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Sueño utópico para el próximo milenio

Fernando Alonso





Desde hace más de quince años, cada vez que tomo la palabra, o la pluma, trato de contagiar la afición por la lectura de obras literarias. Pienso que la lectura libre, recreativa y re-creativa, es nuestra mejor defensa frente a una sociedad marcada por el signo de la pasividad y de la imagen.

Los estímulos visuales nos asaltan en la calle e invaden la intimidad de nuestras casas a través de la televisión. Delante del televisor, el individuo renuncia a toda participación y se convierte en espectador. Espectador de imágenes superficiales de contenido, planas y trivializadas en su tratamiento, que discurren a ritmo trepidante y anulan cualquier posibilidad de reflexión.

No es de extrañar que el uso exclusivo de los medios de comunicación visual genere individuos superficiales, poco participativos, con escasa capacidad de reflexión, de análisis y de sentido crítico; todo lo cual es la antítesis de una persona que debe aspirar a ser un ciudadano responsable y libre. Creo que el mejor instrumento corrector es la lectura de obras literarias porque contribuye a generar hábitos de reflexión, de análisis y de sentido crítico.

Pero dejemos ya las consideraciones pragmáticas y utilitarias.

Para mí, la búsqueda de la felicidad es una de las aspiraciones más nobles del ser humano. Por eso, quiero afirmar que la lectura de obras literarias es uno de los mayores placeres que conozco: Participar en el acto de creación artística. Porque el libro no es un espejo que sólo refleja la realidad que nos rodea. El libro refleja también al au tor y al lector. Es un punto de encuentro en el acto de crear, de interpretar el mundo y de conocernos a nosotros mismos.

No quisiera dar la impresión de un ratón de biblioteca para quien los libros son lo más importante de esta vida. No. Lo más importante de esta vida es vivirla con plenitud, tratando de conseguir y de transmitir toda la felicidad posible. Pero sé, por experiencia, que con libros nuestra vida puede ser más plena que sin ellos. La lectura es una de las actividades más gratificantes, porque nos ofrece la posibilidad de conocer otros mundos y de vivir otras vidas.

Milorad Pavic comienza su obra «Diccionario Jázaro» con este epitafio: «Aquí yace el lector que nunca leerá este libro. Aquí está, muerto para siempre». Debemos animar a niños y jóvenes a que vivan nuevas vidas, se conozcan mejor y comprendan más el mundo y las gentes que les rodean a través de la lectura de obras literarias.

De esta forma se cumpliría mi sueño utópico para este año que comienza y el milenio que se avecina: que todos los niños, y todos los adultos, sientan la necesidad y experimenten el placer de leer obras literarias.





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