulces y morenas
la adorable y eterna tiranía!

   Si yo tu esclavo fuese, te daría  5
todas mis horas, de tu imagen llenas,
toda la ardiente sangre de mis venas...
y si pidiese más... más todavía...

   Samaritana: el agua que yo quiero
entre las rosas de tus labios mana,  10
y es Dios el que te puso en mi sendero...

   Ayer te amé; hoy te adoro; y si mañana
ves que, sediento de tu amor, me muero,
¿me darás de beber, Samaritana?




ArribaAbajoZaldumbide Gangotena, Julio

Quito (Ecuador). 1833 - 1881

Poeta hallado en Internet.




En tempestad sin tregua de bonanza


   En tempestad sin tregua de bonanza
sufrir, llorar, de amor la pena dura,
sin ver para más grande desventura
ni en tu esquivez ni en mi dolor mudanza.

   Fingir acaso en bella lontananza  5
dichoso porvenir a mi tristura;
ver luego disiparse su luz pura,
y, cual siempre, quedar sin esperanza.

   Aqueste es mi destino, Delia impía.
Mas, tú contemplas con desdén mi llanto...  10
¡Ay! Si has de ser de piedra a la agonía

   del pobre corazón que te ama tanto,
¿de qué me ha de servir esta traidora
llama que en él prendiste y le devora?




El llanto


   Cuando yo considero que en la vida
no he cogido de amor ninguna rosa;
cuando no miro en duda tenebrosa
surgir lejana una ilusión querida;

   cuando de hiel colmada la medida  5
de mi dolor el cálice rebosa;
cuando el alma en su lucha tormentosa
se postra al fin sin fuerzas abatida,

   la frente inclino; en abundante vena
desátase mi llanto, y baña el suelo,  10
y mi alma poco a poco se serena:

   De la tormenta así el nubloso velo,
revuelto en confusión, se rompe, truena,
desciende en lluvia, y resplandece el cielo.




A las flores


   Prole gentil del céfiro y la aurora,
nacida con el don de la belleza;
gracias con que la gran naturaleza
ríe, y su augusta majestad decora.

   La luz del sol, que el universo dora,  5
no tanto de su frente en la grandeza,
cuanto en vosotras linda se adereza,
y con matiz más gayo se colora.

   En el campo del éter las estrellas
son flores celestiales, y en el suelo  10
vosotras sois estrellas de colores.

   Tan puras sois, en fin, al par que bellas,
que pienso que del mundo el claro cielo
no tiene cosas más... que almas y flores.




ArribaAbajoZambrana, Ramón

Cuba. Siglo XIX




A Cuba


   ¿Qué me importan grandezas y primores
que de Europa me cuentan a millares,
cuando a la sombra estoy de tus palmares
respirando el ambiente de tus flores?

   ¿Forman del Sena y Tíber los rumores  5
ese grato murmullo de Almendares?
¿Del sinsonte los índicos cantares
imitan sus preciados ruiseñores?

   Si eterno luto y horroroso duelo
en vez de dulce y perdurable calma  10
me brindases no mas ¡oh Cuba mía!

   Fiel lo protesta mi ardoroso anhelo,
a cada pena que sintiera el alma
un suspiro de amor respondería.




La palma


   Esbelta, sin rival, de estirpe indiana,
mece rico penacho la palmera
para que altiva ostente la pradera
lujo en la tarde, pompa en la mañana.

   pero en la enhiesta cumbre soberana  5
saluda el sol brillante la primera;
y con el oro de la luz postrera
sus primorosas pencas engalana.

   De la virgen beldad enseña pura,
símbolo bello y santo del martirio;  10
emblema inmarcesible de victoria.

   El alma se enajena en su hermosura
y amor y fe y honor en su delirio
en ceñirla inmortal cifran su gloria.




ArribaAbajoZamora Elizondo, Hernán

Costa Rica. Siglos XIX - XX

Poeta. Prosista. Colaborador de la revista Athenea.




Consejo a la mora


   Deja ya de volar, repliega el ala,
alma inquieta y fogosa, porque ahora
no es propicio el cantar de que haces gala,
entre gente tan seria y pensadora.

