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Víctor Hugo

Ricardo Gullón





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No es todavía la apoteosis. Se escuchan demasiadas voces discrepantes, se formulan reservas considerables; pero, aun así, ¡cuánto camino recorrido en estos cuarenta años! El Hugo, hélas!, de André Gide, queda lejos, y ahora tal vez se escucharía un Gide, hélas! si le preguntaran a un joven francés quién era el escritor más considerable del medio siglo. Víctor Hugo, el superromántico, el león de Guernesey, el trabajador infatigable, el monstruo de la facilidad grandilocuente, sin dejar de ser todo eso y mucho más, está siendo redescubierto en su patria como un gran poeta.

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Se festeja ahora el CL aniversario del nacimiento de Hugo, y al realizarse el recuento de admiraciones, al medirse el nivel de su popularidad, queda registrada un alza insospechada. Críticos jóvenes están procediendo con espíritu moderno a una revisión justa de la obra inmensa (este calificativo es exactamente el apropiado) del autor de Los miserables, y descubriendo en ella considerables trozos de poesía auténtica y asombrosamente viva. El oscurecimiento de esta obra -dice un comentarista- fue «históricamente necesario» para realzar la de los creadores de «la poesía considerada esencial» (Nerval, Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé, Lautréamont); pero en la actualidad, Hugo escapa del purgatorio donde le habían confinado y sitúase, con toda naturalidad, entre los más grandes.

Víctor Hugo es un mundo, y en él, como en todo universo, hay confusión, abigarramiento y frenesí. Lo que tuvo de «eco sonoro» de su época acaso sea lo que más le aleja de nosotros (algo semejante le sucede a Zorrilla). Pero entre tanta riqueza cabe escoger; y si el tiempo desmoronó parte de su obra, ha dejado intactas las que hoy nos conmueven: las confidencias del artista para quien la poesía era medio de penetrar en las cosas, medio de realizar admirables descubrimientos y de revelarlos.

La malévola leyenda de un Víctor Hugo estúpido no resiste a la lectura de Cosas vistas, al examen del ingente cúmulo de observaciones anotadas por él en oportunidades diversas. Víctor Hugo fue, además de gran poeta, observador, sagaz y hombre inteligente. Henri Guillemin ha publicado en los dos últimos años textos bastantes para demostrar la rapidez de percepción de Hugo, su talento para captar en rápidos rasgos la silueta de sus contemporáneos y para responder adecuadamente a los estímulos de la vida.





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