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261

Como nos indica Aurora Egido en su estudio sobre «La poética del silencio...», en op. cit., «Harpócrates y Angerona instaban con el dedo en los labios a callar las voces de lo oculto. La filosofía hermética renacentista concedió idénticos valores al dios egipcio y a la diosa romana del secreto y del silencio, plasmando en emblemas y jeroglíficos, en esculturas y cuadros las imágenes de estos dioses que con velos y signos enigmáticos predicaban la ocultación» (p. 94 ).

 

262

Paz reconoce cuatro acepciones a la palabra «sueño» en el poema de sor Juana: sueño como dormir, como visión ensoñada, como el nombre que se da a esa visión, y como deseo o ambición no realizada (op. cit., p. 485).

 

263

Sobre las tradiciones acerca de la peregrinación del alma, así como sobre las vertientes neoplatónicas, herméticas y gongorinas, véase Paz, «Primero sueño», ibid., pp. 469-507, así como Georgina Sabat-Rivers («Sor Juana y su Sueño. Antecedentes científicos en la poesía española del Siglo de Oro», en Estudios de literatura hispanoamericana. Sor Juana Inés de la Cruz y otros poetas barrocos de la Colonia). Sobre la estructura y emblemas del poema véase José Pascual Buxó, Sor Juana Inés de la Cruz en el conocimiento de su sueño.

 

264

Según algunos, la idea de que el Sueño se refiere primordialmente a la crisis intelectual de Juana conduciría a considerar su poema como «un ejemplo más, y el más radical y riguroso, de la poesía barroca del desengaño» (O. Paz, op. cit., p. 498). Paz considera más bien que el tiempo que media entre ese texto y la crisis de 1693 desautoriza esa hipótesis, afirmando que en ese sentido el Sueño «es irreductible a la estética de su tiempo. O sea: a la poesía del desengaño» (ibid., p. 500).

 

265

Vid. Hernán Vidal, Socio-historia de la literatura colonial hispanoamericana: tres lecturas orgánicas.

 

266

Vid. O. Paz, op. cit., y J. Ludmer, op. cit.

 

267

Parafraseo aquí conceptos de Barthes que se refiere, en otro contexto, al «sueño órfico [de] un escritor sin Literatura» en correspondencia con «el desagarramiento de la conciencia burguesa» (op. cit., p. l5).

 

268

En una adaptación de los conceptos de Ducrot-Todorov, entiendo aquí por enunciado todo lo referente a la elaboración (lingüística, temática y compositiva) del texto, y por situación enunciativa a la enunciación o «situación de discurso», es decir al acto mismo de producción del texto a partir de un conjunto de circunstancias espacio-temporales (históricas) particulares.

 

269

Sobre la «modelación textual del destinatario» en la «Carta de Monterrey» vid. supra, «Orden dogmático...», pp. 65-86.

 

270

Benassy-Berling llama la atención sobre esta relación (Humanismo y religión en sor Juana Inés de la Cruz, p. 27, vol. 31). Véase asimismo el anexo 5 E del libro de Benassy en el que se reproduce el texto de Juan Ignacio de Castorena y Ursúa en que se alude veladamente a san Francisco de Sales al hablar del seudónimo del obispo de Puebla como de un «discreto embozo» que encubre la identidad del autor de la epístola (ibid., p. 438).

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