   Deja ya de volar, repliega el ala,  5
y empéñate en faena productora,
esa porfía en tu ilusión es mala
y no tiene más don que ser sonora.

   Deja ya la ilusión, porque a la larga
sólo tendrás una congoja amarga,  10
y si en eso prosigues, lograrás

   que en lo más empinado del camino
te magullen las aspas de un molino
mientras ríe mi cuerpo... y nada más.




Luz de sangre


   Poeta profesor de la esperanza
y ruiseñor de la constante aurora,
que vas dejando tu canción sonora
lejos del bienestar de Sancho Panza;

   ya que tu corazón, hora tras hora,  5
esgrime la ilusión como una lanza
de Quijote inmortal, que no descansa,
en el altar de Dios, bendice y ora.

   Y si quieres, pastor de corazones
que haya lumbre de amor en tus canciones,  10
quémate con el fuego de tu luz,

   como el Maestro de Sapiencia pura
que para iluminar con su ternura
se prende con tres clavos de una cruz.




Te miro en la marcha


   Pasito a pasito, temerosamente,
vienes caminando risueño y temblón;
te estremece acaso tu empeño inocente
y a mí me estremece paterna ilusión.

   Principias la marcha temerosamente,  5
principias la marcha risueño y temblón,
y al mirarte siento que, súbitamente,
principio una nueva peregrinación.

   Te miro en la marcha: los brazos abiertos,
las manitas trémulas, la risa hecha trino,  10
los ojos perdidos en rumbos inciertos,

   pero no comprendo si en tu bello anhelo
eres hijo mío que empieza el camino
o eres pajarito que comienza el vuelo.




La última samaritana


   Por la sombra ritual de la capilla
cruza un rayo de sol -junco de oro
venido del jardín que afuera brilla,
para mecer los cánticos del coro-.

   ¡La imagen de Jesús! En su mejilla  5
palpita, como luz, el santo lloro,
y la angustia refleja su amarilla
palidez en el místico decoro.

   Al recinto de paz llega el rugido
de la exterior, carnavalesca lucha,  10
como grito insultante y maldecido,

   y en medio de las sombras, el Rabino
se estremece, extenuado, porque escucha
nuevos golpes del paso de Longino.



   Hay púrpura en la frente y el costado,
la luz en las pupilas agoniza,
y el oscuro cabello ensortijado
tiembla -frío, tal vez- a cada brisa.

   El labio de Jesús está acediado  5
por una sed letal, que no suaviza
la caridad del hombre, alimentado
con la sangre del mismo que agoniza.

   La golondrina, húmeda su gala
entre la niebla, por su vuelo rota,  10
entra al santuario, convulsiona el ala

   con amor, de los hombres imprevisto,
y en un giro sutil, deja una gota
entre los labios cárdenos de Cristo.




ArribaAbajoZapata, Marcos

Zaragoza. 1845 - Madrid. 1913

Poeta español. Autor de un volumen de poesías prologado por Santiago Ramón y Cajal. Escritor de zarzuelas y autor dramático.




Ladrar a la luna


   ¡No desmayes jamás ante una guerra
de torpe envidia y miserables celos!
¿Qué le importa a la luna, allá en los cielos,
que le ladren los perros de la tierra?

   Si alguien aspira a derribarte, yerra  5
y puede ahorrase inútiles desvelos;
no tan pronto se abate por los suelos
el Escorial que tu talento encierra.

   ¿Qué no cede el ataque ni un minuto?
¿Qué a todo trance buscan tu fracaso?  10
¿Qué te cansa el luchar...? ¡No lo disputo!

   Mas oye, amigo, este refrán de paso:
¡Se apedrean las plantas que dan fruto!
¿Quién del árbol estéril hace caso?




A Julián Romea en «El hombre de mundo»


   Brota sin luz de la profunda mina
el precioso diamante solitario,
mas lo talla con arte el lapidario
y abriéndole facetas lo ilumina.

   De igual manera la ficción divina  5
de aquel «hombre de mundo imaginario,
al soplo de tu genio extraordinario
resplandece cual joya peregrina.

