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Escenas de familia

Continuación de «Flora»

Libro de lectura en prosa y verso para niños y niñas


Pilar Pascual de Sanjuán



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- I -

Leer y escribir


Dibujo letra E

En paz y armonía vivían Flora Burgos, mujer de talento y de corazón, exquisitamente educada, y su esposo, sujeto que valía tanto como ella.

Concedioles el cielo la dicha de reunir en su hogar cuatro hijos sanos, graciosos, dotados de buenos sentimientos, clara inteligencia y constante aplicación al estudio y al trabajo.

Al empezar nuestra relación el mayor de los niños, llamado Basilio, tenía 12 años; el segundo, que se llamaba Jacinto, 10; seguíales Blanca, la única niña, que   -6-   apenas contaba 7 y el menor era Enrique, objeto constante de las atenciones y cuidados de su hermanita; que se complacía en enseñarle y corregirle a imitación de lo que su madre hacía con ella.

Ya deben suponer mis jóvenes lectores que los niños mayorcitos leían, escribían correctamente y sabían suficiente Aritmética para tomar la cuenta a la criada cuando las ocupaciones de otro género no permitían a la buena madre desempeñar este cometido. En cuanto a la niña, que supongo será la que más interese a las lectoras y la que les inspiro mayor grado, de simpatía, apenas hacía un año que sabía leer; y respecto a la escritura se ensayaba en los primeros ejercicios, que trazaba en una pizarrita.

Cierta noche, se hallaban reunidos los individuos de esta interesante familia, agradablemente entretenidos, ocupándose cada cual en aquello que le permitían su aptitud o sus conocimientos.

El padre escribía, los niños mayores resolvían los problemas de Aritmética que debían presentar al profesor al día siguiente, la madre hacía calceta, y Blanca, deseosa de imitar a su padre y hermanos, tomó su pizarra y su pizarrín, y empezó a trazar eles directas e inversas, con bastante limpieza y soltura, si se tiene en cuenta su corta edad y el poco tiempo que llevaba empleado en aprender este difícil utilísimo arte.

Enrique se entretenía en formar sus soldados de plomo.

-Papá, dijo de repente el pequeñuelo, dando un cachete a su milicia y derribando la mayor parte de ella, yo me canso de jugar solo; dígales usted a éstos que jueguen conmigo.

-¿ No ves que están ocupados?, respondió el padre.

-Pues que me den papel y pluma que escribiré como ellos.

Basilio, para que los dejase en paz, le alargó una   -7-   cuartilla de papel y una pluma; pero el niño cubrió pronto de rayas y borrones el blanco papel que le habían entregado.

-Vamos, no sé escribir, dijo Enrique soltando la pluma. ¿Quién enseña a escribir?, preguntó a su padre.

La niña, riendo cándidamente le contestó:

-¡Qué tonto eres! Los maestros lo enseñan todo.

-Suspendió el padre su ocupación, y dirigiéndose a su vez a Blanca le dijo:

-Bien has contestado, pero no tanto como tú crees. Yo te pregunto, pues: Y a tus maestros, ¿quién los ha enseñado?

-¡Toma! Los suyos.

-¿Y a los suyos?

-Yo creo que siempre ha habido maestros.

-Los maestros, querida mía, con paciencia y bondad dignas de todo elogio, y valiéndose de ciertos métodos y procedimientos que han estudiado, enseñan lo que ellos han aprendido; pero ellos no han inventado la escritura, arte interesante, sin el cual nos sería muy difícil adquirir los útiles conocimientos, que forman como si dijésemos la vida intelectual del individuo.

-¿Quién ha inventado, pues, la escritura?, preguntó Jacinto.

Jeroglífico

Jeroglífico

-Mucho se ha discutido acerca de esto, pero el origen de este precioso arte se pierde en la oscuridad de los tiempos. Antiguamente se usaban jeroglíficos, semejantes a los que con tanto placer descifráis hoy; pero, como comprenderás fácilmente, para significar, por ejemplo, un árbol, cosa que ahora hacemos con cinco letras, era necesario dibujar más o   -8-   menos correctamente el objeto, y aun este procedimiento era insuficiente para representar los seres abstractos, las ideas y los sentimientos.

-¿Qué son seres abstractos?, preguntó Blanca, a quien interesaba mucho la conversación.

-Te lo explicaré. Si yo estuviese en el campo y quisieras que te trajese un pajarito vivo ¿cómo me lo pedirías por medio de un jeroglífico?

La niña reflexionó un instante y contestó:

-Mire usted, si fuese un poco mayor me habrían enseñado a escribir signos, como ahora me enseñan a escribir letras...

-También son signos las letras, adelante.

-Pues bien, dibujaría una mano abierta en actitud de pedir y enfrente de la mano un pajarito.

