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1

Vid. infra, «Para una relectura del Barroco hispanoamericano: problemas críticos e historiográficos», pp. 49-61, para un resumen de las distintas posiciones crítico-ideológicas desde las que se ha enfocado hasta ahora la cuestión del Barroco. En la presente sección aludo solamente a algunas de las posiciones más frecuentemente utilizadas.

 

2

Vid. Hernán Vidal, Socio-historia de la literatura colonial hispanoamericana: tres lecturas orgánicas.

 

3

De esta posición es tributaria casi toda la historiografía literaria del periodo colonial, sobre esta base funciona, además, toda la perspectiva académica tradicional y aún buena parte de los estudios actuales, que no reaccionan contra los resabios colonialistas que interpretan la realidad cultural latinoamericana desde la perspectiva de las antiguas metrópolis políticas y culturales.

 

4

Marcelino Menéndez y Pelayo, Historia de la poesía hispanoamericana, t. II, p. 117.

 

5

Dámaso Alonso, Ensayos sobre poesía española, p. 12, apud Helmut Hatzfeld, Estudio sobre el Barroco, p. 127, n. 8. En su esfuerzo por restringir los parámetros del barroco, Hatzfeld indica también: «A mi entender, todo barroco protestante y aun el barroco de la América hispana y católica son barrocos derivados es decir, imitativos y analógicos, sin auténtica fuerza creadora» (ibid. p. 427).

 

6

La perspectiva eurocentrista ha fundado su práctica crítico-historiográfica en aproximaciones de extrema simplificación, muy interiorizadas en el ámbito hispánico. Se aplica, por ejemplo, el esquema tradición/originalidad, o se habla de la literatura hispanoamericana como de un proceso de adopción/adaptación de modelos. En otros casos se emplean recursos aditivos (Hispanoamérica sería así la suma de elementos de la cultura indiana y la cultura negra, a la matriz hispánica), o se cae en falacias de falsa generalización, confundiendo la parte con el todo. Se dejan así fuera de consideración aspectos que son esenciales a nuestro tema. Por ejemplo el hecho de que la utilización de cualquier forma expresiva implica una postura epistemológica, es decir, una forma específica de conocimiento de la realidad, necesariamente articulada al horizonte ideológico-cultural de una época, pero también a las condiciones materiales de producción cultural, en un espacio y en un tiempo histórico determinados. En segundo lugar, se deja fuera el hecho de que en una misma época coexisten diversos grupos productores de cultura, cada uno de los cuales tiene una adscripción diferente dentro del sistema social. En cada caso, se hará una actualización diversa de los códigos dominantes, ultilizándolos en su capacidad meramente expresiva, o como formas de interpelación intersocial. Propongo aquí que el Barroco hispanoamericano parece reclamar un estudio basado en la diferenciación de sistemas, cuyo eje articulador debería considerar al menos tres variables: primero, las condiciones materiales de producción cultural; segundo, las diversas formas de actualización de los códigos expresivos dominantes; tercero, los grados de conciencia social manifestados por los diversos grupos productores. De todos modos, antes de que pueda avanzarse un estudio sistémico, es necesario revisar la dinámica cultural del periodo fuera de muchos preconceptos arraigados en la crítica hispánica. El objetivo de estas páginas es intentar un paso adelante en este sentido.

 

7

Vid. Mariano Picón Salas, De la Conquista a la Independencia: Irving Leonard, La época barroca en el México colonial; Leonardo Acosta, Barroco de Indias y otros ensayos; Jaime Concha. «La literatura colonial hispano-americana: problemas e hipótesis», en Neohelicon, vol. IV, núm. 1-2, pp. 31-50, y H. Vidal, op. cit.

 

8

John Beverley, Del «Lazarillo» al sandinismo: estudios sobre la unción ideológica de la literatura española e hispanoamericana.

 

9

Ibid., pp. 77-97. Vid. J. Concha, op. cit.

 

10

Vid. J. Beverley, op. cit.

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