   Dióle ventura su potente vena,
dístele en cambio tú la ejecutoria  10
de príncipe famoso de la escena.

   ¿Quién merece en justicia mayor gloria,
el general que la batalla ordena,
o el general que gana la victoria?




Tierra firme


   Como busca el piloto diestramente,
defendiendo su nave carcomida,
un abrigo en la costa apetecida
donde fijar el ancla el corvo diente;

   así también del mundo en la corriente,  5
cansado de los mares de la vida,
busca en la paz de la mujer querida
puerto feliz el corazón ardiente.

   ¡Dichoso aquel que por bondad del cielo
encuentra en el regazo de una esposa  10
el arribo feliz de su ventura!

   Playa de amor y de eternal consuelo:
¡para el bien de la vida, cuán hermosa!
¡para el goce del alma, cuán segura!




Gente de pluma


   ¡Oh, adorable gorrión! ¡Oh compañero
cuánto a mí te pareces y asemejas!...
Habitamos los dos las mismas tejas:
yo un sotabanco, tú bajo el alero.

   Apenas brilla el resplandor primero,  5
cantando alegre tu refugio dejas;
yo también, al sentir que ya te alejas,
de mi augusta mansión parto ligero.

   Juntos salimos a buscar la vida;
tú el puñado de rubios cereales,  10
yo, la media peseta consabida.

   Mas aquí se divorcian nuestros males;
tú encuentras casi siempre la comida,
pero yo pocas veces los dos reales.




El sentimiento en el arte


   No ceso de admirar esta pintura
y cuanto más la estudio más me encanta;
que el arte religioso se levanta
en este lienzo a su mayor altura.

   ¡Qué expresión en los ojos! ¡Qué dulzura!  5
¡Qué en cantador semblante! ¡Qué garganta!
Ni al verte entre querubes, Virgen Santa,
el gran Murillo te soñó más pura.

   ¡Oh místico pincel! ¡Oh egregio artista
que tan augusta imagen concibiera,  10
tu católica fe salta a la vista!...

   -¿La católica fe?... -Sin duda. -Espera.
Yo conocí al pintor... ¡fue un calvinista!
¡Y el modelo del cuadro... una ramera!




Dulces recuerdos


   ¡Pasó ya mucho tiempo! ¿Quién lo ignora?
Y todavía creo estar mirando
surgir del valle, sobre el césped blando,
aquella aparición encantadora.

   Era de Abril una apacible aurora.  5
¡Oh juventud, cuán lejos vas quedando!
¡Ya soy viejo!, ¡Qué frío!... ¡Está nevando!
¡Y mi cabeza siempre soñadora!

   Espléndida mujer, naciente día,
dulces alondras, matizadas flores,  10
celestial arrebol, terrestre calma...

   ¡Yo os invoco en mi ardiente fantasía!
¡Yo os consagro un recuerdo en mis amores!
¿Tiene acaso vejez ni edad el alma?




ArribaAbajoZayas, Fernando de

Cuba. Siglo XIX




En pleno sol


   Como un chorro de fuego, de la altura,
diamantina cascada al mundo arroja
del sol la esfera coruscante y roja
y, al beso ardiente de su lumbre pura,

   canta su amor el ave en la espesura,  5
se abre la nueva flor, tiembla la hoja,
y del henchido grano se despoja
la seca espiga de la mies madura.

   En busca de la sombra va el ganado;
al aprisco sus pasos acelera  10
mordiscando al pasar la yerba erguida.

   Y el rudo labrador deja el arado
y va al rústico hogar donde le espera
la amante esposa y la frugal comida.




El torrente


   No quema el sol: alumbra suavemente,
el claro monte, el prado sin cultivo,
y rumosoro, alborozado y vivo
corre entre guijas el veloz torrente.

   ¿Qué impulso lleva, en su caudal latente,  5
que a las bellezas del paisaje esquivo,
cruza, cual descubierto fugitivo
al vago ruido que a su espalda siente?

