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Voy a vivirme. Variaciones y complementos nerudianos [Fragmento]

Volodia Teitelboim






3. Siempre se sintió poeta


I. Horario de trabajo

Continúa siendo una presencia y un tema. Cada año, en diversos puntos del mundo, se preparan nuevas tesis, se proponen exámenes, enfoques diferentes sobre su poesía y su vida.

Podía escribir a cualquier hora. Pero generalmente a las nueve de la mañana se ponía a la tarea, después de desayunar en su dormitorio una taza de té con un par de tostadas. Decía que su jornada matutina era como la de un obrero, por lo menos en cuanto a faena cotidiana. Se regía también por un plan de producción que habitualmente cumplía y a veces superaba. Escribía hasta la una pasado meridiano cierto número de páginas. Uno, dos y a veces tres poemas diarios. Buena parte de su prosa la dictó a su secretario, Homero Arce, casi siempre en La Chascona. Al final, cuando fue embajador en Francia, lo hizo en la casa de campo de Normandía.

En Isla Negra, sólo con la sensación de haber hecho la tarea, abandonaba su campo de operaciones. Era la biblioteca alargada o el cuarto pequeño, más reservado, donde se sentaba a escribir. O la mesita al aire libre ubicada cerca del campanario, junto al portón, que anunciaba al visitante. Pasado el mediodía entraba en el bar, donde brillaban las copas mexicanas de color azul escarlata. Allí recibía a sus invitados y se bebía el primer trago del día, sin olvidarse de saludar con una mirada a los amigos muertos, cuyos nombres estaban grabados a punzón en los maderos visibles de la techumbre.





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