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Chao, Daniel

Álvaro Ruiz de la Peña





-Chao, hermano. Hasta la próxima luna, acá.

Así se despidió de mí Daniel una tarde de mayo del pasado año 1992. Iba a hacerse unas pruebas a Madrid, porque estaba tan cansado que no podía continuar con el taller literario que había iniciado en los locales de La Granja, en el Campo, con la misma ilusión de ocasiones anteriores, con el mismo éxito de alumnos, con el mismo cariño de todos los que tuvimos la dicha de conocerlo.

Ya no lo vi más. Sabía de la evolución de su despiadada enfermedad por quien fue y es la mejor conocedora de su obra literaria y peripecia humana, Virginia Gil Amate. A pesar de todo, esperábamos que Daniel pudiera asistir el mismo mes de mayo a la tesis de Virginia, de la que él era protagonista y en la que quedaba emplazado ante la historia de las literaturas hispánicas. Pero tampoco pudo ser. Le fue enviado un vídeo del emotivo acto académico, que seguramente saboreó hasta en sus mínimos detalles. Después, su noble estela fue declinando, apagándose, hasta que nos llegó la deprimente noticia de su muerte en Madrid, en los primeros días de julio, rodeado de los suyos.

No es la primera vez que escribo sobre Daniel y, seguramente, no será tampoco la última. De su recuerdo me quedan decenas de anécdotas divertidas (a su lado la risa era de grandes almacenes), decenas de conversaciones sobre la vida, los hombres y la literatura, decenas de inteligentes reflexiones sobre las cosas... «Así como lo mira todo con avidez y talento, cualquier escudriñador avezado distingue en él ese toque especial e indefinible que nos fascina en la gente, ese signo que delata, en aquél al que miramos, a otro mirador excepcional». Así lo dije en este mismo periódico, saludando su llegada a Oviedo para iniciar el último taller.

Hoy y mañana, escritores, profesores y amigos -discípulos y compañeros de la Universidad- le rendimos un justísimo homenaje en el teatro Campoamor. Alejado ya de estos navíos y borrascas, musitará con su dulce voz de viola de gamba: «Mira que sos güevones, pero les quiero a todos...».

-Chao, hermano. Hasta la próxima luna, allá.





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