   De pronto el lecho a su corriente falta,
por el boquete de una roca hendida,  10
como airoso bridón, se yergue y salta,

   ruge entre espumas, pero ruge en vano,
y muere cual las ondas de la vida
del infinito en el revuelto océano.




A Cuba


   Aunque del golfo en la ajustada clave
situada por la mano del misterio
dominas casi todo un hemisferio
y eres de un mar la centinela y llave,

   al mundo no impondrás tu planta grave  5
cual la patria de Augusto y de Tiberio,
brillante cual la luz será tu imperio
blando, como el amor, tu yugo suave.

   La tierna imagen del Edén perdido
tu fauna y flora al viajador ofrecen,  10
calma tu ley su inextinguible anhelo;

   y conforta su espíritu abatido,
la oración de tus palmas, que parecen
las pitonisas del altar del cielo.




ArribaAbajoZenea, Juan Clemente

Cuba. 1832 - 1871

Revolucionario fusilado por sus compatriotas.




El lunar


   Dejó un arcángel las celestes salas
para verte nacer, y enamorado,
te tocó junto al labio sonrosado
con la ligera punta de tus alas.

   Para aumentar tus naturales galas  5
quedó el lugar que te tocó manchado,
y tantas gracias a tu rostro ha dado,
que al mismo autor de ese lunar te igualas.

   Yo, que te adoro, y que por dicha mía
amado soy de una mujer tan bella,  10
contemplándote a solas me embeleso;

   y, para nada ambicionar, quería,
donde el arcángel te dejó esa huella,
dejarte el alma entre la miel de un beso.




Soneto


   ¡Dichoso el hombre que, sensible y tierno,
en la heredad de su familia espera
poder sembrar el grano en primavera
y recoger el fruto en el invierno!
¡Dichoso aquel que con placer interno,  5
celebrando una boda placentera,
elige por esposa y compañera
una vecina del hogar paterno!

   ¡Mas, ay, del triste quien la fiebre abrasa
y en tierra extraña suspirando siente  10
que muere el alma en eternal desmayo!

   ¡Oh, transportarme a mi paterna casa
y allí dejadme calentar la frente
del sol de Cuba al abrasante rayo!




La lágrima


   Lloraba al verse sola y sin fortuna
la virgen de mis últimos amores,
sobre un sitial de perfumadas flores
al borde de una límpida laguna.

   Hebra de plata se extendió importuna  5
de su mejilla ajando los colores,
y dióle misteriosos resplandores
la claridad de la naciente Luna.

   Pasó la noche adusta, y la mañana
llamóme a ver una modesta rosa  10
que se alzaba al nivel de mi ventana;

   vi en su seno una perla temblorosa;
lágrima fue que en su aflicción insana
me envió en la brisa mi Fidelia hermosa.




ArribaAbajoZerolo Herrera, Antonio

Arrecife (Las Palmas). 1855 - 1915

Poeta y catedrático de Literatura.




A Santa Cruz


   Celebra tu glorioso aniversario,
y admire el mundo la inmortal hazaña,
en que su lealtad y amor a España
selló con sangre el corazón canario.

   Penetra reverente en el santuario  5
donde están las banderas de Bretaña,
hoy, que a los golpes de enemiga saña,
subes cual nuevo Cristo a tu Calvario.

   De allí acuden recuerdos a millares
a confortar tu espíritu; devora  10
en altivo silencio tus pesares.

   Lucha y calla; el derecho no se implora.
¿Si has vencido al coloso de los mares,
¡ira de Dios! no has de vencer ahora?




A Olga Aguilar


   Alta, rubia, gentil, ojos de cielo,
-de esos ojos que matan dulcemente-;
formando la corona de su frente
doradas hebras de sedoso pelo.

   Llegó a las urnas, levantóse el velo,  5
y al verla tan hermosa y sonriente
unánimes votaron con la gente
todas las flores del canario suelo.

   Imagen de belleza peregrina
que circunda del triunfo la aureola,  10
es modelo de gracia femenina;

   y arde en sus venas, como hirviente ola
de fuego de pasión, mezcla divina
de la sangre francesa y española.




