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1

ENRIQUE POPOLIZIO. Vida de Lucio V. Mansilla, Ediciones Peuser, Buenos Aires, 1954.

En 1852, al regreso de Mansilla a Buenos Aires, se apresuró por «llamar la atención, en cualquier forma, cueste lo que costare, mediante extrañas actitudes, hazañas esforzadas, actos de arrojo, vestimentas pomposas, duelos y desafíos: ésa fue la norma que se impuso. Comenzó por una gran hazaña deportiva. En compañía de Benigno López -hijo de Carlos Antonio, el dictador del Paraguay-, remontó en un bote el río Paraná hasta Asunción, marchó por tierra a Uruguayana y descendió por el Uruguay, salvando las temibles rompientes del Gran Salto Oriental (pág. 71).» Y la nota a pie de página: «Lo refiere Enrique Kitt en su Prólogo a la segunda edición de la EXCURSIÓN, Leipzig, 1877». Es curioso que Mansilla no haya hecho referencia a este episodio en ninguno de sus escritos».

 

2

Repito la ortografía indicada por el mismo Mansilla. Explica la diferencia entre «Rozas» y «Rosas» con una anécdota infantil del futuro Gobernador de Buenos Aires, quien, castigado por su madre, huyó de la casa, dejando una nota junto con su ropa: «Dejo todo lo que no es mío, Juan Manuel de Rosas». Cambio de «z» en «s», que Mansilla interpreta como «primer acto de rebelión contra toda otra autoridad que no fuera su voluntad». (Rozas. Ensayo histórico-psicológico. Con introducción de Aníbal Ponce, La Enciclopedia de la Intelectualidad Argentina, Buenos Aires, 1933, pág. 42).

 

3

Véase POPOLIZIO, ob. cit., págs. 114 y sigts.

 

4

En «La Tribuna», el periódico de los Varela, sus amigos de juventud. «Como corresponsal oficioso narró la guerra en que actuaba, criticó su conducción y hasta la discutió en su faz política». (POPOLIZIO, ob. cit., págs. 112-3).

 

5

Diversos pasajes de Mis memorias, sintetizan sus opiniones al respecto, resumiendo lo que había adelantado en diversas fechas.

 

6

Véase PAUL GROUSSAC, Los que pasaban, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1939; JUAN BALESTRA, El Noventa. una evolución política argentina, Roldán Editores, Buenos Aires, 1935; RAMÓN J. CÁRCANO, Mis primeros ochenta años, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1943.

 

7

Eduarda Mansilla de García (1838-1892), famosa en su tiempo y entusiastamente elogiada por Sarmiento, ha pasado a la lista de los escritores olvidados con justicia. Sus novelas más conocidas fueron El médico de San Luis (1860), y Lucía Miranda (1882); publicó además varias colecciones de relatos y recuerdos de viajes. En francés, en 1869 y en París, apareció Pablo ou la vie dans les pampas, que tradujo al español Lucio Victorio.

 

8

Comentó «la neurosis de la autonomía» como mal argentino, que a él mismo lo atacaba constantemente. (Véase Entre-Nos. Causeries del jueves, El Ateneo, Buenos Aires, 1930, t. II, pág. 158).

 

9

Véase Una excursión a los indios ranqueles, edición, prólogo y notas de Julio Caillet-Bois, Fondo de Cultura Económica, México, 1947, págs. 3 y sigts.

 

10

El estudio más completo sobre esta época literaria es el de RICARDO ROJAS, La literatura argentina. Los modernos, Casa Editora Coni, Buenos Aires, 1922. Rojas llama acertadamente «prosistas fragmentarios» a Mansilla, Santiago Estrada, Cané, Wilde, Álvarez, Mitre y Vedia y Cantilo, «desprovistos de ese espíritu de continuidad que en el pensamiento y en la obra crea la unidad orgánica del verdadero libro».

Véase J. C. GHIANO, «Miguel Cané en su tiempo», en Constantes de la literatura argentina, Editorial Raigal, Buenos Aires, 1953.