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Antonio CABRERA, Gracias, distancia

Cuadernos del Vigía, Granada, 2019, 95págs.

El placer de la soledad, como todos los placeres, demanda ser comunicado.


Camino, luego abandono.


Persiguiendo una idea se atrapa a lo sumo una realidad.


Los aforistas no tañen instrumento alguno. Hacen vibrar a intervalos de silencio su diapasón particular.


Lo bello se descubre por su mera presencia; lo bueno, por su reverberación.


El tedio es una duna.


Todo lo que se dice sobre el mundo, el mundo lo disipa.


El viento esparce lo indeterminado.


En cierto sentido la música es de naturaleza acuática: inunda el alma con lentitud o con viveza; o la hace bucear.


Aburrirse: un modo de reptar.


Cuando pongo atención no pongo nada, dejo que algo se ponga.


Todos estamos sibilinamente amenazados por nuestras virtudes.


Una mañana diáfana y húmeda equivale a una verdad recién nacida que todavía tiembla en el discurso.


Profundidad es promesa. Solo puede ser promesa.


Vacío repleto: lo lejano.


El misterio solo quiere existir como misterio. Por eso es inexpresivo y se confunde con lo presente sin negarlo.


Hay algo allí, al fondo. Pero antes deben atravesarse capaz y capas y capas y capas y capas de aire.