Las folias


   Música original la de mis lares,
pues conmueven el alma del patriota,
desde la isla, hermana de la jota,
hasta el viento que zumba en los pinares.

   ¡Oh, las folías!... Tienen sus cantares  5
un recuerdo de amor en cada nota;
pero hay algo también que a veces brota
del undívago seno de los mares.

   Allá en las noches plácidas, serenas,
cuando flota el misterio en el ambiente  10
y reposa el Atlante en las arenas,

   más que el oído, el corazón lo siente:
¡es la voz, es la voz de la sirenas
que cantan a la isla eternamente!...




Los personajes de Galdós


   Cuando expiró el maestro, asombro de la gente,
por ser el prototipo del genio y la constancia,
yo sé que penetraron en la mortuoria estancia,
todos los personajes que concibió su mente.

   El lecho rodearon cubriéndolo de flores  5
-piadosa y delicada señal de sentimiento-
y no se oyó una queja, ni un grito, ni un lamento,
que sólo tienen llanto del alma los dolores.

   «Fortunata» y «Jacinta» cogidas de la mano
el coro presidían de la nocturna vela,  10
y próxima a este grupo, tan bello como humano

   de las protagonistas de la inmortal novela,
sin apartar los ojos del venerable anciano,
estaba de rodillas la pobre «Marianela»!...




La laguna


(Después de la estación veraniega)


   Ya La Laguna triste y solitaria
vuelve a su natural recogimiento,
a ser la típica ciudad canaria
donde se reconcentra el pensamiento.

   Florón el más antiguo de Nivaria  5
en un valle fecundo tiene asiento,
y allí crecen el pino y la araucaria,
que son las liras rústicas del viento.

   Sólo el gremio escolar que se declara
amante del bullicio y la alegría,  10
le presta animación con su algaraza.

   O se escucha la mística armonía
del órgano, al pasar por «Santa Clara»
en la tarde otoñal, lluviosa y fría.




ArribaAbajoZorrilla, José

Valladolid. 1817 - Madrid. 1893

Poeta y dramaturgo. Su drama más popular es sin duda Don Juan Tenorio.




A España artística


   ¡Torpe, mezquina y miserable España,
cuyo suelo, alfombrado de memorias,
se va sorbiendo de sus propias glorias
lo poco que ha de cada ilustre hazaña.

   Traidor y amigo sin pudor te engaña,  5
se compran tus tesoros con escorias;
tus monumentos ¡ay! Y tus historias,
vendidos llevan a la tierra extraña.

   ¡Maldita seas, patria de valientes,
que por premio te das a quien más pueda  10
por no mover los brazos indolentes!

   ¡Sí, venid, ¡voto a Dios!, por lo que queda,
extranjeros rapaces que, insolentes,
habéis hecho de España una almoneda!






Soneto


   Cólmame, Juana, el cincelado vaso
hasta que por los bordes se derrame,
y un vaso inmenso y corpulento dame
que el supremo licor no encierre escaso.

   Deja que afuera por siniestro caso  5
en son medroso la tormenta brame,
y el peregrino a nuestra puerta llame,
treguas pidiendo al fatigoso paso.

   Deja que espere, o desespere, o pase;
deja que el recto vendaval sin tino  10
con rauda inundación tale y arrase;

   que si viaja con agua el peregrino,
a mí, con tu perdón cambiando frase,
no me acomoda caminar sin vino.






El picador


   Con el hirviente resoplido moja
el ronco toro la tostada arena,
la vista en el jinete alta y serena
ancho espacio buscando al asta roja.

   Su arranque audaz a recibir se arroja  5
pálida de valor la faz morena,
e hincha en la frente la robusta vena
el picador, a quien el tiempo enoja.

   Duda la fiera, el español la llama:
sacude el toro la enastada frente,  10
la tierra escarba, sopla y desparrama;

   le obliga el hombre, parte de repente,
y herido en la cerviz, húyele y brama,
y en grito universal rompe la gente.






A S. M. el rey Alfonso XII en la muerte de S. M. la reina doña Mercedes


   Iris de paz y de virtud lumbrera,
la comprendió y la amó la hispana gente:
vos la amasteis ¡oh Rey! adolescente
y ella os amó desde la edad primera.