-No está mal pensado. ¿Y cómo me manifestarías que estabas triste por mi ausencia y que deseabas mi regreso?

Volvió a quedarse Blanca pensativa, y al cabo respondió:

-No lo sé.

-Pues no lo sabes, dijo el padre, precisamente porque la tristeza y el deseo son cosas abstractas; esto es, que no son materiales, no afectan forma alguna y por eso es muy difícil hallar signos que directamente por representen.

En tiempos remotísimos, se escribía, pues, con jeroglíficos, y cuando no se había inventado el papel servían para este uso tablillas de madera, ladrillos y también láminas de marfil cubiertas con un baño de cera. Lo de los ladrillos es lo que más me choca, porque lo comprendo menos -dijo Basilio.

-Es de suponer -continuó el padre- que mientras los tales ladrillos o losas estaban blandos, se grabaría en ellos con algún instrumento cortante lo que se quisiese dejar escrito, y que al secarse al sol a cocerse en el horno, conservarían en su superficie, los símbolos o caracteres. Las tablillas las pintaban con albayalde, sobre el cual trazaban los signos con un punzón o estilo y aparecía la madera.

Ladrillo caldeo con caracteres cuneiformes

Ladrillo caldeo con caracteres cuneiformes

-Ahora comprendo perfectamente lo de la cera, pero me parece que les costaría muy caro a los señores..., ¿quién era quien escribía de esa manera?

-Los romanos, hijo mío.

-Pues costaría muy caro a los señores romanos esa clase de papel.

-Has de suponer; lo primero, que entonces no escribía todo el mundo como ahora; y después, que los cónsules y patricios romanos, que tenían instrucción para ello, tampoco arrojarían la tablilla de marfil como antes tú con el papel que te sirve para los borradores de tus problemas y apuntes; sino que los estilos de que he hablado, muy finos por un extremo, eran anchos pulimentados por el opuesto, a fin de poder con ellos borrar lo que se había, escrito, ya se tratase de corregirlo, ya de dejar la cera tersa e igual para poder volver a escribir en ella.

En cuanto a los egipcios, se valían de papiro que es una planta parecida a los juncos, la cual debajo de su corteza verde tiene películas muy blancas y sumamente finas, siendo de notar que las más internas o más inmediatas al tronco son también las más suaves y flexibles. Después de desarrollarlas, las estiraban, las prensaban, las pegaban unas con otras para dar más   -9-   consistencia a esa especie de tela, y pulimentándola para quitarle sus naturales asperezas, la sumergían después en aceite de cedro para que resistiese a la acción de la humedad y de los insectos; y sobre este papiro escribían en jeroglíficos interesantes historias de reyes, asuntos religiosos y otras cosas de menor importancia, existiendo aun hoy alguno de estos escritos que cuenta más de 3000 años de antigüedad.

Papiro

Papiro

Enrique había estado escuchando pacientemente esta larga conversación, hasta que viendo que no se le atendía exclamó:

-Sí, pero nadie juega conmigo, ni me dan con qué escribir, ni me hacen caso.

-No les hagas tú a ellos, déjalos estar, mamá te quiere mucho, dijo Flora doblando su calceta y sentando al hijo menor sobre sus rodillas.

Él la besó repetidas veces, después apoyó la cabecita en su seno pocos minutos, más tardé dormía en el regazo materno.

El padre agradeció con una sonrisa a su compañera el haberle librado de las interrupciones de Enrique, y continuó de esta manera:

-También las pieles de animales adelgazadas, curtidas y suavizadas, se usaron desde tiempos muy remotos para escribir en ellas; pergamino se llama a la piel así preparada, nombre que viene de Pérgamo, capital de un pequeño estado cuyo rey Atalo 2.º, que existió dos siglos antes de la venida de Jesucristo, protegió esta fabricación, en términos que, facilitando la materia que debía servir para la escritura, dispensó también su protección a este maravilloso arte, y la biblioteca de este rey fue famosa por el número de escritos que contenía.

-¿Todos hechos a mano?, preguntó Basilio.

-Por supuesto, ya que el arte de imprimir no se inventó hasta siete siglos después, o sea en el quinto de la era cristiana.

-Ha dicho usted que el pergamino se hace de pieles de animales, pero ¿de qué clase de animales?, preguntó Blanca.

-Generalmente, respondió el padre, de cabras y carneros. Hasta la invención del papel, se escribieron en pergamino las leyes, los decretos y hasta las cartas participares, y como por lo recio y por su falta de flexibilidad no era susceptible de doblarse como el papel, se arrollaba y sellaba de modo que no pudiera abrirse sin romper el sello, siempre que el contenido del escrito era muy interesante o convenía quedase reservado.

