Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

201

Véase el Apéndice.

 

202

«Finalmente trabajaron de enviar frailes contra frailes, por meter el juego, como dicen, a barato. El bueno del padre francisco fray Alonso de Espinal, con su ignorancia no chica aceptó el cargo de la embajada, ec.» (Casas, Historia general, libro 3, capítulo 5.)

Asimismo da a entender que pudo contribuir a que los franciscos tomasen aquella opinión el tener asignado el mantenimiento de dos casas suyas en dos repartimientos concedidos a dos pobladores con el objeto dicho; es verdad que también tiene cuidado de salvar en esta parte la buena fe del religioso Espinal, a quien no tacha más que de ignorante.

 

203

Echábase ya de ver la vejez del Rey Católico. «Hicieron, dice Herrera, firmar al Rey una cédula, etc.» Alburquerque por otra parte era deudo del licenciado Zapata, uno de los consejeros y el más favorecido del Príncipe, tanto, que por el poder que alcanzaba le llamaban el Rey Chiquito. (Herrera, década 1.ª, lib. 8, cap. 12.)

 

204

Este doctor fue el que extendió años atrás el famoso requerimiento de Alonso de Ojeda. El nuevo trabajo que se le encargaba y sus conferencias con Casas debieron enseñarle otra política y otra teología que las que había seguido primero.

 

205

«No se compadece, decían en su exposición, multiplicarse los indios y aprovechar las rentas reales. Porque al presente trabajando los indios todo lo posible, y no dándoles muy cumplido mantenimiento, las rentas reales tienen su cierta cuantía, la cual se disminuirá luego que se tratare de quitarles del trabajo y mejorarles el mantenimiento. La empresa parece imposible.» (Extractos de Muñoz, sacados de la colección diplomática de la academia de la Historia.

 

206

Entre otras, las siguientes: «El fundamento para poblar es que vayan muchos labradores y trabajadores: trigo, viñas, algodones, etc., darán con el tiempo más provecho que el oro. Convendrá pregonar libertad para ir a aposentar allá a todos los de Espada, Portugal y Canarias. Que de todos los puertos de Castilla puedan llevar mercaderias y mantenimientos sin ir a Sevilla. Mande su alteza que vayan a poblar las gentes demasiadas que hay en estos reinos, etc.» (Memorial manuscrito de fray Bernardino de Manzanedo, entregado en febrero de 1518.)

Acaso mucha parte de estas ideas las debieron al licenciado Zuazo, que tan conforme estaba con ellas en su carta a monsieur Chievres. (Véase en el Apéndice.)

 

207

Fray Luis Figueroa fue los años adelante hecho abad de Jamaica, obispo de la Concepción en Santo Domingo, y presidente de aquella audiencia, pero falleció antes de ir.

 

208

«Constituyéronlo también por procurador o protector universal de todos los indios de las Indias, y diéronle salario por ello cien pesos de oro cada año, que entonces no era poco, como no se hobiese descubierto el infierno del Perú, que con la multitud de quintales de oro ha empobrecido y destruido a España.» (Casas, lib. 3, cap. 89 de la Historia General.)

 

209

Los primeros que allá fueron les decían que sí se querían ir con ellos los llevarían a ver las almas de sus padres que estaban en holgura.

 

210

«Aprovecharon poco, dice Herrera los ruegos, clamores y requerimientos que se les hicieron, ni la cierta muerte de los religiosos, ni la infamia de la cristiana religión, ni la honra del Rey y sentimiento que bahía con razón de tener de tal caso, que les representaron; porque todo lo pospusieron por no dejar las personas que a cada uno habían cabido de aquel robo; y así se consumieron el Cacique y los suyos en los trabajos y servicio de aquellos jueces.» La enormidad del caso anima algún tanto aquí la pluma del cronista, que indiferente de ordinario a las atrocidades que cuenta, no deja de cuando en cuando de manifestar un alma recta y compasiva. (Herrera, década 1.ª, libro 9, capítulo 15.) Es verdad que en una orden que llegó a los padres comisarios en 1518 se mandaba que se buscasen el Cacique y la Cacica y demás personas salteadas con ellos, y fuesen restituidos a su tierra; y juzgándose el caso abominable, se ordenaba que se castigasen los delincuentes. Pero los indios por la cuenta se habían consumido ya, pues no se dice que ninguno de ellos fuese restituido a su país. Los jueces de apelación, todavía más culpables que los salteadores, se quedaron con sus hombres y con sus empleos. Llamábanse Marcelo de Villalobos, Juan Ortiz de Matienzo, Lúcas Vazquez Allión.