   Mas fugitiva luz, luz pasajera,  5
brilló un instante, perfumó el ambiente,
doró el pasado y enlutó el presente;
y hoy la reza y la llora España entera.

   De su faz guardan con amor los trazos
el palacio, el taller y la cabaña:  10
si os hizo ¡oh Rey! el corazón pedazos

   de la muerte al herirla la guadaña,
pensad que une su amor, de amor con lazos,
con el pueblo español, al Rey de España.






II


   De la luna de miel el alborozo
durando aún y de la boda el ruido,
la muerte, de su ser con el destrozo,
la hundió en la eternidad, no en el olvido.

   Lloradla sin contén y sin rebozo  5
llorad a la mujer que habéis perdido;
que no amenguan la prez de Rey tan mozo
las lágrimas del Rey tan buen marido.

   Mientras su duelo el ánimo os destroce,
llorad con vuestro pueblo que la llora,  10
lloradla, Señor Rey Alfonso Doce;

   perlas son vuestras lágrimas de ahora,
y el pueblo que su precio reconoce,
para vos las recoge y atesora.




Roma y Cristo




I


   Roma, hija de una loba y dos ladrones,
fue realista, imperial, republicana:
y ladrona sin fe, siempre villana,
medró saqueando a las demás naciones.

   Mujeres, leyes, traje, instituciones,  5
ciencia, arte, religión y hasta agua sana
y pan, todo, soberbia y holgazana
fue rapaz a robarlo a otras regiones.

   Audaz, desvergonzada, descreída,
abrió a todos los dioses su recinto  10
y alzó hasta la deidad desconocida

   templo y altar; y en este laberinto,
vivió avizor por conservar la vida
el cetro en mano y el puñal al cinto.




II


   Roma, cuyos excesos colosales
de grandeza e infamia, de heroísmo
y vileza, de orgullo y de cinismo,
su gloria y su baldón hacen iguales,

   prostituyó en las fiestas lupercales  5
la honra de sus matronas, con el mismo
desdén bufón y abyecto servilismo
con que adoró sus monstruos imperiales.

   Dueña del universo, henchida de oro,
servida por el orbe a su deseo,  10
de orgullo se embriagó tan sin decoro,

   que, ignuda meretriz, infame empleo
de su beldad haciendo y su tesoro,
ebria cayó al umbral del COLOSEO.




III


   Comenzaron entonces el oído
a halagar y a sonar en la conciencia
frases de aun ignorada procedencia,
de grato son y místico sentido.

   «Fraternidad universal, olvido  5
de las injurias, paz, fe, penitencia,
caridad...», frases mil de nueva ciencia
que aun no habían los hombres aprendido.

   De paz universal serenos días
corrían, y en la atmósfera serena  10
vagaban misteriosas profecías:

   era que ya la tierra estaba llena
de auras de redención; era el Mesías
que empezaba a esparcir su nueva buena.




IV


   Sintiéronse en el aire nuevos ruidos
que, nuevas, le traían auras suaves,
como en nuevo vergel las nuevas aves
piar s sienten al hacer sus nidos.

   Ecos de himnos de paz jamás oídos,  5
jubilosos y tiernos cuanto suaves,
de los paganos templos en las naves
iban a resonar como gemidos.

   En su torpe embriaguez los sintió Roma:
la loba despertó, y ansiosamente  10
del aura nueva olfateó el aroma;

   y aunque no le ve aun y aun no le siente,
al nuevo sol que por Oriente asoma,
venteó al león, del aire en la corriente.




V


   Mas el león a quien sin ver husmeaba,
bajo el vellón de cándido cordero
balaba apenas al confín postrero
de una provincia en su poder esclava.

   Tornó a husmear y a acechar la bestia brava,  5
y aun sintiendo en su mano el mundo entero,
volviendo en sí de su terror primero
volvió a la Saturnal en que reinaba.