-Yo he visto libros con cubiertas de pergamino, dijo la niña.

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-Fácil es, porque todavía existen muchos volúmenes antiguos con esta encuadernación, pero hay otra clase muy superior, que aventaja al papel en finura y consistencia, llamada vitela, la cual se emplea para los títulos académicos y otros documentos de suma importancia.

-Eso no lo he visto yo, respondió Blanca.

-Yo sí, dijo Jacinto, es muy delgado y muy fuerte, y ¿de qué clase de piel se hace?

-Las vitelas se fabrican de la piel de los cabritos y corderillos que nacen muertos, por ser más suave y flexible que la de los demás.

- Y el papel, ¿quién lo inventó, cuándo, y de qué se hace?, preguntó Blanca.

-Los chinos y japoneses lo fabricaban de las cortezas de ciertos árboles, de filamentos de plantas, como la paja de arroz y la caña de bambú, etc.; y los árabes aprendieron de ellos y hacían papel de algodón, es decir, no de trapos de algodón, como se hace en el día, sino de esta materia en rama, lo cual era causa de que fuese menos consistente. Cuando, a principios, del siglo octavo, después de la famosa batalla de Guadalete se apoderaron de España, importaron a Europa aquella industria; la cual se ha ido perfeccionando. Hoy se emplean para la fabricación de papel los trapos viejos, que se muelen y reducen a pasta, formando después con ella hojas más o menos sutiles, ya pintadas de bellísimos colores, ya satinadas, ya de un blanco hermosísimo con cantos dorados. Sus aplicaciones son innumerables: con papel se envuelve desde el arroz y los fideos hasta los cortes de vestido de las señoras, en papel se imprime, en papel se escribe y dibuja, con él se forman preciosas calas y estuches, se forran paredes, se fabrican cuellos y puños y, dándole mayor grueso y consistencia, se hacen, con el llamado cartón piedra, molduras para adornar los techos y paredes de los salones,   -13-   figuras y hasta imágenes que imitan, perfectamente a las de mármol y otras piedras, mesitas, rinconeras y otra infinidad de objetos.

-Todo eso es muy bonito, papá -dijo Basilio-, pero lo principal es que tengamos papel para escribir. No sería poco enojoso tener que andar con las tablillas de madera o de marfil, o con el delicado y carísimo papiro, para aprender a escribir, para resolver los problemas de Aritmética y para comunicarnos con nuestros amigos. El pergamino pase, pero se necesitaría mucho, y creo que llegaría a escasear.

-Es evidente, respondió el padre, que no nacerían suficientes reses ni habría en el mundo pastos con que alimentarlas, si todo lo muchísimo que se escribe e imprime hoy en el mundo civilizado se hiciese sobre pergamino.

-Demos gracias a Dios, dijo Blanca, por haber nacido cuando ya se había inventado el papel, y además cuando en vez de jeroglíficos se usan letras, porque con aprender a distinguir y formar 28 signos, es fácil saber leer y escribir.

-Indudablemente, hija mía, la invención del alfabeto ha simplificado en gran manera la enseñanza de la lectura y escritura.

-¿Y quién lo inventó?

-No puede fijarse con precisión quién, ni cuándo.

-Los celtíberos usaban ya en sus monedas una escritura semejante a las letras alfabéticas. Los fenicios griegos y romanos también tenían escritura y fueron modificándola hasta formar esa preciosa clave conocida con el nombre de abecedario o alfabeto, en el cual están representados los sonidos puros, y todas las modificaciones de que son susceptibles para formar las infinitas voces de nuestro idioma y de algunos otros.

-¿Qué no se escribe en todo el mundo con las mismas letras?

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-En todo el mundo, no; pero nuestro alfabeto es común a todos los pueblos del centro y mediodía de Europa y a muchos puntos de América.

-¿Y cómo está mejor dicho: abecedario o alfabeto?

-Abecedario es más español, porque viene de sus primeras letras a, b, c, d, pero los griegos llamaban alfa a su primera letra, beta a la segunda, etc. y así la palabra alfabeto es griega en su origen.

-¡Ay, papá mío, cuánto he molestado a usted esta noche! No le he dejado escribir. ¿Verdad?... Pero usted sabe tanto y nosotros tan poco, que por mi parte no me canso de preguntarle.

-Ese deseo de saber es muy laudable y produce excelentes resultados porque engendra el amor al estudio, preciosa cualidad, que será causa de que tu entendimiento se nutra con conocimientos útiles y tu corazón se forme según las máximas de la virtud.

El padre al decir estas palabras abrazó y besó a su hija y ella recogió su pizarra, preparándose para retirarse a su cuartito y entregarse al descanso.

Romano leyendo

Romano leyendo un pergamino



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