   Y ebria con la grandeza floreciente
de apoteosis, triunfos y ovaciones  10
de olímpico esplendor, volvió indolente

   a alojar en palacios sus legiones
y su plebe a bañar públicamente
de alabastro y de pórfido en tazones.




VI


   Sólo, de caridad y fe previsto,
y en la fe y la humildad su fe basando,
tomó unos pescadores a su mando
para innovar el mundo, Jesucristo.

   Divino SER, con el humano mixto,  5
indulgente, social, sencillo y blando,
cumplía los preceptos que iba dando;
ejemplo hasta sus días nunca visto.

   Su ley unió con fraternales lazos
la humanidad: rasgó la ley judía  10
e hizo los falsos ídolos pedazos;

   y al alzarle en la cruz Salem impía,
a la raza de Adán tomando en brazos,
dijo: «Te he redimido, ya eres mía».




VII


   Cursado sin haber libros ni escuelas,
de Nazaret en sus humildes botes
del mundo lanzó al mar sus sacerdotes
CRISTO, dando a su fe viento sus velas.

   Tras sí abriendo de luz anchas estelas  5
de navíos altísimos con dotes,
a partirse la tierra en doce lotes
les llevaron sus naves pequeñuelas.

   Aquellos pescadores ignorantes,
aquellos doce pobres nazarenos  10
consiguieron alzar, nuevos Atlantes,

   de fuerzas de titán por su fe llenos,
sobre ricos, impíos y arrogantes
los pobres, los humildes y los buenos.




VIII


   CRISTO, legislador, no escribió nada;
ni un papiro dejó ni un pergamino:
quedó tras El su espíritu divino,
su fe con su memoria inmaculada.

   CRISTO, rey, no empuñó cetro ni espada;  5
en el polvo sembró de su camino
de su fe la semilla; a su destino
dejándola y al tiempo encomendada.

   Germen de amor, de paz, de fe y cariño,
culto del alma, religión interna,  10
de fausto exenta y de mundano aliño,

   la propagó el amor, la amistad tierna,
la fe del pobre, la mujer y el niño:
y por eso es VERAZ, ÚNICA, ETERNA.






A Isabel la Católica por el descubrimiento de América


   Vencedora en Granada, hallas mezquino
el mundo antiguo, en la sublime idea
que de tu pueblo tienes, y desea
abrir tu alma a su expansión camino.

   Proteges a Colón, y el peregrino  5
plan se logra por ti, que la europea
ciencia extendiendo, en cuanto el mar rodea
planta la Cruz del Redentor divino.

   Así tu gloria América proclama,
y a las naves de Hirán causa desdoro  10
y al bienhechor ejército de Osiris.

   Sorata te alza al éter: Tequendama
le hunde en tu aplauso: Niágara sonoro
como nimbo de luz te ciñe el iris.






Soneto


   Siempre amé y amo aún, y desde ahora
amar espero más de día en día
aquel dulce lugar donde me guía
el triste amor que en mi alma se atesora;

   y en amar estoy siempre el tiempo y hora  5
en que olvidé cuanto cuidado había
terrenal, y amaré más todavía
a aquella cuya imagen me enamora.

   mas quien pudiera haber jamás creído
que el tiempo en amarguras me volviera  10
memorias a quien yo tanto he querido?

   ¡Oh, Amor, cómo has postrado mi alma fiera
a no estar de esperanzas mantenido,
do anhelo más vivir, muerto cayera.






ArribaZurita Nieto, Benito

Valladolid. Sigo XIX

Poeta.




Mi único amor


   Su mágica belleza seducía,
su angelical candor, enamoraba,
yo al punto que la vi, ya la adoraba,
porque en ella encontré la dicha mía.

   Siempre a su lado el tiempo transcurría  5
veloz, y nuestra dicha continuaba,
porque si yo la amé, ella me amaba
con tal pasión que Dante envidiaría.

   Pero la dicha es corta. Axioma cierto.
Así, al vernos feliz llegó la muerte,  10
y al mover su guadaña en rumbo incierto,

   robó su alma, dejó su cuerpo inerte
y yo al verla morir hubiera muerto
para seguir los dos la misma suerte.





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